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Totalitarismo en marcha

JUAN ANTONIO MASSONE

El tramado de la realidad que vivimos consta de varios hilos, colores y diseños. Por más que quisiéremos ignorarlo, es difícil abarcar armoniosamente factores tan heterogéneos. Comprender las significaciones y alcances del tejido sociopolítico y cultural es un embrollo excesivamente intrincado.

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Los ídolos del foro, hoy por hoy, corresponden a mensajes y palabras que se repiten inmoderadamente. Los supuestos beneficios del globalismo y la fantasmagórica ideología de género actúan como lluvia radiactiva sobre la gente. Ambos tienen la misma pretensión: imponer versiones de alcance mundial. He ahí uno de los motivos por los cuales se entrelazan.

El globalismo—no el proceso de globalización que permite intercambios múltiples—tiene como objetivo centralizar el poder, reuniendo aspectos numerosos: economía, disminución de la natalidad, imposición de supuestos derechos, perturbación del lenguaje, uniformidad de las legislaciones de los países, por eso se empeña en minar la soberanía de éstos. Para lograr su propósito, el globalismo repite “promesas liberado- ras”, tales como: disminuir la sobrepoblación, propiciar en las mujeres un distanciamiento de la maternidad, apoyar políticas internacionalistas en los medios informativos, en reuniones cumbres de autoridades, en charlas de difusión, entre otras. No es imposible ver en la ambición ilimitada un motivo entre quienes promueven el globalismo. Este plan no es producto del azar, o fruto de una distracción inocente.

Franklin Délano Roosvelt lo dijo con agudeza: “En política la casualidad no existe; y cuando existe es porque ha sido cuidadosamente preparada”.

Aunque usted no lo sospeche, la codicia globalista lo mismo que la ideología de género cuentan con caudalosa financiación. Un caso: George Soros, húngaro radicado en los Estados Unidos, declaró, en el “Wall Street Journal”, el 24 de octubre de 2017, haber aportado 18 mil millones de dólares en beneficio de lo que llamó “Open Society”. Casos similares hallamos en los aportes de la Fundación Rockefeller, de Bill Gate y de otros.

A través de organismos internacionales: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Na- ciones Unidas se ejerce coerción sobre los países; los préstamos y apoyos están condicionados según el cambio de las leyes que deben introducirse en cada lugar. sector (Santa Fe) y en paralelo se generará un espacio y un pulmón verde con la plantación en medio de un mundo deportivo y habitacional.

¿En qué sentido el globalismo y el ideologismo de género se alían? Precisamente, porque el segundo también es de carácter internacionalista y pretende cambiar la visión y experiencia acerca de nuestra especie. La misma raíz totalitaria: afán delirante de dominio y arbitrariedad diseminados por doquier. Podría decirse con términos bíblicos: la conducta demoníaca quiere adulterar lo natural, para ello niega las características del ser humano y de los países. ¿Qué hay, pues, de fondo? Un deseo de cambiar lo antropológico, partiendo del concepto de autocreación. En otras palabras, según esta ideología nadie responde a una esencia, sino a deseos individuales. Un ser humano no posee una naturaleza distintiva: racionalidad, voluntad, sentimientos, conciencia; en cambio, bien puede pretenderse perro, por ejemplo. ¿Podría usted aceptar esta demencia? Quizás, entre sus conocidos, algunos han comenzado a ladrar.

Y según explicó el presidente del Rotary Club, Rodrigo Cisternas, la idea es plantar estos árboles nativos con la técnica Miyawaki, que consiste en “plantar muchos árboles en alta densidad, son tres o cuatro por metro cuadrado, lo que hace que el árbol crezca rápidamente y permite que sea un pulmón verde y que haya una biodiversidad mucho mayor”.

Este tipo de iniciativas son las que necesitamos que sean replicadas en todas las comunas y otras que se sumen a ser un conjunto de medidas que nos ayuden a cuidar el medio ambiente en todas sus facetas, para que llegue el día en que el sobregiro ecológico sea noticia antigua.

El nivel de deforestación, contaminación en el ambiente, irresponsabilidad y despreocupación de algunos gobiernos a nivel mundial, han hecho que la tierra esté pronta a tener una fecha de vencimiento. Y si esta generación no hace nada, las que vienen son las que pagarán las consecuencias.

En nuestro apresurado caminar, suele sucedernos que miramos a nuestro alrededor y comprobamos que estamos solos. Nos ocurre, en cambio, si la mirada es con ojos tranquilos, que vemos que siempre tenemos la presencia de alguien que apoya nuestra vida.

Puede ser un amigo, un familiar, un conocido, un extraño. Pero más allá de las personas está la presencia viva de Cristo. Él nos acompaña. Su compañía es tan real y concreta, como el palpitar del corazón.

Entonces, ¿qué ocurre que nos sentimos solos?

¡Estamos muy llenos de nosotros mismos! ¡Estamos muy ocupados en nuestros proyectos y planes! ¡No le dejamos espacio ni a Dios ni a los hombres! Resulta curioso com - probar que solamente los solitarios se sienten solos…, es una perogrullada, pero vale como referencia. El silencio y la oración no significan ser un solitario: pero para encontrar a Dios es necesario retirarnos.

Y lo que más cuesta es retirarnos de nosotros mismos, de nuestros gustos y placeres, de nuestros anhelos de poder y de lucirnos.

Y en este mundo lleno de ruidos y falto de silencios fecundos, los cristianos estamos llamados a ser diferentes. Si amamos a Chile, demostremos con hechos ese amor. Busquemos ante todo el bien de los demás, inclusos sacrificando nuestros gustos, nuestras ideologías, nuestros deseos de poder, nuestro orgullo y nuestro solapado afán de venganza o revanchismo, si es que lo tenemos.

JUAN VÉLIZ

Solos, nada podemos hacer. Pero no estamos solos, tenemos a Cristo con nosotros, caminando con nuestra historia. ¿Por qué sentirnos solos? No hay nada que temer, la vida que nos ha regalado Dios es para gozarla en la rectitud, en la fraternidad, en la lucha constante para vencer el mal que se empeña en dividirnos y separarnos hasta dejarnos solos. Gustemos la soledad fecunda de la oración. Desterremos la soledad estéril que se manifiesta en egoísmos, rencillas, enojos, orgullos, vanidades.

Tengamos presente, como lo señala San Juan: “Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; porque si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.” (1 Juan 4, 20).

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