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¡Ves la Trinidad, si ves el amor!

refiere a toda la humanidad o al mundo de los hombres. En particular, en el evangelio de san Juan, el “mundo” es el “mundo de los hombres” y no tiene, por tanto, una significación negativa en tanto éste no se encuentre inficionado por el pecado. Lo interesante y peculiar de la concepción de “mundo” de Juan es que Dios “¡ama el mundo!” y ya veremos las consecuencias de dicho amor para el mundo y para los hombres.

2.- Dios entrega a su Hijo.

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Porque Dios ama al mundo entonces decide “entregar” a su único Hijo al mundo; luego, en un se- gundo momento san Juan plantea que Dios ha “enviado” a su Hijo al mundo. Veamos las diferencias entre ambos. Dios, al entregar a su Hijo se revela no como un Dios distante del mundo sino más bien como un Dios comprometido y “jugado” por el mundo. Dios no es el “creador ausente ni indiferente” ni menos el “relojero” que se desentiende de su obra creadora. La finalidad de la “entrega” de su Hijo al mundo es para que, los que creen en Él no mueran sino que tenga vida. Como complemento de esta idea aparece el segundo gesto de Dios, a saber: Dios “envía” a su Hijo al mundo para salvarlo. Dios no destruye su propia creación

Agradecemos muy sinceramente a las personas que nos acompañaron en los funerales de nuestro querido hijo, hermano y padre, señor

RAFAEL RODRIGO MUÑOZ OLIVOS (Q.E.P.D.)

Como también a quienes enviaron condolencias, ofrendas florales y coronas de caridad, lo que ha comprometido la gratitud de:

FAMILIAS MUÑOZ OLIVOS MUÑOZ AGUILERA ni tampoco la condena, sino que quiere salvarla a través de la donación de su propio Hijo.

3.- El rol del Hijo.

El rol del Hijo es garantizar la salvación a todo aquel que crea en Él; en este sentido el don de la salvación depende de la persona del Hijo de Dios por un lado y de la adhesión de fe, que libremente todo hombre o mujer pueda prestarse a Jesucristo. Jesucristo ha venido no a condenar al mundo sino a salvarlo asimilando su voluntad a la voluntad de su Padre y la condenación no proviene propiamente ni de Dios ni de su Hijo, sino de la no aceptación o rechazo del Hijo. Así, entonces, la fe salva en la medida en que se acoge al Hijo de Dios y, al revés, la no acogida, es decir, el “no creer” en Jesucristo trae la condenación.

4.- Ves la Trinidad, si ves el amor.

A propósito de la Trinidad

Immanuel Kant planteaba: “De la doctrina de la Trinidad no se saca definitivamente nada importante para la práctica, incluso cuando se pretende entenderla; mucho menos cuando alguien se convence de que supera absolutamente todos nuestros conceptos”. Es cierto, como dice el filósofo que nunca podremos humanamente entender del todo el misterio que se aloja en la Trinidad, pues Dios como misterio, nos seguirá siendo totalmente incomprensible aún en el estado de beatitud. Sin embargo, no podemos estar de acuerdo cuando afirma que la realidad de la Trinidad no sea importante para la práctica. En efecto, la manera de ser de Dios –Uno en Tres Personas- nos enseña que en la intimidad del ser de Dios, se da una profunda comunión dentro de una diversidad. Y esto tiene enormes consecuencias para la vida personal y la vida social y comunitaria. Evidentemente al afirmar que en la Trinidad se da la comunión de Tres que son Uno solo (Dios) pero que a la vez son Tres únicos, estamos diciendo que Dios, en su intimidad, no es un solitario. Dios no vive en una soledad solipsista ni autorreferencial. Dios es comunión en donde cada Persona (Padre, Hijo y Espíritu Santo) vive en relación a otro, a partir del amor. Bien pudiéramos afirmar que Dios es familia, es comunidad. En este misterio de comunión que es Dios –y también como en toda familia y grupo humano- se dan dos características del todo enriquecedoras, a saber: por un lado las Tres Personas son del todo semejantes en su ser (las Tres Personas son divinas) pero al mismo tiempo, son totalmente diferentes a partir de sus relaciones. En la intimidad más honda de Dios se da la experiencia de la alteridad, de la diferencia en donde no hay espacio para la igualdad indiferenciadora o masificante sino una comunión abierta que acoge y se plantea en términos de apertura y recepción del otro, como alguien totalmente diferente y no como una relación que subyuga y que somete al otro; el misterio incomprensible de la Trinidad nos ayuda a crecer en lo personal y comunitario no solo en la capacidad de tolerancia a los demás sino y sobre todo, en la aceptación recíproca del otro en cuanto diferente y diverso.

Los conceptos vertidos en esta página corresponden a autores, siendo ellos de su exclusiva responsabilidad.

Como lo dirá bellamente san Agustín: “Ves la Trinidad, si ves el amor” (De Trinitate, VIII, 8,12).

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