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Especial: Masacre en Cleveland
HOUSTON
Patricia Estrada / Periodista
Aún cuando la búsqueda de Francisco Oropesa ya concluyó, el susto, la incredulidad y sobre todo el dolor sigue latente en Cleveland, Texas, ciudad de apenas 9,000 habitantes, en condado San Jacinto, ubicado en zona rural al norte de Houston.
Oropesa es el individuo quien el pasado 28 de abril dejó un baño de sangre en esta comunidad al ser presa de su ira y matar a cinco personas, incluyendo un niño de 9 años. Los mató en su propia casa. Todos los fallecidos eran originarios de Honduras.
El enojo de Oropesa, según han declarado familiares de las víctimas y testigos de la tragedia, fue, porque le pidieron que dejara de hacer disparos al aire con su rifle AR-15, ya que no dejaba dormir al bebé de apenas un mes de nacido e hijo de una de sus víctimas mortales. Enfurecido fue hasta la vivienda de sus vecinos y comenzó a dispararles a diestra y siniestra, con precisión mortal al estilo ejecución. Los mató a sangre fría, dijeron las autoridades un día después de la masacre.
Oropesa, un migrante mexicano indocumentado, dejó un baño de sangre en la vivienda, un dolor ensordecedor en los dolientes y un gran susto en la comunidad. Una comunidad en donde habitan familias hispanas de clase trabajadora.
“Siento que es un sueño del que no voy a despertar”, dijo Lucía Guzmán, tía de Sonia Guzmán, una de las fallecidas.
Vecinos del lugar dijeron a la prensa que están asustados, incrédulos ante