CITA EN LA COLINA
PARMENIA 1714 - 2014
DISTRICT DE FRANCE
CITA EN LA COLINA
PARMENIA 1714 - 2014 Hermano Jean-Louis SCHNEIDER
DISTRICT DE FRANCE
CITA EN LA COLINA PARMENIA 1714 - 2014 Frère Jean-Louis SCHNEIDER
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E
n este estudio sobre la carta del 1º de abril de 1714 dirigida por los “principales Hermanos” a Juan Bautista de La Salle, trataremos de revisar uno de los momentos críticos de nuestros orígenes, cuando La Salle se ve envuelto en los remolinos del “pleito Clément”1. Desde París y su entorno (Versailles y Saint-Denis) parte hacia el Sur de Francia. Se ve tentado por “el retiro”, bajo la forma de alejarse de los asuntos de su Instituto, abandonando el mundo: es lo que podríamos llamar la “tentación de Parmenia”. En efecto, un día de 1714, el Fundador tuvo una cita con el Espíritu sobre la colina de Parmenia. Y de allí descendió. No sucumbió a la “tentación de Parmenia”, ¡de lo contrario nosotros no estaríamos aquí! Hoy, en 2014, si pasamos por Parmenia, porque quizás, para nosotros, como para él, Dios se calla, también porque un Capítulo General es “el momento favorable” por excelencia, es para ponernos a la escucha de lo que el Espíritu tiene que decirnos, y es para luego partir, hacia la Misión, hacia los Hermanos, los jóvenes, los pobres. En los años 1712-1714, nos encontramos ante un periodo de crisis para el Instituto de los orígenes. Habrá que observar los diversos aspectos, las personas involucradas, los análisis realizados por los protagonistas, las evoluciones que se producen, las respuestas dadas, en qué medida las mismas son (o no son) soluciones a la crisis atravesada, y finalmente ver cómo las personas y las instituciones salen de ella transformadas, y lo que ello quiere decir para el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. La carta del 1º de abril de 1714 es uno de los textos esenciales de nuestros “relatos fundadores” como Lasalianos2. Fue escrita en un periodo de transformación de la sociedad francesa, al final del reinado de Luis XIV, un tiempo de cambios que no deja de tener repercusiones sobre La Salle y los Hermanos.
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Este texto es uno de los que jalonan el nacimiento del Instituto de los Hermanos: Memoria sobre el Hábito, Voto heroico de 1691, Votos del 6 de junio de 1694 con la decisión tomada al día siguiente por los doce Hermanos y La Salle de constituir una “Sociedad” de laicos que se gobernaría por sí misma, la Guía de las Escuelas Cristianas, las Reglas que me he impuesto, los capítulos de la Regla y de la Colección sobre la finalidad del Instituto, la carta de los Hermanos de 1714, las Meditaciones para el tiempo del Retiro, y también el diálogo narrado por Blain, en los principios de Reims, entre los Maestros y La Salle, sin olvidar la memoria de 1721 dirigida por los Hermanos de Rouen a las autoridades de esa ciudad… Algunas de esas palabras son palabras de Hermanos, otras palabras de Juan Bautista de La Salle, otras más son palabras comunes al Fundador y a los Hermanos. Son esas las “palabras” que moldean la conciencia que el Instituto tiene de sí mismo, que le dan su fisonomía, su espiritualidad, su manera de ser en el designio de Dios y la vida de la Iglesia. En ese itinerario, la carta del 1º de abril de 1714 ocupa un puesto determinante. Primero porque es una palabra de Hermanos y no de La Salle, además es pronunciada en un momento crítico de la fundación: después de un tiempo de crisis profunda tanto de parte del Fundador como de los Hermanos, el Instituto reafirma con fuerza, como “cuerpo”, su vocación, sus raíces, su espiritualidad, el sentido de su consagración, considera su futuro a partir de lo que ha vivido, elegido y decidido veinte años antes. Después de esta carta, el Instituto se ha vuelto definitivamente cosa de los Hermanos, en comunión estrecha con el Fundador; y los Hermanos dicen “nosotros”, para hablar en nombre y de parte del “cuerpo de la Sociedad”.
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I
Un tiempo de cambios
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Versailles en 1668. Cuadro de Pierre Patel.
La historia de la fundación del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el relato de nuestros “mitos” fundadores, no son historias atemporales. Es cierto que en los escritos de Juan Bautista de La Salle la dimensión de la historia cronológica prácticamente no aparece. En una carta al Hermano Gabriel Drolin, el Fundador hace alusión a las dificultades causadas por el cardenal de Noailles: “El asunto del señor arzobispo de París causa inquietud entre los obispos”3. Parece ser esta la única referencia a un acontecimiento contemporáneo destacable. No obstante, la obra de Juan Bautista de La Salle se inscribe indiscutiblemente en un momento de la historia de Francia, en un contexto singular y preciso que no puede dejar de tener su repercusión sobre sus opciones, sus decisiones, sus comportamientos, como sobre los de sus Hermanos y de todos aquellos que los rodean.
Una visión de la sociedad francesa
y tornándolos dóciles a las verdades de la fe y a las máximas del Santo Evangelio. Procuraréis el bien del Estado enseñándoles a leer y a
En el 3er punto de la Meditación 160, para la fiesta de san Luis, Juan Bautista de La Salle hace referencia al “Estado”, al hablar del celo por el bien del Estado y el de la Iglesia: En vuestro empleo debéis juntar al celo del bien de la Iglesia el del Estado, del cual vuestros discípulos comienzan a ser miembros, y un día habrán de serlo plenamente. Procuraréis el bien de la Iglesia haciéndolos verdaderos cristianos,
escribir, y todo lo que corresponde a vuestro ministerio, en relación con el mundo exterior. Pero hay que unir la piedad con lo externo, sin la cual vuestro trabajo sería poco útil4. Así pues La Salle no ignora en modo alguno la dimensión “terrestre” del ministerio de los Hermanos, además si así fuera, la Guía de las Escuelas Cristianas y toda la atención que dedica
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a la adquisición de los saberes básicos no tendría ningún sentido, al igual que Las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana. Las meditaciones del Fundador son textos que preparan para la oración interior. Qué puede haber de más normal que el “celo por el bien de la Iglesia” encuentre en ellas un lugar. Pero ¡el “celo por el bien del Estado”! Podemos pues afirmar que la reflexión sobre el lugar de los jóvenes en el Estado y la sociedad, “cuando sean grandes”5, es una dimensión de la espiritualidad que nos ha transmitido el Fundador. Al final del Prefacio de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana (publicado en 1703), Juan Bautista de La Salle pone en escena la jerarquía social de su tiempo y de su país, del rey al campesino, pasando por el señor y el artesano6, pudiendo advertirse que no critica absolutamente esta representación. (Exergue page 8) La obra sirve para ayudar a los jóvenes y a sus familias a situarse en una sociedad urbanita, adoptando los comportamientos y las prácticas de aquellos que cuentan en esas ciudades, en general el medio social del que proviene el mismo La Salle. Además sabemos, tras los estudios del Hermano Jean Pungier7, que esa obra pedagógica8 es la preferida de
Juan Bautista de La Salle. Al frecuentar las clases de las Escuelas Cristianas, ha descubierto una necesidad que no estaba cubierta por el sistema educativo de su tiempo: la de la integración en la sociedad urbana. Su respuesta fue implicarse en la redacción de ese libro investigando en los manuales que se usaban para la juventud noble. Eso explica toda la carga política y cultural de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana, pero también el compromiso personal del Fundador. Para él la Escuela Cristiana tiene una función de integración social evidente, es otro aspecto de su espiritualidad. Se puede advertir, no obstante, que sobre ciertos temas “culturales” como el baile o el teatro, La Salle no sigue a sus fuentes habituales, sino que asume las posiciones de un pedagogo jansenista9, muy alejadas de las prácticas populares. Su discurso sobre el Martes de Carnaval y sobre el Carnaval en la tercera parte de los Deberes del Cristiano: Del culto exterior y público que
La obra sirve para ayudar a los jóvenes y a sus familias a situarse en una sociedad urbanita
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los cristianos deben rendir a Dios, y de los medios para tributárselo (DC), es del mismo tenor10: una denuncia en toda regla de las prácticas consideradas como libertinas y mundanas, que son cosa del demonio. Sabe perfectamente guardar las distancias con relación a las corrientes dominantes de su mundo. En los Deberes de cristiano para con Dios (publicado también en 1703), a propósito de la aplicación de los mandamientos, vemos también pasar diversos personajes: el cura, el magistrado, el comerciante, el patrón y sus empleados, el abogado, los padres, los hijos…11 Toda una sociedad que se ubica y que es presentada muy explícitamente, como el vendedor que engaña a sus clientes o el ‘patrón’ que no respeta a sus empleados, o también el magistrado que juzga según el provecho que espera sacar de la situación. Podemos pues decir que si Juan Bautista de La Salle no desconoce la sociedad de su tiempo, permanece (casi) completamente mudo con relación a los hechos y a los acontecimientos históricos o políticos de su época. Su visión global de la sociedad es conservadora, no pone en tela de juicio las jerarquías establecidas; en cambio lo que resulta verdaderamente
subversivo en él, es que ofrece los medios, a los que estaban excluidos de ella, para comprender ese mundo y situarse en él y crecer, y también que su juicio sobre las situaciones vividas por los diversos protagonistas de la sociedad es ante todo evangélica. En esa sociedad, los notables tienen el poder, particularmente en las ciudades. Los que acuden a Juan Bautista de La Salle y a los Hermanos son cristianos, sacerdotes y laicos. Esas personas están profundamente marcadas por la Reforma católica, pertenecen a un medio social elevado, desean una transformación cristiana de las costumbres de sus contemporáneos. Se inscriben en los círculos del poder, provincial, urbano, eclesial y pretenden desempeñar una función. Algunos provienen de la esfera de influencia de la “Compañía del Santísimo Sacramento”, otros de las cofradías marianas de los colegios jesuitas y de sus antiguos alumnos, son llamadas las “Aa” (Asociación de amigos). Existen rivalidades entre esas personas, pues patrocinar una escuela, un hospital, ser un mayordomo de la parroquia o miembro de la Oficina de los pobres, es ejercer una influencia que corresponde al estatus social. Carecer de ella, es perder privilegios, es una desventaja.
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Francia en guerra
en todas las parroquias de Francia durante la misa mayor. Explica las propuestas hechas para procurar la paz, las condiciones draconianas que quieren imponerle los aliados13, y finalmente solicita el apoyo de su pueblo para continuar la guerra. Es un procedimiento completamente inusual en el marco de la monarquía absoluta y sagrada de la Francia del Antiguo Régimen, donde el rey no tiene que justificarse ni explicarse ante sus súbditos. Otro cambio más en este principio de siglo.
Cuando el joven abate Clément inicia sus primeros contactos con Juan Bautista de La Salle, en diciembre de 170712, Francia está en guerra con el resto de Europa (esencialmente Gran Bretaña, Holanda, Saboya y Austria) desde mayo de 1702, por la sucesión del trono de España. Tiene como aliada a España, puesto que se trata de instalar en Madrid a uno de los nietos de Luis XIV (Philippe de Anjou, que se convierte en Felipe V de España). Esta guerra finaliza en 1713, por el tratado de Utrecht que vuelve a perfilar el mapa de Europa y pretende promover un “equilibrio europeo” para evitar el dominio de una sola potencia (Francia). Cabe señalar que son los países cuyos pueblos ejercen un cierto control sobre su modo de gobierno (Gran Bretaña, Países Bajos) quienes han salido ganando, a costa de las potencias absolutistas (Francia y España), señal de que algo está cambiando en ese inicio del siglo XVIII, incluso en la “alta política” y el ejercicio del poder. Otro elemento notable afecta a la política interior francesa: las dificultades de esa guerra, las derrotas y los fracasos sufridos, conducen a Luis XIV a dirigirse a su pueblo para una declaración, con fecha del 12 de junio de 1709, que es leída
Consecuencias de la revocación del Edicto de Nantes
Otros acontecimientos de este periodo tienen importantes repercusiones sobre la vida de Juan Bautista de La Salle y de los Hermanos. En julio de 1702 comienza la revuelta de los Camisardos. Desde 1685, la práctica pública de la religión protestante está prohibida en Francia (revocación del Edicto de Nantes) y se da por supuesto que todos los franceses son católicos, pero en el límite Sudeste del Macizo Central (las Cevenas) existe un protestantismo popular y rural que se mantiene más o menos secretamente. Frente a
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las persecuciones que sufren, esos protestantes se han levantado en revuelta contra el poder real, masacrando a algunos sacerdotes o a católicos notables. La represión, evidentemente, es severa. Dura hasta 1704. A partir de 1707, en respuesta a las solicitudes de la Iglesia católica y del poder político, Juan Bautista de La Salle envía Hermanos a esas regiones, para trabajar en la transformación de los hijos de nos “Nuevos Conversos” en buenos católicos14. Cuando los Hermanos abren sus escuelas, la rebelión organizada ha terminado, pero la inseguridad se mantiene, sobre todo con relación a los ministros del culto católico. Veremos a Juan Bautista de La Salle desplazarse solo, en varias ocasiones, en esa región, a lo largo del periodo 1711 – 1713, con gran preocupación por parte de sus Hermanos y de sus amigos (¡teniendo siempre en cuenta que hay que guardar las distancias con respecto a Blain!): Llegó a Aviñón hacia finales de la cuaresma de 1712. Los Hermanos de la ciudad, contentos como los demás de poseer a su superior, le retuvieron lo más que pudieron, Allí se preparó a hacer la visita de todas las escuelas que tenía en aquellos lugares. Los Hermanos se alarmaron por ello, pues existía el peligro
Salida de la escuela.
de que adentrara demasiado en la zona, donde los Camisardos dominaban la región, y perseguían cruelmente a los eclesiásticos. Se sabe que su mayor pasión consistía en hacerlos víctimas de su furor, y satisfacer su odio contra los católicos derramando la sangre de los ministros del Señor. Fue inútil explicarle que no debía exponerse a la cuidadosa búsqueda de aquellos fanáticos, que sólo tenían de humano
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su exterior, pero que llevaban bajo la figura de hombre el corazón de bestias feroces; nada pudo detener su celo.15
postulantes que lo que buscan es cobijo y comida a expensas de la comunidad y de las escuelas, sin tener vocación de Hermano: Los novicios… “Llegados a París incrementaron en más de la mitad la comunidad. La casa, que era razonablemente amplia para los Hermanos de París, fue demasiado estrecha al acoger a los nuevos huéspedes. Los residentes, que eran casi cuarenta, se amontonaban unos sobre otros, por decirlo así, tanto de día como de noche. Como camas utilizaban jergones de paja, con una manta delgada, y con sábanas que no eran mejores, todo ello extendido sobre el suelo, pero con orden, en las habitaciones, detrás de las puertas y por todos los sitios donde se podía. Con todo, por muy pobre que fuese esta casa de la Providencia, estaba abierta a cualquiera que pudiera ingresar en ella. La caridad del superior no la cerraba a ninguno de los que mostraban buena voluntad, y que eran inducidos por la necesidad. Los discípulos que tenían menos fe o menos caridad soportaban mal que su padre compartiese con ellos y con los recién llegados el pan que les faltaba a menudo, y del que nunca podían saciarse en este tiempo. Con todo, algunos de estos no comían durante mucho tiempo pues se retiraban al cabo de uno, dos,
Una manifestación de la “pequeña era glacial”16
En la noche del 6 al 7 de enero de 1709 comienza un accidente climático catastrófico, que va a durar varios meses: en el Norte de Francia y en Suroeste, las temperaturas descienden brutalmente. En París, se constatarán menos 20ºC en febrero de 1709. Evidentemente los pobres sufren terriblemente y con ellos, los Hermanos. C i e r t a m e n t e e s t a c a t á s t r o f e t i e n e s u s repercusiones sobre la vida de los Hermanos: el noviciado regresa de Saint-Yon a París pues se piensa tener mayores facilidades para alimentar a los postulantes y los novicios en la capital. Lo cual pone en dificultades a la comunidad de París y renueva las tensiones con el párroco de San Sulpicio que financia realmente una comunidad que se ha vuelto mucho más numerosa que la que se necesitaría para tener las escuelas de su parroquia. Algunos Hermanos reprochan a La Salle acoger con excesiva facilidad a unos
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El final de un reinado
tres o cuatro meses, más o menos. La Salle se
En 1711, Luis XIV tiene setenta y tres años, resulta claro que su reinado está llegando a su fin. A corto plazo, deberán ir pasando a primer plano hombres nuevos, con ideas y prácticas nuevas. Los fallecimientos acaecidos entre sus descendientes hacen que en 1712 el heredero del trono es un niñito de dos años (será Luis XV). A la edad del rey se añade pues una gran incertidumbre en cuanto a su sucesión. El heredero, ¿sobrevivirá hasta la edad adulta? Es de salud frágil, y las tres cuartas partes de los jóvenes morían antes de los veinte años en aquella época, y además la muerte no presta atención a la “condición” de la gente. Si muere, ¿quién reinará en su lugar? Luis XIV decide entonces, en 1714, declarar a sus hijos bastardos (los que ha tenido con Madame de Montespan) como legítimos y “príncipes de sangre”, es decir aptos para subir al trono. Este acto contradice abiertamente la constitución tradicional del Reino, en efecto, es necesario haber nacido de un matrimonio legítimo para ascender al trono. Nuevo indicador de una perturbación de las mentes y de los juicios, incluso al más alto nivel en ese final de reinado.
consolaba y consolaba a quienes le reprochaban su excesiva facilidad para recibir postulantes, con esta sensata réplica: “han hecho un buen retiro, que les será provechoso para su salvación”.17 No es seguro que a los Hermanos les haya parecido demasiado “sensata” esa respuesta, y ¡que se hayan sentido consolados con ella! La misma crítica sobre los recursos financieros destinados a la comunidad de la escuela y “desviados” en favor del noviciado la volveremos a encontrar en Marsella en 1712: Añadieron (se trata de los Hermanos de la escuela de Marsella) además con cierta malicia, que consideraban un deber informar a aquellos señores que una parte del dinero de la fundación iba en provecho del noviciado y que servía para el sostenimiento de los novicios; y que como ellos no querían hacer nada contra las intenciones de los fundadores, se veían obligados a informar de ello18. La mediocridad de las sucesivas cosechas, hasta la muerte de Luis XIV (septiembre de 1715), unida a la situación económica general debida a la prolongada guerra de once años, supondrá una difícil recuperación para Francia.
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Un nuevo episodio de la querella jansenista
las clases dirigentes en Francia se recoJansenismo bien noce en su proceder. un pesimismo El antiguo oratoriaradical sobre no Pasquier Quesnel, el destino del hizo aparecer en 1692 hombre y la una obra titulada: El independencia Nuevo Testamento en de la conciencia francés con Reflexiones frente a todos morales sobre cada versículo, que retoma los poderes. y amplía trabajos de inspiración jansenizante comenzados en 1671. El obispo de Châlons (actualmente Châlons-en-Champagne), Monseñor de Noailles, (posteriormente cardenal, y arzobispo de París) la aprueba calurosamente. Quesnel, refugiado en Mons (en Bélgica, en los Países Bajos españoles), es sospechoso de jansenismo. Las autoridades lo hacen detener en 1703. Logra fugarse, pero sus escritos son requisados y muestran que se halla involucrado en toda una red que cuestiona la autoridad real. Luis XIV, entonces, no le da respiro y obtiene la condena por el papa Clemente XI de 101 propuestas extraídas de las Reflexiones morales, mediante la Bula Unigenitus (8 de septiembre de 1713).
Este periodo está también caracterizado por la repercusión de la querella jansenista. No desaparecerá hasta la Revolución Francesa. El 26 de octubre de 1709, un decreto del Rey decide dispersar a las últimas religiosas de Port-Royaldes-Champs (una veintena, todas de avanzada edad) en varios otros conventos, y destruir la abadía. Esta dispersión “manu militari” ocasiona un escándalo: dos edificios son derribados en 1711, el cementerio de las monjas y de los solitarios es labrado con arado, los huesos son arrojados en una fosa común. Con lo cual la disputa recomienza: ¿cuáles son los derechos de la conciencia cuando ‘la verdad’ y ‘la inocencia’ se ven perseguidos? El jansenismo no es tanto una actitud moral estrecha marcada por san Agustín – en el siglo XVII, toda la Iglesia Católica es agustiniana19 – sino más bien un pesimismo radical sobre el destino del hombre y la independencia de la conciencia frente a todos los poderes, en nombre de la convicción orgullosa de poseer la verdad. Además, los jansenistas se consideran como “los amigos de la verdad”. Una parte importante de
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En aquella época, en el marco de la Iglesia galicana y de las relaciones entre Roma y Francia, una bula papal, incluso solicitada por el rey, no podría ser aplicada sin más. Necesitaba seguir todo un proceso: debía ser recibida por los obispos y registrada por los Parlamentos20 para adquirir fuerza de ley. Ahora bien, los obispos están divididos, tratan de elaborar un texto explicativo que es rechazado por Roma, porque en él parece subordinarse la autoridad del papa a la interpretación de los obispos. La infalibilidad pontificia sigue su camino, pero en aquella época no es más que una tesis discutida y discutible. También es cierto que Roma, aprovechando la solicitud del rey, hace avanzar su posición introduciendo en su texto elementos difícilmente aceptables por el clero y los parlamentos galicanos, porque tienden a afirmar la preponderancia pontificia sobre las Iglesias locales o los concilios21. El cardenal de Noailles, ya arzobispo de París, cae en la trampa de sus contradicciones y de sus compromisos de fidelidad. Tras algunas vacilaciones, acaba por elaborar una carta pastoral que recibe la Bula Unigenitus con tantos rodeos que es clasificado entre los opositores. En su oposición es seguido por una mayoría de
los curas de París, de los sacerdotes del Oratorio, de los Benedictinos, de los canónigos, así como por las personas que tienen fuertes relaciones con el medio parlamentario (la familia de Juan Bautista de La Salle es un buen ejemplo de ello, es en buena parte jansenista). En cambio los Sulpicianos, los Lazaristas y por supuesto los Jesuitas no se ven afectados por esa corriente y se oponen a ella. Los parlamentos, sobre todo el de París, rechazan un documento que impone, en cierto modo la infalibilidad pontificia y
Iglesia de San Sulpicio hoy..
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la supremacía del Papa sobre el poder real, valiéndose de un artículo condenado. El parlamento pretenderá entonces defender los derechos del rey, contra el rey mismo. En la Francia del Antiguo Régimen, las disputas teológicas adquieren siempre una coloración política, a causa de la organización misma del estado: el rey es consagrado por la Iglesia, el clero constituye el primer Orden del reino, el altar garantiza el Trono y recíprocamente. Al momento de su muerte, Luis XIV no habrá podido vencer todas estas oposiciones y trasmitirá el problema a su sucesor, en este caso el Regente. Más allá de la cuestión doctrinal, es el poder real el que se ve desafiado, mientras que la Iglesia de Francia se divide. Un cierto número de obispos, de doctores de la Sorbona, de sacerdotes (3.000 ó 4.000 en total) decir apelar al Concilio, por ser considerada esta institución como superior al Papa. El desafío es político, gira en torno al poder absoluto, tanto el del rey como del Papa, sobre las conciencias. ¿Es una asamblea (de obispos) quien debe decidir en última instancia, o el soberano (rey o Soberano Pontífice)? Numerosos sacerdotes y dignatarios eclesiásticos son “apelantes”22. Detrás de su propósito está también todo el resentimiento que
han acumulado contra los obispos, los cuales están en “manos del rey”, por la manera como se realiza su elección; y también contra el rey, como consecuencia de la decisión de 1695, aprobada por la Asamblea del Clero Francés, que ha reforzado considerablemente el poder disciplinario de los obispos sobre los curas párrocos. En efecto, toda una corriente pretende que si los obispos son los sucesores de los Doce Apóstoles, los curas párrocos, ellos, los son de los Setenta y dos Discípulos que Jesús envía en misión, y que necesariamente tienen algo que decir sobre las cuestiones doctrinales y de organización de la Iglesia, por ser su poder también de “derecho divino”, entregado directamente por Dios (como el papa, como los obispos, como el rey)23. Por parte de los “apelantes”, al igual que de los parlamentarios, se espera la muerte de Luis XIV para relanzar el debate y la contestación. Lo cual no dejará de producirse: para lograr la plenitud de la Regencia, Philippe de Orleáns vuelve a otorgar poder a los Parlamentos, mientras que su entorno mantiene fuertes simpatías en favor de la actitud jansenista de fondo: la autonomía de la conciencia, reservada por supuesto a la sanior pars (la porción la más sana), a aquellos “que saben”, y negada al pueblo, al “vil populacho”24.
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II
Juan Bautista de La Salle y los Hermanos
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Generaciones diferentes
Entre los Hermanos activos en el Instituto25, hacia 1711, el de mayor edad y el más antiguo es el Hermano Gabriel Drolin que nació en 1664 en Reims, está presente desde los comienzos, formaba parte de la comunidad de Laon en 1684. Ha sido enviado a Roma en 1702 y por lo tanto no está presente en los acontecimientos que nos ocupan. El Hermano Jean Partois (Hermano Antoine) nació en 1666, entró en la comunidad de Reims hacia 1686. Es posible que haya sido secretario del Hermano Barthélemy, en París, entre 1711/1712 et 1713/1714. El Hermano Jean Jacquot o Jacot, nació en 1672, se encuentra en la calle Nueva de Reims en 1686. De 1713 a 1715 figura en las listas de la comunidad de Grenoble, como director26. Estos dos Hermanos pertenecen al número de los doce que hicieron votos para siempre, con La Salle en 1694. Participan muy de cerca en los desafíos de la carta del 1º de abril de 1714. Todo un grupo de Hermanos que podemos llamar de la “segunda generación”, han entrado en el Instituto en los últimos años del siglo XVII, son responsables de comunidad y de escuela, en 1711-1713, algunos son Visitadores. Otra decena de Hermanos nacidos entre 1672 y 1684, han entrado en el Instituto en 1700, la
Otro aspecto de las dificultades encontradas por Juan Bautista de La Salle durante este periodo de 1711-1714 podría ciertamente encontrarse en las diferencias de generación entre Juan Bautista de La Salle y los Hermanos, y entre los mismos Hermanos. Juan Bautista de La Salle nació en 1651, toda su formación tuvo lugar en el contexto de la Reforma católica triunfante y en la de la afirmación del absolutismo sacralizado de Luis XIV. La religión y el poder están caracterizados por las nociones de jerarquía, de orden obtenido de lo alto, las organizaciones sociales funcionan según este principio; los textos de las Reglas de cortesía y urbanidad cristiana evocada precedentemente lo muestran bien. La mayoría de los Hermanos, de 1711-1714, han crecido y se han formado en otro contexto: una monarquía que se endurece y se inmoviliza en sus principios; una Iglesia sacudida por luchas ideológicas y de poder a la vez que vive un debilitamiento doctrinal preocupante; la ascensión de la autonomía de la persona y de su capacidad de tener sus propios juicios sin referirse a una autoridad superior.
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mayor parte de ellos están activos en 1711-1713. Para 1701-1705, hay veinticinco Hermanos, y una treintena para el periodo 1706-1709. Se destacan dos figuras: el Hermano Barthélemy y el Hermano Timothée (los dos primeros Superiores Generales de los Hermanos). Joseph Truffet (Hermano Barthélemy) nació en 1678, y entró en el Instituto después de un intento de vida monástica en La Trapa y otro con los canónigos regulares. Hace su noviciado en 1703, justo después de la crisis de 1702 tras la cual La Salle fue depuesto de sus funciones de Superior de los Hermanos por orden del cardenal de Noailles, arzobispo de París. Emite sus votos perpetuos en 1705 y se convierte en director del noviciado de Saint-Yon, al que deberá trasladar a París como consecuencia de la hambruna de 1709. En 1711-1713, reside en la calle Barouillère. No es responsable de las comunidades del Sur de Francia, puesto que el mismo La Salle parte para esa región, donde además existe un Visitador (Hermano Ponce); por su parte el Norte de Francia (salvo París), tiene como Visitador al Hermano Joseph. El Hermano Barthélemy es pues responsable del noviciado de París y de los Hermanos de la calle Barouillère, en una situación difícil con
relación al cura párroco de San Sulpicio y a las autoridades eclesiásticas o civiles, después de la condena de su Superior; además, su autoridad sobre los Hermanos no se ve apoyada por una manifestación positiva de Juan Bautista de La Salle27, quien al abandonar París en 1712, no le ha dejado delegación de poder para los Hermanos de la región parisiense. G u i l l a u m e S a m s o n - B a z i n ( H e r m a n o Timothée) nació en 1682, y entró en el Instituto en 1700 e hizo la profesión perpetua en 1703. En 1711, es el director en Mende, luego, en diciembre de 1712, es llamado a Marsella por Juan Bautista de La Salle para encargarse de la dirección del noviciado que acaba de abrir en esa ciudad. Cuando todos los novicios lo hayan abandonado, el Hermano Timothée se reencontrará con La Salle en Mende. En 1714, se encuentra en Aviñón donde recibe de parte del Fundador, al antiguo oficial del regimiento de Champagne, Claude-François du Lac de Montisambert (Hermano Irénée28). Es también Visitador de las comunidades del Sur de Francia, en lugar del Hermano Ponce que se ha fugado29. La ruptura generacional entre Juan Bautista de La Salle y los Hermanos de 1711 es muy clara, es aún más acentuada con relación a los
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Hermanos presentes en Francia. Entre Tener juntos y estos últimos, tan por asociación sólo los Hermanos las escuelas Jean Partois y Jean gratuitas. Jacquot hicieron el voto de 1694 con Juan Bautista de La Salle y lo eligieron como Superior, el 7 de junio de 169430. Algunos Hermanos han vivido el crecimiento a partir de la calle Princesa, de Vaugirard y de la Casa Grande, los combates por su autonomía con respecto de San Sulpicio, entre 1694 y 1702, así como con relación a la corporación de los Maestros Calígrafos y el Gran Chantre de París, responsable de las escuelas elementales, hasta la partida para Saint-Yon. ¿Cómo se comparte esa memoria entre los Hermanos? Y, ¿con el Hermano Barthélemy, responsable de hecho de la comunidad de París pero entrado más recientemente, con una muy diferente experiencia humana, eclesial, espiritual, que la mayoría de los Hermanos? ¿Cómo se tiene en cuenta esa experiencia cuando se presentan las grandes opciones? Los Hermanos prometen ciertamente “permanecer en Sociedad para tener juntos y por asociación
las escuelas gratuitas”, pero, ¿qué sucede con su memoria común, qué consecuencias extraen de esa historia? ¿Son conscientes de la radical novedad que han instaurado en la Iglesia al formular así su consagración a Dios? Veremos más adelante que la respuesta necesita ser fuertemente matizada. Lo que se deduce de los acontecimientos y de los comportamientos, es que no existe unanimidad sobre este punto, entre los Hermanos.
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva
Una comunidad nueva: así es como puede aparecer la Comunidad de los Hermanos en este momento de su existencia. En su carta del 1º de abril de 1714, los “principales Hermanos” nombran su Sociedad como si fuese una “nueva compañía”31. Podemos pensar en las “Nuevas Comunidades” actuales y en sus dificultades para organizarse y estructurarse. El Fundador es evidentemente el Superior y el inspirador de todos; pero poco a poco, según las necesidades y las posibilidades, algunos hombres van ocupando su puesto en esta organización.
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Como las personas disponibles para las tareas de formación o de acompañamiento no son excesivamente numerosas, Juan Bautista de La Salle se ve llevado a confiar a determinados Hermanos responsabilidades que les superan, sobre todo en los inicios. Con frecuencia son muy jóvenes: 18 – 25 años. Con bastante facilidad encuentra responsables para las escuelas (Hermano Jean Jacot, Hermano Ponce, Hermano Albert, Hermano Ambroise…) o para la formación profesional de los Hermanos (Hermano Nicolas Vuyart, Hermano Antoine Partois), pero las cosas resultan más complicadas para la dirección del noviciado, y el primer Hermano elegido para dicha tarea (Hermano Michel32) le ocasiona muchas dificultades, como lo muestran los acontecimientos de 1702 donde los excesos del maestro de novicios conducen a la revocación de La Salle por el cardenal de Noailles, y a su remplazo por un eclesiástico. Es porque los Hermanos no forman una sociedad reconocida y organizada según los criterios tradicionales de la Iglesia. Son laicos, no hacen votos de pobreza y de castidad; la obediencia que prometen está ordenada al servicio de la Sociedad y de la Misión, y al
principio no tiene la coloración ascética del voto de obediencia de los monjes. Algunos no hacen votos en absoluto. Sus comunidades se parecen a las comunidades femeninas, excepto en la clausura conventual, que florecen a lo largo de todo este periodo, para un servicio eclesial y social: educación, salud, ayuda a los pobres33. Estas comunidades de mujeres están, por definición, constituidas por laicos; y aunque cada una tiene su organización interna, localmente tienen un seguimiento, o más bien están dirigidas por superiores eclesiásticos externos. Ése es el tipo de situación que Juan Bautista de la Salle y los Hermanos habían querido evitar desde 1694 declarando que después de La Salle, el Superior de los Hermanos sería un Hermano. Pero esa declaración tiene muy poco peso dentro de la institución eclesial como lo muestran los acontecimientos de 1702 que se concluyen con el remplazo de La Salle por un Superior Eclesiástico externo. Ese modelo de comunidad, es decir una comunidad de laicos con un superior externo es el modelo más corriente, el que está admitido socialmente porque refleja mejor las jerarquías sociales: una mujer está necesariamente en situación de dependencia de un hombre, sobre todo
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si es sacerdote, un laico debe estar sometido a un clérigo. Habitualmente los Hermanos, cuando se establecen en una ciudad, son empleados por una parroquia (París, Reims) o por la corporación municipal (Rouen). Además, no vienen por su cuenta, sino que son llamados (por un obispo, un párroco, una oficina de los pobres). Evitan presentarse como una comunidad religiosa con el fin de no asustar a las municipalidades que se niegan a cargar con un suplemento de residentes que no pagarán impuestos y que inmovilizarán algunos terrenos. Así, en la Mémoire rouennais de 1721, los Hermanos son descritos como ‘personas de comunidad’, al servicio de la educación de la juventud pobre de las ciudades, que viven bajo una Regla, pero en ningún momento hablan de “comunidad religiosa”. En dicho texto, se aclara: “No pueden ser sacerdotes, ni aspirar al estado eclesiástico. Se comprometen por voto a la obediencia, estabilidad para tener las escuelas por asociación y gratuitamente, sin recibir ni dinero, ni reglaos de los padres de los alumnos”34. En sus escritos, en particular las Meditaciones, La Salle no dice nunca que los Hermanos son “religiosos”35 aun cuando a veces los compare con ellos, muy a menudo
habla de los Hermanos como de ‘personas de comunidad’, y hace referencia al empleo36. En 1711-1712, la Sociedad de las Escuelas Cristianas existe ciertamente, es conocida localmente, allí donde tiene sus escuelas, algunos obispos y sacerdotes la conocen por su reputación o porque han escuchado hablar de Juan Bautista de La Salle, pero el estatuto de esta comunidad, tanto canónico como civil, es frágil, por no decir inexistente. Los Hermanos lo saben y no necesariamente están al tanto de los desafíos de esa situación, algunos pueden considerar muy bien como deseable la práctica de las comunidades femeninas. Un cierto número de ellos quizás encuentran que esa configuración de su comunidad sería menos azarosa que la autonomía a la cual Juan Bautista de La Salle y algunos Hermanos están apegados; en realidad, los Hermanos se cobijan detrás de la personalidad carismática del Fundador. Además, el control de esta Comunidad es también objeto de la codicia de algunos grupos en la Iglesia (jansenista, curas párrocos, sobre todo el de San Sulpicio), no necesariamente con malas intenciones. “Controlar” la Comunidad que dirige las escuelas representa un poder, como hemos visto.
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Un joven abate, Jean-Charles Clément38, de 22-23 años, quiere dedicar una parte de sus ingresos a buenas obras educativas. Su interés y su seriedad parecen haber convencido a Juan Bautista de La Salle quien, después de un año de encuentros y entrevistas con él39, decide trabajar en la puesta en marcha de un nuevo Seminario de Maestros de Escuelas Rurales. Tras una tentativa de instalación en el arrabal Saint-Antoine, implantación rechazada por el cardenal de Noailles que no quiere “se ponga en París el Seminario de Maestros de Escuelas Rurales”40, luego en Villiers-en-Brie donde el cura párroco ha comprado una casa para albergar la institución, pero ahí es el abate Clément quien se niega41, dicho Seminario se instala finalmente en Saint-Denis donde existe ya una comunidad de dos Hermanos. Saint-Denis está cerca de París, en aquella época era un pueblo grande de algunos cientos de habitantes reagrupados detrás de las murallas, en torno al monasterio benedictino de Saint-Denis y de la necrópolis de los reyes de Francia. Juan Bautista de La Salle, como el Instituto no existe legalmente, aporta unos fondos por medio de un testaferro: el señor Rogier, uno de sus amigos laicos. El Seminario arranca en 1709, tres Hermanos trabajan en la
‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos?
Blain expone este asunto a partir, según él, de la memoria justificativa escrita por el mismo La Salle: Todavía conservamos la memoria justificativa que el señor de La Salle escribió sobre este asunto antes de marcharse. Será suficiente que hagamos un extracto de la misma, no podremos disponer de una garantía de verdad más segura.37
Basílica de Saint-Denis.
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formación de los maestros, el abate Clément se dedica a un internado de muchachos que formaba parte de su proyecto; el arzobispo de parís obtiene del duque de Maine (bastardo legitimado de Luis XIV) la exención del alojamiento de los miembros del ejército para la casa de Saint-Denis. Jean-Baptiste Blain, en su relato, subraya que el cardenal de Noailles y las autoridades eclesiásticas de la diócesis de París, en particular el vicario general Padre Vivant, penitenciario mayor, estaban muy al corriente de las gestiones de La Salle y del abate Clément, y que parecían apoyar el emprendimiento42. En febrero de 1711, (estando en pleno invierno), La Salle parte hacia el Sur de Francia para realizar la visita de las comunidades pero es llamado de urgencia a París43, el padre del abate Clément, que acaba de acceder a la nobleza, le plantea un proceso acusándolo de haber sobornado a su hijo menor de edad44 para extorsionarle dinero. La acusación es extremadamente grave y, ya sea porque La Salle plantea mal su defensa, sea porque su contraparte haya recibido apoyos ocultos, o sea también debido a que se hayan mezclado en ello los enemigos de la obra de las Escuelas Cristianas, los signos de una probable condena son evidentes:
Con todo, para no exponerse al reproche de haber abandonado la causa de Dos, y de comprobar que le traicionaba indignamente el mismo que era autor del proyecto, sin abrir la boca para defenderse, puso en manos de algunas personas de confianza y autoridad algunos documentos, una memoria y trece cartas del abate, que constituían su justificación, y les rogó, por caridad, le hicieran justicia. Pero el uso que hicieron de todo ello fue enviarlos a examinar a algunos abogados que se relacionaban con la parte acusadora del siervo de Dios, según siempre se ha creído, pues en la memoria que redactaron y que enviaron a quienes les consultaron, procedieron no como abogados sino como enemigos declarados del señor de La Salle, y el resultado de la consulta fue dar en todo la razón a la denuncia presentada al tribunal civil. Este resultado, remitido al señor de La Salle, le sorprendió en extremo, sobre todo por encontrar en sus mismos abogados censores inicuos que sentenciaban su condena antes, incluso, que los jueces mismos.45 El biógrafo es formal: apoya su relato sobre documentos que ha leído, parece difícil poner en duda su apreciación. De todos modos queda uno un tanto sorprendido por los resultados,
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perteneciendo La Salle por su familia al ambiente judicial, se habría podido pensar que se las habría arreglado mejor en ese proceso. Más adelante, en el mismo capítulo, Blain trata de analizar las causas de las disfunciones en la manera de manejar el asunto: El siervo de Dios, sorprendido por un juicio tan precipitado, aún lo fuese más por el abandono de su causa de aquellos a quienes había encomendado su protección. Está claro, que si hubiesen querido hacerse cargo de la defensa del santo sacerdote, hubieran conseguido cambiar la sentencia. Por su prestigio, al menos, le habrían sacado de su tribulación, si hubieran querido conseguir para él un juicio favorable…/… ¿Fue malicia o negligencia de las personas que había escogido como defensores el que quedase abandonado a la opresión? No nos corresponde juzgarlo. Pero es cierto que también ellos tenían sus prejuicios y que estaban en relación con aquel que deseaba alejar de París al siervo de Dios ¿Por qué, pues, cabe preguntarse, puso el señor de La Salle su defensa en manos de ellos? El caso es que sin contar con algún apoyo y sin ayuda de nadie, no había quien quisiera interesarse en su causa. Él esperaba que los prejuicios cedieran ante la caridad, y que
aquellas personas de bien, pues así consideraba a aquellos cuya ayuda había implorado, dejarían de lado sus sentimientos humanos para sostener la causa de Dios.46 Habla también de la “maldad de sus abogados” y de la “indolencia de sus protectores”47. Sobre todo, descubre en todo ello una maniobra de “su secreto enemigo” quien, desde hace tiempo, quiere excluirlo de la dirección, al menos, de la comunidad de París, de forma que ésta dependa completamente del párroco de San Sulpicio y quede separada de las otras comunidades del interior del país. Blain se encuentra un tanto molesto por tener que hablar de esta situación, por una parte porque el complot es difícil de probar y desenredar, pero también porque San Sulpicio (parroquia y compañía) es todo menos jansenista, de ahí todos esos circunloquios para hablar del “secreto enemigo” que, aunque de la “parte de los buenos” para Blain, no duda en tramar sombríos complots contra su héroe, incluso consiguiendo una condena infamante y deshonrosa48. Lo que está claro, es que Juan Bautista de La Salle tiene enemigos que quieren apoderarse de una parte de su obra para hacerla servir a sus proyectos. No olvidemos que es la parroquia San Sulpicio
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la que financia en su mayor parte la vida de la comunidad de París, y puede tener la sensación de que los fondos dedicados a las escuelas sulpicianas sirven también para hacer vivir el noviciado y hasta el centro del Instituto. Sobre el “pleito Clément”, Maillefer es minimalista: 1711. Abandona sus derechos sobre una casa de Saint-Denis en France para evitar pleitos. Apenas comenzaba a gustar el descanso que encontraba en la soledad de su noviciado, cuando surgió otro asunto, a propósito de una casa que había adquirido en Saint-Denis en France, años antes, para abrir en ella un seminario de maestros de escuelas rurales, como ya informé de ello en su lugar. SE le atacó a causa de la adquisición de esta casa, que pretendían que lo había hecho en perjuicio de un menor y se le acusaba de haberle sobornado, y por ello se entabló un proceso en toda regla. Ya se ha visto, a lo largo de toda su vida, hasta qué punto aborrecía los procesos, por muy graves que fuesen las acusaciones que se le imputaban, y a pesar del bien adquirido al que tenía derecho sobre esa casa, prefirió, según el precepto del evangelio, ceder más de lo que se le pedía, en vez de verse traicionado en justicia por un vil interés. No había encontrado solución
más eficaz para terminar con todos los procesos que le promovían. Siempre se sirvió de ello útilmente, porque jamás se dejó dominar por el deseo de adquirir49.
¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy? Otra
consecuen-
cia más de la condena
en
el
“pleito Clément”, es la salida precipitada de París, de La Salle. Retoma la visita que había tenido que interrumpir
y
parte
para el Sur de Francia durante la Hermano Barthélémy.
primera
semana
de la Cuaresma de 1712 (en febrero, por tanto todavía invierno). Esa salida le permite escapar a la detención que implicaba la condena. Pero
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una seria torpeza del Hermano Barthélemy, al enviar por correo el texto del juicio del tribunal del Châtelet que le condenaba, crea un profundo malentendido entre La Salle y los Hermanos: Después de la partida del santo varón, los Hermanos recibieron dos citaciones que le enviaron a su casa, una por parte del señor Rogier, que se había constituido en adversario, aunque hubiera sido su amigo íntimo, y otra del señor Clément, padre. En ambas se le trataba de manera muy indigna, y se habían referido a él, de forma muy especial, señalándole “como sacerdote de la diócesis de Reims y superior de los Hermanos de dicha casa, pero no de los de París y Saint-Denis”: esta es la prueba clarísima de la relación de sus adversarios con su gran enemigo oculto.50 Como aparentemente, el Hermano Barthélemy no corrige ese apelativo mediante una carta de acompañamiento, Juan Bautista de La Salle, según la interpretación de Blain, piensa que el Hermano ha entrado en el juego de su “enemigo” y que le rechaza: La mayor pena que tuvo el Fundador fue que se imaginaba que todos los Hermanos de París ya estaban ganados por su enemigo. Era una idea falsa, pues los Hermanos de París permanecieron en su ausencia, respecto a su persona, tal
como había sido en su presencia, sumisos e inviolablemente apegados a su persona. La causa de esta idea ilusoria fue que el Hermano Barthélemy, pensando que actuaba bien, le envió las dos citaciones en las cuales el santo Fundador era calificado superior de los Hermanos de Reims, y no de París. Tales términos, que sólo podían haber sido dictados por su rival, hicieron que surgiera en él la sospecha sobre la fidelidad de sus discípulos de París, y que llegara a pensar que se habían prestado a las artimañas de su enemigo. Pues se preguntaba a sí mismo, ¿por qué le habrían enviado tales citaciones donde se empleaban las citadas expresiones, si no era para darle a entender que ya no le consideraban como su superior? Pero su sospecha era falsa. El Hermano Barthélemy le había enviado ambas citaciones por sencillez, considerándose obligado a informarle y ponerle al corriente de todo lo que ocurría en su ausencia.53 Algo parece haberse roto entre La Salle y sus Hermanos. Nos encontramos dentro del apartado de lo afectivo con palabras como: “aflicción… se imaginó… esta idea… la sospecha…”. Ceder, sin reaccionar, “el Superior de los Hermanos de Reims”, y no de los demás, pero sobre todo no de los de París, es negar todo lo que se ha hecho des-
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Entre La Salle y sus Hermanos parece haberse producido una ruptura.
de 1688, la llegada a la calle Princesa, lo sucedido en 1694, con los votos y la elección del Suprior por los doce Hermanos, las opciones tomadas en 1702 luego en 1706 para defender la autonomía
de la Comunidad con relación al párroco de San Sulpicio. Es reenviar a Juan Bautista de La Salle y los Hermanos a la propuesta del arzobispo de Reims Monseñor Le Tellier, en 1687, de fundar
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la joven comunidad a condición de limitarse a su diócesis, propuesta que rechazaron52, la cual quizás ignora el Hermano Barthélemy. Ciertamente lo de “permanecer en sociedad” de la fórmula de votos es lo que está siendo atacado. La incomprensión recíproca se ve sin duda aumentada por las diferencias de generación, y por tanto de mentalidad, entre Juan Bautista de La Salle y los Hermanos, como evocábamos anteriormente. Hay toda una “vivencia” de La Salle que se le escapa al Hermano Barthélemy. Éste no se imagina lo que representa borrar esos veinticinco años de la vida del Fundador. Juan Bautista de La Salle no quiere “mantener correspondencia con el Hermano Barthélemy, de quien pensaba que se había pasado al su adversario, y que solo quería recibir cartas suyas para traicionarle bajo la apariencia de confianza”53. Dicho de otra manera ya no existe comunicación entre el Fundador y el responsable de hecho de las comunidades de París. Una situación muy desestabilizante para el Hermano Barthélemy pero que también dice mucho sobre la turbación en la que se encuentra Juan Bautista de La Salle en sus relaciones con los Hermanos, tanto más que esta situación va a prolongarse por varios años.
JLa Salle visita una clase
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III
BĂşsqueda de Dios, silencio de Dios
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De Mende a Marsella, otro mundo, otra cultura
Norte del Loira: los paisajes, el clima, pero también el funcionamiento de las relaciones sociales, las mentalidades, la lengua. La Salle tendrá clara conciencia de que podría ciertamente existir un problema en este campo, puesto que se propone abrir un noviciado específico para esta región: … y abrir en ella un noviciado para formar a sujetos de la tierra, que estarían en disposición de trabajar en la zona mejor que los extranjeros, que no conocían ni la forma de ser, ni las costumbres, y cuyas inclinaciones, igual que la lengua, eran muy distintas58. Gracias a la implicación de un cierto número de eclesiásticos y de notables de Marsella, se abre un noviciado en esa ciudad, a la vez que se impulsa la apertura de varias Escuelas Cristianas59. Hasta aquí el viaje de Juan Bautista de La Salle es más bien fructífero. En su relato, Blain subraya los encuentros con los Hermanos, las comunidades, el deseo de estar cercano a su misión y de apoyarlos, sobre todo cuando ésta es particularmente difícil, como en las Cevenas. Se encuentra también con los responsables de las Iglesias locales: obispos, párrocos, y se siente feliz de oírles hablar muy positivamente del trabajo de los Hermanos. La acogida en Marsella, aunque la encuentra demasiado ditirámbica,
Juan Bautista de La Salle, sale de París durante la primera semana de Cuaresma de 1712 y llega a Aviñón al final de la Cuaresma. Continúa con la visita de las comunidades de Alès y de Los Vans, en plena región de los Camisardos54. Va a Mende. De allí vuelve a Los Vans, luego a Uzès – la comunidad de Los Vans depende del obispo de esa ciudad. Vuelve a pasar por Alès55 y llega finalmente a Marsella56. Blain insiste sobre los peligros de ese periplo, no solamente a causa de la rebelión protestante, sino también por la característica montañosa del país y del clima riguroso. Por eso, para hablar de la ruta de Los Vans a Mende, (será el mes de mayo o de junio de 1712): Este viaje fue peligroso e incómodo; en más de una ocasión estuvo en peligro de perder la vida al atravesar las difíciles montañas del Gévaudan, bordeadas por espantosos precipicios. En estos parajes le afectó con rigor el frío riguroso que encontró y llegó a Mende con la salud algo afectada.57 Juan Bautista de La Salle descubre que se trata de un país más bien diferente del que conoce al
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le ofrece no obstante la ocasión de arraigar el Instituto en esta otra Francia. El Fundador, cuando escribe al Hermano Gabriel Drolin a Roma a propósito de la empresa marsellesa, se muestra muy optimista: “Tenemos Hermanos en Marsella, que han comenzado desde hace poco. En una sola escuela tienen casi doscientos alumnos. Hay escuelas en cuatro barrios, y las tendrán todos en lo sucesivo”.60 Según el relato de Blain, parece mantener una actitud reservada: ¿reacción cultural de frialdad de un hombre del Norte con respecto a la efusividad del Sur, o más profundamente: lucidez espiritual de alguien que sabe lo que cuesta llevar a cabo la obra de Dios y construir para que dure? Tan sólo el señor de La Salle, receloso ante un éxito tan rápido, temía verlo todo sepultado bajo las ruinas ocultas, presagiadas por tan halagüeños comienzos. Desconfiaba de su estabilidad porque él sólo lo veía bien asentado sobre el Calvario. Este santo varón, tan esclarecido en los caminos de Dios, había aprendido, por propia experiencia y por la de los santos, que las obras que no tienen como cimiento la cruz y se elevan sin dificultad, o no causan excesivo miedo al demonio o son de poca duración. Por
ello no se atrevía a dejarse llevar de la alegría, por temor a ver desaparecer los éxitos presentes sumidos en las desgracias de un futuro próximo. Temía que por algún motivo secreto, escondido en muestras engañosas de aparente devoción, ocupara el lugar de la caridad y se convirtiera en el freno del celo con que algunas de aquellas personas parecían animadas. Según él, todo esto era ya suficiente para ver fracasar todo el proyecto. Dios no bendice en absoluto lo que no se hace por él.61 Blain habla de ‘timidez’, de ‘temor’ (tres veces), de ‘miedo’, ‘muestras engañosas’, ‘no se atrevía’. Sobre todo, sus relaciones con los Hermanos de París no están armonizadas. Según parece, mantiene correspondencia con el Hermano Joseph, Visitador encargado de las casas del arco Reims - Rouen62, pero guarda silencio con respecto a los Hermanos de París: …no se manifestaba a nadie, y dejaba sin respuesta todas las cartas que le llegaban de todas partes enviadas por sus discípulos. Actuaba de ese modo por la idea que tenía de que el interés del Instituto exigía esta suspensión de cualquier trato, con el fin de que sus enemigos no volviesen contra los suyos la cólera que no podían descargar sobre él. Por otro lado, y de
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“No había venido a Provenza más que para destruir…”
acuerdo con la idea que se había formado que los No sabía Hermanos de París no le ya en quien habían sido fieles, no sabía confiar. ya en quien confiar.63 Por eso para explicar este silencio de Juan Bautista de La Salle, Blain habla nuevamente de prudencia, para no excitar a sus enemigos contra los Hermanos, pero también de prevención con respecto a los Hermanos de París que “no le habían sido fieles”. Por tanto existe un vínculo personal entre él y ciertos Hermanos, (pero Hermanos que cuentan para él), que se mantiene como en suspenso. “No sabía ya en quien confiar” concluye el biógrafo. Finalmente pues, aunque el recorrido aparentemente es brillante, nos encontramos en la misma situación que a la salida de París, al final de la primera semana de Cuaresma de 1712: la ruptura entre él y los Hermanos persiste, Juan Bautista de La Salle no ha recuperado la confianza con los “asociados”, quizás porque no quiere encontrarla. Es lo que indican su silencio y su rechazo a mantener correspondencia con los Hermanos de París; y la cosas van a complicarse con los de Provenza.
Sin poder verdaderamente establecer el orden de los acontecimientos, ni la duración de las transformaciones, una primera dificultad se produce en las relaciones entre los dos Hermanos que tienen a su cargo la escuela de Marsella y el noviciado. En efecto, una vez establecido el noviciado en Marsella, Juan Bautista de La Salle pide a los dos Hermanos asistir “diariamente a los ejercicios del noviciado”64. Quizás ese “diariamente” sea una amplificación de parte de los dos maestros (o del mismo Blain), con el fin de poner de su parte a los fundadores de la escuela, pues anteriormente Blain ha escrito: “que acudían los días señalados al noviciado”65. Sea como sea, los dos Hermanos viven mal esa imposición. Sin embargo, así era como las cosas sucedían en Vaugirard y en la Casa Grande, para los Hermanos de París, al igual que en SaintYon, para los Hermanos de Rouen. Blain puede explayarse a su gusto sobre la maldad, la tibieza, la cobardía, etc., de esos Hermanos (señalados como “dos hijos de Belial”66), nos encontramos según parece, frente a un conflicto generacional.
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Juan Bautista de La Salle seguramente no ha percibido las evoluciones en las mentalidades de sus Hermanos: lo que era aceptable para los hombres de su generación o para los Hermanos de los principios de Reims o de París, ya no lo es para estas personas que pertenecen al nuevo siglo. Estos Hermanos ya no se reconocen en lo que se practicaba anteriormente. Cosa más sorprendente aún para alguien que está habituado a ejercer una fuerte autoridad, los dos Hermanos obtienen lo que quieren gracias al apoyo de los fundadores de su escuela. Una cierta concepción de la obediencia y de la autoridad es puesta en tela de juicio. Es también la primera señal evidente del desfase que existe entre la práctica de la Regla en el noviciado y la que se vive en las comunidades de escuela, manifestando una especie de esquizofrenia entre la vida en las casas de formación y la vida real de los Hermanos. La lectura que hace Blain de la situación religiosa e intelectual de Marsella, en términos de conflicto entre jansenistas y “ortodoxos”, aunque ofrece una justificación radical para las dificultades y finalmente para la partida de Juan Bautista de La Salle, no hace justicia a la complejidad de la situación marsellesa. Se
trata en efecto de un juego de influencias y de poderes en el cual La Salle queda rápidamente marginado. El obispo, Monseñor de Belsunce67, ha sido recientemente nombrado (1709), se halla muy bien dispuesto hacia el señor de La Salle, los Hermanos y las Escuelas Cristianas, pero “aún no había tenido tiempo suficiente para conocer a la gente”68. Finalmente los fundadores de la segunda escuela en proyecto eligieron acudir a unos eclesiásticos que pudieran servir igualmente a la parroquia69. A continuación, Juan Bautista de La Salle es acusado de ser excesivamente severo con los novicios, se desaprueban sus prácticas de piedad, las penitencias que impone. Poco a poco los donantes cierran sus bolsas, algunos novicios se ven incitados por su entorno a salir y se quejan de la austeridad, que encuentran excesiva, del superior. Se hace circular un panfleto difamatorio en su contra. El Fundador trata de responder, pero sin éxito70. Los Hermanos del Sur de Francia se ven desestabilizados por estos ataques. El noviciado, se cierra por falta de candidatos, el Hermano Ponce, Visitador de las comunidades del Sur, abandona el Instituto. Los dos Hermanos de Marsella dicen a La Salle “que no había venido
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lo creían en el mar: “Bendito sea Dios; heme aquí vuelto de Roma. No es su voluntad que vaya allí. Quiere que me dedique a otro asunto”73. Sus motivos son religiosos y espirituales: visita al centro de la cristiandad, expresar su fidelidad al papa, reunirse con el Hermano Gabriel Drolin, el compañero de los primeros días con el cual había emitido el Voto Heroico el 21 de noviembre de 1691: Nosotros,… desde ahora y para siempre, y hasta el último que sobreviva, o hasta la completa consumación del establecimiento de dicha Sociedad, hacemos voto de asociación y de unión, para procurar y mantener dicho establecimiento sin podernos marchar, incluso si no quedáramos más que nosotros tres en dicha Sociedad, y aunque nos viéramos obligados a pedir limosna y a vivir de solo pan74. En el contexto de la Francia galicana del Antiguo Régimen, esta visita es también un gesto político. Pero podemos descubrir en este viaje, un deseo de huida de la realidad marsellesa, la cual se le escapa y parece incluso volverse en contra suya. La acumulación de rechazos, las difíciles relaciones con varios Hermanos, los proyectos que fracasan, hacen que “comience a dudar si su empresa venía de Dios, y si su obra que todo
Vidriera: Voto heroico.
a la Provenza sino para destruir el Instituto, en vez de edificar”71. En este contexto es donde hay que situar la tentativa de partir hacia Roma72, y la respuesta bien conocida de Juan Bautista de La Salle a los Hermanos que lo ver regresar a casa, cuando
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“Dios ya no le decía nada”
el mundo contradecía no era acaso la obra de su propio espíritu”75. Ahí tenemos pues a un hombre que llega al crepúsculo de su vida (tiene 62 años, que era la vejez en aquella época), que ha emprendido grandes cosas, que se implicó totalmente en ellas, incluida su reputación y sus lazos familiares, que ha arrastrado a decenas de hombres tras de sí, ha visto morir a varios en la tarea, que ha luchado contra los poderes eclesiásticos, civiles, corporativos, para hacer avanzar lo que piensa ser la obra de Dios para la salvación de los hijos de los artesanos y los pobres, y que se pregunta si ¡no habrá dejado pasar su vida! Estas reflexiones son dolorosas y muy desestabilizadoras. Surgen tras casi dos años de dificultades que finalizan en fracasos. Sobre todo, la comunión con numerosos Hermanos parece rota. ¿Con quién permanece en Sociedad ahora? ¿Cuál es el alcance del Voto de 1691? ¿Y el de 1964? Ciertamente, sabe bien que querer emprender un nuevo comienzo, “recomenzar su vida”, carece de sentido. La fe en sí mimo, la fe en los otros, en sus Hermanos, la fe en el Otro, se ha apagado. Dicho de otro modo la espiritualidad, lo que da sentido y coherencia a la vida, se han visto afectados.
En su desamparo existencial, “Dios ya no le decía nada”76. Es posible entender esta expresión de dos maneras: Dios ya no le habla, y ya no tiene gusto por estar con Dios. Juan Bautista de La Salle se ve acorralado a la pura fe, a la confianza absoluta. Pero ¿es posible mantenerse así cuando Dios guarda silencio?77 Elige alejarse, pensando que su presencia física es, en el fondo, la causa de las dificultades encontradas en Marsella78. Se va al convento de San Maximino (un convento de Dominicos), cerca de la Sainte-Baume, célebre ermita y lugar de peregrinación que habría servido de refugio a María Magdalena: Se retiró, en efecto, a una ermita distante unas diez o doce leguas de la ciudad. Allí, elevado por encima de sí mismo y de todo lo creado, se encontró como sobre la cima de las montañas, donde los vientos y las tormentas ya no hacen ruido, en un descanso profundo y en dulce tranquilidad. Allí, dedicado sólo a Dios, olvidaba todo lo demás. Si sus pensamientos le recordaban a sus hijos o a sus perseguidores, era para rogar a Dios por ellos, y suplicar a la divina Majestad que
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Blain coloca este episodio en Mende80, mientras que Maillefer lo sitúa en la Sainte-Baume81. Pero sea cual sea el lugar, los autores citan las palabras de La Salle que muestran bien su desconcierto y su desaliento. En la versión de Blain, el resultado es: “Dios sea bendito, mi querido Hermano. ¡Vaya! ¿Por qué piensa usted en dirigirse a mí? ¿No conoce usted mi incapacidad para mandar a los otros? ¿No sabe que varios entre ustedes no quieren saber nada de mí, y que estas palabras del Evangelios parecen dichas para mí: Nolumus hunc regnare super nos. Ya no lo queremos de superior. Tienen mucha razón, añadió, pues soy incapaz de serlo”. Se podría decir también, en cierto modo, que sus Hermanos ya no le dicen nada. Juan Bautista de La Salle atraviesa por un desierto espiritual, pero su cuestionamiento interior hace referencia también a su capacidad para gobernar la Sociedad de los Hermanos y establecer una verdadera comunicación con los Hermanos. Tres o cuatro veces más, el Fundador sentirá esta tentación del retiro, lejos del mundo, lejos de las contrariedades de la vida, lejos de la preocupación de guiar un Instituto, de los Hermanos, de enfrentarse a sus antagonistas. En Mende, unas Damas piadosas dirigen una institución para las hijas de los Reformados y le
sostuviera a unos y convirtiera a los Tentación del otros. Las injurias y retiro lejos de las los ultrajes no habían contrariedades dejado en su espíritu de la vida, otras trazas que las lejos de la que deja la perfecta preocupación c a r i d a d r e s p e c t o de guiar un d e l o s e n e m i g o s, Instituto. amados en Dios y por Dios. Ya estaba el santo varón a punto de encontrar su Tabor, en medio de aquel desierto, y decía como san Pedro: ¡Señor, qué bueno es estar aquí…! Gozaba de tal paz y de tal calma que le llevaban a desear terminar allí sus días, desconocido de los hombres; pero no había llegado al fin de sus trabajos. Dios le destinaba para otros nuevos durante el resto de su vida.79
Huir de los hombres
Se considera incapaz de gobernar, al menos eso es lo que dice al Hermano Timothée que viene a encontrarse con él para anunciarle que el noviciado de Marsella ha sido abandonado por todos sus integrantes, y pedirle nuevas órdenes.
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proponen quedarse con ellas, como su capellán. Blain dice que el Hermano Timothée “encontró al santo Fundador en un alojamiento que le había hecho preparar la Señorita de Saint-Denis, donde vivía como en un verdadero desierto”82. Estando en Grenoble, hace una visita de tres días a la Gran Cartuja83: Edificado por el silencio y el recogimiento que reinaban entre aquellos solitarios, su inclinación por el retiro se enardecía, y deseaba terminar sus días entre ellos… Entre todos los lugares de devoción de ese santo eremitorio, que visitó el señor de La Salle, su corazón quedó prendado de la cueva de san Bruno. La relación que él tenía con el santo le conmovió, y si se hubiera dejado llevar de su atracción, hubiera escondido entre los escondrijos de aquellas rocas a un segundo canónigo de Reims. Tuvo que forzar a su piedad para salir de allí; pero retiró solo su cuerpo, porque su espíritu se quedó allí. Se puede mencionar también, pero con una tonalidad muy diferente, el refugio que encuentra en “la parte más alejada y elevada de la casa” de Grenoble, donde se entrega a la meditación, en una “oración que duraba tanto como la jornada”84. El contexto es entonces el
La Salle en clase.
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de la vida comunitaria. Resulta cierto, también, que a lo largo de toda su vida este gusto por el retiro conduce a La Salle a procurarse espacios y tiempos de oración solitaria: el jardín en Reims, oración nocturna en San Remigio, oratorio de la casa de Vaugirard, oración mientras camina… Finalmente, después de haber soportado un tratamiento radical y violento contra el reumatismo que le aquejaba, va a descansar a casa de un amigo sacerdote, Jean d’Yse de Saléon85, en Tullins86, pueblecito donde está situado, aislado sobre la colina de Parmenia (Permeigne), la ermita de Sor Luisa87. Ésta debe desviarle de la tentación de la vida eremítica: El santo sacerdote le confesó que sentía un inmenso deseo de pasar el resto de sus días en la soledad, que tanto atractivo tenía para él, y de no pensar sino en Dios y en sí mismo. No es ésa la voluntad de Dios, replicó Sor Luisa. No debe en absoluto, abandonar la familia de la que Dios le ha constituido padre. El trabajo es su herencia, y tiene que perseverar hasta el fin de sus días, uniendo, tal como lo ha comenzado, la vida de Magdalena con la de Marta”88. Esta conversación con Sor Luisa parece situarse antes de la recepción de la carta de los Hermanos
del 1º de abril de 1714. Juan Bautista de La Salle busca su vocación, lejos de los Hermanos, en la soledad, o bien dedicándose “a la conversión de los pecadores”89. Sor Luisa le hace tomar conciencia que ya la ha encontrado: su lugar está entre sus Hermanos90.
Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado
Será en la comunidad de Grenoble donde Juan Bautista de La Salle reencuentre el sentido de su vida. Parece ser que se trata de una comunidad donde da gusto vivir: De Mende se marchó a Grenoble, donde creyó encontrar otro cielo y otra tierra, donde reinaba una calma profunda. Los Hermanos que estaban allí supieron apreciar el tesoro que les llegaba y disfrutar de él. Encantado por poseer a su padre, perseguido en la Provenza por más de uno de sus hijos, sin hablar de los extraños, con su afecto y atenciones supieron reparar las tristezas que le habían hecho aquellos ingratos. Como recompensa, él determinó prolongar su estancia en medio de ellos lo más que pudiera. Todo le invitaba a ello: el buen corazón de los Hermanos, la paz que reinaba entre ellos, la
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porque, decía, esto es muy necesario. De este modo su humildad sabía ocultar su caridad; y si entre todos ellos algunos tenían su preferencia, eran los más ignorantes. Como por lo común éstos son abandonados a su ignorancia natural o a su ligereza mental, por maestros poco celosos o poco caritativos, ellos se convertían en objeto de su predilección y en ejercicio de su paciencia. Dios quiso bendecir sus cuidados y hacer ver que un celo dulce y paciente llega a todo y consigue hacer milagros en las mentes más atrasadas o más ignorantes, pues les enseñó las verdades de la religión y les hizo avanzar mucho en la lectura y la escritura. Excelente ejemplo que pueden imitar todas las personas encargadas del cuidado de la juventud.92 Un cierto número de los comentarios del biógrafo sobre las actitudes del maestro provienen directamente de la Guía de las Escuelas Cristianas: celo, paciencia, mansedumbre del maestro, su atención a los más pobres, a los más ignorantes, a los más estúpidos, el cuidado aportado a la formación cristiana de los niños, la importancia de los saberes básicos: lectura, escritura, “todo eso es muy necesario”. Pero la conclusión de Blain, sobre las características específicas de una escuela verdaderamente cristiana (o lasaliana:
soledad de la casa y la vida oculta y retirada que llevaba allí.91 El Hermano director de esta comunidad es quizás el Hermano Jean Jacquot, uno de los doce firmantes de los votos de 1694 y del acta de elección del 7 de junio de 1694, uno de los fieles de los comienzos de Reims y de París. Esto lo explica todo. Juan Bautista de La Salle remplaza en su clase a un Hermano enviado en misión a las comunidades del Norte de Francia. Es la oportunidad para un contacto directo con los hijos de los artesanos y de los pobres y con la misión específica del Instituto: Se podía ver a este doctor, antiguo canónigo de Reims y cabeza de la congregación considerar un honor tenerlo como placer y constante deber enseñar a los niños; a los más pequeños les enseñaba el abecé; a otros a leer y escribir, y a todos, las primeras lecciones de la doctrina cristiana. El modo como desempeñaba este oficio permitía ver el gusto que ponía en él y el cuidado para practicar las diferentes virtudes que a cada momento se presentan en la escuela. Si hacía alguna distinción con los alumnos, era en favor de los más pobres. Su dedicación a ellos se notaba por el esfuerzo que hacía para lograr que avanzasen en la lectura y en la escritura,
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Mapa del Instituto en 1719.
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¡aunque no se podía emplear ese adjetivo en su época!): “Si no se tiene cuidado, el amor propio se contenta en una escuela, como en cualquier otro sitio, y en ella domina el espíritu natural. Se deja abandonados a los pobres, a los más cortos de inteligencia, y a todos aquellos que por naturaleza producen disgusto, y solo se tiene celo por aquellos que gustan”93, ¡sigue siendo válida para todos nuestros centros educativos actuales! La oración continua del Fundador le conduce también a un trabajo al servicio de los Hermanos, mediante la composición o la revisión de obras: La única distracción que se permitió fue la composición de varias obras de piedad, tanto para instrucción de la juventud como para la utilidad de sus discípulos. También reviso el libro de los Deberes del cristiano, del que dio una tercera edición más exacta.94 Blain concluye este pasaje señalando que la calma volvió a las comunidades de Provenza;
que La Salle acompaña a los Hermanos mediante el envío de cartas y gracias a las visitas del nuevo Hermano Visitador, el Hermano Timothée. Una comunidad equilibrada, que vive bien su misión en favor de los niños de Grenoble, un Hermano Director que comparte, desde hace tiempo, el proceso de Juan Bautista de La Salle, una misión muy precisa (y puntual) con los niños de la escuela de la parroquia san Lorenzo pero que le permite entrar en contacto directo con la realidad del empleo de los Hermanos, el servicio al conjunto del Instituto y a su misión mediante la redacción de obras espirituales o prácticas: he ahí cómo La Salle puede nuevamente conversar con ese Dios que, algún tiempo antes, ya no le decía nada; así es también como puede de nuevo recibir la palabra de esos Hermanos que parecieron tan alejados de él durante algún tiempo.
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IV
Los jalones de un relato
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Hasta aquí, hemos observado sobre todo la crisis vivida por Juan Bautista de La Salle, en sus relaciones con un cierto número de autoridades civiles o eclesiásticas, en sus relaciones con los Hermanos, o también a un La Salle que se interroga sobre su papel y su lugar en la Sociedad de las Escuelas Cristianas. Nos queda por analizar la otra crisis, quizás más esencial para nosotros Hermanos y asociados de hoy: la que viven las comunidades de París y de su región, con la nueva forma de “unirse y permanecer en Sociedad” que se está tratando de establecer.
“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…”
Trinidad, por una parte, y los Hermanos que se han asociado por otra; - esta persona quiere “unirse y permanecer”, lo que se explicita son acciones, y no un estatuto que se ratificaría después de haber participado a la asamblea general constitutiva; - se trata de “permanecer en Sociedad”, lo cual indica a la vez la permanencia en una especie de vida común y compartida en esa Sociedad que se define mediante personas: “con los Hermanos que se han asociado”; y con una finalidad: “para tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas”. Desde 1964, es desde esta base que el Instituto, Juan Bautista de La Salle y los Hermanos, construyen el futuro de los “asociados para
“(Yo…) Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas que se han asociado para tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas…”: esta frase de la fórmula de votos de 1694, nosotros la seguimos pronunciando siempre. Cabe señalar tres aspectos: - es un “yo” quien habla, una persona singular quien se comprometer. Pero es también alguien que se dirige a un “nosotros”: la Santísima
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tener las escuelas gratuitas”. La asociación es una palabra abstracta, cargada de connotaciones jurídica, “asociados” remite a personas, a seres vivos. En realidad, más allá de la crisis “institucional”, con la iniciativa del Hermano Barthélemy de solicitar a los obispos superiores eclesiásticos para las comunidades locales, los Hermanos intuyen que es su proyecto singular de consagración al Dios Trinidad asociándose para tener las escuelas gratuitas lo que está puesto en tela de juicio. Son reconducidos a una práctica eclesial, teñida de clericalismo, en la cual todo su proceso corre el riesgo de verse disuelto.
de París sin dirección y sin orientación. Blain lo señala, a la vez que manifiesta su perplejidad ante semejante actitud, al principio del Capítulo XII del Libro 3 de su biografía: Si fuera sensato juzgar las acciones de los santos, que tienen principios de comportamiento muy distintos a los demás hombres y que, a menudo, actúan contra las reglas ordinarias de la prudencia humana siguiendo el impulso del Espíritu Santo, se estaría tentado de censurar la huida tan precipitada y tan oculta del señor de La Salle a la Provenza, pues fue causa de serios desórdenes en su Instituto y lo acercó a la ruina. En efecto, parece que el santo sacerdote, antes de poner en práctica su decisión, o antes de la salida de París, o al menos después de su llegada a la Provenza, hubiera debido advertírselo a los Hermanos, indicarles el lugar a donde deberían escribirle, darles respuesta y dirigirles por correspondencia desde el lugar de su retiro, En fin parece que también hubiera sido conveniente que hubiera nombrado al que consideraba adecuado para ocupar su puesto en París, y al que debían honrar durante su ausencia como superior. El siervo de Dios no hizo nada de eso. Fue a ocultarse a las provincias alejadas, sin querer decir a nadie a dónde iba. Se mantuvo desco-
En París, el replanteamiento de la Asociación
El origen de la crisis vivida por Juan Bautista de La Salle y el Instituto desde 1712, se encuentra en París. Blain dedica un capítulo entero a “Lo que ocurrió en Francia durante la ausencia del señor de La Salle”95. De hecho, subraya, más allá del ‘pleito Clément’, los desafíos de este periodo de la historia del Instituto, y muestra cómo éste saldrá de él con su rostro definitivo96. La precipitada partida de Juan Bautista de La Salle hacia el Sur de Francia durante la primera semana de Cuaresma de 1712 deja a los Hermanos
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nocido, y dejó sin respuesta las cartas que recibía enviadas por los Hermanos; no designó a nadie para sustituirle durante su ausencia. En fin, en relación con los Hermanos de Francia permaneció sin vida y sin movimiento, como un hombre muerto.97 Sabemos también que las incomprensiones entre él y el Hermano Bathélemy condujeron a una pérdida de confianza (provisional) de La Salle con relación a este Hermano. Blain señala cuatro inconvenientes negativos del comportamiento del Fundador: El primero fue que, aunque no hubo disputas entre los Hermanos, como ocurrió entre los apóstoles, sobre quién era o debería ser el primero, sí hubo duda sobre a quien se debería obedecer. Como el señor de La Salle no se explicó sobre ello, tampoco había un criterio seguro sobre el asunto. El segundo inconveniente, que se derivó como consecuencia del primero, fue que la falta de un superior cierto, dejó impunes muchas faltas y puso a los indóciles a cubierto de la corrección. El tercer inconveniente fue que algunos Hermanos de poca virtud y vacilantes en su vocación, considerando su estado como inseguro y flotante, lo abandonaron, y otros que sos-
pechaban que el mismo fundador había abandonado el Instituto, se creyeron con derecho a imitar su ejemplo98. La cuarta consecuencia fue aún más funesta, pues dio lugar a otra forma de gobierno, que el rival del señor de La Salle, de quien se ha hablado, supo introducir sutilmente en la nueva sociedad. El Instituto estaba perdido. Sacudido hasta en sus cimientos, amenazaba ruina. Su destrucción ya había comenzado, y es una especie de milagro que se haya podido reconstruir con más resplandor y con más éxito que nunca.99
¿El establecimiento de otro Instituto?
Los tres primeros ‘inconvenientes’ afectan a la vida interna de la comunidad y a las relaciones entre sus miembros. Pero el cuarto recae sobre el fondo: ¿no se está promoviendo una Sociedad diferente de la establecida mediante las elecciones de 1694 (votos y elección del Superior)? Más adelante, Blain hace precisar por ‘el rival’ los contornos de la organización que él propone: De acuerdo con ese pretendido sistema: 1. Los Hermanos deberían tener un superior extraño para dirigirlos, al modo de las religiosas, que tienen un superior externo; 2. La casa de París
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debería formar una Repliegue de Sociedad distinta cada comunidad y dependiente por completo de este sobre la obra a superior eclesiástico; la cual se halla 3. El noviciado vinculada… debía suprimirse, Se llega a la por ser inútil y fragmentación demasiado costoso, de la Sociedad pues resultaba caro de las Escuelas formar y alimentar a Cristianas. los novicios; además no era necesario para París, puesto que los Hermanos de las escuelas deberían ser estables como voy a decir; 4. Todos los Hermanos tenían que permanecer en su puesto, de forma estable, sin poder ser cambiados; 5. Para reparar las pérdidas de quienes muriesen, o de quienes se retirasen, o de los que hubiera que despedir en caso de mala conducta, se proponía tener uno, dos o tres novicios, más o menos, en cada casa, según sus rentas y necesidades100. Este sistema conduce al repliegue de cada comunidad sobre la obra a la cual se halla vinculada… y hace de ella un agente al servicio exclusivo de la parroquia (o de la ciudad) que la emplea.
Se llega a la fragmentación de la Sociedad de las Escuelas Cristianas en tantas pequeñas entidades como comunidades hay. El análisis de Blain lo explicita claramente: De la Sociedad de los Hermanos se quería hacer pequeños cuerpos desmembrados, sin subordinación a un jefe común, y sin otra dependencia que a un superior local, más o menos como numerosas comunidades de maestras de escuela, que se multiplican hoy en Francia, y que cada obispo establece o deja que se establezcan para su diócesis particular10!. Por otra parte, si los Hermanos estuviesen vinculados a un lugar, “sin poder ser cambiados”, la dimensión universal y misionera vivida en la Sociedad desaparececía. Es el final del “allá donde sea enviado”. Es cierto que ese modelo de funcionamiento es ciertamente uno de los posibles, en el sistema eclesial y social de la época. Pero no es lo que los Hermanos y el Fundador habían elegido en 1694.
Cambio de Superior y cambio de Regla
En 1699, cuando La Salle recibe la petición del obispo Godet des Marets102 para que le envíe Hermanos a Chartres, por tanto fuera del radio
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de acción de la joven comunidad (Reims, París), es verdaderamente “en asociación” como deciden dar ese paso decisivo, que compromete la continuidad del funcionamiento de la Sociedad: El humilde superior, antes de prometer sujetos al señor obispo de Chartres, quiso contar con el consentimiento de los Hermanos. En la asamblea que celebró, les expuso la propuesta del ilustre prelado, y después de ponderar su eminente piedad y el celo ardiente para la religión, les dejó que decidieran lo que creyeran mejor. Los Hermanos, atendiendo al honor que les hacía un santo obispo a quien los celadores de la doctrina sana y antigua honraban como adalid de la fe en Francia, se ofrecieron voluntariamente a su superior para recibir su misión103. Mucho más que una manifestación de humildad de parte del Superior que se sometía al parecer de sus inferiores (siempre la tendencia moralizante de Blain), se trata de hecho de un buen ejemplo de aplicación de la Asociación. Este procedimiento de la asamblea comunitaria para abrir una nueva comunidad es excepcional; no vuelve a aparecer a continuación, al menos en los relatos de los biógrafos104. Ciertamente, Juan Bautista de La Salle, tuvo conciencia de la novedad que representaba, para un cierto
Catedral de Reims.
número de Hermanos, la salida de los terrenos apostólicos familiares (Reims, Champagne, Laon, París). Aprendían así a reconocerse Hermanos universales más que Hermanos de las Escuelas Parroquiales. Volviendo a la situación creada en París bajo la presión de las autoridades eclesiásticas locales esa elección de un superior eclesiástico, multipli-
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cada por cada Casa, contradice la decisión de los doce, del 7 de junio de 1694: También declaramos que queremos que la presente elección no tenga ninguna consecuencia en el futuro. Y que nuestra intención es que después del citado señor De La Salle, en el futuro y para siempre, no haya ninguno, ni admitido entre nosotros ni escogido como superior, que sea sacerdote, o que haya recibido las órdenes sagradas; que no tendremos ni admitiremos ningún superior que no esté asociado, y que no haya hecho voto como nosotros y como todos los demás que se nos asocien en el futuro. Blain comenta con mucho acierto, sobre los cambios impuestos por el ‘rival’ del señor de La Salle: Como el señor de La Salle, penetrando en el futuro, había previsto que este caso podía ocurrir, había comprometido a los Hermanos, como ya vimos anteriormente, a establecer que no elegirían después de su muerte como superior sino a uno de ellos. Había tenido siempre presente esta decisión en las diversas ocasiones en que quiso desprenderse de la superioridad, y obligar a los Hermanos a escoger uno de su mismo cuerpo para sucederle. Este punto, que le parecía esencial, quería verlo aplicado durante
su vida, para que después de su muerte no hubiera dificultad105. Los Hermanos más veteranos, que conocían mejor que el Hermano Barthélemy el itinerario de la comunidad, tratan de evitar los sucesivos ataques del ‘rival’. Se contentan primero con el statu quo, por el hecho de que aquel que pretende ser su ‘superior’ no realiza ningún acto de autoridad. Pero este último, como consecuencia de la debilidad del Hermano Barthélemy o de su falta de visión o también porque no le resulta posible actuar de otro modo, logra hacer inscribir en el registro de la comunidad la realidad de su poder de “superior”: “Vosotros me llamáis vuestro superior, dijo un día, y sería preciso dar señales de lo mismo”. Y temiendo que los Hermanos no entendiesen adecuadamente sus palabras, añadió, “que deseaba que se levantase acta, y que después de firmarla todos los Hermanos, se añadiese al Registro de la Casa”. Este artículo era importante y afectaba a la esencia del Instituto. Por tanto, era importante no escuchar la propuesta que hacía el eclesiástico, y no se puede excusar la debilidad del Hermano Barthélemy por haberlo aceptado106. Recordemos que el Hermano Barthélemy había entrado en el Instituto en 1703, a la edad de 25
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años. No ha vivido los años decisivos y ricos de 1691-1702, cuando la Comunidad se dio a sí misma una fisonomía original y fecunda mediante la consagración a Dios y la búsqueda de la santidad, por y en la misión, permaneciendo “asociados para tener las escuelas gratuitas”. Como el “superior” eclesiástico pretende hacer cambios importantes en la organización del Instituto (con el fin de preservar su espacio parisino, por estar las otras Casas, en otras diócesis, fuera de su alcance), los Hermanos veteranos reaccionan solicitando una consulta a todos los Hermanos107. Protestan igualmente sobre el fondo mismo de estas nuevas orientaciones, señalando que eso es contrario a lo que habían elegido vivir: Algunos de los principales Hermanos108 más esclarecidos que los otros, y más al corriente del Instituto y del modo de gobernarlo, lo criticaron públicamente y lamentaron que el servicio que se le había pretendido hacer era el golpe mortal a su Sociedad. ¿Cuál es el objetivo de la nueva forma de gobierno que se introduce? preguntaban. ¿Se quiere despojar al fundador del derecho a gobernar su Instituto, y cerrarle, cuando regrese, las puertas de todas las casas que él mismo ha establecido? ¿Se pretende
simplemente sostener, durante su ausencia, a los Hermanos en su primer espíritu, y conservar como en depósito a su Instituto, para que él lo vuelva a encontrar, cuando regrese, tal como lo dejó? ¿Se quiere dar a su obra una forma mejor, corregir los defectos y reparar sus cimientos, o crear una sociedad nueva sobre las ruinas de la primera? Cualquiera que sea el aspecto que se quiera dar al cambio que se introduce, sólo se puede ver como una novedad perjudicial, nacida de la malicia o, al menos de un falso celo109. La mayor parte de los superiores locales nombrados según lo indica una carta circular del Hermano Barthélemy (Jean-Baptiste Blain es uno de ellos, en Rouen) trabajan en dejar las cosas tal como están y contribuyen a evitar la fragmentación del Instituto110. No obstante, el peligro permanece, pues los personajes cambian, los fallecimientos pueden producirse, modificando así el frágil equilibrio. En tal situación, algunos Hermanos ya no se reconocen y se sienten molestos. Algunos deben ser expulsados de la Sociedad por la asamblea de los “principales Hermanos”: Los Hermanos principales quisieron dar un escarmiento, para que el escándalo no llegase más lejos. Se reunieron y expulsaron de su seno a
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estos soberbios, que hubieran podido comunicar a los otros, en lo sucesivo, su veneno mortal de independencia, y causar mayores desórdenes11!. Pero las cosas fueron más allá de lo que deja entrever este relato del Libro 3, capítulo XII de Blain. Se llegó incluso hasta una revisión de la Regla, por una asamblea de Hermanos, que habría tenido en cuenta los cambios evocados anteriormente. El Vicario Mayor de París, encargado de estudiar el dossier, al cado de siete u ocho meses, remite el texto el 4 de abril de 1714, solicitando a los Hermanos (y al superior eclesiástico), que no se cambie nada: Los guardó de siete a ocho meses, y durante ese tiempo surgieron en París las discusiones sobre la bula Unigenitus, y la negativa de Su Eminencia para aceptarla. Pasado este tiempo, el Padre Vivant remitió al abate De Brou la documentación que habían presentado, con una carta del 4 de abril de 1714, donde se decía: “Su Eminencia considera conveniente que no se decida ni se firma nada en su nombre sobre los reglamentos ni sobre los cambios que se quisiera introducir en ellos. Confía en su prudencia de buen director de escuelas, de las que tiene cuidado, y espera que bajo una prudente dirección florezcan la piedad y la paz112.
Podemos pensar que varios Hermanos comprendieron entonces que se los estaba llevando demasiado lejos del proyecto que habían construido con el señor de La Salle, y que tan sólo éste, con su presencia, sería capaz de poner freno a esos comportamientos reprochables.
Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas?
Este periodo de 1712-1714 es determinante para el futuro de la Sociedad de las Escuelas Cristianas. Los Hermanos aprenden a vivir sin Juan Bautista de La Salle, aprenden a formar cuerpo, experimentan también las formas institucionales posibles para el Instituto. Uno de esos posibles modelos es el de comunidades de laicos, dirigidos desde el exterior por un superior eclesiástico. Tiene la ventaja de estar reconocido socialmente, un aspecto cultural importante en una sociedad que rechaza la confusión de los géneros y que quiere reconocer explícitamente “el estado” de cada uno de sus miembros, incluso por su hábito. Es el modelo más evidente. Este modelo entra en conflicto con el que ha surgido de las opciones y compromisos de
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los Hermanos y de Juan Bautista de La Salle. Un modelo carismático, centrado sobre la consagración a Dios mediante la asociación para tener las escuelas gratuitas, y universal: da respuesta a las necesidades del pueblo de Dios, sin vincular las personas a una parroquia o a una diócesis particular. El apoyo institucional de este modelo no es evidente. Lo descubrimos al releer el itinerario de los primeros Hermanos con La Salle, a través de los gestos que han realizado juntos: voto de obediencia en Reims, voto heroico en 1961, votos de 1694, en Vaugirard, declaración “en el futuro y para siempre” relativa a la elección del superior entre los Hermanos, decisión que han tomado juntos de dar respuesta a la solicitud del obispo de Chartres en 1699, crisis de 1702 sobre el Superior, opción de alejarse de París y de San Sulpicio estableciéndose en Rouen e instalándose en Saint-Yon. Es también aquí donde la Memoria sobre el hábito fechada en 1689, es decir algunos meses después de la llegada de los Hermanos a la parroquia de San Sulpicio, adquiere toda su importancia. Es un primer conflicto con el cura de esa parroquia, con relación a la identidad de la Comunidad. Al defender el
hábito de los Hermanos, Juan Bautista de La Salle defiende también la singularidad de su comunidad. No quiere que se la confunda, ni siquiera exteriormente, con el clero. Tampoco desea que cada autoridad local pueda dictar a los Hermanos el uniforme que deberían llevar, en la parroquia o en la diócesis. Podemos añadir a esta descripción de la Comunidad, la gran flexibilidad vivida en el campo de los votos: los Hermanos no emiten los votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia, algunos Hermanos no hacen votos, otros los hacen por tres años, renovables indefinidamente, otros los hacen para siempre. Esta práctica se mantendrá, a pesar de la Bula de Aprobación y mal que les pese a ciertos superiores, hasta los años 1920. Este modelo, y eso constituye también uno de los elementos de la crisis que atraviesa el Instituto en 1712-1714, se mantiene gracias a la presencia carismática del Fundador. Será necesario que los Hermanos lo asuman como cosa propia para que se transforme en la matriz fundadora del Instituto en el futuro. Los desafíos van mucho más allá de un apego sentimental a la persona a La Salle. Se trata en verdad de una tensión entre lo carismático y lo institucional.
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era posible vivirla en aquella época? En estas preguntas está subyacente la problemática de las dos finalidades de la vida religiosa, que gustaba mucho a los teólogos anteriores al Concilio Vaticano II (incluso a algunos después). La fisonomía que ha tomado el Instituto, tras el regreso de La Salle, después con la elección del Hermano Barthélemy como primer Superior General de la Sociedad, no resulta tan clara como parece para muchos Hermanos. Las vacilaciones sobre la manera en que la naciente sociedad debía o podía situarse en la Iglesia de ese tiempo han sido permanentes.
Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra
Dos intervenciones enmarcan la fundación del Instituto de los Hermanos. La primera, en Reims: los primeros maestros, después de haber escuchado el discurso que les ha hecho La Salle sobre el abandono en la Providencia, ponen en tela de juicio su homilía y le incitan al compromiso. La segunda, es esta carta de los “principales Hermanos” que remiten a Juan Bautista de La Salle a lo que han prometido
La Salle reparte sus bienes.
El Instituto, ¿existe para el carisma: la misión de enseñar y de educar a los hijos de los artesanos y de los pobres? O el Instituto ¿existe para la santificación de sus miembros, en una organización llamada “vida religiosa”, tal como
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juntos, en 1694. Treinta años separan estas dos intervenciones, treinta años que ponen en evidencia la madurez del pensamiento y de la espiritualidad de esos maestros que se han convertido en Hermanos.
proyecto que se pone en marcha, se inquietan por su futuro: Manifestaron con franqueza que su inquietud provenía de la incertidumbre y de la poca seguridad de su estado. Le dijeron que su situación no tenía nada de fija ni de estable; que él mismo podía ver el fracaso de su obra, y que para ellos resultaba triste sacrificar su juventud al servicio de un público que los olvidaría, sin tener la certeza de encontrar, en una edad avanzada, un refugio para descansar de sus trabajos pasados, y de terminar sus días al abrigo de la indigencia 114. En este discurso, un solo pasaje cuestiona a La Salle: “él mismo podía ver el fracaso de su obra”. Las otras observaciones tienen que ver con la realidad de su situación. Los maestros tienen la sensación de estar a merced de los acontecimientos, del interés inestable del público, en particular de los notables, de aquellos que pertenecen al mundo de Juan Bautista de La Salle. Por el momento “los” aceptan, ¿pero mañana? Nada de verdaderamente consistente los retiene en las funciones escolares que los ocupan, no existe solidaridad entre ellos ni con aquellos que los emplean. ¿Cuál será su futuro cuando lleguen a viejos o estén enfermos? ¿Quién se hará cargo
El cuestionamiento de los maestros en Reims
Hacia 1682 o 1683113, en Reims, los intentos de vida regular que Juan Bautista de La Salle propone a los maestros, han conducido no sólo a una ruptura con su familia sino también supuesto el abandono de varios maestros que no se sentían llamados a ese género de vida. Hay que advertir que el joven sacerdote sigue siendo siempre canónigo y beneficiario de las rentas familiares y de su herencia. El grupo que lleva consigo a la calle Nueva está constituido por hombres jóvenes mejor formados que sus predecesores y que tienen un ideal de servicio educativo. Este nuevo grupo, a su vez, ha experimentado dudas y cuestiona a su responsable. Juan Bautista de La Salle se da cuenta que, en estas situaciones concretas, con estas personas específicas, Dios le exige elegir. En realidad, los maestros cuestionan sus solidaridades. Desafiados por la novedad del
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el hecho de trabajar en la misma tarea. Cuando La Salle les dice: “¿Aquel a quien consagráis vuestra juventud y a quien dedicáis vuestro trabajo os abandonará en vuestra vejez…?”, no existe alusión a ninguna forma de Sociedad. En todo caso, Juan Bautista de La Salle, no forma parte de ella, a lo más es consejero o protector. Ve ese grupo como desde el exterior; los compromisos, si los hay, no conciernen más que a los maestros. Les habla como lo haría un predicador, sin dar la impresión de verse particularmente implicado116. Como la respuesta tranquilizadora de La Salle no les satisface, los maestros lo interpelan con mayor fuerza: Resultaba fácil hablar de abandono perfecto a la divina Providencia cuando él no tenía nada que temer, y cuando ella le había provisto con tanta abundancia de lo necesario, e incluso de lo superfluo […] Los maestros, cansados de pensar todo esto, se atrevieron, por fin, a decírselo, y a darle una de esas respuestas bruscas e ingenuas que el sentimiento del corazón considera que no pueden tener réplica: “Usted habla muy a gusto – le dijeron - mientras no le falta de nada. Está dotado con una buena canonjía y con unos bienes patrimoniales parecidos, y está a cubierto
Le resultaba fácil hablar del abandono en la Providencia.
de ellos? Aparece ahí todo el planteamiento (moderno) de la jubilación profesional y del seguro de enfermedad. Pero esa es exactamente la situación de los pobres de aquel tiempo y su horizonte. A su inquietud sobre el futuro, Juan Bautista de La Salle responde con un discurso que podemos calificar de piadoso y totalmente clásico sobre el abandono en la Providencia115. Al leer ese discurso se tiene la impresión de que esos hombres no tienen más lazo entre ellos que
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de la indigencia. Si nuestras escuelas se hunden, usted permanece en pie, y la ruina de nuestro estado no afecta para nada al suyo. Somos personas sin fortuna, sin ingresos e incluso sin oficio, ¿y a dónde iríamos, que haríamos, si las escuelas desaparecen, o si la gente se cansa de nosotros? La pobreza será nuestra única herencia y la mendicidad el único medio para aliviarla” 117. La respuesta de los maestros quizás no es “ni educada ni graciosa”118, pero subraya bien las relaciones que existen entre las personas implicadas: “usted habla muy a gusto…, no carece de nada…, dotado con una buena canonjía y de unos bienes patrimoniales parecidos…, está usted seguro y a cubierto de la indigencia…, usted permanecerá en pie, la ruina de nuestro estado no afecta al suyo”. Es la descripción de un rico que está al abrigo de las dificultades económicas. Los maestros consideran a continuación su situación: “personas sin fortuna, sin ingresos, e incluso sin oficio, ¿dónde iremos, qué haremos...?… Si las escuelas se hunden o si la gente se cansa de nosotros…”. Hemos vuelto a la situación precedente, el posible fracaso de la acción emprendida y la manera en los actores están vinculados a la misma. Concluyen:
“La pobreza será nuestra única herencia y la mendicidad el único medio para aliviarla”. Escenifican las situaciones sociales de la época, la diferencia entre aquellos que dominan, y los que deben ejercer un empleo, en el día a día, sin estar seguros de mantenerse. Y si no lo logran, será su supervivencia lo que esté en juego. Finalmente, cuestionan a Juan Bautista de La Salle sobre la realidad de su solidaridad con ellos y con el proyecto de escuela para los pobres: “Si nuestras escuelas se hunden, usted permanece en pie, y la ruina de nuestro estado no afecta para nada al suyo”.
La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso
Conviene observar, en este momento del diálogo entre Juan Bautista de La Salle y los maestros, que el estado de sus relaciones permite este cuestionamiento directo. Entre los protagonistas de esta historia existen relaciones basadas en la verdad: La respuesta de los Maestros dio mucho que pensar al señor de La Salle, y le sumió en profunda dificultad… los diversos pensamientos que preocupaban al señor de La Salle le llevaron a una profunda perplejidad”119.
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las escuelas…” Pasa de un estado al otro, La Comunidad reconociendo que en de los Hermanos ello es guiado por pasa por una Dios. Se enfrenta pasión personal a una opción de del Fundador, vida: “Si esos dos por la inmersión deberes no pueden compaginarse, habrá radical en que tomar partido un mundo por uno o por otro”. diferente, por la Para facilitar la nueva manera Comunidad de las de vivir y de ser. Escuelas Cristianas, primero hay que entrar en ella y hacerse solidario de esos hombres que arriesgan sus vidas en la aventura de las escuelas al servicio de los pobres; de hombres que tienen un rostro, unas aspiraciones; hombres que ya tienen una historia común entre ellos y con La Salle, que tienen una cierta forma de “formar cuerpo”: dicen “nosotros”, al igual que sus sucesores de 1714. La existencia de (Exergue Page 60) La Comunidad de los Hermanos pasa por una pasión personal del Fundador, por la inmersión radical en un mundo diferente, por la nueva manera de vivir y de ser.
“Profunda dificultad… diversos pensamientos que preocupaban… profunda perplejidad”, expresiones todas ellas que indican que el canónigo se enfrenta a un momento crucial de su vida; los encontramos por ejemplo en el momento del fallecimiento de los padres del joven seminarista, a propósito de la elección del sacerdocio. Para decidirse, Juan Bautista de La Salle realiza un discernimiento: ¿cuál es ahora su vocación? Sabe que el fracaso de los maestros supondrá el fracaso de las escuelas para los pobres. “Tengo la respuesta en el fondo de mi conciencia…”120. Juan Bautista de La Salle recorre todo un itinerario: del discurso sobre la pobreza evangélica, sobre el abandono en la Providencia, dirigido como desde el exterior, ha llegado a una decisión: decidirme, entregarme a otro estado, y finalmente a un compromiso preciso: el cuidado de las escuelas, la educación e los maestros. Su proyecto de vida está claramente dirigido. Tanto en la lucidez sobre sí mismo y sobre los demás: “lo que yo soy y lo que ellos son”, como en la lucidez sobre la obra de Dios: el destino de “la institución de las escuelas cristianas y gratuitas”. Pasa del discurso al compromiso esencial: del “Tengo la boca cerrada…” a… “dedicarme al cuidado de
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nivel que los demás; y una dimensión pastoral y pedagógica: el apelativo ‘Hermano’ significa también un cierto tipo de relaciones humanas y espirituales con los demás. Blain desarrollará este aspecto designando a los Hermanos como los “Hermanos mayores” de los jóvenes que les están confiados 121. Aunque son ‘mayores’, son también sus ‘Hermanos’, hechos de la misma pasta que aquellos a quienes enseñan. Además Juan Bautista de La Salle lo recuerda en varias ocasiones en sus Meditaciones: • Los niños… igual que vosotros, desde su bautismo, están consagrados a la Santísima Trinidad… (MD 46,3,1). • … cumplir bien vuestra función, de la que él mismo os encargó al haceros depositarios y guías de los niños que le pertenecen, sobre los cuales ostenta el título de padre, no solo por creación, sino también por el santo bautismo, en cuya virtud todos le están consagrados (MR 205,1,2). Así pues, la palabra “Hermano” no tiene primeramente una carga religiosa o monástica sino más bien antropológica: los Hermanos expresan el tipo de relaciones que quieren instaurar y vivir, entre ellos y con los niños y los jóvenes, así como con sus familias.
El nombre de ‘Hermano’
En el paso de “Maestros” a “Hermanos” vivido en Reims, la actuación de Juan Bautista de La Salle evidentemente es determinante. Los gestos proféticos personales –renuncia a la canonjía, desprendimiento de sus bienes, decisión de vivir con los maestros – que efectúa, al interior de sus relaciones con ellos, edifican la “Comunidad de las Escuelas Cristianas”. El “movimiento lasaliano” no nace únicamente de la buena voluntad espontánea de algunos jóvenes maestros generosos, está como cristalizado por la personalidad y el compromiso de Juan Bautista de La Salle. Sigue siendo muy significativo para hoy: la asociación lasaliana para el servicio educativo de los pobres se apoya siempre sobre el carisma y la persona de Juan Bautista de La Salle, sean cuales sean sus formas y sus denominaciones: Fraternidad Educativa, Asociación, Familia Lasaliana, Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas… El nombre de “Hermano” adoptado por los maestros de Reims tiene a su vez una dimensión evangélica: en la comunidad cristiana de los orígenes, cada uno es ‘Hermano’ o ‘Hermana’, es decir al mismo
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Una de las características de la profecía, es que la misma es encarnada: no es una teoría, una utopía o una visión del futuro procedente quién sabe de dónde, desconectada del contexto cultural, económico, social… Los compromisos de Juan Bautista de La Salle están profundamente enraizados en su historia personal, la de su familia, las costumbres del medio, de su Iglesia y de su mundo122. Esa es la razón por la que estos gestos cuestionan e impresionan a aquellos que son a la vez sus testigos, sus actores y sus destinatarios. La urgencia, en el caso presente, no es tanto una escuela más, sino es hacer que estos hombres prosigan su camino, que descubran que ese oficio es una vocación, un don de
Dios, que su empleo es un Ministerio. A eso es a lo que va a aplicarse La Salle al renunciar a su canonjía, al romper con el mundo para caminar con los maestros, con el fin de que se conviertan en Hermanos. Si el estado de las relaciones entre La Salle y sus primeros maestros, permite semejante franqueza en los intercambios, podemos pensar, con mayor razón cuando se trata de personas, como en 1714, que han vivido una experiencia fuerte de fundación y de creación juntos desde hace treinta años, que será posible ir aún más allá de un intercambio directo y provocador. Se tratará ahora de compartir un proyecto, de una proyección hacia el futuro, siempre juntos…
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V
“En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…”
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Señor, nuestro muy querido padre: Nosotros, principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, preocupados por la mayor gloria de Dios y el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, reconocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo. Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación. Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad. En fe de lo cual firmamos, en París, a 1 de abril de 1714, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nuestro, sus humildes y obedientes inferiores. Según Blain, el texto que leemos es la segunda
El señor de La Salle, a quien la carta de los
versión de la carta escrita por los Hermanos. El
Hermanos de París, de Saint-Denis y de
biógrafo se explica así en el Abrégé de la vie du
Versailles había llamado de vuelta a París,
Frère Barthélemi, Premier Supérieur Général de la
seguía negándose a retomar el gobierno de
Société des Frères
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:
la Sociedad y decía que para obligarle a ello,
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era necesario que los Hermanos de Provenza manifestasen por escrito que estaban de acuerdo; el Hermano Barthélemy escribió a dichos Hermanos para informarles del asunto y puso en su carta una copia de la de los Hermanos de París, que había hecho regresar al señor de La Salle, con el fin de que todos los Hermanos de esas comarcas la firmasen. Solamente había algunas palabras cambiadas. En lugar de “le rogamos que vuelva”, había “le rogamos que retome la dirección de la sociedad”. Los Hermanos de Provenza en cuanto recibieron la carta enseguida la enviaron de vuelta firmada a París 124. Así pues la carta original decía sencillamente “le rogamos que vuelva”, en lugar de “le rogamos que vuelva a asumir el gobierno general de nuestra Sociedad”. Esta formulación permite comprender la reacción de Juan Bautista de La Salle cuando llega el 10 de agosto de 1714 a la comunidad de la calle Barouillère, de París: “Ya estoy aquí, ¿qué deseáis de mí?”: ciertamente ha vuelto y lo que entonces se le pide es retomar la dirección de la Sociedad. Blain precisa: “Los Hermanos llenos de extrañeza, sólo tuvieron palabras para rogarle que asumiera el gobierno general del Instituto”125.
Igualmente, se comprende mejor, que los amigos de La Salle, en Grenoble, entre ellos el Padre de Saléon, se sintiesen ofendidos por la orden recibida por ese sacerdote, antiguo canónigo de la catedral de Reims, de parte de unos simples Hermanos126. Efectivamente, “que vuelva” era una orden que podía hacer dudar de su calidad de superior. Blain y Maillefer coinciden en hacer recibir ese correo en Grenoble, en vez de en Parmenia127. Esa carta está cargada con toda la vivencia de los Hermanos, desde los comienzos, como vamos a ver. Debieron hacer una relectura de su itinerario para poder dirigir tal mensaje al Fundador.
La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica128
A Señor nuestro muy querido Padre, Nosotros, principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, B preocupados por la mayor gloria de Dios, C el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, reconocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las
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Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferiores
riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya D puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo. Todos estamos convencidos D’ que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar C’ esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia, y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación. B’ Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad. A’. En fe de lo cual lo firmamos. En Paris este primero de abril de mil setecientos catorce, y nos repetimos muy respetuosamente, señor, y querido padre nuestro, sus humildes y obedientes inferiores.
Señor, nuestro muy querido padre, nosotros principales Hermanos de las Escuelas Cristianas,…/ /… En fe de lo cual firmamos, en París, este primero de abril de mil setecientos catorce, y nos repetimos, muy respetuosamente, señor y querido padre nuestro, sus humildes y obedientes inferiores. Al principio y al final de la carta, nos encontramos “Señor, nuestro muy querido padre”. Estamos en un contexto de relaciones humanas y al interior de las mismas. Los que se dirigen a Juan Bautista de La Salle son “los principales Hermanos”129. Una categoría que no existe formalmente pero que al menos todos los Hermanos son capaces de identificar. Los “principales Hermanos” pueden aparecer como autoproclamados e instalarse por sí mismos en una posición dominante, no obstante son también los “obedientes inferiores” en virtud del voto y de las opciones de 1684; esta tensión entre las dos posiciones se resuelve en el voto de asociación que les da la facultad de
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hablar así. En efecto, ellos también están tan vinculados como Juan Bautista de La Salle a la “santa obra de Dios” que consiste en “tener las escuelas gratuitas”, que fue para lo que se asociaron. Volveremos a encontrar a esos “principales Hermanos”, o grupos de Hermanos del mismo tipo, en el discernimiento a propósito de la celebración del Capítulo General de 1717, un grupo que enviará al Hermano Barthélemy en misión para encontrarse con todas las comunidades y todos los Hermanos, dándole una obediencia colectiva, la cual es ratificada por La Salle, el canónigo Blain y dos notarios130. El mismo Hermano Barthélemy, una vez elegido superior General sabrá rodearse de tales grupos, además de sus dos Asistentes. A veces, Blain los llama “los Hermanos veteranos”. Es un modo de funcionamiento que, al parecer, desaparece con el establecimiento de estructuras de autoridad y de consejo más “religiosas”, tras la Bula de Aprobación. “Nosotros”, recuerda el voto de 1691, que emplea el “nosotros” para dirigirse a Dios. Sin embargo, ninguno de estos “principales Hermanos” ha hecho ese voto: el Hermano Nicolas Vuyart se ha salido, Gabriel Drolin está en Roma y La
Salle es el destinatario de la carta. Los Una relación Hermanos habían afectuosa, la empleado también conciencia de ese “nosotros”, el formar cuerpo. 7 de junio de 1694 durante la elección de La Salle como superior. A lo largo de toda su carta, el aspecto ‘asociado’ se recuerda mediante el empleo sistemático de la primera persona del plural: nueve veces “nosotros” o “nuestro”. Pero también “Sociedad”: dos veces, ‘compañía, cuerpo de la Sociedad’. La palabra ‘Comunidad’ no es empleada. Es un ‘nosotros’ quien habla, un enfoque significativo que muestra que los Hermanos comienzan a asumir la espiritualidad y el itinerario de su Instituto. Nos encontramos aquí una síntesis de las relaciones entre los Hermanos y Juan Bautista de La Salle: una relación afectuosa, la conciencia de formar cuerpo, de estar comprometidos, responsables del futuro de esa comunidad; una relación de jerárquica también (los ‘obedientes inferiores’), fundada en la fe y la confianza en aquel que es el “Padre”. Todo ello porque se han asociado para la Misión. Hay que recordar que
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las fórmulas de votos de 1694 enumeraban los
nuestras clases, nuestros centros educativos, en las relaciones que vivimos, y la ‘gloria de Dios’ continúa habitando entre los pobres. Esto no sólo se aplica a los Hermanos, sino a todos los Lasalianos. Sabemos también hasta qué punto ‘la gloria de Dios’ suscita numerosos harmónicos en la espiritualidad y la expresión del proyecto lasaliano. La gloria de Dios, es que todos los hombres se salven, que sean santos, que sean totalmente de Dios, que accedan al conocimiento de la verdad sobre Dios, al conocimiento de sus misterios, en particular al don que Dios nos hace en Jesucristo. Por ejemplo en las Meditaciones para el tiempo del retiro131: • Debéis (...) tener como fin únicamente el amor y la gloria de Dios (MR 201,2,1). • Procurad, por medio de vuestro celo, dar muestras sensibles de que amáis a los que Dios os ha confiado, como Jesucristo amó a su Iglesia; haced que entren realmente en la estructura de este edificio y que estén en condiciones de comparecer un día ante Jesucristo, llenos de gloria, sin tacha, sin arruga y sin mancha, para manifestar a los siglos venideros, las abundantes riquezas de la gracia que les hizo dándoles el auxilio de
nombres de cada uno de los asociados.
La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694 Preocupados por la mayor gloria de Dios,…/
/… Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad. La evocación de “la mayor gloria de Dios” remite a la Misión: la ‘gloria de Dios’ no es nuestra gloria o nuestras realizaciones educativas o nuestros éxitos, sino las victorias de Dios en la vida de los jóvenes que nos son confiados. La ‘gloria de Dios’ precedía al pueblo de Israel durante el Éxodo y descansaba encima del Arca de la Alianza en el Templo de Salomón. Hoy, también, la ‘gloria de Dios’ nos precede, porque el futuro de los jóvenes está delante de ellos. Esa ‘gloria de Dios’ descansa también en
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Saint-Maclou Rouen.
La gloria de Dios se muestra y se realiza (“procurarla”) en el transcurso de las existencias humanas que son los lugares de la Historia de la Salvación hoy. Se muestra y se realiza particularmente en las Escuelas Cristianas, por el ministerio de aquellos que Dios ha elegido para hacer su obra:
la instrucción; y a vosotros, la de instruirlos y educarlos, para ser un día los herederos del Reino de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor (MR 201,2,2). • Para procurarles en este mundo la vida de la gracia, y en el otro, la vida eterna. (MR 201,3,2).
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• Dios ha tenido la bondad de poner remedio a tan grave inconveniente con el establecimiento de las Escuelas Cristianas, en las que se enseña gratuitamente y sólo por la gloria de Dios. (MR 194,1,2).
sociales, judiciales, corporativistas, eclesiales; las respuesta aportadas con sus consecuencias para los Hermanos, el Fundador, la obra de Dios, el servicio de los pobres. Su palabra brota de la historia de su consagración comunitaria y de la experiencia compartida del ministerio de salvación vivido por la Sociedad. Pues ‘Sociedad’ remite evidentemente a “asociados para…”, así es como viven, así se han consagrado, para tener las escuelas, para hacer la obra de Dios, para corresponder con su designio de salvación para los jóvenes. Es significativo ver aplicada explícitamente esta noción de ‘cuerpo de la Sociedad’, que la Colección de diversos trataditos de 1711, define así en el capítulo titulado “A qué obligan los votos de los Hermanos de las Escuelas Cristianas”, a propósito del voto de obediencia: El voto obliga: “A obedecer: primero, al Superior de la Sociedad, anteriormente elegido, y a aquel o aquellos que lo sean en lo sucesivo. Segundo, a los Directores particulares, que son o serán nombrados en lo sucesivo por el Superior de la Sociedad. Tercero, al Cuerpo de esta Sociedad, cuando dicho Cuerpo esté representado por varios, sean Superiores u otros, reunidos en nombre
La gloria de Dios está asociada a la gratuidad (“donde se enseña gratuitamente”), pues el don de la fe es gratuito. Los Hermanos han integrado a su visión de la vocación, los términos y el espíritu de la fórmula de votos: son palabras que acuden a ellos cuando quieren expresar su relación con Juan Bautista de La Salle, y situar su relación con él. Expresiones como: “La mayor gloria de Dios, en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad al que usted ha prometido obediencia”, constituyen una lectura interiorizada de la Fórmula de los Votos, emitidos juntos desde 1694132. También La Salle es remitido a ellas. El voto conforma a los “asociados”, como un cuerpo social de consagrados. Detrás de eso, hay toda una historia vivida juntos, lo que han discernido, luego compartido a lo largo de los años, primero en Reims y sobre todo en París y Rouen; los avances y los fracasos, los interrogantes planteados por las estructuras
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de la misma133. Hay obligación de obedecer a todos los arriba citados bajo pena de pecado mortal, cuantas veces manden en virtud de los votos”. (CT 2,4). En un texto escrito en el dorso de su fórmula de votos en 1717, el Hermano Irénée134, que entró en el Instituto en 1714 en Grenoble, presenta su comprensión de los votos. Titula su reflexión: “A qué obligan los votos de obediencia y de estabilidad y de tener por asociación las escuelas gratuitamente”135. Mientras la Colección comienza por el voto de asociación, él pone a la cabeza el voto de obediencia, la sensibilidad de los Hermanos ha evolucionado y el mundo ha cambiado, la Iglesia está a la defensiva, hay que cerrar filas, de ahí la prioridad de la obediencia: Por el Voto de obediencia uno se compromete a obedecer: 1° al Superior de la Sociedad, y a aquel o aquellos que lo serán a continuación. 2° a los directores particulares de la Sociedad. 3° al Cuerpo de esa Sociedad, ya sea que el Cuerpo esté representado por varios, sean directores, sean otros en dicho nombre136, uno está obligado a obedecer a todos estos bajo pena de pecado mortal cuando ordenen en virtud de los votos.
4° a estar bien sumisos y unidos a los Hermanos Inspectores y al Primer Maestro de las Escuelas según está indicado en un capítulo de la Regla común del Instituto que trata del Inspector de las Escuelas. A la lista de la Colección, añade la obediencia al Inspector de las escuelas137 y a los Primeros Maestros, lo cual hace referencia al campo puramente escolar; por lo demás su formulación sobre el ‘cuerpo de las Sociedad’ es la misma. Se trata pues de una concepción compartida por los Hermanos. No obstante, cabe señalar que ni la Regla ni otros escritos de Juan Bautista de La Salle precisan este punto. Así pues, según la Colección, confirmada por el Hermano Irénée, el ‘cuerpo de la Sociedad está “representado por varios”, tanto “superiores”: ¿los Hermanos superiores, directores?, como “otros reunidos en su nombre”: puede ser un Capítulo, una asamblea representativa, o también una asamblea motivada por el “cuerpo”. Con los “principales Hermanos” de la carta del 1º de abril de 1714, nos encontramos, de hecho en los casos que figuran en la Colección: son (probablemente) directores, y están reunidos en nombre del ‘cuerpo de la Sociedad’. Podemos estar seguros, también,
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de que escriben a Juan Bautista de La Salle después de haber consultado las asambleas de Hermanos que se celebran en esa época en París, quizás bajo sus instrucciones138. Además, hablando de ‘cuerpo’ para nombrar su Sociedad, los Hermanos – y La Salle – están en estrecha consonancia con los modelos de funcionamiento de su mundo. Bajo el Antiguo Régimen el individuo se esfuma siempre detrás del cuerpo social al que pertenece: familia, oficio, parroquia, barrio, cofradía… En el siglo XVII y principio del XVIII, ¡imposible existir solo! Socialmente, el solitario es una anomalía, y está en peligro. El Individuo, desligado de su contexto o de sus raíces, solo ante el Estado, es una invención de la Revolución Francesa. La Sociedad del Antiguo Régimen es una sociedad de corporaciones y no una sociedad de individuos independientes. Los Hermanos han inscrito esta forma de ser propia de su mundo en su fórmula de consagración a Dios cuando prometen obedecer al “cuerpo de la Sociedad”. En la fórmula de votos, los Hermanos dicen: “yo me consagro enteramente a vos para procurar vuestra gloria…”, en la segunda parte, en 1694139, continúan: “por lo cual, prometo y hago voto de vivir y permanecer en Sociedad con los
Hermanos… para tener las escuelas gratuitas”. Es decir que para ellos ‘procurar la gloria de Dios’ se realiza viviendo y permaneciendo con los Hermanos, para tener las escuelas gratuitas. Ahí es donde se encuentra el aspecto carismático de los votos de los Hermanos
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de las Escuelas Cristianas, lo que intentaron vivir con Juan Bautista de La Salle desde los comienzos en Reims, y que expresaron en 1694 en sus primeros votos perpetuos. La Colección de diversos trataditos da una indicación sobre el contenido del voto de asociación para tener las Escuelas Gratuitas, el cual tampoco está explicitado en la Regla: Los votos obligan… 1. A tener las escuelas por asociación, con aquellos que se han asociado en la Sociedad, y que se asociarán en el futuro, en cualquier lugar al que puedan ser enviados; o para hacer cualquier otra cosa en que puedan ser empleados por los superiores. El Hermano Irénée pone estas consideraciones en segunda posición en su texto. Expresa claramente que existe un “voto de asociación”, pero añade un “voto de enseñar gratuitamente”. Conviene observar que será este voto el que se conservará en 1725, con la Bula de Aprobación y que el voto de asociación ya no será explícito: Por el voto de asociación con los Hermanos que se han asociado para tener las Escuelas uno se compromete: 1° a tener las Escuelas por asociación con los Hermanos que se han asociado con esa
finalidad en cualquier lugar al que uno pueda ser enviado. 2° a ser empleado por los superiores al servicio de los Hermanos que se encargan de dichas Escuelas Gratuitas tal como se expresa en la fórmula de votos. Por el voto de enseñar gratuitamente a los niños uno se compromete: 1° a poner todo su empeño para instruir bien a los niños y para educarlos cristianamente y a emplear el tiempo destinado a esa tarea tanto en la casa como en la escuela. 2° a no exigir nada y no recibir nada de los alumnos o des sus padres como retribución sea como regalo sea por cualquier otra razón que pueda existir. 3° a no emplear a los alumnos ni a sus padres en cualquier trabajo con la esperanza de que lo harán sin pedir su recompensa. 4° no comprar productos a los padres de los alumnos con la esperanza de que la venderán a mejor precio que los demás 140. La ‘gloria de Dios’ lleva a un compromiso concreto: tener, estando asociado a sus Hermanos, las escuelas gratuitas. Los ‘principales Hermanos’ asumen esta perspectiva profundamente lasaliana: la relación entre el
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• Que el cuidado de instruir a la juventud constituye uno de los empleos más necesarios en la Iglesia (MR 199, Título). • De lo que debe hacerse para lograr que vuestro ministerio sea útil a la Iglesia (MR 200, Título). El empleo, el ministerio útil a la Iglesia, el mayor bien: es el cuidado de instruir a la juventud, tal y como esta Sociedad, esta “nueva compañía” lo ha practicado, bajo la guía de Juan Bautista de La Salle. Pues la ‘santa obra de Dios’, más allá de la dirección de la compañía, consiste en instruir a la juventud. Obsérvese nuevamente que “tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya”, son expresiones características del vocabulario lasaliano. “La gran utilidad para la Iglesia, el mayor bien de la Iglesia”, son descritos a lo largo de las MR 199 & 200: • Echar los cimientos del edificio de la Iglesia, instruir a los niños en el misterio de la Santísima Trinidad, y en los que Jesucristo realizó cuando estaba sobre la tierra… Estar destinados por ella (la Iglesia) a un empleo tan santo y elevado y os ha escogido para transmitir a los niños el conocimiento de nuestra religión y el espíritu del cristianismo (MR 199,1,2).
impulso hacia Dios y proveniente de Dios, con su realización en el entramado de la vida cotidiana, en la historia de las Escuelas Cristianas, en su experiencia comunitaria.
Al servicio de la Iglesia
El mayor bien de la Iglesia y de nuestra sociedad, reconocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya…/ /… Que es tan útil a la Iglesia, y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación. Los Hermanos subrayan el puesto de su Sociedad en el ministerio de la Iglesia: “El mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad”, (esta nueva compañía) “que es tan útil a la Iglesia”. La Comunidad de las Escuelas Cristianas no está aislada de la Iglesia: tiene su lugar en la obra común de la salvación. La Iglesia es el lugar y manera como Dios ha querido seguir presente entre los hombres permaneciendo allí mediante su Espíritu. El bien de la Iglesia es otro de los temas lasalianos esenciales, como lo indican las Meditaciones para el tiempo de retiro:
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• Es para eso (anunciar el Evangelio del Reino de Dios) para lo que Jesucristo os ha enviado y que la Iglesia, cuyos ministros sois, os emplea. (MR 199,2,2). • Eso es también lo que debe impulsaros a estimar muy particularmente la instrucción y la educación cristiana de los niños, porque es un medio para lograr que lleguen a ser verdaderos hijos de Dios y ciudadanos del cielo, y constituye, propiamente, la base y el apoyo de su piedad y de todos los demás bienes que se realizan en la Iglesia (MR 199,3,2). • En vuestro empleo tenéis que trabajar en el edificio de la Iglesia, sobre el cimiento que pusieron los santos apóstoles, instruyendo a los niños que Dios ha confiado a vuestros cuidados, de modo que formen parte de la estructura de ese edificio (MR 200,1,1). • Así, pues, vosotros, que habéis sucedido a los apóstoles en su empleo de catequizar e instruir a los pobres, si queréis que vuestro ministerio sea tan útil a la Iglesia como puede serlo, debéis darles el catecismo todos los días, enseñándoles las verdades fundamentales de nuestra religión (MR 200,1,2). Juan Bautista de La Salle y los Hermanos sin duda tuvieron que sufrir a causa del clericalismo
de la institución eclesial, pero la Iglesia sobrepasa ampliamente esas peripecias. Para el Fundador, “La Iglesia en general es la sociedad de todos los fieles tanto vivos como difuntos que están unidos en Jesucristo (DA 105,1,5). Está enraizada en Jesucristo, recibida del Espíritu Santo, y fundada sobre los Apóstoles 141. La Salle y los Hermanos serían incapaces de actuar fuera de la Iglesia.
Un don de Dios: guiar y gobernar
Puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo…/ /… que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar bien esta nueva compañía. Lo vivido por Juan Bautista de La Salle es comprendido como “la santa obra de Dios”. Dios se ha implicado en ello, está en su origen y en su final: “la mayor gloria de Dios, la santa obra de Dios, ha sido del agrado del Señor servirse de usted, Dios le ha dado y le sigue dando…”, Dios está presente en esta obra, en esta Historia, en esta “nueva compañía”.
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• Como sois los embajadores y los ministros de Jesucristo en el empleo que ejercéis, tenéis que desempeñarlo como representando al mismo Jesucristo. (MR 195,2,1). • Vosotros, a quienes Jesucristo escogió entre otros muchos para ser sus cooperadores en la salvación de las almas... (MR 196,2,1). • Un gran don de Dios, la gracia que os ha hecho al encargaros de instruir a los niños, anunciarles el Evangelio y educarlos en el espíritu de religión (...) pues se trata de la obra de Dios. (MR 201,1,1). Esta vinculación establecida por Juan Bautista de La Salle, en sus Meditaciones, entre el ministerio del Hermano y la presencia activa de Dios en su obra, los Hermanos la reconocen en la vida de su Fundador. La fundación de la Sociedad de los Hermanos es entendida como un acto salvífico en el cual Dios habla y se deja ver.
“Fundar, gobernar desde hace tanto tiempo, los talentos necesarios para gobernarla bien”: he ahí los dones que Dios ha hecho a Juan Bautista de La Salle para que realice su obra en la Iglesia, para “esta nueva compañía”, para la utilidad y el bien de su Iglesia. Los Hermanos subrayan la duración y la permanencia de ese don de Dios: “Desde hace tanto tiempo, Dios le ha dado y le da las gracias”. Debemos acudir nuevamente a las Meditaciones para el tiempo del retiro con el fin de ver cómo y por qué Dios actúa: • Dios quiere que sean instruidos todos los hombres, para que sus mentes sean iluminadas con las luces de la fe. (MR 193,1,1). • Corresponde pues a la Providencia de Dios... vosotros a quienes Dios ha llamado a este ministerio... (MR 193,2,2). • Dios... os ha constituido ministros suyos... (MR 193,3,1); “Dios os lo exige…” (MR 193,3,2). • Dios ha tenido la bondad de poner remedio a tan grave inconveniente con el establecimiento de las Escuelas Cristianas… Dios que ha tenido la bondad de servirse de vosotros para procurar a los niños tan grandes beneficios. (MR 194,1,2).
Todo el mundo está convencido
En lo fondo de esta carta: la Comunidad (todo el mundo), reitera su confianza fundamental en la presencia de Dios en la obra realizada por el señor de La Salle, desde hace tanto
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tiempo: a causa de lo que han vivido juntos, por lo que queda por vivir, considerando que la Comunidad es parte de la Iglesia, que sirve a la construcción del Reino. ¡Todo el mundo está convencido de ello! Los Hermanos reconocen que Juan Bautista de La Salle ha respondido fielmente a lo que Dios le pedía. Ha sabido escuchar, reconocer sus llamadas en la situación de los pobres, escuchar su voz en las de sus Hermanos y de los hijos de los artesanos y de los pobres, encontrar las respuestas adaptadas y coherentes para tal propósito. Ha respondido en la fe, discerniendo las huellas de Dios en esta historia comunitaria de las Escuelas Cristianas, con unos hombres que se han afeccionado a él y a la misión específica de educación cristiana. A lo largo de toda esta carta, los Hermanos muestran que han interiorizado la enseñanza espiritual y la visión de su Padre, así como el proceso vivido con él, desde hace más de treinta años. Frecuentemente, su expresión está muy cercana a las Meditaciones para el retiro y a las diversas fórmulas de votos. Si los Hermanos tienen ese lenguaje, es porque están en comunión íntima, de pensamiento y de corazón, con Juan Bautista de La
Salle, porque es el mismo lenguaje que han practicado a lo largo de todo su itinerario y de sus intercambios comunitarios. Por eso La Salle puede continuar reconociéndose en su manera de vivir, de hablar, de rezar, de pensar, de comprender y de releer la acción de Dios en las Escuelas Cristianas y en su Sociedad. Esta expresión “todo el mundo está convencido” domina esta carta. “Todo el mundo”: son los ‘principales Hermanos’, la Iglesia… Este “todo el mundo” hace la relectura, en algunas frases, de toda la Historia de las Escuelas Cristianas, de Juan Bautista de La Salle y de los Hermanos, juntos. En esta relectura, está Dios y su ‘santa obra’, está la Iglesia que recibe esta ‘nueva compañía’ para servir a los niños pobres y alejados de la salvación, están los Hermanos que se encuentran desamparados por la ausencia y el silencio de Juan Bautista de La Salle y que no saben cómo continuar sin él; está también el Fundador mismo que está llamado a completar la obra de Dios comenzada con los Hermanos. Está también todo el peso del camino recorrido juntos, de los compromisos asumidos juntos: de la gloria de Dios que hay que procurar obedeciendo al cuerpo de la Sociedad; de los compromisos para el servicio de la Iglesia:
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Juan Bautista de La El Instituto Salle en el servicio existe por sí del gobierno de la mismo: sus ‘nueva compañía’, la sociedad de las miembros se Escuelas Cristianas, reúnen por en el servicio a los su propia jóvenes. iniciativa, el Dios condujo a Juan Cuerpo está Bautista de La Salle vivo. al desierto, y La Salle encontró a su Señor en la Tierra Prometida de la Comunidad: Grenoble, la carta de los Hermanos de París. La palabra de la Comunidad devuelve la luz a su vida. Al hacerlo, los papeles se han, en cierto modo, invertido: aquellos que recibían de él la luz en sus existencias, la proporcionan ahora en la vida del Fundador, hasta tal punto han asimilado el proyecto de salvación vivido con él que su palabra puede convertirse en signo. Juan Bautista de La Salle había dudado de sí mismo viendo que los esfuerzos de toda su vida para fundar el Instituto parecían desembocar en el vacío. Ellos habían tratado de hacer existir el Cuerpo y éste parecía haberse dislocado, en la ausencia, los silencios, los malentendidos,
las presiones del contexto social y político. Se habían consagrado a la asociación y estallaba en comunidades aisladas, la opción de 1694 de constituir una comunidad autónoma al servicio de la misión, quedaba como suspendida, frente a otras posibles opciones tanto institucionales: la parroquia, la diócesis o la Iglesia entera, como carismáticas: inventar una nueva forma de vida consagrada o plegarse a los modelos existentes. Aún más profundamente, algo parecía haberse roto en las relaciones entre Juan Bautista de La Salle y varios Hermanos, así como en la obra realizada juntos. Había tratado de ser un verdadero Padre, y se vio llevado a creerse incapaz de gobernar, rechazado por sus hijos. Pero he ahí que el Instituto existe por sí mismo: sus miembros se reúnen por su propia iniciativa, el Cuerpo está vivo, quiere hacer frente a los problemas que padece, se manifiesta tomando la palabra. La asociación aguanta: los Hermanos se reúnen en su nombre; se apoyan en ella para llamar a su Fundador. La comunidad es capaz de releer y comprender su historia, con él, y de repetírsela. Es capaz de comprender su propio compromiso, y el, especial, del Fundador, como un ministerio dado por Dios.
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No está solo. Sigue siendo uno de ellos. Los Hermanos, siguiendo a Juan Bautista de La Salle, hacen una lectura mística de su Historia: Dios, su proyecto, su actuación, su voluntad. Reconocen cómo el Fundador le ha dado respuesta: su proyecto, su actuación, su manera de discernir la voluntad de Dios y de estar disponible para ella. Dicen que concretamente, la obra de Dios, se realiza en esta Sociedad, por Juan Bautista de La Salle, por lo que han vivido con él y que quieren seguir viviendo. Dios está en su historia personal como en la historia de su Sociedad. Esta historia es también Historia de salvación, en la Iglesia.
Situando la obra de Dios, el ministerio de Juan Bautista de La Salle, en la Iglesia, los Hermanos realizan una lectura del lugar de su ministerio de su existencia como Sociedad: están en la Iglesia, lugar y momento de la Historia de la Salvación de Dios que continúa realizándose. Dicen a La Salle que para él como para ellos, la existencia de su Comunidad es indisociable de la misión eclesial. Se reconocen como porción de la Iglesia, como lugar donde, en la fe, Dios habla, actúa, abraza la causa de su pueblo, se constituye un Pueblo de rescatados. Es esta obra la que es “la santa obra de Dios”: a la vez el carisma y el ministerio de Juan Bautista de La Salle, para la Comunidad, y los carismas y los ministerios que los Hermanos actuan a partir del reconocimiento de las necesidades de los jóvenes, de la Iglesia y de su Comunidad. Los Hermanos, contemplan su recorrido juntos, ven y dicen el lugar de Juan Bautista de La Salle así como su papel determinante como realizador del proyecto de Dios: “esta santa obra de Dios que es también la suya, usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación”. Reconocen plenamente la vocación de Fundador, de institutor de los Hermanos, y la manera como la ha vivido con ellos y para ellos.
El ministerio de Fundador
El ministerio específico de Juan Bautista de La Salle no es idéntico al de los Hermanos: su ministerio concierne a la animación y la vida de la Comunidad o de la Sociedad; para ellos, como para nosotros hoy, es la escuela cristiana o la educación cristiana, ministerio de salvación integrado en el de la Iglesia. El punto de encuentro, es en la convivencia de la Asociación para tener las escuelas gratuitas.
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La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos (según el Hermano Michel Sauvage) 142
Voto del 6 de junio de 1694 Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrado con el más profundo respeto ante vuestra infinita y adorable Majestad, me consagro enteramente a Vos para procurar vuestra gloria tanto como me fuere posible y lo exigiereis de mí.
Señor, nuestro muy querido padre, nosotros,
Todos estamos convencidos de que Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva Compañía, que es tan útil a la Iglesia; y es de justicia testificar ahora que usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación. Voto del 21 de noviembre 1691 Y a este fin, yo Juan Bautista de La Salle, sacerdote, yo Nicolas Wiart, y yo Gabriel Drolin; nosotros, desde ahora y para siempre, hasta el último superviviente o hasta el total establecimiento de dicha Sociedad, hacemos voto de asociación y de unión para procurar y mantener el citado establecimiento, sin podernos marchar del mismo ni siguiera en caso de que quedáramos los tres solos en la dicha Sociedad, y que nos viéramos obligados a pedir limosna y vivir de solo pan. Voto del 6 de junio de 1694 Y a este fin, Yo, Juan Bautista de La Salle, sacerdote, prometo y hago voto de unirme y permanecer en so-
principales Hermanos de las Escuelas Cristianas, preocupados por la mayor gloria de Dios y el mayor bien de la Iglesia y de nuestra Sociedad, reconocemos que es de capital importancia el que vuelva a tomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios, que lo es también suya, puesto que ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo. Voto del 21 de noviembre 1691 Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, postrados con profundo respeto ante vuestra infinita y adorable majestad, nos consagramos enteramente a Vos, para procurar con todas nuestras fuerzas y todo nuestro interés, el establecimiento de la Sociedad de las Escuelas Cristianas, del modo que nos parezca seros más agradable y más ventajoso para dicha Sociedad
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ciedad con los Hermanos Nicolas Vuyart, Gabriel Drolin, Jean Partois, Gabriel-Charles Rasigade, Jean Henry, Jacques Compain, Jean Jacquot, Jean-Louis de Marcheville, Michel-Barthélémy Jacquinot, Edme Leguillon, Gilles Pierre y Claude Roussel, para tener juntos y por asociación las escuelas gratuitas en cualquier lugar a que sea enviado aunque me viera obligado, para ello, a pedir limosna y vivir de solo pan o para desempeñar en dicha Sociedad aquello a que fuere destinado, ya por el cuerpo de la Sociedad ya por los Superiores que tengan su gobierno.
Voto del 6 de junio de 1694 Por eso prometo y hago voto de obediencia tanto al cuerpo de la sociedad como a los superiores, cuyos votos tanto de asociación como de estabilidad en dicha sociedad y de obediencia, prometo guardar inviolablemente toda mi vida. En fe de lo cual firmamos, en París, este primero de abril de mil setecientos catorce, y nos repetimos muy respetuosamente, señor y querido padre nuestro, sus humildes y obedientes inferiores. Voto del 21 de noviembre 1691 Hecho el 21 de noviembre, día de la Presentación de la Santísima Virgen, de 1691. En fe de lo cual, hemos firmado. Voto del 6 de junio de 1694 En fe de los cual he firmado, en Vaugirard, a seis de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, del año 1694. De La Salle.
Por todo ello, señor, le rogamos muy humildemente, y le ordenamos en nombre y de parte del Cuerpo de la Sociedad, al que usted ha prometido obediencia, que vuelva a asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad. Voto del 21 de noviembre 1691 Por lo cual prometemos hacer, por unanimidad y por consentimiento común, todo lo que creamos, en conciencia y sin consideración humana alguna, que contribuye al mayor bien de la Sociedad.
Los textos hablan por sí mismos, los paralelismos son sorprendentes, la tonalidad es la misma. Nos encontramos en el tono de un compromiso renovado.
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VI
Rema mar adentro
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La crisis que atraviesa el Instituto a lo largo de este periodo afecta a la persona misma de La Salle, en sus relaciones consigo mismo, con los Hermanos, con Dios; y a las relaciones de los Hermanos entre sí. Pone igualmente en tela de juicio el lugar de esta comunidad nueva en el paisaje pastoral de la Iglesia de aquel momento así como en la sociedad contemporánea.
Llevar a término “la santa obra de Dios”
Con su prudencia habitual, la actitud de La Salle presenta varias caras: primero, con relación a los Hermanos de Provenza, solicita su aprobación y su llamada a París como Superior; luego, con relación a París, por una parte, incitando a los Hermanos a recurrir al Hermano Barthélemy, le deja que solucione la mayor parte de los asuntos (para enseñar a los Hermanos a pasar de la asociación con La Salle a la asociación sin él); por otra parte, no responde a la cuestión del superior eclesiástico sobre la manera cómo quedará asegurada su sucesión, pero se siente muy aliviado cuando un Hermano responde a su cargo de forma perfectamente conveniente143. La Salle temía seguramente que un superior eclesiástico, que no esté asociado como los demás Hermanos, se arrogue el cargo de superior. Él mismo se presenta cada vez más como el capellán de los Hermanos: cuando el superior
A lo largo de estos tres años, Juan Bautista de La Salle aprende a “ir aflojando”: se rinde cuenta del contraste que existe en las mentalidades, entre él y varios Hermanos; debe aceptar que el Instituto no sea “cosa suya”, que esta Sociedad pueda vivir sin él, y aprender a vivir todo eso en paz. Sale de la prueba habiendo encontrado su puesto y el estilo de relaciones consigo mismo, con los demás y con el Otro, lo cual le permitirá llevar a término la obra de Dios que le ha sido confiada. Los Hermanos, para dar el último paso que les conduzca a la autonomía, a asumirse a sí mismos, pero sin ruptura con su historia común, le dicen y le repiten que lo necesitan para gobernar, guiar, cuidar… en estos últimos procesos que los conduzcan hacia ellos mismos.
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eclesiástico le pregunta cuáles son sus poderes para confesar, descubre con estupefacción que no los ha recibido tan amplios de parte del cardenal de Noailles. Dos años más tarde, cuando el Hermano Barthélemy emprende una gira por Francia para recoger el consentimiento de todos los Hermanos para celebrar un Capítulo General, Juan Bautista de La Salle retoma la pluma para escribir al Hermano Gabriel Drolin, siempre solo en Roma, anunciándole la próxima celebración del Capítulo en 1717 y solicitándole su consentimiento para las decisiones que en él se tomen 144. Él por su parte, rechazará ocupar una sede en el Capítulo, contentándose con suministrarle un reglamento y componer una oración que, según Blain145, será incorporada a la oración de la noche de los Hermanos146. Es también seguro que las heridas íntimas que ha sentido y que han podido manifestarse en su silencio con respecto a varios Hermanos, no están curadas. Cuando Blain escribe su biografía, más de veinte años después de los acontecimientos y cuando pregunta a los Hermanos, obtiene el eco de lo que ellos sintieron durante ese periodo. Y se constata que sus interrogantes subsisten: Sin duda que una persona tan prudente y
esclarecida como él, tuvo importantes Tal vez quiso razones para actuar acostumbrar a de esa manera, los Hermanos a pero no podemos prescindir de él. adivinarlas. Tal vez quiso acostumbrar a los Hermanos a prescindir de él, y obligarles a que eligieran a uno de entre ellos como superior, lo que nunca quisieron hacer en su presencia. Tal vez, personalmente llevó su humildad y bajo aprecio que tenía de sí mismo, hasta considerarse como objeto de maldición y como causa de todas las desgracias que estaban afligiendo a su Congregación. Incluso, quizás, llegó a pensar que algunos de sus propios discípulos estaban de acuerdo con sus enemigos, y que no podía fiarse más de unos que de otros. Y, en fin, pudiera ser que intentara persuadir a sus adversarios de que ya no se mezclaba más en el gobierno de su Instituto, con la mira de desarmarlos. Sea como fuere, ya que nosotros sólo podemos hablar por suposiciones, ya que el señor de La Salle nunca quiso explicarse sobre este asunto, aunque con frecuencia se le insistió para que lo hiciera, su huida tan oculta y tan precipitada ocasionó los inconvenientes que siguen.147
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“Nunca quiso explicarse sobre este asunto”: por tanto se fue con su herida y su misterio. Con los Hermanos, incluidos aquellos de quienes había sospechado que pactaron con “su enemigo”, las relaciones han vuelto a ser de confianza. La carta del 1º de abril de 1714 es – como hemos visto – un verdadero espejo de su experiencia de Dios, ahora sabe que la misma ha pasado a sus Hermanos. Hay que subrayar la importancia de la Comunidad (la de Grenoble, pero también la de París, con esa carta de los “principales Hermanos”) en la recuperación de equilibrio vivida por Juan Bautista de La Salle. La dimensión ministerial de sus compromisos en favor de los jóvenes de Grenoble, de los Hermanos, de su trabajo de escritura dirigida hacia ellos (la revisión de los Deberes del Cristiano), es también esencial. Los Hermanos de generaciones y de experiencias diferentes, por las circunstancias, han aprendido a trabajar juntos, a imaginar su futuro, cometiendo evidentemente errores en sus intentos. Es sorprendente descubrir cuan a menudo en la biografía de Blain, éste nos dice que los Hermanos de París se reunieron para decidir, evaluar, dialogar, escribir, o incluso para despedir a algunos perturbadores… Han
Sor Louise aparece como una figura carismática.
ratificado y tomado a su cargo, los compromisos de 1691 y de 1694. La figura del Hermano Barthélemy aparece más firme, y más lúcida sobre los desafíos de las decisiones a tomar con el fin de proporcionar todas sus dimensiones al Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. También él, ha integrado a su experiencia de Dios toda la novedad de “unirme y permanecer en Sociedad, con… para…” Sor Luisa aparece como una figura carismática que, antes incluso de la recepción de la carta del 1º de abril de 1714 si coincidimos con los biógrafos (Blain y Maillefer), sitúa al Fundador frente a sus responsabilidades (el texto ha sido citado
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Es Dios quien conduce la Historia
anteriormente). En los comienzos de Reims, fue el Padre Barré quien desempeñó ese papel provocador, aquí es una humilde pastora, pero en ambos casos, el Padre Barré y Sor Luisa son las voces mediante las cuales el Espíritu se da a conocer y se hace oír por Juan Bautista de La Salle. El “cuerpo de la Sociedad” ha comprendido que “unirse y permanecer en Sociedad” era la clave de su futuro, profundizando y viviendo esta dimensión de sus compromisos será como encuentre su salvación. El Instituto está listo ahora para aplicar la decisión del 7 de junio de 1694: elegirse un Superior entre sus miembros, uno que “sea asociado y que haya hecho voto como ellos”. En 1717, así se hará. Está listo también para asumir toda la espiritualidad singular que anima a Juan Bautista de La Salle y que éste les ha transmitido y continúa transmitiéndoles, a lo largo de toda su vida. Esta experiencia de Dios, se ha hecho la suya, se ha hecho nuestra, finalmente.
La Historia es en primer lugar una Historia de la Salvación, y la Historia de las Escuelas Cristianas es un capítulo de esa Historia de la Salvación donde se desarrolla el designio de Dios. Las Meditaciones para el tiempo del Retiro no hablan de otro modo situándonos de inmediato en ese designio de Dios, desde la primera Meditación: • Dios es tan bueno que, una vez creados por Él los hombres, quiere que lleguen al conocimiento de la verdad148. Esta verdad es Dios mismo y cuanto Él ha tenido a bien revelarnos, ya sea por Jesucristo, por los santos apóstoles o por su Iglesia. De ello quiere Dios que sean instruidos todos los hombres, para que sus mentes sean iluminadas con las luces de la fe (MR 193,1,1). • Corresponde, pues, a la providencia de Dios y a su vigilancia sobre la conducta de los hombres, sustituir a los padres y a las madres con personas que tengan luces suficientes y celo para lograr que los niños lleguen al conocimiento de Dios y de sus misterios; y que se impongan todo el cuidado y toda la aplicación posible para asentar en el corazón de los niños, muchos de los cuales quedarían abandonados, el cimiento de la religión y de
Líneas de fuerza
Leyendo la carta de los Hermanos, dirigida al Fundador, vemos aparecer algunas líneas de fuerza, características del estilo lasaliano:
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la piedad cristiana, como buenos arquitectos, según la gracia (de Jesucristo) que Dios les ha dado149 (MR 193,2,1). • Dios no sólo quiere que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, sino que quiere que todos se salven150, pero no puede quererlo verdaderamente si no les da los medios para ello y, en consecuencia, si no proporciona a los niños maestros que contribuyan a la realización de tal designio para con ellos (MR 193,3,1). El Hermano Miguel Campos ha hecho también notar151 que las Meditaciones para el tiempo del retiro comienzan con una evocación del Dios creador, es decir el Génesis, a través de una cita de san Pablo152, y terminan con una cita del Apocalipsis de san Juan, en el último punto de la última meditación153. Es en este espacio de tiempo de la Historia Sagrada donde se inscribe la historia de las Escuelas Cristianas. La vocación de aquellos que se asocian para tener las Escuelas Cristianas pertenece a la Historia de la Salvación; y para los Hermanos que escriben al Fundador el 1º de abril de 1714, la evocación de Juan Bautista de La Salle, la vocación de su Comunidad, participan de la misma Historia. Dios se encarga de guiar a los hombres para que realicen su designio.
Así es como ha guiado al señor de La Salle. Corresponde a los cristianos estar atentos a lo que les pide, de ahí la importancia de la oración interior, lugar privilegiado donde Dios se da a conocer; así como da a conocer su voluntad cuando los Hermanos se reúnen para escucharle en la realidad de su ministerio, y discernir. Dios está presente en su obra: nos encontramos cerca del sentido de la presencia de Dios. Esta comprensión de la Historia de la Sociedad de las Escuelas Cristianas y de nuestros propios itinerarios espirituales, como Historia de Salvación, es una de las claves del espíritu de fe en Juan Bautista de La Salle, una dimensión esencial de la espiritualidad que nos ha legado. En la Colección de varios trataditos, Juan Bautista de La Salle parte de esta visión para explicar a los Hermanos lo que es el espíritu de fe: La fe debe servir de luz y guía a todos los cristianos, para conducirlos y dirigirlos por el camino de la salvación; por lo cual dice san Pablo154 que “el justo », esto es, el verdadero cristiano, “vive de fe”; porque se guía y obra en todo por miras y motivos de fe; Por lo cual importa sobremanera que los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que tienen como fin de su Instituto educar a los niños encomendados
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Más adelante, la Colección al igual que la Regla de los Hermanos ponen el Nuevo Testamento leído, meditado, llevado consigo, como regla de juicio: Para adquirir este espíritu: Primero, los Hermanos de esta Sociedad tendrán profundísimo respeto a la Sagrada Escritura; y para manifestarlo, llevarán siempre consigo el Nuevo Testamento, y no pasarán ningún día sin leer algo en él, por sentimiento de fe, de respeto y de veneración a las divinas palabras que contiene (CT 11,1,3 et RC 2,3). Semejante comprensión de la Historia no nos es dada completamente elaborada, pasa por el encuentro con Dios, con su Verbo, con su Espíritu, pasa por el compartir con los Hermanos. El espíritu de fe es primeramente una búsqueda, sino un combate.
Diálogo con Dios, en la oración, en la meditación.
a su solicitud en el espíritu del cristianismo, y procurar inculcárselo, estén tan penetrados y tan llenos del espíritu de fe, que consideren los sentimientos y máximas de fe como regla de sus obras y de toda su conducta, y el espíritu de fe como el espíritu de su Instituto (CT 11,1,1). Conviene señalar también que para La Salle
La obra de Dios es el lugar de la salvación
“la fe” es la regla de conducta para “todos los cristianos”; y que para los Hermanos de las
La obra de Dios confiada a Juan Bautista de La Salle, la que se confía a los Hermanos es el lugar privilegiado de su santificación. Es inútil buscar en otro sitio que no sea “en los deberes de vuestro estado” trabajando en la obra de Dios, cumpliendo su voluntad, el camino para llegar a ser santos, es decir cumplir la propia
Escuelas Cristianas, el espíritu de fe se articula sobre el fin del Instituto: “educar a los niños que son confiados a sus cuidados en el espíritu del cristianismo”, “los sentimientos y las máximas de fe” se convierten en “la regla de sus acciones y de toda su conducta”.
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vocación cristiana. También aquí nos ¿Habéis encontramos con considerado las Meditaciones para hasta ahora la el tiempo del retiro así salvación de como con Las reglas vuestros alumnos que me he impuesto o como asunto la Colección de varios propio vuestro. trataditos: • Y la verdadera razón de esto es que, si cumplen bien la función de guías y conductores de las almas de quienes les están confiados, cumplirán igualmente bien sus obligaciones para con Dios; y Dios los colmará de tantas gracias, que se santificarán ellos mismos en la medida en que contribuyan todo lo que puedan a la salvación de los demás. • ¿Habéis considerado hasta ahora la salvación de vuestros alumnos como asunto propio vuestro, durante todo el tiempo en que estuvieron bajo vuestra guía? Pues tenéis ejercicios que se han establecido para vuestra propia santificación; con todo, si sentís celo ardiente de la salvación de los que estáis encargados de instruir, no dejaréis de hacerlos y de referirlos a esta intención.
Haciéndolo así, atraeréis sobre ellos las gracias necesarias para contribuir a su salvación, teniendo la certeza de que, si procedéis de ese modo, Dios mismo se encargará de la vuestra. En lo sucesivo, manteneos en estas disposiciones. (MR 205,2,2). • 3. Es buena norma de conducta no hacer distinción entre los asuntos propios de su estado y el negocio de la salvación y perfección propias, y convencerse de que nunca se asegura mejor la salvación ni se adquiere mayor perfección que cumpliendo los deberes del propio cargo, con tal de que se cumplan con la mira puesta en la voluntad de Dios. Intentaré tener esto siempre presente. (RP 3,0,3). • 8. Consideraré siempre la obra de mi salvación y del establecimiento y guía de nuestra Comunidad como la obra de Dios: por eso le dejaré a Él el cuidado de la misma, para no hacer lo que me corresponda en ella, sino por orden suya; y le consultaré mucho sobre todo lo que deba hacer tanto en una cosa como en la otra; y le diré a menudo estas palabras del profeta Habacuc: Domine, opus tuum. 155 (RP 3,0,8). • IV. No hagáis diferencia entre los deberes propios de vuestro estado y el negocio de vuestra
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La cuestión de la asociación
salvación y perfección. Tened por cierto que nunca obraréis mejor vuestra salvación, ni adelantaréis tanto en la perfección, como cumpliendo bien los deberes de vuestro estado, con tal que lo hagáis con el fin de obedecer a Dios. (CT 16,1,4). Para entrar plenamente en la identificación de los “deberes de vuestro estado” y de “los de vuestra salvación” evidentemente es necesario el diálogo con Dios en la oración, la meditación, el intercambio con las hermanas y hermanos que comparten nuestro itinerario.
Es otro de los grandes temas subyacentes en esta carta. Hemos visto que los Hermanos se encuentran, al menos, ante dos opciones en relación con su futuro. Según el canónigo Blain, en el caso de los Hermanos, cada comunidad local se ha vuelto autónoma y se auto-recluta, ya no existe noviciado común, la comunidad de París queda separada de las otras. La asociación ya no existe más que a nivel local. El “en cualquier lugar a que sea enviado o para desempeñar aquello a que fuere destinado” pierde especialmente mucha de su fuerza. Leyendo a Blain sabemos ya que todos los intentos de las autoridades locales (párroco de Versailles, corporación municipal de Mende) para reservarse en exclusiva un Hermano y quererlo mantener en su puesto, en contradicción con el Fundador, terminaron en catástrofes: pérdida de vocación, conflicto con La Salle, salida del Hermano. La otra opción es la que está en funcionamiento desde al menos 1694, con un compromiso votal singular: asociarse para tener las escuelas gratuitas, obedecer a los superiores y al “cuerpo de la sociedad” para cumplir la misión de la Sociedad, la estabilidad en esa misma misión;
Trabajar para la Iglesia
La carta de los Hermanos del 1º de abril de 1714 subraya la relación entre su compromiso, el del Fundador y la Iglesia. Lo que dicen de la Iglesia hace eco a la relación estrecha que Juan Bautista de La Salle presenta en las Meditaciones para el tiempo del retiro, entre las Escuelas Cristiana y la Iglesia, lo vimos anteriormente. Lo que podemos subrayar es que los Hermanos, aun cuando interpretan el papel de La Salle como el de hacer nacer y gobernar su Sociedad, afirman claramente que ésta está al servicio de la Iglesia, y que ese servicio es su razón de existir.
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sin voto de castidad, de obediencia o de pobreza en el sentido tradicional de estos procesos. Hay un noviciado común, una preparación profesional, un superior que no solamente acompaña a las comunidades sino que las modifica según las exigencias de la Misión de educar, unos Hermanos que son cambiables de una comunidad a otra, de una obra a otra. Sobre todo existe una espiritualidad común construida en torno a la Misión y a algunos textos fundadores: Regla, Guía de las Escuelas Cristianas, Meditaciones para el tiempo del retiro, con encuentros regulares entre los asociados: los retiros, y con el Superior: la rendición de conducta, a los que habrá que añadir los pasos del Superior o de los Visitadores designados por él… Todo ello con una objetivo pensado desde los comienzos: que un día el Superior sea un Hermano, alguien que “sea asociado y que haya hecho voto como nosotros y como todos los demás que se nos asociarán a continuación”156. Al pedir a La Salle que vuelva (a París) para “asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad”, los Hermanos eligen la segunda opción. La presencia de Juan Bautista de La Salle entre ellos, con ellos, es necesaria
para dar al proyecto carismático que les es propio, la forma que habían ideado en 1694.
La cuestión del gobierno
Cuando observamos más de cerca esta carta del 1º de abril de 1714 nos damos cuenta que la cuestión del “gobierno” de dicha Sociedad y el puesto que en ella debe ocupar Juan Bautista de La Salle es esencial. Casi toda la carta gira
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en torno a este tema. Ya lo hemos dicho, esta ‘nueva compañía’ carece aún de estatus, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil, es aceptada y reconocida a causa de los servicios que presta; además los Hermanos, su entorno eclesiástico, no sin segundas intenciones por parte de algunos, se hacen preguntas sobre su futuro. Por eso no resulta sorprendente encontrar tantas alusiones al ‘gobierno’ en la carta: Es de capital importancia el que vuelva a retomar las riendas y el cuidado de esta obra de Dios… … ha sido del agrado del Señor el servirse de usted para fundarla y guiarla desde hace tanto tiempo. Dios le ha dado y le da las gracias y los talentos necesarios para gobernar esta nueva compañía… Usted la ha guiado siempre con mucho éxito y edificación. … Le rogamos… asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad. La importancia del verbo “guiar” y de la expresión “tomar las riendas” es evidente. Finalmente, la conclusión de la carta, al menos en la versión difundida entre las comunidades, hace alusión explícitamente a esta cuestión del ‘gobierno’: “asumir de inmediato el gobierno general”.
Detrás de todo ello, está naturalmente la persona y hasta la personalidad de Juan Bautista de La Salle. Los Hermanos han comprendido que para completar el paso de una sociedad dirigida y animada por un personaje carismático, a una sociedad animada por un Hermano, apoyándose en “los principales Hermanos” conforme a la elección de 1694, la presencia activa y el compromiso del Fundador son indispensables para preservar el futuro evitando una forma de institucionalización demasiado precoz, centrada en la parroquia, y para que el carácter carismático de la empresa se mantenga. La pregunta implícita a la que intenta dar respuesta la carta del 1º de abril de 1714 podría ser esta: ¿Cuál es la articulación del “Cuerpo de la Sociedad” con el Fundador que actualmente responde mejor a la realización de la misión de la Sociedad de las Escuelas Cristianas? ¿Por qué es necesario, para los Hermanos, que el señor de La Salle vuelva a “asumir de inmediato el gobierno general de nuestra Sociedad”? Los Hermanos se han dado cuenta que las soluciones tomadas sin él, conducen a una parcelación excesiva de la Sociedad en pequeñas células aisladas, la universalidad del proyecto desaparece; el dinamismo que procura el mismo
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Patio de la escuela de París.
noviciado para todos y el impulso central de los responsables, al desaparecer, cambian la naturaleza y el estilo de vida de la Comunidad. Para recuperar la esencia de su misión y de su identidad: tener por asociación las escuelas gratuitas, la Sociedad de las Escuelas Cristianas necesita a Juan Bautista de La Salle, al menos
para hacerle realizar y llevar a término su novedad en la Iglesia y en el mundo. Y este tema del “paso” es igualmente candente hoy día: ¿Cómo pasar del Instituto volcado hacia la Misión de educar a los “hijos de los artesanos y de los pobres”, pero caracterizado también por la “vida religiosa” y sus estructuras,
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a una Fraternidad de Hermanos y de Laicos al
¿Dialogamos con Dios sobre la manera en que se realiza su obra? Por ejemplo sobre la cuestión candente de las vocaciones de Hermanos, ¿Seguimos esperando vocaciones para reproducir “los momentos gloriosos” de nuestro Instituto, ¡suponiendo que los haya habido!, o para dar respuesta a las necesidades de la Misión de educar hoy? Dicho de otra manera, ¿estamos convencidos, en la fe, que Dios continúa dándonos las vocaciones de Hermanos que necesitamos para nuestro tiempo? ¿Y que esta sobriedad que sentimos tan dolorosamente es quizás su voluntad, con el fin de llevarnos hacia los tiempos nuevos de la presencia lasaliana en el mundo? ¿Sabemos hablar de ello con los demás? ¿Y la Iglesia? ¿Cuál es su lugar en nuestros proyectos, en nuestros compromisos? ¿Construimos la Iglesia, o vamos por cuenta propia? ¿En qué medida somos también nosotros profetas, con el fin de hacer que la Iglesia se mueva, que cambien las orientaciones de la Iglesia? La Iglesia, son hombres y mujeres, una jerarquía ordenada… ¿Qué nos inspira la actitud de Juan
servicio de la misma Misión, que sea portadora del carisma lasaliano y signo en la Iglesia, para el mundo, especialmente para los jóvenes y los pobres alejados de la salvación? Todo ello manteniendo la fidelidad a nuestros orígenes.
En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los Lasalianos
¿Qué relectura hacemos de nuestras historias personales, locales, de Instituto? ¿Vemos en ellas la mano de Dios? ¿Qué lugar ocupa la fe en esa relectura? ¿Cuál es el lugar de la palabra de los ‘hermanos’, de la Palabra de Dios, de la comunión fraterna, en estos procesos? ¿Qué enfoque tenemos sobre el designio de Dios? ¿Sabemos reconocerlo y cómo conocerlo? ¿Sabemos hablar de él con los demás? La obra en la cual estamos implicados, ¿es nuestra obra o la obra de Dios? ¿Cuáles son los signos que nos muestran que es ciertamente la obra de Dios?
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Bautista de La Salle, de los Hermanos, en las situaciones conflictuales encontradas? ¿Sabemos hablar de ella con los demás? La Asociación hoy, ¿de quién depende? ¿De los religiosos Hermanos que hacen votos, de aquellos que están implicados en la Misión Lasaliana? ¿Quién detenta el carisma lasaliano de la Misión de educar a los jóvenes y los pobres, siguiendo y a la manera de Juan Bautista de La Salle, en el mundo, en la Iglesia? Si “la Asociación para la Misión” constituye el núcleo de nuestro carisma, ¿cómo darle vida, cómo manifestarlo? ¿Sabemos hablar de ello con los demás? Las cuestiones de gobierno actualmente están estrechamente vinculadas a las de la asociación para la Misión de educar, asociación vivida por los Hermanos y los Laicos, juntos. ¿Qué figura, qué lugar tomará la ‘Fraternidad Educativa La Salle’ en la Iglesia de Francia, pero también en el Instituto de los Hermanos, en Francia, y en el Instituto internacional?
Y puesto que, en algún momento, el proceso carismático tendrá que institucionalizarse, ¿qué combates estamos dispuestos a librar, qué gestiones tendremos que cumplir, qué sacrificios deberemos hacer para que esta Fraternidad exista para lo que quiere ser: portadora del carisma lasaliano? ¿Hermanos y Laicos Lasalianos juntos, ¿cómo volver a encontrar el carisma de los orígenes, transmitirlo y hacerlo vivir por aquellos o aquellas, Hermanos y Laicos, asociados para la Misión, que quieren compartirlo? ¿Qué rostro vamos a dar a este proceso? ¿Sabemos hablar de ello con los demás? Finalmente, ¿con el fin de inventar juntos nuestro futuro, sabremos hablar, para los jóvenes, para los pobres, para el Evangelio? ¿Sabremos estar presentes en la “cita de Parmenia”, con el fin de escuchar lo que el Espíritu nos dice, y continuar la historia de Salvación que se nos confía?
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¿DEBEMOS CONCLUIR? La carta del 1º de abril de 1714 se halla asociada a la evolución de las relaciones entre los Hermanos y Juan Bautista de La Salle. No es sólo la manifestación de una reacción de los Hermanos frente a una situación que les escapa o que les parece difícil controlar. La ausencia de La Salle, su prolongado silencio, las dudas que pueda tener sobre la lealtad de ciertos Hermanos con respecto él, han puesto en marcha una presión renovada por parte de aquellos que, desde el exterior, quieren hacerse con el control de la nueva Sociedad. En realidad en esta carta, los Hermanos manifiestan la calidad y la profundidad de las relaciones que existen entre ellos y con el Fundador. Ya no es sólo el reconocimiento de la capacidad carismática de La Salle, sino un testimonio: están como en sintonía con él, más allá de las distancias, más allá de los malentendidos. En 1684, los maestros supieron interpelar a La Salle sobre el talante de sus solidaridades con ellos y con la obra de Dios, al servicio de los pobres. En 1714, van mucho más lejos: le dan
una orden en nombre de la obediencia que han profesado juntos, porque está en juego el futuro de la obra de Dios y su coherencia. Este momento es importante en nuestra Historia la cual, recordémoslo una vez más, es Historia de Salvación: es el momento en el que los Hermanos indican al Fundador que son capaces de hacerse cargo de su futuro como Sociedad, como Comunidad al servicio de una misión singular en la Iglesia; y no es jactancia, Juan Bautista de La Salle puede calibrar, por el contenido de su misiva, la profundidad de su adhesión al proyecto que juntos llevan adelante. La carta del 1º de abril de 1714 marca una etapa decisiva en el proceso de autonomía de los Hermanos, con respecto al Fundador, una autonomía, no para separarse, sino para tomar a su cargo un proyecto: el de la Sociedad de las Escuelas Cristianas, y llevarlo a buen fin. Al pedir con tanta fuerza al Fundador que vuelva para asumir el gobierno de su Sociedad, alejan a aquellos que buscaban apropiarse de la obra común y confirman
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en sus orígenes, puesto que recurren a lo que les ha constituido como cuerpo al servicio de la obra de las Escuelas Cristianas, en 1694, el 6 de junio con los votos para siempre – entre ellos el voto de obediencia al “cuerpo de la Sociedad” – y el 7 de junio con la elección de Juan Bautista de La Salle como superior, y la cláusula de que después de él, el Superior será un Hermano. Han sabido llevar a buen término el diálogo que mantenían con Juan Bautista de La Salle sobre el futuro de la Sociedad, sobre el futuro de la Asociación para tener las escuelas gratuitas, no mediante argumentos jurídicos, estableciendo estatutos, sino compartiendo y renovando en profundidad los lazos humanos y los lazos espirituales que los unen. Su futuro estará en continuidad con lo que han vivido hasta entonces. La carta del 1º de abril de 1714 pone en marcha al “Cuerpo del Instituto”; es, en sí misma, acción de dicho Cuerpo. Es expresión de la Asociación para tener las escuelas gratuitas pues es ciertamente gracias a que los Hermanos y Juan Bautista de La Salle se han asociado para hacer llegar el Reino de Dios entre “los hijos de los artesanos y de
Vista sobre la cruz de Parmenia.
sus opciones originales: “En el futuro y para siempre…”. Están en comunión espiritual con el Fundador. Se han vuelto hacia él. Y realizan ese proceso volviendo a sumergirse
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los pobres”, que pueden hablar, que pueden hablarse y reconocerse. Entonces, ¿debemos concluir? Ciertamente no, pues esta historia de nuestros orígenes es también nuestra historia actual y la estamos continuando, no se detiene en 1714 o en 1719 o en 1725 o en 1904 o en 1966… Nos corresponde a nosotros vivirla y escribirla en 2014, con aquellos o aquellas que comparten el carisma que nos legó Juan Bautista de La Salle: la Fraternidad para cumplir la obra de Dios con los jóvenes, en favor de los pobres. Nuestros Hermanos del siglo XVIII nos han dado una oración que se ha dicho en nuestras
comunidades hasta 1966, uno podría pensar que este texto también se hizo eco de la oración que el Fundador dio a los Capitulares del Primer Capítulo General (1717). Esta oración dirigida al Espíritu Santo hace de la asociación, un enfoque universal: Espíritu Santo, desciende sobre nosotros para santificarnos, llena nuestros corazones de tu santa gracia y enciende en nosotros el fuego de tu divino amor; y así como has unido un gran número de diferentes naciones en una misma fe, confírmanos también en la fe y en la unión que nos has dado y que no podemos conservar más que gracias a ti. Hermano Jean-Louis SCHNEIDER Caluire, Navidad 2013. Traducción: Hno. José Martínez Ramos
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NOTAS sona conocida que en la del que no se conoce (RU 0,0,13). Puesto que la urbanidad exige que se tenga y manifieste con unos cierto respeto particular que no se debe, y hasta podría ser descortés, manifestarlo a otros; cuando se encuentra o conversa con alguien, hay que prestar atención a su calidad, para tratarlo y actuar con él de acuerdo con lo que pide su calidad. (RU 0,0,13). También hay que considerarse a sí mismo y lo que uno es, pues quien es inferior a otros tiene obligación de mostrar sumisión a los que le son superiores, ya por su nacimiento, o por su empleo, ya por su calidad, y manifestarles mucho más respeto que el que les mostraría otro que fuera igual que ellos. (RU 0,0,14). Por ejemplo, un campesino debe mostrar externamente más reverencia a su señor, que un artesano que no dependa de él; y este artesano debe mostrar mucho más respeto a dicho señor que un gentilhombre que fuera a visitarlo. (RU 0,0,14).
1 Sobre este personaje, ver más adelante, ‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una crisis con los Hermanos?, p. 13-16. 2 Para lo esencial de mi objetivo me apoyaré sobre el relato de Blain (CL 8. Capítulos IX a XIII del Libro tercero de su biografía; así como sobre el texto del Hermano Henri Bedel, ORÍGENES. 1651 – 1726. Un tiempo de incertidumbres, p.142 a 151. La biografía del canónigo Jean Baptiste Blain es la más detallada y la más circunstanciada. No obstante sus opciones religiosas y hagiográficas así como su eclesiología y su dramatización de los hechos no dejan de plantear algunos interrogantes. El recurso a la biografía escrita por el sobrino de Juan Bautista de La Salle, dom François-Élie Maillefer (edición de 1980) ( JM Valladolid, Tomo I.) , será útil para equilibrar el texto de Blain. 3 Carta al Hermano Gabriel Drolin del 5 de diciembre de 1716, LA 32,6.
7 Frère Jean Pungier, Cahiers Lasalliens 58, 59, 60, La Civilité de Jean-Baptiste de La Salle, Ses sources. Son Message. Roma 1996, 1997, 2000.
4 MF 160,3,2. 5 MR 207,3,1. 6 Lo que escribió: Hay cosas, incluso, que la cortesía exige en unos sitios particulares y que en otros lugares están totalmente prohibidas; pues lo que se debe hacer en la casa del rey o incluso en su cámara, no se debe hacer en otros lugares, ya que el respeto que se debe profesar a la persona del rey exige que en su casa se tengan ciertas atenciones que no es necesario observar en la de un particular. (RU 0,0,12). También hay que comportarse de manera distinta en la casa propia que en las casas de los otros; y en casa de per-
8 Es un libro de lectura para los alumnos ya avanzados en ese campo, es decir que dominan la lectura corriente. 9 Ver Frère Jean Pungier, CL 58, « De l’éducation chrétienne des enfants », de l’abbé Alexandre Varet, p. 270 a 284; en CL 59, p. 209 – 211. 10 DC 30,4. Instrucción 4, Para el tiempo de carnaval. 11 Ver DC 1, 205,0, 9-11 ; 206,0,11-15 ; 206,0,2-9 ; 207,0,7 ; 209,0,8-9 ; 210,0,3.
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12 Blain, CL 8, p. 72.
22 Así sucede con Jean-Louis de La Salle, canónigo de Reims, hermano del Fundador, o con Dom François-Élie Maillefer, benedictino, su sobrino y su biógrafo.
13 Entre otros, declarar la guerra a su nieto, el rey Felipe V, para expulsarlo del trono de España, Luis XIV dice que son “condiciones contrarias tanto a la justicia como al honor del nombre francés”.
23 Estas posiciones se volverán a encontrar en las divisiones de la Orden del Clero durante los Estados Generales de 1789, y sobre todo en la Constitución Civil del Clero en 1790.
14 Frère Henri Bédel, ORIGINES. 1651 – 1726: Les écoles pour les enfants des « Nouveaux convertis », p. 137 à 141.
24 Ver las Memorias de la corte de Luis XIV del duque de Saint-Simon.
15 Blain, CL 8, p. 81-82.
25 Ver Frère Augustine Loes, The First De La Salle Brothers 1681-1719, (USA, 1999), traducción al francés, Frère Jean-Louis Schneider, Les premiers Frères de Jean-Baptiste de La Salle, 1681-1719, en la página Web de los Archives del Distrito de Francia, 2013.
16 Según la expresión de Emmanuel Le Roy Ladurie en Histoire du climat depuis l’an Mil, Primer volumen, p. 156, Champs / Flammarion, 1996. 17 Blain, CL 8, p. 59-60.
26 Ver Frère Félix-Paul. FSC. LES LETTRES DE SAINT JEAN-BAPTISTE DE LA SALLE. Edición crítica. Procure Générale. París.1954, p. 218. Nota 3.
18 Blain, CL 8, p. 86. 19 Notemos que los luteranos como los calvinistas son tanto, sino más agustinianos. Por tanto no es una excepción católica.
27 Ver más adelante, p. 27-34: “Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para...”
20 Recordemos que los “Parlamentos” bajo el Antiguo Régimen son ante todo tribunales de justicia civil y penal, sus miembros no son elegidos, sino que compran su cargo de juez, el cual puede transmitirse de padre a hijo. Están también encargados de registrar las leyes o los edictos emitidos por el rey, y de verificar que no entren en contradicción con otras leyes, en cuyo caso pueden emitir ‘remontrances’ (recriminaciones). Era sobre esta disposición sobre la que se apoyaban para oponerse al poder real. El Parlamento más importante es el de París, su jurisdicción abarca los 3/5 del reino.
28 Ver más adelante, p. 43-45, algunos elementos de información sobre el Hermano Irénée. 29 Para cualquier información sobre los primeros Hermanos, ver: Augustine Loes FSC. The First De La Salle Brothers. 1681-1719. 1999. Christian Brothers Conference. USA, sobre el Hermano Barthélemy: p. 167 a 200 de la traducción en francés. 30 El Hermano Gabriel Drolin está en Roma. 31 “Compañía” hace pensar también a la “Compañía de Jesús”, familiarmente los “Jesuitas”.
21 Por eso, hasta cuando se trata de cuestiones teológicas, el pequeño juego político continúa; el hecho de estar animado por el papado no por ello realza el nivel.
32 Ver Frère Augustine Loes, The First…, traducción en francés: sobre el Frère Michel, p. 74-76.
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33 San Vicente de Paúl dirá a sus Hijas de la Caridad, para caracterizar su modo de vida: “No teniendo más monasterio que la casa de los enfermos, por celda una habitación de alquiler, por capilla la iglesia parroquial, por claustro las calles de la ciudad, por clausura la obediencia, no teniendo que ir más que a las casas de los enfermos o a los lugares necesarios para su servicio, por reja el temor de Dios, por velo la santa modestia… deben tener mucha más virtud que si fuesen profesas en una orden religiosa”. (Citado por Bernard HOURS, en L’Église et la vie religieuse dans la France moderne, XVIe – XVIIIe siècle, p. 193, PUF, 2000). Nicolas Barré tiene una posición semejante cuando escribe en los Estatutos y Reglamentos de las Escuelas Cristianas y de caridad del Santísimo Niño Jesús: “Vivirán en comunidad, sin hacer votos ni guardar clausura, bajo la guía de un superior o superiora, al cual estarán obligados a obedecer con puro y santo amor, y con la resolución de permanecer en unión de espíritu, de corazón y de empleo, con todas las personas de esas escuelas de caridad, donde nadie será admitido ni recibido, si no tiene estas santas disposiciones” (Nicolas Barré, Œuvres Complètes, p. 172-173, Cerf, 1994). Nicolas Barré se dirige aquí tanto a los Hermanos como a las Hermanas que ha fundado. Ahora bien, Barré es uno de los principales inspiradores de La Salle, en particular en los comienzos de Reims. Vivir así, en comunidad, con un proyecto común, con las apariencias exteriores de la vida religiosa pero sin hacer los votos de religión era ciertamente una manera de existir para las “comunidades nuevas”, de hombres y mujeres, de la época. La sociedad civil y la Iglesia aceptaban estas modalidades, sin tratar de legislar para ellos, pero siempre bajo la supervisión de un clérigo. Obsérvese también que las “comunidades nuevas”
masculinas son habitualmente clericales, aun cuando contengan también “hermanos”. La “Comunidad de las Escuelas Cristianas”, con su exclusividad de laicos y su opción ‘universal’, es pues una excepción en la época. Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11, L’Institut des Frères des Écoles chrétiennes à la recherche de son statut canonique : des origines (1679) à la bulle de Benoît XIII (1725), Capítulo VIII, Las primeras coordenadas jurídicas de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, p. 102-107 ; Roma, 1962. 34 Ver CL 11, p. 128 a 130. El Hermano Maurice-Auguste cita el texto de los Hermanos de Rouen in-extenso. 35 Ver Hermano Maurice-Auguste, Cahiers Lasalliens 11. Ver también Hermano Michel Sauvage, Cahiers Lasalliens 55, Jean-Baptiste de La Salle et la Fondation de son Institut. Frères consacrés en Église pour le Monde, La consagración de los votos en los orígenes, p. 155 à 193. Roma, 2001. 36 Ver MF 60, Para el 7º domingo después de Pentecostés. Que la santidad no consiste en el hábito, sino en las acciones. 37 Blain, CL 8, p. 72. Desafortunadamente esta memoria no ha llegado hasta nosotros. 38 El abate Jean-Charles Clément es hijo de Julien Clément, cirujano de Louis XIV y ennoblecido por haber logrado llevar a buen fin los partos de varias princesas reales. Jean-Charles Clément no es sacerdote, sino clérigo tonsurado con el fin de cobrar las rentas de la abadía de Saint-Calais (en el departamento de la Sarthe; en el siglo XVII: la provincia del Maine). Posteriormente, el abate Clément acabará mal, implicado en asuntos de falsificación de moneda en la época de Law, será destituido de la nobleza y condenado a muerte, conmután-
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dosele la pena por encarcelamiento en una fortaleza (Pierrecize, en la salida norte de Lyon).
40 Ver Blain, CL 8, p. 74.
51 Blain, CL 8, p. 79. Una vez más, Blain se coloca en el papel de su héroe y le hace hablar. Maillefer, por su parte, no habla en modo alguno de esas circunstancias y del malentendido. Pero Blain está ciertamente mejor documentado que el benedictino.
41 Ver Blain, CL 8, p. 74.
52 Blain, CL 7, p. 284-285.
42 Ver Blain, CL 8, p. 73-74.
53 Blain, CL 8, p. 80.
43 Ver Blain, CL 8, p. 76.
54 Maillefer no sitúa en absoluto este viaje en un clima de tensión o de huida: “Estaba tan poco preocupado por sus negocios temporales, que en el mismo tiempo en que se le perseguía con más calor para hacerle dejar esa casa, se marchó para visitar sus nuevas escuelas en Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 252). JM Valladolid, Tomo I, p. 551.
39 Blain, CL 8, p. 72 à 76.
44 Durante el Antiguo Régimen, la autoridad paterna se ejerce hasta los veinticinco años para las hijas y treinta años para los varones. La mayoría de edad es a los veinticinco. Ver el artículo « MAJORITÉ » en el Dictionnaire du Grand Siècle, Fayard, 1990, p. 946, artículo firmado por François BLUCHE.
55 Sobre el tema de los peligros corridos por el Fundador durante estos viajes, Maillefer es tan alarmista como Blain, aunque sea menos explícito. Ver Maillefer, 1980, p. 252. JM Valladolid, Tomo I, p. 551.
45 Blain, CL 8, p. 77. En aquella época, en este tipo de asuntos, los procedimientos son siempre escritos, y no existe alegato, los jueces deciden sobre los documentos. 46 Blain, CL 8, p. 78.
56 Blain, CL 8, p. 81 à 83.
47 Blain, CL 8, p. 79.
57 Blain, CL 8, p. 82.
48 A lo largo de todo su escrito, a propósito del “enemigo del santo”, Jean-Baptiste Blain embarulla las cosas a placer, con el fin de no dar a conocer la identidad de este personaje a sus lectores, hasta el punto que a veces podemos preguntarnos si no se trata de una figura literaria cómoda para explicar los fracasos y las dificultades del Fundador.
58 Blain, CL 8, p. 84. El comentario de Maillefer es interesante: “Establece un noviciado en Marsella. La disposición favorable que encontró en estas personas en apoyo de su Instituto, le llevó a pensar en establecer también un noviciado en Marsella. Se sintió más inclinado a la idea al ver que este establecimiento le facilitaría el medio para formar sujetos salidos del país mismo, que podrían estar en mejores condiciones de producir fruto que aquellos a quienes pudiera enviar, que no se adaptaban al aire y a las costumbres de la Provenza”. (Maillefer, 1980, p. 255) JM Valladolid, Tomo I, p. 553. El biógrafo subraya bien las diferencias
49 Maillefer, (1980), p. 251-252. Maillefer ni siquiera da el nombre del principal protagonista, el abate Clément, mientras que Blain dedica a esta historia todo el capítulo IX de su tercer libro (p. 72 à 81). 50 Blain, CL 8, p. 79.
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culturales. También se extiende bastante más que Blain sobre este noviciado. (Maillefer, 1980, p. 255 et 256). JM Valladolid, Tomo I, p. 553 y 554.
ciedad de las Escuelas Cristianas. En fe de lo cual firma las presentes. Dado en París, el dieciséis de noviembre de mil setecientos once. De La Salle. (LA 137).
89 Blain, CL 8, p. 85. Según Maillefer: “Las escuelas se multiplican en Marsella. Sin embargo su noviciado se aumentaba todos los días y tenía razón para prometerse un éxito mayor que lo imaginado. Quienes habían sido los primeros impulsores no descuidaban nada para sostenerlo y ellos mismos trabajaban en extender y multiplicar las escuelas gratuitas en la ciudad, donde habían tenido cuidado de dotarlas de fondos, cuyo único fin era poner en ellas a los Hermanos. Es cierto que aún quedaron varias parroquias desprovistas de esta ayuda. Se convino establecerlas en ellas. Se comprometió con este fin a un padre jesuita que predicaba en la parroquia de San Martín, para que exhortara a su auditorio a colaborar con tan buena empresa. Le escucharon favorablemente y todos quisieron contribuir, de manera que muy pronto los fondos fueron suficientes para comenzar”. (Maillefer, 1980, p. 256) JM Valladolid, Tomo I, p. 553.
El Hermano Augustine Loes comenta así este documento: “El Fundador, probablemente, preparaba entonces su viaje hacia Marsella y las demás comunidades de Provenza. Otorga una muy amplia autoridad al Hermano Joseph sobre las comunidades al Norte del Loira, con excepción de París, donde el Hermano Barthélemy residía con los Novicios. Muestra así la grandísima confianza que tenía en este Hermano”. (The First…, p. 81 de la traducción francesa). 63 Blain, CL 8, p. 85. 64 Blain, CL 8, p. 87. 65 Blain, CL 8, p. 86. Maillefer relata acontecimientos semejantes bajo el título: “Relajación de varios Hermanos » (Maillefer, 1980, p. 257). JM Valladolid, Tomo I, p. 554. 66 Blain, CL 8, p. 87.
60 LA 22,9, al Hermano Gabriel Drolin, en una carta con fecha del 16 de abril de 1706. Sin embargo, habrá que esperar a 1723 para que esa previsión se realice.
67 En 1720, este obispo será uno de los héroes de la última epidemia de peste conocida en Francia, epidemia que se desarrollará a partir de Marsella.
61 Blain, CL 8, p. 84.
68 Blain, CL 8, p. 88. Para Maillefer, las razones de la retirada de Monseñor de Belsunce son las mismas que las presentadas por Blain: “Se indispone al señor obispo de Marsella sobre este asunto” (Maillefer, 1980, p. 259). JM Valladolid, Tomo I, p. 555.
62 He aquí el texto de su obediencia: “El que suscribe, sacerdote, doctor en Teología, Superior de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, declara a todos aquellos a quienes corresponda, que envía a nuestro carísimo Hermano Joseph, de la citada Sociedad, a visitar las casas de Moulins, de Dijon, de Troyes, de Reims, de Rethel, de Laon, de Guise, de Calais, de Boulogne, de Rouen, de Saint-Yon, de Darnétal, de Chartres, de Versailles et de Saint-Denis, dependientes de la citada So-
69 Según Maillefer, sería el párroco de San Martín quien estaría en el origen de tales dificultades: ver Maillefer, 1980, p. 258-260 JM Valladolid, Tomo I, p. 555-557.: “El señor cura de esta parroquia… no gus-
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Salle cede a la tormenta y se retira a la ermita de San Maximino” y “Desea terminar allí sus días”.
taba de muchas de las prácticas que se usaban entre los Hermanos, para la instrucción de los niños, obstaculizó secretamente este proyecto (p. 258). Pero ¿de dónde obtuvo Maillefer esta información?
80 Blain, CL 8, p. 98. 81 Maillefer, 1980, p. 264. JM Valladolid, Tomo I, p. 558.
70 Ver Maillefer, 1980, p. 261 (sobre el noviciado y los famosos panfletos difamatorios).
82 Blain, CL 8, p. 98 – 99. Maillefer no hace mención del segundo paso por Mende. Según él, Juan Bautista de La Salle va directamente de Marsella (la Sainte-Baume) a Grenoble. Ver Maillefer, 1980, p. 268: “1714. Se retira a Grenoble”. JM Valladolid, Tomo I, p. 560.
71 Blain, CL 8, p. 93. Maillefer califica a estos Hermanos de “temerarios” (Maillefer, 1980, p. 261-262). 72 Blain, CL 8, p. 93 – 94. Ver también Maillefer, 1980, p. 266-267. 73 Blain, CL 8, p. 94.
83 Blain, CL 8, p. 100. Ver también Maillefer, 1980, p. 269-270.
74 VH 1,0,2.
84 Blain, CL 8, p. 99. Lo cual hace aparecer este tiempo de Grenoble como una “refundación”: en Reims, en los comienzos el señor de La Salle vivía de la misma forma. Ver Blain, CL 7, p. 182, 229-230.
75 Blain, CL 8, p. 96. 76 Blain, CL 8, p. 96. Maillefer escribe: “Comenzó a pensar si su empresa venía de Dios. Recurrió a la oración, pero no experimentaba ya aquellos favores que solían suavizar sus penas en medio de la tentación”. (Maillefer, 1980, p. 263). JM Valladolid, Tomo I, p. 557.
85 Ver Blain, CL 8, p. 104. Según Blain, CL 8, p. 54, Juan Bautista de La Salle habría conocido a Jean d’Yse de Saléon en San Sulpicio. No puede haber sido en el seminario pues Yse de Saléon nació en 1671 y La Salle fue estudiante allí de 1670 a 1672 (Hermano Saturnino Gallego, Vida y Pensamiento de San Juan-Bautista de La Salle, p. 76, nota 86).
77 Ver la Meditación 20, para el 4º domingo de Cuaresma: “Del abandono a Dios en las penas y las sequedades” y la Meditación 71 para el 18º domingo después de Pentecostés: “De los medios con que pueden curarse las enfermedades espirituales, tanto voluntarias como involuntarias”.
86 Maillefer, 1980, p. 274, hace del “Señor cura de Saléon, el señor del lugar”.
78 Más adelante, descubriremos que piensa lo mismo con respecto de París: es su misma persona la causa de las dificultades encontradas por el Instituto y más vale desaparecer. No volverá a París hasta que sus “enemigos” hayan fallecido.
87 Blain, CL 8, p. 103 – 105. Ver también Maillefer, 1980, p. 273 à 276. En su relato, Maillefer no admite más que quince días de presencia de Juan Bautista de La Salle en la colina de Parmenia: “Y después de haberse ayudado mutuamente con sus saludables consejos, durante los quince días que pasó en aquella soledad,
79 Blain, CL 8, p. 97. Ver Maillefer, 1980, p. 262-263. JM Valladolid, Tomo I, p. 557-558: “El señor de La
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retirado de la casa y el menos cómodo, para dedicarse en él a la oración. Permaneció así varios meses, desconocido y como olvidado, sin recibir a nadie y sin hacer visitas, saliendo de él sólo para asistir a los ejercicios regulares, a las horas señaladas”» (Maillefer, 1980, p. 268). JM Valladolid, Tomo I, p. 560. “Regresa a Grenoble donde vive escondido. Volvió a su soledad, repleta su mente de las cosas edificantes que acababa de dejar, y redobló su amor por el recogimiento y el silencio, del cual acababa de ver ejemplos tan sensibles. Dejaba de lado todo lo que podía distraerle de la oración. Empleaba en ella la mayor parte de su tiempo, de manera que se tenía la certeza de encontrarle en el oratorio. Y aunque tuviera algún asunto urgente, no se dispensaba de dedicar a la oración la mayor parte del día” (Maillefer, 1980, p. 270). JM Valladolid, Tomo I, p. 561.
regresó a Grenoble…” (p. 275). JM Valladolid, Tomo I, p. 564. Ver también Cahiers Lasalliens 57, p. 80. La ermita de Parmenia tenía un capellán, el padre Joachim Bottu que residía allí desde 1712. 88 En aquella época se solía confundir a María Magdalena con María, la Hermana de Marta y de Lázaro. No obstante en la meditación 144 de Juan Bautista de La Salle, “sobre María Magdalena”, esta confusión no aparece. María Magdalena es una de las santas mujeres sobre cuya vida le gusta meditar a la Escuela Francesa de espiritualidad, el cardenal Bérulle escribió una Elevación sobre santa Magdalena que figura en sus Obras Completas, tomo 8, p. 411 a 494, Cerf, 1996. La Meditación 147, de Juan Bautista de La Salle trata sobre santa Marta. 89 Blain, CL 8, p. 97; Maillefer, 1980, p. 265 JM Valladolid, Tomo I, p. 559: “Es cierto que durante el tiempo en que sintió mayor agitación, con pensamientos contradictorios por los asuntos que le suscitaban sin descanso, tuvo varias veces la idea de retirarse a alguna parroquia de París para dedicarse únicamente a la conversión de los pecadores, hacia los cuales sentía mucha inclinación, y abandonar enteramente su Instituto en manos de la Providencia.
92 Blain, CL 8, p. 101. Maillefer (1980, p. 270) JM Valladolid, Tomo I, p. 561. es mucho más sucinto sobre este episodio: “Da clase en Grenoble. Sin embargo, se vio obligado a ceder durante algún tiempo, por la necesidad de la escuela. El Hermano que estaba encargado de la escuela de la parroquia de san Lorenzo emprendió, por orden suya, un viaje largo por asuntos del Instituto; él se vio obligado a reemplazarle durante la ausencia y le sustituyó en la clase. Se aplicó a instruir a los niños con una atención y una caridad que se podía dejar de admirar. Los padres quedaron muy edificados por ello, y concibieron tan alta idea de su virtud que desde entonces sólo le llamaban el santo sacerdote”. Según él, se trata de un episodio educativo molesto (“se vio obligado…”) que distrae al Fundador de sus actividades ascéticas o intelectuales.
90 Sorprendente, este diálogo, reconstruido por Blain, con esta pastora que no sabía leer y que, evidentemente, no hablaba el francés del Norte sino una patois cercano al latín. 91 Blain, CL 8, p. 99. Ver también Maillefer, 1980, p. 268, 270. « Se retiró a Grenoble, donde encontró a los Hermanos en gran paz, y resolvió permanecer con ellos el mayor tiempo que fuera posible. Escogió el lugar más
93 Blain, CL 8, p. 101.
107
94 Blain, CL 8, p. 102. Esta edición corregida fue rechazada por el impresor (en el contexto de la crisis jansenista con la promulgación de la bula Unigenitus, sería por temor a los problemas) y no ha llegado hasta nosotros. Ver Maillefer, 1980, p. 271. Por lo demás no sabemos demasiado cuales serían “las otras obras” en las que habría trabajado La Salle. Sobre esta edición rechazada, ver Cahiers Lasalliens 20, p. V-VIII.
díscolos” que el Barthélemy, apoyado por los Hermanos más acreditados, tuvo que despedir (Maillefer, 1980, p. 277-278) JM Valladolid, Tomo I, p. 565. 99 Blain, CL 8, p. 108. El análisis del biógrafo, aunque dramatiza los hechos, finalmente es muy justo: Blain subraya los desafíos y los riesgos de la situación que la ausencia y el silencio prolongados del señor de La Salle están provocando.
95 Blain, CL 8, Capítulo XII.
100 Blain, CL 8, p. 111. El biógrafo utiliza muy bien la comparación con las comunidades femeninas.
96 Maillefer es muy discreto sobre esta crisis institucional de París y sus repercusiones: Maillefer, 1980, p. 277 à 280. JM Valladolid, Tomo I, p. 564-567. Señala que las casas “de París y de las otras provincias sufrían mucho por su prolongada ausencia” (p. 277) (p. 564), la gestión del Hermano Barthélemy para establecer un sistema de superiores eclesiásticos “podía tener consecuencias perjudiciales para el Instituto” (p. 278) (p. 565). A diferencia del canónigo Blain, Maillefer no habla en parte alguna de ningún “enemigo oculto del santo” que hubiese querido adueñarse de su obra y dejar de lado, al menos en las obras sulpicianas, al señor de La Salle.
101 Blain, CL 8, p. 112. 102 Recordemos que Godet des Marets es pariente de Madame de Maintenon y uno de los que le ayudaron a establecer la Casa de Educación de Saint-Cyr para las jóvenes de la nobleza pobre. 103 Blain, CL 7, p. 370. 104 Según toda probabilidad, Juan Bautista de La Salle consultaba antes de aceptar la apertura de una nueva comunidad: a eclesiásticos amigos, a los Hermanos. Podía también enviar a un Hermano como avanzadilla: Mende, Brest… aún a riesgo de tener que retirarlo si las cosas no funcionaban, como en Guipavas (Brest). El Hermano Barthélemy procede de la misma manera, reúne a los Hermanos veteranos más cercanos: Blain, CL 8, p. 111 (los “principales de entre los Hermanos”; Maillefer, 1980, p. 278 JM Valladolid, Tomo I, p. 565 (los “más acreditados de la comunidad”).
97 Blain, CL 8, p. 107-108. Maillefer confirma implícitamente que Juan Bautista de La Salle no otorgó ningún poder particular al Hermano Barthélemy al partir en 1712: “El Hermano Barthélemy, a quien el señor de La Salle había encargado del cuidado de su noviciado de París en su ausencia…” (Maillefer, 1980, p. 277) JM Valladolid, Tomo I, p. 565. No obstante, el biógrafo familiar no se extiende mucho sobre este hecho, estando globalmente de acuerdo con Blain sobre los inconvenientes de esa ausencia de precisión a propósito del superior de los Hermanos de París.
105 Blain, CL 8, p. 113. Eso es afortunadamente lo que sucederá con la elección del Hermano Barthélemy como Superior General de los Hermanos en 1717, pero fue posible gracias a la presencia del Fundador entre los Hermanos.
98 Maillefer lo confirma al hablar de “algunos sujetos
108
106 Blain, CL 8, p. 113. Blain parece aquí muy crítico y hasta bastante duro con el Hermano Barthélemy: “no se puede excusar la debilidad” (la debilidad no es una excusa). Más tarde hará su elogio en su Abrégé de la vie du Frère Barthélemy, premier Supérieur Général de la Société des Frères (CL 8). Después de la elección del Hermano Barthélemy y la muerte de La Salle, Blain continuará siendo el superior eclesiástico de los Hermanos de Rouen y de Saint-Yon, y será a él a quien acuda el Hermano Timothée para escribir una biografía oficial del Fundador.
114 Blain, CL 7, p. 186 115 Blain, CL 7, p. 187; ver también la Meditación 67, para el 14º domingo después de Pentecostés: “Del abandono en la Providencia”. 116 Blain pone comillas a lo largo de todo este pasaje, y hace hablar directamente a su personaje, pero Juan Bautista de La Salle, ¿habrá dejado algún documento escrito de esas reflexiones o es una reconstrucción imaginada por el biógrafo? 117 Blain, CL 7, p. 187-188. También aquí, Blain hace hablar a los maestros, cuando no dispone de ningún testimonio directo sobre el cual pudiera apoyarse para defender tales opiniones. A menos que los mismos pertenezcan a alguna ‘memoria’ (la ¿memoria de los comienzos?) dejada por Juan Bautista de La Salle.
107 Blain, CL 8, p. 114. 108 Estos “principales Hermanos” aparecen nuevamente en la carta del 1º de abril de 1714 y en diversas otras ocasiones a partir de este episodio. 109 Blain, CL 8, p. 115 - 116. Evidentemente nos podemos preguntar sobre la historicidad de esta reconstrucción de Blain, no estaba en París y escribía veinte años después de los acontecimientos.
118 Según los términos de Blain, CL 7, p. 188.
110 Maillefer, 1980, p. 279, JM Valladolid, Tomo I, p. 566 habla de este asunto como de un “éxito”.
121 Ver la Regla de los Hermanos de 1987, n° 53; Blain, CL 7, p. 240-241.
111 Blain, CL 8, p. 111.
122 Al comportarse de ese modo, Juan Bautista de La Salle se desmarca radicalmente de las costumbres sociales de su tiempo: el oficio, el estado de vida son vividos como hereditarios. Se debe seguir el camino trazado por la familia. De ahí el apego de los artesanos y de los comerciantes a las corporaciones: así se facilita al máximo el acceso del hijo a la profesión del padre. Lo mismo sucede en la Iglesia con la transmisión de beneficios o cargas pastorales de tío a sobrino (obispado, parroquia). Así sucedió ciertamente con la renuncia de la canonjía del canónigo Dozet en favor de Juan Bautista
119 Blain, CL 7, p. 188-189. 120 Blain, CL 7, p. 191-192.
112 Blain, CL 8, p. 149. Si se sigue la cronología de Blain, esta carta del abate Vivant, con fecha del 4 de abril de 1714, que mantiene el statu quo antes en lo concerniente a la Regla, es posterior en algunos días al correo que los principales Hermanos dirigen a La Salle. 113 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 178-181, el estudio del Hermano Michel Sauvage que sitúa en paralelo el relato de Blain y el texto de la carta de los Hermanos del 1º de abril de 714.
109
de La Salle, su primo segundo. Y el Fundador al renunciar a esa misma canonjía en favor del abate Faubert y no de su hermano Jean-Louis, rompe uno de los vínculos mejor establecidos en la sociedad del siglo XVII. No debe pues sorprendernos la violencia de las reacciones familiares, y de su medio social en general. Es un patrimonio que se escapa, es un poderoso indicador de identidad que sale de la familia, es un empobrecimiento simbólico.
128 Esta lectura parte de la intuición que los Hermanos, al igual que el Fundador, sabían utilizar los recursos de la retórica para presentar su argumentación. El aprendizaje de la retórica se impartía en los colegios, y varios Hermanos, habiendo seguido esa materia escolar, estaban capacitados para utilizarla. El estudio de los textos de La Salle con las técnicas de los estudios literarios no tiene nada de fútil y los resultados pueden resultar muy fecundos para comprender e interpretar su pensamiento.
123 Blain. Abrégé, CL 8, p. 19.
129 Ver en Cahiers Lasalliens 57, p. 142-145, un estudio del Hermano Michel Sauvage sobre las eventuales identidades de esos “principales Hermanos”.
124 Maillefer, en sus dos biografías, cita este texto en los términos de la versión que ha circulado entre las comunidades, pero poniéndole fecha del 1º de abril de 1715. Por lo demás todo su relato sobre este tema sucede en 1715, ahora bien sabemos con certeza que Juan Bautista de La Salle estaba de regreso en París entre el 17 de julio de 1714 (carta del Hermano Barthélemy al Padre Martineau, párroco de Mende que habla del paso del Señor de La Salle por Mende) y el 5 de octubre d 1714 (carta del señor de Brou al señor Martineau que le dice que el señor de La Salle ha vuelto a París); ver Hermano José-María Valladolid, LASALLIANA N° 31, CHRONOLOGIE LASALLIENNE, Roma, 1994, p. 199 et 200.
130 “Nosotros los infrascritos, Hermanos de las Escuelas Cristianas, reunidos en la casa de Saint-Yon, para ocuparnos de lo que es más urgente con respecto al bien de nuestro Instituto, viendo que, desde hace casi un año, el señor de La Salle, nuestro Fundador, a causa de sus achaques no está en condiciones de ocuparse de ello, hemos juzgado conveniente y hasta creído necesario que el Hermano Barthélemy, encargado del gobierno de nuestra Sociedad desde hace varios años, vaya cuanto antes a visitar todas las casas que dependen de ella para conocer todo lo sucede y la manera como se vive, con el fin de que se pueda a continuación ver, con los principales Hermanos, los medios de establecer la unión y la uniformidad entre nosotros, de decidir y fijar nuestro gobierno, y establecer, al mismo tiempo, un reglamento general de nuestro Instituto, en una asamblea que según él indicará deberá celebrarse, en la casa de Saint-Yon, desde de la fiesta de la Ascensión, hasta Pentecostés. En fe de lo cual hemos firmado. Hecho en Saint-Yon, el 4 de diciembre de 1716. Firmantes: Hermano François, Hermano Dosithée, Hermano Charles, Hermano Ambroise, Hermano Étienne.
125 Blain, CL 8, p. 120. 126 Blain, CL 8, p. 119. 127 El Hermano Leo Burkhard estaba convencido que La Salle había recibido la carta de los “principales Hermanos de París, Versailles y Saint-Denis” en Parmenia. Hizo grabar y poner una placa en Parmenia para conmemorar la opción que salvó al Instituto. No hay obligación de seguir esta opción.
110
mente se convierte en auxiliar del Hermano Barthélemy en el Noviciado de Saint-Yon, lo remplaza cuando éste es elegido Superior General. Es elegido Asistente del Hermano Timothée, siendo a la vez Director del Noviciado. Como Asistente, el Hermano Irénée hizo varias visitas a todas las comunidades. Con esas visitas, ejerce una gran influencia sobre los Hermanos, a causa particularmente de la profundidad de su espiritualidad. Numerosos Hermanos además eran sus antiguos Novicios, le debían su formación en el espíritu del Fundador. Desde 1717, cuando se convirtió en Director de los novicios, y a lo largo de todo su tiempo como Asistente, de 1725 a 1747, el Hermano Irénée fue seguramente un personaje determinante para la formación de los Hermanos. (Ver Frère Augustine Loes, The First…, traducción francesa, p. 148 à 155).
Me parece oportuno lo que los Hermanos han resuelto aquí. Firmado: de La Salle. Nos, superior de las Escuelas Cristianas, nombrado por el señor arzobispo de Rouen, permitimos al Hermano Barthélemy ausentarse durante algunos meses, para hacer lo el señor de La Salle y los Hermanos, arriba indicados, han juzgado necesario, lo cual nosotros mismos, al igual que ellos, creemos necesario. Firmado: J-B Blain”. Y el documento está ratificado por dos notarios, Luce y Sanadon. (Frère Lucard, Vie du vénérable Jean-Baptiste de La Salle, 2, p. 162-163). 131 Para comentar esta carta del 1º de abril de 1714 recurriremos ampliamente a las Meditaciones para el tiempo del retiro de Juan Bautista de La Salle. Estas meditaciones son una relectura del itinerario de las Escuelas Cristianas y de la Historia de la Salvación que tiene lugar en ellas, también pueden ser leídas como un tratado de ‘espiritualidad del educador’ y también como un tratado de ‘la consagración del Hermano a Dios’
135 CL 3, p. 20-21. 136 El subrayado es nuestro. 137 Ver RC 11.
132 Ver más adelante la puesta en paralelo por el Hermano Michel Sauvage del texto de la carta del 1º de abril de 1714 y de las fórmulas de votos de 1691 y de 1694.
138 Blain, CL 8, p. 111, 116, 118, 149. 139 Sustancialmente, la formulación actual no ha cambiado, incluso se ha reforzado: “Y a este fin yo, prometo y hago voto de unirme y permanecer en sociedad con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que se han reunido para tener juntos y por asociación las escuelas al servicio de los pobres”. (Fórmula de votos de 2007).
133 El subrayado es nuestro. 134 El Hermano Irénée (Claude-François du Lac de Montisambert) nació en Tigy (departamento del Loiret), en la diócesis de Orleáns, el 30 de octubre de 1691, entró en el Instituto el 6 de mayo de 1714, o hacia esa fecha. Proviene de una familia de la nobleza de espada. Teniente del regimiento de Champagne, fue herido en la batalla de Malplaquet en 1709. En 1713, abandona el ejército. Finalmente se encuentra con Juan Bautista de La Salle en Grenoble y entra en el Instituto. Rápida-
140 Estas consideraciones sobre el contenido de la gratuidad se encuentran también en la Regla de 1725, en el capítulo XVIII: “A qué obligan los Votos” (CL 25, p. 69), un capítulo nuevo que no figura en la Regla de 1718. 141 Ver DC1 105, 1: “Qué es la Iglesia y qué señales la dan a conocer”.
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142 El Hermano Michel Sauvage ha hecho un comentario exhaustivo de esta carta del 1º de abril de 1714 en Cahiers Lasalliens 57, p. 137-191. Dicha presentación de la carta con las diversas fórmulas de votos, se encuentra en p. 176-177.
148 1Tim. 2:4. 149 1Co. 3:10. 150 1Tim. 2:4. 151 En su Presentación de la edición de las Meditaciones para el tiempo del retiro propuesta al XL Capítulo General, p. 43.
143 Ver Blain, CL 8, p. 124. 144 LA 32,11. Es posible pensar que el recuerdo del Voto Heroico de 1691 entre La Salle, Nicolas Vuyard y Gabriel Drolin, no se haya perdido, el Hermano Gabriel Drolin debe ser asociado a ese acto decisivo en el cual el proyecto de los comienzos va a adquirir una fisonomía (casi) decisiva.
152 1 Tim. 2: 4 en MR 193,1,1. 153 Ap. 7: 14, en MR 208,3,2. 154 Rm. 1: 17. 155 Hab. 3: 2.
145 Blain, CL 8, p. 134. 146 Ver al final de esta obra.
156 Acta de elección de Juan Bautista de La Salle, 7 de junio de 1694. CL 3, p. 10, f° 18.
147 Blain, CL 8, p. 108.
157 Ver anteriormente, página 56.
112
Obras citadas:
BIBLIOGRAFÍA
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113
Les Méditations de saint Jean-Baptiste de La Salle. Paris, 1982. Les Œuvres Complètes de saint Jean-Baptiste de La Salle. Rome, 1995. Versión española en: San Juan Bautista de La Salle – Obras Completas – Madrid 2001. Frère Jean PUNGIER, Cahiers Lasalliens 58, 59, 60 sur les Règles de la Bienséance et de la Civilité chrétiennes. Rome, 1996, 1997, 2000. Frère Michel SAUVAGE, Cahiers Lasalliens 55, Jean-Baptiste de La Salle et la fondation de son Institut. Frères consacrés en Église pour le Monde. Rome, 2001. Hermano José-María VALLADOLID, LASALLIANA N° 31, CHRONOLOGIE LASALLIENNE. Rome, 1994.
114
ÍNDICE Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 1714-2014 I.
Un tiempo de cambios
5
Una visión de la sociedad francesa
7
Francia en guerra
10
Consecuencias de la revocación del Edicto de Nantes
10
Una manifestación de la “pequeña era glacial”
12
El final de un reinado
13
Un nuevo episodio de la querella jansenista
14
II.
Juan Bautista de La Salle y los Hermanos 17
Generaciones diferentes
19
Los Hermanos de las Escuelas Cristianas: una Comunidad nueva
21
‘El pleito Clément’ y sus consecuencias: ¿una ‘crisis’ con los Hermanos?
24
¿Se ha cavado un foso entre Juan Bautista de La Salle y el Hermano Barthélemy?
27
III. Búsqueda de Dios, silencio de Dios 31
De Mende a Marsella, otro mundo, otra cultura
33
“No había venido a Provenza más que para destruir…”
35
“Dios ya no le decía nada”
38
Huir de los hombres
39
Comunidad y Misión, o el Dios reencontrado
41
IV. Los jalones de un relato 45
“Prometo y hago voto de unirme y permanecer en Sociedad con… para…”
47
En París, el replanteamiento de la Asociación
48
¿El establecimiento de otro Instituto?
49
Cambio de Superior y cambio de Regla
50
Finalmente, ¿qué fisonomía adquirirá la Comunidad de las Escuelas Cristianas?
54
115
Treinta años antes: cuando los maestros de Reims toman la palabra
56
El cuestionamiento de los maestros en Reims
57
La respuesta de Juan Bautista de La Salle: un compromiso
59
El nombre de ‘Hermano’
61
V.
“En nombre y de parte del cuerpo de la Sociedad…”
63
Señor, nuestro muy querido padre:
65
La carta del 1º de abril de 1714. Lectura retórica
66
Nosotros, principales Hermanos… y obedientes inferiores
67
La carta de los Hermanos: una renovación de la Alianza de 1694
69
Al servicio de la Iglesia
75
Un don de Dios: guiar y gobernar
76
Todo el mundo está convencido
77
El ministerio de Fundador
80
La carta del 1º de abril de 1714: una relectura de los votos
81 83
VI. Rema mar adentro Llevar a término “la santa obra de Dios”
85
Líneas de fuerza
88
Es Dios quien conduce la Historia
88
La obra de Dios es el lugar de la salvación
90
Trabajar para la Iglesia
92
La cuestión de la asociación
92
La cuestión del gobierno
93
En cierto modo, estas preguntas son siempre de actualidad en la vida de los lasalianos.
96 98
¿Debemos concluir? Notas
101
Bibliografía
113
Índice
115
116
Muestra - Erel Editions Impresi贸n - Navis Impreso en Francia Abril 2014