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Editorial

A veces llegan visitas

Acaba el curso más complicado, o eso es lo que se ha venido comentando en general en los institutos. Complicado por la vuelta a las sobrecargadas ratios tras el espejismo del curso anterior; por las consecuencias psicológicas y postraumáticas de la pandemia, que se han dejado sentir en toda la comunidad

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educativa; por un cierto brote de cultura de la violencia en parte asociado a un resurgir de activismo de bandas de

delincuentes que utilizan a estudiantes muy jóvenes para sus venenosos propósitos. Todo esto ha provocado que cunda un desánimo que se ha dejado sentir. Pero como siempre, y como dice la canción, digan lo que digan hay mucho más azul que nubes negras y es mucha más la luz que la oscuridad. Estos escollos han

convivido con la labor diaria de

decenas de docentes motivados, de cientos de alumnos que han aprovechado sus clases y vivido a fondo la vida de su instituto, de la encomiable labor de nuestro

personal no docente. Todo ello ha tenido su puntual reflejo en los montones de proyectos que vertebran nuestro instituto y por supuesto en el día a día de las aulas. Y aunque las calificaciones no sean ni mucho menos lo más

importante no podemos dejar de felicitarnos por el éxito histórico en la EvAU de este año, ya que el 100% de nuestro alumnado, por primera vez, ha aprobado la prueba. Y hoy queremos detenernos en un fenómeno habitual que es un termómetro de éxito humano y de convivencia. Las visitas. A veces llegan cartas… decía otra canción famosa, pero en el Joaquín Rodrigo hemos actualizado esa premisa con el A veces llegan visitas… . Con frecuencia llegan visitas de antiguas alumnas y alumnos que nos iluminan la mañana. No

responden a un perfil determinado, no tienen por qué ser los más estudiosos o más

sociables, a veces es al contrario, son quienes más problemas nos dieron. Se acercan, normalmente con cierta timidez, preguntan, quieren saludar a sus antiguos profesores, incluso, como pasó hace poco con una ex alumna, a los que me caían mal, porque ahora les tengo cariño a todos, o casi . Pasado el tiempo valoran y reconocen, si es que no lo habían hecho ya antes. Y a nosotros se nos cae la baba con esa especie de tour por sus recuerdos escolares, porque todo cobra entonces pleno sentido, los disgustos, el esfuerzo, que en el día a día no siempre se siente recompensado; se completa entonces el rompecabezas que tenemos desde el principio en mente, que el instituto es una fase de

aprendizaje integral para contribuir a dar fortaleza a

nuestro alumnado, para que sean si no felices al menos plenos y armónicos en la vida, porque cada día de clase debe ser una

preparación y una garantía para reconocer la diversidad, para fomentar la autoestima, para relativizar los problemas, para encontrar un espacio propio que no esté en disonancia con el de los

demás.

Por eso y por mucho más, a todas nuestras visitas ¡mil gracias por venir!

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