Dispuesto a sentarme en una terraza para acompañar el buen tiempo con una caña y una tapita, una multitud captó mi atención. Frente a mí, una turba de adolescentes nerviosas gritaba. Como siempre llevo mi equipo fotográfico encima y me podía la curiosidad, no desaproveché la ocasión para acercarme a esa masa exacerbada. Descubrí tras una enorme fila, en un pequeño escenario, a dos adolescentes, casi niños, con un enorme parecido entre sí: altos, delgados, morenos y con un tupé que bien parecía de peluquería. Los chicos en el escenario firmaban autógrafos sobre unos cd’s a aquellas adolescentes nerviosas que coreaban a la vez: Gemeliers. Nunca había oído ese nombre, mucho menos su música, que en ese instante se repetía una y otra vez por los altavoces. ¿Me había perdido toda una generación de nuevos músicos? Mi oído, acostumbrado a otro tipo de sonidos me convencía que no, pero mi gran curiosidad me decía que tantas personas no podían estar equivocadas.