Ajena N°8

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>> Gustavo Espinosa en Ajena Una semblanza de Serrano Abella >> La descentralización en el Interior No se olviden de mí >> Producción de miel en Treinta y Tres Reinos infinitos

Número 08 / Diciembre de 2014 / Uruguay / Revista mensual de distribución gratuita junto al semanario Brecha /


Foto de tapa: Manuela Aldabe. La vieja ventana de una casa en Mal Abrigo, San José.

Alegría Se termina el primer año de Ajena, ya se publicaron los primeros ocho números. Serán estas nuestras primeras vacaciones, y como si nos iniciáramos en ese arte, estamos ansiosos. Nos vamos con la alegría de saber que en poco tiempo la revista se esparció por todo el país y llevó historias de gente y lugares tan cercanos como desconocidos para la mayoría. Ajena funcionó porque hacía (hace) falta un medio que hable del Uruguay todo y nos desnude tan heterogéneos como en realidad somos. También cerramos el año con la alegría de la exigencia. La nuestra, claro, pero sobre todo la de los lectores: departamentos sobre los que aún no escribimos ni una nota, propuestas de visitas, algún enojo puntual y pasajero, la necesidad acuciante de que se cuente “lo malo”, que se hable de la sensación de “aislamiento”, de la sobrevivencia del caudillismo arcaico, corrompido y corruptor. No faltó, por suerte, la emoción de muchos al sentirse “por primera vez” reflejados en la prensa. Por si fuera poco, este número nos regalamos ‒y les regalamos a ustedes‒ la presencia del escritor Gustavo Espinosa, quien escribió un bellísimo perfil del periodista Walter Abella. A pensar en cómo cumplir con las demandas, sin perder nuestra esencia, nos abocaremos en estos meses, y volveremos, seguro, con más alegría todavía. MC

Staff

Escriben, fotografían e ilustran este número: Alejandro Arigón / Bárbara Nilson / Gustavo Espinosa / Ignacio Iturrioz / Manuela Aldable / Marcos Rey / María Inés Hiriart / Mathías Iguiniz / Mauricio Künhe / Rafael Rey / Vanina Di Blasi.

Coordinación general: Mariana Contreras. // Edición de fotografía: Alejandro Arigón. // Producción: Juan Manuel Chaves. Corrección: Inés Casamayou. // Diseño: Lateral.com.uy // Logística y administración: Cooperativa LABRECHA. Comercial: Paola Puentes (ppuentes@brecha.com.uy) / Gustavo Moraes (gmoraes@brecha.com.uy) / 2902.50.42/43/44 Contacto: ajenarevista@gmail.com Impreso en Impresora Rojo, Euclides Salari 3472. Nº de Depósito Legal: 336.933

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>> Producción de miel en Treinta y Tres

La naturaleza es pródiga, y la declaración de área protegida ayuda. Entre arroyos serpenteantes y paisajes escarpados, varios apicultores de la Quebrada de los Cuervos apuestan a la producción orgánica de miel. Lo hacen sin químicos, alentando el respeto de los ritmos productivos de Txt: Vanina Di Blasi La inmensidad. Mires cuenta con resguardo legal, y la abeja y la preservación Fotos: donde mires, hay árboles. cualquier producción que se del ecosistema que Mauricio Künhe desarrolle en ese contexto tiene Te rodean, murmuran y cantan. Tu respiración va al un valor agregado. La apicultura habitan. Para algunos es unísono. Diminuto. Sos parte de un orgánica encuentra aquí un lugar de también una apuesta al ecosistema, pero sentís que sos nada. destaque. Insignificante. La Quebrada de los desarrollo productivo de Cuervos fue, en 2008, la primera área Un camino entre pastizales lleva a la zona, e incluso a la considerada paisaje protegido de Uruguay descubrir una choza en construcción y un por el Sistema Nacional de Áreas campamento en silencio, vacío. Allí pasa soberanía alimentaria. Protegidas (SNAP). La variedad de especies de fauna y flora que allí habitan

Pablo Costa tiene ocho colmenas. Dice que la producción orgánica la lleva en “el inconsciente”. Ajena N8

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sus horas Pablo Costa. Va y viene desde la ciudad de Treinta y Tres hasta la Cerrillada, así llama él a su lugar en el mundo. Fue curioso conocer ese hábitat antes que a él, indagar en su modo de vida desde adentro pero en su ausencia. Hay pistas que hablan de un hombre en paz y equilibrado. La necesidad de conectarse con la tierra, de escapar de la ciudad, y la austeridad son características que flotan en un aire tan puro como el lugar. “El silencio es lo que permite la conexión con el ambiente. Acá no hay ruidos; los sonidos que se escuchan son los de la naturaleza, los pájaros, los bichos”, describió el anfitrión. Hace cinco años Costa se asentó en la Quebrada de los


Cuervos, de donde su familia es originaria. “Vine buscando una alternativa a la vorágine de la vida cotidiana, rutinaria”, explica. Siempre estuvo vinculado al ámbito rural, y viviera donde viviera tenía unos metros de tierra para cultivar. Antes de llegar a la apicultura Pablo Costa tuvo acercamientos claves con la agricultura. El primero fue a través de la frutilla, en Tacuarembó. Comenzó trabajando con un sistema integrado que implica la aplicación de productos sistémicos, como fungicidas y antivirales, que penetran en el sistema inmunológico de la planta y crean resistencias a algunas enfermedades, tal como lo hacen las vacunas en el ser humano. El método hace que sea necesario esperar varios días para recolectar e ingerir los productos. La experiencia llegó a su fin cuando un día, relata, “termino de aplicar el producto, va mi gurisa (que le encantaban las frutillas) agarra una y se la come. Ahí pensé que yo no podía plantar más de esa manera, y me pasé al sistema orgánico”.

la soja, el arroz o la forestación. Sin embargo, la protección que otorga el SNAP alcanza sólo dentro de esas fronteras, y no impide que otros productores de fuera se vean en dificultades para lograr un manejo agroecológico de su cosecha: en ocasiones se ven obligados a aplicar productos químicos para eliminar plagas derivadas del sistema extractivista. Es que Treinta y Tres no queda fuera de la producción sojera y de la aplicación de En la Quebrada habita la abeja agrotóxicos fuertes, que Costa es crítico con el criolla naturalizada, originaria sistema convencional de matan a las abejas y de Europa. producción, y también del contaminan las flores integrado que utilizó en esa que ellas polinizan. ocasión. “Ahí la planta utiliza el suelo sólo Un factor positivo es que en la zona como soporte para las raíces, porque al habita la abeja criolla naturalizada, la aplicar fertilizantes químicos matás todos especie del lugar que Costa cría y los microorganismos del suelo”. Mientras multiplica: “Reproduzco la abeja para crear que en esos sistemas los cultivos un nuevo panal, o cazo algún enjambre. No adquieren la fuerza a través de los es productivo desde el inicio”, porque esas fertilizantes, en el sistema orgánico, en no son tareas sencillas y hay que “respetar cambio, el suelo es visto como un los tiempos de la abeja”. Pero fiel a su organismo vivo, y es lo que le da fuerza filosofía, prefiere la espera a “traer abejas al cultivo.” de afuera”, que podrían ser portadoras de enfermedades que afecten a todo el La biodiversidad presente en el área ecosistema. protegida la convierte en una zona Sobre este punto también opinó José estratégica para la producción de miel. Puigdewall, quien vive en la ciudad de Costa tiene ocho colmenas, y su filosofía Treinta y Tres y arrienda en las cercanías de trabajo privilegia el respeto hacia ellas de Costa unos predios que pertenecen a y el ambiente. “La producción orgánica la un terrateniente francés. Puigdewall llevo en el inconsciente”, dice, y explica también es apicultor y pertenece a la ONG que actúa “imitando” lo que pasa en la Pindó Azul que trabaja con los productores naturaleza; “a veces te va bien con lo que locales. Ellos proponen el desarrollo de la hacés y otras no, pero me manejo mucho zona en base a los recursos genéticos por el instinto”. locales existentes, enfocándose en la Además de su revalorización de la salud de los vocación de ecosistemas. Para Puigdewall tener la productor posibilidad de manejar los procesos de orgánico, y de su desarrollo a partir de la genética local intención de otorga un gran componente de soberanía cuidar la calidad “en cuanto a que nosotros tomemos las del producto y del decisiones y no que vengan con ambiente, cuenta soluciones químicas de afuera a generar con la ventaja de desarrollo con sus lógicas”, indicó. que la protección Las abejas existentes en la Quebrada legal dada a la viven en un ambiente muy saludable y Quebrada de los Cuervos impide que en biodiverso: “La colonia tiene polen de ese territorio se asiente el modelo de muchas especies, todo el ambiente está producción extractivista, como lo es el de equilibrado y ella puede afrontar con

Las abejas de la Quebrada viven en un ambiente muy saludable: “La colonia tiene polen de muchas especies, el ambiente está equilibrado y ella puede afrontar con cierta salud cualquier problema ocasionado por plagas o enfermedades”.

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cierta salud cualquier problema ocasionado por ataques de plagas o enfermedades”. De hecho, estos productores nunca perdieron una colmena. Costa entabló con las abejas un vínculo a todas luces especial, visita todos los días su apiario y afirma que ellas lo reconocen. “Es un insecto muy organizado, hay que conservarlo, trasmitir el conocimiento de uno en la región donde vive, intercambiar con productores que tienen otro tipo de manejo y concientizar a la gente sobre los productos orgánicos”, apuntó el apicultor. Trabaja solo en su predio y utiliza a las colmenas como “una vaca lechera”, ya que extrae la miel en la medida que la necesita para su consumo o para intercambiar con otros productores; “la miel –está convencido– es un alimento que puede pasar mil años en un frasco y mantiene las propiedades”. Con una narración suave y pausada, Costa habla sobre las particularidades de la biodiversidad en la zona, a medida que avanza en la bajada hasta el arroyo Yerbal Chico. Una planta de tamaño pequeño y flores blancas acompaña el recorrido: la carelia es una especie endémica de la Quebrada. Vive muchos años y es la responsable de otorgarle cierto sabor a vainilla a la miel. Otra especie aun más restringida es la caámyrin que significa “yerba chica” en guaraní. El ingreso al SNAP en 2008 ha sido de gran importancia. Puigdewall dejó en claro que “la conservación no es una tranca al desarrollo, sino que a futuro será lo que lo sostenga”. Desde el Parque Nacional de la Quebrada de los Cuervos apuntan a un ecoturismo educativo, donde se brindan elementos para la interpretación ambiental y la sensibilización de los visitantes. El cometido es presentar la cultura que se genera entre el poblador local y la biodiversidad. Desde que esta zona ingresó al SNAP cada vez más gente la visita, lo que favorece a la producción local. Muchos vecinos producen frutas autóctonas, vinos de fruta, mieles y así tienen la oportunidad de vender sus productos. “Podemos generar recursos conservando y atendiendo el paisaje ecosocial, donde la biodiversidad forma parte del desarrollo”, agregó. Asimismo aseguró que hay lugares que quedan reservados y que “no se presentan a los visitantes porque son de alta fragilidad y no está bueno que se destruyan debido a una gran frecuencia de visitas”.

Desde el Parque Nacional de la Quebrada de los Cuervos apuntan al ecoturismo educativo, donde se brindan elementos para la interpretación ambiental y la sensibilización de los visitantes. El cometido es presentar la cultura que se genera entre el poblador local y la biodiversidad. En el predio de Juan Carlos Rochinha y Shirley Fontes en la Cañada del Sauce, a unos 40 quilómetros de la Quebrada de los Cuervos, se entremezclan gallinas con gatos, perros y ovejas, pero las principales protagonistas del trabajo diario están apartadas del resto. Esta pareja hace 19 años que se dedica a la producción de miel. Él lo lleva en la sangre: su bisabuelo era apicultor, Rochinha se crió en un

opérculos, raspan los cuadros de cera con un tenedor y luego los colocan en una centrifugadora que va desprendiendo la miel. “Abajo de ese eucalipto estaban las primeras colmenas”, señala Fontes mientras su esposo revisa cómo va la producción. Les aplica humo para evitar que lo piquen: al sentir el humo perciben el peligro, entonces las abejas se llenan

apiario familiar y siempre quiso vivir de esa actividad. En un curso del Centro Cooperativista Uruguayo donde se capacitó a varios vecinos rurales, aprendieron sobre la producción de miel y a elaborar todos los elementos que se precisan, desde delantales hasta cajones y cuadros de madera para las colmenas. Además de ser productores tienen una sala de extracción de miel habilitada, requisito necesario para poder vender la miel. Allí reciben colmenas de unos 18 productores. En la sala retiran los

Una abeja poliniza una flor de carqueja de miel y salen de la en la Quebrada de los Cuervos. colmena. Al tener tanta miel en su interior les cuesta mucho curvarse sobre su vientre, lo que les impide picar. “En lo económico hay un antes y un después. Teníamos un ranchito, habíamos comprado unos ticholos para agrandar la casa y cuando empezamos con este emprendimiento los ticholos se fueron todos a servir de base en las colmenas”, comentó Shirley. Ellos, además de vender su miel, también cobran un

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Trabajo real Las reinas crecen con una alimentación diferente a las obreras, que comen papilla (polen mezclado con miel). Las alimentan con jalea real, lo que produce una metamorfosis que las convierte en reinas. Las reinas son las que ponen los huevos que van a formar la colonia. “Podés diferenciar una reina joven de una vieja por cómo ponen huevos, la primera lo hace de forma circular y la reina más vieja lo hace más salteado”, detalló Campello. La reina es la única que puede poner huevos que contengan obreras, ya que para formarlas se requieren sus óvulos y el esperma de un zángano. La reina secreta una enzima por toda la colmena que es percibida por las obreras y les bloquea la posibilidad de poner huevos. Cuando muere la reina, a los dos días aproximadamente, las obreras sienten la orfandad y empiezan a poner huevos, pero dado que no están fecundados sólo forman zánganos. Esto se conoce como colmena zanganera, y desaparecerá a mediano plazo.

porcentaje por el servicio de extracción de miel a los otros productores. “No puedo decir que somos productores orgánicos porque curamos las colmenas en el invierno y además

Campello muestra una abeja reina, de mayor tamaño que las obreras y los zánganos.

estamos rodeados de soja y arroceras” que contaminan, confesó Rochinha. Las intenciones de trabajar de forma orgánica quedaron por el camino porque “lleva mucho más tiempo. Toda la semana tenés que estar en la colmena, y como es un trabajo que se hace en invierno, si destapás la colmena todas las semanas al final no te da resultado porque se mueren muchas abejas” y por tanto disminuye la producción. Según Puigdewall se pueden implementar soluciones a problemas puntuales desde el punto de vista del control biológico, pero “no desde la concepción reduccionista de decir ‘me saco este problema de arriba y termino contaminando’”. En este sentido, diferenció: “Una cosa es tener una visión productivista, cuyo interés es sacar más miel, otra es pretender una buena calidad de miel.

Quizás la tenga que vender más cara, pero pretendo mantener la salud ambiental y por tanto no me puedo desarrollar donde hay problemas de contaminación”.

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A más de 300 quilómetros de distancia se encuentra el productor Ruben Campello, en Libertad, departamento de San José. Campello cría abejas reinas en un sistema de colmenas baby que él mismo inventó. En su predio de una hectárea y cuarto también tiene colmenas para cosechar miel. Hace algunos años tuvo que negociar con el alcalde y unos productores de soja para que no fumigaran en época de floración. En ese momento tenía 360 colmenas que corrían riesgo de contaminarse por los agrotóxicos. Actualmente vive de la venta de reinas, las produce mediante un celdario artificial que coloca en los panales para que pongan allí los huevos y los alimenta con jalea real (ver recuadro). Rochinha tiene unas 230 colmenas dispersas en su predio de cinco hectáreas; no se puede tener más de 50 colmenas en un radio de tres quilómetros, que es la distancia que llega a recorrer la abeja buscando flores. Cuenta que una colmena con cuadros grandes da en promedio unos 20 quilos de miel, pero que algunas llegaron a dar 70 quilos. De acuerdo a su experiencia, cuanto más agresiva es la abeja, más trabaja. “Dejamos que tengan su miel para el invierno; hay apicultores que le sacan todo y después la alimentan con azúcar, y así el proceso que hace la abeja no es el mismo.” En este sentido también hay dos tipos de manejo. Uno, más allá de la aplicación de químicos, es la explotación de la colmena buscando producir más miel de la que naturalmente ésta puede dar. Eso se hace a través de la estimulación con azúcar, y con proteínas o caseína de leche como sustituto de proteína, lo que provoca un desequilibrio total. “Los productores tienen muchas fórmulas para que la reina empiece a poner fuertemente y desarrollar bien los nidos de postura para aprovechar y cosechar más miel: una lógica completamente perversa, antibiológica, de estímulo para producir más miel y hacer más plata”, comentó. En cambio, el apicultor natural acompaña la colonia, contempla su salud pero interviniendo lo menos posible en su desarrollo natural. “Ellas pasan muy bien, quedan con su reserva de miel, es un manejo muy amigable con las abejas”, indicó Costa.


La protección legal convierte a la Quebrada en un lugar estratégico para la apicultura orgánica. Con respecto a la sala de extracción, Costa y Puigdewall coinciden en que no es algo a implementar por todos los productores de miel, depende mucho de su producción. Para Costa no es redituable debido a la poca miel que él trabaja, por lo que opta por extraerla él mismo. “La idea es tener un apiario de unas 20 colmenas como para que me pueda generar algún ingreso.” Por su parte, Puigdewall tiene 60 colmenas repartidas en diversos puntos, las

cosecha todas a la vez y las envía a la sala de Rochinha para extraer la miel. Igualmente considera que este sistema de salas de extracción “no atiende a la concepción de la soberanía alimentaria ni al abastecimiento de los sistemas alimentarios locales” sino que se enfoca en el exportador. “Nosotros no queremos eso, no quiero mandar mi miel a Alemania”, y le parece un despropósito tener que pagar a una certificadora siendo productor orgánico.

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Ni Costa ni Puigdewall viven exclusivamente de la producción orgánica; Piugdewall incluso trabaja en el ramo comercial del agua, ingreso que complementa con la miel y oficiando de guía de senderismo. Quisieran vivir de la producción de miel pero no les reditúa como para poder hacerlo, al menos en esta etapa inicial de su proceso de elaboración agroecológica. Este tipo de producción no sólo requiere sensibilidad y respeto hacia el ambiente y la salud de la colmena para obtener una miel de mayor valor nutritivo, también requiere una formación técnica que no está disponible en el saber académico, ni en la usanza. El sistema comercial dominante –que por cierto atraviesa todas las lógicas del campo– busca generar conductas de dependencia de los productores con respecto a diferentes insumos externos, y de alguna manera es más fácil, rápido y lucrativo.


>> Una dimensión territorial de la descentralización del Estado

Las instituciones del Estado están cerrando oficinas o dejando de enviar funcionarios a algunos pequeños pueblos del país. Es un criterio de “racionalidad”, argumenta el Estado, mientras no termina de ofrecer alternativas y los vecinos afectados deben trasladarse a otros pueblos o a las ciudades vecinas para realizar trámites tan sencillos como el pago de una factura.

“—¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? —Comala, señor. [...] —¿Y por qué se ve esto tan triste? —Son los tiempos, señor.” Juan Rulfo (Pedro Páramo)

Txt: Rafael Rey Fotos: Manuela Aldabe

Es un día caluroso en Mal Abrigo. El viento, sostenido, firme en sus pequeños embates, apenas si puede hacer frente al sol, que calienta con agobio veraniego cuando todavía el almanaque no ha dejado atrás el mes de octubre. El celeste del cielo –un cielo vasto, interminable– es fuerte, casi violento. El campo se extiende, como el cielo, hasta donde alcanza la vista. Mal Abrigo está en silencio, y sólo los vehículos, en su mayoría camiones, entorpecen de tanto en tanto la quietud, robándole al pueblo parte de su tranquilidad.

—Se respira campo –dice Daniel Bentancor, recostado sobre su auto. Lleva unos lentes negros que le dan un involuntario look Mujica. Tiene el pelo color ceniza, bigotes negros y una incipiente barba a tono con su cabellera. Amable, siempre dispuesto, Bentancor es el responsable de la visita de Ajena a Mal Abrigo y oficiará de guía a la hora de recorrer el pueblo, tarea que en auto no insume más de quince minutos. Mal Abrigo está en el quilómetro 124 de la ruta 23, 35 quilómetros al norte de San José de Mayo. Según el censo de 2011, viven allí 344 personas. La ruta parte el pueblo en dos. Hacia el oeste, el “pueblo viejo”; del otro lado la parte nueva, donde destaca la uniformidad arquitectónica de las viviendas de MEVIR. Algunas de ellas están pintadas con sobriedad; otras con dudoso criterio estético. Varias están deshabitadas. Construidas originalmente para jubilados, la empresa constructora se fugó con la última partida de dinero y nunca más nadie se hizo cargo del asunto. Hoy son esqueletos que con suerte conservan algunos vidrios que penden de las ventanas como colmillos deformes. Desde afuera se puede observar algunas grietas en las paredes. Un perro duerme en la entrada de una de estas casas. Cruzando la ruta está la parte “vieja” del pueblo. El sol, la claridad del día, el Alguna vez el pueblo fue calor, no son suficientes para estación de trasbordo de atemperar la sensación fantasmal trenes; una ebullición de de una estación de tren viajeros siempre en tránsito. abandonada.

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En una época ya lejana, de la que sólo sobreviven el recuerdo de los más viejos y algunas fotos, la estación de Mal Abrigo supo ser el núcleo del modesto esplendor del pueblo. Estación de trasbordo en la que confluían el ramal que iba a Mercedes y el que tenía como destino la ciudad de Colonia, Mal Abrigo era un lugar en que los viajeros de entonces estaban en tránsito. Hoy en esta parte del pueblo el paisaje se vuelve monocorde en su desolación. De acuerdo al censo de 2011, de las 200 viviendas que existen en el pueblo 74 están desocupadas. Meses atrás una carta de Bentancor despertó el interés de algunos medios. En la misiva detallaba la situación del pueblo, de donde paulatinamente las empresas del Estado se están retirando. Hace dos años fue UTE. Los habitantes reciben las facturas en sus casas, pero deben trasladarse hasta San José para pagarlas. Recientemente pasó lo mismo con OSE. Hasta el mes de setiembre la gente recibía las facturas en sus domicilios y allí constaba la hora y el día en que un funcionario del organismo se apersonaba en un pequeño local que hacía las veces de oficina comercial. Abría una vez por mes, durante una hora. Ahora deben pagar en San José. También la patente de rodados tienen que abonarla en la capital maragata. La Junta Local de Mal Abrigo sólo cobra la contribución urbana y la rural. El Banco de Previsión Social (BPS) todavía envía mensualmente a un funcionario –también durante una hora– para el pago de jubilaciones y pensiones. Según Bentancor, la empresa anunció que también se retiraría. Consultada sobre el tema, la subgerenta del Área Comercial Operativa de OSE, Alicia Rossi, afirmó a Ajena que el cese por jubilación de la persona encargada de los pagos y, por otra parte, que la oficina comercial no cumplía con las condiciones de seguridad exigidas fueron lo que llevó a la suspensión del servicio. Desde el BPS el En Mal Abrigo tienen que recorrer 35 gerente de las Unidades Descentralizadas, Juan Carlos “detrás de un escritorio” por personas que quilómetros para pagar algunas facturas. En Pais, manifestó a Ajena que “por el momento no está “evidentemente no conocen los pueblos, su otros pueblos las distancias son mayores. previsto interrumpir el pago” de las jubilaciones y realidad”. pensiones en Mal Abrigo. Asegura que aunque al principio la gente Bentancor sabe que, de todas formas, la realidad de Mal Abrigo protesta ante las medidas, con el tiempo “entramos como a es mucho mejor que la de cientos de pueblos del Interior profundo, entregarnos. Tengo que ir a pagar a San José, y tenés que ir. Te que en algunos casos hasta carecen de luz eléctrica y agua potable. entregás”. “Imaginate esos pueblos al norte del país, que están a 100 Otro problema, dice, es que la gente se está yendo del pueblo. quilómetros de todo y a veces tienen que ir por caminos de tierra o Para Bilat, esto se debe a la falta de trabajo, que en San José se sendas de paso. Nosotros estamos bendecidos por la ruta; la tenemos concentra en el “corredor” de la ruta 1 y la ruta 11. Sostiene que si al lado”, reconoce. “Tenemos que solucionar todos esos temas. Por eso bien la ocupación en Mal Abrigo es “bastante buena”, se debe a que me pareció bueno tomar a Mal Abrigo como estandarte, como “los jóvenes se van, si no habría una desocupación importante”. “Si representante de una situación que nadie ve, nadie habla de ella.” esos jóvenes se quisieran quedar, no pueden, y si se van, difícilmente vuelvan”, agrega. Aníbal Bilat, secretario de la Junta Local de Mal Abrigo, recuerda “La descentralización en estos pueblos no corre. La realidad se da aquella mañana de fines de noviembre de 2004 en la que el entonces de frente con eso”, asegura. presidente electo Tabaré Vázquez, en gira de agradecimiento por pequeñas localidades del país, se dirigió al centenar de personas que En el parador El Galpón la especialidad de la casa son los tallarines lo escuchaban “diciendo que quería simbolizar en Mal Abrigo el caseros. “Muchas veces llaman y me dicen: ‘preparame esos tallarines abandono en que tenían a los pueblos”. caseros picados a cuchillito’”, cuenta Celia Montes de Oca, su dueña. Hoy Bilat asegura que el abandono continúa, y que lejos de ver Habla con la serenidad y la seguridad de quien se ha forjado un camino mejoras, se “está cada vez peor”. Según el jerarca, este tipo de propio y ha sorteado un obstáculo tras otro, aun en los entornos decisiones, en referencia a los pagos de las facturas, son tomadas más hostiles. Sus palabras reflejan la firmeza de una mujer que

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toma decisiones y fija límites en un ambiente en el que predominan los hombres. Aunque reconoce que puede ser un “consuelo de tontos”, dice que lo que ocurre con los servicios está pasando en todos los pueblos chicos y no sólo en Mal Abrigo. “Desde el ferrocarril, que era un servicio”, recuerda. Le quita trascendencia al hecho, y entiende que los 35 quilómetros que separan el pueblo de la capital departamental, “como que no es distancia”, por lo que entiende la política de las empresas. Para Celia los habitantes del pueblo se dejan ganar por la ansiedad, “y vivimos en un país en que es todo burocracia. Lo que nos falta es constancia y no ser tan ansiosos”, dice; “seguir trabajando y seguirla luchando”. Durante muchos años fue la presidenta de la Comisión de Fomento de Mal Abrigo. Por un tema estatutario, en las últimas Pirí Inchalá elecciones tuvo que dejar el cargo porque Desde el año 2008 Bentancor coordina no puede volver a ser la Red de Centros de Desarrollo reelecta. “Es el motor Regional (CDR) Pirí Inchalá. En Mal de Mal Abrigo”, dirá Abrigo existe uno. El nombre, dice, es de ella después una expresión charrúa que significa Bentancor. “toldo hermano”. Su objetivo es enseñar el uso de las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas para el desarrollo. “Cuando llegamos no había internet; el primer mail que se mandó de Mal Abrigo se envió desde acá. El Plan Ceibal todavía no se había desarrollado. Le enseñamos al 90 por ciento de la población de Mal Abrigo, y había gente que venía en moto a las clases de informática desde 30 o 40 quilómetros”, recuerda Bentancor.

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Celia Montes de Oca entiende la política La principal preocupación de de las empresas. Hay que ser menos Celia es la falta de viviendas. Por ansiosos y seguir trabajando y eso desde la comisión están en luchando, dice. conversaciones con MEVIR para implementar un nuevo plan. “Si Mal Abrigo pudiera sacar otro plan de viviendas sería importantísimo. El pueblo necesita crecer. Porque viviremos diez años más y no queda nadie. La gurisada se va. Forman pareja pero se tienen que ir. No podés estar diez o doce metidos en una casa. Acá hay varias familias así”, asegura. Aunque hay terrenos disponibles en la parte “nueva” del pueblo, opina que hay que revitalizar la mitad vieja de Mal Abrigo. “Se está viendo si se puede lograr que la Intendencia recupere esos terrenos y los ceda a MEVIR. Porque ahí tenés luz, agua, un montón de servicios, y no queda “Mal Abrigo Viejo”, que es la parte de AFE, solo. Ya quedan no sé si 15 casas habitadas, lo otro son rancheríos o terrenos que los árboles o las cañas se los van comiendo”. Según Bentancor, buena parte de la población de las ciudades desconoce la situación de estas localidades. “Y cuando pasan por estos pueblos dicen ‘qué lindo este pueblito’, pero ‘yo nunca viviría acá’. Reconozcamos al revés: si yo no viviría acá, entonces esta gente la está pasando mal.” Para el sociólogo Alberto Riella el cambio estructural en la matriz productiva del país ha generado simultáneamente movimientos a nivel poblacional y de “refuncionalización” de algunas localidades del Interior, que asumieron nuevos roles a partir de las necesidades de ciertos sectores de la producción agropecuaria. Uno de los cambios es una “muy fuerte” reducción de la población rural. “Ya casi nadie vive y trabaja en los establecimientos rurales. La gente va y viene a trabajar al campo como si fuera una fábrica”, ejemplifica. “Entonces estas pequeñas localidades cobran una importante vitalidad, porque nutren ese mercado de trabajo, y se están reconfigurando a sí mismas”, apunta. En esta rearticulación, mientras algunos pueblos crecen, otros van quedando por el camino. “Se desfuncionalizan”, define. Respecto al “retiro” de algunas empresas públicas, como ocurre en Mal Abrigo, Riella opina que “no es que se estén retirando, se están

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Gobierno electrónico pueblo a pueblo

readecuando”. “Esta reestructuración de los pueblos genera un desafío para las empresas y los servicios públicos, que antes estaban estructurados en función de una lógica radial” con cada empresa del Estado instalándose por su cuenta en el territorio, “cuando deberían llegar mucho más en bloque y articuladas”. “Territorializar las acciones del Estado es algo muy complejo”, advierte. Si bien es un proceso novedoso que Uruguay de a poco está abordando, Riella destaca que hoy “está en discusión, antes no lo estaba”. “Así como se visualizan otras desigualdades y se actúa sobre ellas, también hay que actuar sobre las desigualdades territoriales. Y hay que tener instrumentos que permitan trabajar sobre esa desigualdad territorial. Creo que para afrontar los desafíos que supone el nuevo estilo de desarrollo que quieren imponer los gobiernos progresistas, cada vez más necesitan de alguna manera incorporar una dimensión territorial para lograr esos objetivos.” Carlos Fagetti es coordinador de Uruguay Integra (UI), “un programa de cohesión social y territorial, que se ubica dentro del Área de Políticas Territoriales, de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto. El eje fundamental es disminuir las brechas de acceso a los derechos entre ciudadanos de distintos territorios, para lo cual maneja un sistema de fondos o incentivos a iniciativas provenientes de esos territorios”, explica en conversación con Ajena. Los fondos se otorgan en función del índice de cohesión territorial. Este índice mide vulnerabilidades como la pobreza y la indigencia, el nivel educativo de cada población, los índices de ingreso y el acceso a los servicios. La prioridad para acceder a los fondos la tienen las intendencias, los municipios y las localidades con índices más bajos. Entre los objetivos principales se apunta a compensar las diferencias surgidas de la concentración de la actividad económica en determinados territorios en detrimento de otros, y a favorecer la conexión horizontal y transversal entre las regiones, no sólo a nivel de transporte, sino en lo que respecta a los servicios de educación y salud. En línea con Riella, Fagetti considera que los cambios en el campo uruguayo han modificado las reglas de juego, lo que ha llevado a que “algunos pueblos están perdiendo y otros ganando”. Cree que en este reordenamiento de los servicios y las ofertas “es imposible que en todos los lugares haya todas las ofertas”. Para el coordinador de UI, “la descentralización tiene que tener una racionalidad”, y pone como ejemplo a la Universidad de la República, donde se ha apostado a la descentralización, pero atendiendo a que no haya “superposición de carreras, o sobreoferta”. Lo importante, de todos modos, es que “quien quiera hacerlo, tenga las posibilidades. Ahí el Estado lo que tiene que hacer es buscar las alternativas, sobre todo para los

A fines de 2013 la Agencia para el Desarrollo del Gobierno de Gestión Electrónica y la Sociedad de la Información y del Conocimiento (AGESIC) comenzó a implementar los puntos de atención ciudadana (PAC). Una iniciativa que tomó la experiencia de los centros de atención ciudadana (CAC) de la OPP y reformuló su estrategia para así alcanzar a la mayor cantidad de localidades del interior del país. En los PAC se informa y orienta a los ciudadanos en materia de todo tipo de trámites ante organismos estatales. Virginia Pardo, directora del Área Ciudadanía Digital de AGESIC, recuerda que los CAC “tenían cajas, pero por un tema de seguridad y de costos se cambió la estrategia”. Ahora el objetivo es “agregar” puntos de atención y “complementar”, de modo que la solución al tema de los pagos “venga por otro lado”. “Separamos dos problemas distintos y los atacamos de diferente manera. Por un lado llegar a la población con toda la información y con una atención de calidad, e incluso se puede usar como herramienta para que el ciudadano sepa que hay muchos trámites que se pueden hacer en línea. Por otro lado se está trabajando a nivel general para lograr solucionar el tema del acceso a los pagos”, explica. Pardo adelantó que la dirección de AGESIC está trabajando en esto junto a los entes y a servicios como Red Pos, que “se estandarizó” en muchas localidades a partir de la tarjeta del Ministerio de Desarrollo Social. “Hay quioscos, supermercaditos, almacenes que la manejan en más de 4 mil localidades y pueblos. Lo que se está haciendo es incentivar a estas redes de Pos a que empiecen a cobrar facturas de los entes”, señala. A través de estas redes ya se están cobrando facturas de UTE, se está por cerrar el convenio con ANTEL y se está en tratativas con OSE. Para 2015 se espera que estén contempladas todas las oficinas del Estado. “Sabemos que es uno de los problemas más grandes que tiene esta parte de la población. Tener que trasladarse quilómetros para pagar una factura es algo que no deberíamos concebir.”

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jóvenes, para que en la medida en que el chiquilín quiera seguir viviendo en su lugar, tenga igual la alternativa de ir a un servicio de educación, salud, cultural, de ocio, y que sean de calidad”. “Tener oficinas en todos lados, como era antes cuando la otra oficina estaba a muchos más quilómetros, capaz que es imposible”, asumió.

El pueblo duerme la siesta bajo un marcado cielo celeste que regala la primavera.

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Clic

Vida de

perros F

iel amigo, compañero, guardián. Hasta ahí la lleva, pero las campañas electorales y la ansiedad militante hacen que a veces elija quedar “atrás”. Txt y Foto: No despegó los ojos de su dueño, no cambió María Inés Hiriart de posición, no ladró. Sólo esperó pacientemente a que terminara el acto, sin importarle demasiado qué decían, ni el bullicio, ni su soledad en la caja de la camioneta, en una calle vacía de la ciudad de Mercedes. Distraído, hizo oídos sordos a los parlantes y esperó.

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Parajes insospechados

El faro de Alejandría, una de las siete maravillas del mundo antiguo, guió a miles de navegantes que durante siglos surcaron las aguas del mar Mediterráneo. Lo mandó construir Ptolomeo I, rey de Egipto, tres siglos antes de que naciera Cristo. Dos mil trescientos años Txt: El constructor, Sóstrato, después, el director de la escuela Marcos Rey enamorado de su obra, rogó al rey número 2 de Durazno evoca la Fotos: que le permitiera estampar su leyenda griega. No para rendir Ignacio Iturrioz firma en aquella maravilla. Pero tributo a los dioses salvadores Ptolomeo se lo prohibió: allí debía (aunque incumbe a Artigas, el dios laico de recordarse su reinado y no a un simple los uruguayos), sino para dimensionar las constructor. Desilusionado, Sóstrato acató batallas por la memoria histórica. La añeja la orden. Pero a medias. Labró el nombre de escuela duraznense fue reformada el año Ptolomeo sobre un material no duradero, y pasado. Antes, los docentes mudaron los debajo, sobre el mármol, talló su nombre. bancos, los libros, las oficinas y a los Con el tiempo, el nombre del rey se pequeños de moña azul para el piso desvaneció y apareció triunfante el sello del superior. Cuando descolgaron un pizarrón constructor: “Sóstrato de Cnido, hijo de amurado a una pared del corredor que da al Dimocrates, a los dioses salvadores y a los patio central, apareció una frase de José que navegan por el mar”. Artigas que los sorprendió: “Todo tirano

tiembla y enmudece al marchar majestuoso de los hombres libres”. Ni Raúl Pintos, el director de la escuela, ni los docentes, ni los padres sabían que allí abajo estuvo oculta durante décadas una frase artiguista con reminiscencias militares que apunta claramente contra el despotismo. Tampoco la recordaban los ex alumnos ni las maestras más memoriosas. Las especulaciones no tardaron en aparecer: ¿quién fue el Ptolomeo que ordenó eliminarla y quién el Sóstrato que la preservó? El rumor ganó adeptos: evidentemente era un acto de resistencia, un grito de advertencia contra el golpe de Estado que perpetró en 1973 Juan María Bordaberry, un influyente terrateniente del departamento. Era un grito silenciado por un pizarrón. Algunos padres protestaron. Acudieron a los medios locales para advertir que en una escuela laica no podía permitirse una frase con ribetes políticos –aunque

Durante décadas la frase de Artigas permaneció oculta tras un pizarrón. Al descubrirse muchos pensaron que estaba dirigida a Juan M. Bordaberry.

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Algunos padres protestaron: una escuela laica no es lugar para frases con ribetes políticos.

fuera del padre Artigas–, inadecuada para los tiempos que corren. Había que eliminarla inmediatamente. Pero en respuesta otro grupo protestó: si detrás de ese pizarrón alguien preservó la memoria de un acto de resistencia a la tiranía, la frase debía permanecer. La polémica se escabulló y llegó a las redes sociales. Desbordó las fronteras departamentales y se enredó con otras batallas por la memoria. Hubo quienes vincularon el caso a otras pintadas de resistencia aparecidas en esa época en liceos públicos de Montevideo; otros recordaron que el Estado sigue sin cumplir el mandato de una ley de 2009 que exige que se coloquen placas recordatorias en los cuarteles y comisarías donde se violaron los derechos humanos. Y hubo quienes llegaron a juntar voluntades para dirigirse a la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y pedir: “Que no se borre” y “se tomen medidas para restaurar y conservar el muro donde está la leyenda, así como la instalación de un cartel explicativo”, según reza el petitorio firmado por 554 ciudadanos. En el calor de la disputa un medio local, Durazno digital, esbozó una hipótesis que no desarrolló: “En la historia del edificio podría estar la explicación”, subtituló. Y reprodujo la historia para que cada lector saque sus propias conclusiones. Pero su historia no daba muchas pistas, aunque decía mucho sobre las asociaciones simbólicas que se estaban montando. Ubicado en pleno centro de la ciudad, en el paradójico cruce de las calles Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, el predio fue comprado en el siglo XIX por el poderoso terrateniente Carlos Genaro

Reyles, quien construyó el edificio actual y lo legó a su hijo, el escritor Carlos Reyles. Y como la familia Bordaberry le compró las tierras a los Reyles, hubo quienes concluyeron que la construcción (que fue liceo en 1912 y escuela desde 1921) está vinculada de alguna forma al dictador. Y el argumento, un poco forzado, se regó por las candentes redes sociales. Enrabada con otras memorias sumergidas y a punto de ebullición, a la frase se la fue rodeando de sentidos latentes o en construcción. “¿Por qué se la vinculó con la dictadura? Bueno, la escuela 2 siempre tuvo un carácter un poco más pro militar que la escuela 1. En la 2 no había muchos docentes efectivos. Entonces, cuando había traslados de oficiales de la base aérea, el cuartel o la Policía, sus parejas tenían derecho a elegir interinatos y normalmente recalaban en la escuela 2. Capaz que alguna directora pro militar mandó tapar la pintada y alguno medio zurdo la quiso dejar. Esa es la idea que manejamos al principio, aunque no sabemos cuándo se pintó ni con qué intención se ocultó. Por la manera de ser de los duraznenses y las circunstancias de la escuela, no sé si fue escrita ex profeso. Hubiera estado notable que alguien se

negara a borrar la frase poniendo el pizarrón encima”, dice con entusiasmo el director evocando, indirectamente, a algún Sóstrato local. Pero lo curioso es que las palabras de Artigas no fueron pintadas en la dictadura, sino mucho antes. Fue una ex alumna quien proporcionó la primera prueba: le acercó al director una fotografía desteñida, que atribuyó a los años cincuenta, donde aparece la famosa frase. Otras pruebas vendrían de ex docentes memoriosos. Por su parte, Griselda Matonte, de 85 años, ingresó como maestra a la escuela en 1952, en la plenitud del Uruguay de las vacas gordas, y no recuerda haber visto ninguna frase en esa pared. “Trabajé más de treinta años en esa escuela y ese pizarrón siempre estuvo allí”, cuenta a Ajena. Un año después de su aparición, en la pared blanca que da al patio de la escuela luce orgullosa la frase de Artigas. La polémica parece saldada, pero el debate abrió un agujerito para curiosear por dónde andan las memorias sumergidas y las que pugnan por aparecer. No sólo mostró que en cuestión de memorias hay disputas entre los Ptolomeo y los Sóstrato, sino que las memorias cambian con el paso del tiempo, se adscriben a luchas políticas y sociales más amplias, y sobre todo se recuerdan en base a preocupaciones del presente. Porque aunque nadie sabe con exactitud cuándo, cómo y por qué se “ocultó” o se “tapó” esa frase, algo empujó a dejarla expuesta en el presente. “En esa época ‒concluye el director‒ las frases importantes se pintaban en la pared, y ahora esta frase quedará como un sello de la escuela.”

La escuela número 2 de Durazno, en el cruce de las calles Oribe y Rivera.

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Perfil

Serrano Abella

“Cincuenta y dos de las seis. Todavía queda medio costillar de Hora del campo para disfrutar.”

Cada mañana, antes del alba, y desde hace 46 años, la voz profunda de Walter “Serrano” Abella parte desde Melo e inunda campos y ciudades del Interior. Padre y conductor del programa radial Hora del campo, Abella es un referente obligado tanto para los trabajadores rurales como para los empresarios agropecuarios. En la pluma del escritor olimareño Gustavo Espinosa, Ajena presenta esta semblanza de uno de los periodistas más influyentes del país.

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Perfil // Serrano Abella

Txt: Gustavo Espinosa por día. Recuerdo haberme quedado rígido, como en la En Treinta y Tres, el pago menos occidental, a Fotos: principios de los 70 el ciclismo era una épica. orilla de un incendio, viéndola retorcerse e insultar de Alejandro Arigón dolor. Pero también es verdad que muchas veces Esto es: era una fabulación oral. En los rincones del campo, sin electricidad ni pantallas, la gente discutíamos o nos reíamos, olvidados del cáncer. Una escuchaba la radio e imaginaba las caras de los héroes mayores: noche húmeda de aquel invierno, al llegar a la esquina del Ruben Darío Mesones y Pedro Omar Castillo. Los niños también barrio Olimar (casi todo se llama así en Treinta y Tres: clubes escuchábamos la radio, y memorizábamos la sonoridad de de fúbol, panaderías, una radio, últimamente un sex shop), vi el ciertos nombres, para inventar lugares y personajes: Felicísimo Pontiac de mi padre y un par de autos desconocidos Prais, Repecho Negro, Taller El Paraíso, Isla Larga, Mil Millas estacionados frente a la casa donde mi tía vivió toda su vida. Al Orientales, Eufrasio Ferreyra, etcétera. La voz de Walter Abella abrir la puerta del líving vi una mujer hermosa, disfrazada. La expandía la narración, sus peripecias y colores, sus estribillos y enferma también estaba vestida con una superposición de ropas epítetos por los Domingos de Treinta y Tres. No es fácil trasponer aquella voz en escritura: una entidad abovedada y oscura, una materia convincente que se derramaba, exaltada y lenta, en barrios y parajes. La misma voz, menos tensa entonces, más serena y nocturna, colocaba el epílogo al año, con un editorial retrospectivo que todo Treinta y Tres oía conmovido cada 31 de diciembre a las doce de la noche; allí se evocaban las victorias deportivas, las crecientes del río, los muertos queridos o meramente ilustres. La misma voz –desde colorinches, sombrero y maquillaje medio expresionista o 1968 supe después– anunciaba cada amanecer, con fondo de ridículo. También estaba Pepe Guerra (la mujer hermosa era gallos y mugidos, una consigna dramática que abría la Hora del Solange, su esposa de entonces). Y estaba el Serrano Abella y campo: “El país se salva con el agro o perece con él”. su familia. Aquella fiesta triste, sitiada por el invierno y por la Todo –se sabe– era más sólido entonces. Todas aquellas dictadura, era dos despedidas: Pepe no tenía más remedio que cosas, aunque ocurrían en el éter, como aún se decía, parecían irse del país, nadie sabía hasta cuándo. Mi tía también se iba. estar ahí de un modo natural y continuo, como el obelisco de Recuerdo que Guerra y su mujer cantaron “Funeral de um hormigón en el eje u ombligo del pueblo. Aquella voz, las cosas lavrador”, de Chico Buarque, y el tango “Una canción”: “La que evocaba o anunciaba, no parecían venir de la deliberación y dura desventura de los dos/ nos lleva al mismo rumbo, siempre el trabajo de un hombre; aquella voz tenía la realidad de un igual...”. cerro lejano, “un elefante azul nadando el horizonte”, según la Porque mi narcisismo y un poco de vino pudieron con la metáfora algo desaforada de Pedro Leandro Ipuche. timidez, Abella y los demás tuvieron que escucharme cantar. Dicen, sin embargo, que los paisanos, los que oían aquella Volví a encontrarme con el Serrano treinta años después, voz madrugadora informando el precio de las vacas gordas o en su casa de Melo. Me recibió diciendo, con su voz densa de haciendo cuentos de aparecidos en la Hora del campo, se radio valvular, los versos iniciales de la canción que yo había desconcertaban cuando al fin podían ver a un hombre joven, de cantado tres décadas antes. pelo largo y jeans: ese muchacho no podía ser Abella. Yo recuerdo un retrato retocado y serio –probablemente de Hilario La historia nacional ha terminado por instituir la convicción de Favero, el fotógrafo del pueblo– en el copete de un relato que a mediados del siglo XX, tiempos de vacas gordas y publicado en la Revista de la Semana del Arroz, en 1973. No eufóricos en los cuales Uruguay ganó su segundo Campeonato retengo detalles de aquel cuento; no olvido, sin embargo, que Mundial de Fútbol, se había completado la modernización del en él había moscas y miseria, que todo me pareció muy doloroso país. A partir de esa creencia se ha vulgarizado la imagen de y que me dieron ganas de escribir algo como aquello. Al pie del una especie de edad de oro urbana y mesocrática bajo la tutela texto sólo se leía: “Serrano”. igualadora del Estado de bienestar. Pero la historia es, necesariamente, un constructo ideologizado, una 1978 fue un año intenso para mí. Como oyente y cantor –esto geometrización de la existencia: la vida o los recuerdos de la último es lo que quería ser entonces– empezaba a mudarme del vida a menudo desdicen las representaciones de la historia. folclore al rock. Por otro lado, una hermana de mi padre se El Barrio Sosa es la parte de la ciudad de Treinta y Tres estaba muriendo. Esta mujer era la dueña del primer pasadiscos situada al oeste de la ruta 8: a la izquierda del pueblo, si uno que vi en mi vida. En aquel aparato ella me había hecho conocer viene entrando a él desde Montevideo. Ya no queda casi nadie cada disco de Los Olimareños, pero también a Abbey Road o que se refiera como “la chacra de Sosa” a ese lugar achatado, Almendra. También me había ido arrimando los libros del boom arrinconado por el Olimar y el Yerbal. Allí, bien lejos de la Suiza (sobre todo Cortázar) o de Felisberto Hernández, y había de América, ocurren los primeros recuerdos del Serrano Abella mostrado más entusiasmo que nadie por las cancioncitas que yo (había nacido en el 42) junto a sus cinco hermanos y muchos escribía. Durante su agonía, yo iba a visitarla dos o tres veces perros. La familia criaba unas pocas ovejas, tal vez alguna vaca, en aquellos terrenos que en invierno eran ocupados por las crecientes descomunales del Yerbal. El padre sacaba leña de los montes: de esas cosas vivían. A él, al gurí de aquella arcadia pobre, le gustaba escaparse desnudo para los

Aquella voz, las cosas que evocaba o anunciaba, no parecían venir de la deliberación y el trabajo de un hombre; aquella voz tenía la realidad de un cerro lejano, “un elefante azul nadando el horizonte”, según la metáfora algo desaforada de Pedro Leandro Ipuche.

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Martín Aquino

montes. Una noche del 49 alguien vino a avisarles que en el boliche de Pizzorno, en medio de una confusión de barajas, habían matado al padre. Inés Palacio, la madre, vendió todo lo que tenían para comprar un caserón altísimo, a menos de tres cuadras de la plaza principal, con aire de casco de estancia o de cuartel, de frente a una calle de tierra (Manuel Lavalleja), rodeado de terrenos llenos de hinojos, ciruelos e higueras torcidas. Ahora la estructura primordial de aquella casa, lindera a un chalé futurista de los años 60, frente a una agencia de ómnibus interdepartamentales, deja entrever por sus ventanales velados una acumulación de raros artefactos blancos; allí funciona desde hace algún tiempo el único centro de diálisis de Treinta y Tres. Cuando los En el año 2009 editó su siete Abella (la viuda y sus seis hijos) libro Martín Aquino, el vinieron desde la chacra de Sosa para matrero, con más de 10 allí, trajeron también los trece perros mil copias vendidas. En viaderos que había dejado el padre. No 2009 fue galardonado con hay resentimiento ni melodrama en el el premio José Enrique retumbo de la voz cuando recuerda, más Rodó, del Círculo de la de seis décadas después, la miseria Prensa, por su extensa radical de aquellos tiempos; tampoco trayectoria periodística. imposta un idilio bucólico. Sus En 2010 recibió el premio evocaciones parecen, más bien, Revelación Bartolomé episodios de picaresca melancólica: un Hidalgo. día asaltó al vendedor de bizcochos en el patio de la escuela. Otra vez, entre las higueras y los transparentes del fondo, un salchichón fue el botín que obtuvo de un niño rico, vecino suyo, usando ardides de western. El amigo tenía revólveres con culatas de nácar; Walter usaba una carretilla de oveja: bang bang. Durante algunos años, hasta que llegó una pensión para la viudez de la madre, la comida diaria de la familia fue una olla de ensopado hecho con cuarto quilo de aguja.

Creo que el libro de Abella, que también comenzó a generarse en los 60 registrando testimonios en grabadores de cinta, que parte –entre otras fuentes– de la mala sintaxis ensangrentada de la crónica policial, para elevarla a una dimensión estética, podría figurar con precisión en esta categoría: una versión local y cimarrona del “nuevo periodismo”. Al respecto, tal vez no sea inoportuno agregar que, si bien los estadounidenses fueron quienes etiquetaron este tipo de escritura, quienes la pusieron a funcionar en el mercado mediante los mecanismos de la cultura de masas, algunos críticos más allegados al Sur sostienen que el libro Operación Masacre (1957), del escritor argentino Rodolfo Walsh (quien murió en los 70 tan acribillado como Aquino), es el texto que inaugura esta especie de narrativa. Por mi parte, me permito agregar un antecedente más lejano en el tiempo, y más cercano a nosotros en todo lo demás: se trata de Crónica de un crimen del escritor de Cerro Largo Justino Zavala Muniz (1926), donde se reconstruye con tácticas de novelista las peripecias de un asesino de aquellos pagos apodado el “Carancho”, ocurridas muy poco antes de que Aquino llegara por allí. (Fragmento de “Un libro degenerado”, texto inédito del autor de esta nota leído en ocasión de la presentación de Martín Aquino, el matrero en Treinta y Tres.)

Sin embargo, además de los perros quisquillosos, entre las pocas cosas que la familia había traído desde la chacra, figuraban los libros de Salgari que doña Inés leía para su prole en las noches de invierno. Y había también una radio de madera donde escuchaban, sobre todo, radios argentinas que trasmitían música mexicana: “En la batalla entre la suela y el suelo, deje que gane la suela. Calzados Grimoldi con suela marca Bisonte presenta la voz de Miguel Aceves Mejía”. Pero mejor que la radio, mejor aun que la lectura, era cuando la madre contaba historias. El estudio Saúl Urbina de AM 1340 La Voz de Melo es amplio y bien iluminado. Del mismo modo, aunque más verdadero y nítido, se puede describir el día, viernes 28 de noviembre, que empieza a crecer sobre la ciudad. Alrededor del redondel de la mesa cuyo centro es el micrófono, me reciben el Serrano, su hijo el “Polilla” (entrecano, tiene 50 años), el locutor comercial y el diputado Yerú Pardiñas, columnista de los viernes que me cede su lugar, de espaldas a la cabina del operador. En esta emisora funciona desde

Serrano en su escritorio, un buen lugar para escucharlo contar recuerdos.

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Perfil // Serrano Abella

principios de 1982 (el estudio, su decoración, su austeridad, parecen ser más recientes) Hora del campo. Cuando escribo “funciona” Hora del campo no me dejo ir en la inercia naturalizada de la escritura: intento ser preciso. El programa es un artefacto eficiente, una máquina de comunicar en perfecto estado de mantenimiento, una especie de tren que echa a andar en el aire, sin prisas y sin pausas. La tramoya (en el sentido teatral) sutil y férrea que lo hace marchar no se oye, a menos que uno esté allí, en la mesa circular del estudio Saúl Urbina, junto a los Abella (padre e hijo), junto al locutor comercial y de espaldas al acuario del operador. Entrecruzan ademanes y palabras entrecortadas, cuentan cuántas fichas le quedan por leer al locutor, acuerdan lo que debe ocurrir (lo que debe salir al aire, lo que debe escucharse en Rincón de Pi, en Avestruz Chico, en Etiopía –departamento de Lavalleja– o cualquier paraje remoto) dentro de algunos segundos. Walter tiene el pelo ralo y blanco, parece algo más pequeño que el hombre que vemos presentando folcloristas bajo los focos antiaéreos del Festival de Folklore de Treinta y Tres, que aquel que veíamos trepado en el techo de la Chevrolet 51 de la Difusora relatando la llegada de una Doble Melo. Cuando habla, sin embargo, parece crecer otra vez. La gravedad incontestable y terminante de la voz transfiere un aire de sentencia antigua a las verdades efímeras que anuncia: —Cuarenta y dos de las seis, país. Dieciséis grados. Mañana habrá luna nueva. La audición es un alternancia entretejida donde, sin entrecortarse ni superponerse, fluyen noticias, mensajes leídos de los oyentes, informes sobre mercados trasnacionales o ferias regionales, anuncios de remates ganaderos, ofertas de la tienda La Continental. Escribe un oyente, y Abella (padre) lee desde la pantalla: —Mientras disminuye el cáncer por el tabaco, aumenta por los agrotóxicos. El tabaco es para quien quiere. Los agrotóxicos van al barrer. Otro radioescucha celebra que la veda electoral nos haya librado del ruido de la campaña política: —Por lo menos elegimos y nos damos la suerte que queremos como pueblo –señala el Serrano, deplorando de paso que haya habido alguna vez tantos años de silencio. En estos intercambios se configura una editorialización continua e intensa. Abella no deja nunca de repentizar su opinión sobre cualquier asunto, ya sea una indignación de una doña de Melo, una declaración del ministro Aguerre, un discurso de Obama. —Cincuenta y dos de las seis. Todavía queda medio costillar de Hora del campo para disfrutar –promete de pronto. Me toca estar, de siete a ocho, en la parte final del programa: es el segmento más urbano y global, donde se oye hablar del fracking y se anuncia que los carnavaleros de Montevideo homenajearon a la embajadora de Estados Unidos. Cada día, sin embargo, todo empieza a las cinco de la mañana con la grabación de alguna payada, con conversaciones pausadas (puede hablarse de las sequías, de pencas y raids, pueden ser cuentos de aparecidos y lobizones) dirigidas a los peones, a las familias que todavía quedan madrugando en

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campaña, sin terminar de Entre cuentos de pencas e información sobre los preocuparse demasiado por precios internacionales, Hora del campo es referencia las oscilaciones de los para todos quienes están vinculados al agro. precios en Nueva Zelanda. —Hora del campo, esa manera de saberlo todo ‒repite cada tanto el Serrano, a modo de estribillo o separador. El centro del programa, de seis a siete, es información dura: la parte tecno, los guarismos y tendencias destinadas a los empresarios y administradores, que ya se habrán incorporado a la audiencia, aunque no vivan en el campo.

Después, una serie de tormentas y accidentes (entre ellos el de un avión que no pudo traer a Cerro Chato a Isidro Alberto Zaccara) terminó convirtiendo al Serrano en relator de carreras de caballos y de bicicletas. En ese género encontró el espacio para narrar y describir, para el desborde sin libretos de la emotividad.

El patio de la casa de la calle Navarrete, en Melo, es enorme y geométrico; no se puede designar con la palabra “fondo”, ni “sitio”, ni “terreno”: todo eso sugeriría la maraña de cañaverales y tártagos que rodeaban, hace tanto, el caserón de Treinta y Tres. En un rincón de este patio melense, apartado del trajín familiar de la casa, el escritorio del Serrano es un buen lugar para escucharlo contar recuerdos. Las paredes están cubiertas de fotos, casi todas en blanco y negro. En una de tantas se ven dos muchachos entrajados de negro, graves y flacos: Walter Abella y Alfredo Zitarrosa, en la fonoplatea de Difusora Treinta y Tres, alguna noche de hace medio siglo. Eran compañeros en la Asociación de Empleados Radiotelefónicos. Cuando Zitarrosa se transformó en cantor, el Serrano le organizó giras por Vergara, Treinta y Tres,

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Varela y Lascano. Mirando la foto de aquellos tiempos me vuelve el asombro ante la incongruencia entre la voz grande y tenebrosa de Alfredo y su aspecto esmirriado. Se dijo – me recuerda el Serrano– que el cantor tenía voz de otro. Abella, sin embargo, tiene voz de sí mismo: la voz, su timbre, su tamaño, son la forma más precisa de su identidad, por más que si lo oyéramos sin verlo nos imaginaríamos otra cara. Como la memoria es un hipertexto intrincado, la imagen del cerro o elefante azul de Ipuche, que recordé al principio, me trajo –tal vez– otro cerro y otro verso: “La realidad de un cerro y el talento de un hombre”, escribió el chileno Pablo de Rokha señalando los atributos del lenguaje de un poeta. No está mal para definir la voz del Serrano: hombre con voz de cerro y de sí mismo. Fue esa voz la que ganó el concurso para locutor-operador de Difusora Treinta y Tres, al que se habían presentado 132 postulantes. Empezó en la radio el 1 de mayo de 1961. Pero no se trataba sólo de una sonoridad pomposa y nítida para leer propaganda. El dueño de la voz ya había sido iniciado en otras cosas menos profanas que el entretenimiento: Sandokán leído por la madre, Martín Aquino recordado por ella, el intercambio de libros (Morosoli, Osiris Rodríguez Castillos) con Julio Macedo, maestro legendario de Treinta y Tres. Además, según cierta mitología o cierta nostalgia, por aquellos años en que Abella empezaba, todo brillaba más en Treinta y Tres: La voz, su timbre, su no había televisión, y hubo –se dice– tres elencos de teatro tamaño, son la forma más independiente. En uno de ellos, el Experimental, anduvo precisa de su identidad, el Serrano como actor en El caso de Isabel Collins, de Elsa por más que si lo Shelley, Procesado 1040, de Juan Carlos Patrón, y en una oyéramos sin verlo nos adaptación de El diario de Ana Frank. En la radio, imaginaríamos otra cara. entonces, empezaron a ocurrir cosas.

Son cosas de esta vida fue el primer programa, libretado (con la amplitud que indica el título) y leído por él. Tuvo, luego, a su cargo El rincón del oyente. Recuerdo la cortina (“Barrilito de cerveza”) y el cruce de cartas sobre el uso del pelo largo por los hombres. Todo era epistolar y se admitía el anónimo. Un jueves llegaron a aquel correo de oyentes unas décimas de protesta por la falta de luz en ciertas periferias, firmadas por “el poeta de los barrios oscuros”. El Serrano olfateó en aquellos versos una potencia de comunicación, y replicó bajo el seudónimo de “el poeta de los barrios iluminados”. La polémica aumentó cada jueves, hasta que los rivales (que se desconocían

Sus evocaciones parecen, más bien, episodios de picaresca melancólica: un día asaltó al vendedor de bizcochos en el patio de la escuela. Otra vez, entre las higueras y los transparentes del fondo, un salchichón fue el botín que obtuvo de un niño rico, vecino suyo, usando ardides de western.

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entre sí en aquel mundo sin redes) terminaron retándose a duelo en la punta de uno de los puentes del Olimar: allí se amontonó una multitud. Después, una serie de tormentas y accidentes (entre ellos el de un avión que no pudo traer a Cerro Chato a Isidro Alberto Zaccara) terminó convirtiendo al Serrano en relator de carreras de caballos y de bicicletas. En ese género encontró el espacio para narrar y describir, para el desborde sin libretos de la emotividad. Y ahí se pudo realizar su talante épico, el mismo que activa para evocar las aventuras titánicas de Basilio Muñoz y de Saravia. Pero todo empezó de verdad el 21 de mayo de 1968 a las seis de la mañana, cuando también de manera medio casual salió al aire por primera vez Hora del campo. Pronto aquello se convirtió en el espacio más vivo y poderoso de la radio regional. Ya lo era cuando llegó la dictadura. Entonces se transformó, de un modo solapado, pero menos oblicuo y prudente de lo que parecía sensato, en un lugar de resistencia. Por eso, un colaboracionista escrupuloso censuró una entrevista a cierto dirigente de la Asociación Rural (aunque éste no fuese un izquierdista, ni mucho menos), y ante la imposibilidad de convencer a Abella de no poner el reportaje al aire, ordenó interrumpir la trasmisión de la radio. Así terminó la fase fundacional de Hora del campo. Después de una etapa en Radio Olimar, que habían comprado con un grupo de

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Perfil // Serrano Abella

militantes blancos, y de la cual también tuvo que irse por asuntos parecidos, el Serrano, su familia y su audición terminaron mudándose a Melo. Cuarenta y seis años después de aquella primera madrugada de junio, sabiendo que hago una pregunta desmesurada, pido un concepto, una síntesis que defina o explique Hora del campo. No espero que se me hable de target, ni de ciencias de la comunicación; tampoco me había imaginado la repuesta natural y solemne de Abella: —Es mi tercer hijo.

Abella según Mujica Salía de madrugada los jueves, caminando desde la chacra y en el ómnibus de la Onda iba para algún lado. Un día llegué a Melo, a las siete de la mañana –en invierno– para ir a la audición de Serrano Abella, que Montevideo no tiene ni idea de quién es Serrano Abella. Pero a Serrano Abella lo escuchan en Rivera, Tacuarembó, en cada lugar que no te imaginás. Eso es laburo. Es un líder popular ese tipo. Por favor, ¡es blanco!, pero blanco progresista; no facha. Es un tipo abierto, claro, tiene mística de blanco, no puede renunciar a ella. Pero yo me preguntaba ¿por qué no lo traen para una radio en Montevideo? Y allá me di cuenta. Tiene más avisos que Radio Carve y El Espectador juntas. ¡Dios me libre! Tiene audiencia a rolete. (José Mujica, en Pepe coloquios, serie de entrevistas de Alfredo García (Fin de Siglo, Montevideo, 2013, novena edición.)

Una cuchilla de hoja Infante al filo y grabados en oro. Obsequio de César “Titín” Aguiar , quien fuera presidente de la Sociedad Criolla La Lata Vieja, de Cardona.

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Txt: Mathías Iguiniz // Ilustración: Bárbara Nilson

Futuro Interior

“Solitario en los moldes de mi aldea.” Froilán Vázquez Ledesma (hijo)

I.

Domingo a la noche. Enciendo la tele. Un conductor eufórico, con lentes de armazón, recorre en una Vespa los rincones más apartados del país. Ingresa a bailes y pencas criollas con el dejo irónico del capitalino ingenuo. Zapping. Hace morisquetas detrás de un tipo de boina mientras éste, borracho y con los ojos ligeramente desorbitados, monologa frente a la cámara sobre no sé qué asunto. Zapping. Baila a ritmo de samba sobre un carro alegórico en un pueblo de frontera, al tiempo que corteja a una chica bastante linda que canta por unos altoparlantes para un público enardecido. Apago la tele. A veces se habla del “Interior” como si se tratara de un todo uniforme, compacto. Dicha noción –de por sí problemática– es, se me ocurre, una forma de praxis centralizadora. El Interior es todo lo que no es Montevideo. El Interior se desenvuelve en una suerte de espacio periférico, donde todo tiende a convertirse en reflejo de las proyecciones y representaciones de Montevideo.

III.

Para mí, entonces, vivir (en) Canelones es, primero, una forma de azar. Luego, de desarraigo. Finalmente, de búsqueda. Pero principalmente de desarraigo. Creo que todos transitamos (o hemos transitado alguna vez) nuestro lugar de origen con la lejana sensación del forastero, como si una espesa capa de niebla se ciñera sobre todas las cosas del mundo, una distancia que tiene que ver también con el paso del tiempo. En “Camino rural”, el poeta chileno Jorge Teillier expresa: “Temo llegar al pueblo/ porque a otro esperan allí”. Quizá estemos llegando en todo momento a algún lado, siempre, aun cuando no nos movamos de nuestro sitio.

II.

Nací y vivo desde siempre en la ciudad de Canelones. Algunos la llaman “ciudad dormitorio” por su proximidad con la capital (cualquiera toma un ómnibus y en cuestión de 45 minutos está en su centro de estudio o trabajo). En lo personal, he vivido mi lugar desde el desarraigo. Y fue a través de este sentimiento que hace algún tiempo comencé a interesarme –por absurdo o contradictorio que pueda parecer– por la literatura de aquí. Solía leer todo tipo de textos, pero nunca me había preguntado acerca de la producción literaria que cultivaban los canarios. Para mi sorpresa, se trató de un viaje de ida.1 Allá por las primeras dos décadas del siglo pasado un grupo de jóvenes libertarios agitaban las calles de mi ciudad con innovadoras propuestas poéticas y sociales. Pero, claro, nosotros nos habíamos criado en el imaginario adulto de que en Canelones “nunca pasó nada”. Por otra parte, tuve oportunidad de entrar en contacto con una infinidad de registros telúricos de zonas aledañas. Payadores sin rostro y sin nombre hasta ese entonces para mí; payadores perdidos en modestos ranchos de tierra, con la voz cascada por los años de trabajo, cantando los dolores de su gente. Historias como la de Juan Pedro López, cuyo grito desde la otra orilla del Río de la Plata todavía me llega, desde un lejano 1920, como una declaración desgarradora de cantor “transterrado”, que supo padecer el “negro desdén”, la indiferencia de su patria.2 Y la lista sigue. Al día de hoy –y desde hace ya varios años– es notable la efervescencia que hay a nivel de movida de bandas de rock. Uno sale a dar una vuelta por ahí, casi siempre sin rumbo, y de repente

Ajena N8

se encuentra con que en algún rincón de la ciudad hay un toque (las más de las veces organizado por los propios miembros de las bandas, a puro pulmón). Se trata de una actividad que no llega a visualizarse desde la lente capitalina, de corto alcance. Y sin embargo existe. Como tantas otras cosas que suceden en el “interior” del país y que los grandes medios de prensa no recogen.

1. Aquellos interesados pueden visitar la columna La palabra soslayada en Portal La Fuente http://www.lafuente.uy/ 2. En la canción “Agradecimiento” López, ya consagrado en Argentina, agradece la acogida, manifestando asimismo su amor a Uruguay y el profundo dolor por el abandono en que el país tiene a sus bardos: “no sé qué negro desdén/ tiene allí todo cantor,/ que nunca, nunca un honor/ le hace mi tierra a sus bardos;/ ¡claro! pues somos bastardos,/ hijos sin padre ni amor”.

Mathías tiene 26 años y es docente de literatura en Secundaria. Ha publicado trabajos en diversos suplementos y revistas literarias, y este año obtuvo el primer premio en el VII Concurso Nacional de Poesía Pablo Neruda. Entre sus proyectos futuros (“que cambian día por medio”) está trasladarse a Montevideo para continuar con estudios vinculados a las letras.

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Diciembre 2014




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