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La Protectora
LA PROTECTORA
Si la vida fuera perfecta y las aves, los montes y las calles fueran tan verdes como el esplendor de los amantes que sueñan y de los pajarillos que cantan en las mañanas, no estaría el día de hoy frente a esta estúpida litera cantándole al cielo en busca de la libertad, sintiendo el olor pesado de las cochinadas de mi compañera de cuarto y el horrible sabor de la comida. Yo no tengo la culpa de que ese animal se hubiera atravesado en el tejer de mis días y hubiera destruido con sus bigotes, con su piel y con sus uñas todos los planes que tenía para el fin de semana, sí que menos tengo la culpa de que ese estúpido animal se encuentre el día de hoy tres metros bajo tierra.
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Todo comenzó hace ya cuatro días, creo que era martes y hacía calor, a mí me gustaba salir a caminar por las mañanas para ver como las calles, los caños y los
árboles se quedaban mirándome con esa mirada triste que se impregnaba en la roma, en las manos, en los zapatos. Solo que ese día no fui a trotar porque mamá me había castigado y tenía prohibido salir, así que me quedé en casa haciendo oficio y escuchando música, nada especial, en todo caso, me maquillé, me tomé muchas fotos y vi muchos videos, a eso de las cuatro de la tarde ya estaba irritada y me estaban dando ganas de escaparme por el tejado, mi primo se estaba quedando en la casa con su novia así que tuve que soportar ese estúpido ruido de los besos, y sus ademanes de idiotas enamorados, ¡mierda!
Creo que olvidé contarles por qué me habían castigado. Lo que pasó fue que Camila (mi mejor amiga), me había invitado a su casa con unos chicos del colegio para hacer el indio, el plan era sencillo, salíamos de casa como si fuésemos a ir a clases y después ¡pram!, cambiábamos de rumbo directo a la casa de Camila; luego a la hora de salida volvíamos a nuestras casas como si nada hubiese ocurrido.
Camila y yo habíamos comprado vino y dos cajas de cigarrillos con un dinero que le robé a mi primo de la billetera mientras estaba en la ducha con su novia. Cuando fuimos a comprarlos me dio mucho miedo porque el señor de la tienda me miró extraño. Cuando estaba por pagarle se me quedó mirando de arriba abajo con su cara llena de granos y pecas como con ganas de preguntarme qué edad tenía ¡madre mía!, me comenzaron a temblar las piernas y por poco rompo la botella de vino que nos valió cinco mil pesos ¡cinco mil pesos! ¿Se imaginan? pero después, todo bien, me hizo una sonrisa pícara, me dijo que estaba linda y qué suerte, incluso me regaló dos gomitas y me lanzó un beso con los labios, creo que lo sentí en los muslos porque casi me caigo.
A la mañana siguiente nos encontramos al lado del parque que daba directo a la fachada del colegio, éramos pocos. Solo estábamos Carlos, Camilo, Ronald, Sebastián, Camila y yo; teníamos mucho miedo porque no sabíamos qué consecuencias nos podría traer evadir todo un día de colegio, (cabe aclarar que yo soy
juiciosa, solo que estábamos en las últimas clases y nada más los lambiscones van a eso), pero de todos modos estábamos decididos a ir, era temprano así que estábamos congelados del frio, mi falda se levantaba a cada rato y Ronald miraba mis piernas, cuando ya estábamos a punto de partir Carlos comienza a temblar y a sonrojarse, Ronald le preguntó qué pasaba y él solo se metió las manos en los bolsillos y de un momento a otro ¡mierda! Salió corriendo, atravesó la entrada del colegio y nos miró desde la verja, todos reímos y lo tratamos mal, el muy idiota nos había plantado.
Cambiamos de camino y todo bien, corrimos casi por media hora por temor a ser sorprendidos por nuestros padres o maestros, así que cuando llegamos a la casa de Camila por poco y nos desmayamos del cansancio, Camila puso música y repartió cerveza, nos pusimos a bailar y a fumar papel como locos, también preparamos el almuerzo, ¡oh!, cómo no recordar ese día, Ronald me abrazaba de la cintura mientras yo pelaba a mi manera las papas del sudado
de pollo que más bien parecía sudado de carroña, ¡todo estuvo tan loco!, incluso casi me culeo a Ronald pero mi amiga me detuvo, recuerdo que estaba tan mareada por las dos cervezas que me tomé y además porque fumé mucho papel ¡casi alucino! , estábamos bailando una canción de reguetón y me subí la falda en medio del pantalón de Ronald, lo cogí de la cabeza, recién peluqueada ¡qué rico! Me le acerqué al oído y le dije que me hiciera suya, solo suya que me venía, solo suya que me mojaba toda y ¡puta madre! A la media hora Ronald ya estaba en el baño tocándome los muslos con su pequeña erección, yo le besaba los labios y me acurrucaba en sus pechos ¡Qué rico!, pensé. Nadie había notado nuestra ausencia dado a que todos estaban medio borrachos y bailando. Así que cuando Camila se dio cuenta de que Ronald y yo estábamos a punto de ponerle nombre al lavamanos yo ya estaba medio desnuda ¡se me veía la mitad de los senos! Ronald tenía dos botones de la camisa zafados y quedamos así, pasmados en mitad de un beso con lengua, Camila comenzó a reírse y nos tomó una foto, Ronald se apuntó la camisa y yo me subí la
jardinera, tuve que corretear a Camila casi por todo el país para que no subiera la foto a ninguna red social ¡qué pena!, pero el resto todo bien, reímos mucho, nos besamos mucho y la pasamos súper. Escuchamos los lamentos de Camilo que no había podido superar a su exnovia ¡pobre hombre!, lloró mucho y se fumó casi todo un cuaderno, Ronald lo detuvo diciéndole que si se fumaba un cuaderno entero le podía dar una sobredosis y Camilo le hizo caso, dejó de fumar y se hizo al lado de Camila que lo consoló a punta de caricias y piquitos. Después salimos y fastidiamos a los vecinos tirándoles las latas de cerveza que habíamos acabado, cuando pasaban se las aventábamos a la cara y nos reíamos como locos; nos decían:
¡Malditos estúpidos, los voy a delatar!, y todos nos poníamos a reír como locos, nos sentíamos como cuando éramos pequeños y nos reuníamos en la parte derecha de mi casa a jugar a las escondidas, porque nos mirábamos, nos tocábamos y nos daban ganas de irnos de nuestras casas todos juntos, encontrarnos en algún bosque y
armar una cabaña con los árboles, Ronald la construiría y nosotras cocinaríamos los animales que los otros chicos cazarían para comer, nos despertaríamos a las diez, ¡ya no más levantadas temprano!, ¡no más notas, no más regaños!, organizaríamos orgias gigantes y fumaríamos papel hasta alucinar, de pronto y podíamos conseguir una cosa más fuerte como cigarrillo o aguardiente.
Al final de la fiesta nos prometimos que íbamos a ser socios de por vida y que jamás le volveríamos a hablar a Carlos. A eso de las cinco ya estábamos medio bien, nos colocamos loción, nos lavamos los dientes y trotamos por veinte minutos para poder volver a nuestras casas como si nada hubiese ocurrido.
Cuando volví a casa estaba muy feliz porque Ronald me acompañó y me dio un beso en la mejilla de despedida ¡en la mejilla!, ¡Ufff! era tan lindo. Mi mamá estaba como todos los lunes sentada viendo su novela, yo la saludé y le dije: Hola mami, ya vine. Así como toda una santica, ella me saludó normal y todo bien, incluso me dio un pedazo de papaya y me preguntó cómo me 13
había ido en el colegio y yo le dije que bien, que no habíamos hecho la gran cosa, que la profesora nos había puesto una tarea y ya, mi madre asintió con la cabeza y cuando yo ya estaba a punto de dirigirme a mi cuarto para cambiarme, mamá me toma por los cabellos me pega una cachetada, recuerdo que me dolió mucho porque casi me quita la cara ¡creo que tuve una hemorragia!, pero sobreviví, se me aguaron los ojos y ella me comienza a gritar y a preguntarme por qué no había ido al colegio. ¡Puta madre! Carlos nos había sapeado. Era seguro que apenas pudiera volver al colegio lo iba a tratar súper mal, mi mamá me dijo que el coordinador la había llamado muy preocupado porque un compañero “anónimo” les había contado de nuestro plan, comenzó a olerme toda y me dio otra cachetada diciéndome que olía a alcohol, a mí ya me estaba dando fastidio quedarme quieta y callada soportando la voz chillona de mamá así que le dije ¡No moleste déjeme en paz!, además yo soy juiciosa es la única vez que hago esto porque ya pasé de año, ¡dejé de joder la vida cucha marica!, creo que me pasé y mi mamá que me pega otra cachetada y me manda a la luna, creo
que vi un astronauta ¡no bromeo!, me mandó a mi cuarto. Después me dijo desde la cocina que no volvería a salir, y que de pronto no me dejaría ir a los trece de Camila, yo me puse a llorar y me lancé sobre la cama, me dolía la cachetada y sentía que me iba a dar un derrame ¡ensucié toda la cama de sangre!, me acurruqué al lado de mi osito de peluche y me puse a llorar.
El hecho es que no podía salir y estaba súper aburrida, alcazaba a escuchar como mi primo manoseaba a la novia, incluso un ¡ah!, creo que estaban jugando a las cachetadas porque se escuchaban muchas y reían, yo quería jugar pero no me dejaron, incluso el bobo me trató mal y me sentí triste, me dieron ganas de salir corriendo lejos y no volver a casa jamás.
En la casa había un gato, negro y con ojos verdes; mamá lo había llamado Fernando por mi difunto padre que por cierto fue también el que me lo regaló en mi fiesta de doce años; era un gato estúpido se la pasaba de aquí para allá sin ningún motivo y siempre estaba maullando; estaba tan aburrida que lo llamé, le dije: Fernando, ven 15
y Fernando vino moviendo la cola como todo un imbécil. Yo lo alcé en mis brazos y comencé a acariciarlo, Fernando comenzó a ronronear a y me agradó porque se sentía como una vibración en mis senos y era rico, pero luego me sentí irritada porque la cola de Fernando era muy rara, es decir se movía de una manera muy fea y me daba mucho fastidio, hasta el punto que lo solté le di una patada en el estómago por mover la cola así de feo. Luego me dieron otra vez ganas de llorar porque Ronald subió un estado con María tomándola del brazo y a mí ya se me estaba haciendo la idea de que se iban a casar, que iban a tener cuatro hijos y que Ronald me iba a olvidar para siempre, todo porque mi mamá no me dejaba salir. ¡Puta madre!
Mamá llegó dos horas después con dos bolsas repletas de verduras y luego de ayudarle a dejarlas sobre el mesón de la cocina le dije que si podía salir al otro día. Ya que había estado encerrada y pues me parecía justo que terminara mi castigo ¿Es obvio no?, y ella toda irritante, toda estúpida, toda cortante me dijo que no; como si lo que
hubiera hecho hubiera sido la gran cosa. Apuesto a que ella también hizo cosas de pequeña peores y la castigaron bien feo, y por eso hoy día se viene a desquitar de sus transgresiones conmigo. Me dio mucha rabia y fui corriendo a mi cuarto, me puse a llorar y le dije por mensaje a mi amiga que mi mamá no me dejaría salir ni hoy, ni el miércoles ni en toda la puta vida. El gato Fernando me miraba como burlándose de mis circunstancias y entonces le arrojé una media que tenía al lado de la almohada.
Me irrité tanto que lloré toda la noche y cuando mi mamá me llamó para ir a comer con mi puñetero primo cerré la puerta y no quise ir, en el cuarto solo estaba mi peluche Alberto y Fernando que me seguía mirando con sus estúpidos ojos verdes llenos como de alegría, de burla. Media hora después me dormí y cuando desperté Fernando estaba recostado en mi trasero ronroneando, se sentía rico y lo dejé pero el idiota saco las garras cuando fui a voltearme para cambiar de posición porque ya me sentía incómoda y el muy descarado me rasguñó el trasero. Le pegué una patada fuertísima que lo mandó
directo a la pared, el tonto me trató mal, en su idioma creo que escuché un ¡malparida!, a veces entiendo el idioma de los animales, yo le tiré una loción que tenía encima de mi buró.
Mamá escuchó el ruido y subió a mi habitación a mirar que pasaba: tocó la puerta y me gritó: ¡Qué pasó, que se rompió! Yo le dije que nada, que se me había caído la loción y que me dejara en paz, que se esfumara, que se muriera, y ella se esfumó solamente. Me sentía tan fastidiada que ni me tomé la molestia de recoger los putos vidrios del suelo y me acosté a dormir.
Cuando desperté eran las diez de la mañana, la habitación olía a mucha loción y me sentía medio mareada, hablé un poco con Ronald y con Camila, sus padres también los habían castigado pero a diferencia de mí si los habían mandado al colegio ¡mierda!, Fernando estaba durmiendo encima de mi repisa, al lado de los libros que mamá me compraba y que por supuesto nunca leía. Me levanté y recogí los vidrios, los puse en la caneca de la basura, me puse una cola de caballo y bajé a tomar el desayuno. 18
Cuando bajé mi primo me regañó y me dijo que era una grosera que porque no había ido a tomar la cena cuando mamá me había llamado. Yo le dije que era un maldito mantenido y que debería irse a jugar a las cachetadas con su novia más bien, mamá desde la cocina me mandó una arenga y a mí me dieron ganas de coger un cuchillo, quitarle la cabeza a ese bobo hijueputa y luego cortarme las venas hasta desangrarme. Apenas mamá me puso el plato en frente, “huevo frito con arroz y pan”, corrí la silla del comedor y me fui corriendo hasta mi habitación, y me encerré.
Todo el día me la pasé mirando fotos y escuchando la televisión. Me quedé absorta viendo una novela llamada Mátame, que trataba de una chica que había perdido a su madre en un incendio, estaba en el capítulo en el que ella mata a su padrastro porque cree que él fue el que la mató, en todo caso estaba equivocada porque había sido su tío después de que intentara cogérsela y ella no accediera ¡malparido!, estaba arrunchada con Fernando y con Alberto, Alberto estaba a
mi lado y Fernando piernas. ronroneaba sobre mis
Me aburrí un poco y comencé a limpiarme las uñas, tuve que quitar a Fernando para que no me estorbara y lo acurruqué al lado de Alberto para que se sintieran cómodos los dos, Fernando y Alberto se llevaban bien… supongo. Saqué mis esmaltes y comencé a dibujarme una florecita con corazones. Puse música y mientras Maluma decía: quítate la ropa, pégate, quítate la ropa; me iba pintando las uñas. De repente Fernando que comienza a morderle los ojos a Alberto y Alberto grita y me dice: ¡marica ayúdeme que este gato huevón está lastimándome! Yo me llené de rabia ¡cómo se iba a meter con mi mejor amigo!, Alberto solo lloraba porque el estúpido de Fernando ya estaba a punto de arrancarle el ojo izquierdo, entonces yo cogí el cortaúñas que tenía y se lo clave en el culo a Fernando, él soltó un quejido horrendo que llegó hasta el primer piso. Tuve suerte porque mamá estaba trabajando y a esas horas mi primo siempre se iba a dejar a la novia a la casa, así que estaba sola, cuando
saqué el cortaúñas salió un chorro de sangre que arruinó mis uñas, lo que me hizo dar más rabia aún porque ya estaba a punto de terminar y de repente ese gato marica se tira las florecitas; lo tiré al piso y me dirigí a donde Alberto el cual estaba temblando por el dolor. Le arreglé el ojo con colbón (un medicamento que funciona para aliviar el dolor de los ojos); luego arrullé a Alberto hasta que se durmió, le dije que tranquilo que no iba a volver a dejar que ese gato estúpido le volviera a dar siquiera un rasguño. Cuando Alberto se durmió lo acurruqué debajo de las cobijas después de quitar la colchoneta llena con la sangre de Fernando.
Fernando estaba absorto lamiéndose el trasero en una esquina de mi habitación, el piso tenía pequeños rastros de sangre y me dio asco porque me empapé el dedo con el plasma de ese idiota; cada vez que estaba más cerca de él me lanzaba un gruñido y levantaba las patas mostrándome las garras, a mí me daba mucha risa y saqué mi teléfono para tomarle una foto, un breve espasmo recorrió mi trasero y me sentí algo excitada,
miré a Alberto, parecía como dormido y aún le dolían los ojos porque se sobaba con sus enormes orejas de oso; algo dentro de él, en su silencio me aclamaba y me sugería una venganza, era como si Alberto me mirara desde sus sueños, desde su pelaje lleno de rasguños y me dijera: ¡por favor, termina con ese gato marica, aclamo venganza, sangre y más sangre, por mi ojo, por la fiesta, por Carlos, por el mundo! Alberto estaba enterado de lo de Carlos y de cómo me había delatado, él se enteraba de todo ya que él era mi confidente, yo le confiaba todo.
Le prometí que iba a vengarlo, que eso no iba a quedar así; me dirigí hasta donde dormía le di un beso en la frente y le prometí que todo iba a estar bien, él me miró con mucho amor y desde sus ojitos negros, cafés y grandes me dio un beso, un beso de hijo, de criatura sin protección. Me sentí como la princesa Mononoke, como la guerrera de la selva, como la protectora de los débiles, de mi bebé.
Cuando terminé de consentir a mi Alberto me puse unas chanclas, Fernando seguía acurrucado en la esquina de mi 22
habitación mirándome con odio, con rencor. Abrí la puerta para ir a la cocina y coger un cuchillo, cuando volví Fernando no estaba, Alberto me dijo que había huido hacia la pieza de mamá; yo le di las gracias y me apresuré a buscarlo. El tonto estaba escondido debajo de la cama detrás de los zapatos de mi madre, la cama era demasiado estrecha así que no podía meterme porque me quedaría atascada así que comencé a aventarle zapatos.
Fernando salió despavorido de la pieza con una rapidez impresionante a pesar de estar mal herido, yo lo perseguí por toda la casa hasta que quedó rodeado en el patio, todavía recuerdo esa mirada, esa mirada llena de odio, de soledad; como de vulnerabilidad. Fernando me lanzó un rasguño y me lastimó la mejilla izquierda, yo reí un poco y me limpié la sangre con la muñeca. Me acerqué por el flanco izquierdo y observé cómo se arqueaba, empuñé el cuchillo y con una sonrisa pícara lo miré a los ojos, nos observamos alrededor de unos cinco minutos, desde nuestro silencio, desde el odio de Fernando hasta el amor que tenía
por Alberto. Él atacó primero y se abalanzó sobre mis brazos, con su pata izquierda rasguñó una de mis tetas y me mordió la barbilla, yo procedí entonces y lo agarré del cuello, vi cómo su lengua se deslizaba desde sus dientes hasta sus labios y me dio mucha risa. Le mordí una oreja, Quería jugar a las mordidas. Dejé el cuchillo sobre la lavadora y lo mandé lejos, me puse en cuatro patas a su altura y nos miramos, el salió corriendo pero con mis manos lo detuve, me aventé sobre él y comencé a jugar. Empezamos por mordernos, recuerdo que en una de las mordidas me alcanzó a quitar el cuero de la oreja, lo cual me dolió demasiado, en un momento lo solté, decidí que el juego iba a ir en serio. Me quité toda la ropa hasta quedar completamente desnuda. Quería liberar mi chacra salvaje. Luego me aventé completamente sobre él y comencé a pegarle rasguños y puños mientras rugía como toda una fiera -¡Oh! ¡Qué loco! La pelea duró unos treinta minutos entre insultos y rugidos por parte Fernando que con cada golpe parecía más débil, yo ya tenía parte de su sangre sobre mis senos y sobre todo estaba repleta de rasguños en los brazos, en las manos y en
el trasero. En un momento nos alejamos, yo ya estaba medio exhausta, los dos jadeábamos de cansancio y de dolor, sobre todo Fernando que ya cojeaba por una pata que le mordí. Ya me había cansado del juego así que me apresuré a terminar el trabajo. Recuerdo que cogí el cuchillo y me agaché de nuevo. Lo miré, él me miró y sacó las uñas. Sabía que había llegado su momento. Esta vez fui yo la que atacó primero, él se intentó defender clavándome las uñas en los senos pero estaba tan excitada que el dolor solo me tentó más. En un momento ya lo tenía del cuello y ¡pram!, clavé el cuchillo en su garganta, el cuello era demasiado pequeño, así que por poco y le quito la cabeza, cuando retiré el cuchillo su cuerpo cayó como un trapo viejo sobre mis piernas, algo muy cómico, he de admitir. Por alguna razón me llevé el cuchillo a la boca y probé el sabor de mi oponente, sabía rico, a victoria, a Alberto, a una culeada frente a un espejo de bar barato con olor a vómitos y sangre.
Tomé unos veinte minutos en reponerme. Cuando me levanté el piso estaba repleto de sangre y me dieron algo de
nauseas; me apoyé sobre la pared y caminé desnuda por toda la casa, con cada paso iba dejando huellas de sangre sobre las tabletas y sobre la pintura. Me sentía como toda una artista abstracta que iba regando todos los sueños y las fantasías sobre el mundo, sobre la simpleza de lo cotidiano. Me dirigí primero a la cocina lavé el cuchillo y lo dejé de una manera muy ordenada sobre el mesón. Luego me dispuse a encontrarme con Alberto, pero de repente que tocan la puerta y yo quedo súper aturdida.
No supe qué hacer, entonces solo me dirigí hasta donde estaba Alberto, le quité las cobijas, lo tomé en mis brazos y llorando le dije: Mira, voy a estar contigo bebé, no te voy a dejar, nadie nos va a separar, ya Fernando está muerto por haberte lastimado, ha recibido su castigo. No voy a dejar que nadie me separe de ti. Haré todo lo posible para que estemos juntos.
Alberto solo me miraba y no decía nada, yo lo estrujé en mis brazos y lloramos los dos, mamá comenzó a abrir la puerta con la llave, le tomó unos dos minutos, dos minutos en los que aproveché para volver a la cocina, 26
sacar un poco de leche para Alberto y tomar de nuevo el cuchillo. Luego corriendo me dirigí hasta donde estaba el gato, me arrodillé y cerré los ojos mientras le daba un poco de leche a Alberto. Siempre prometí que sería su protectora, desde que nos conocimos a los cinco años hasta este día. Nunca iba a permitir que alguien lo lastimara de nuevo, siempre iba a estar con él, en cada momento, a toda hora.
Cuando mamá entró escuché sus gritos, mi primo irrumpió en la habitación y comenzó a aclamar mi nombre ¡Qué hipócrita! Cuando por fin me encontraron, estaba llorando abrazando a Alberto. Él me pedía más leche y yo intentaba amamantarlo. Mi madre y mi primo se quedaron en silencio. Yo los miré y les sonreí, les dije: ¡Muy hambriento! ¿Cierto?
Luego nada especial, vino la policía y revisaron el lugar, fue bonito porque una chica con bata blanca me preguntó si él era mi hijo y yo le dije a Alberto: saluda, y él la saludó, diciéndole que sí, que efectivamente era mi hijo. Después me hicieron vestir ya que estaba desnuda. La chica me dijo que no 27
me preocupara, que dejaba a mi hijo cerca de mí para que yo no sufriera angustias. Después vino un auto por nosotros, antes de irme me dijeron que me despidiera de mi mamá y de mi primo porque nos tenían que conducir a un lugar especial, solo me despedí de mamá le dije que por favor me dejara salir el sábado para los quince de Camila, ella asintió y me dijo que por favor me cuidara mucho con lágrimas en los ojos.
No sé porque hoy día dicen que estoy loca, que no quiera como los demás no significa que lo sea; además soy joven y me gusta la rumba, tomarme fotos y todo eso. Solo que amo a mi hijo y eso no me lo va a quitar nadie. Nadie, ni los tontos estos que afirman que este oso de peluche no está vivo.