ares n e m l o C o g Hu
n é c a m l a El viejo ahoz
a R o r t s íaz e a s de Eddy D e n del m io c a tr s u Il
ira, 1952). zuela, (La Grita, Tách es ar en ntral de Vene lm o C Hugo Universidad Ce enrique Otero la de do sa re io H Periodista eg cial del Prem Mención Espe cado, diario ta es D ás UCV. Recibió M Periodista o m co o, el Premio de nd en Vizcarro de Honor ón ci en , con la M . 92 lombia, 1998 El Nacional, 19 nil Enka de Co ve n Ju dó y ar il al nt G . fa rnudaba” Narrativa In vaca que esto livarianos. la bo y a, s en no ay di “C novela s países an critores de lo 98. reservado a es ra, La Grita, 19 tu nil, ra te Li de al ip Infantil y Juve ic Premio Mun de Literatura l na al ie er B a en G er Prim raloría Mención en la , COFAE, Cont ersindo Torres burro Tandurk um l G “E n s ió to ac Fund ro de cuen lib el n co io a, ic ón en el Prem de la Repúbl cleta”. Menci ci bi r el programa po en o te id ar viaja a M reve, conced B a tiv V, 2005. ra ar N de Venezuela, RN de l na Internacional io ac N tica, Radio na Tricolor, Librería Mediá revista La Cade la de niños. do ta vi s libros para Escritor in publicado do ha én bi m ta donde
1966). Animados acaibo, Zulia, Arte y Dibujos Eddy Díaz (Mar de s re ncia rio pe os su os de experie Realizó estudi enta con 18 añ enta Cu cu a. su ic r ét po vi te trabaja en m en la Unión So al tu Ac o. r gráfic aje de voces como diseñado te, hace dobl ar de or s infantiles. ct re como di rador de libro st ilu o m co ña urso y se desempe el Primer Conc un galardón en 2005, es nt ie nd pe Eddy recibió ionales Inde ac N s n ió re to ac ic uc de Prod de Comun el Ministerio r po do za ni orga e Información.
PRIMERA DIMENSIÓN MONTE ÁVILA EDITORES LATINOAMERICANA
El viejo almacĂŠn del maestro Rahoz Hugo Colmenares Ilustraciones: Eddy DĂaz
1ª edición, 2006 © Monte Ávila Editores Latinoamericana, C.A. Apartado Postal 70712, Caracas, Venezuela Telefax: (58-212) 263.8508 monteavila@monteavila.com.ve Diseño de la colección Pedro Mancilla Diseño de portada Eddy Díaz Hecho el Depósito de Ley Depósito Legal Nro. If50020068003010 ISBN 980-01-1409-2
El barco y las mariposas embrujadas
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sa tarde de marzo, con el sol reverberante en los tejados, no indicaba de modo alguno que fuera a llover. El capitán de marinería, Tobías Reyes, pidió tiempo para ir a dormir en la habitación del segundo piso, donde hay un ventilador acuñado con maderos sobresalientes de la mampostería, que airea con ruidos inacabables, pero deja descansar con más calma que en el sopor en salas de la planta baja. En esa habitación del antiguo hotel Los Geranios, según dicen algunos vecinos, se escuchan voces de seres indudablemente extraños, y luego de cada episodio de fantasmas, queda en el ambiente un aliento de animal abandonado.
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Tobías Reyes no estaba al tanto de esas leyendas. Así que subió y se tumbó sobre la cama desarreglada por él. Media hora después, en el cuarto se escucharon ruidos, las luces de la calle se apagaron y todo quedó sumido en tensión. –Toc, toc... –Adelante, puede pasar–manifestó con acento fatigoso el capitán Tobías Reyes, quien no se reponía de una extraña pesadilla.
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–¿Qué le sucede, capitán?–preguntó el viejo maestro Daniel Rahoz, quien venía a anunciarle que a las veinte horas zarparían del muelle de Puerto Cabello. –He sentido algo extraño, una opresión o alucinación, algo que no sé explicar, como si estuviera siendo ahogado a las puertas de un horno de fundición de hierro. Debe ser que estaba mal acostado y no respiraba bien. Daniel Rahoz encendió unas cerillas para ver el rostro de Tobías Reyes y le dijo, conmovido por su expresión, que aplazarían el viaje y, por el momento, solicitaría para él, un médico. 7
Jairo, el guía de la excursión, fue a la iglesia. Allí se encontraba el médico Markus Worban, quien al poco tiempo se apersonó para atender al capitán.
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Esa noche de verano tropical, el cielo reventó en truenos, relámpagos y lluvia feroz. Las ramas de los árboles se doblaron, los techos de las casas quedaron borrados y las pequeñas embarcaciones fueron sacadas del mar.
Al día siguiente el viejo Daniel Rahoz subió a la habitación del capitán Reyes. Juntos se asomaron a la ventana y se sintieron seguros con el día radiante. Al instante se aparecieron Jairo y Markus Worban, el mismo médico que en la noche anterior tuvo serias dificultades para regresar a la casa por la tormenta que azotó todo el litoral. –A las diez podemos partir, la mar está serena –manifestó Jairo. –Quiero unirme a la excursión –manifestó el médico Markus Worban, quien se mostraba interesado y estaba dispuesto, incluso a financiar todos los gastos.
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Tobías Reyes y Daniel Rahoz se mostraron complacidos, fueron a cancelar los gastos del hotel y pidieron comida de reserva para el viaje que duraría tres días. A la hora acordada, los cuatro hombres estaban en aguas y se distanciaban de Puerto Cabello a isla Buenaventura del Sol, en donde, según dicen expertos, están las mariposas más hermosas en formas de alas y colores, que además dejan al vuelo una escarcha perfumada. De pronto la mar se hace hostil y la marejada comienza a enfurecer, como si de esas aguas emergieran monstruos que hubiesen estado dormidos durante años. El viento se sentía como si quisiera castigar a quién sabe qué intruso, en esos paisajes que hacía unos minutos, permanecían armónicos y despejados.
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–Anoche soñé esta situación de pánico y vi cuando unos pájaros venían a robarnos los alimentos –manifestó con asombro el capitán Tobías Reyes. –Esta nave se hundirá, pónganse rápidamente los salvavidas –agregó impaciente el veterano del viaje, Jairo, quien aseguró que en treinta años que llevaba haciendo viajes marítimos, era la primera vez que se le presentaban momentos como el de este momento aciago.
Temor por un naufragio Las aguas parecían tomar aire, se hundían como si allí desapareciera una ballena gris. Luego el oleaje se batía contra la nave. Los bultos de comida, pertenencias, y el recipiente de combustible, flotaban a la distancia con el riesgo, de ser lanzados contra nuestros cuerpos. –Parece que vamos a naufragar... –dijo en dos oportunidades el maestro Daniel Rahoz.
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Jairo pidió que nos aferráramos a los tablones que nos servían de asientos y permaneciéramos abrazados, para evitar hundirnos en esas aguas enfurecidas. –Estamos a orilla de playa de isla Buenaventura del Sol –dijo en tono glorioso Jairo, y nos pidió mantener la calma, sin descuidarnos el uno al otro. Pensamos que la navegación fue de unas cinco horas y nos había alcanzado la noche. Pero, en verdad, el trecho que se hace en una hora y media, se hizo en más de dos horas tensas, por no decir revueltas. El capitán Tobías Reyes le preguntó al baquiano Jairo si nos manteníamos en la pequeña embarcación. 12
–Esperemos unos minutos, ya habrá buen tiempo y buscaremos un lugar seguro para pasar la noche sin temores –manifestó confiado Jairo, mientras procuraba estar al lado del anciano Daniel Rahoz. Minutos más tarde, Jairo entendió, como buen veterano, que estábamos lejos de Buenaventura del Sol, mar adentro. Pudo volver a encender el motor fuera de borda y se dispuso a orientarse
ante ese cielo que casi nos tragaba en esta travesía borrascosa. Tobías Reyes y Jairo conversaban de manera franca, porque la idea de ahora era ponernos de regreso a tierra firme, orientarnos hacia Puerto Cabello. Jairo reorientó la nave e hizo varios recorridos circulares, y él mismo estiró sus brazos para rescatar los bultos de comida, objetos de observación y el recipiente de combustible.
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–Nos vamos hacia el sur, de regreso... Esas aves van a Puerto Cabello... nos guiamos por ellas. Quince minutos más tarde vimos unas piedras blancas gigantes. Fue el médico Markus Worban quien las avistó. Por primera vez en el viaje hablaba, ya que siempre estuvo nervioso y arrepentido de haberse hecho a la mar con nosotros. –Perfecto, ahora giramos al sureste, no hay dudas de que estamos ante la isla Buenaventura del Sol –dijo convencido Jairo, quien bajó la velocidad y nos miró a todos, como para volvernos a la calma. –¿Cuál es el propósito de este viaje? –preguntó Markus Worban. El maestro Daniel Rahoz ahora sonriente, respondió complacido al compañero de navegación y le dijo que se trataba de ir a conocer las mariposas embrujadas y llegar hasta el encallado barco Torres Cielo, donde aún ha sido imposible tomarlo por asalto y filmar sus ruinas interiores cubiertas por sal y olvidos.
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Tobías Reyes recordó que la noche anterior había vivido en sueños, cual pesadilla, esta experiencia de mar enfurecida, donde vio en terroríficas y asombrosas imágenes oníricas, mariposas embrujadas, con sus aleteos que agitaban las aguas, para evitar la llegada de ellos como curiosos y profanadores de sus territorios encantados. Sentía en el sueño, que la mar se los tragaba, que la nave se iba a pique, perdida en las profundidades. –Soñé que el barco Torres Cielo, una vez que nosotros hubimos visitado sus ruinas, se hundía, y sus compartimientos de hierros oxidados emitían ruidos y quejidos. Fue cuando desperté asustado, porque pensé que iría a una fosa al fondo del mar, a un lugar de donde era imposible emerger, porque las mariposas al vuelo hacían oscuro el ambiente e inspiraban temor . 15
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Daniel Rahoz fue el primero en hacerse a tierra, luego bajó el médico Markus Worban. Jairo y el capitán Tobías Reyes, decidieron continuar por la orilla de playa hacia el Este. Regresaron a los pocos minutos y reconfirmaron que el lugar para acampar más seguro, era donde estaban. Registrado en la capitanía de puerto En la distancia la mar estaba bañada por rayos enrojecidos a fuego vivo. Lejano atardecer en la magia de un crepúsculo. Un buque viene desde Puerto Cabello y pasará relativamente cerca de nosotros. Al anochecer, no prenderemos una fogata. Desde este lado de Buenaventura del Sol, podremos observar las estrellas. Lagartijas gigantes se asoman entre las piedras.
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Daniel Rahoz se quedó profundamente dormido sobre el equipaje y despertó muchas veces, sobresaltado y con miedo. Nuestro pequeño barco se mecía suavemente, sus amigos conversaban sobre temas de naufragios y rescates marinos. La verdad de toda esta historia la apuntó el maestro Rahoz en su Cuaderno de Navegación Nocturna, 2004, que publicó el Centro de Estudios Náuticos de Puerto Cabello y que dirigió, durante más de veinte años, el almirante Giovanni Messutti.
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Del Capitán Tobías Reyes, tan igual a muchos viajeros y exploradores, se hicieron fotografías, con él o de él. Lo curioso es que en todas esas imágenes, su rostro y su cuerpo, en especial sus ojos, aparecen borrosos. Las fotografías, intervenidas, o bañadas por una extraña luz que opaca su rostro, y oculta, de manera misteriosa, su figura.
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Tobías Reyes está debidamente registrado en la capitanía de puerto desde hace muchos años. Pero verdaderamente y, por estos casos misteriosos, nadie sabe dónde localizarlo. Sólo dan noticias de él exploradores ocasionales, como el caso del viejo Daniel Rahoz, quien estaba interesado en conocer el vuelo de las mariposas embrujadas en isla Buenaventura del Sol. Markus Worban se encaminó al viaje, para al fin poder ver de cerca al capitán Tobías Reyes, quien era definitivamente, una leyenda oculta. Se dice que era un ser que en algún momento apareció, entre algunos misterios difíciles de explicar, a la luz de historias de aparecidos, de seres que vienen del más allá. Jairo, el ayudante, ya en tierra, al regreso, se perdió dentro del hotel Los Geranios. Al decir de muchos vecinos este joven había vivido allí hacía muchos años. Un día se alistó en la Fuerza Naval Militar, y luego de ocupar el grado de maestre mayor, despareció en alta mar, en una tormenta memorable, del año 1968, y se le recordaba aquí porque era un hombre que más bien estaba ganado, como artista, para el canto lírico. 20
Daniel Rahoz y Markus Worban luego no se explicaban qué viaje habían realizado, qué había sucedido y por qué el capitán Tobías Reyes tenía una manera extraña, enigmática, difícil de explicar ante ellos mismos. De isla Buenaventura del Sol, sólo recuerda Daniel Rahoz que las mariposas embrujadas no permitían el paso de ninguna persona hacia el lado norte de la isla. –Insistimos en pasar, pero ese enjambre de millones de mariposas, como cuando hay invasión de langostas en cultivos del África, no nos permitían avanzar. Markus Worban, por su parte, dice que un año más tarde regresó con otras personas a Buenaventura del Sol, y al amanecer, al otro lado de la isla, había barcos de extrañas figuras que se podrían calificar de fantásticas, y las mariposas permitieron el paso sólo de él, pero no se atrevió a llegar más cerca, porque tuvo miedo de no poder regresar del barco Torres Cielo.
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Sentía allí el sopor de agua caliente y azufre, como si en algún lugar cercano estuviera por estallar un volcán. Los barcos fantasmas eran alumbrados desde adentro, como si allí hubiese un festival de la marina, porque todo era fulgor, pero no se veían personas a lo lejos. Esa segunda versión, también está en el libro citado, que escribió precisamente el mismo maestro Rahoz. La señora Cosbi Zinher Una tarde, la esposa del médico Markus Worban, vino a visitar al astrónomo e investigador Daniel Rahoz. La señora Cosbi Zinher trajo varios papeles que reafirmaron con precisión que las mariposas embrujadas provenían de un barco siniestrado en los arenales del norte de 22
Buenaventura del Sol y que el capitán fallecido en esa nave era, precisamente, el mismo capitán Tobías Reyes, quien aparecía cada cierto tiempo en hoteles y plazas de Puerto Cabello y acompañaba sólo a hombres ganados por la curiosidad del conocimiento, ante el navío Torres Cielo. El barco Torres Cielo, según la memoria del médico Markus Worban, y como ahora lo revela, con rigurosa precisión y abundancia de antecedentes hasta ahora no revelados, la señora Cosbi Zinher, allí en esa nave detenida, hay un cargamento de monedas de oro, vinos y piezas de cerámica china, pero además, misterios que pueden ser conocidos, como los antecedentes de su último viaje, los códigos secretos de la tripulación y los mapas apuntados con
números romanos, que indican el lugar donde hay otros barcos sumergidos en esta región, y los porqué del juego defensivo de las mariposas. Las monedas de oro tienen dibujadas en sus caras diosas de la fortuna. Monedas que circularon, tal vez, en la antigua China. «El barco está embrujado. Nadie ha podido llegar a su proa y, tal vez, quien lo haga, morirá de una manera fulminante, como si se cumpliera una sentencia de quién sabe qué ocultación marina, donde sólo se espera tener las claves para llegar a las profundidades y revelar lo que allí se encuentra», según narra Cosbi Zinher. Daniel Rahoz prometió hacer publicar la historia, cuyos derechos corresponden a la antropóloga Cosbi Zinher.
Ocho días más tarde del encuentro, la señora Zinher manifiesta mediante una carta de su puño y letra, que ha sido objeto de persecuciones, que durante la noche ha vivido situaciones extrañas, que su vivienda, principalmente su biblioteca, ha sido impregnada de malos olores, como de animales muertos, y que los espejos de su habitación han sido rotos, pese a que se puede comprobar que allí no ha entrado nadie.
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No debes tener miedo Daniel Rahoz, ante esta noticia, visitó a la viuda de Markus Worban, y ya a las veinte horas, en esa casa a orilla de mar, le dijo a la señora Cosbi Zinher que desistiera de publicar su libro y, de esta manera, el espíritu de Tobías Reyes la dejaría en paz. –Señor Rahoz, ¿cuál es la razón por la que el espíritu del capitán Reyes está enfurecido conmigo? El viejo terminó con el agua de la jarra, picó dos trozos de vegetales y queso de cabra, se limpió la barba con un paño de sobremesa, miró con insistente profundidad en el espejo que estaba sobre la mesa y dijo a su amiga que allí, en el cristal, junto a las flores y la fotografía del médico Worban aparecía muy sonriente el capitán Tobías Reyes. –No debemos tener miedo...–dijo Daniel Rahoz.
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–Veo el rostro del capitán Reyes. Es exacto a la descripción que hace mi esposo en su escrito–respondió la dama. El maestro Daniel Rahoz le dijo al capitán Tobías Reyes, mirando al espejo, que el libro donde se cuenta sobre las riquezas de su barco, no sería publicado y por lo tanto, él podría ser el dueño eterno de esos objetos que se tragará la sal del tiempo en su propia soledad marina. Daniel Rahoz regresó a su casa. La señora Cosbi Zinher llamó al editor y le dijo que temía por su vida, que había decidido, mediante consulta a amistades cercanas, suspender la publicación donde se cuenta la historia del barco siniestrado, Torres Cielo. Tres años más tarde, Daniel Rahoz y Cosbi Zinher decidieron ir a visitar Buenaventura del Sol, pese a todos los temores. El viaje resultó maravilloso y, en efecto, llegaron hasta el barco y pudieron entrar a la sala del capitán donde estaba inscrito el nombre de Tobías Reyes. Al caer la noche la pareja volvió a tierra. Las mariposas danzaban, como si se dejaran llevar por una música, la cual imagino como el Adagio de Tomaso Albinoni.
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A las diez de la noche la pequeña embarcación fue puesta de regreso a Puerto Cabello. Mucha gente esperaba en el fondeadero, porque estaban convencidos de que los fantasmas del barco Torres Cielo no nos iban a dejar con vida. Ahora sí es posible publicar el libro de Worban Markus, con un prólogo de Cosbi Zinher y Daniel Rahoz. En el primer escrito se contará de dónde el médico Markus logró la información sobre el barco siniestrado en Buenaventura del Sol. Y en el escrito del maestro Rahoz, se narrará sobre los hechos mágicos y de fantasmas, que rodearon los dos viajes realizados a la isla de las mariposas embrujadas.
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El telescopio mรกgico de Daniel Rahoz
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l sábado celebramos el cumpleaños ochenta y cinco del maestro Daniel Rahoz, quien, luego de compartir con nosotros una torta con rodajas de melocotones, fresas y natilla de búfala, nos contó algunas historias de cuando él se iba al páramo El Batallón, con sus poderosos telescopios, a descubrir estrellas y apuntar, en un libro que escribía, sobre misterios lunares, paso de cometas y lluvia de extraños objetos en el firmamento. El maestro Daniel Rahoz vestía siempre con distinción londinense: traje negro, sombrero del mismo color, chaleco y corbatín. Se parecía a esos personajes misteriosos de novelas de Julio Verne, como «el elegante y enigmático Fhileas Fogg...» La noche del aniversario del astrónomo el cielo estaba abierto. La luna aparecía entre la hilera de altos pinos canadienses. El río Surure, manso. Búhos y murciélagos hacían redondillas en sus vuelos y regresaban a los árboles de hojas cantarinas. 29
–Ayúdenme a subir a la terraza del planetario. Vamos, ¡con fuerza, muchachos! ¡Ya llegué! Acomódense en redondel y uno a uno podrán ir viendo por el telescopio... Sobre nuestro cenit está la Constelación de Orión, la más conocida. No éramos capaces de movernos ni de hablar, para no distraer al maestro Rahoz. Entre tantos niños y adultos el maestro Daniel Rahoz ordenó traer el gran espejo de su habitación, y los espejos que estaban en la sala, para retroproyectar la visión del telescopio en los cristales y así ver mejor esos lugares de Marte. Parecía que estábamos en algún lugar desconocido y maravilloso. –Vamos a acercar la imagen del indescifrable y caprichoso planeta Marte...
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–manifestó el anciano maestro Daniel Rahoz, mientras colocaba más lentillas a su poderoso y llamativo larga vista. –Maestro, ¿es verdad que Marte es la cárcel de los espíritus malignos? –preguntó la niña María Alejandra. -Nosotros hablamos de astronomía, de hechos verificables–respondió el maestro.
El anciano sacó una vara mágica, su viejo sombrero de mago y dijo que nos iba a ilusionar con su mirada. Nos pidió que fijáramos nuestra atención en los espejos y aprendiéramos la ubicación de las estrellas y a descifrar el dibujo mitológico de las constelaciones. Luego nos acercamos a los muy antiguos mares de Marte, y empezamos a ver el fondo de esos mares, donde había sirenas entretenidas en sus oficios de hacer collares y una luz verde tornasolada brillaba en la orilla de los objetos. Daniel Rahoz sonreía con el encanto de un abuelo cariñoso, y nos dijo, que realmente estábamos ante lo ignorado de Marte, como la profundidad de esas aguas. Una hermosa sirena descubría, para nuestro asombro, baúles con estrellas incandescentes. Las ballenas dormían a esa hora. Los viejos dinosaurios arrastraban carrozas formadas por paredes de sal y corales... Tres niños llevaban escarcha a los caballos azules. Un marinero escribía cartas de amor y podíamos leer su letra. 31
Hemos recorrido en barcos, hechos con cristales de roca, los ríos naranjados, paseado por puertos donde la mayoría de los habitantes son ancianos felices, entretenidos en el sueño de fantasías, bailes, parques de atracciones y tiburones que realizan piruetas a la orilla de las aguas. –Son las cinco de la mañana y vendrá la luz del sol. La magia debe ir a dormir–nos dijo el abuelo Daniel Rahoz. Despertamos del sueño maravilloso. Del espejo salieron ancianos con rostros luminosos. Nos preguntaron si éramos sus nietos o amigos. Daniel Rahoz le pidió a los ancianos recién venidos de Marte, que se quedaran algunos días en casa y nos contaran historias de miedo y realidades del planeta rojo. Sólo el telescopio mágico del anciano Rahoz muestra los sueños, nos dijimos asombrados y agradecidos. –Ahora, a dormir. 32
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El viejo almacĂŠn de los libros mĂĄgicos
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a verdad es que ese día el patriarcal Daniel Rahoz no se sintió muy bien conmigo cuando me vio metido en el casi olvidado depósito donde guardaba los libros mágicos, y donde nadie podía andar, salvo su muy vigilado consentimiento, para no ahuyentar a algunos fantasmas que allí viven entre muebles antiguos, libros extraños y unas lámparas que se alimentan con aceite de maíz tostado. –Niño Esteban, ¿quién lo autorizó a pasar al depósito? –me preguntó el dueño del viejo almacén de libros mágicos, quien puso cara de ofendido y de quererme correr de allí para siempre. No me molesté por ese gesto de hombre de mal carácter y le respondí de muy buena manera, con las siguientes palabras: –Don Daniel Rahoz, es que vi a un abuelito muy, pero muy pequeñito, que caminaba con esfuerzo, y me hizo señas para que fuera a ayudarlo, porque el Diccionario de los Símbolos Secretos Medievales era muy pesado para él. 35
Daniel Rahoz, el dueño de la librería Cuadratura de Júpiter, me dio su mano y me dijo que, de ahora en adelante, él sería mi maestro, y me entregó las llaves de la trastienda. Esperó unos diez minutos, atendió a varios clientes que compraban libros sobre poetas místicos del desierto y cerró el negocio, exactamente a las seis de la tarde. Luego me dijo que viniera a conocer al gnomo Dulcidio Arola, quien tenía en orden todos los libros mágicos secretos, que
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deben leer los niños, pero que aún permanecen guardados, porque no ha llegado el primer chiquillo curioso a buscar conocimientos maravillosos, referidos a la edad de oro de la humanidad. Dulcidio Arola estaba entretenido con dos elefantes miniaturas que saltaban en sus manos. –Bienvenido–me dijo Dulcidio Arola, quien no era más alto que el cuerpo de una naranja china.
No supe qué responderle, mientras Daniel Rahoz ahora se vestía como un guerrero que custodia castillos celtas y se disponía con una lámpara a entrar al mundo del libro Los Secretos del Quadrivium, donde están los más elementales y complejos conocimientos de aritmética, astronomía, geometría y música. Ya Dulcidio Arola estaba dentro de las páginas, como en un sueño entre jardines. Cada libro, me decía Daniel Rahoz, tiene su mundo interior, maravilloso y secreto, por eso algunos de estos tesoros, los guardo y sólo
están a disposición de los más inteligentes y curiosos. –Esteban–me alertaron casi a la misma voz Dulcidio y Daniel Rahoz–abre esa página, para que descubras el verdadero almacén de los libros mágicos. Un viento suave, una luz celestial azulina y música de campanillas entre lirios, me mostraron ese lugar que jamás imaginé. Daniel Rahoz me tomó de la mano, pasamos sobre un puente, tocamos con delicadeza en una puerta de una fortaleza, y nos recibieron una mujer y un anciano, quienes nos dieron la bienvenida. 37
Ahora el universo de los conocimientos era nuestro, y vimos el desfile de las abejas ante las pirámides; el origen del agua en las selvas; Alejandro Magno dando de comer a los caballos blancos; estuvimos frente al Árbol de la Ciencia que regaba Adán; pasamos por los huertos de los dioses; subimos para hacer mediciones, con nuestro ingenio, de las cuadraturas en Júpiter y luego pilotamos naves espaciales que fabricaron los egipcios hace millones de años. Allí pasé varios años, no supe cuántos siglos o milenios, entre la sabiduría y el asombro por lo que descubría entre páginas e historias
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Dulcidio Arola ahora se disponía, con el compositor Juan Sebastián Bach, a amasar la harina para el pan. Daniel Rahoz y yo íbamos a escudriñar los muros, para descubrir sellos o claves ocultas que dejaran los bibliotecarios del olvidado reino de las musas Uterpe, de la música; y Urantia, de la astronomía.
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Vuelo de pájaros al atardecer
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n la pequeña embarcación, tambaleante por la fuerza de aguas sucias y profundas, iniciamos un recorrido río Abejales arriba, boca este, hasta llegar a los pies de las cascadas del Osorio, río caudaloso, a través del cual llegamos a un lago, por el momento sereno, pero de aguas traicioneras, misteriosas y llenas de leyendas. A ese lugar llegan, todas las tardes, pájaros de plumaje azul tornasolado. Disponíamos de linternas, cuadernos de apuntes, leños secos para una fogata y dos cámaras fotográficas. Al pie de las rocas, había un manto de arena seca, endurecida y, extrañamente, de color verde oscuro, producto de quién sabe qué combinación de minerales y esencias vegetales. 40
El viejo Daniel Rahoz estaba de pocas palabras y esperaba impaciente que el sol bajara por Alto de los Duques, el viejo puerto por donde los barcos llevan ovejas y productos agrícolas hacia Nueva Sevilla y Santa Epifanía, en el último mar de los pueblos hondos, al norte de las salinas. –Maestro Rahoz, ¿es la primera vez que viene a este lugar? –pregunté para romper el mutismo del anciano.
–He venido unas treinta veces, para hacer anotaciones sobre el vuelo de pájaros al atardecer. Pero ésta es la primera vez que se siente una atmósfera extraña, como si los espíritus del lugar se molestaran por nuestra visita. Saqué dos trozos de pan y los coloqué sobre una servilleta. El vino tinto y las rodajas de queso, con aceitunas y perejil, quedaron a un lado.
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–¿Se siente mal de salud? –le pregunté al anciano.
embarcación se defendía, descuidada.
–Me percibo muy bien–repuso, dibujó una leve sonrisa que me trajo de nuevo la confianza, y agregó: –Los pájaros de plumaje azul tornasolado parece que vienen de la selva amazónica y es por estos días de abril cuando comienzan a anidar bajo las piedras, en las profundidades, huyendo de roedores y gavilanes.
Pasamos una semana de observación en días de calor intenso. Las aves se ausentaban de sus guaridas y ramas a las cuatro de la madrugada, cuando la luna se reflejaba entre las piedras en la plenitud de todo su encanto, en la distante montaña, entre aguas que, a esas horas, se convertían en cristales de hielo.
Al caer la tarde los pájaros se asomaron entre las ramas, pero no se posaron como de costumbre sobre el lago, ni a rondar por entre las rocas. Nos preguntamos por qué los pájaros rompían su hábito jubiloso. Ya era la hora de los últimos destellos solares.
Nosotros también sobresalíamos, sin hacer ruidos.
Al día siguiente se volvió a repetir la negativa de los pájaros, por lo que optamos por irnos y acampar debajo de unas piedras gigantes, donde colocamos las carpas, desde cuyas ventanillas podíamos ver espléndidamente la llegada de miles y miles de pájaros que venían del sur. Era un espectáculo encantador. Tomamos dos copas de vino. Las aguas se apaciguaron y la 42
Las migajas de alimentos que dejábamos al borde de la embarcación eran devoradas por los pájaros. Ya, a los días, éramos familiares atentos, y las aves se dejaban ver. Fue entonces cuando pudimos anotar las figuras del vuelo al atardecer, y confirmar que los pájaros líderes tenían sus rituales para cuando las hembras colocaban sus huevos en lugares de difícil acceso a personas, ratas y aves de rapiña. Hubo un grupo de pájaros que volaba haciendo la figura del ocho, de manera interminable. De pronto se venían en picada, hasta tocar aguas con sus picos y alas, para volver a iniciar el ritual del ocho.
Otro grupo iba de un cerro al otro en forma de arco. Un tercer grupo zigzagueaba hasta perderse en lejanos azules, entre arboledas y la brisa. –Maestro, ¿ha visto que hay un grupo de pájaros que da la vuelta al lago y descansa? –Sí, los tengo nuevamente registrados y son los que tienen pintas rojas en sus cabezas. Son los pájaros más agresivos y guerreros, y los últimos en salir al amanecer. Tres días más tarde, nuestra pequeña embarcación amaneció llena de pájaros muertos. Nos dedicamos a estudiar el caso y descubrimos que era el producto de la pésima utilización de químicos en la agricultura de terrenos altos.
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Al día siguiente, cuando nos disponíamos a hacer una de nuestras últimas observaciones al amanecer, descubrimos que nuestra embarcación no estaba, porque el cordel con que era sostenida, los pájaros lo habían cortado con sus picos. Nuestro regreso fue por caminos de la montaña de Osorio. Pese al intenso verano, a nuestros pasos los árboles aparecían cubiertos de neblina. Por la observación del vuelo dibujado de los pájaros, debimos volver río arriba, para descifrar por qué, de acuerdo a la pinta del plumaje, tenían una figuración en el revoloteo, planeo y acrobacia de esas voladas, que nos tenían mágicamente intrigados. La pequeña embarcación se perdió aguas abajo. El libro Vuelo de pájaros al atardecer, relato sobre la vida de aves en severa extinción, será concluido dentro de cinco meses. Su primera edición, a cargo de la casa Génesis XXI, adelanta versiones en alemán e inglés.
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En los días en que el maestro Daniel Rahoz me encomendó realizar lecturas de su trabajo de investigación, contemplando la posibilidad de hacer correcciones, encontré párrafos que me conmovieron. Allí dice que la magia de los pájaros no está en su plumaje exótico, ni en las pintas, ni en el mimetismo de su colorido con las hojas de la selva, sino en la solemnidad con que planean, agrupados, rumbo a las montañas más lejanas, donde es casi imposible tener acceso. Dice en su obra, que los pájaros cabeza negra son los más atrevidos en la acrobacia, porque buscan la mayor altura y luego se lanzan en picada, como aviones Pelícano de exhibición, y, casi al tocar el espejo de la laguna, buscan de nuevo altura, realizando círculos ascendentes. Cerré las páginas del manuscrito y fui a conversar con el gran maestro Daniel Rahoz. No fue posible interrumpirlo, porque conferenciaba con una delegación francesa de observadores de pájaros que lo visitaba sin previa agenda. 45
En la tarde iremos a un café, luego al cine. Mientras transcurre el tiempo me pregunto, si es que los pájaros, al amanecer o al mediodía, tienen otra forma de vuelo. No lo sé, es posible sea un vuelo profundo, hacia lejanías, donde habita el poder de los espíritus. Aún, al paso de los años, cuando miro hacia el horizonte, y el sol se oculta más allá de las piedras marinas, me pregunto qué ruta cierta siguen los pájaros misteriosos del atardecer.
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Este libro se terminó de imprimir en diciembre de 2006, en los talleres de Gráficas Lauki, situados en la calle Santa Clara, Edificio Tulipán, piso 1, Boleíta Norte, Caracas, Venezuela. Son 3.000 ejemplares impresos en papel glasé 100 gramos.
nsión se Primera Dime n ió cc le o C La s r llegar a niño erpropone hace te resan s y div te in s ro b li s e que y jóven ustraciones, il s a iv ct a tr a tidos, con stos y los s distintos gu su a n a d n o resp icipar inviten a part e leer. te aventura d en la fascinan 9 años ra lectores de a p L: U Z A IE SE R en adelante
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