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El arte de ser

Alma García

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“Literalmente juego a la ruleta rusa con mi propio trabajo porque me gusta ofrecer algo más bonito o creativo que lo que están esperando de mí”

Por Esteban Torres P. ¿Qué fue primero en tu vida, el antojo por los postres o dedicarte a la repostería, es decir el huevo o la gallina?

“Ninguna de las dos. Yo estudié licenciatura en turismo, porque mis papás tenían una agencia de viajes y yo quería viajar por el mundo; en mi casa yo nunca cociné ni un huevo, pero mi mamá sí, era una apasionada de la repostería casera, pero los postres nunca llamaron mi atención. Mi gusto nació de la nada”.

¿Cómo te iniciaste en este arte, profesionalmente?

“Vamos a hacer un flashback en mi historia: me caso, vengo a vivir a Cancún, me quedo tres años y después me voy a vivir siete años a Acapulco. Cuando nació mi segunda hija me detectaron una enfermedad autoinmune, incurable, y en eso pensaba todo el día, así que tenía que ocuparme en algo para distraerme. Llegaron las fiestas de cumpleaños de las amigas de mis hijas y me ofrecí a hacer pasteles, galletas, todos de cajita del super, y los decoraba hasta con fondant, yo no sabía nada de nada, pero aprendí. Un día una amiga me pidió que hiciera un pastel para un personaje muy importante y le dije que no, que sólo lo hacía en petit comité, finalmente lo hice y causó gran sensación y esta amiga se encargó de promoverme y me fue muy bien, incluso llegué a colaborar en Zibu, el restaurante de Eduardo Palazuelos, y junto con su esposa Ivette, montaba la mesa de postres así que yo estaba feliz de hacer lo que me gustaba y además me pagaban. Nunca tomé un curso de alta repostería, simplemente se me dio. Era un talento oculto”.

¿Cómo alimentas tu conocimiento para ser mejor cada día en tu campo?

“Leo mucho, me encanta ver videos. En vez de pasarme horas en el Instagram prefiero ver incluso programas. Nunca he tomado un curso en línea porque hay cosas que ya sé, pero la maestra debe llevar a todos al mismo ritmo. No puedo con eso. Definitivamente hacer pasteles es mi hobby, no los hago por necesidad, sino porque me gusta. Por otro lado, hay cosas que no se pueden hacer por el clima donde vivimos, pero les ofrezco otras opciones. Siempre hay soluciones”.

Alguna vez tuviste otra vocación que pudiera desplazar tu actividad actual…

“El turismo, estudié la carrera, pero cubrí esa parte. Mi papá era un jefe muy estricto y alguna vez me dijo: Lo que haces bien es tu obligación y lo que haces mal es tu culpa. Disfruté mucho esa parte, viajé mucho, pero me hartó y un día le boté la chamba”.

¿En qué te inspiras para ofrecer un pastel que supere tus mismas expectativas?

“En lo complicado que es el mismo pastel. Siempre les pido que me muestren lo que quieren o tienen en mente y termino enviándoles imágenes de pasteles que nunca he hecho, eso es como un desafío para mí misma. Mi “fuerte” es hacer réplicas de otros pasteles. Literalmente juego a la ruleta rusa con mi propio trabajo…”

¿De quién aprendes más: de un comentario o de un tip de un chef?

“Son dos cosas completamente diferentes: el comentario del chef puede venir de alguna experiencia o de un conocimiento aprendido, y no lo vas a poder debatir y el comentario siempre te deja una lección. Yo no vendo algo que no coman mis hijas. A un cliente no le puedo decir que no tiene razón. Porque una mala recomendación corre más rápido que 15 buenas. En un café entre amigas te deshacen”.

¿Cuál es el halago más dulce que te han hecho y el más amargo?

“El más amargo: ¡Esperaba más de ti! Ya no hay más qué decir… Y del más dulce tengo dos: ¡Se ve que le pusiste todo el amor del mundo! O también cuando me dijeron: ¡Cerré los ojos y me sentí en mi casa! En diciembre hago un paquete de cuatro panes: zanahoria, plátano, manzana y limón. El que más me cuesta trabajo es el de manzana, pero cuando me dicen: ¡Me remontaste cuando era niña! Eso sí es lo más dulce que me han dicho”.

¿Eres fan de los realities de postres?

“No, porque me frustro, mis hijas me dicen que yo debería de estar ahí. Algunas veces les he dicho que es bien fácil, y ellas mismas me dan la respuesta: ¡pues sí, porque tú los sabes hacer! Pero yo les digo que aprendí sin saber nada de pastelería, por puro sentido común. Y cuando son

Lo más dulce…

“Un abrazo y un beso de mis hijas”.

De qué pastel comes más de una rebanada…

“De zanahoria, segurisísimo, soy mi primera clienta”

El pastel que se pasó de cocción…

“A veces he tenido expectativas muy altas de algunas personas y la decepción ha sido horrible”.

El pastel que nunca harías…

“Creo que nunca revelaría el secreto de una amiga, ese pastel me lo quedo yo”.

Lo más desabrido…

“Cuando te regalan algo que pediste, ya no te sabe igual. Regálame algo cuando no te lo pida, si no ya no me sabe”.

La receta que nunca compartirías….

“La receta de mi matrimonio. Yo creo que no le funcionaria a nadie más”.

Sin tanta decoración. Al natural…

“Se tú. Quien te quiera te va querer como eres y al que no, se va dar la vuelta y se va a ir”.

El pastel que no te cansas de hacer…

“No me canso de levantarme, cuando todos los pronósticos salen mal, me sacudo y me levanto; puedo llorar hasta cuando pasa una mosca, y va para arriba otra vez”.

El sabor que nunca olvidas…

“El primer beso de mi marido”.

La cereza del pastel…

“La salud, especialmente la mía y tener a mis padres con vida, y con salud”.

de tops entre profesionales, sí me frustro porque sería un reto para mí. Nunca puedes decir yo soy la mejor, porque siempre habrá algo nuevo qué aprender”.

¿Cuál es tu mayor fortaleza como pastelera?

“Soy sumamente perfeccionista. Las marcas que uso son las mismas. Si ya fui a 25 lugares y no encuentro algo, voy al 26 hasta encontrarlas. A veces me acuesto pensando cómo voy a resolver tal o cual decoración y no me duermo hasta lograrlo y a la mañana siguiente me acuerdo de todo y manos a la obra”.

¿Sientes que tu repostería tiene un estilo propio, cuál sería ese detalle que la distingue?

“Nunca copio una sola receta de nadie. Hay una pastelería que admiro en Nueva York de la que tomo algunas ideas, pero de eso a que me queden igual en presentación o sabor es muy distinto. Yo los entrego como me gustaría recibirlos. Algo que me encanta es amarrarlos con un listón cuando van en caja, algo así en los pasteles sería imposible. Todo tiene que llevar un moño y mi etiqueta que dice Alma García Repostería, así estoy en Instagram”.

Se dice que una comida sin postre es como un traje sin corbata…

“Definitivamente, pero en mi casa nadie come postres. El único es mi marido y sólo si hay pastel de chocolate, pero nada más. Muchas veces me preguntan que cómo hago para estar delgada, si me dedico a la repostería… Y yo sólo me río porque a todos nos metieron en la cabeza desde niños que una repostera es una señora gorda, con un delantal sucio, pero les digo que así soy, y eso que yo todo lo pruebo. Cuando salimos a comer a un restaurante ahí sí pedimos postre, un helado mis hijas, y yo un carajillo, y si hay un flan, pero es todo”.

Es cierto que una fiesta sin pastel es sólo una reunión…

“Totalmente. Es el alma de la fiesta. A todos nos encanta soplar una vela en nuestro cumpleaños o una ocasión especial. Te cuento que en la pandemia tuve mucho trabajo, especialmente con el diseño de Covid, vendí más de 50”. En la actualidad se cuida mucho la alimentación y un enemigo del ser humano es justamente el dulce por los índices de diabetes mundial. ¿Cómo sacas adelante un proyecto/negocio sin que sea dañino? “Cuando me llaman para pedirme un pastel sin azúcar o sin gluten, siento que tengo la suficiente humildad para decirles: yo no te puedo hacer ese pastel, y los canalizo con otras amigas que se especializan en ellos. Nunca va a ser lo mismo un pastel libre de azúcar, no existen bombones ´sugar free´. Aquí podría aplicar el slogan del ron Bacardí en los 80´s: La calidad es responsabilidad de Bacardí y Compañía, la cantidad es responsabilidad de usted”.

¿Cuántas recetas tienes en el recetario de tu vida y cuál estás buscando?

“No tengo miles, pero las que siempre utilizo son entre 10 o 15. Busco cosas para innovar, pero sacar una receta y hacerla mía, lleva mucho tiempo. Mis galletas de avena son receta de una tía mía de Ciudad Juárez; me gustaban por su sabor, pero no me gustaba su textura, después están las de mi tía Yolanda que trabajaba en Beverly Hills que eran al revés, así que saqué la mía después de varias pruebas y errores. Me quedo con las básicas y a partir de ahí puedo lograr pasteles deliciosos”.

Hacia dónde va encaminada tu repostería del futuro…

“Sería una mentirosa si te dijera que no me gustaría tener una pastelería, me encantaría, de hecho, tenía un proyecto muy bueno, mi hermano que es arquitecto me hizo un render, pero llegó la pandemia y se vino todo abajo, lo he platicado con mis hijas que tienen 18 y 14 años, y me apoyan totalmente pero ahora vamos a esperar que se calmen los tiempos”.

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