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Cuarto de Huéspedes Magaly Achach Solís
¡NI UNA MÁS!
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Empiezo por el principio: hasta hace unos días mis nociones sobre lo que es el feminismo eran muy generales, dado el machismo que culturalmente vivimos. Fuera de saber que es una ideología que busca la igualdad entre hombres y mujeres, un derecho prácticamente natural. Mi interés en el tema sobrevino a raíz de las diversas manifestaciones que a lo largo del año se han dado en México y el mundo. Obvio en nuestra ciudad igual.
Luego me percaté de su importancia actual. Para decirlo rápido y claro: el panorama duele, entristece, enoja. Violencia, mutilaciones, fecundidad forzada, feminicidios, violaciones y se podría escribir un tratado de varios tomos con números del terror y la barbarie. Pero hay un elemento adicional: la impunidad en la que quedan la mayoría de estos delitos. Me entristece y me duele.
Es por ello que mi solidaridad y sororidad como mujer, ciudadana y exfuncionaria pública con el sexo femenino es total, con las reivindicaciones de que termine la violencia y se haga justicia en Quintana Roo y en el resto del país a estos hechos, también es total.
Pero me di cuenta de que el movimiento de las mujeres tiene muchas aristas y ramificaciones. Es decir, el feminismo también expone los posibles vicios de la masculinidad y permea en muchos otros campos. Y uno de ellos es el de la convivencia ciudadana y la gobernabilidad. Las mujeres están en su derecho de libre expresión de gritar auxilio ante una sociedad pasiva, pública y privada.
Cuando tuve la responsabilidad de ser presidenta municipal en Benito Juárez, tuvimos la responsabilidad del orden social, conjuntamente con el gobierno Estatal y Federal, de las movilizaciones en contra de la V Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio en el año 2003. Vivimos manifestaciones por los llamados globalifóbicos, se reunieron entre 6 mil y 10 mil personas, violentas en algún momento y que tuvo el clímax más difícil cuando uno de los manifestantes, un surcoreno, se suicidó ante los medios de comunicación y participantes en las movilizaciones. Afortunadamente el evento terminó sin más hechos lamentables de este tipo. La policía se mostró de forma ejemplar y no hubo represión.
Es por ello que debe entenderse en su justa dimensión el uso legítimo de la fuerza para contener hechos de violencia ante la infraestructura urbana y que pueden poner en peligro vidas humanas también. La tolerancia ante todo por parte del gobierno.
El gobierno no puede renunciar a su obligación constitucional que es salvaguardar la seguridad de los ciudadanos, aunque también se debe tener la sensibilidad, tolerancia y responsabilidad de respetar los derechos a la manifestación y humanos de los que participan en movilizaciones sociales. Por lo mismo, se debe ser muy responsable al cuestionar o reflexionar sobre acontecimientos de esta magnitud. La protesta social no desaparecerá en tanto el sentimiento de injusticia y de impunidad se mantenga como la constante ante los hechos que no deben volver a repetirse.
Y sí, mi grito hoy es ¡Ni una más!