Casos

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CASO DE DORA Ida Bauer (1 de noviembre de 1882, Viena-1945, Nueva York) fue una ciudadana austriaca conocida por haber sido una de las primeras pacientes analizadas por Sigmund Freud con su recién creado método psicoanalítico. Freud publicaría su caso posteriormente sin su consentimiento, lo que provocaría la indignación de la comunidad médica vienesa. Por razones de confidencialidad, Freud alteró ciertos datos, camufló otros y usó el seudónimo Dora en lugar del nombre real de su analizada. Ida Bauer es también conocida por ser la hermana del líder parlamentario y ministro de asuntos exteriores de la primera república austriaca Otto Bauer. En 1903 se casó con Ernest Adler, unión de la cual nació su hijo Kurt-Herber, que alcanzó renombre como director de la opera de San Francisco. Historial clínico del Caso Dora Ida Bauer ha pasado a la posteridad como uno de los primeros y más paradigmáticos casos clínicos en la historia del psicoanálisis. Más conocida como Dora fue tratada en 1900 por el entonces desconocido neurólogo vienés Sigmund Freud, transcurridos pocos meses desde la publicación de su obra seminal La Interpretación de los Sueños. Freud publicaría su caso clínico cinco años más tarde en 1905con el título Análisis Fragmentario de un Caso de Histeria. Caso Dora.2 Freud la diagnosticó como un caso de petite hystérie3 y usó su método psicoanalítico (que por aquel entonces estaba en su primera fase de desarrollo) para intentar liberarla de sus síntomas somáticos y psíquicos, siendo estos «disnea, tos nerviosa, afonía, jaquecas, depresión de ánimo, excitabilidad histérica y pretendidota edium vitae».4 El tratamiento comenzó en octubre de 1900 y fue concluido abruptamente por la misma paciente el 31 de diciembre de 1900.5 El descubrimiento de la transferencia El relato del tratamiento psicoanalítico de Dora es particularmente interesante ya que con él Freud descubrió la transferencia. Freud pensó que el análisis de Dora confirmaría sus opiniones sobre el origen sexual de los síntomas histéricos y del papel desempeñado por los sueños en representar estos síntomas. Sin embargo, cuando todo parecía desarrollarse como Freud había previsto, Dora abandonó abruptamente el tratamiento. De este fracaso terapéutico extrajo Freud, sin embargo, valiosas enseñanzas. Al analizar el caso a posteriori, Freud fue lo suficientemente intuitivo para darse cuenta de que una resistencia en conexión con un proceso de transferencia había estado operando sin él haberla notado. Freud concluyó que, de haber identificado este obstáculo a su debido tiempo, hubiera sido capaz de interpretarlo y por tanto de haber prevenido la interrupción del análisis por su analizada. De este modo Freud afirmaría que «la transferencia, destinada a ser el mayor obstáculo del psicoanálisis, se convierte en su más poderoso auxiliar cuando el médico consigue adivinarla y traducírsela al enfermo».6 El complicado concepto de la transferencia siguió constituyendo objeto de posterior desarrollo por Freud en sus sucesivas obras.

CASO DE JUANITO Fue publicado en 1909 y pertenece al volumen X de las obras completas de Sigmund Freud. En el caso de la traducción de Luis López Ballesteros y de Torres para Editorial Iztaccíhuatl figura en el tomo XV, Historiales Clínicos I. También se le conoce como El Caso del pequeño Hans. Juanito, en realidad Herbert Graf, era hijo de Max Graf, musicólogo y miembro del círculo de Freud en Viena. En la introducción Freud aclara que fue el padre del niño quien llevó a cabo el análisis y quien le remitió las notas con sus diálogos, sueños y fantasías. A partir de estas notas, incluidas en la primera parte del texto con breves comentarios de Freud, este lleva a cabo un examen del


desarrollo del caso mostrando cómo la evolución de Juanito corrobora los descubrimientos expuestos en La interpretación de los sueños (1900) y Tres ensayos de teoría sexual (1905). Cuando Juanito tenía cuatro años y estaba de paseo por el parque con la criada contempló una escena aterradora: un caballo que tiraba de un pesado carro se desplomó en la calle. A partir de ese momento padece una grave fobia hacia los caballos, y más específicamente a que los caballos con algo negro en la boca lo muerdan. El pánico es tan grande que le impide salir de casa. En un primer momento, su padre interpreta que la fobia de Juanito se debe a los excesivos cariños de su madre y al miedo al gran “hace-pipí” del animal. Freud orienta el análisis del padre hacia la angustia que provocó en Juanito el nacimiento de su hermanita Hanna y al misterio recurrente en las fantasías y preguntas de Juanito sobre el origen de los bebés. A partir de estas indicaciones el material necesario para interpretar la fobia de Juanito va saliendo a la luz. En primer lugar, el caballo que se desploma y muere, y que puede morderlo, es un símbolo del padre. El caballo tiene un gran “hace-pipí” como el padre y tiene “algo negro” en la boca que puede parecer un bigote. Juanito desea la muerte de su padre para poder estar más tiempo a solas con su madre. Al mismo tiempo, tales deseos le producen sentimientos de culpa y vergüenza que se resuelven en la angustia hacia los caballos. Juanito expresa este tipo de fantasías edípicas recurriendo a la curiosa historia de las jirafas: "En la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, y la grande ha gritado porque yo le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar, y entonces yo me he sentado encima de la jirafa arrugada". La gran jirafa soy yo (analiza el padre) o, más bien, el pene grande (el cuello largo); la jirafa arrugada, mi mujer o, más bien, su miembro; he ahí, por tanto, el resultado del esclarecimiento. Sigue el padre: El todo es la reproducción de una escena que en los últimos días se desarrolla casi todas las mañanas. Juanito siempre acude temprano a nosotros, y mi esposa no puede dejar de tomarlo por algunos minutos consigo en el lecho. Sobre eso yo siempre empiezo a ponerla en guardia, que es mejor que no lo tome consigo ("La grande ha gritado porque yo le he quitado la arrugada") , y ella replica esto y aquello, irritada tal vez: que eso es un absurdo, que unos minutos no pueden tener importancia, etc. Entonces Juanito permanece un ratito junto a ella. ("Entonces la jirafa grande dejó de gritar, y luego yo me senté encima de la jirafa arrugada".) La solución de esta escena conyugal trasportada a la vida de las jirafas es, pues: él sintió en la noche añoranza de la mamá, añoranza de sus caricias, de su miembro, y por eso vino al dormitorio. El todo es la continuación del miedo al caballo. No debe extrañarnos la ambivalencia de los sentimientos de niño: ama a su padre y al mismo tiempo desearía verlo muerto. Pero “de tales pares de opuestos se compone la vida de sentimientos de todos los hombres”. Y guardémonos de hallar chocante esta contradicción; de tales pares de opuestos se compone la vida de sentimientos de todos los hombres; más todavía: acaso nunca se llegara a la represión y a la neurosis si no fuera así. Estos opuestos de sentimiento, que al adulto por lo común sólo le devienen conscientes de manera simultánea en la cima de la pasión amorosa, y de ordinario se suelen sofocar recíprocamente hasta que uno de ellos consigue mantener encubierto al otro, hallan durante todo un lapso en la vida anímica del niño un espacio de pacífica convivencia. Estas fantasías edípicas tienen en ocasiones un trasfondo sádico. Juanito confiesa que le gustaría azotar a los caballos. El caballo, en este caso, vale como símbolo del padre y también de la madre, a quien le gustaría pegar con “el batidor de alfombras”. Por un lado, Juanito experimenta una hostilidad inevitable hacia su padre pues lo contempla como rival y, al mismo tiempo, una “concupiscencia oscura, sádica” sobre la madre pues es la que produce nuevos niños que pueden hacerle la competencia.


En segundo lugar, el miedo a la castración tiene su origen en una advertencia de su madre. A la edad de tres años Juanito acostumbraba a jugar con su “hace-pipí” y la madre le advierte de que si juega demasiado con él se lo cortarán. La amenaza permanece latente hasta que un año más tarde el sentimiento de culpa la activa. Los efectos retardados de este tipo de amenazas pueden llegar a abarcar “un decenio y más todavía”. En tercer lugar, un elemento primordial en el surgimiento de la fobia está relacionado con el nacimiento de su hermana menor. La presencia del bebé le roba aún más tiempo de su madre lo cual provoca en Juanito el deseo de ver desaparecer a su padre y convertirse él en el “hace-pipí” de la casa. Al mismo tiempo no puede evitar desear la muerte de su hermanita: fantasea, por ejemplo, con que la madre la deja ahogarse en la bañera grande. En cuarto lugar, Juanito acostumbra a preguntarse sobre los mecanismos biológicos asociados al nacimiento de los niños. Sabe que no es la cigüeña quien ha traído a su hermana sino que ha salido de la barriga de su madre igual que salen los excrementos. Esto también puede asociarse al caballo que defeca en la calle. Así, la amenazante llegada de más niños que pueden apartarlo de su madre se transforma en fobia hacia los caballos que llevan una carga muy pesada. La curación tiene lugar a partir de que los padres le explican a Juanito cómo vienen exactamente los niños al mundo, lo cual redunda en un alivio notable de su fobia. El proceso se completa gracias a dos fantasías de Juanito. En la primera se ve a sí mismo como el “papi” casado con la “mami” y, en lugar de eliminar al padre, lo relega al papel de “abuelo”. Todo termina bien. El pequeño Edipo ha hallado una solución más feliz que la prescrita por el destino. En lugar de eliminar a su padre, le concede la misma dicha que ansia para sí; lo designa abuelo, y también a él lo casa con su propia madre. La segunda fantasía repara el miedo a la castración. Un instalador llega a la casa y le cambia su trasero y su “hace-pipí” por otros más grandes. En 1922 el pequeño Juanito aparece por la consulta de Freud. Está “totalmente bien y no padece de males ni inhibiciones”. El Juanito adulto, Herbert Graf, emigrará a Estados Unidos en 1936 donde desarrollará una importante carrera como productor operístico llegando a trabajar con Furtwängler o María Callas El pequeño Hans El pequeño Hans fue un niño de cinco años sujeto de un estudio temprano pero extenso sobre la ansiedad de castración y el complejo de Edipo realizado por Sigmund Freud. La neurosis de Hans tomó la forma de una fobia a los caballos (equinofobia). Freud escribió un resumen de su tratamiento del pequeño Hans en 1909, en un trabajo titulado Análisis de la fobia en un niño de cinco años. El caso es considerado desde un comienzo y hasta la época actual como uno de los más célebres del psicoanálisis. La identidad de Hans, sin embargo, era desconocida hasta la publicación de una serie de entrevistas a Herbert Graf, realizadas por el periodista Francis Rizzo en 1972, bajo el título de Memorias de un hombre invisible. Su tratamiento ocupó muy pronto un lugar especial en la historia del movimiento. Por un lado, era la primera vez que el paciente era un niño, y por otro, sería su padre Max Graf quien realizaría el análisis, interviniendo Freud como supervisor.1 En su primera publicación, en el Jahrbuch, no se consignaba que este trabajo fuera «de» Freud sino «comunicado por» él. Este análisis se desarrolló en la primera mitad de año 1908. Por ese mismo período, Freud atendía otro famoso caso, el de Ernst Lanzer, conocido como el Hombre de las Ratas. Freud, con el expreso consentimiento del padre, publicó el historial de manera exhaustiva en 1909, aunque ya existen numerosas menciones previas en ensayos y artículos anteriores. El esclarecimiento sexual del niño (1907), aquí denominado el pequeño Herbert.


Sobre las teorías sexuales infantiles (1908).

En 1909 Freud publica el primer análisis infantil. Juanito es un niño de cinco años cuyo análisis Freud relata y comenta con profundidad. Sus padres admiran a Freud, que ya ha tratado a su madre. Pocos meses después del nacimiento de una hermanita, Juanito manifiesta una violenta fobia por los caballos. Se niega a salir de casa por temor a ser mordido por uno de ellos. Al término de un análisis en el que el padre de Juanito había llevado la iniciativa a través de cartas, Freud establece el eslabón entre la neurosis del niño y su complejo de Edipo, asegurando al mismo tiempo su curación. Freud había pensado que, en este caso, solo el padre podía desempeñar el papel del analista, y este había emprendido la tarea, según un método no menos inhabitual, de interrogar a su hijo. Juanito posee una excepcional inteligencia y coopera activamente en el tratamiento, respondiendo a lo qu su padre, portavoz de Freud, le propone. Juanito sabe que su padre rinde cuenta de sus conversaciones a Freud y espera curarse con la ayuda del "doctor". A pesar de las condiciones favorables, el progreso del análisis es lento. Freud exige al padre avanzar con la mayor prudencia en la interpretación de los materiales que le presenta el niño. Durante el curso del análisis, Freud se encuentra presente una sola vez. Juanito intenta explicar que teme a los caballos porque le han dicho que estos muerden. Un día vio que dos grandes caballos enganchados a un carruaje se caían y se revolvían en el suelo, y por ese motivo experimentó un tremendo pavor. Pero Freud afirma que hay que encontrar otras razones de su fobia. En efecto, la explicación psicoanalítica es totalmente distinta. Como todos los niños, Juanito siente una gran curiosidad sexual. Se interesa por su pene (al que llama "el que hace pipí") y cree que todo el mundo posee uno igual. Imagina que el pequeñísimo "el que hace pipí" de su hermanita crecerá más tarde. Ha visto el pene de su padre, observando que era mayor que el suyo. Pero los caballos tienen un pene muchísimo mayor. Para Juanito, que debería ser el único beneficiario del amor de su madre, los caballos son, en consecuencia, mucho más amenazantes que su padre, de ahí que lo que más le interesa en esta rivalidad sea quién posee el pene más voluminoso. El caballo es el objeto de un desplazamiento. El miedo que Juanito siente en virtud de sus celos con respecto al padre recae sobre los caballos. La cura prospera consumadamente. Su curso favorable se ve facilitado por la transferencia positiva que Juanito hace en la persona de Freud, que ha conquistado su confianza. Quince años más tarde, Freud observará, sorprendido, la llegada de un robusto joven a su puerta, al oirá decir: "Yo soy Juanito". Freud se asombra al enterarse de que Juanito no conserva ningún recuerdo de su análisis a través del padre-Freud. A pesar del éxito obtenido en el tratamiento de Juanito, Freud sigue pensando que el psicoanálisis infantil no es generalizable. Aquel caso fue la única intervención terapéutica de este tipo y no respondió a la ortodoxia. Anna Freud, hija del maestro y Melanie Klein desarrollarían, por el contrario -desde puntos de vista divergentes- el trabajo terapéutico con niños y rivalizando en la Sociedad Psicoanalítica Británica.

El paciente refiere un temor inicial a ser mordido por un caballo blanco. Poco a poco va generalizando su fobia hacia todos aquellos vehículos que sean tirados por caballos especialmente aquellos útiles para la carga. Posteriormente el sujeto desarrolla un temor a aquellos caballos que tienen una correa de color negro en su boca. Luego generaliza el temor hacia todos los animales grandes (caballos, elefantes, jirafas). El sujeto extiende el temor a la posibilidad de que los caballos muy cargados hicieran “jaleo” (patalear).


Además extiende su temor hacia un depósito de carga que queda enfrente de su casa, el cual mira diariamente con atracción desde el pórtico de su casa. Finalmente la fobia del sujeto se extiende hasta un temor que lo hace no querer salir de la casa, en especial cuando escucha trotes de caballo transitando por el frente de ésta. Este temor en sus últimos momentos se ha extendido aún hasta ciertos objetos dentro de la casa como lo es el ruido que provoca halar la cadena para vaciar el tanque del retrete. Además de la fobia el paciente refiere un fuerte sentimiento de asco hacia algunos objetos específicos que empieza con unos calzones amarillos de su madre que luego extiende a unos calzones negros también de su madre y finalmente lleva ese sentimiento hacia algunos alimentos como las albóndigas.

CASO DEL HOMBRE DE LAS RATAS El análisis de un caso de neurosis obsesiva (1909), también llamado el caso del Hombre de las Ratas, pertenece al volumen X de las obras completas de Sigmund Freud en la traducción de Luis López Ballesteros. La neurosis obsesiva es especialmente interesante para descubrir el funcionamiento del inconsciente. En este breve texto Freud presenta el historial clínico y el tratamiento exitoso de un joven paciente, Ernst Lanzer (1878-1914), así como algunas reflexiones generales sobre los procesos anímicos obsesivos. El paciente se presenta en la consulta afirmando que en los últimos cuatro años ha estado padeciendo miedos injustificados respecto a su madre y su novia además de impulsos suicidas y supersticiones varias. Como es habitual Freud busca el origen de la patología en susexualidad infantil y descubre en ella el germen deltrastorno obsesivo. Desde muy temprano el sujeto experimenta junto al deseo obsesivo de ver una mujer desnuda el temor irracional de que su padre morirá y, a continuación, el despliegue de acciones absurdas para castigarse por haber tenido esa idea. El desencadenante de la crisis obsesiva del paciente tuvo lugar mientras hacía el servicio militar. Uno de sus superiores, de tendencias algo sádicas, le describió un modo de tortura en el que “se adaptaba a las nalgas un recipiente y se metían en él unas cuantas ratas, que luego…se le iban introduciendo…”. Entonces el paciente tuvo la idea de que ese tormento le fuese aplicado a su novia y a su padre. Al día siguiente su superior le entregó un paquete postal advirtiéndole de que debía pagar el reembolso al teniente A. Pero inmediatamente surgió en él la idea de que si devolvía ese dinero realmente su padre y su novia serían torturados. Y quedó preso del dilema entre la obligación de devolver el dinero y el temor a hacerlo, lo cual degeneró en un viaje surrealista en tren en el que está a punto de bajarse en cada estación con la intención de volver a la oficina de correos para hacer la devolución. ¿Cómo explicar esa irrupción de hostilidad hacia sus seres más queridos? ¿Qué se esconde detrás de la obsesión con la devolución del dinero? Freud vuelve a indagar en la infancia y consigue que el paciente recuerde que tales impulsos hostiles tienen allí su origen. Recuerda que a los doce años se había enamorado de una niña que no le hacía demasiado caso así que fantaseó con que si su padre muriera quizás ella le prestaría más atención. Pensar que puede haber deseado la muerte de su padre desata en él arrebatos de culpa y vergüenza. Freud le explica que a un intenso cariño consciente le corresponde un intenso odio reprimido. Si el cariño no extingue al odio este permanece agazapado en el inconsciente escapándose de vez en cuando. La hostilidad reprimida hacia su novia se escondía detrás de sus impulsos suicidas. Por ejemplo, en una ocasión en la que estaba prisionero de sus estudios, su novia tuvo que abandonarlo para cuidar a su abuela enferma. Su primera reacción fue desear la muerte de la vieja y, a continuación, imponerse el suicidio como castigo. Otro ejemplo, durante un verano su novia se había ido a un balneario acompañada por un primo suyo, Dick, que la cortejaba. Los celos se manifestaron en la


normal fantasía de muerte de Dick acompañada de sanciones como un estricto régimen de adelgazamiento que incluía “correr sin sombrero por las calles bajo el ardiente sol de agosto y a subir las pendientes de la montaña a paso gimnástico, hasta que la fatiga le hacía detenerse bañado en sudor”. Esta manía senderista podía concluir con la tentación de arrojarse desde un precipicio. Otras actividades obsesivas relacionadas con la amada fueron, por ejemplo, las siguientes: mientras navegaban en barco le ponía siempre una gorra para evitar que le sucediera algo, o en medio de una tormenta tenía que contar hasta 40 o 50 entre trueno y relámpago, o, y esta es la más interesante, el día en que su novia se marchó el sujeto tropezó con una piedra en el camino y decidió retirarla para evitar que el coche de su amada volcara por su culpa. Sin embargo, minutos después regresó para colocarla en su sitio pensando que esas manías suyas no tenían sentido. En este caso se observa claramente que la “obsesión protectora puede sólo significar una reacción -remordimiento y penitencia- contra un impulso antitético, y, por tanto, hostil”. Es decir, en primer lugar retira la piedra para protegerla lo que significa que le guarda rencor por haberse ido y, a continuación, la coloca en su sitio alegando que ha sido estúpido moverla, pero, en realidad, está dando rienda suelta de nuevo a su hostilidad. Este conflicto entre amor y odio se manifestó también en sus rezos. Durante una temporada religiosa se impuso la obligación de rezar, tarea que cada vez le llevaba más tiempo, pues en sus oraciones se introducían deseos hostiles y blasfemias. Pero volvamos al conflicto principal, ¿por qué fantasea el sujeto con que las ratas ataquen a su padre y a su novia? La palabra Ratten (ratas) está asociada a Raten, plazos o dinero, es decir, la herencia que obtendría de su padre cuando este muriera, dinero que le permitiría sellar su compromiso con su novia. Está claro que el padre aparece como un obstáculo para su vida amorosa y de ahí la fantasía sádica. Asimismo, dentro del universo simbólico del paciente, las ratas eran niños, la rata “roe y muerde y con dientes agudos, se muestra sucia, glotona y agresiva” y es castigada por el hombre. Esto saca a la luz el hecho de que a su novia le habían extirpado los ovarios y no podía tener hijos. Aunque incapaz de reconocerlo, experimentaba cierta hostilidad hacia ella por su esterilidad, de ahí la fantasía de las ratas. ¿Y la devolución del dinero? El paciente sabía muy bien que a quien adeudaba el dinero no era a ningún teniente sino a la joven y bonita dependienta de la oficina de correos. Devolver el dinero significaba, por tanto, abandonar a su novia por otra más fértil. Del caso del Hombre de las Ratas Freud extrae algunas lecciones generales sobre elcomportamiento obsesivo. Por ejemplo, su ambivalencia respecto a la superstición. El obsesivo suele ser lo suficientemente inteligente como para desechar todas las supersticiones populares, pero vive preso de sus propias reglas absurdas. Asimismo la dualidad amor-odio en que se debate suele tener como consecuencia la parálisis de la voluntad así que suelen ser personas que dilatan al máximo dar solución a sus problemas y fantasean con la muerte propia o de otros para no tener que hacerles frente. El combate amor-odio en que vive le conduce, por lo general, a una disociación de la personalidad. Así, por un lado, bondadoso, alegre, reflexivo e inteligente, y por otro, sádico, perverso y violento. En medio, tristemente sometido a constantes rituales absurdos para ahuyentar la culpa. Análisis de un caso clínico el hombre de las ratas El caso clínico del hombre de las ratas fue uno de los pilares para el psicoanálisis en la compresión de la manifestación en un caso clínico de los rasgos obsesivos en estructura neurótica obsesiva, lo cual le beneficio a Freud para poder sustentar aun mas sus teorías acerca de cómo operan los conflictos inconscientes en un individuo en base a su historia de vida, experiencias de la temprana infancia y su sexualidad. Primero se narrara un poco acerca del caso clínico de Ernst Lanzer mejor conocido como el “hombre de las ratas”. Una de las experiencias más significativas para Ernst fue su niñez pues él afirma que a la edad de 6 o 7 años ya tenía un recuerdos claros y precisos de su vida, Freud


detecto que en el hombre de las ratas se despertó una curiosidad sexual a una edad muy precoz y que esto marco profundamente sus experiencias posteriores, Ernst recuerda que a los 7 años de edad su familia tenía contratada una niñera y que esta lo cuidaba a si como otras sirvientas que cumplían otro tipo de labores dentro del hogar, en una ocasión Ernst le pidió a la niñera que si podía meterse por debajo de su falda a jugar a lo que ella accedió y Ernst recuerda haber tocado los genitales de la niñera y que esta no manifiesto ningún disgusto por ello al darse cuenta de que sus genitales eran diferente despertó en él una intensa curiosidad por conocer las diferencias anatómicas del sexo contrario, desde esa ocasión el niño aprovechaba la oportunidad para entrar al cuarto de la niñera en el preciso momento en que esta se cambiaba de ropa para mirarla. Otra experiencia significativa que dio inicio y que para el hombre de las ratas fue la causa desencadenante de su sintomatología fue una experiencia que tuvo mentiras estaba en el ejército, este recuerda que el jefe del batallón en el que se encontraba contaba relatos del suplicio que aplicaban en el oriente, esta consistía en la introducción de ratas por medios artificiales en el recto del supliciado y esta historia era relatada constantemente según afirma Ernst y a partir de eso comenzaron a surgir en el fantasías en las cuales el era víctima de ese mismo suplicio y que más tarde no solo fantaseaba que le sucedía a él si no también a su mujer amada y a su padre, y que en aquella época el ya había fallecido sin embargo aparecía como un sujeto imaginario victima aun de las pulsiones hostiles y agresivas que mantenía su hijo hacia él. En resumen los factores que lograron desencadenar toda la sintomatología y que fueron participes significativos para la formación de la estructura de una neurosis obsesiva en el hombre de las ratas son el complejo de Edipo en el cual quedo atrapado debido a que la potencia fálica estaba del lado de la madre y en la que nunca logro una identificación plena con la figura paterna, otro es la ambivalencia entre el amor y el odio hacia la figura paterna lo que Freud dicta que esta es el enigma que envuelven a las neurosis obsesivas, la sexualidad muy precoz que tuvo el hombre de las ratas durante su niñez y por el ultimo el conflicto entre mujer rica mujer pobre, el padre ha "vendido" su deseo y que este pretendía que el hijo hiciera el mismo movimiento que él, esto es, que apostara a la mujer rica (la madre), dejando de lado a la amada.


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