NECTテ:ORA Antologテュa del beso en la poesテュa mexicana
NECTÁFORA Antología del beso en la poesía mexicana Primera edición
©Fernando Reyes ferreyes2004@yahoo.com.mx ©Ediciones Libera Portada El beso de Aneta Szacherska Diseño editorial Laure Magnon
México, 2009. Prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin la autorización del editor y los autores
Novia mía, néctar de tus labios corre; bajo tu lengua hay miel y leche Cantar de los cantares Yo te di mis caricias de serpiente y mis besos de flama… te serví amor en la caliente crátera de unos labios de grana José Juan Tablada Tus labios, abultados en el beso, si a insípidos tomates comparaba nunca mordí con sentimiento honrado al evocar granadas o ciruelas. Jorge Cuesta La piel de un beso entre tus senos de un obscurecido oleaje me navega en la boca y mide sangre. Jaime Sabines la lujuria es una campana despertando en tu boca, todo es el mar, todo es la tierra, la elegancia con la que el sol entra en los cuartos Raúl Garduño
El beso olvidado de Platón En el Fedón o del alma, Platón apunta que sólo se puede llegar a la verdad en la medida en que el hombre se aleje de los sentidos, del cuerpo y sus terrenales deseos. «Sólo gozamos de la sabiduría, de que nos mostramos tan celosos; es decir, después de la muerte y no durante la vida». Si el filósofo griego hubiera sabido más sobre los besos quizá su propuesta habría sido distinta. La filosofía es como un traje de novia para el poeta: acaba en el piso a la hora de amar. El mismo Platón recurrió al diálogo, a los símbolos y alegorías para plantear el pensamiento socrático. El filósofo busca en la poesía la pulpa humana de los conceptos. Marx escribió versos antes del materialismo. Beauvoir escribió novela; y Sartre, teatro. Heidegger, amante de la poesía, dijo que «el lenguaje es la casa del Ser». El poeta sabe que una idea o una sensación encuentran su escencia en el ritmo, en la metáfora, en una imagen. En ese sentido, Rodin inmortalizó lo mismo a un pensador que a un besador. Rilke escribió a propósito de Le baiser: «Hay aquí una profunda vitalidad interior, una rica y sorprendente inquietud de la vida, un deseo imposible de medir, una sed tan grande que todas las aguas del mundo se secaban en ella como una sola gota». El beso en la historia del arte adquiere este significado post mortem, es algo perdurable, que rebasa el tiempo de las horas y los días. Klimt y Picaso se besan con su amada y así quedan inmortalizados, eternos. Si hubiera podido, Sha Vahan habría construido el Taj-Mahal, la tumba que alzó para eternizar la memoria de su amada, con besos y versos, más perennes que mármoles y alabastros. Estigmatizado, amordazado en muchas culturas, el beso deviene leit motiv en leyendas y mitos ancestrales, de donde se inspiran las historias en que por un beso se salva una vida, se salva un reino, se salva el mundo. Shakespeare, las
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jarchas medievales, los romances prerrenacentistas, los clásicos infantiles, «El beso» de Ramón de Campoamor, y el de Leopoldo Lugones, «El beso de Cleopatra» de Santos Chocano. «El mundo nace cuando dos se besan» es el verso de Paz que resume la alusión. «Sed de amores tenía, y dejaste/ que la apagase en tu boca» escribe Rosalía de Castro como analogía a la idea de lo inconmensurable citado por Rilke. «Un mar de sangre es este beso estrellado sobre tus labios» anuncia Vicente Aleixandre. «Y dura este beso más/ que el silencio, que la luz» compara Pedro Salinas. Un beso no puede medirse en cuanto a sabor y placer sino en la medida de otro tiempo, otra vida, otro espacio. «…medir la Eternidad… un beso es eso/ y es más: morir… y nunca más morir» finaliza el poema de Herrera y Reissig. «Y el agua de tu beso/ oh nueva aurora de la fuente- será eterna y eterna», afirma Juan Ramón Jiménez. Dioses, inmortales, héroes, mártires nos convierte el beso amado. «Me moriré besando tu boca fría» dice Neruda, mientras que Cortázar sabe que «si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella». Blas de Otero, por su parte sentencia: «Besas besos de Dios. A bocanadas/ bebes mi vida. Sorbes. Sin dolerme». Ejemplos de esta inconmensurabilidad, comparada con el tiempo y más que el tiempo, con el universo y el mar, podríamos citar muchos más. Vayamos cerrando con los versos del uruguayo Ricardo Paseyro que encierran las palabras apenas escritas: Miro esta mujer que está besándome y se reclina y pone eternidad en mi cuerpo y me da siglos de amor y temperatura de ternura nueva, dulcemente acunados en tus ojos.
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Esta mujer me está besando y llega de tan lejos su beso que me hiere y he de llevarlo hasta que adentro del tiempo hasta qué hijos y qué muerte mía... Y beso esta mujer que está besándome y beso los callados pensamientos que reposan en ella, que nos juntan. Si Alcibíades hubiera besado a Platón con la intensidad con que escribieron estos poetas, seguramente habría llegado a resolver los enigmas de la verdad en ésta y no en la otra vida, como proponía. La inmortalidad del alma no está divorciada de los sentidos. La verdad muchas veces navega en el néctar de unos labios. La única certeza se sabe en la playa de un beso. Saber es sabor, se ha dicho tanto. Razones vastas tuvo Gómez de la Serna para decir que «Un beso es hambre de inmortalidad». Una inmortalidad en vida, aquí, en un beso que contenga todo el sentido de ser, todos los sentidos de un beso: la imagen carmesí de la vívida granada, el aroma del fruto prohibido, el dionisiaco sabor vertido en una boca, el suave y cóncavo sonido de la lucha, el tacto de los labios, la textura del beso. Fernando Reyes 2009, Biblioteca Vasconcelos.
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Aclarando Los poetas mexicanos no les roban ningún beso a los iberoamericanos. Los de esta antología son besos escritos por poetas de distintas generaciones de la literatura mexicana, que nada le piden a los de otras latitudes, acaso la herencia intertextual. Poseen su propia calidad y abordan los temas arriba aludidos y otros más, jocosos y gozosos, experimentales e innovadores, particularidad característica en la poesía mexicana. Como en Melíferas bocas, mi antología sobre el beso en la poesía de España y Latinoamérica, los poemas que compilo en Nectáfora no son todos los que hubiera querido incluir. La falta de espacio que puede tener una edición independiente me lo impide. Como en mis otras compilaciones incluyo autores canónicos, prestigiados, olvidados y noveles. El lector podrá encontrar más textos de autores poco conocidos que de Luis G. Urbina, Manuel Gutiérrez Nájera o Amado Nervo, quienes escribieron varios poemas sobre el beso. Sólo agregaré que el primer objetivo de ésta y otras antologías que he editado es difundir nuestra poesía entre los jóvenes lectores.
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Manuel Acuña (Saltillo, Coahuila, 1849-1873. Nocturno a Rosario) Madrigal Son tus labios tan rojos y tan bellos, y tan suave y tan dulce la dulce y suave miel que mana de ellos que si querube fuera, y por unir tu boca con la mía existencia y Edén juntos perdiera, sin vacilar siquiera a existencia y Edén renunciaría.
Un sueño ¿Quieres oír un sueño?... Pues anoche vi la brisa fugaz de la espesura que al rozar con el broche de un lirio que se alzaba en la pradera grabó sobre él un «beso», perdiéndose después rauda y ligera de la enramada entre el follaje espeso. Este es mi sueño todo, y si entenderlo quieres, niña bella, une tus labios en los labios míos y sabrás quién es «él» y quien es «ella».
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Jesús Arellano (Ayo el Chico, Jalisco, 1923-1979. La señal de la luz, Ahora y en la aurora, Poemas de amarga posesión, Nuevo día.) Sin tus labios No puedo sin tus labios pasar la tarde solo. Ya sin ti, sin el pícaro mundo de tus ojos mi palabra se aleja sin abrir. Cuando te me despencas de las manos y las horas te separan de mí, les pego mi alarido a las montañas y me quiero morir. Si descuajan las milpas de su mata duele menos que tener que salir de tu lado. No me amputes los brazos, compañera, mejor hazme feliz. Madrigal Me miras dulcemente, me miras y me bebo el matorral de tus labios carnosos y maduros. Justo gozo si el grito liberal prolífica en tu miel de ojos oscuros. Prolífica o trasíjase con sal cuando busca los símbolos más puros para rehacer al hombre a piedra y cal con el amor que mana de mis muros y tu sangre de líquido metal.
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Homero Aridjis (Contepec, Michoacán, 1940. Antes del reino, Mirándola dormir, Quemar las naves, Vivir para ver, Perséfone)
Perséfone (fragmento) Dos o tres parejas murmuran ocultas en la sombra. Con brazos oscuros se acarician. Entreabren la boca para anunciar sus lenguas, para rozar sus labios. Con manos temblorosas se recorren, se alzan el vestido, se desabotonan la camisa. Se apoyan contra la pared, resbalan hacia el suelo. Se montan, se enciman y se besan. Huelen a sudor y a saliva. El amor brilla en sus ojos…Perséfone bebe. Me endulza con su vino. Me besa con labios, lengua helada. Me deja en la boca trozos de hielo derritiéndose… Me besa el cabello y las manos. Humedece mi mejilla derecha con sus lágrimas.
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Alejandro Aura (Ciudad de México, 1944-2008. Cinco veces la flor, Volver a casa, Tambor interno, Causa de vida) Trasmutación En el espejo retrovisor se proyecta su boca besucona no veo sus ojos yo a solas acá soy alma de los dos y ambos allá somos la boca
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Lucero Balcázar (Huixquilican, Estado de México, 1965. María Luciérnaga, Piel de poema, Mi caníbal poeta, Fauno negro) Sombras blancas en las noches Ne-grito: Aún me duelen las sombras de tus besos. Un jirón de aliento me sostiene y me arrastra por este juego de ajedrez llamado vida y es que una tiene que seguir como decía Dostoievski en El Jugador…Sintiéndome a veces reina, alfil, peón, torre o yegua (cuadriculada como las pinturas de Remedios Varo) en blanco y negro, ¿a qué te suena esta imagen? Tomo tu mano en este día distorsionado por la fiebre del contagio de influenza. Estoy en cama, ayer por fin se mudó mi hermano a la montaña. Terminamos tarde de desempacar y acondicionar la casa de Miguel. Luego me bañé y empezó la fiebre otra vez. Un búho cantaba a lo lejos, allá por el Río Borracho. Las ramas de bugambilia y el tepozán murmuraban algo…ellos se besaban mientras yo ardía. Las ramas de las luces que cuelgan desde el Cerro de las Culebras, algo telegrafiaron. Mientras Gastón Bachelard duerme en el librero con El Aire los Sueños…»Este viento no es normal» me digo…quiero marcar el teléfono de mi hermana Ana, pero sé que es de madrugada, ellas también hace días están en cama, debido a la epidemia que azota en el D. F. Entonces abro el correo, y no, ni una palabra tuya de tu boca de guarapo. Cierro los ojos y sigo ardiendo. Gastón Bachelard, Huidobro y Altazor me invitan a remontarme sobre los aires. Yo sólo atino a tomar las tijeras y cortar mis dos amadas trenzas y emprendo el vuelo al abismo, mientras amanece, sin tus besos.
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Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950. Ciudad bajo el relámpago, Música solar, Cuadernos contra el ángel, Mínima animalia) Cuadernos contra el ángel IV Yo te beso Frente a la destrucción y el aire sucio te beso En el estruendo de los automóviles —la migraña del día— te beso En el festín de los ladrones En el pozo de los iracundos Ante el cuchillo de los asesinos Ante la baba fóbica de los intolerantes Frente a la sangre agusanada de los corruptos Frente a la mansedumbre Frente a la podredumbre Frente a la muchedumbre Yo te beso de frente Y el día empieza a caminar con la frente muy alta.
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José Carlos Becerra (Villahermosa, Tabasco,1937 -1970. La corona de hierro, Relación de los hechos, Oscura palabra) Cosas dispuestas Cada palabra es un sitio para mirarte, cada palabra es una boca para acercarme a ti, el otro modo de tomarte por la cintura o por el mundo cuando tu mirada y el atardecer son la misma persona. Cada palabra es una lámpara encendida para verte cuando tú no estás. Cada palabra te revelará la otra palabra, el silencio que vas conociendo, el silencio transparente de los [amantes, el silencio que se parece al calor de mi mano posada en tu [cuerpo el silencio donde mis besos sacuden la estatura que vacila dentro de tu alma. Pero cada silencio nos llevará a la palabra que nos refleja, pero cada palabra es el otro reflejo, el otro modo de tomarte por la cintura o por el sueño, por la noche que velan tus fantasmas.
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Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 1923. Los demonios y los días, El manto y la corona, Fuego de pobres, Siete de espadas, El ala del tigre, La flama en el espacio)
Siete de espadas (fragmento) 10 Lengua extraña en mi boca, entre mis dientes; cónclave palatal del visitado. Y gozo la lepra que me alumbra, su contagio fundente cuerpo a cuerpo, corrosiva su puerta boca a boca de adentro y desde fuera. Plaga de uniones, colérica. Esponsales. 112 De las violetas de tus venas, cría un enjambre tu boca. La marea terrestre sus ramos extranjeros te viste, y bajo el palio navegable de tu cobija, con la negra flora y la miel complacida –pues te place mi placer –te lustra y me contagia.
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Mónica Braun (Ciudad de México, 1965. La luz inversa, El pan de lo irremediable -inédito)
Ciega voz La sangre dibuja en los pezones frutas de la sangre en besos irrepetibles multiplica sus labios hace líquidos los dedos y las piernas y furiosa la boca más oscura Desangrar la flor para saber del pétalo No se escoge el rumbo de la sangre Se sigue su rumor su sola llamarada
Advertencia Corto tus venas con vidrios de luz, tiemblo bajo la piel caliente de tu hambre. Recién nacida a tu olor, toda latidos, sólo la textura del gemido con que riegas mi avidez sacia mi lengua. No podrás salir ileso de mis labios.
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Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954. La salvaja, Papeles irresponsables, Los delirios, El hilo olvida, La maquina de escribir, Cuadernos de poesía) Salto de mantarraya El beso El beso es grito «¡fuera!» con que comienza la carrera. El beso borra la pista. Quita al corredor los zapatos. No lleva ni deja llegar a ningún lado. Saca a quien puede de su casa. Tira de paso los floreros. Escribe pistas falsas en los mapas. Embriaga con saliva a los radares. Muy importante comienza esto en un beso.
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Alejandro Campos Oliver (Cuernavaca, Morelos, 1983. Oraciones temblorosas, Ciudad insomne, Tiempo azul) Esta tarde en que intento ser otro Esta tarde en que intento ser otro podaré tus estériles promesas y enterraré el color de tus besos Rugiré el dolor de mis labios cuando calcaron tu sombra Se irán como escamas que busquen otra garganta Círculos de disperso viento fueron tus besos En desentumecidos suspiros se templaron tus labios a los míos Tus besos en las sombra de mi piel me dieron remos de viento para olfatear el corazón de las nubes y robarle guiños a los cielos desde abismales árboles Tu saliva río delirante floreció entre nuestros cuerpos como el campo de una lluvia sin nombre Esbocé mi lengua por cada centímetro de tu espalda Conjuré con mis dientes libélulas de rubí en tus senos Tus besos atemperaron los naufragios de mi voz cifraron el lenguaje del tiempo en telarañas que irradiaron las estrellas cuando bostezaba un antiguo bosque Besos que agitaban mi lengua si se embarcaba a buscar el sabor de mar y drupa por tus piernas. Centrípetos besos de aliento sobre la corteza de tu piel
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como hĂşmedos labios virando por la espalda para llenar de luz el cuenco de nuestros cuerpos Cauce desbocado fueron nuestras bocas en serpenteo equinoccial se amaron nuestras lenguas Lenguas delineando acuosas resonancias en el caracol de nuestras orejas Hoy bajo la ansiosa promesa de tus labios prefiero que mi boca de viento conserve el sabor de tus gemidos.
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Héctor Carreto (Ciudad de México, 1953.Volver a Ítaca, Naturaleza muerta, la espada de San Jorge)
Al alcance de su boca Si deseas besar a esta diosa de pezones dorados y sonrisa perpetua, te obsequiaré estos consejos: rasúrate bien, perfúmate la boca, agáchate con cuidado. Ahora besa suavemente el papel, pero no babees, por favor, podrías manchar mi revista.
Mal de amor No me importa el contagio del herpes ni de otros daños incurables. Es el riesgo del deseo, es su mandato: beber en tu taza es, acaso, mi única oportunidad de poner mis labios sobre los tuyos.
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Ricardo Castillo (Guadalajara, Jalisco, 1954. El pobrecito señor X, Concierto en vivo, Como agua al regresar) El beso negro Acabo de darle el beso de la buena suerte a una mujer, acabo de recordar con cariño a los paleteros y a los vendedores de jícamas ambulantes, y tengo ganas de ver lo que no puedo ver, de caminar sobre la matriz del círculo, quiero quitar los codos de la mesa y romperle la ventana a mi retrato porque soy un estúpido con las ojeras acentuadísimas, porque soy demasiado tranquilo. Ya no basta pisar el mosaico para estar en la tierra, no bastan las piernas para estar vivo. Uno es capaz de hacer cualquier cosa para librarse de la quemadura de la realidad, de hacer fintas, gambetas hasta con las orejas. Hay que tenerlo en cuenta: Besar una mujer y recordar la infancia entrañan una responsabilidad.
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Elizabeth Cazessús (Tijuana, Baja California, 1960. Ritual y canto, Mujer de sal, Huella en el agua, Casa del sueño, Razones de la dama infiel)
XIX La mujer es la cuna del tiempo y la luz pervive en el beso del esperma salino sembrado en el mar, estela de fuego Beso de sal inscrito en toda historia de amantes en cada sueño obstinado y lejos de las manos.
XX Amanezco insomene y salvaje dominada por la marea que se aremolina en el pasado Cultivo esta historia como gotas de un mar extinguido agridulce néctar del sexo Muero por vehemente y con vehemencia resucito Resucito en páginas esculpidas por palabras que jamás renunciaron a sus abrazos y credo ritual y oficio Condenada por la heredad del fuego el mar me consume en su danza Yo no soy la ola que sacrifica su cabeza Soy la lengua que multiplica los peces en tu boca.
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Andrés Cisneros de la Cruz (Ciudad de México, 1979. Vitrina de últimas cenas. Editor de Versodestierro) Cántico para la boca de Adriana Qué bella boca —la reconozco— yo he bebido vino de esa vosa boca de ese ojo de agua mineral he guardado en las venas de mis manos su exquisito líquido de labio fractal —le he besado, sí— invisible, la bráctea tilde de sus grafías sáficas el garfio en la corona de su Dama, de su alfilada efe los plexos, folículos blandos, los semas significantes de su oscura boca, —qué (f)ermosa forma de fermentar las (ph)alabras— te reconozco sabes al dulce de la toronja a la carnosa gota que madura en gajo la sabia textura que sabes marinar en el color del alba Sé, eres la boca la feroz —nunca falaz— boca que obsequia formidables figuras o falenas veloces que se guardan, burbujas de azúcar en mi oído y se zurcen, pérgola o umbral verde oblea que se inflama hasta florecer, espina necesaria palabra —suya boca— su molino que demuele las sustancias mágicas donde Ella es y cambia, y fabrica ese bélico aroma ese ímpetu de limpiarse el polvo que dejan en los nudillos las cosas Esta boca es bella porque la he visto decir cosas materiales, la he visto construir capitolios enteros
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con su lengua de mar —o mortaja— la he visto producir de su oscura fosa, entre los dientes, el castillo interminable de las palabras que son actos, objetos animados, seres vivos que deambulan en esta realidad insuficiente y clara, de saber que esa boca existe (incluso oculta detrás de los árboles infernosos de lo Aparente) a pesar del Cáncer reinante —ya te reconozco— y deseo palparla con el hado, de éstas, mis falanges tocarla cuando cierro los ojos —suturo estas bocas ansiosas de ver las coso, les clavo las pestañas a estos pozos dientes blancos sólo para oírla para reconocerle, boca que me ofrece el alimento el beso limpio de la palabra en mi boca —ojos sedientos— herida de vino y palabra, y vida y palabra, y más siempre más palabra, hermosa —sólida— elegante estructura de sí, bella porque domina el primero de los juegos de guerra la nupcia de su ágora y su égloga su parábola exótica, su marib-biram le reconozco —amo esta boca— porque no pertenece, no es la sereníssima Saba y no obedece ni bendice ninguna mina ni respeta o accede a la inteligencia inútil de cien (o mil) hombres
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—que piensan lo mismo en sí— y no busca comprender ni solapa este rito de adorar al Orfeón al buey o aleph no hay alfabeto que exista para descifrar el lenguaje de esta boca y es bella, qué bella boca es, con su palabra lúcida, su hipérbole o parábola su pérola, pericardio de su lengua o su perfusión de vocales (abiertas) alfil que corta la vida, y deseo ver cómo hace sangrar al tablero con el bisturí de la inteligencia; cierro los ojos sólo para oírla, para reconocerle, boca que me ofrece al pez: beso limpio del mar en mi boca deseosa de vida y palabra —y más, siempre más— más palabra.
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Sandro Cohen (New Jersey, E. U. 1953, radica en México desde 1973. A pesar del imperio, Los cuerpos de la furia, Autobiografía del infiel,Línea de fuego)
Principio de principios En voz baja, en voz baja, consonantes y vocales, los labios temblorosos. Un sonido lejano emerge y brilla como un polvo que se alza de la sombra a la luz manifiesta de su nombre. Y detrás de los labios, una lengua sola se mueve; muda, es el testigo de la voz que resurge de la entraña; muda, la forma: carne contra carne, la lucha silenciosa de la música. En voz baja se canta para verse lejos de uno, más cerca de la luz, más cerca de la sombra que es el fondo de la luz y la voz y los silencios; lejos de todo y cerca de la nada.
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Rosina Conde (Baja California, 1954. Poemas de seducción, Testículos de amor gozoso, Bolereando el llanto) Ruego del beso Dame un beso: beso tibio, con empeño, pronto, cabal y friolento; te lo pido: dame un beso. Beso por beso, suplico; más por menos, sólo eso, pues aunque no te lo diga con tus besos no me pierdo. Fuente sedienta es mi boca que se obstina en devaneos, boca de horno, de cañón, de calle, metro, de puerto; etílica embocadura, te abrazan mis labios tersos, recibiendo con premura el vaivén de tu embeleso. Empeñosa se ha vertido la embestida de tu cuerpo así que no me reclames: como bestia me atormento. Es por eso, yo te pido entre tanto desconcierto no te ufanes con la usura: no te vengas: dame un beso.
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Francisco Conde Ortega (Atlixco, Puebla, 1951. Vocaci贸n de silencio, Para perder tus ojos, Imagen de la sombra, Intruso coraz贸n Rosa de agosto) Tu beso Tu beso, fresca sal, licor que sube del silencio. Tus labios atisban el beso y lo convierten en fiebre y humedad: en mar de arena. Tu beso, final escolio en las letras de mi nombre.
Con todos los sentidos Con todos los sentidos dispuestos valerosamente al beso, miro tus labios y me detengo. He tomado vinos m谩s fuertes; pero temo morder tus labios porque puedo quedar ah铆to. O dejar muy poco en ellos.
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Fernando Corona (Ciudad de México, 1978. Cantos de silencio, Ángela, Los trenos de la iglesia de piedra) El beso Cuando por fin decidas que sí vas a besarme, primero ven y siéntate a mi lado. Nerviosa y en tu sitio, voltea suavemente, como si por las dudas me ignoraras, y al tiempo que tu espalda me da un cielo preciso con quien entretenerme mientras tanto, observa con prudencia cómo son las historias: nada va a detenerse cuando tengas mis labios en los tuyos desarmándose en besos, serán los mismos niños en la calle, las mismas procesiones del eterno mercado, no serán diferentes los arbustos e iguales habrán sido las paredes de siempre. Nadie irá preguntando entre sus dudas cómo fue que esas bocas incendiándose ahora se hablaron cuando fueron dos extraños, tampoco habrá en las piedras festejos repentinos. Habiendo visto un poco de ese afuera, regrésame tu rostro y observa muy despacio: ¿qué encuentras en mis ojos que te hicieron de pronto convencerte de ser yo quien te bese? Luego baja la vista y no hagas nada. Hasta aquí los segundos deberán ser escasos, apenas dos ligeros parpadeos mientras tomo tu cara pesándola en mis manos. Y cuando al fin decidas con un beso que sí vas a dejarme callar en tus dominios, repíteme en tus labios largamente.
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El beso (II) Qué puede ser más útil que tu beso cuando se viene abajo todo olvido. Nada somos, amor, y en el sonido del jardín están tu nombre y tu peso. No sé si en el transcurso saldré ileso, si exento quedaré de algún descuido, si acaso es el vivir andar perdido para al final saber que estuve preso. No sé, pero en tus labios, entretanto, persisto en ser pregunta silenciosa. El mundo es el pasillo del espanto, son pocos los que cruzan y esa losa de estrellas al final se vuelve canto. Apura ya tus pies, el tiempo acosa.
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Federico Corral Vallejo (Parral, Chihuahua, 1969. Disfrazado de dolor, Pequeñeces, Covacha sin fe, Vomitar mi muerte, Mujer de humo, Sin fecha de caducidad, En busca de un somnífero)
Racimo de besos 1 Un BE r SO al aire resuelve un lío de arte lenguética
2 En una boca sedienta de besos salivaespera
3 En un millón de besos tuyos y míos… existo
4 Se excitan labios con café y cigarros de bocas húmedas
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5 Un beso corazón en bajaespalda retórica caricia
6 Para su lengua desenfrenado placer un beso busca
7 Boca escribana en tu epidermis mapa esta extraviada
8 En corazón erecto beso disléxico latido evoluciona
9 Ángeldemonio bésame con tu lengua francés hechizo
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Marco Aurelio Chávezmaya (Metepec, Estado de México, 1960. La agridulce carne, Aquí habita la felicidad, El león duerme esta noche) Tu boca más secreta Amo tu boca más secreta la boca que no habla sino aspira la que aroma mi tacto y lo conduce la boca que se distiende y me sonríe cuando la beso Amo la manera en que esa boca se humedece con el roce de mis labios y me habla sin decirme nada Amo el silencio y el misterio de esa tu boca más oculta el cálido y agridulce abrazo que a mi lengua ofrece Y amo el temblor de sus labios verticales que tiernamente viscosamente entrañablemente se abren y se alargan cuando responden el saludo tieso y palpitante de mi mejor palabra.
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Alí Chumacero (Acapontla, Nayarit, 1918-, Páramo de sueños, Imágenes desterradas, Palabras en reposo) Amor entre ruinas (fragmento) Sube la espuma, hacia el aliento asciende nacida en este sueño que en alas se desata, hiriente, deseada, afirmando en los labios su duro incendio congelado y su lento sabor a mar que nos satura con un turbado anhelo, dejándonos tan solo en la noche tan íntimos en ella que su apodado imagen somos, ya olvidado su ardor entre la niebla, cuando ella se desploma espesa, tal una ola funesta que rozara con sus labios la huella de la rosa, ahí donde los muslos trémulos, anhelantes sueñan con el azogue más ciervo del espejo y la huida del agua arrastrando una sombra.
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Tanya de Fonz (Guadalajara, Jalisco. Jocabed y la ranura abierta, De lo roto, Indagación de lo correcto, Ronda de muertos, A ba ni cos) Amame, tú que sabes que bajo mi sonrisa soy semejante a esas tumbas abandonadas Villiers de l’Isle Adam
Hubiera querido ofrecerte un abanico de nácar sólo tardes soleadas, una mano brillante rebozos en flor. Sólo tu beso puede acercarse a mi cuerpo. Si te cansas, deposítame tumba blanca deja una flor roja hundida en mi pecho.
Beso Cueva oceánica Se unen los corazones Entre agua y vida.
Te has vuelto carne al suplicio del beso conformas alfabetos.
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Antonio Deltoro (Ciudad de México, 1947. Algarabía inorgánica, ¿Hacia dónde es aquí?) Barca de cobre Aquí en esta cama, barca de cobre, nuestros sexos se inflan, mástil, vela; nuestras pieles se juntan, nuestras lenguas en el pasmo se encuentran; algo sucede en otros mares, otras olas se mueven. Nuestras pieles se unen también por sus vacíos, caleidoscopios que abren vientos de luz, ventanas y puertas sin tocar cristal o picaporte. Nos estremecemos en ojos, axilas, vientres, caerse juntos es caerse sin caerse. Ojos de búho, tus pezones en la noche iluminan mi insomnio, quiero otra vez entrar por tus pupilas, sumergirme en la laguna negra, en el cráter poblado de humedades, donde los gritos resuenan: las obscenidades vienen también con la ternura. Me veo en ti, quiero entrar por tu boca, llenarte de saliva simultáneamente. En mis muchos pedazos de placer ya no espero descanso; dedos, lenguas, mentones recorren columnas vertebradas. Tu piel abre tajos de amor, me arroja a la inquietud del viaje. La botella De los puntos cardinales el beso es el norte, el inicio del sexo.
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Salvador Díaz Mirón (Jalapa, Veracruz, 1853-1928. Lascas, Astillas, Triunfos, La giganta y otros poemas) En un álbum Dicen que el nauta que ofrenda el hielo del yerno boreal, venciendo el frío, recibe a veces de ignorado cielo una olorosa ráfaga de estío. ¡Qué beso el de tal hábito de paso! ¡Qué fruición, qué delicia, qué embeleso! Sólo un beso amor produce acaso Mayor placer que semejante beso. Pues bien: yo experimento a tus miradas lo que en el polo el peregrino siente cuando una de esas brisas perfumadas va de otro clima a acariciar su frente. En mi noche invernal Dios ha querido que el resplandor de tus pupilas fuera un efluvio de rosas difundido en un rayo de sol de primavera.
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Isolda Dosamantes (Zumpango, Tlaxcala, 1969. Bacalar sueño del agua, Utopías del olvido, Gótico florido, Paisaje sobre la seda)
Fuego al silencio La saliva es la verdad de los amantes, vuelo que cruza, lengua que juega para perderse en otro, es fuego. La saliva es la única verdad de los amantes, es voz.
Plenilunio Por el constante galopar de la saliva la pólvora se hace fuego necesario un cargamento en el ombligo curva mi piel y la bifurca hacia la carne somos una voz y un canto donde es la noche una lengua del silencio.
Espiral, rumor marino III El beso camina sigue al eco de su canto, sibarita en la ciudad del vértigo a la velocidad del automóvil, su saliva, nos nombra caracoles.
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Adán Echeverría (Mérida, Yucatán, 1975. El ropero del suicida, Delirios de hombre ave, Xenankó, La sonrisa del insecto) Y ahora ellos andan con la mirada lúnica Y ahora ellos andan con la mirada lúnica ensimismados con la luz entre los brazos Van con la cara lavada Se toman de las nalgas Se besan se besan se besan hartos ya de besos Se mezclan entre la muchedumbre y son la luz Entre sus manos van creando la historia a cada paso porque no han podido satisfacerse en las mordidas ni abandonarse a las dentelladas Ellos se han amado se han vertido en ellos mismos y abandonan la noche Abren su vida a una nueva etapa la vida entre los brazos lúnicos Se besan se besan y son la luz * Esa es la calle las mujeres disecadas detenidas en la espera del beso almidonado el beso de la noche descompuesta donde todos somos ruina y manojo de esperanza * Qué puedo esperar de tus besos sino esta mordedura agria en que me reinvento este escorpiónico manjar que en ti he elegido tus labios perezosos cual mandrágoras se alimentan de mi sangre
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Pedro Emiliano (Ciudad de México 1980. Beatnik Implosión, Mantras a la era de Acuario –inéditos)
Beso postmortem al cadáver de un gato ¿Recuerdas al gato que agonizaba frente a nosotros cuando el semáforo nos marcó el alto? Me vi en el tornasol acuoso del felino agonizante desangrándose lentamente por nariz y oídos. Tú me buscabas no sé qué cosas en la bragueta no hice caso al presagio enfilé el auto a la derecha llegamos al hotel en la habitación te ponías cómoda yo observaba el cortejo fúnebre en la acera de enfrente llantos y flores a un ataúd abierto y tú resucitabas a mi cirio dormido. Entonces lo intentamos vinieron las fricciones, el sudor, los gemidos las mordidas, los jalones de cabello. Te vi venir con el lomo erizado furiosamente como una gata de fuego. Después encendiste un cigarrillo, desde el reflejo del espejo eras otra. Me hablaste de cómo en Europa quemaban en la hoguera a las mujeres bellas por miedo a que fueran brujas —¿Y las ruskies no lo son?— Reíste a carcajadas y fumaste nuevamente.
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A tu sexto orgasmo dijiste que me amabas. Yo pensaba en la agonía del gato y en tus hermosas nalgas. ¿Crees que el gato ya esté muerto? en ruso me dijiste Мед, что кошки мертв!*
—pregunté—
Cerré los ojos, le diste un beso a mi verga y entonces pensé que el gato estaría dormido ya.
*Miel, gato que está muerto!
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José María Espinasa (Ciudad de México, 1957. Piélago, Cuerpos, Hacia el otro, Cartografías)
XXXVII La lengua no acierta a humedecer nuestros labios ¿Cómo gozamos antes de nuestra perfección, siguiendo con la mirada nuestras pisadas, violentando la distancia y fundiendo nuestros cuerpos hasta anularlos para nacer después a otro tiempo, y a otra mujer en un instante?
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Enrique Fernández Ledesma (Ciudad de México, 1888-1939. Con la sed en los labios Nueva galería de fantasmas) Muy a pesar de la tela de colorines mongólicos con que las formas se vela, tiene sus dejos bucólicos mi enamorada Isabela, y unos ojos de gacela cansados y melancólicos. Tiene en sus labios la miel de los dioses… Y es la Diana de un tibor de porcelana pintado por Florisel. Con una sonrisa cruel, con su postura liviana, es una visión pagana digna de un procer pincel la francesa-mexicana. Abre la cálida flor de sus labios, y me besa… (¡siento en la boca un temblor!) Y hay en su beso un pudor equívoco… a la francesa, pero al fin encantador. Al cabo enfría su ardor la enamorada diablesa, y sonríe la traviesa con su mejor sonrisa.
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Manuel M. Flores (Ciudad Cerdán, Puebla, 1840-1885. Pasionarias, Rosas caídas) Segundo beso Bésame con el beso de tu boca, Cariñosa mitad del alma mía; Un solo beso el corazón invoca ¡Que la dicha de los dos… me mataría! Un beso nada más… Ya su perfume En mi alma derramándose, la embriaga; Y mi alma por tu beso se consume Y por mis labios impaciente vaga. ¡Júntese con la tuya!… Ya no puedo Lejos tenerla de tus labios rojos… ¡Pronto!… ¡dame tus labios!… ¡tengo miedo De ver tan cerca tus divinos ojos! Hay un cielo mujer en tus brazos; Siento de dicha el corazón opreso… ¡Oh! Sostenme en la vida de tus brazos Para que no me mates con tu beso.
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Carlos Fuentes Lemus (París, 1973-1999. La palabra sobrevive: poemas, Retratos en el tiempo) Duración del beso Un sedan gris persigue a un blanco tiburón con dientes de oro Bob guitarrea y escoge en su barca fluvial su pelo partido y envaselinado. Caminar por un corredor con puente resulta una cárcel una gaviota levanta a un hombre por e cuello de la chaqueta y se lo lleva en vuelo. Todo lo cuál me leva a decir: tus labios son tan tiernos que me pregunto si durarán hasta mañana por la noche.
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Ileana Garma (Mérida, Yucatán, 1985. Itinerario del agonizante, Tratado del para qué, Historia Universal de la Fuga)
Importa que me mires remando en la nada Importa que me mires remando en la nada llegando a la ira a las estaciones de tu rostro a la secreta ciudad de los olvidos donde envejecer es recordar y recordar Caminando van las hermanas del fuego donde un beso sabes no es la calma de la noche y sólo la insistencia de tazas y roperos la vacilación de un insecto en la madrugada de una lámpara Ya ves no era el beso lo que creíamos sino la secreta ciudad de los olvidos donde envejecer es recordar y recordar
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Angélica García Santa Olaya (Ciudad de México, 1962. Habitar el tiempo, El lado oscuro del espejo, Miro la tarde, Dedos de agua, El sollozo)
Beso adivinanza
En enredo de saliva se dispersa la memoria cuatro larvas en la gloria se retuercen en la criba, desarrugan el instante y algo más que no está dicho, que como antena de bicho se humedece y resucita toca la puerta y se agita faliatado a su capricho.
Beso confirmación
Un Lázaro bien plantado beatifica la prebenda sin soltar al pez alado que le anuncia la merienda. Hasta el fondo se aventura el sebo de larva lengua, aferrado a su cordura y en azote de la luenga; peligrosos pueden ser beso, Lázaro y mujer.
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Beso digital Con la cima del puntero acaricio tus labios que sonríen a la cámara. Con el filo digital de una flecha intangible dibujo la línea perfecta de tu boca. Pixeléticos dedos rozando la carne impersuasible que cede al movimiento de mi mano sobre un control remoto. Negro sobre rojo; mi penumbra acechando tu eros. En el deslumbrante plano de la pantalla revolotean mis pupilas aturdidas por el magnético hechizo de tu imagen. Deslizo el mouse sobre las estrellas de Van Gogh que me guiñan el ojo desde el pad como si el pequeño aditamento plástico fuera la mágica varita de un hada cenicienta; empoderada de virtual omnipotencia arrojo tus nos a la papelera de reciclaje y deposito un beso sobre las desnudas valvas abiertas a mi antojo. Un beso por cada diente y dos más para que no se te olvide que en el delgado sitio de las nanoposibilidades la que manda soy yo.
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Javier Gaytán Gaytán (Ciudad de México, 1971. Pedimos la palabra, Xilote) I Ante un aletazo negro la vida celebra el chasquido de unos labios. Mi rabia choca con tu sueño y la catarsis de un escarabajo rueda en el interior de este beso. II Labios En precipitada caída de crucifijos negros son Órbitas que flechas tiran al centro de un ahorcado
III Tu beso me extirpa hasta de la piel de un sapo me arranca las uñas me tumba al suelo me escupe luna en salivazo hace encaje en mis colmillos y me lleva a descubrir al Javier que ya no quiero
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Jesús Gómez Morán (Ciudad de México, 1969. La consagración de la primavera /Epigramas sin épica, Cantar sin música, Estancias) Para detener la lluvia tenemos labios como espadas que nubes cortan: no le diré al mundo malas palabras y huiré de la sal que este sueño absorba, y no probaré alimentos impuros ni nada que inflame como pandorga mi intestino, ni toleraré abscesos o cruzar mis labios con mujer otra. Si en tu beso el filo de su hoja envainan mis labios, ojo es de ciclón que elonga la eternidad de una gota de lluvia, mujer que completas y agrandas la obra pía de Dios, luego de que en la mía has puesto la santidad de tu boca.
La alquimia del alma Quiero penetrar, cuando el día mengua, dentro de tus ojos a los que envina un turbio deseo, y que al dilatarse adhieran mi imagen a su retina. Quiero penetrar tu boca y mi lengua despliegue acrobacias de golondrina dentro de ella y a ese vuelo sumarse si a orden superior nos guía en sordina. Todo orgasmo es la conexión del chakra más oscuro con el áureo y en ciega
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luz me funde el alma a la doble y griega de tus senos y de tu región sacra, hasta hacernos en conjunto gemido la barrera traspasar del sonido. Osculum En un beso caben, mi Dueña, peces de barro vivo, meteoros que fluyen por el cuerpo del azogue, lluvia precipitándose hacia la superficie de un lago, cavernas que anulan en silencio todo espacio con su lengua y el perímetro de un instante caminando rumbo al insomnio. Entregada al beso, una boca es torbellino que a su paso levanta la tierra, roca que delinea en los labios fuego y agua al comerse de una flor las corolas, manos que en el rezo juntas funden las cintas de un arco iris matutino, serpiente que mordiendo su cola todo lo suprime, todo lo encierra. Beso leporino Porque la luna me mordió el labio, ahora, la liebre que ahí habita, entera la devora.
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Enrique González Martínez (Guadalajara, Jalisco, 1871-1952. Preludios, Lirismos, Siléneter, Los senderos ocultos, Tuércele el cuello al cisne) Beso furtivo Fue un beso tan fugaz que rozó apenas la frente virginal y escapó luego; mas de allí al corazón cundió su fuego y corrió por la sangre de las venas. Las dichas del amor, antes serenas, trocáronse en mortal desasosiego… ¡Ay! ¿cómo pudo envenenar tan luego si la cándida frente rozó apenas? ¡Oh, beso engañador, oh, beso aleve! ¿Cómo diste a beber en toque leve el ponzoñoso filtro de tus penas? ¿Cómo en las garras del dolor, cautivo dejaste un corazón, beso furtivo, si la tez virginal rozaste apenas?
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Enrique González Rojo (Sinaloa, Sinaloa, 1899-1939. El puerto y otros poemas, Espacio)
De noche Por esta callejuela silenciosa nos hemos perdido juntos, y nos buscamos entre las sombras. Las manos inútiles agarran el viento desesperadas por la derrota; gritamos al unísono, y nuestra voz se impregna de olvido y de zozobra… Por fin, amiga mía, siento tus labios sobre mi boca, y con un afán incontenible sobre mi corazón te abrazo toda. ¿Encontraré tu alma, perdida también en la sombra? Amigo –me dices, todavía no llega la hora. El diálogo se interrumpe con el sonar de nuestros pasos sobre las baldosas. Tu cuerpo en mi cuerpo, tu boca en mi boca… Lo demás… ¡No importa!
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José Gorostiza (Villahermosa, Tabasco, 1901-1973. Canciones para cantar en las barcas, Muerte sin fin y otros poemas) ¿Quién me compra una naranja? A Carlos Pellicer ¿Quién me compra una naranja para mi consolación? Una naranja madura en forma de corazón. La sal del mar en los labios ¡ay de mí! La sal del mar en las venas y en los labios recogí. Nadie me diera los suyos para besar. La blanda espiga de un beso yo no la puedo segar. Nadie pidiera mi sangre para beber. Yo mismo no sé si corre o si deja de correr. Como se pierden las barcas ¡ay de mí! como se pierden las nubes y las barcas, me perdí. Y pues nadie me lo pide, ya no tengo corazón. ¿Quién me compra una naranja para mi consolación?
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María Guadarrama (Cuauhtémoc, Chihuahua, 1958. Quinteto para un pretérito Molinos de Viento, Hipérboles, Acertijo de los días) La alegría se echa a volar como un zorzal sobre la floresta el espejo del recuerdo se ríe y minúsculos seres de belleza inaudita esparcen sus perfumes. Sin prisa corre el velo de los tiempos la música ronda suavemente aunque no estés aquí conmigo cierra los ojos para que te bese para anudarme en el secreto de tu lengua. * Una brizna de hierba breve instante sabor que deja en la boca no sé qué desolada amargura. * En el blanco de aquella habitación dónde la luna derramaba en los cuerpos amantes. En el temblor de una noche agitada el olor de su perfume el dulce bermellón del vino de su boca frutada.
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Manuel Gutiérrez Nájera (Ciudad de México, 1859-1895. La Duquesa Job, Odas Breves ) Resucitarán Los pájaros que en sus nidos mueren ¿ a dónde se van? ¿Y en qué lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan? Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; pero como nacen presos se enferman pronto mis besos y apenas nacen, se mueren. En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro… ¿Sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio! ¡Qué labios tan carceleros! Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos. Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba del corazón. ¿Qué son las bocas? Son nidos.
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¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas. ¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave? Besos que apenas despiertos volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
En un abanico Pobre verso condenado a mirar tus labios rojos y en la lumbre de tus ojos quererse siempre abrasar; colibrí que se aleja el mirto que lo provoca, y ve de cerca tu boca, y no la pude besar!
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Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, Jalisco, 1934. Buscando amor, Desde Inglaterra, Meridiano 8-0, Los soles griegos) Anatomía labial Sólo pienso en tu boca. No es una boca convencional y dista mucho de ser perfecta. Es gordezuela, pálida y entreabierta, ofrece dos superficies de coloración diferente El labio superior delegado se encarga de los rechazos. El inferior sangrante delgado es el hospitalario y a veces enloquece y adquiere una lenta sabiduría convertida en perdurable sensación de quemadura capaz de iluminar mis momentos desasosegados. Reconozco y asumo con el dolor el hecho de que ambos labios en un tiempo tan cercano, son para mi reino perdido. Ya sólo me queda mirar de lejos el labio superior. El inferior es el paraíso del cual fui vergonzosa e irremediablemente expulsado.
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Francisco Hernández (San Andrés, Tuxtla, Veracruz, 1946. Cuerpo disperso, Mar de fondo, Oscura coincidencia, Última voluntad) Guerra florida Se miran a los labios fijamente deponen las rodelas y los mazos acarician sus largas cabelleras intercambian destellos y brazaletes de jade se besan se derrumban combaten cuerpo a cuerpo hasta que sus prisioneros uno en el otro sueña que cambia de color el viento.
* Muero por deslizar, verticalmente, mi lengua entre tus labios. Por humedecer, horizontalmente, el imposible rencor de tus encías. Se me antojan tus ojos cuando, repletos de placer, miran empavesados espejismos. Desnúdate. Blanquea la oscuridad. Ya crecieron mis uñas. Ya encaminadas van hacia tus labios.
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Jeanne Karen Hernández Arriaga (San Luís Potosí, 1975. Canto de una mujer en tierra, Hollywood) No habrá motel de paso que abra sus puertas No habrá motel de paso que abra sus puertas para vaciar el deseo reunido en nuestra carne porque al romper tu superficie con mis manos no habrá lugar para contener tanta luz demolida No habrá testigo de honor que te salve y reúna las piezas de tu cuerpo o ramera que desee ocultar con sus medias transparentes las líneas de mis dedos No habrá invitaciones aplazadas ni besos posfechados sólo el calor de mi voz agostando aún más la atmósfera sólo tú, con los huesos del insomnio fuera de su sitio No te conozco pero eres la materia primigenia de mi sueño no te conozco y sin embargo dibujas un pentagrama en mi pecho con la música que amas Yo solo soy la fragancia del mar y del desierto en presentación única para tus manos de lumbre e involuntaria voy a ti, a humedecer los prados [de tu lengua a desatar tus mentiras para volverlas a atar en mi cabello
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David Huerta (Ciudad de México, 1949. La calle blanca, El azul en la flama, Hacia la superficie, La música de lo que pasa, Incurable.) Simulacro (fragmento) Si decido voltear lentamente y ver tu rostro, la plenitud de tu boca, la humedad astillada de tus labios entre las cosas que octubre ha traído hasta aquí , si veo tu cara en el asedio generoso del aire que respiras, si me muevo hacia ti sin engaño y sin sufrimiento, si toco tu carne situada en el oro fluido de mis deseos y si al tocarte veo y siento que estás sobre la tierra con una materia provisional y fuerte, construida como una sedienta primavera para mis labios insaciables y para mis manos enteras y luminosas, y si me ves y sientes del mismo increíble modo viviendo sobre la tierra, si nos tocamos bajo la roca del miedo, bajo el viento de hierro de la vida con una pureza que nadie nos enseñó, si nos tocamos para entrar uno en el otro, el ardiente vestigio de los preparativos, la enorme y terrenal migaja que anuncia la fiesta se encenderá como un centímetro entre tu y yo, empujará la masa de este confuso octubre rumbo a la fábrica de su energía deseosa, deseante.
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Efraín Huerta (Silao, Guanajuato, 1914-1981. Poemas prohibidos y de amor, Los hombres del alba, La rosa primitiva, Estrella en alto, Circuito interior, Estampida de poemínimos) Protesta y rendimiento (fragmento) …labios que me lleva el Diablo labios arcángeles para la voz arrullante labios para comérmelos labios miel mordedura mansa muerte labios baldíos en espera de mi saliva labios de sal arena conchitas nacaradas labios cacao cafetal borrachera labios carey espuma ron labios ideales para mi edad bizarra labios en ejercicio (de frente:¡besen!) labios liberadores cuando me das luz verde y avanzo labios nidal de corolas labios para la guirnalda de las embriagueces labios consagrados a decir que allí donde nos amamos ya no crece la hierba.
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Eduardo Langagne (Ciudad de México, 1952. El álbum blanco, Décima ocasión, Decíamos ayer) Pandilla benditas aquellas que nos besaban y nos despreciaban o nos despreciaron y nunca nos besaron pero mas benditas aquellas que nos besaron y no nos despreciaron nunca y que serían capaces de besarnos ahora porque nosotros jamás las despreciamos y benditas las que se daban al calor y a la caricia sin pensar en nada pero más benditas las que sí pensaban porque hicieron crecer a las caricias y compartían generosas su cuerpo con nosotros y nosotros compartíamos nuestro cuerpo con ellas oh maravilla nadie jamás prometió nada.
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Eduardo Lizalde (Ciudad de México, 1929. Cada cosa es Babel, El tigre en la casa, La factura, Caza mayor, Antología impersonal) Profilaxis Los amantes se aman, en la noche, en el día. Dan a los sexos labios y a los labios sexos Chupan, besan y lamen, cometen con sus cuerpos las indiscreciones de amoroso rigor, mojan, lubrican enmielan, reconocen Pero al concluir el asalto, los dos lavan sus dientes con distintos cepillos.
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Renato Leduc (Ciudad de México, 1898-1991. El aula, Sonetos, Algunos poemas deliberadamente románticos, Breve glosa al Libro del Buen Amor,) Cine La marimba toca hawaianamente, dolores del rio , ensaya una pose flota en el ambiente perfume de axilas y polvos de arroz… Penumbra propicia para esparcimiento de chicos y chicas. Como dos cuyos fulgen las pupilas de una doncellita que pronto, muy pronto dejará de serlo… Mi boca está seca -¿chicle? ¿limonadas? dos novios se besan con fe que conforta, toca la marimba hawaianamente la pantalla dice
Episodio sexto -triunfa la virtud Y una niña grita de rabia con rabia inaudita ¡Soez majadero!!¡¡Que prendan la luz!!
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Ricardo López Méndez (Izamal, Yucatán, 1903-1989. Rendijas, Náufragos, El calor de las alas, Es lo que no es, Credo, Morelos) Sinfonía de besos Sinfonía de besos en el tiempo doloroso de tu cuerpo… La noche se ensanchaba como una liga en el muslo del día. Amanecía… Viajaba el tiempo en el reloj en el compás de verso musical y desierto de ideas… Teníamos que estar tan cerca el uno del otro; que aquella cercanía era la ausencia… Hice mío un minuto de tu boca cupo en él, viví en ella. La eternidad tenía caminos de promesa Cerca y lejos… medidas inciertas… Sinfonía de besos en el tiempo doloroso
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de tu cuerpo… La noche se estriaba como una liga de mujer… Lejos y cerca ideas encontradas fatigas de espera. Un beso tiene a veces un mundo en perspectiva; es un mundo que cabe en un minuto, un minuto que puede ser toda una vida.
Nunca Yo sé que nunca besaré tu boca, tu boca de púrpura encendida; yo sé que nunca llegaré a la loca y apasionada fuente de tu vida. Yo sé que inútilmente te venero, e inútilmente el corazón te evoca pero a pesar de todo yo te quiero, pero a pesar de todo yo te adoro, aunque nunca besar pueda tu boca.
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Ramón López Velarde (Jerez, Zacatecas, 1888-1921. La sangre devota, Zozobra) Hormigas A la cálida vida que transcurre canora con garbo de mujer sin letras ni antifaces, a la invicta belleza que salva y que enamora, responde, en la embriaguez de la encantada hora, un encono de hormigas en mis venas voraces. Fustigan el desmán del perenne hormigueo el pozo del silencio y el enjambre del ruido, la harina rebanada como doble trofeo en los fértiles bustos, el infierno en que creo, el estertor final y el preludio del nido. Mas luego mis hormigas me negarán su brazo y han de huir de mis pobres y trabajados dedos cual se olvida en la arena un gélido bagazo; y tu boca, que es cifras de eróticos denuedos, tu boca, que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno, tu boca, en que la lengua vibra asomada al mundo como réproba llama saliéndose de un horno, en una turbia fecha de cierzo gemebundo en que ronde la luna por que robarte quiera, ha de oler a sudario y a hierba machacada, a droga y a responso, a pábilo y a cera. Antes de que deserten mis hormigas, amada, déjalas caminar camino a tu boca a que apuren los viáticos del sanguinario fruto que desde sarracenos oasis me provoca. Antes de que tus labios mueran, para mi luto, dámelos en el critico umbral de cementerio como perfume y pan y tósigo y cauterio
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Sergio Loo (Ciudad de MĂŠxico, 1981. Claveles automĂĄticos, Sus brazos labios en mi boca rodando)
Azar es un beso bien dado en un lugar en el momento y a la persona mĂĄs o menos correcta * Cambian de piel las lenguas para en el ciego encuentro sostenerse falsas y amapolas descubrirse
* Tu lengua en mi boca saliva ajena en mi cuello y en mis manos las caderas del azar. Motores en tu sexo carne violenta y ninguna palabra zumbando alrededor
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Leticia Luna (Ciudad de México, 1965. Hora lunar, Desde el oasis, El amante y la espiga, Los días heridos) En los labios de la luna Sueño con tu beso que toca los labios que oprimen mi boca, muerdo el labio inferior, mientras que el superior permanece tranquilo, tus dedos juguetean, producen chasquidos de un beso despierto. Tu abrazo frota mi cuerpo, mis senos hunden tu pecho, te prensan en un muro de sábanas claras. Con tu abrazo de muslos me haces cien presiones sonoras. De pie, nos enredamos a tu tronco de árbol duro. Sonidos de látigo y latido, de caballos galopantes y de toros en brama. Una línea de mordiscos alrededor de tu ombligo, en las pequeñas cavidades de tus nalgas y en las junturas de tus muslos. Pecho de garra de tigre, cuello de media luna, bocado de jabalí, de coral y de joya, pata de pavo real en vuelo. La hoja de luto azul de abre, eres liebre electrizada, daga divina. Ven, ven a tocar la hendidura de bambú. Ven con ímpetu y ahínco. Ven a la cueva del cangrejo y únete, cual manada de toros persigue un rebaño de ciervas; convertido en los muchos seres que eres, deja que se gocen uno después de otro, uno me sujeta, otro me perfora, un tercero se adueña de mi boca, un cuarto se apodera de mi vientre. La hendidura de bambú te oprime, quema, se baña en tus ríos y praderas, muerde ese punto rojo donde eres carne y yo soy carne, fuego y yo madera, agua y floresta. Un sonido lloroso emerge al azotar con pasión mi piel, con la palma de la mano, con el puño de tus muslos, con tu sangre y mi sangre derramada en los cuerpos. La poeta le da vuelta a la hoja del libro antiguo y en los labios de la luna muere para renacer en la piel del astro, serpiente, viento y águila. Mextitla (el lugar donde nace la luna)
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Aglae Margalli (Villahermosa, Tabasco, 1957. Selvarena, Poemas desde el claustro, Variaciones de una voz, La señal de la noche) En la Boca del lobo Estupefacta y abstracta la madrugada emerge entre risas de fin de fiesta. A lo lejos se escucha un repiqueteo de campanas. Suenan los pasos desamortajados de si mismos. Sobre la acera se allana la intimidad. Rescoldo nocturno de caricias. El reloj preludia las cinco de la mañana. Sobra el día para entregarse a la debilidad de los sentidos Para los besos largos y profundos, para des-bocarse enredando las lenguas. Perversas serpientes que se entronizan abatiendo el marfil de las murallas. Empiezan por lamer la manzana y ultrajar la pasión antes de declinar los argumentos. La madrugada admite cualquier celebración que se agite a ritmo de flamenco. Después, el beso es roce de palmas, es júbilo de reconocer la poesía en otros labios. Sensualidad que se aspira en el cuerpo que se mueve con la rumba. La música cimbra y nos aproxima a golpe de ballesta. Es hora de volverse a des-bocar ahora cuesta abajo. Aquí se baila toda la noche desde una dualidad que nos desvanece y nos vuelve a mentar. Peineta lunar que desciende en prendedores sobre mis brazos. La violetera noche desconfía del son que es quemadura de este beso que ya cae en la comisura de los pliegues donde las palabras callan volviéndose silencio. En la pila del desencanto nos miramos y nos reconocimos con las cavilaciones cabeceando en la espina dorsal, como partituras solitarias de una melodía extranjera de su propio contraste. A veces, el tedio siembra sus huertos en la oscuridad que se gesta entre luces de neón. Ella enreda su boca en la cadencia de la música y sonríe envuelta en un velo que glorifica sus jirones en la sensualidad de sus caderas. Los sonidos se agitan y el beso es curvatura en la espalda. Su cabellera astuta le roza la mejilla cada vez por estrategia.
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Tonalidades avellanas serpean por su piel. El balanceo sin ropaje empieza por gestarse en los labios carnosos que tejen fantasías, como esos besos que se desprenden de todas partes. Hum! qué deleite esta salivación. Son trazos que delinean un placer anticipado. La voracidad de los besos es negritud que Babelea los alientos mientras la noche abre sus fauces y nos muestra su comillo feraz codiciando el viejo oficio. La felonía es complicidad cuando te adentras en la boca del lobo.
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Elías Nandino (Cocula, Jalisco, 1903-1993) Espiral, Eco, Sonetos, Nudo de sombras, Color de ausencia, Triángulo de silencios, Nocturna suma, Cerca de lo lejos, Erotismo al rojo blanco,) De veras Abre la boca, dame la lengua adáptame tus labios y yo te doy la mía… Ahora olvidemos el cuerpo, apaguemos los ojos y vamos permitiendo que ellas gocen a solas sus revolcamientos cambiando salivas. Que punta con punta cohabiten como dos moluscos en lucha agresiva hasta que se cansen hasta que se rindan, hasta que se zafen y babeando regresen a sus propias guaridas. Es que hay besos que valen mucho más que un coito completo; por que son tan carnales, de veras, que nos dejan las bocas con dolor de caderas.
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Rodolfo Naró (Tequila, Jalisco, 1967. Amor convenido, Del rojo al púrpura, El antiguo olvido) Boca a boca No hay peor hoguera que el fuego de tus labios. Quiero besarte otra vez, sentir en mis labios el papel de los tuyos, devolverte la amargura que en mi boca fue resignación y silencio, ilusión de amor que ya me parece eterno. Besarte, pero no para sentir el amor que antes salía de tu pecho, sino para devolverte lo único tuyo que ahora me quema dentro. Besarte, pero no para sentir tu calidez ni mi alma removerse hasta tus cimientos y mi corazón latir aprisa, caliente, chorreando sangre a todo mi cuerpo. Sino, para devolverte tus besos y tú me entregues los míos, para vivir o morir completo. * Me besas y dejas algo en mí, tengo miedo de que nazca como una semilla y andar con algo tuyo crecido a flor de labios.
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Thelma Nava (Ciudad de México, 1932. El libro de los territorios, El primer animal, Aquí te guardo yo, La orfandad del sueño) Erotismos Ascienden cubren penetran deslindan ritualmente límite a límite de mi cuerpo. Sin lugar a dudas hablo de tus labios. * Prolongación de tu sexo son mis labios te crecen y entonces esa espiga penetra dulce madura y florece en mi vientre
Telegrama Un beso urgente para sobrevivir el silecio al que nos obligan.
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Amado Nervo (Tepic, Nayarit, 1870-1919. Perlas negras, Lira heroica, Los jardines interiores, La amada inmóvil, El arquero divino) El beso fantasma Yo soñé con un beso, con un beso postrero en la lívida boca del Señor solitario que desgarra sus carnes sobre tosco madero en el nicho más íntimo del vetusto santuario, cuando invaden las sombras el tranquilo crucero, parpadea la llama de la luz del sagrario, y agitando el puño su herrumbroso llavero, se dirige a las puertas del recinto el hostiario. Con un beso que fuera mi palladium bendito que se dan los amados en la noche de bodas, enredando sus cuerpos como lianas tenaces. . . Con un beso que fuera mi palladium bendito para todas la ansias de mi ser, para todas las caricias bermejas que me ofrece el delito. Me besaba mucho Me besaba mucho, como si temiera irse muy temprano...Su cariño era inquieto, nervioso. Yo no comprendía Tan febril premura. Mi intención grosera nunca vio muy lejos... ¡Ella presentía! Ella presentía que era corto el plazo, que la vela herida por el latigazo del viento, guardaba ya...y en su ansiedad quería dejarme su alma en cada abrazo, poner en sus besos una eternidad.
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Salvador Novo (Ciudad de México, 1904-1974. XX poemas, Espejo, Nuevo amor, Never ever, Dueño mío, Sátira) Este perfume intenso de tu carne Este perfume intenso de tu carne no es nada más que el mundo que desplazan y mueven los globos azules de tus ojos y la tierra y los ríos azules de las venas que aprisionan tus brazos. Hay todas las redondas naranjas en tu beso de angustia sacrificado al borde de un huerto en que la vida se suspendió por todos los siglos de la mía. Qué remoto era el aire infinito que llenó nuestros pechos. Te arranqué de la tierra por las raíces ebrias de tus manos y te he bebido todo, ¡oh fruto perfecto y delicioso! Ya siempre cuando el sol palpe mi carne he de sentir el rudo contacto de la tuya nacida en la frescura de una alba inesperada, nutrida en la caricias de tus ríos claros y puros como tu abrazo, vuelta dulce en el viento que en las tardes viene de las montañas a tu aliento, madurada en el sol de tus dieciocho años, cálida para mí que la esperaba.
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Osvaldo Ogaz (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1976. Vivir Enmascarado, Puente Negro y Reflexiones de la Ganga -Sonetos del barrio-)
Beso inverso Negligente es el beso que yo quiero Hereje como yo pinté la vida Desteje la madeja que se aparta paciente por la rueda del destino Aliente mi respiro un beso absurdo Aleje un beso cruel la despedida Semeje a la verdad el beso estúpido Presente en el rincón que da la luna. Presumido es el beso que se alarga como aquel crepitar de días felices Aturdido es el beso del silencio. Tomo un beso en el aire y hasta pierdo, herido, el beso pez del mar antiguo. Nomo sin la razón de un beso nuevo. * Un beso con violencia por favor para el zombi penando en esta esquina Un beso que se bañe en la letrina conservando la gracia del dolor
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Pido un beso asesino en el honor de una ciudad ardiendo en la cocina De un grito que se escucha hasta la China La mujer que se ensucia en el vapor de los «Cuernos de Chivo» ensimismados por corrientes del río que atormenta el rostro de la lluvia en el desierto Un beso donde se aman los amados Los idiotas, los tercos; donde sienta La vida fronteriza el beso muerto
Subterráneo placer Voy a buscar entre la sal de tu cuerpo La ceniza de mi boca El polvo del futuro y la humedad de ti. También los muertos mezclan sus huesos Para bailar entre las sábanas del aire Y la melodía que siempre anhelaron La tienen frente a sí como ritual del sexo Como una excitación bajo las tumbas Donde las caricias se cavan dócilmente Y los besos los llevan los gusanos Como el manjar preciso Para los dos amantes que dicen al oído Lo que nunca pudieron hacer cuando estaban vivos Disfrutan su muerte en el incienso del diván poco a poco Con el corazón extinguido quedan exhaustos Casi vivos…
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Manuel José Othón (San Luís Potosí, San Luís Potosí, 1858-1906. Idilio salvaje Paisaje, Poemas Rústicos) En el desierto. Idilio salvaje III En la estepa maldita, bajo el peso de sibilante brisa que asesina, irgues tu talla escultural y fina, como un relieve en el confín impreso. El viento entre los médanos opreso, canta como una música divina, y finge bajo la húmeda neblina, un infinito y solitario beso. Vibran en el crepúsculo tus ojos un dardo negro de pasión y enojos que en mi carne y espíritu se clava; y, destacada, contra el sol muriente, como un arión, flotando inmensamente, tu bruna cabellera de india brava.
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José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939. Los elementos de la noche, El reposo del fuego, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Islas a la deriva, Desde entonces, Tarde o temprano) Lectura de la antología griega Pablo Silenciario El secreto Amor mío, desnúdate y acércate Unamos las bocas, cuerpo a cuerpo No te oculte a mis ojos prenda alguna No exista ningún muro divisorio Pero tenlo en secreto. Nadie sepa Resguardemos del mundo esta llama viva
Estratón La misma moneda Si te ofendí al besarte, si te parece una ofensa grave el besarte desquítate, anda, págame con la misma moneda
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Maricruz Patiño (Ciudad de México, 1950. Horóscopos y desfloraciones, La circunstancia pesa, Sólo los solitarios lo saben –inédito)
Cuando se sella un pacto con un beso Cuando se sella un pacto con un beso los pájaros del alma se acomodan y no hay árbol ni rama que contenga tal cantidad de almas desplegadas ni verso ni canción que no nos ate. Estos lazos de amor invisibles al viento toman a veces forma de caricias se van volviendo gestos y palabras se extienden como redes y queda así sellado el pacto con más besos y enlazados también los mutuos cuerpos. El pacto después podrá volverse nada una promesa falaz, un juramento y aunque de humo las palabras quedarán impresos para siempre nuestros besos cuando la ira selle nuestros labios y me desprecies ajeno en el silencio cesará el eco no habrá resonacia ya que nos ampare sólo el vacío lleno de explosiones silencio poblado de reproches no palabras no amor no a secas porque en el aire quedarán volando nuestros besos.
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Octavio Paz (Ciudad de MĂŠxico, 1914-1998. Libertad bajo palabra, Semillas para un himno, Ladera este, Pasado en claro) Los novios Tendidos en la yerba Una muchacha y un muchacho. Comen naranjas, cambian besos Como las olas cambian sus espumas. Tendidos en la playa Una muchacha y un muchacho. Comen limones, cambian besos Como las nubes cambian sus espumas. Tendidos bajo la tierra Una muchacha y un muchacho. No dicen nada, no se besan, Cambian silencio por silencio.
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Carlos Pellicer (Villahermosa, Tabasco, 1899-1977. Colores en el mar, Hora de junio, Piedra de sacrificios, Práctica de vuelo, Exágonos)
Recinto II Que se cierre esa puerta que no me deja estar a solas con tus besos. Que se cierre esa puerta por donde campos, sol y rosas quieren vernos. Esa puerta por donde la cal azul de los pilares entra a mirar como niños maliciosos la timidez de nuestras dos caricias que no se dan, porque la puerta, abierta… Por razones serenas pasamos largo tiempo a puerta abierta. Y arriesgado es besarse y oprimirse las manos, ni siquiera callar en buena lid… Pero en la noche la puerta se echa encima de sí misma y se cierra tan ciega y claramente, que nos sentimos ya, tú y yo, en campo abierto escogiendo caricias como joyas ocultas en las noches con jardines puestos en las codillas de los montes, pero solos, tú y yo. La mórbida penumbra enlaza nuestros cuerpos y saquea mi ternura tesoro,
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la fuerza de mis brazos que te agobian tan dulcemente, el gran beso insaciable que se bebe a sí mismo y en su espacio redime lo pequeño de ilímites distancias… Dichosa puerta que nos acompañas, cerrada, en nuestra dicha. Tu obstrucción es la liberación de estas cárceles; la escapatoria de las dos pisadas idénticas que saltan a la nube de la que se regresa en la mañana.
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Carlos Pineda (Ciudad de México, 1972. Imago, Escenas en el proscenio, Antología perpleja) Beso negro con crayolas y aguamiel Ya en el territorio de tu desnudez mientras tu entrepierna me ofrece orines y aguamiel, atento escucho los gemidos de las secundarias lenguas que en tu sexo apaciguaron su sed. Restos de lenguajes que dejados en el virgo de tu piel, son como la quemadura de una nalga dura, que me recuerda a mí mismo cuando lamo tu místico ano, y bien ebrio me extravío enloquecido en él. Por eso me diluyo a gatas y a gotas, como un graffiti de crayola trazado sobre el leve beso de esa boca tuya que me besa ahí donde la caricia tropieza con la piel. Así, cual travesti hembra, caliente y hambriento me revelo, al dejar a mi ano como sirviente de tu boca y de tus pies, mientras tu sexo se fermenta en mi boca y tus nalgas en mis dedos son cien. Ahora gimamos y giremos… giremos y gimamos… y giremos el cuerpo del haz al envés, mientras besamos maternalmente el bajo ojo que nos mira al revés.
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Guillermo Prieto (Ciudad de México 1818-1897. Musa callejera, Poesía lírica, Poesía popular, Poesía satírica, Romances) Los besos […] ¿Al náufrago infeliz que lucha incierto con el mar iracundo, le tenderás la mano para alentarlo y que al mirar el puerto sienta que desdeñosa te retiras y lo dejas hundirse en lo profundo? ¡Ah, no!, dime que no, solo tesoro, única luz y bien del alma mía; oiga mi corazón que me idolatras; mujer, ¡sin esa voz se secaría! Huye de mí, no escuches mi delirio, que me enajene y me enloquece el llanto; déjame, que tu amor es mi martirio y mi propio placer es mi quebranto. ¡Otro beso, otros mil! Ven, mi adorada, colócate en mi seno, mi delicia: vale una perdición esa caricia: todo, menos tu amor, importa nada. ¡Amor, amor, mi bien, dulce paloma, Laura! No más, no más, tierno embeleso: soy inmortal –soy dios–, ¡dame ese beso, que es para mí, y entre tu labio asoma!
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Vicente Quirarte (Ciudad de México, 1954. Calle nuestra, Vencer a la blancura, Puerta del verano, El ángel es vampiro, Bahía Magdalena)
Cuando te verdaderamente beso toda Cuando te verdaderamente beso toda, cuando dejo de pensar éstos son los dientes, lengua tibia, tu saliva, lentamente me entero de tu historia; y algo que no sabes tuyo me transmina, desencadena mareas invisibles como si mi cuerpo tendido en la arena fuera bahía que recibe al mar de la resaca. Ese beso llega de sorpresa, sin que podamos conjurarlo ni detenerlo al tiempo, y todo le es propicio: el marco de una puerta que guarda de la lluvia, el intermedio entre los trastos, la cómplice penumbra de los parques. Pero si el beso ocurre en una cama, las sábanas combaten, como si ellas quisieran enterarse de su propio cuerpo, de aquel pliegue antes dormido que la nueva caricia reconoce. Porque esos besos son como el milagro que nos deja vivir los otros días, en que nada parece rescatable. Y los milagros ocurren, para gracia de todos los mortales, sólo de cuando en cuando y sólo si son absolutamente necesarios.
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Efrén Rebolledo (Actopan, Hidalgo, 1877-1929. Caro victrix, Salamandra)
Los besos Dame tus manos puras, una gema pondrá en cada falange transparente mi labio tembloroso, y en tu frente cincelará una fúlgida diadema. Tus ojos soñadores, donde trema la ilusión, besare amorosamente, y con tu boca rimara mi ardiente boca un anacreóntico poema. Y en tu cuello escondido entre las gasas encenderé un collar que con sus brasas queme tus hombros tibios y morenos. Y cuando al desvestirse lo desates caiga como una lluvia de granates calcinando los lirios de tus senos.
El beso de Safo Más pulidos que el mármol transparente, más blancos que los blancos vellocinos, se anudan los dos cuerpos femeninos en un grupo escultórico y ardiente. Ancas de cebra, escorzos de serpiente, combas rotundas, senos colombinos, una lumbre los labios purpurinos, y las dos cabelleras un torrente.
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En el vivo combate, los pezones que se embisten, parecen dos pitones trabados en er贸ticas pendencias, y en medio de los muslos enlazados, dos rosas de capullos inviolados destilan y confunden sus esencias.
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Raúl Renán (Mérida, Yucatán, 1928. Lámparas oscuras, los urbanos, Comparsa, Viajero en sí mismo) Beso Cuando quiero apagar mi soledad tomo la capitanía. Los vigías me traen la distancia. Las gaviotas los cuchillos de los vientos. El sol la sangre de los corales. Se inunda el mar. Un corazón emerge con el beso abierto: La ardiente estrella amorosa que los solitarios llaman astrolabio. La siembra de un instante en un jadeo, unas circunstancias: tú y yo en abrazamiento.
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Fernando Reyes (Ciudad de México, 1967. El pez goloso de tu lengua, Y el corazón apalabrémonoslo.)
Beso de lingüística aplicada Cuando habla una cubana se les escurren las vocales de la boca y en la palabra beso la ehe ya no he ahpira. La rapidez de su lengua exige un «me repites, por favor». Palabras van y vienen contoneándose al ritmo de sus acentos, bailando fricativas sus formas, sus figuras y sus faces. Un beso puede ser dentoalveolar y otro ápicolingual. Amal y besal se hacen líquidos infinitivamente como el mal y a uno le dan ganas de bebel las olas de su boca que trae un verbo y se lleva otro. Sube la marea de su aliento y sus labios son filológicos delfines que barrocos me salvan antes de encallar. Calla luego una cubana porque en sus ojos oceánicos se augura todo, porque sus caderas profetizan mi naufragio, su vientre habla de espirales sin fin, sus muslos susurran al oído el ecocaracol, eco-caracol, eco-caracol. No es que hablen rápido las cubanas, sino que en una sola oración lo dicen todo. Una oración para una bella infanta. El sujeto es el guaguancó y el predicamento son sus piernas. Objeto directo es la mirada, indirecto el corazón y de modo circunstancial ya estoy entre sus brazos. Los nexos copulativos me ponen en el riesgo disyuntivo de la pre-posición. Sonidos suaves, implosivos, explosivos luego. Las palabras se desbaratan entre las sábanas húmedas y las recojo con imperceptibles dientes a lo largo de su cuerpo, su milenario cuerpo que es su lengua natal, su lenguaje sudoroso, con olor a coco, su habla que estruja, que devora. Así es cuando habla una cubana, a las demás, cual precavido Ulises, no las debo ni escuchar.
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Beso de buena faz Cómo enciende tu gruta mi lengua y dibuja senderos Cómo escucho tus muslos que mecen pacientes mi alma Y subo a tu pecho y mi pecho se hunde invencible que madure el hechizo resbale enredado en tus rizos en el hielo caliente deshielo mi huída mi calma Y si te mordiera certero la nuca y la espalda del remanso saltara a la furia de tu cuello nacieran sin prisa el sudor el asombro la risa cayendo las gotas sin más que la inmensa frescura que arde y tu frente [humedece este manto ah de nuevo a tu fuente a tu vientre ombligo [del mar ve mi lengua llorando la savia de amar escurriendo aspirando y despiertan tus ojos que ven mi ansiedad Del ocaso sucumbo oh fortuna en tus roces de ensueño de entre todo elegía el perfume en tu piel como fruta que tiembla cuando enciendo tus senos Me das fuego en la boca me das sangre en las venas me das toda la vida en tu olor a durazno ése es [mi alto destino No deseo robarte tampoco tenerte en mis besos ya no quiero quemarme en tu cuerpo de hoguera por favor haz de ahogar este incendio de lenguas y marcharte silente Y el calor que fenece despertarlo en el sueño
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Arturo Rivas Sáinz (Arandas, Jalisco, 1905-1985. Poesía de la Poesía)
Beso Hay un beso en el toque de la luna al pasarse en la luz de cada una de las bocas hridas de los astros. Luciernaguean sus fatuos alabastros en los cocuyos fluentes, en los labios oscuros de la noche, y sus resabios estelan la negrura ínfera y baja que en ósculo de sombra de desgaja en dos labios de tierra –continentes–, que muestran al abrirse espuma –dientes– de un océano que trémulo saliva la arena de la playa a la deriva. En toda conjunción existe un beso, si Eros flecha la magia de un suceso.
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David Rodríguez (Ciudad de México, 1963. Sueños de amor y muerte) Besos Se diluye en mis labios tu presencia, mi boca te devora en cada intento, de pies a cabeza en solo un momento bebiendo tu risa, también tu esencia. Voy besando tu muerte con paciencia al tiempo que disfruto suave y lento, tan repetidas veces de contento, tu retrato en viva complacencia Tu sombra por mi fiebre humedecida Responde a las caricias y a mis besos, se queda tan quieta y agradecida. Más feliz sería yo siendo como esos que en vez de una foto compadecida, juntan sus lenguas en fervientes besos.
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Rolando Rosas (San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, Ciudad de México, 1954. Vagar entre sombras, Morder el polvo, Naguales, Mester de soltería, Caballo viejo y otros poemas)
Labios te voy a dar Labios te voy a dar para que te rasques el cuello Ojos para el hilván Dientes en lo que le late Y agárrate que hace frío.
* Escribo en la mancha blanca de tus ojos Los cierro con mi hirviente lengua en tanto el mete y saca Encuentra el un, dos tres cuatro del danzón Tú eres la suma de los amores La mordedura del fruto maduro y la paciencia por despellejar a la sanguijuela y encontrarte a donde fue la sangre A qué sueños el río.
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Alma Karla Sandoval (Zacatepec, Morelos, 1975.Corredor de las antorchas, Todo es edad, Estacionamiento de avestruces) Adenda Y si tu boca es una nube, el universo se derrite en su tormenta. Y si algo hay que agregar cuando el amanecer canta emplumando tu pecho, es que puede volver la pirinola reordenando risas en la infancia o dibujando el edén nunca compartido donde habitó, fresca, la promesa del cielo que con humo y abandono, nos quitaron. Los buitres en el aire eran invisibles. La maldad del mundo no se terminaba. Pero hoy tu boca es una nube y si algo que decir es me disgrego. Antes de un lunes No volverá otro sábado a calcinarse igual sobre tu vida. Esas bestias en la oscuridad buscando lumbre sólo aparecen una vez para quemar más tiempo y dejar el amor vuelto tatuaje. Llovían canciones, relámpagos de locura demorada, y el baile en un patio inaugurando el laberinto que será no volverte a ver con este corazón desnudo antes del beso y aquel sabor a isla de tu espalda. Llegaste viajando entre mis labios solos cuando el domingo entró en el cuerpo y apenas reaccionaba el mediodía porque atamos aire con la lengua.
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Gabriel Santander (Ciudad de México, 1961. Didáctica para idiotas, Novia sin lengua, Sal de invierno, El jardín de Derek Jarman, El ladrón de plumas, Utopía del desamor, Sport City) Beso Al besar escuchamos un hueso de fruta cayendo en una cuenca los ojos miran a una bestia salir de entre los vellos todos los sentidos cotizan la humedad en la boca se hace de noche en los labios de día, la lengua es dragón y nube el paladar, corazones negros palpitan en tus párpados, olas de lágrimas en tus oídos cantan pues sin sentido del tacto el gusto de la piel, al devorarse la embocadura y el cardenal, y es que aquí, sujeto de un agujero, sabrás que el placer es más hondo que el dolor.
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Tomás Segovia (Valencia, 1927. Radica en México desde 1940. La luz provisional, Apariciones, Luz de aquí, Anagnórisis, Terceto.) Besos Mis besos lloverán sobre tu boca oceánica primero uno a uno como una hilera de gruesas gotas anchas gotas dulces cuando empieza la lluvia que revientan como claveles de sombra luego de pronto todos juntos hundiéndose en tu gruta marina chorro de besos sordos entrando hasta tu fondo perdiéndose como un chorro en el mar en tu boca oceánica de oleaje caliente besos chafados blandos anchos como el peso de la plastilina besos oscuros como túneles de donde no se sale vivo deslumbrantes como estallido de la fe sentidos como algo que te arrancan comunicantes como los vasos comunicantes besos penetrantes como la noche glacial en que todos nos abandonaron besaré tus mejillas tus pómulos de estatua de arcilla adánica tu piel que cede bajo mis dedos para que yo modele un rostro de carne compacta idéntico al tuyo besaré tus ojos más grandes que tú toda y que tú y yo juntos y la vida y la muerte del color de la tersura de mirada asombrosa como encontrarse en la calle con uno mismo como encontrarse delante de un abismo que nos obliga a decir quién somos tus ojos en cuyo fondo vives tú
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como en el fondo del bosque más claro del mundo tus ojos llenos de aire de las montañas y que despiden un resplandor al mismo tiempo áspero y dulce tus ojos que tú no conoces que miran con un gran golpe aturdidor y me inmutan y me obligan a callar y a ponerme serio como si viera de pronto en una sola imagen toda la trágica indescifrable historia de la especie tus ojos de esfinge virginal de silencio que resplandece como el hielo tus ojos de caída durante mil años en el pozo del olvido besaré también tu cuello liso y vertiginoso como un tobogán inmóvil tu garganta donde puede morderse la amargura tu garganta donde la vida se anuda como un fruto que se puede morder y donde el sol en estado líquido circula por tu voz y tus venas como un coñac ingrávido y cargado de electricidad besaré tus hombros construidos y frágiles como la ciudad de Florencia y tus brazos firmes como un río caudal frescos como la maternidad rotundos como el momento de la inspiración tus brazos redondos como la palabra Roma amorosos a veces como el amor de las vacas por los terneros y tus manos lisas y buenas como cucharas de palo tus manos como esos pedazos de la noche que de pronto caen revoloteando en la mitad del día tus manos incitadoras como la fiebre o blandas como el regazo de la madre del asesino tus manos que apaciguan como saber que la bondad existe besaré tus pechos globos de ternura
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besaré sobre todo tus pechos más tibios que la convalecencia más verdaderos que el rayo y que la soledad y que pesan en el hueco de mi mano como la evidencia en la mente del sabio tus pechos pesados fluidos tus pechos de mercurio solar tus pechos anchos como un paisaje escogido definitivamente inolvidables como el pedazo de tierra donde habrán de enterrarnos calientes como las ganas de vivir con pezones delicados iridiscentes florales besaré tus pezones de milagro y dulces alfileres que son la punta donde de pronto acaba chatamente la fuerza de la vida y sus renovaciones tus pezones de botón para abrochar el paraíso de retoño del mundo que echa flores de puro júbilo tus pezones submarinos de sabor a frescura besaré mil veces tus pechos que pesan como imanes y cuando los aprieto se desparraman como el sol en los trigales tus pechos de luz materializada y de sangre dulcificada generosos como la alegría de aceptar la tristeza tus pechos donde todo se resuelve donde acaba la guerra la duda la tortura y las ganas de morirse besaré tu vientre firme como el planeta Tierra tu vientre de llanura emergida del caos de playa rumorosa de almohada para la cabeza del rey después de entrar a saco tu vientre misterioso cuna de la noche desesperada remolino de la rendición y del deslumbrante suicidio donde la frente se rinde como una espada fulminada tu vientre un montón de arena de oro palpitante montón de trigo negro cosechado en la luna
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montón de tenebroso humus incitante tu vientre regado por los ríos subterráneos donde aún palpitan las convulsiones del parto de la tierra tu vientre contráctil que se endurece como un brusco recuerdo que se coagula y ondula como las colinas y palpita como las capas más profundas del mar océano tu vientre lleno de entrañas de temperatura insoportable tu vientre que ruge como un horno o que está tranquilo y pacificado como el pan tu vientre como la superficie de las olas lleno hasta los bordes de mar de fondo y de resacas lleno de irresistible vértigo delicioso como una caída en un ascensor desbocado interminable como el vicio y como él insensible tu vientre incalculablemente hermoso valle en medio de ti en medio del universo en medio de mi pensamiento en medio de mi beso auroral tu vientre de plaza de toros partido de luz y sombra y donde la muerte trepida suave al tacto como la espalada negra del toro de la muerte tu vientre de muerte hecha fuente para beber la vida fuerte y clara besaré tus muslos de catedral de pinos paternales practicables como los postigos que se abren sobre lo desconocido tus muslos para ser acariciados como un recuerdo pensativo tensos como un arco que nunca se disparará tus muslos cuya línea representa la curva del curso de los tiempos besaré tus ingles regadas como los huertos mozárabes traslúcidas y blancas como la vía láctea besaré tu sexo terrible
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oscuro como un signo cuyo nombre no puede decirse sin tartamudear como una cruz que marca el centro de los centros tu sexo de sal negra de flor nacida antes que el tiempo delicado y perverso como el interior de las caracolas más profundo que el color rojo tu sexo de dulce infierno vegetal emocionante como perder el sentido abierto como la semilla del mundo tu sexo de perdón para el culpable sollozante de disolución de la amargura y de mar hospitalario y de luz enterrada y de conocimiento de amor de lucha de muerte de girar de los astros de sobrecogimiento de hondura de viaje entre sueños de magia negra de anonadamiento de miel embrujada de pendiente suave como el encadenamiento de las ideas de crisol para fundir la vida y la muerte de galaxia en expansión tu sexo triángulo sagrado besaré besaré besaré hasta hacer que toda tú te enciendas como un farol de papel que flota locamente en la noche.
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Arturo Sodoma (Ciudad de México, 1977. Lágrimas difuntas, Ausencias, Arquitectura de las musas insostenibles) Arelialaligera Areli dice que su nombre estará tatuado menos sus labios [a mis labios Yo le digo a la muchacha carmesí que sus labios son el [principio del deseo Y que una boca como la suya es la idónea para tatuar [una boca como la mía Areli ala ligera siempre piensa mientras se baña Piensa en irse rápido a un lugar no habitado Piensa en no consumir alondras ni payasos en el desayuno Piensa mientras la mojan las gotas Piensa en no comer hígado encebollado los días martes Piensa en mí y no lo dice Ala ligera quiere ser búho Un búho luminoso una vela voladora Una vela dora una hora que vuela Un búho con plumas que adornen el cielo del mes de junio Simplemente un Búho en un árbol viejo y firme Arelialaligera quiere un no poema Un no poema que tenga un chiflido y una caricia Yo quiero un sí beso que tenga saliva y uno que otro [lengüetazo Areli dice que su nombre estará tatuado a mi nombre [ y tal vez Quizás (depende de si hay luna llena o no) También sus labios
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Adriana Tafoya (Ciudad de México, 1974. Animales Seniles, Enroque de flanco indistinto, Sangrías) El matamoscas de Lesbia Regreso agitada y burbujeante presionando con los dedos el cuello del cristal que envuelve al vino Regreso redonda y satisfecha frondosa y perfumada con las carnes tambaleantes y envinados mis sabrosos frutos él dijo: me molesta tu perfil de gesto seguro y suficiente sólo eres una mosca gorda mosca negra peluchuda e inflamada de siniestros pelos Ruedo por la inmensa cama Me desprendo de una tela entallada y descosida le confirmo que soy negra y sucia negra de carne dulce carbón de azúcar mosca exótica con vientre acústico forrado de terciopelo una cajita pequeña de resonancias Confirmo que soy negra y deliciosamente gorda
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y que en alguna parte olvidé las pantaletas él dijo: me enoja cuando bebes arrogante elevas el meñique de tu mano eres perra añeja que provoca carnívoros deseos dan ganas de hacerte tierra y cocer un jarrón de tu barro Sonrío me acomodo y le reitero que soy negra y mala negra de labios gruesos, que la forma de la hembra madura se impone y concentra la elegancia de lo abundante, le da poder al cuerpo que tengo los pezones zarzamora que estoy desnuda y se me dibujan grietas que adornan mis nalgas con la textura del satín él dijo: me haces falta Adormilada abro las piernas que atesoran mi sexo oscuro inflamados sus pequeños olanes magenta en esta flor clava su lengua no me molesto con él sé que tiene hambre
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Luis Tiscareño (Ciudad de México, 1957. Septiembre Nautilium, Conversación con el jardín, La luna en la escalera, El modo de estar contigo) Mujer que estás de lluvia Mujer que estás de lluvia, aurora locamente mía. Beso en lo adentro de tus labios la eminente luz de un silencio delgado como hilo de albor. Eres páramo de formidable canto donde a veces fiera quietud de ambicioso jardín llena tu boca. Obedezco el ritmo de tu beso y te propongo un espacio donde un remanso de aguas ardientes sean juntamente isla nocturna y luego grave silbo. Con los ojos cerrados soy tu boca. Canto la desnudez de tus labios agua roja, canto lo que de ellos finaliza el mundo. Mujer de labios lluvia donde llueven mis besos a cántaros siempre con resonantes abandonos, mientras tus besos son imán humedecido de todo cuanto puede una boca no ser dueña de sí misma. Besos que espían mi boca son los tuyos. Ay, cuando estas dos bocas nuestras se juntan, la llama intensa parece que huye y se desata con voz de arena que sin sonidos dice: «no, no quiero permanecer mil veces muda». Yo vuelvo a obedecer tu beso, mi boca, entonces, desciende despeinada hasta tus labios de agua donde sigue lloviendo un sol confuso de rayos que enmudecen. Eres tú siempre el beso de líquido pincel que inicia la tormenta. Tus besos son más agradables cuando bellos, inventan un infierno breve.
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Jaime Torres Bodet (Ciudad de México, 1902-1974. Fervor, El corazón delirante, Canciones, Destierro, Cripta, Sonetos) Por el beso en delirio… Por el beso en delirio que ha besado mi boca, por la nueva inquietud que enardece el cansancio de mis pies y que toca las cuerdas del alud por el ímpetu nuevo que a la fuerza del ala une su aspiración, y por el ansia nunca satisfecha que exhala esta sed de emoción, ¡oh Vida! He de entregarte la voz de mi alegría, soplo fecundo y noble fe, que morirá tan sólo cuando decline el día en que apagues mis ímpetus y corones mi sien.
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Arturo Trejo Villafuerte (Ixmiquilpan, Hidalgo, 1953. Mester de Hoteleria, A quien pueda interesar, Como el viento que pasa, Malas compañías, Homenaje a Alvaro Carrillo y otros boleros, Las prendas de tu amor) Constancia de tu aliento Cuando tus besos inundan mi garganta y tus abrazos me hacen feliz Crece inmenso el deseo por tu cuerpo Mi pasión se desborda al ritmo go-go del corazón Entonces contabilizo mis besos Los prodigo a lo ancho y largo de tus pechos para absorber el sabor de tus poros contagiarme de su ansia juvenil Para saber qué somos y qué queremos ser Pero cuando tu lengua de ímpetu volcánico se desborda en mi boca queda la constancia de lava tu aliento ígneo El dulce sabor amargo que me llena de colores.
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Luis G. Urbina (Ciudad de México, 1869-1934. Versos, Ingenuas, Lámparas en agonía, El corazón juglar, Los últimos pájaros.) Metamorfosis Era un cautivo beso enamorado de una mano de nieve que tenía la apariencia de un lirio desmayado y el palpitar de una ave en agonía. Y sucedió que un día aquella mano suave, de palidez de cirio, de languidez de lirio, de palpitar de ave, se acercó tanto a la prisión del beso que ya no pudo más el pobre preso y se escapó, más con voluble giro, huyó la mano hasta el confín lejano, y el beso que volaba tras la mano rompiendo el aire, se volvió suspiro.
El beso de la sombra A veces, en la noche, mientras leo -olvidado de todo lo que existe y oigo en mi estancia sola el aleteo de mi espíritu triste, baja a mi frente, a refrescar mis males, un soplo, el cual un hálito de brisa; el que abrió en unos labios virginales la flor de la sonrisa. Aroma que aspire cuando compuse
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el madrigal más puro y más risueño; suspiro de una boca en la que puse por cada ósculo un sueño. ¡Suave aliento de amor que me circunda de ultra terrestre luz desconocida, llévame al seno de la paz profunda, y, como sobre llama moribunda sopla sobre mi vida!
Fatiga Apóyate mi amor sobre mi espalda y muérdeme la boca con tus besos, que esta tarde me siento, como nunca, entre tus brazos, huérfano… Apóyate mi amor, hazte tan débil que tenga que poner mi pensamiento como un brazo al rededor de tu cintura, bajo el peso extenuado de tu cuerpo. Y muérdeme los labios, con la dulce mordida silenciosa de tus besos y en esa noche fresca de tu boca escóndeme a los ojos del recuerdo…
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Aída Valdepeña (Ciudad de México, 1976. Universo de naúfragos) Beso El beso es una bofetada de saliva una pelea de labios Un ring donde las lenguas se noquean Un concierto de dientes un enredo jugoso una orgía de papilas... un querer hacer de agua al otro que es de arena.
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Rafael Vargas (Ciudad de México, 1954. Conversaciones, Piedra en el aire, Pienso en el poema)
El restaurant Mientras me empeño en comprender qué pasa por qué diablos deseo tanto tus labios el vino simplemente susurra «¡bésalos!»
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Guillermo Vega Zaragoza (Ciudad de México, 1967. Preñar el silencio, Espejo infinito, Rendición de cuentas –inédito-)
Beso imposible
Un beso es la mirada imposible de los labios, el abismo entre mis dedos y tus párpados. Un beso es tocar todo tu cuerpo en un solo punto, extraviarme en el laberinto de tu perfume, morir con una triste caída de tus párpados, condenarme a la minúscula prisión de tu lóbulo, encadenado a la fugacidad de tu cintura, perdido en la promesa de tus muslos. Un beso nunca podrá ser escrito sino en tu ausencia.
La ilusión del caníbal No bromea aquel que confiesa: «Me la comería a besos». Si pudiera, la engulliría toda como la boa del diminuto príncipe, como la tierra ávida absorbe la lluvia en el desierto. El beso es una mordida extraviada, un tímido devoramiento en una danza de lenguas excitadas.
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El beso es una cópula perversa, hermafrodita, donde ambos se penetran y se preñan de hijos minúsculos que nacen y mueren y resucitan cada vez que los labios se aproximan. El beso es la ilusión del caníbal, deseo prohibido de la carne prójima, aliento vital desesperado, agonía infinita del instante. Para cumplir con su cometido, los que se besan deben consumirse mutuamente, a plazos pero sin pausa, con insaciable pasión antropófaga, deglutirse con paciente ternura hasta el último hueso, y separarse como si ya no fueran uno, para volverse a devorar en el banquete próximo. El fin del beso es imposible. Cada beso es uno solo, inacabable.
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Xavier Villaurutia (Ciudad de México, 1903-1950. Reflejos, Nocturnos, Nocturno mar, Nostalgia de la muerte)
Soneto de la granada A Alfonso Reyes Es mi amor como el oscuro panal de sombra encarnada, que la hermética granada grava en su cóncavo muro. Silenciosamente apuro mi sed, mi sed no saciada, y la guardo congelada para un alivio futuro. Acaso una boca ajena a mi secreto dolor encuentre mi sangre, plena, y mi carne, dura y fría, y en mi acre y dulce sabor sacie su sed con la mía.
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Ricardo YĂĄnez (Guadalajara, Jalisco, 1948. Divertimento, Escritura sumaria, Ni lo que digo) Mientras la muerte nos pudre beso a beso Mientras la muerte nos pudre beso a beso, nosotros pensamos en manzanas y pĂĄjaros. Mientras la muerte nos pudre beso a beso, nosotros pensamos en rĂos y patos. Mientras la muerte nos pudre beso a beso, nosotros pensamos en ciudades y en amadas. Mientras la muerte nos pudre beso a beso, pensamos en atrios y en nogales. Mientras la muerte nos pudre beso a beso, nosotros pensamos en submarinos Mientras la muerte nos pudre beso a beso, nosotros, a veces, pensamos en nosotros, en la muerte, en dios.
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Gabriel Zaid (Monterrey, Nuevo León, 1934. Antología General, Cuestionario) Besos rápidos, rápidas despedidas Cada vez que me sabes a Colgate pienso en las estrellas de cine. Pobrecitos, con lo que me gusta el café.
Ventana al mar Los besos son interminables pero los coitos no, Susana. Lentamente, alejándose, las nubes. Colman su eternidad mientras reconocen
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Lina Zerón (Ciudad de México, 1959. Vino rojo, Moradas mariposas, La espiral del fuego, Consagración de la piel)
Besos Hoy te envío pájaros de la selva, cestos de flores tropicales, luciérnagas atadas con cordeles. Verdades. Baja conmigo a los callejones oscuros de mi ciudad de sombras. A veces, cuando pienso, estoy ahí. También te envío luces, amplios ventanales a las avenidas de la esperanza, velas encendidas en las noches de vigilia y soledad, faros que guíen nuestros barcos hacia un destino incierto. A veces, cuando siento estoy ahí. Bebo tu sed, me como tu distancia, salto como una gimnasta entusiasta entre los minutos que acortas o alargas según tu voluntad. Soy una mujer llena de historias.
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Un alma buscando; una ciega, una ilusa, un cáliz de esperanza, una tentación, una renuncia. Un juego de manos. Deja que acaricie el recuerdo de este día ya que no puedo acariciarte a diario. Que bese tu nombre ya que no puedo perderme entre tus labios para siempre. Deja que te envíe besos, besos rabiosos y alegres, besos amorosos y fraternos, besos en la cercana distancia que no por eso son menos besos. Besos. También te envío un ramo de iguanas y tres metros de miedo.
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INDICE DE AUTORES El beso de Platón……………………………….. Manuel Acuña…………………………………. Jesús Arellano…………………………………. Homero Aridjis………………………………… Alejandro Aura………………………………… Lucero Balcázar………………………..……… Efraín Bartolomé……………………………… José Carlos Becerra…………………………… Rubén Bonifaz Nuño…………………………. Mónica Braun………………………………… Carmen Boullosa…………………………….. Alejandro Campos Oliver……………………. Héctor Carreto……………………………….. Ricardo Castillo………………………………. Elizabeth Cazessús…………………………… Andrés Cisneros de la Cruz………………….. Sandro Cohen……………………………....... Rosina Conde……………………………....... Francisco Conde Ortega……………………… Fernando Corona……………………………... Federico Corral Vallejo………………………. Marco Aurelio Chávezmaya…………………. Alí Chumacero……………………………….. Tanya de Fonz……………………………….. Antonio Deltoro……………………..………. Salvador Díaz Mirón………………………… Isolda Dosamantes…………………………… Adán Echeverría……………………………… Pedro Emiliano………………………………. José María Espinasa…………………………. Enrique Fernández Ledesma………………… Manuel M. Flores……………………………. Carlos Fuentes Lemus………………………….
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Ileana Garma…………………………………… Angélica García Santa Olaya………………….. Javier Gaytán Gaytán ..........……………........... Jesús Gómez Morán…………………………… Enrique González Martínez…………………… Enrique González Rojo………………………… José Gorostiza…………………………………. María Guadarrama……………………….......... Manuel Gutiérrez Nájera………………………. Hugo Gutiérrez Vega……………………........... Francisco Hernández…………………………… Jeanne Karen Hernández………………………. David Huerta…………………………………… Efraín Huerta…………………………………… Eduardo Langagne………………………........... Eduardo Lizalde…………………………........... Renato Leduc……………………………............ Ricardo López Méndez………………………… Ramón López Velarde…………………………. Sergio Loo…………………………………….. Leticia Luna……………………………………. Aglae Margalli ………………………………… Elías Nandino ………………………………….. Rodolfo Naró…………………………………… Thelma Nava…………………………………… Amado Nervo…………………………….......... Salvador Novo…………………………………. Osvaldo Ogaz…………………………….......... Manuel José Othón…………………………….. José Emilio Pacheco…………………………… Maricruz Patiño……………………………….. Octavio Paz……………………………………. Carlos Pellicer…………………………………. Carlos Pineda…………………………….......... Guillermo Prieto……………………………….. Vicente Quitarte…………………………..........
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Efrén Rebolledo………………………….......... Raúl Renán……………………………….......... Fernando Reyes……………………………….. Arturo Rivas Sainz………………………......... David Rodríguez……………………………….. Rolando Rosas Galicia…………………………. Alma Karla Sandoval……………………........... Gabriel Santander………………………………. Tomás Segovia…………………………………. Arturo Sodoma………………………………….. Adriana Tafoya…………………………………. Luis Tiscareño………………………………… Jaime Torres Bodet……………………………. Arturo Trejo Villafuerte………………….......... Luis G. Urbina…………………………………. Aída Valdepeña…………………………………. Rafael Vargas………………………………….. Guillermo Vega Zaragoza………………………. Xavier Villaurrutia………………………............ Ricardo Yánez………………………………….. Gabriel Zaid…………………………………….. Lina Zerón………………………………………
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