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OPINIÓN

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LA VERDAD DEL CAMPO DE GIBRALTAR · JUEVES, 22 DE OCTUBRE DE 2015

LA BALANZA

Tres décadas de lo mismo

LA VERDAD DEL CAMPO DE GIBRALTAR Diario de Información General Edita: Contratas Euroceuta S.L. Editor: José Antonio Muñoz Directores Martín Serrano Juan José González

Juan José González

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L otro día tuve la fortuna de acudir a la charla que sobre Gibraltar pronunció en la sede linense de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo Juan José Téllez. Y cuando hablo de suerte lo hago tanto desde el punto de vista personal, ya que tengo muy presente que me inicié con él en este complicado mundo del periodismo hace ahora treinta años en el periódico La Tribuna de Algeciras, como en el profesional, pues aunque uno conoce desde hace mucho tiempo su opinión al respecto, siempre resulta enriquecedor escucharle porque nunca deja de aportar algo nuevo. Su presencia y su discurso me volvieron a ha cer reflexionar sobre lo poco que hemos avanzado los campogibraltareños como comarca con identidad propia y en la solución de sus problemas más endémicos. Y es verdad, pensé. Ahora, tres décadas después, sigo escribiendo sobre muchos de los temas de los que en aquella Tribuna de Algeciras me ocupaba como un redactor en ciernes: el desdoblamiento de la N-340, el superpuerto de Algeciras, el desarrollo ferroviario, el uso conjunto del aeropuerto de Gibraltar, las comisiones técnicas de cooperación, el estatus especial para La Línea, la explotación del sector turístico... Algunas cosas han cambiado, claro. Unas para mejor y otras peor. Pero resulta evidente que el Campo de Gibraltar no ha avanzado durante este tiempo lo que debiera o todo lo que pudiera en función de sus incalculables recursos naturales, de su privilegiada situación geográfica y de sus potencialidades añadidas que representan Gibraltar y Norte de África. Y coincido con Téllez, ya lo he manifestado más de una vez, que la culpa es solo nuestra,

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OR una vez estoy de acuerdo con Mariano Rajoy. Ante la cúpula de su partido ha señalado que no existe alternativa al PP en la política española. Así es, no existe alternativa al PP; ¡ni siquiera el propio PP!, se le olvidó admitir al señor Rajoy. Esta concordancia de ideas con el líder conservador parte del vacío que me induce la próxima cita electoral. Veo la ranura de la urna como una boca abierta en demanda de buen gobierno y no vislumbro papeleta que pueda calmar sus anhelos. Dicho con menos prosopopeya, no sé qué votar. Puesto que considero el bipartidismo un lastre para la ineludible regeneración de la política española (más pendientes sus oficiantes de los propios intereses que del clamor ciudadano, ni siquiera han sido capaces de arbitrar una ley electoral justa), descarto depositar mi voto en las alforjas de PSOE o PP. Estos dos partidos seguro que compensan con la generosidad de las puertas giratorias la minúscula infelicidad que pueda producirles la privación de mi voto. Si nuestra maleada ley electoral contemplase la posibilidad de una

de los campogibraltareños, porque, lejos de aunar una identidad propia y de defender intereses comunes, nos hemos dejado llevar demasiado por unos absursos e inútiles localismos que hasta ahora al menos han lastrado buena parte de nuestro futuro. Por culpa de ellos, por ejemplo, la Mancomunidad de Municipios dejó de ser esa institución que en sus primeros años de vida se dedicó a tener una interlocución directa con las autoridades del Peñón, su primera razón de ser, hasta perder fuelle, contenido político y quedarse en una mera entidad de servicios, aunque hasta en estos han primado los egoísmos locales. Por eso, me congratula que el Consejo de Alcaldes se haya puesto de acuerdo para dotar a la comarca de una bandera y un escudo propios, pero apañados vamos si esas van a ser nuestras únicas señas de identidad. Mientras esto ocurre, hay municipios que amenazan con marcharse del Consorcio de Transportes o de Arcgisa y otros siguen en ellos porque les han prometido hasta los calzoncillos a cambio de los votos en la sesión de investidura, pero no por convicción. Ya tenemos bandera y escudo. Puede que dentro de poco el Consejo de Alcaldes se reúna para dar el visto bueno a un himno propio. Genial. Y, mientras, en muy pocas semanas, los ciudadanos asistiremos a la llegada de una pléyade de políticos que nos repetirán, de cara a las elecciones generales del 20 de diciembre, las mismas promesas que yo escuchaba en aquellas ruedas de prensa que cubría para La Tribuna de Algeciras, en 1985, y que volveremos a oír dentro de cuatro años. Incongruencias de una clase política que se une en la simbología y desatiende los verdaderos problemas de sus ciudadanos. Así nos va.

Fotografia F. Lozano

Secretaria de Redacción Paqui Carrero

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Editorial

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26-N y 20-D

L ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, deshojó el lunes la margarita y dio a conocer su decisión de disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas para el próximo 26 de noviembre, cumplimentando de este modo lo dictaminado por el artículo 38 de la Constitución del Peñón, que fue tramitado al día siguiente con la preceptiva comunicación a la gobernadora británica, Alison MacMillan. Gibraltar, pues, está inmerso ya de lleno en un proceso electoral que también, como ha sucedido siempre, va a ser muy seguido en España, donde también habrá unos comicios generales -ni siquiera un mes después- que asimismo despertarán la lógica expectación entre los gibraltareños. A tenor de los sondeos, Picardo se presenta como gran favorito a ocupar durante otros cuatro años la jefatura de Convent Place. No en balde, los avances económicos y sociales que durante su mandato ha logrado la población gibraltareña, convertida ahora en la tercera renta per capita del mundo y en una vigorosa economía que pasa por tener la tasa de desempleo más baja de toda la Unión Europea, lo dicen todo. Lo contrario que ha ocurrido en España, donde el PP de Mariano Rajoy inició en paralelo, hace ahora cuatro años, una legislatura con una abrumadora mayoría absoluta que ha dilapidado de forma estrepitosa precisamente por culpa del descalabro económico y de la progresiva pérdida de derechos sociales de sus ciudadanos. Nunca las comparaciones de dos mandatos idénticos en el tiempo fueron tan claras. No obstante, las encuestas no son más que eso, y las únicas válidas serán las de los resultados del 26-N y 20-D. Lo que sí cabe esperar es que de ambas elecciones surja una legislatura, en lo que a buenas relaciones y cooperación vecinal concierne, mejor y más provechosa que la que ahora acaba, para lo que ya se están sentando algunas bases.

desde mi balcón

Menudo panorama jOSÉ VILLALBA

segunda vuelta, y yo sólo pudiera elegir entre PP y PSOE, este PP de las promesas incumplidas con desfachatez, el que vende como superación de la crisis el empobrecimiento de las clases trabajadoras, el que premia a los malos (Sicavs, banqueros voraces, amnistiados fiscales, grandes corporaciones) y castiga a los buenos (trabajadores, autónomos, modestos impositores), el que le pone impuestos hasta al sol en una zancadilla perversa al desarrollo de las energías alternativas, el que quita y pone jueces a conveniencia, ese PP de de tan remilgados predicadores de mentiras, de tan ejemplares varones con las reboticas negras de trajines, para nada contaría con mi apoyo. Sucumbiría al PSOE aburguesado y corto de ideas encabezado por Pe-

Control Tirada: 7.000 ejemplares

dro Sánchez, que al menos se cree progresista; a mí, el muchachote Sánchez no me parece un mal dirigente para el PSOE, pero se ha descolgado ya con demasiadas memeces como para suponerle una homologable talla de estadista. Y nadie diga que mejor papel que Rajoy sí que haría, porque mejor que Rajoy lo hace hasta Cicciolina. Descartados, pues, los dos grandes partidos que —no se olvide— son también los campeones de la corrupción, sopesemos las fuerzas emergentes. “Ciudadanos” se me escapa por la derecha y, pese a la brillantez dialéctica de su paladín, creo que tras ese discurso de aparentes excelencias existe un ideario oculto que saldrá a relucir después de las elecciones; admito la existencia en “Ciudadanos” de unos cuadros pujantes,

instruidos e inteligentes, pero algo falla en el combinado si admiten la guía de un líder tan sibilino como Rivera: desconfío de esos tipos a los que, cuando se tragan la rabia, se les ponen las orejas rojas, porque, a la menor oportunidad, tanta represión acaba explotando con tremebunda sevicia revanchista. La opción sería “Podemos”; sin el 15-M —y “Podemos” surge de esa ilusión— el bipartidismo seguiría doblegando las ansias de cambio de los españoles; desde ese punto de vista, la España progresista algo le debe a “Podemos”; pero, desgraciadamente, no veo a los de Iglesias maduros para gobernar: poseen el mejor análisis de los problemas, pero sus soluciones aún están demasiado lejos de lo realizable, y toda la fuerza se les va en desplantes y puerilidades. Me queda Izquierda Unida, que si oferta un programa electoral tan descabellado como el de hace cuatro años, no será votada ni por los guardaespaldas de Cayo Lara. Así las cosas, en vez de decidirme por el mejor, tendré que inclinarme por el menos malo. O por el menos antipático de los partidos residuales. Menudo panorama...


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