DICIEMBRE 20 20 AÑO 1 N° 4
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La cultura de ser teatrera en un mundo sin teatro
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R ed Pedagógic a
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E l Con su ltorio p or F. O r tiz E n t re n amie n to vacío p or M . G arbuglia E scrito cole c tivo de u n e qu ip o do ce n te tras u n a pan de mia Re fle xion e s de e stu dian te s de u n a cu rsada a distancia G e n e ración T
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En Car tel
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M irá
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La e n se ñ an za ar tística e n e spacios oficiale s “Cu e rp o aqu í ” p or G.G. Lóp e z “Cre ar sin mie do” p or D. M isse s “¿Fu e p osible e n se ñ ar?” p or J . Swe dzk y “I SE R ” p or R. G. Costa “Prác ticas p e dagó gicas mu t an te s” p or G. Psenda I vulich Re fle xion e s de e stu dian te s de e spacios oficia les “Pájaro e n jau lado” Por P. B aigorrí y L. S cot t “ Yo cre o qu e e l te atro cie go e s mu y visual, paradójicame n te h ablan do” p or J . Costa “La man o qu e sost ie n e e l lápiz ” p or N. G e n t ile “E sto de l stre amin g ya lo h abíamos su p e rado” p or J . D e Cara y P. A lon so
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Sumá
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“Noticia” p or A . Tille t “Le ccion e s con la se ñ o Clara” p or M .C. A lon so
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D edicatoria Editorial
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Por Aldana Pellicani
De todos los escenarios posibles, de todos los hechos trágicos que alguna vez imaginé -siempre fiel a mi estilo dramático-, nunca, jamás pensé que sería posible un mundo sin teatro. Lo cierto es que el 2020 nos presentó el tan inimaginado escenario. Alguien me dijo: “El teatro seguirá siendo”. Yo no entendí y -fiel a mi estilo-, un poco me enojé. Porque me resisto a los cambios y porque quiero al teatro tal y como lo conocí, eso le dije. No quiero que siga siendo más allá de todo, quiero que sea lo que era. En fin, palabras más, palabras menos, los días avanzaron y el aislamiento se intensificó, y de la vuelta a las salas teatrales ni noticias. Los primeros tiempos fueron de espera, luego llegó la angustia acompañada de la desesperación de sentir que esto no se terminaba y que entonces si no había teatro, que no hubiera nada. Sin embargo la nada sería lo más parecido a morir y la muerte es dejar de existir, y entonces reconsideré aquellas palabras y pensé, pensamos -porque nunca pienso sola cuando se trata de teatro-: ¿qué hacemos? La primera opción era morir. Eso lo descartamos rápido, porque nos sentíamos muy jóvenes, y porque morir tampoco cambiaría las cosas. Además, lo que es peor, es que nadie iría a nuestros funerales porque la gente no se podría reunir -porque en ese momento ni siquiera te podías reunir para despedir a quienes habían muerto-. Lo segundo fue hacer esta revista que ahora están leyendo, lo tercero continuar con las clases en modo online y lo cuarto adaptar o construir espectáculos en esta nueva realidad, en contra de todo lo que siempre pensamos e incluso en contra de nuestro propio deseo. Pero la otra opción era la muerte y eso había quedado descartado. Entonces el teatro estaba ahí, en el deseo, en el pleno deseo de movernos creativamente, de pensar el mundo metafóricamente, de pensar este mundo de hoy y otros posibles, de ficcionalizarlos, de friccionar para escapar un poco de eso que es conocido como “realidad”. Mientras escuchábamos -de rebote entre reunión y reunión, entre clases y ensayos virtuales-, discusiones sobre si era o no era teatro, sobre si estaba bien o mal… Nosotres pensábamos en eso, pero mientras… Hacíamos. Hacíamos y seguimos haciendo algo que no sabemos bien qué es pero que nos hace recordar a eso que sabíamos hacer. Y de golpe… Una luz que rebota en un objeto, un texto que aparece con fuerza expresiva y un público siendo cómplice. Todo en un mundo sin mundo, en un escenario que no está en ningún lado. Todo producido por actuantes separades por el espacio, pero no por el tiempo. Todo como un reflejo de aquello que era y hoy no es, pero... Es. Algunas noches la angustia se apodera de nosotres y el deseo de encontrarnos sigue intacto. Mientras seguimos haciendo.
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La siguiente obra teatral ha sido escrita por una estudiante de la Red Pedagógica Teatral en el marco de Dramaturgia en Cuarentena; actividad realizada en los cursos de modalidad virtual.
por Federico Ortiz
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Escena 1 – La Sala de Espera Hay una sala de espera, con tres sillas puestas una al lado de la otra, una mesa con un teléfono arriba, un revistero y una puerta al lado derecho de la sala. Mariano está dormido, lo despierta El Chico con un café. Mariano declina, confundido. El Chico empieza a caminar alrededor de Mariano. A su izquierda se encuentra el Hombre, parado firmemente sin emitir sonido. Mariano lo recuerda de algún lugar, se le hace parecido a un pariente suyo, aunque no se le ve bien la cara por sus lentes de sol. El Chico le vuelve a ofrecer el café. Mariano se niega y El Chico empieza a caminar frenéticamente alrededor de Mariano. Suena el teléfono de La Secretaria y atiende. Mariano escucha una voz llamativa, chillona y muy molesta. Una de las sillas está vacía. El Chico vuelve a ofrecerle el café a Mariano, que cansado de que le ofrezca y camine alrededor suyo tantas veces, le acepta el café. El Chico cambia su cara instantáneamente a una más seria. Agarra el revistero y se lo lleva saliendo de la escena. Mariano toma un sorbo del café y se da cuenta que tiene un sabor peculiar. La Señora que está sentada al lado suyo llora desconsoladamente. El muchacho no sabe qué hacer. Mariano mira a la Señora. El Hombre: ¿Necesita algo señora? La Señora no le contesta y sigue llorando. Entra en escena El Doctor. Doctor: (Gritando). ¡Mariano Lopetti! Nadie mira a Mariano. Mariano deja la taza de café, se levanta y va hacia el consultorio. Todos miran a Mariano apenas les da la espalda. El Hombre, La Señora y La Secretaria paran de hacer lo que estaban haciendo y se llevan todo lo que hay en el escenario con ellos saliendo de escena. Escena 2 - La Consulta Hay un consultorio médico con dos sillas, un perchero con un sombrero, un sobretodo y un escritorio. Encima del escritorio, una taza de café, una cafetera, unos guantes, unos anteojos de sol y unos papeles desparramados. Mariano se sienta enfrente del Doctor. El Doctor revisa unos papeles.
Doctor: (Mira de reojo a Mariano) ¿Quiere servirse una taza? Mariano: No… No, gracias. El Doctor lo mira detenidamente por un momento en silencio y luego sigue revisando los papeles. Mariano está extrañado. Doctor: (Lee los papeles). Mariano… Lo… Petti. Mhmm (Lo observa Personajes nuevamente y luego le sonríe). Buenas tardes, Mariano. Mariano: Buenas tardes, Doctor. Mariano: un varón de treinta y dos años que usa camisa y jean. Doctor: (Organiza los papeles de su escritorio). La sesión terminará El Hombre: un señor alto, misterioso e indiferente. Viste un traje, un cuando suene la alarma, ¿entendés? (Mariano asiente y pone una chaleco antibalas, un sombrero y anteojos de sol. expresión sorprendida). La Señora: una mujer de sesenta años con vestido floreado. Tiene un Doctor: ¿Cómo has estado estas últimas semanas? dedo vendado, lentes de sol y, entre sus manos, un rosario. Mariano: (Lo dice de una forma mentirosa). Bien. La Secretaria: una chica de unos veintiocho años con un saco de lana, Doctor: (El Doctor lo observa desconfiado). Vamos Mariano, no me camisa blanca, jean y zapatos rojos. Tiene un moretón en su mejilla y mientas. ¿Cómo te sentís? usa lentes de sol. El Doctor: un hombre que tiene puesta una bata, un estetoscopio y unos Mariano: (Desganado). Ando bien. Doctor: Mhmm. Hablame un poco de tu padre. anteojos. Mariano: (Confundido). ¿Mi papá? El Chico: un chico de unos veinte años. Usa una remera blanca sucia, una campera rota, un jogging gastado, zapatillas deterioradas, un gorro Doctor: (Sirve un café). Sí, Mariano. Son preguntas que tengo que hacerte. (Le da la taza de café llena a Mariano). de lana y unos lentes de sol. Mariano: (Molesto). Ya le dije que no quiero café. Doctor: (Con una leve mueca). Está bien. Yo no lo obligo a nada. (Deja la taza de café al lado de la cafetera). ¿Podés contarme un poco de tu padre? Mariano: (Suspira). Era un hombre que le gustaba vestirse bien. Siempre andaba de traje cuando tenía la oportunidad. Amante del tango, era lo único que escuchaba. Solía jugar al fútbol. Era de Independiente. Su comida favorita era la mila… Doctor: (Interrumpe a Mariano). ¿De qué trabajaba?
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Mariano: Policía, como yo. Investigaba a un grupo de narcos de zona sur. Le pegaron un tiro en la cabeza. Le dispararon desde atrás, en la nuca. Doctor: Mhmm. ¿Y tenías una buena relación con él? Mariano: (Ojea la taza de café). Tenía un mal temperamento. Era alcohólico. Siempre me pegaba o insultaba. (Vuelve a ojear la taza de café). Me tenía un odio desmedido. No sólo conmigo. (Triste). A mi mamá también, le daba palizas todo el tiempo. (Ojea nuevamente la taza de café). Una vez le quebró el dedo. Lo tuvo enyesado dos meses. Doctor: Veo que estás mirando mucho el café. (Con una mueca). ¿Querés? Mariano agarra la taza tímidamente. Doctor: (Con una sonrisa) Hablame de tu madre. Mariano: (Toma un pequeño sorbo del café). Una mujer muy talentosa. Antes de conocer a mi padre fue bailarina en el “Teatro Colón.” Mis papás se conocieron en un curso de tango. (Silencio. Toma otro sorbo de café). Nunca en mi vida la vi llorar. Es muy cristiana, va todos los domingos a misa (con una expresión de dolor). Cuando me pegaba mi papá ella me defendía y recibía los golpes por mí. Es la única mujer que nunca me hirió. La voy a cuidar pase lo que pase y nunca la voy a defraudar. (Termina su taza de café). Doctor: (El Doctor lo observa por un tiempo). Mhmm. Es la única mujer que nunca te hirió. Mariano asiente con la cabeza tímidamente. Doctor: (Repite en voz baja). La única mujer que nunca te hirió. ¿Necesitás otra taza de café, Mariano? Mariano: (Mira hacia abajo). Si. Doctor: (Con una sonrisa). No hay problema. (Sirve café en la taza). ¿Tuviste alguna novia? (Le da la taza de café a Mariano). Mariano: (Toma rápidamente un pequeño sorbo de café). Sí. Doctor: ¿Ella te lastimó? Mariano: (Responde cortantemente). Sí. Doctor: ¿Qué te hizo? Mariano: Me engañó. Doctor: ¿Con? ¿Se puede saber? Mariano: (Termina su café de un solo sorbo). Una amiga suya. El Doctor lo mira fijamente y se apoya sobre su escritorio. Doctor: ¿Y vos le hiciste alguna vez daño? Mariano mira hacia abajo con vergüenza. Mariano: No. El Doctor lo sigue mirando por un tiempo y suspira. Mariano se sirve una taza sin consultarle al Doctor. Doctor: Contame (Mira cómo se sirve el café Mariano). ¿Alguna vez consumiste algún tipo de estupefaciente? Mariano: (Se toma el café de un solo sorbo). ¿Qué? ¿Cómo? Doctor: Ya sabés, drogas. ¿Alguna vez tomaste drogas? Mariano intenta servirse otra taza de café. Doctor: No tomés ahora. Por favor, contestá. Mariano: (Comienza a transpirar). Una sola vez. Nada más. Lo juro. Doctor: ¿Sos un drogadicto, Mariano? Mariano: No… (Mira hacia todos lados). No consumo más desde que me casé con Laura. Doctor: ¿Tenés esposa? Mariano está ansioso, mira a la cafetera. Mariano: Sí. (Lo dice contento a la vez que un poco nervioso). Trabajaba conmigo. Era mi compañera. Nos llevábamos muy bien… Y el fin de año lo pasamos juntos por trabajo. Una cosa pasó a otra y nos dimos nuestro primer beso. Desde ese día empezamos a ser novios y hasta nos casamos. Tuvimos una boda chica pero fue el mejor momento de toda mi vida. (Se pone serio). Hubo complicaciones, obviamente, como toda pareja. Había veces que me hacía enojar a propósito. Ella sabía que no me gustaba que se juntara con esas amigas suyas. (Su seriedad comienza a convertirse en enojo). Salía a bares con sus amigas antes de estar con su novio. Le importaba un comino como yo me
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sentía. Sólo le importaba ella misma. ¡¿Quién se cree para dejarme a mí solo?! Doctor: ¿Dónde está? Mariano lo mira sorprendido. Mariano: ¿Dónde está quién? Doctor: Tu esposa, Laura. ¿Dónde está? Digo, porque no la veo por acá. No está en el consultorio, no está en la sala de espera. ¿Dónde está? Mariano, nervioso, trata de servirse más café pero la cafetera está completamente vacía y limpia. Mariano: (Alterado). ¡¿Y el café?! ¡No hay nada! (Se para de su asiento). Doctor: (Amenazantemente). Respondeme, ¡¿dónde está?! El Doctor se levanta de su asiento y lo agarra fuertemente del brazo, también él está alterado. Doctor: ¿Dónde está? ¿Dónde está? ¡¿DÓNDE ESTÁ?! El Doctor le suelta el brazo. Mariano está asustado y nervioso. El Doctor mira a Mariano amenazantemente. Doctor: No está, ¿no? ¿Por qué? ¿Qué le hiciste? ¿Cómo está? ¿Como tu ex novia o como tu mamá? O peor, ¿como tu papá? Hay un silencio incómodo. Los dos se sientan. Se miran fijamente hasta que suena la alarma. Mariano está tembloroso y muy asustado. El Doctor vuelve a estar tranquilo. Doctor: Terminó la sesión, ya podés irte. (Se para, se pone su sombrero y su sobretodo). Si podés... Mariano está muy agitado. No puede hablar, tampoco moverse. Respira agitadamente. Entran La Secretaria, La Señora y El Hombre a escena con las cosas con las que se fueron. Doctor: Mariano, fue un placer haber pasado todos estos años juntos. Pero me tengo que ir. Ya no puedo estar acá. (Se pone los guantes). Sería contraproducente para vos y para mí. Bueno, mejor dicho, para todos. (El Doctor se pone unos lentes de sol). Mucha suerte, Mariano. (El Doctor se lleva los objetos que había en su escritorio). El Doctor, La Secretaria, La Señora y El Hombre salen de escena, llevándose todos los objetos del escenario. Las luces se van apagando poco a poco hasta que quedan iluminando únicamente a Mariano. Luego se apaga la última luz. Fin
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El siguiente texto fue escrito por una estudiante de la Red Pedagógica Teatral en el marco del curso de Entrenamiento Físico Actoral.
Por María Garbuglia
“¿Qué es lo que hago que no tiene nombre?, ¿Qué quiero decir cuando no sé qué estoy diciendo?” Preguntas que hizo se Juli, amiga y compañera, preguntas que me quedaron resonando toda la semana. Me interpela el cuestionamiento de qué es lo que existe cuando todavía no lo puedo nombrar. ¿Es que existe algo, si no puedo decir qué? Y yo considero que sí. Creo que la acción de ponerlo en palabras, de poder cuestionarlo, es lo que prueba y confirma su existencia. Leer y releer tantas veces las preguntas, es lo que me hace llegar a esta respuesta. Si puedo preguntarme “¿qué es lo que hago?” es porque hay algo que estoy haciendo. Y ahí es donde aparece el vacío. Vacío es la palabra que me surge para llamar a ese espacio sin nombre que se me presenta cuando entreno, mientras realizo una pauta, mientras improviso. Se asemeja a la sensación de tener los pulmones vacíos, a estar de cara a un abismo, a tener que saltar sin saber qué hay debajo. Es el instante en el que soy consciente de mi cuerpo haciendo en el espacio. El vacío es, en sí mismo, un espacio. Implica enfrentarme por primera vez a un lugar propio, creado por mí y para mí. El vacío existe porque yo me lo habilito. Yo creo mis propios espacios vacíos para llenarlos con lo que yo deseo, con lo que tengo, con lo que no tengo, para explorarlos, para probar. Cada cosa que pruebo, cada movimiento, cada decisión, cada repetición, es lo que me permite habitar ese espacio y habitarme a mí. El “entrenamiento vacío” me permite conocerme, buscarme, perderme y reencontrarme. Investigar en mis posibilidades y en mis limitaciones, aprender a aprender de mí. Ante cada pauta pienso “¿cómo lo hago yo? ¿Cuál es mi forma? ¿Cómo es que yo actúo?” Y allí, se abren miles de preguntas.
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Habían pasado 15 días y un gran Zancadazo cuando todas las actividades artísticas se detuvieron. Quedamos congelades, como en las películas; cuando todo sigue en movimiento pero la protagonista ve todo más lento. Quedamos sin palabras, en shock, y entre las imágenes que pasaban por ahí, vimos a les estudiantes, a les que confiaban en nosotres, expectantes, querían saber… ¿Y ahora como se sigue? ¿Qué iba a pasar con sus obras? ¿Con sus cursos y sus deseos pendientes? La velocidad de la acción fue tan rápida que ni la mejor cámara del mundo hubiese podido registrar esa imagen. Ir rápido, aprender rápido, entender rápido, adaptarse rápido, nosotres y les estudiantes. Sacar al gato por la ventana, cambiar las luces, correr el sillón, elegir el plano, esconder familiares, activar micrófonos, construir escenarios, tener el cargador y espantar angustias para prender las cámaras, que tomaban a la perfección la confusión y el desconcierto. Confusión y desconcierto que se transformó en pasión desmedida, en resistencia creativa, en lo que nos trajo hasta estos días con un año ganado. No es posible enseñar, sólo es posible aprender. ¿Cómo hacer sin estar en la misma sala? ¿Cómo desafiar al wi-fi del barrio? ¿Cómo mantener el deseo de actuar por Zoom? Nadie tenía experiencia en tener en línea a estudiantes y docentes atravesades por la angustia y los fantasmas; el fantasma de la muerte, el fantasma de la enfermedad, el fantasma de nosotres mismes, el de nuestra imagen a través de la luz. Fantasmas en un comienzo de película de terror, pero con los que aprendimos a convivir y no nos dieron tanto miedo. Aprendimos a enseñar de otra manera, otra cosa. A cocinar nuevos saberes. No eran saberes previos, nadie tenía en su historial enseñar en medio de una pandemia de modo online. Pero en la vida todo se puede transformar si nos comprometemos a no resignarnos ante la adversidad, dijeron por ahí… No fueron clases de teatro por Zoom, fueron ejercicios pensados para crear a través de este dispositivo; era imposible hacerlos tal como en la presencialidad. El ejercicio tuvo que adaptarse o morir. El secreto está siempre en la escucha, en la observación, en la bendita acción, accionar para estar ahí, para estar presente, para interactuar. Porque en definitiva, te abandona una novia, el texto, la emoción, pero la acción no te abandona nunca... Trabajar juntes hizo la diferencia, conformar parejas pedagógicas fue de crucial importancia; tener un equipo pedagógico sólido que se retroalimentó y socializó las herramientas adquiridas fue lo que nos permitió seguir aprendiendo mientras seguiamos enseñando. Porque no puede ser de otra manera. Y en ese aprender... Serán eternas esas cosas que supimos descubrir, o redescubrir, la escritura como un espacio creativo para el actuante, el detalle gestual, como herramienta expresiva, la voz como acción, como personaje sin cuerpo, como ruido, como discurso, el grupo como espacio de resistencia, la escucha y la paciencia para que ese mensaje llegue atravesando todos los algoritmos, el cuerpo como provocador de imágenes en las sombras, recortes de nuestras siluetas, medios cuerpos, medios planos, medios rostros, la investigación como herramienta para crear, la importancia del deseo, qué es que nos mantiene activos generando acciones, que es lo único importante en la vida y en el teatro. Este 2020 nos desafió a crear con la limitación. En Argentina estamos acostumbrades a crear con lo que hay, las limitaciones no nos asustan, quizás hasta mal acostumbrades. Pero el contexto es parte constitutiva de la creación, parte fundamental para la misma. La limitación no es nada nuevo, sólo que naturalizamos las limitaciones que tenemos. Crear con lo que se tiene y tener un grupo de trabajo no es poca cosa...
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¿El mundo cambió? Sí ¿Nuestra actividad? También ¿Nosotres? Inevitablemente. “No tenemos idea, pero vamos” Ese gran y fuerte tejido que es la grupalidad fue el sostén, el impulso, el abrazo y la contención. “Vamos” Seguimos construyendo, buscando las maneras y atravesando distintos procesos. Creamos nuevas formas, lenguajes y códigos. Una vez más el teatro, aunque sea virtual, nos permite escapar a otros mundos y construir nuevas ficciones. Lo que nos mueve: el deseo enorme de seguir haciendo teatro o, por lo menos, algo que se le parezca. Las ganas de estar presentes, sea cual sea la manera.
Me pareció que no había mejor momento para tomarse en serio la comedia como éste
Entrenamos el cuerpo, la voz, dotamos al aislamiento de momentos extracotidianos. Me reí sola y un poco acompañada, me sorprendí de las ideas de mis compañerxs, de sus visiones. Aprendí de la dirección de lxs docentes y muchas veces me encontré pensando "¿cómo se dieron cuenta de esto a través de una pantalla?".
En mi cabeza rondaba la idea de “no sé qué estoy haciendo, pero, aguanto hasta que esto termine y volvamos a lo presencial”.
Las miradas que se cruzan, las risas que llenan los espacios, los cuerpos que se encuentran. Lo que en un principio me parecía un oxímoron, hoy, me parece una trinchera. En eso estamos: en cada obra virtual y en cada cuerpo que se mueve.
Hasta lo más cotidiano pudo ser extracotidiano.
Una ventana, el patio de abajo de mi edificio, el hall, correr todos los muebles del lugar en el que estaban para dejar un espacio amplio en mi comedor... Eso fue lo que más me entusiasmó en las clases: agarrar distintos objetos para convertirlos en lo que yo quisiera.
Seguí yendo a las clases, porque había algo en mí que me pedía seguir estando conectada con la teatralidad, usando mi cerebro de actriz, viéndome actuar, porque de no hacerlo iba a estar muy deprimida en la cotidianeidad.
Mi deseo mutó, porque no me quedó otra, pero a la vez porque yo le di el lugar y estoy segura que cuando volvamos a las clases presenciales, todas estas nuevas formas que encontramos tienen que seguir estando.
“Si algo me atravesó en el recorrido, es el entender que todo es proceso.”
Debido a la libertad que permite tener un material unipersonal no voy a limitarme en cantidad de festivales a los que me anote. Voy a presentarlo muy orgullosamente en cada posibilidad que se cruce. Lo bueno es que esto no sólo me lleva a actuar en Buenos Aires, sino en cualquier otra provincia o en otro país.
No dejar que la tecnología me gane, fue un gran desafío. Así que sí, siento que todo lo que me permití hacer durante este tiempo, me permitió sentirme creativamente viva, en movimiento. Definitivamente fue UNA PUERTA DE ENTRADA.
Siento que mi percepción dentro del mundo real, está más abierta.
Correrse del centro, jugar desde afuera, desde arriba, desde el costado, desde la rodilla, desde un codo. El detalle que sorprende, y resignifica, que nos modifica.
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Por momentos me sentí mal, creía que me hubiese gustado sostener un ritmo de productividad más alto, pero ahora entiendo que esa exigencia es irreal y hasta no me permite valorar todo lo bello que sí hice hasta ahora.
Ha sido una experiencia tan llena de diferentes ingredientes que han hecho que mi creatividad no muera en el intento.
“Si hablo de vínculos virtuales hablo de sostén, apoyo, soporte. Hablo de creatividad multiplicada.”
No entro en el rectángulo. Somos como figuras sin volúmen.
Tomar clases de actuación de forma virtual en pandemia es una experiencia novedosa, desafiante y efectiva. Y, para mí, necesaria.
Un momento donde el estar en la casa, física e interna.
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Un grupo de personas que, geográficamente muy alejadas, nos juntamos cada semana para crear y repensar los significados, los sistemas escénicos y mundos que se pueden construir a través de los objetos aparentemente inertes, útiles, cotidianos, afectivos y biográficos.
¿El modo online? Casi que no me doy cuenta, puesto que estoy en el interior del país y de otra manera no hubiese sucedido todo.
Entre tanta confusión, cambio y desencuentro, un nuevo lenguaje me invadió y despertó en mí más posibilidades. Doy gracias por eso. Aguante nosotras y la cosa.
Descubrimos nuevas formas de entendernos: nos acercamos a nuestras pantallas para imprimir gravedad en nuestra expresividad, compartimos en pantalla el texto para reemplazar el círculo de lectura con mate al que estábamos acostumbrados, nos “metemos” unos en las casas de los otros.
Necesito abrir mi mente, necesito contar realidades y ficción a un público y que se pregunten qué es realidad y qué es ficción, necesito aprender de mis docentes y compañeres. En fin, necesito el teatro.
Empezamos resignados, raros, con sabor a incertidumbre. Fuimos descubriendo y construyendo esa cosa nueva, híbrida, muchas veces un poco odiada.
B A I L A R con la garganta valiente. Descubrir territorios movedizos. Viajar a otras épocas. Dibujar el mapa de mis restos. Hacer de la pandemia danza. Explorar qué es lo que me mueve. Cuestionar lo construido. ¿Por qué hago lo que estoy haciendo? Actuar, entrenar, desear. Accionar sobre mí misma. Resistir.
“Se te cortó todo”, “No te pudimos entender nada”, “Repetí”, “Se te ve trabado”, “Quedaste como una estatua”, “Pareces un cuadro”, “¿Estás ahí?”, “Tengo mala internet pero acá estoy”, “Prendé la cámara”, “Apagá el micrófono”, “Silenciémonos para poder escuchar mejor”, “Desilenciencen y canten”, “Miren el efecto que descubrí, que loco. Me gusta, lo quiero usar”.
Los martes fueron rayitos de juego organizado, de convertirnos en serpientes y asomarnos a ventanas virtuales, de desafiar las paredes de Zoom para aparecer como vecinos en un mismo edificio o cómplices de un crimen.
En fin, las cosas se transformaron y nosotres también. Esperamos con ansias y necesitamos que el teatro vuelva pero, mientras tanto, no podemos ni queremos quedarnos quietes.
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Bienvenidos al segundo artículo de la Generación T. Este año nos encontramos en una situación bastante jodida en la que nos tuvimos que acostumbrar a vernos a través de una pantalla. En esta oportunidad vamos a comentar lo que fue acostumbrarse a este método y cómo aprendimos distintas herramientas que quizás nos sirvan en un futuro. El teatro y la cultura en general se enfrentaron a una situación que, al ser algo nunca antes visto, nos dejó desamparados y frente a un arco limitado que es el de la tecnología y la virtualidad. Algunos de nosotros nos adaptamos y dimos lo mejor, pero muchos de nuestros compañeros decidieron abandonar por diversas causas. Hay puntos claros que fallan en la actuación virtual:
generación
- Un problema muy importante es la mala conexión que dificulta el rol del actor, ya que entorpece la comunicación y conlleva a que, en repetidas ocasiones, no se entienda el mensaje. - La falta de presencia escénica a la hora de conectarse con los compañeros, el espacio y el público. Todo esto tan puro del teatro en la virtualidad se pierde. “Un poco solitario, porque me hacía falta ese vínculo que se genera en la escena presencial con los demás”, dijo Lola Rateno, una ex-compañera. - En esta cuarentena muchos se sintieron desanimados por la situación y comenzaron a ver el teatro como una obligación. “Decidí dejar porque la forma virtual no me llenaba de la misma forma que presencialmente y sentía obligatorio el unirme a las clases y amo demasiado el teatro como para sentirme obligada”, dijo Zoe Ávalos, otra ex-compañera.
Por Sol Arozarena, Ramiro Montes, Federico Ortiz, Nicolás Torday y Santiago Zarub
- Algunos simplemente necesitaban tiempo para sí mismos. “Necesitaba darme este tiempo y esta paciencia para cuando me sienta completamente lista para volver”, dijo Julieta Mazzolla Gil. Sin embargo, existen varias herramientas y ventajas que la virtualidad y el nuevo teatro aportaron. Obras interactivas con el público, comodidad para hacer proyectos con teatreros en otras partes del mundo, poder anotarnos en numerosos festivales virtuales, nuevas y curiosas herramientas que el “Zoom” nos otorga, y, entre otras cosas, la posibilidad de iniciar una columna en una revista como es ésta. En conclusión, este año no fue el mejor, fue muy diferente a los anteriores, ya que no pudimos vernos cara a cara, ni compartir el mismo lugar, pero pudimos aprender nuevas técnicas y herramientas que vamos a seguir utilizando en años siguientes y nunca vamos a olvidar los buenos momentos que nos dejó el 2020.
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viernes 4 19 hrs. lanzamiento revista de teatro 4° edición 21 hrs. “la conspiración de los objetos” obra virtual 22 hrs. “el sonido delator” experiencia sonora
sábado 5 17.30 hrs. “DIARIOS DE ACTRICES” montaje de entrenamientos 19 hrs. “SACAR AL PAÍS ADELANTE” OBRA VIRTUAL 20.30 hrs. “bertold, no importa cuando leas esto” obra virtual 22 hrs. “una escalera” obra virtual
domingo 6 18 hrs. “de cuerpos cautivos a cuerpos creativos” 21.30 hrs.
7 espectáculos unipersonales “¡vox populi! ¿dónde está el pantalón eh?!” obra virtual
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sinopsis: La Nada misma para Nadie en especial es un unipersonal cómi-
co-absurdo de teatro adaptado para el formato audiovisual fílmado en el contexto del ASPO. Una función particular grabada en un teatro inmenso pero vacío de gente. Es una concatenación de imágenes sin aparente relación puestas una detrás de la otra de forma arbitraria con el fin de disuadir al espectador de armar una trama y sumergirlo en una ficción laberíntica.
sinopsis: Desgarrada de vida, entre polvo, maquillajes y sangre, una vieja
Travesti denuncia hacia las ánimas presentes los episodios de lo que fue su historia. Prostíbulos, guerras, travestis, carne, vestidos, cocaína, bailes, amores, mendigos, asesinatos a sangre fría , música y otros excrementos... La Vida y La Muerte bailarán como amantes solo una noche, mientras una vieja travesti y un mendigo intentan narrar por última vez su leyenda. Obra inspirada en el radioteatro creada a partir del espectáculo unipersonal MiMi, The Lesbian O'killer.
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Por Gabriela González López, Profesora Titular de la Cátedra de Entrenamiento Corporal del Actor en el Departamento de Artes Dramáticas de la Universidad Nacional de las Artes.
“¿Por qué yo soy yo? ¿Y por qué no, vos? ¿Por qué estoy aquí? ¿Y por qué no, allí?”. Peter Handke nos dice que el niño se preguntaba cuando era niño. Y de pronto, este escenario pandémico nos dejó sin un aquí que nos reúna y sin un cuerpo-otro para percibir. Nos arrebató la posibilidad de ese estado niño cuando era niño / niña cuando era niña / niñe cuando era niñe al que intentamos acceder para crear y hacia el que también buscamos guiar la clase. ¿Qué es una persona cuando usamos el concepto de cuerpo remitiéndonos excluyentemente a su apariencia física? ¿En qué nos convertimos si reducimos nuestra corporalidad a lo que nos devuelve el paradigma visual? “Puedo tomar un espacio vacío y llamarlo teatro. Un hombre camina por ese espacio vacío mientras otro lo observa y esto es todo lo que se necesita para hacer un acto teatral”. Y ahora, que no nos encontramos con el espacio vacío que nos propone Peter Brook sino con una multiplicidad de espacios que no están juntos, en un no-espacio, contaminados de cotidiano, plagados de historias personales, con una cámara permanente que puede transformarse en una suerte de espectador interno que asiste a clases y a ensayos a robarnos libertad y que transforma los límites de ese espacio vacío en un plano de, con suerte, 14 pulgadas. Ahora, en esta escena, ¿a qué llamamos teatro? La suspensión en el tiempo que, como sensación, generó la pandemia me reforzó una cantidad de preguntas sobre el teatro, sobre el quehacer y la enseñanza, sobre el devenir de la actividad, sobre la transformación de nuestros cuerpos-mentes en la última década. Estas preguntas no son nuevas; pero sí han sido centrales a la hora de no empujar mi actividad pedagógica hacia lo que no es: no es una transmisión - reproducción de formas, no es una sucesión de resultados verificables por corresponderse inmediatamente con estéticas preconcebidas, no es un uso del cuerpo cual herramienta escindida, no es un uso. ¿Cómo abordar las experiencias auto-perceptivas, basamento central de las Técnicas Corporales Conscientes, en esta modalidad virtual? ¿Cómo generar vínculos que propicien un buen aprendizaje? ¿Cómo propiciar procesos creativos a través de estos medios sin que sean creaciones que repliquen una lógica de redes sociales? En esta suerte de suspensión del tiempo, podemos suspender la acción, contener el aire antes de descargar el peso en la continuidad del movimiento. Suspender la acción y hacer silencio o hacer un sonido de tantos decibeles que resulte inaudible… Y, en ese estado, entrar en un pliegue hacia dentro y “crear un estado de conciencia previo al acto de pensar”, como nos propone Fedora Aberastury. Entonces, nos damos cuenta de cuántos recursos maravillosos nos da este arte y oficio. Y ¡qué buenos son para pasar estos momentos históricos! Y qué bueno transmitir estos recursos que son tan ricos para encarar el oficio y que, además, son útiles en estas circunstancias. Todo lo que podemos aplicar DEL teatro a este momento, aunque no lo podamos aplicar EN el teatro:
Adaptarse a las circunstancias. Escucharse. Percibirse. No empujar la emoción. Pensar lo que sí se puede hacer. No hacer de más. Transitar un proceso. Tener en cuenta al otre, otra, otro. Construir desde la acción. La palabra es acción y transforma. Profundizar. Persistir. Perseverar. Preguntarme qué estoy haciendo y para qué. Ser el centro del espacio que habito. Ubicar varios centros en el espacio. SALIMOS A ESCENA: Entonces, fue fundamental la libertad que nos dio la institución para adecuar contenidos a las circunstancias y al formato virtual. También, el hecho de tener un equipo de cátedra que es justamente un equipo, con (buena) experiencia conjunta de muchos años, ya que hubo -hay todavía- mucho que pensar, decidir, compartir, evaluar internamente, antes y durante la cursada. La propuesta pedagógica de no centrarnos fuertemente en lo visual y de buscar inclusión frente a las dificultades de conexión o de espacio libre para hacer la clase de manera sincrónica, generaron un formato de clases que nos requirió mucha dedicación, aún más que la habitual. Los ejercicios auto-perceptivos fueron planteados desde un formato auditivo. Las clases sincrónicas, evitando referenciarnos con la cámara. La comunicación entre subgrupos de estudiantes, fundamental. La transmisión conceptual, también. Pensar y transmitir con precisión las consignas verbales o escritas: la palabra pronunciada recuperó peso, valor. Quizás hasta fueron más fáciles de comprender varios aspectos de lo mencionado en la primera parte de este escrito (como no reducir la persona a la presencia física ni el cuerpo a la apariencia de lo que vemos); porque en este contexto se vuelven aspectos casi obvios. Una experiencia extraordinaria: Con un grupo de estudiantes de 2019 quedamos de hacer un proyecto de extensión de cátedra en 2020 (Proyecto Búfalo). Seguimos de manera virtual reuniéndonos semanalmente durante el primer cuatrimestre y el período de exámenes, realizando lecturas y análisis para avanzar en aspectos conceptuales del proyecto (ya que la naturaleza de éste es justamente todo lo que la pandemia puso en jaque: improvisar en el aquí y ahora en una proximidad e intercambiando máscaras). Y ahora, avanzamos produciendo contenidos auditivos relacionados al proyecto. Porque el cuerpo y las herramientas técnicas corporales son llave del imaginario y la expresividad. No hubiéramos compartido una experiencia tan rica en otra circunstancia. LEO EN VOZ ALTA LAS DIDASCALIAS: Imposibles de transitar la interacción y la vivencia del espacio común aquí y ahora, la percepción del conjunto, las nociones espaciales, hacer trabajos escénicos… Podría decir, también, que nos queda por fuera el teatro en sí… Entiendo que puede ser un panorama desalentador si lo pensamos así. El escenario es altamente complejo y todas, todos y todes (estudiantes, autoridades, docentes, dentro y fuera de las instituciones) hemos hecho grandes esfuerzos. Lo cierto es que la pandemia es inexorable y el teatro no puede ofrecernos su esencia de encuentro transformador en un aquí y ahora, pero aún así: fuera de sí, nos ofrece a quienes lo habitamos por dentro herramientas esenciales y transformadoras.
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Por Daniel Misses, docente de Actuación II en la UNA, docente de Dramaturgia de la Literatura Infantil y Juvenil y Regente de Formación del Actor y Profesorado de Teatro en la EMAD.
1 Exacerbades. Así creo que nos pone la pandemia. Cada uno de nuestros rasgos exacerbados, virtudes y defectos. Las reacciones, la sorpresa, el rechazo, la necedad, la resistencia, la soberbia, la locuacidad, la escucha, los saberes, la ignorancia. Y el deseo. Los rasgos de nuestro deseo. Las ganas de vivir en el sentido más amplio y pleno de la palabra. Las ganas de hacer. Las ganas de volver a todo aquello que teníamos pero más conscientes del valor, sea mucho o poco, de lo que teníamos. 2 El teatro es una actividad que se funda en el encuentro: el encuentro de quienes lo producen, en un espacio físico y real (la influencia del espacio en la creación es uno de los insumos ineludibles de la producción) y el encuentro de esa producción con les espectadores. No hay debate en este punto, en mi opinión. La problemática no pasa por reivindicar la obvia necesidad de presencialidad en el hacer teatral. La problemática pasa y pasó, por encontrar una respuesta a la pregunta de qué van a vivir, en el sentido más pleno de la palabra, les teatristas, en este nuevo orden. Entiendo yo que estamos en un nuevo orden social: En el último siglo, ni siquiera el sida, instaló la idea de que cualquiera en cualquier lugar y en cualquier momento, puede contagiarse y morir sin medicación posible y que, la única protección frente a un virus letal sin vacuna es aislarnos perdiendo relaciones, trabajo, salario, bienes, actividades; es una nueva vieja circunstancia con la que debemos convivir, un nuevo viejo paradigma. Sucedió muchas veces en la historia, pero la omnipotencia del progreso lo olvidó. 3 Dicho esto, enumero algunos datos de mi actividad en espacios públicos y oficiales de formación artística. Datos objetivos pero que siempre se pueden leer de manera subjetiva, acomodándose a una posición o postura previa. - La virtualidad fue posible en el 90 por ciento de les estudiantes, dado que en ese porcentaje disponían del soporte tecnológico (celus, compus, conectividad). En algunas carreras fue menor debido al deseo de les estudiantes de no cursar en esta modalidad (actuación, escenografía). Aun así, cubierta la posibilidad técnica, aparecían dificultades que podemos llamar “socio-ambientales” (una computadora para varios integrantes de la familia, dispositivos precarios, la falta de espacio físico para poder aislarse y tener las condiciones de una clase, las dinámicas familiares, laborales y emocionales que posibilitan la conexión de una manera fluida, el impacto de los contagios en los núcleos familiares, la dificultad de la lectura en pantalla). - Las materias teóricas pudieron desarrollarse en el 100% de los casos por la naturaleza propia del contenido. - Las materias prácticas (actuación, vocal, corporal, movimiento, teatro de títeres y objetos, acrobacia, lenguaje musical y las prácticas docentes, así como los proyectos de graduación y talleres de realización) se vieron en dificultades de mayor o menor grado, pudiéndose adaptar a diferentes modalidades, pero en casi todos los casos dejando abierto periodos complementarios a la cursada virtual una vez vuelta la vuelta a la presencialidad. - La saturación de pantalla producida por acumulación de materias y exceso de reuniones en el cuerpo docente impidió sostener bloques de cursada de cuatro o cinco horas frente a la pantalla, llevando la frecuencia del dictado de materias a lo quincenal.
- Se dió una enorme proliferación de conflictos de violencia institucional entre docentes, así como también entre docentes y estudiantes. En el caso de los conflictos entre estudiantes y docentes, conflictos que ya venían en aumento por los cambios de paradigmas en la enseñanza, las perspectivas de género, los verticalismos y la falta de adaptación y resistencia a la virtualidad agudizaron los conflictos. 4 En mi opinión todo se trató y se trata de la posibilidad de adaptarse y ser lo más lúcidos posibles a la hora de visualizar el escenario. Pasamos del lenguaje y la práctica teatral al lenguaje audiovisual. El uso de celulares y la posibilidad de tener una cámara de alta definición y un programa para editar es masivo. Las redes sociales son un nuevo circuito, que abre posibilidades, y el mundo del arte aún no indaga en forma sustancial lo masivo de dichas redes, como sí lo hicieron el mundo de les gamers, les influencers, por ejemplo. Les adolescentes y les jóvenes utilizan los recursos virtuales con naturalidad, nacieron con eso, así como yo nací con la televisión y el cine a diferencia de mis abueles. Negarse, cerrarse o declararse enemigo de la virtualidad y las posibilidades que la tecnología propone en las artes y la educación, trae todas las consecuencias que la negación como actitud o dinámica conlleva en cualquier aspecto de la vida: Lo que se niega termina imponiéndose de forma más traumática y compleja. Hubo docentes que hicieron propuestas altamente estimulantes para les estudiantes y otros que incurrieron, amparándose en que “esto no es teatro”, “el gobierno no nos da recursos”, “ yo no estoy capacitado”, en lo que les estudiantes llaman abandono pedagógico, dejando de lado el desafío central: de qué viven los teatristas en este contexto, en el sentido más pleno, tanto económico, del deseo, de la necesidad de crear. Hace treinta años me decía, y les decía a mis compañeres de grupo, que para desarrollarnos como teatristas plenos debíamos tener que poder actuar, dirigir y escribir, abarcar todos los recursos posibles de lo creativo. Pensaba que un grupo no funciona con algunes que dirigen y otres que actúan sino que, el desarrollo y la trascendencia aparecen cuando todes actúan, dirigen y escriben (no como regla taxativa sino como horizonte y/o tendencia). Hoy creo que hay que sumar: filmar, fotografiar y editar. En particular editar. Que es lo mismo que hacer montaje. Indagar en las zonas comunes, comunes desde los inicios, del teatro, del cine, del mundo audiovisual. Actuar frente a las butacas y frente a las cámaras es un fenómeno similar, con diferencias sólo técnicas, podríamos decir que de proporción. Contar historias, exponer al público a la experiencia de la ficción, es similar en ambos territorios. 5 Entonces, actuar (frente al público o la cámara), dirigir, escribir (hacer dramaturgia, teoría, dejar testimonio), filmar y editar; ese el camino en mi opinión. Los paradigmas cambian. El teatro, la ficción como vehículo catártico y de encuentro, como convivio, nació con les humanes y es inalienable. La tecnología es humana. Aunque suene feo. Podés ser une vieje vinagre o lo contrario. Si te interesa el encuentro te encontrás como sea. Exacerbades, así estamos. Y la creatividad siempre está cerca para salvarnos si nos ponemos a trabajar.
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Estuve en muy diferentes instancias educativas, y con diferentes situaciones. En un posgrado de una universidad nacional pública, la UNA, en donde les estudiantes eligen estar de manera muy específica, el proceso del taller de dramaturgia fue realmente muy rico. En la enseñanza privada tuve dos experiencias muy diferentes: en el mismo taller tuve un número muy reducido de participantes, casi nadie, en el primer cuatrimestre y fue una explosión en el segundo cuatrimestre en donde también, fue posible desarrollar el tema de la dramaturgia. Creo que en el segundo cuatrimestre hubo otra comprensión del potencial para formarse de manera virtual. Las experiencias también fueron muy interesantes en la educación pública. En la UNSAM, muches estudiantes dejaron porque no se adaptaron a la virtualidad, y muchos otros por falta de conectividad, por no tener trabajo, y por desazón. Es muy duro empezar estudios de artes escénicas y no poder tener presencialidad. Esto también se vio en un profesorado en Escobar en el que un gran número de estudiantes atraviesa una situación delicada en lo económico y lo social. Un gran porcentaje de elles son les primeres de sus familias en hacer estudios superiores. Muches dejaron por no tener trabajo, por tener que cuidar familiares, por conseguir trabajo en el horario de clases o por no tener posibilidades de conectarse. Fue muy duro. Es decir, enseñar es posible, pero las condiciones pueden ser muy difíciles. ¿Pudieron abrirse todas las cursadas? ¿Pudiste dar tu clase?
Por Javier Swedzky, co-director de la Licenciatura en Artes Escénicas, director de la Focalización en Teatro de títeres y objetos del Instituto de Artes Mauricio Kagel, Universidad Nacional de San Martín.
Mis clases en particular, en este momento, se basan en la escritura y la dramaturgia, por un lado, y en cuestiones de introducción a las artes escénicas y dirección, por el otro. Mal que mal se pudieron dar estas materias. Incluso pude dar una materia de manipulación de títeres a través de encuentros sincrónicos. Pero en la universidad queda en claro que hay materias que no se pueden dar, y que es mejor dar más tarde para no desperdiciar el potencial que tienen en la presencialidad. Algunas materias prácticas se pudieron dar con mucha adaptación por parte de les docentes y estudiantes, y con tolerancia y empuje, y otras no, por falta de estructura, o de condiciones para llevar adelante un proceso fructífero. En el profesorado se dieron todas las materias, pero es un gran desafío. ¿Cuáles fueron los impactos positivos y negativos de la cursada online? Positivos: La creatividad desplegada. La posibilidad de acceder a material teórico, a videos de referencia. La invención de universos con lo que hay alrededor. La solidaridad y la escucha generadas, las ganas de encontrarse en cada clase. Negativos: La aparición de las desigualdades económicas y sociales con un altísimo nivel de crudeza y exposición, y por lo tanto, violencia. El desánimo de muches, el enojo, la frustración y el abandono. La imposibilidad de garantizar la conectividad de todes. Reflexión escrita sobre la enseñanza artística en espacios oficiales durante la pandemia del 2020 Las instituciones en las que trabajo intentaron responder con rapidez y eficacia a la necesidad de garantizar el año lectivo, garantizar el derecho democrático a la educación, el acceso a conocimientos, la organización de plataformas e incluso conseguir equipamiento para los que no tenían, con gran voluntad de incluir a todes. Les docentes salieron/salimos al ruedo, a aprender en la marcha y a ver qué se podía y qué no se podía hacer, a investigar y proponer, a adaptar programas de estudio y fortalecer lo que se podía hacer. Por supuesto que hubo distintos momentos de la pandemia de pruebas y errores, altas y bajas en los ánimos, pero en los lugares en donde trabajo hubo mucho empuje y voluntad por sostener la educación pública.
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Por Roxana Gladys Costa, Docente en el ISER de Expresión Corporal, en el primer año de la carrera de Locución. En la misma institución dirige, conjuntamente con un dramaturgo y una asistente, la Compañía de Teatro y Talleres de Teatro abiertos a la comunidad.
El Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) desde hace 70 años forma les y pautamos las marcaciones y devoluciones que les van dando a les alumnes, profesionales para los medios de comunicación a través de las carreras de: para que comiencen a crear el personaje desde un lugar que les posibilite salir Locución Integral, Guionistas, Producción y Dirección de Radio y Televisión, de patrones y mecanismos vocales y corporales. Operadores de TV, Radio y Planta y las especializaciones en Doblaje y Comunicación Convergente. Creo que el instinto va guiando en estas situaciones. Trabajamos mucho con las ideas de laboratorio para explorar, del error como una posibilidad de búsqueda Este año signado por la virtualidad fue superador a todo lo que se planteó al creativa, de construcción-deconstrucción, con la imagen de arcilla a la que se le comienzo del ciclo lectivo. La materia “Expresión Corporal” se dicta en 1º año de puede agregar o quitar material. Especialmente creo que favoreció a este trayecla carrera y resulta muy integradora para los ingresantes, se lleva a cabo en el to habilitar la libertad para proponer, armar, desarmar, resignificar. Auditorio donde contamos con escenario, luces, sonido y camarín que posibilitan un espacio muy favorecedor para la corporalidad y la actuación. Mi enfoque, La mayoría de las clases me propongo trabajar con disparadores que le den una para las clases de esta materia curricular, está orientado a integrar la voz y el dimensión más profunda a la actividad, que les posibilite variadas miradas sobre cuerpo desde juegos teatrales, improvisaciones y creaciones de personajes. Fue la realidad, que confronten el sentido común y los condicionamientos. Esta un gran desafío comenzar a planificar las clases a través de la plataforma de dinámica resultó interesante porque debían actuar desde sus personajes en Zoom, ya que parecía muy difícil poder transmitir y generar interés en les estudiscrepancia con sus pensamientos y creencias, en muchos casos. diantes que ingresaban a una nueva carrera, que tiene más contenido práctico que teórico. Por otro lado, en la fantasía de todes estaba la idea de volver a la presencialidad ya que el término “Pandemia” siempre lo asociamos con la Edad Se aproxima el cierre de la cursada y la reflexión es sumamente positiva ya que Media, una palabra en el diccionario muy poco utilizada y un suceso inesperado superó las expectativas iniciales y diluyó todos los temores sobre la virtualidad. e inédito en estos tiempos. A pesar de que la experiencia fue muy interesante, sabemos que la presencialidad es insuperable y que todes deseamos volver a nuestros espacios para el encuentro con le otre. Para todo el arte en general, pero muy particularmente para el teatro que nos convoca y sucede ante la presencia del otre, se presentó un desafío impensado. Pero como la capacidad de adaptación es ilimitada comenzamos las clases y Para el año próximo, en el momento de poder volver al ISER, les estudiantes van fuimos superando este año. a encontrar la posibilidad de poder transitar, en distintos horarios, talleres extracurriculares que les permitan experimentar lo que faltó en la virtualidad. Desde la Dirección y las Coordinaciones del ISER se estableció que teníamos que contemplar las diversas situaciones anímicas y de conectividad que pudieran experimentar les alumnes y estar especialmente atentos para arbitrar los medios que puedan integrar a todes. Pudimos, así, comenzar las clases en todas las cursadas, en mi caso de seis grupos divididos en tres turnos. Las primeras clases resultaron un poco desgastantes por la tensión que implica una nueva forma, pero a medida que fueron transcurriendo los encuentros se generó mucha iniciativa y creatividad por parte de les estudiantes. El primer cuatrimestre comenzamos con trabajos de creatividad, improvisaciones y juegos teatrales. El segundo cuatrimestre nos enfocamos en la creación de personajes; en esta etapa articulamos con les profesores de las materias tronca-
En cuanto a la tarea de la Compañía de Teatro, mantuvimos los encuentros semanales y pudimos realizar unas pastillas auditivas para el festejo de los 100 años de la primera transmisión de Radio Argentina. Este trabajo se llamó “Universos de Radio” que pudimos difundir desde las redes de ISER y desde la plataforma de Spotify. Para finalizar el año ya estamos editando unos micromonólogos y una pequeña obra situada en Barracas a finales de los 40. Lo que no resultó posible realizar este año fueron los talleres abiertos a la comunidad.
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Por Gabriela Psenda Ivulich, Actriz, Directora teatral, Docente, Lic. en Arte Dramático, Facultad de Artes y Diseño, UNCuyo. Prof. Titular Semiexclusiva Técnicas Vocales II, espacio curricular que es parte del Profesorado y la Licenciatura en Arte dramático, de la FAD, UNCuyo
Podría decir que en este contexto de emergencia pude tener una práctica pedagógica adaptada a las herramientas virtuales, apelando a la imaginación y voluntad de estudiantes y la propia, para poder habitar un proceso de enseñanza – aprendizaje (claro con quienes tuvieron el acceso a la conectividad). Sin dejar de tener la certeza de que la presencialidad es la mejor forma de compartir saberes teatrales, pero habilitando otras formas de comunicarse y generando puentes pedagógicos en la virtualidad. Trabajé por fases, en resonancia con lo que iba sucediendo en el contexto. Comencé por preguntarme qué contenidos eran primordiales a desarrollar, cómo usar los medios de comunicación que ya funcionan para agilizar la llegada a lxs estudiantes. Decidí focalizar ejes de trabajo, cruzar contenidos con otros espacios curriculares y profundizar en la claridad de las pautas de trabajo. La comunicación se dio a nivel personalizado a través de escritos, audios, videos, videollamadas, clases sincrónicas y asincrónicas. Pero la angustia por la abstinencia de convivio me embargaba, entonces surgían preguntas… ¿Cómo alterar esta propuesta de comunicación? ¿Cómo ir más allá de lo que me impone la situación virtual? ¿Cómo habitar la experiencia de aprendizaje - contagio pedagógico a una experiencia de tecnovivio? ¿Cómo lo sistematizo? ¿Cómo no decaer en el intento? ¿Cuáles son los modos del sonido en la experiencia virtual y convivial? ¿Cómo lanzarse con fe a dar una clase a través de un artefacto enchufado incapaz de contagiar este arte ancestral que nos conecta al cuerpo? ¿Cómo generar un acontecimiento sin la presencialidad? Allí donde hay personas hay teatro, entonces hice la propuesta de que una vez terminado el proceso del montaje de un monólogo (armado a través de intercambio de videos, audios o videollamadas), realizáramos una presentación ante las personas con quienes lxs estudiantes pasaban la cuarentena. Era una actividad voluntaria, pero la mayoría decidió hacerlo. Ya no habría cámara ni tecnología de por medio, sino la presencia de espectadores, contextualizados en la propuesta pedagógica artística. Ellxs fueron quienes daban una devolución por audio y la enviaban contando su percepción. Basamos este trabajo en la confianza, la comunicación real y la experiencia personal de lxs estudiantes y espectadores. Esto me llevó a reflexionar sobre nuestro rol docente como guías en los procesos de trabajo, para luego soltarlos amorosamente al hermoso vacío del encuentro teatral. Confiar en lo trabajado, en cada estudiante y en las fuerzas del teatro que iban a sumar lo suyo y ya no pensar en la situación de evaluación, tan incómoda y ficticia. En la segunda parte del año creo que todxs necesitábamos un empujón, algo que nos entusiasmara, que no nos exigiera tanta ficción pedagógica y que sí nos metiera más en el barro con posibles receptores de nuestro trabajo, y otra vez ¿cómo salir de las casas sin poder hacerlo? Esta vez el proyecto Zumbidos, de Extensión Universitaria y Prácticas Sociales Educativas fue la puerta: generamos contenidos para radios comunitarias, donde aplicamos los procedimientos aprendidos y la propuesta expresiva de lxs estudiantes, grabando poemas susurrados con el aporte tecnológico de uno de lxs estudiantes. A esto se sumaron clases (no obligatorias, sólo por el placer de hacerlo) de entrenamiento vocal y trabajos teóricos grupales.
Después de esta experiencia puedo decir que sí pude tener una práctica pedagógica, no como antes, nos faltó el cuerpo, la proyección de la voz, la acción reacción en relación con otrxs, el hermoso contagio que nos transforma el cuerpo con el contacto y la vibración de nuestras voces-cuerpo… Lo complementaremos el año que viene, con algo corto, intensivo. El objetivo es aprender, no cumplir con un trayecto educativo con notas en papeles, sino adquirir esas herramientas experimentales sensibles para que sean compañeras de profesión. Esta pandemia viene a poner la lupa sobre las desigualdades económicas, sociales y culturales que ya existían, en los territorios que habitamos y en el mundo. Lo mejor de muchxs se manifiesta así como lo peor de otrxs. El miedo como máscara de lo exacerbado hace estragos entre las personas y el vigilar y castigar resurge hasta en el vecinx más próximo. El individuo es la frontera y lx otrx es el enemigo. El teatro ha sido y es para mí un refugio, un cachetón, un arma, una acaricia, un lugar hecho de personas en relación y hoy se ve vulnerado en su ontología vital. Lx otrx, lo colectivo, el cuerpo, el contagio. Ahora el teatro no está. Entonces insisto obstinadamente en encontrar otras formas de construir nuestros refugios que también pueden ser barricadas. Entiendo que lo que nos convoca, no es hacer teatro específicamente, sino estudiarlo, aprender herramientas para abordar este arte, y dentro de una institución. Pero quiero aprovechar el límite borroso que esta situación aporta. Los bordes de lo formal ya no son claros y lo informal, lo cotidiano de la casa se cuela para generar un territorio “entre” que sí me parece interesante de abordar. Entonces aquí estamos creando posibilidades, un “mientras tanto” que me sea éticamente coherente para compartir procedimientos, preguntas, ganas de hacer. De crear algo que pertenezca a las tensiones que aquí y ahora atravesamos. Nuestra actividad teatral nos ha enseñado el ejercicio de la resiliencia y resistencia desde la creatividad para encontrar formas de hacer teatro ahí donde se prohíbe, a decir lo que no se puede. De encontrar otras formas para existir. Pero para esta acción desesperada hay límites. Creo que el teatro es contagio y la educación en parte también. Como estudiante puedo lograr muchas cosas en mi casa a través de pautas, de linkeos con materiales y reuniones por meet. Pero el tejido que crea lo sensible entre nosotrxs no; lo inesperado de una respiración a destiempo, del error, la serendipia en la investigación creativa. No niego la tecnología como una posibilidad de comunicación y una herramienta. Pero creo que la educación debería ser un acontecimiento, un espacio vital. Eso no se construye a través de cuadraditos o pixeles. Creo que así como el teatro puede encontrar nuevas poéticas a través de este medio y encontrar otras denominaciones, una vez pasada la urgencia económica, claro. Creo que en la educación puede pasar lo mismo. Pero si hablamos de teatro, hablamos de cuerpo, de convivio, de contagiarnos y eso también es parte del modo de enseñanza- aprendizaje de esta profesión. Al menos para mí. Paul Preciado nos habla de la sumisión o mutación ante las propuestas político sociales que va anunciando esta pandemia, nos increpa en la urgente necesidad de inventar estrategias de emancipación cognitiva y de resistencia y poner en marcha nuevos procesos antagonistas. ¿Podremos encontrar formas mutantes de hacer teatro, formas mutantes de enseñanza - aprendizaje y no caer en la sumisión? Estoy explorando respuestas…
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Formo parte del ENET (Encuentro Nacional de Estudiantes de Teatro) y este año al no poder viajar y tener un encuentro presencial, organizamos una serie de actividades virtuales (charlas con docentes de diferentes universidades del país, conversatorios entre estudiantes atravesados por diferentes temáticas, etc.) en las cuales encontré una forma de habitar el espacio como estudiante universitaria, conectarme con mis compañeres, compartir vivencias, debatir, pensar teatro, pensarme como actriz y como estudiante, que me mantuvo y me mantiene en movimiento y en conexión. Dolores Piñero es de Buenos Aires, estudiante de la
La frustración y la angustia crecían cada vez más, sentía que las materias no me estaban aportando nada o que no estábamos viendo ni la mitad de los contenidos que deberíamos haber transitado a esa altura del cuatrimestre. Fue tanto que decidí dejar de cursar hasta que se encuentre una manera para volver al aula. Me fui sabiendo que había perdido un año de aprendizaje y experiencias.
Particularmente tuve “suerte”, porque al estar cerca de finalizar la carrera, no tenía cursadas prácticas, lo cual me facilitó varias cosas. Aunque realizar una tesis, la cual es imposible de concretar por plataformas virtuales (por el tema de investigación), también tiene sus complejidades. Con mi compañero nos vimos en la necesidad de continuar igual, avanzando con la investigación; esto nos mantuvo constantes y cercanes a la Facultad, porque sino nos hubiéramos alejado un poco. En cuanto a mi cursada, en lo que va del año, sólo cursé un seminario y una materia. El “Seminario de Recursos Sonoros” casi no tuvo complicaciones para desarrollarse y teniendo clases semanales pudimos completar la cursada. La materia “Taller de Trabajo Final”, fue como darla por la mitad ya que poco nos podíamos nutrir de los procesos ajenos e inevitablemente nos encorsetamos al nuestro. Stefanía Bonato es de Santa Cruz, estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Luciana Rossi es de San Carlos de Bariloche, estudiante de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).
Mi nombre es Morena Rosselot, soy estudiante del segundo año de la Licenciatura en Arte Dramático y el profesorado de Grado Universitario en Teatro en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Este año mi Facultad se ha visto en una situación privilegiada en comparación con otras facultades del país, ya que ha podido asegurar el cursado de casi todas las cátedras pertenecientes al plan de estudio y junto con diferentes áreas de la institución brindar becas de apoyo para que les estudiantes que tenían dificultades para acceder a las clases virtuales y el material de estudio, pudieran hacerlo. Dos grandes experiencias que he tenido esta cuarentena; la primera fue en el taller de “Teatro del Oprimido” que brindó la secretaría de extensión de la Facultad a cargo de la docente Marcela Farfán Recchia, una de las Curingas del CTO en Brasil. Cuando ella presentó su propuesta para el taller, a mí me pareció un poco difícil poder llegar a una reflexión mediante juegos y ejercicios que estaban pensados para ser llevados a cabo en la presencialidad, y aún así, terminé la primera clase siendo un mar de lágrimas. ¿Qué tenía de diferente el taller que lograba generar la reacción contraria que yo había venido experimentando en las clases prácticas durante todo el año? Cada ejercicio había sido pensado y adaptado en base a las posibilidades y límites que nos brindaba la virtualidad. Morena Rosselot, es de Mendoza, estudiante en la Universidad Nacional de Cuyo.
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Paula: ¿Cómo fue tu formación como docente, bailarina y tu inserción en el campo laboral? Blanca Rizzo: No me llegué a recibir. Hice el cincuenta y siete por ciento de expresión corporal, y ya no quería saber más nada. No quise estar diez mil años estudiando. Justo con más de la mitad de la carrera ya podía dar clases. Así que concluí ahí. Me acuerdo que en ese momento, en el 2001, hice como cincuenta curriculums, con mi máquina Olivetti -si no me equivoco-, que era la máquina de mi papá. Y salí en bicicleta a repartir los cincuenta curriculums. Me acuerdo del hecho. Y mi currículum era una mezcla rara, yo todavía no tenía historia en la enseñanza oficial, entonces metí todo lo que encontré y me llamaron del instituto de teatro de Avellaneda. Casi me caigo de culo. Y fue tan hermosa esa experiencia. Después medio me hicieron la cama y me sacaron después de tres años. Toda la escuela juntó firmas para que me quede pero no hubo caso. Y como que yo ya tenía experiencia en que echaran el fly (ríe). Porque el director me dijo: “Bueno, todo muy lindo, Blanca, la muestra de primera año, pero… ¿Qué hacemos en segundo?”. Y yo ni siquiera tenía la cabeza esa cosa de la formalidad, de que en primer año se da esto, esto otro en segundo año y demás. Yo no tenía esa formación tan de años y de la idea de que voy avanzando. Para mí la enseñanza es como si fueran círculos concéntricos. Yo te podría estar dando siempre lo mismo, sumando alguna que otra herramienta, y quien que avanza sos vos. Porque no hay demasiada ciencia. O sea, es como que yo con las herramientas de improvisación y composición podría estar trabajando y trabajando y quien avanza tremendamente en el proceso es quien hace. Lo veo así; como círculos concéntricos que se van sumando cual capas de conocimiento, que como uno, dos, tres, cuatro. Entonces cuando vos me decís “muy buena la muestra pero ¿qué hacemos en segundo año?”, yo medio que ni siquiera entendía de qué me hablaba porque mi cabeza funcionaba de otra manera. Yo creo que si vos sos una persona inteligente y joven vas a entender todo. Todo lo que yo te quiera dar lo vas a entender. O sea ¿qué es lo que no vas a entender? Paula: Recuerdo esa sensación en tus clases; la sensación del asombro por lo simple. En el cuerpo lo recuerdo. Como eso de quitar las obsesiones que obturan los procesos de aprendizaje. Vos en el aula lograbas corrernos de ese embrollo en la creación. Íbamos más a la carne.
Entrevista a Blanca Rizzo parte II Por Paula Baigorrí y Lucas Scott
Blanca: Yo creo que la fisicalidad -en conjunto con la mente, por supuesto-, tiene todas las respuestas. Si no estás pudiendo con algo es porque falta sacar una capa de cebolla, porque hay una represión… Yo no soy psicóloga, pero creo que hay que jugar más en esa zona donde no se puede. Y no porque seas un idiota, o sos un mal actor, no. De última, te encontrarás con que no te querés meter en esa zona y te irás. O sentirás que no es para vos porque no tenés ganas de estar metiéndote tanto con vos ni con tus zonas oscuras ni con lo que no podés y, bueno, entonces ahí ya sería una elección más personal. No tanto que yo diga “Vos servís como actor”. Yo misma… Yo, por ejemplo, me encantaría ahora que me llamen mis amigues jóvenes que hacen cine que me llamen para actuar. Me invitaron a un curso de actuación para la cámara. Y como yo no tengo una formación de actriz, la verdad es que he hecho talleres con Angelelli, con Pompeyo, pero yo no siento que tenga esa cosa formal de conocimiento de actriz. Yo ya quiero ir al grano, más a esta edad que tengo. Bueno, vos indicame lo que tengo que hacer y yo me meto y voy sacando de lo físico y no sé. Como que, yo misma nunca me sentí tan formada en lo que estaba dando. Me ayudó mucho leer “El maestro ignorante” de Ranciere, ¿lo leyeron? Paula: Sí, de hecho habíamos pensado una pregunta vinculada a él porque me quedó tatuado ese título desde que conocí tu metodología de trabajo en el aula. ¿Qué pensás en torno a la figura de la docente en el aula? Blanca: Claro, es que parece ser que, la presencia del docente, como alguien que tiene el saber, ya hace que la otra persona mire a ese docente como algo que tiene que alcanzar, y eso, ya oficia de tapón ¿entendés? Porque es algo tan importante lo que tiene esa otra persona que yo nunca voy a llegar. Andá a saber con qué lo adorna la persona, el estudiante, con qué adorna eso y lo idealiza. Y más si lo admira, o le dijeron que era un groso, no sé. Es una cagada, porque la persona lo que tiene que hacer es como creérsela a full y meterse y tirarse a la pileta. Es como tirarse a una pileta. Te tirás vos, no se tira el de al lado. Por más que el de al lado nade mejor que vos. O sea, sos vos quien se va a tirar, sos vos quien que va a nadar, quien va a encontrar la manera de circular en el agua mejor, por más que yo te muestre un par de cosas para que vos nades mejor. Entonces, en ese sentido, a mí me gustaría escribir un libro sobre lo que yo vi ahí esos años. Cuando descubrí eso, que tampoco creo que lo haya descubierto yo, lo debo haber hecho en uno de los tantos cursos que tomé. Yo tomé muchos muchos cursos. En una época toda mi plata iba destinada a los talleres. Entonces tomé talleres con Julien Hamylton, con Wilson Big, con una brasilera que ahora no me acuerdo como se llama. O sea, yo veía “Improvisación”, “Performance” o “Composición” y ahí me tiraba de cabeza. La poca o mucha plata que tenía la ponía ahí. Y todo el tiempo tomaba talleres intensivos de cinco días, tres días, pero yo sacaba mucha información. Tengo libros, que si algún día… Siempre pienso ¿cuándo me muera a quién le voy a dar todos esos libros? (ríe). Son apuntes de todas las clases que tomé. Está con dibujitos y todo. Yo muchas veces, iba a darles clase a ustedes… Tengo dos libros así y más material que no he pasado de todas las clases que yo tomé. Yo era muy obsesiva. O sea, yo venía en el bondi, el colectivo de vuelta de la clase me lo pasaba escribiendo todo. Y después los dibujitos me salen muy fácil. Entonces, para mí todo esto es como mi fuente de información. Muchas veces les iba a dar clases a ustedes y, a veces estaba medio empantanada, a pesar de que tenía un plan y todo, y me fijaba, bueno, cómo cambio algo, me quedaba un rato mirando esto y le agregaba alguna cosa nueva… Es una fuente de información. Yo a todo eso lo fui reformando también, no sé, si llego a escribir algo, cómo todo eso lo meto en, no sé… Tiempo, espacio, acciones y, también las conclusiones de esta
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paridad que da una riqueza impresionante. ¡Impresionante! Yo creo que fue un gran descubrimiento. Que sea un par el que te dice, el que opina, el que te corta, te dirige y después, darla vuelta. Porque eso hace que vos entres en un lugar de mucha confianza, nadie te va a estar juzgando, porque es tu compañero, entonces se te abre algo adentro porque hay mucha confianza, y, en el momento de dirigir, tenés todo el poder. O sea, te empoderás a una velocidad extraordinaria. Entonces yo creo que metodológicamente es uno de los mejores sistemas. Como que lo comprobé en la práctica. Por eso lo usé tanto. Yo era muy obsesiva. O sea, venía en el bondi de vuelta de la clase, me lo pasaba escribiendo todo. Y después los dibujitos me salen muy fácil. Entonces, para mí todo esto es como mi fuente de información. Muchas veces les iba a dar clases a ustedes y, a veces estaba medio empantanada, a pesar de que tenía un plan y todo, y me fijaba, bueno, cómo cambio algo, me quedaba un rato mirando esto y le agregaba alguna cosa nueva… Es una fuente de información. Yo a todo eso lo fui reformando también. Tiempo, espacio, acciones y también las conclusiones de esta paridad que da una riqueza impresionante. ¡Impresionante! Yo creo que fue un gran descubrimiento. Que sea un par el que te dice, el que opina, el que te corta, te dirige y después, darla vuelta. Porque eso hace que vos entres en un lugar de mucha confianza. Nadie te va a estar juzgando, porque es tu compañero, entonces se te abre algo adentro porque hay mucha confianza, y, en el momento de dirigir, tenés todo el poder. O sea, te empoderás a una velocidad extraordinaria. Entonces yo creo que metodológicamente es uno de los mejores sistemas. Como que lo comprobé en la práctica. Por eso lo usé tanto. Paula: Una pregunta medio distinta… ¿Fue azaroso que vos estés en la UNA de Dramáticas de Actuación y que vos empieces a contactar con la actuación y el teatro? Blanca: Lo azaroso fue que yo empezara a entrenar actores. Porque… Cuando repartí esos cincuenta currículums, que me llamaron del Instituto de Teatro de Avellaneda, casi me muero. No te puedo explicar el terror que tenía. Ya tenía 41 años pero nunca había estado frente a un aula… Cuando vi que nadaba como pez en el agua con lo que tenía y que a los pibes les encantaba, como que empecé a jugar junto con ellos. Y fue un año maravilloso. Bueno… Sí, fue azaroso. Después de ahí me quedé sin laburo y otra vez volví a posar. Hice de todo en mi vida. Fuí bancaria 10 años. Y cuando me quedaba sin laburo… Justo ayer hablábamos con mi amiga que me conoce hace mil años y recordábamos las cosas horribles que he tenido que hacer para vivir, para darle de comer a mis hijas. No sé, hasta me vestí de chizito, ponele (ríe). Y como a los 43 años, me quedé de nuevo sin laburo ahí. O sea, ya había sido profesora y todo y estaba otra vez en la misma. Como que yo iba y venía de la cosa… No estaba bien agarrada. En un momento me dicen: “Venite a dar clases a la Casa Torquato Tasso”, que era una casa comunitaria. Y así empecé más con lo comunitario que me encantó. Tuve estudiantes con otras capacidades mentales ahí. La apuesta ya era más fuerte, porque tenía que ver cómo integraba a esas personas. Y yo veía que se integraban increíblemente bien, y que su otra mente, digamos, distinta a la “normal” funcionaba súper bien. Entonces yo decía, “Ah está bueno esto” porque evidentemente atraviesa hasta las barreras psíquicas, digamos ¿no? Hay algo de lo corporal, de lo físico y del juego que puede atravesar muchas barreras; de edades, barreras culturales… Si te lo agarran bailarines así, formados, te hacen una súper obra con la misma herramienta que un pibe sin formación y con alguna discapacidad ¿entendés? Pero la herramienta es la misma. La herramienta puede ser, por ejemplo, El Cuadrado, el cubo ese de Labban, escrito en el suelo… La herramienta para mí es como una caja de herramientas de plomero. Y yo lo que tengo cada vez más aceitado es, digo: “A ver, Paula, no está funcionando con el martillo, ¿qué pasaría si te doy una pinza, por decirte, ¿no? Me pongo especialista en ver cuál herramienta a vos te va a servir para entrar en vos misma. Entonces, me parece que ahí nos tenemos que poner especialistas: ¿Qué herramienta le tengo que dar a esta persona, artista o quien sea, para que esa persona se encuentre con su verdadera riqueza? ¿Qué herramientas tengo yo que darle? Y ahí tiene que estar el olfato y la puntería. No equivocarte con la herramienta, y si te estás equivocando, llevarlo hacía otro lugar. No darle con un caño. Por ejemplo, yo tengo mucho problema con el ritmo. Si vos me ponés a improvisar, al ritmo, se acomoda solo en mi cerebro. Se acomoda solo, yo bailo. Bailo a tiempo, no tengo ningún problema. Ahora, vos me decís, en folklore por ejemplo, la mina me tenía como loca, (risas) porque yo no embocaba una, ni un sólo paso. En la facultad te digo, a los 42 años, cuando estudiaba. Y me hacía llorar a veces porque me trataba como si yo fuera idiota. Porque mi cerebro no funciona si vos me das una orden de afuera. Por algo mío, qué sé yo. Bueno, y el día que me dijo que había que hacer una coreografía, hice una coreografía con “El viento zonda”, con esto, con lo otro, dirigí a varios bailarines y me puso un 10 y me dijo: “Rizzo me asombraste”. Bueno, ahí hay una ineptitud de ella. Porque ella pensó como yo no embocaba los ritmos era una idiota, ¿entendés? Paula: Y sí, claro... Blanca: Y yo tenía otra riqueza adentro. Tenía dificultad con esa herramienta. Pero no era una idiota. Y... Lo que pasa muchas veces, que porque vos no sacás una cosa, una cosita, una partecita del todo… Ya está. Ya te hicieron la cruz, te mataron, ya te liquidaron… Paula: Si. Hacer mucho énfasis en la dificultad es, de alguna forma, armar una pedagogía de la crueldad, como dice Freire, que se para en la dificultad. Blanca: Claro… Yo creo que ya directamente eso es una parte de la pedagogía. Decir: “Bueno: tenemos un mes de clase, la última clase traigan un laburo con las 3 herramientas que vimos antes. Y nos vamos a ver, a ver laburando. Si quieren traigan a alguien, algo de vestuario”. Es decir, dedicarle una clase a la producción. Sacar lo más posible la dependencia. Ayudar a que de entrada la persona vaya a un lugar a empoderarse y no a depender. Que se vea a sí mismo, que se vea exponiendo, que se vea con compañeros. Y que vos misma como maestra, te vas a asombrar. Te vas a querer filmar cosas y vas a decir “che, esto puede ser el inicio de una obra”. ¿Viste? Miles de veces… Si yo hubiera
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filmado todo lo que he visto en mi vida podría hacer no sé… Doscientas obras. Porque he visto cosas maravillosas, en un solo ejercicio. Porque es un huevito que tenés ahí y empezamos juntos a desmenuzar y terminás con una obra de 40, 50 minutos, ¿entendés? Por como está planteado, por lo que pensó la gente, por la música que pusieron… A mi me pasa que a veces soy bastante insegura en algún punto. Después cuando dirijo es mi mejor momento y me planto en un lugar muy fuerte de mi misma. Pero en general pienso que me falta cultura, me falta leer más libros, que no tengo una formación teatral, y, si me pongo a ver todo lo que no tengo, claro, me agarra mucha inseguridad. Quizá también eso me hace. De última, como “no sé”, hago lo que se me canta, como no tengo muy claro que está ocurriendo, qué es lo que se supone que espera lo que es LA danza (risas)... Entonces no tengo muy claro que es lo que debería ser… O si me pusiera a discutir con teóricos, no sabría mucho qué decir. Entonces termino haciendo lo que se me canta, porque es lo único que sé hacer. (risas). O sea, termina funcionando todo a mí favor. Lucas: Y, para concluir, ¿te gustaría decirles algo más a quienes lean esta revista? Blanca: A mí lo que me gustaría decirle a las personas que lean esta nota y la revista es, básicamente, que… A perseguir el propio deseo. El propio deseo en general no es solitario, el propio deseo es con otras, con otros. Y está bueno armar grupos donde el sello sea lo amoroso, no lo competitivo. Que nos de felicidad. Nuestras compañeras, nuestros compañeros se empoderan porque cada uno que se empoderan es un empoderamiento grupal. Entonces cuidar mucho las maneras, los modos.
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Jesús: “El teatro ciego convive con eso de no ser considerado, por concursos y por determinados lugares, como teatro. Es considerado como una experiencia vivencial pero no como una obra de teatro”. Esto último me dejó pensando, ¿qué convierte a un hecho en un hecho teatral? ¿se supone que la imagen visual prima sobre los otros sentidos? ¿Quiénes definen lo que es la teatralidad? Voy a dejar este debate para otro día pero tengo seguridad de una cosa: donde haya un espectador y donde haya alguien a quien espectar, ahí habrá teatro. Julieta: ¿Dónde y cuándo surge el teatro ciego? Jesús: El primer antecedente que hay es en Italia. Hay una película sobre el tema que se llama “Rojo como el cielo” que trata de un niño que está en un colegio de ciegos, interno y empieza a ver la musicalidad existente en lo sonoro. Esto no es bien visto por sus docentes porque lo querían llevar a la comprensión de lo visual y el pibe termina, a fin de año, haciendo una especie de obra de teatro en la que tapan los ojos de los espectadores y utilizan distintos efectos, como por ejemplo: mover ramas, usar algunos aromas, como para generar una ambientación en lo que se está contando. Julieta: ¿Y en Argentina? Jesús: Surge en Córdoba, pero no como “teatro ciego”, era más bien una narración que incorporaba efectos sonoros, táctiles y olfativos. Llamada “Caramelo de limón”. Sólo había un narrador y gente que incorporaba los sonidos en la oscuridad total. Un muchacho llamado Gerardo Bentatti quiso recrear esto mismo, pero en Capital Federal. Convocó a José Menchaca y, en lugar de hacer un cuento, pensaron en hacer una obra de teatro trabajando en la oscuridad y después pensaron: “Ya que vamos a trabajar en la oscuridad, convoquemos actores ciegos”. Julieta: ¿Cómo surgió tu inquietud por el teatro? ¿Cuándo y dónde empezaste a estudiar?
Entrevista a Jesus Igriega, por Julieta Costa
Jesús: Siempre me llamó la atención lo que tenía que ver con la actuación y con las artes en general. Pero particularmente la actuación. Yo estaba en segundo grado y la docente me puso a hacer de árbol en una obra de Colón y yo dije “No… Eso no es un papel, es un decorado. Yo quiero actuar”. Me gustaba esta cosa de poder transmitirle algo a la gente. Cuando Stanislavsky dice “no hay papeles pequeños, sino actores pequeños” creo que él en su carrera nunca hizo de cola de güey como fue mi caso. Mi primer papel en Mar Del Plata fue haciendo de cola de güey (ríe). Después de esto empecé a hacer otras cosas, armamos un grupo de teatro que se llamaba “Espejismos” en Mar del Plata, con la dirección de Natalia Marcet y comenzamos a mostrar obras pequeñas, con la idea de expresar cierto contenido social, ciertas realidades y demás. Esto se interrumpe cuando vengo a vivir a Buenos Aires en el 2008. Luego de 5 años trabajando con ese grupo de teatro. Julieta: ¿Qué te pasó en ese primer contacto con una Buenos Aires llena de teatro?
Jesus Igriega es un actor oriundo de Mar del Plata. En el 2008 vino a vivir a Buenos Aires y pocos años después comenzó a hacer teatro ciego en la obra “La isla desierta”. En esta entrevista dialogamos sobre sus comienzos en la actuación, la importancia del entrenamiento, el cuerpo del actor en escena y el rol activo del espectador.
Jesús: La gente de teatro ciego había estado en Mar del Plata y yo no los fui a ver, entonces tenía el preconcepto de “¿cómo vas a ser actor y no te van a ver?”. Yo creía que curraban con la discapacidad. El teatro ciego convive con eso de no ser considerado, por concursos y por determinados lugares, como teatro. Es considerado como una experiencia vivencial pero no como una obra de teatro. Julieta: Y desde los medios oficiales, ¿qué tipo de información se transmite que no es certera? Jesús: En cuestiones de discapacidad la mayoría hace agua sea del partido que sea y la ideología que sea. Muchas veces se transmite desde la caridad y la lástima. O desde: “¡Qué buenos somos los que ayudamos!”. Una vez me llevaron a hacer una nota con Eduardo Feinmann y me dice: “Nosotros estamos muy contentos de que vengan acá, y les hacemos la caridad de difundir lo que ustedes hacen”, a lo cual replico y le digo que en todo caso será la actitud solidaria de compartir lo que está haciendo un grupo de personas. La caridad es algo que se da de arriba hacia abajo y la solidaridad es algo que uno le da a la persona que tiene al lado, mano a mano. Julieta: ¿Cómo fue tu paso por el ISER? ¿Cómo era el sistema de trabajo? Jesús: Yo estuve un año y pico. Ese año tenía ganas de enfocarme en laburar un poco más mi voz y estaba haciendo junto con el ISER otro taller más. Porque me interesaba laburar la voz y ciertas posturas corporales que no sabía si eran correctas a la hora de pararme frente a un público a hacer un monologo, o incluso dar una charla. Entonces me interesaba trabajar esas dos cosas, la voz y la postura corporal. Julieta: ¿Y qué herramientas encontraste en cada taller? Jesús: La parte de oralidad me sirvió; esto de saber qué hacer con las manos cuando estás hablando, cómo marcar determinados gestos y acciones en el espacio. Y en el ISER trabajé mucho la voz, sobre todo el tema postural para proyectar la voz de determinada manera, cosas que desconocía, como por ejemplo: el laburo de cómo hablar frente a un micrófono para que no se escuche el soplido. Además nos encontrábamos con tu vieja que salía del tema de la locución para meterse con el teatro, y estaba genial porque hacía tiempo que no hacía algo de formación teatral. Yo llegué acá en el 2008 y me formé en 2009 y 2010, así que fue genial el poder reencontrarme con esta cosa de tomar clases de teatro. Aunque era un espacio acotado porque no era el objetivo del taller, estaba buenísimo.
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Julieta: ¿En qué consiste la técnica de teatro ciego? ¿Cuál es su forma de producción? Jesús: Te puedo hablar sobre “Quiroga y la Selva Iluminada” que es la obra de niños de la cual yo formé parte desde el comienzo. Llegué a la “Isla desierta” cuando ya tenía un montón de años de estrenada y como 3 elencos. Entonces por ahí no estuve en ese proceso de formación. Sí estuve en el proceso de “Quiroga”, donde además incorporamos títeres lumínicos, entonces era todo un desafío para nosotros el tema de poder manipular títeres sin ver y que sean atractivos a la vista del espectador. Comenzamos trabajando con dos cuentos de Quiroga: “La Guerra de los Yacarés” y “El loro Pelado”, que es una obra que crea y dirige Laura Cuffini. Entonces comenzamos a trabajar con efectos, tomando algunos que usábamos en “La Isla”. Empezamos a pensar en recrear la habitación de una niña: “¿Cómo huele? ¿qué hay dentro? ¿qué podemos transmitir para que se sienta que es la habitación de una niña?” En “La Isla Desierta” trabajamos con la idea de una oficina. “Bueno, ¿qué hay en una oficina? Máquinas de escribir y olor a café”. Bueno, entonces recrearemos esos efectos. Y… “¿qué hay en una selva? Determinados aromas, determinados sonidos, determinadas texturas”. Julieta: ¿Tienen diálogo con otras disciplinas? ¿Hay lugar para nuevas propuestas? Jesús: En “La isla desierta”, por ejemplo, saco a bailar a la gente en la oscuridad en momentos puntuales donde hay música. Esa fue una idea que traje yo. Saco a alguien a bailar y si la persona acepta la llevamos a un espacio donde hay garantía de que no le va a pasar nada y hacemos un pequeño baile. Julieta: Hilando con esto… ¿Qué lugar ocupa el cuerpo del actor en el teatro ciego? Jesús: El cuerpo del actor es todo en esta técnica. En “La isla” yo entré haciendo reemplazos. Reemplazaba al personaje de “el porteño”, que en un momento está con Cipriano, los dos solos en un bote, y ahí uno se para, se sienta, mira para un lado, mira para otro. Yo aparte de ese personaje hacia otro que está dentro de la oficina. Y el cuerpo de cada uno era otro, porque mi personaje es otro. Y aunque no me vean mi cuerpo se transforma en el personaje que estoy representando. La voz va a salir diferente si la postura cambia. Se siente la energía de lo que transmite el personaje. Y también es re loco que en el teatro ciego el cuerpo del actor tiene que aparecer y desaparecer. Por ejemplo, yo en un momento que estoy haciendo de “el porteño”, y quizás después tengo que estar detrás de una persona haciendo un efecto, sin que la persona sepa que yo estoy ahí. Es muy loco esta cosa de aparecer y desaparecer de la escena estando ahí. Julieta: ¿Cuántos años hace que hacen la isla desierta? Jesús: Empezó en el 2002 y no paró nunca. Es la primera vez que se frena, pero por la pandemia. Julieta: En un mundo tan abarrotado de imágenes visuales, ¿qué crees que aporta a los espectadores pasar por la experiencia del teatro ciego? Jesús: Yo creo que el teatro ciego es muy visual, paradójicamente hablando. Lo que te da el teatro ciego son imágenes a través de otros sentidos. Pero vos estás en el teatro ciego y estás viviendo y viendo esa oficina y te la imaginás, te imaginás el ventanal donde pasan los barcos. Y cuando estás en el mercado chino, te imaginás el mercado chino. Y cada uno tiene su propio mercado chino. Es como leer un libro la experiencia del teatro ciego, cada uno rellena esos espacios en blanco con sus propias imágenes. El teatro ciego te da imágenes, pero desde otro lugar, con otros sentidos. Te dibuja la imagen desde otro lado. Y también varía la ubicación, porque de repente un compañero hace un efecto detrás de una persona y yo no lo hago. Entonces esa persona se va a llevar ese efecto que sólo fue para él y esas dos o tres personas que estaban a su alrededor. Entonces cada vez que vas a ver la obra tenés una experiencia distinta. Julieta: ¿Qué recepción hay de parte del público luego de ir a ver un espectáculo suyo? Jesús: Nos dicen de todo, bien, por suerte. Y está buenísimo cuando valoran tu laburo actoral, como grupo digo, ¿no? Bueno si valoran el mío más (risas). Lo mejor es cuando dicen: “Qué bien estuvo tal personaje” y ni saben que sos vos. Mucha gente sale copada por la experiencia o te preguntan: “¿cómo hacen esto? y ¿esto?”. Julieta: ¿Están trabajando en nuevos proyectos? ¿Cuáles? Jesús: Estamos trabajando en un nuevo proyecto que va a ser otra obra para niños y que va a ser totalmente distinto a lo que venimos haciendo hasta ahora. Julieta: ¿Siguen trabajando en época de cuarentena? Jesús: Si, a través de Zoom. Está bueno porque se incorporaron tres chicos que no estaban trabajando antes.
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Nico: ¿Cómo es tu formación actoral? Mi primer espacio escénico, desde que arrancó mi búsqueda, fue en un semáforo. Creo que uno se forma mirando, leyendo, viviendo y actuando. Pero no me voy a hacer tan loco y te voy a responder. Arranqué con Gonzalo Rodolico haciendo clown en el Centro Cultural “El Eternauta” y apareció Juli Muzio, y luego su compañero Jorge Costa. Entre máscaras de todo tipo me fui a la escuela de Mimo “Escobar y Lerchundi”; maestros que mi cuerpo no olvida. Gabriel Chamé, Toto Castiñeiras, Leti Vetrano, Gaby Páez, Paola Campitelli y Guille Angelelli. También me hicieron bailar Lili Cepeda, Rhea Volij, y Federico Moreno. Y cada proceso, cada proyecto teatral en el cual me sumergí también fueron clases para mí. Nico: ¿De dónde nace el dibujo? ¿por qué Endija?
Entrevista a Agustín Soler por Nicolas Gentile. Gigante actor y payaso, creador de “Endija”, el nuevo integrante de la revista que vas a disfrutar de ahora en más en nuestras ediciones.
Cuando era un niño de corte taza vendía mis dibujos en los eventos familiares. Esperaba que morfen y se relajen para darle vida a mi momento. Aparecía con una carpeta llena de dibujos. En cada dorso de ellos tenía escrito con lápiz el precio. Recuerdo que valían 0,25 centavos y si era muy bueno podía valer hasta 1 peso. Más de grande, cuando el “conocer nuevas tierras” me empezó a seducir, soñaba hacerlo con un proyector en la mochila. Mi plan era llegar a un pueblo y proyectar cortometrajes animados. Entonces me fui a estudiar dibujo humorístico a la Escuela de “Garaycochea”, para después, con la mano más blanda, arrancar dibujo animado. Cuestión que me costó un montón el dibujo animado y abandoné todo. Endija aparece en medio de la peste, en San Fernando, el 6 de junio del 2020. Cuando te arrancan algo que te sostiene emocionalmente y económicamente, como en esta pandemia me sucedió con el teatro, seguramente aparece alguna otra cosa. Lo más probable es que no logre abarcar todas las satisfacciones pero, en fin, aparece para aguantar cierta estructura emocional y psíquica. Así apareció, con una enorme necesidad de transportar mi universo payaso de alguna forma, ya que prender el celu y grabar nunca me vibró. Endija es la hendija, donde pasa un poco de aire, un poco de luz. Endija es el nombre del payaso de Osvaldo. Osvaldo es un viejo solitario que a veces se pone la nariz y se olvida un rato lo extraño que es vivir. Mis días esperan la creación y así fue que en una hoja en blanco nos encontramos con Endija. Nico: ¿Encontrás semejanzas entre el humor de tu payaso y el que hacés con las historietas? Me encontré con un placer enorme dibujando a Endija, sobre todo porque no había límites. Eso tiene el dibujo a diferencia del teatro: puede llover pero después no hay que secar nada. Sólo eso cambia, después sí, encuentro muchas semejanzas. A veces se pone picante y a veces se parte de dulce. En fin, son esos polos que para mi forman el clown. Monstruoso y angelical. Nico: ¿Cuán importante son los detalles en tu trabajo y por qué? Para mí los detalles son flores en un jardín. Pero en mi jardín el pasto está crecido, algo desprolijo tal vez. Me gusta el detalle como desafío, el detalle en la actuación (hablando en terreno escénico). Esos detalles que son muy internos, para mí, que tal vez ni siquiera el público lo ve. Pero sí claro, se hace visible la consecuencia del encuentro con esos tan complejos detalles. Con el dibujo, en cambio, no me considero detallista. Sí me importa entender qué proyecta y cuál es la intención emocional que quiere o desea transmitir el dibujo. Nico: ¿Creés que el humor tiene alguna utilidad? No, hacemos todo esto al pedo, solo por la guita… Hablando en serio considero que tiene gran utilidad. Es lo más justo entre tanta injusticia. Nico: En tu trabajo escénico el cuerpo tiene una presencia muy fuerte, ¿es inconsciente o tomaste la decisión de desarrollarlo en algún momento? Cuéntame, joven gracioso. Con el tiempo se volvió inevitable no explotar las venas en cada función, en cada encuentro con el público. Para mí es inevitable no generar desde el cuerpo una atmósfera de paz, de guarida, de trinchera. Es inevitable poner todo a disposición para que el público no encuentre mis miedos. Es inevitable la locura. A veces sucede más, a veces menos. A veces bailan los muertos con uno, y a veces duele tanto el mundo que se te distorsiona el personaje. Pero todo es mundo, todo es parte. Lo difícil es usarlo a tu favor, transformarlo en una energía acorde al ritual, a ese presente hipnóticamente mágico que para mí es la escena.
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Tira “Endija” por Agustín Soler
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Por Pedro Alonso y Josefina de Cara
A partir del aislamiento, el teatro perdió la sala como espacio de expresión, pero ganó territorio en otros formatos, como el radial. Este tuvo su auge allá por los años ‘30 con el radioteatro, pero la llegada de la televisión fue dejando a un lado la ficción en las radios. Eso ha sido hasta hoy en que la pandemia nos ha reencontrado con la ficción auditiva, adaptando estas producciones escénicas al formato de Experiencias Sonoras, homenajeando así los 100 años de la radio al rememorar el aclamado radioteatro. Al momento de escribir el texto Hacia un teatro pobre, Jerzy Grotowski (1968) no previó una pandemia combinada con la hiper-conectividad. En el libro se plantea que el teatro puede reducirse a alguien que actúa para alguien que especta. Salvo por esos dos únicos elementos, el resto eran accesorios prescindibles. Sin embargo, hoy nos encontramos con que la pandemia por COVID-19 durante este 2020 nos quitó el espacio y hete aquí el problema: a la fuerza entendimos que ese también era un elemento sumamente imprescindible. Entonces el dilema surge cuando múltiples experiencias, cercanas a lo teatral, comienzan a suceder en espacios virtuales despertando la pregunta: ¿Se puede hacer teatro en un espacio virtual? En el teatro hay actuantes que accionan sobre un espacio determinado para alguien que está espectando. En dicho espacio, suceden fenómenos psico-físicos que transmiten estímulos sensoriales; visuales, sonoros, olfativos, gustativos y táctiles, no todos en igual medida, claro está, predominando por sobre todos, los visuales y, en menor medida, los sonoros. En la virtualidad, todo lo que nos llega está codificado e intervenido: bits, formas de onda, píxeles, puntos absolutamente controlables y reproducibles. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué espacio ocupa entonces el teatro virtual que abunda en estos días de aislamiento? Para que exista un espacio virtual, tiene que existir necesariamente un espacio físico. Por ejemplo, en una obra por Zoom, les actuantes están actuando “en vivo” en un espacio físico individual, al igual que les espectadores y esto es transmitido por una plataforma, componiendo así el espacio virtual compartido para que coincidan actuantes y espectadores. Cada espacio individual forma parte del todo de la representación: hay una espacialidad múltiple. Pero si viajamos un poco en el tiempo, si nos remontamos a los comienzos del siglo pasado, nos encontraremos con un antecedente al “streaming” que sucede también en una espacialidad múltiple, pero cuya validez nunca fue cuestionada, y curiosamente contiene la palabra teatro en su enunciado: El Radioteatro. Este tuvo su auge allá por los años ‘30 y hasta que no fue desplazado por la televisión, fue el sonido preferido de la gente. Este fenómeno popular existe desde que la radio fue inventada y, si lo analizamos, es muy similar a lo que hoy llamamos “streaming”.
Una señal de onda de radio es proyectada desde un estudio cerrado, atraviesa el espacio y llega a múltiples otros espacios donde es reproducida estimulando oídos y cuerpos de espectadores a kilómetros de distancia -no atravesaba océanos como hoy lo hace internet, pero las similitudes están a la vista (o mejor dicho, a la escucha)-. Este es el “streaming” del centenario. Volviendo entonces a la predominancia de un estímulo sensorial por sobre todos los demás -en estos tiempos de crisis espacial-, pensamos que quizás podíamos intentar reivindicar el lugar de la escucha en el teatro, lo cual nos trasladó directamente al Radioteatro. Investigamos la transposición de la dramaturgia de un espectáculo creado para su representación en sala hacia el lenguaje sonoro. Tomamos el arte del Foley, encargado de recrear los efectos sonoros en el cine, como impulso para pensar creativamente el mundo sonoro del teatro, construyendo un relato basado únicamente en aquello que suena. Nuestro resultado no fue el Radioteatro, dado que la radio no fue el soporte, pero sin dudas es una forma de teatro para la escucha. Una manera distinta de atravesar la ficción que, al limitarse a la audición, dispara una infinidad de posibilidades para la imaginación, componiendo lo que llamamos: Experiencia Sonora. Concluimos entonces con una reflexión sobre el uso de la palabra “Teatro”, en la cual notamos que la asociamos directamente al edificio teatral, cuando éste no es la sede de representación. Al teatro que se hace en la calle lo llamamos “Teatro callejero”, el “Radioteatro” agrega que su soporte es radial, aunque si es sonoro pero no se sintoniza en la radio nosotres lo llamamos “Experiencia Sonora”, al que se transmite por Internet ahora comenzamos a llamarlo “Teatro por streaming”, “Teatro filmado”, “Teatro en vivo por Zoom”, “Tecno-teatro”, y miles de etcéteras, pero al teatro que se hace en el edificio teatral se lo llama lisa y llanamente “Teatro”. Queda así expuesto que los espacios traen problemas, porque son necesarios pero están condicionados por una hegemonía cultural que trae consigo sus conceptos y prejuicios. Esta necesidad espacial es la que nos obliga a reinventarnos, así los soportes sean escasos, y por eso es que han surgido las experiencias virtuales nombradas previamente, intentando esquivar la palabra teatro, o señalar la diferencia en su título. Entonces, ¿sobrevive el teatro a la virtualidad? ¿Es realmente teatro? No lo sabemos, o aún es muy reciente en la historia como para responder, pero sin dudas hay teatralidad porque es producto de lo que les teatristas hicimos y hacemos con nuestros conocimientos en este contexto, haciendo frente a esta crisis espacial.
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Sandro Railef - Ilustrador - Ig@sandrorailef
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Noticia Por A. Tillet Subo corriendo con el vagón en movimiento. Lo veo a los lejos, un solo asiento libre. Sin embarazadas ni viejos alrededor. Me abalanzo sobre el pedazo de plástico y casi que caigo de culo. Me desplomo y cierro los ojos, pero a los pocos segundos se me abren: el rasguido de una chacarera me sobresalta. Giro todo lo que puedo el cuello y lo veo ahí atrás, mientras me doy cuenta que por eso estaba libre el asiento. “La puta que lo parió, es imposible descansar acá”, pienso para dentro. Me pongo los auriculares y saco un libro y el celular. Más fuerte no puedo poner el volumen y los compases de la chacarera siguen llegándome. Intento concentrarme en el libro y no tengo forma. Miro de reojo la guitarra y cada tanto la cara del cantor. Lo agarro justo en el grito de “se va la segundaaaaaaa…”. Lo veo mirarme de reojo el pie, que me traiciona y ya está marcando el ritmo como si fuera un bombo. Percibo cada vez más cerca su vozarrón. Nos encontramos las miradas de reojo, también cada vez más. Me dejo los auriculares, pero disimuladamente pongo pausa, para escuchar mejor. El libro queda abierto, pero hace un rato que no sé ni por qué renglón iba. Miro al frente y espío de costado la posición de los acordes. Percibo que observa el libro que tengo en las manos. Saco el celular, para ver la hora y para tratar de alejarlo de mi lectura, pero lo tengo cada vez más cerca, al punto que puede ver en mi pantalla el mensaje de Luca, un amigo: “che, parece que se murió Diego”. Levanto la mirada, sin tiempo para el reojo, y lo veo, triste, con la guitarra colgando, en silencio, como diciendo que no, que no puede ser.
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Atajos Movimiento y repetición la piedra se desintegra un milagro se escapa del cielo. Recaudando bilis me arrepiento en medio de la madrugada pero igual voy a volver. Hundido en la vigilia trepo a un árbol desde abajo se burlan dos demonios huyo aturdido entre las ramas aunque quisiera quedarme. Me olvidé de morir y sigo sin ser eterno. Memoria, diosa cruel hace aparecer mi pasado legiones de recuerdos que veneran a mis párpados deshechos pero ávidos de seguir viendo. César González. Cineasta, escritor, artista plástico, de origen plebeyo. POEMA INÉDITO REDES SOCIALES; INSTAGRAM / https://www.instagram.com/cesar_gonzalez_cine/ TWITTER / https://twitter.com/cesargonzaleztw VIMEO / https://vimeo.com/user89921767
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Manifiesto docente profe mi viejo está re loco profe me quiero ir a la mierda profe ¿me adopta? profe me la re mandé profe ¿tiene algo para comer? ayer no comí profe ¿qué pasa si se rompe el forro? profe estoy embarazada profe me caí no me pegaron profe dibújelo usted que le sale mejor profe alta nota clavé profe profe profe en el aula fuera del aula me tildan de vago de planero dicen que tenemos vacaciones de más y otras huevadas así pero los quiero ver sobreviviendo con mi sueldo y sonriéndole a su profesión así como yo presumiendo todos los dientes chuecos y con agujeros en el diome hace dos meses que no nos pagan y hay más presupuesto para la milicia que para educación por suerte tengo mi tiza para dibujar una realidad mejor copien chicos cuatro años estudia el docente para agarrar una tiza siete años estudia el médico para ponerse un estetoscopio seis años estudia el abogado para pararse frente a un tribunal cinco años estudia el psicólogo para que la gente se siente en su diván seis meses tarda el curso que convierte a un civil cualquiera en un policía y le da la facultad extraordinaria de disparar un arma (al blanco de siempre) pssssss nos tenemos que esconder de los hombres de las botas negras ¡PRONTO! A LAS AULAS ESTUDIEMOS NO SEAMOS POLICÍAS ahí nunca nos van a encontrar y si nos encuentran juntamos todas las tizas de todos los colores y tamaños la mía la tuya la de rochi la de juancito todas hasta los pedacitos que parecen no servir para una mierda y juntos dibujamos un espejo en el pizarrón ¿cuándo lo verán? es sólo cuestión de tiempo sus armas en alto apuntando al monstruo ojalá antes de acribillarse vean al niño que asfixiaron en el uniforme
Del libro “Lo personal es político” del poeta Joaquín Borrás.
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El quizá es la enfermedad del siglo XXI. El me encantaría es cáncer, si le acompaña un pero. Insisto porque todavía no encajo los quizá, y recaigo porque me acostumbré a los no sé pero, quizá, lo que no sé, es de lo que hablo porque todavía no he desaprendido lo suficiente. He rendido cuentas a quien no me las cobraba. El quizá es el escudo de los cobardes. Yo también rezo por las noches me santiguo en los templos y me bendigo con agua bendita. Somos la relación aparente de las partes a parte de otras cosas que no llegaremos a ser. La locura, consiste en caminar por cornisas sin miedo a resbalar. Los quizá son la tetrodotoxina que ingiero cada día. Somos lo que comemos, sin miedo a morir intoxicados por nuestros propios antídotos. Los quizá son probabilidad; romper el abanico de las posibles realidades, reconocer nuestros errores, pedir perdón, no soy yo porque no eres tú. El amor es el acierto con los pronombres personales: yo mimé conmigo. No todos reconocemos nuestros aciertos. Quieren querer los que creen que no pueden, y los que no saben se inventan las normas. ¿Qué ley inventaremos hoy para dejarnos de soñar? No dudo cuando te miro. Te miro, para no volver a dudar. Dudar es para aquellos que recorren el filo sin cortarse, maldiciendo las ganas de entender a qué sabe la gota que colma el vaso. Dudar, está bien, si sabes a cuánto está el kilo de daño. Dudar es quizá lo que nos diferencia de los humanos. Tengo tantas dudas en mis dedos que ya no sé si soy yo el enfermo o la sociedad, mi verdugo. El quizá, no se mide en presentes. El quizá, se moldea en el futuro pensando en el pasado. El quizá, repito, son la enfermedad del siglo XXI. La quimio de los cobardes que mueren en vida, la sala de espera de los que se atreven a vivirla.
Del libro "Como se ama a un villano" Pablo Saiz @bersajunior
Voy a parar. En cada semáforo en verde, En cada cornisa demandante, En cada ilusión prepotente. Voy a parar Esta vez quiero parar, no voy a seguir como si nada. En cada abrazo que abra En cada calor de nido En cada sopa donde nadar Estoy parada En pié Para mirarte mejor Para olerte mejor Para escucharte mejor, Pero por sobre todo Para que no me comas esta vez. Pez
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Lecciones con la seño Clara Por María Clara Alonso, Profesora de Artes Visuales (UNA)
¿Qué hace una columna de Artes Visuales en una revista de teatro? Es una buena pregunta que no voy a responder. Lo que sí voy a hacer en esta columna es plantear muchas preguntas que tampoco voy a responder. Desde hace muchos años participo de un taller de estudios decoloniales de Junín. En un momento de la larga trayectoria, nos cruzamos con el pensamiento de Hector Marteau, filósofo y docente de la UNA, y él nos introdujo al pensamiento decolonial. Lo conocí por primera vez en la universidad donde era jefe de una materia que se llama “Fundamentos teóricos para la producción artística”. Una de las materias que más me interesaron en la carrera y de las que la mayoría de la gente se queja. El pensamiento decolonial tiene un criterio bastante parecido a lo que hoy se llama “deconstrucción”. Se trata de un esfuerzo permanente de romper con los preconceptos con los que leemos el mundo. Estos preconceptos están teñidos del pensamiento hegemónico europeo y norteamericano. Lo que se plantea desde Europa como universal en realidad lo que hace es ocultar otros pensamientos o manifestaciones. En esta columna voy a tratar de plantear preguntas para pensar sobre obras de artistas visuales de estos pagos en nuevos términos. En el espíritu del tema de la revista les traje una máscara mochica que representa un caso de viruela. Los Mochicas fueron un grupo aborigen del norte de Perú de los S. I a VI. Muchos grupos aborígenes de este continente hacían esculturas cerámicas con distintas funcionalidades pero que además cumplían un rol de comunicación. Algunas veces se trataba de utensilios pintados y otros casos como este son esculturas. Es probable que este no fuera un vaso de tomar agua todos los días sino que tuviera una función ritual y se usara en ritos, adivinando, diría que ritos de protección contra la viruela. Hoy podemos decir que la viruela es una enfermedad erradicada gracias a la vacuna pero se cobró muchas vidas a lo largo de la historia y los continentes. Hay una creencia extendida de que la viruela llegó al continente con los colonizadores y que fue su mayor arma. Un poco esta vasija lo contradice aunque puede tratarse de otra enfermedad, acné u otro tipo de afección en la piel pero también me permite poner un foco en la importancia del arte como testimonio histórico. ¿Puede ser que los europeos trajeron otra cepa del virus? Hoy que todos somos expertos epidemiólogos podemos usar esas palabras raras. Esto me lleva a varias preguntas: ¿Cuál es la función del arte? ¿Comunicar? ¿Acompañar la vida? ¿Acompañar la cotidianeidad? ¿Revelar los temores ocultos de los hombres? Y, por otro lado, ¿los objetos rituales son artísticos? ¿Los frascos de las iglesias europeas tienen más valor artístico que las cerámicas mochicas? ¿Cuáles son los límites de las artes? ¿Las artes visuales no se cruzan con lo religioso y lo religioso con el teatro? Para cerrar les dejo una canción para escuchar con nuevos ojos: “El costo de la vida”, de Juan Luis Guerra. Eso es todo por hoy. Síganme para más preguntas y menos certezas.
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La musa inspiradora de esta edición es La Zancada. La Zancada como figura colectiva. Como un no-lugar que nos recibió cuando fuimos exiliades del mundo y abandonades en la tempestad oscura. Ahí, en medio de la noche fría, cuando parecía que no había salvación. Cuando de golpe ya no éramos necesaries les que hacíamos teatro, cuando lo esencial se volvió tenebroso, cuando no había ningún lugar que nos resguarde del naufragio. En medio de la soledad y la tormenta, estaba La Zancada, como un bote salvavidas en medio del océano, un bote pequeño en el que entró todo: Actuantes. Estrategias. Obras. Docentes. Banners. Cursos. Mates. Deseos. Sonidos. Cuerpos. Estudiantes. Libros. Vestuarios. Revista. Escenarios. Pelucas. Luces. Charlas. Mesa. Tuppers. Ganas. Veladores. Montajes. Micrófonos. Cachetazos. Objetos. Jóvenes. Creaciones. Gestos. Virtuales. Delirios. Comicidades. Generaciones. Y todo lo demás también. La Zancada somos nosotres.
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edición diciembre Dirección general: Aldana Pellicani, Carolina Ayub, Nabila Hosain Asistencia general: Julieta Costa Corregidores: Paula Baigorri Agustín Tillet Querides lectores: Esta es una revista de distribución gratuita. Si te gustó y le das valor a un contenido que apuesta a la investigación, producción y desarrollo de las artes atravesada por una pluralidad de miradas, ¡podés colaborar con nuestras ediciones!
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