Š Leopoldo Cervantes-Ortiz, 2014
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C Coonntteenniiddoo
Palabras introductorias, 5
1. El fundador, la tradición, el presbiterio. Hacia un perfil ideológico del presbiterio Juan Calvino (1991), 7
2. La Reforma, fundamento de la modernidad y de una nueva visión eclesiástica (1996), 15
3. El Presbiterio Juan Calvino: una periodización de su desarrollo con vistas al futuro. Ensayo de eclesiología sociológica (2000), 21
4. Presbiterio Juan Calvino: 20 años de peregrinaje eclesial (2009), 31
5. Breve recuento de los orígenes y desarrollo del Presbiterio Juan Calvino (2012), 33
6. El Espíritu divino funda, enjuicia y renueva siempre la iglesia (2012), 41
7. La hora del dogmatismo y la traición (por partes iguales) (2012), 47
8. Entre la indignación y el compromiso (2012), 53
9. La estafeta perdida. 25 años de un proyecto secuestrado: el Presbiterio Juan Calvino (2014), 59 A Appéénnddiiccee
10. El Espíritu del Señor reforma su iglesia y confirma los ministerios (2012), 71
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PPaallaabbrraass iinnttrroodduuccttoorriiaass
En febrero de 1989, a 20 años del surgimiento del Presbiterio Azteca, un verdadero parteaguas en la historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México, dieron inicio los trabajos de otro proyecto eclesial que, en medio de circunstancias muy diferentes, trató de dar continuidad a lo que se había buscado con tanto ahínco: ser un espacio de libertad, diálogo, conocimiento y proclamación que pusiera a funcionar de manera efectiva el legado del reformador franco-ginebrino. Poco más de dos décadas más tarde, nuevos actores y representantes no supieron o, peor aún, no quisieron honrar esta herencia y la dilapidaron en una vergonzosa cadena de sucesos mediante los cuales se sometieron a los dictados del dogmatismo y la intolerancia elevadas a razón de ser de una denominación que muy escasamente ha podido estar a la altura de los tiempos. Ante los enormes retos y exigencias del nuevo siglo que les ha tocado vivir, sus dirigentes continúan en una escalada de politiquerías y decisiones cuestionables que siguen minando su credibilidad ante una feligresía que, lamentablemente, se ha desentendido de reclamar una rendición de cuentas que está muy lejos de realizarse. Esta recopilación intenta dar fe de lo sucedido durante los años en que existió una firme conciencia del papel profético que puede desempeñar un cuerpo eclesiástico en medio de un conjunto de organizaciones que siguen su rumbo sin que, necesariamente, se asuma un protagonismo histórico consecuente con la tradición teológica que se dice representar y cuando esa conciencia pasó, tristemente, a un segundo plano en aras de obtener ―mejores posiciones eclesiásticas‖ a cualquier precio, así fuera el de la traición a principios e ideales. También se busca demostrar a las nuevas generaciones que es viable y muy posible permanecer fieles a un legado espiritual que se sigue renovando, sin necesidad de abjurar de las causas concretas que permitan hacer más visibles los signos del Reino de Dios en el mundo. Representa diferentes momentos de un caminar que ha sido retomado por algunas comunidades cuya esperanza sigue firme en esa posibilidad real. Marzo de 2014
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11.. JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O:: EELL FFU UN ND DA AD DO OR R,, LLA A TTR RA AD DIIC CIIÓ ÓN N,, EELL PPR REESSB BIITTEER RIIO O.. H HA AC CIIA AU UN N PPEER RFFIILL IID DEEO OLLÓ ÓG GIIC CO OD DEELL PPR REESSB BIITTEER RIIO O JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O IIgglleessiiaa BBeetthheell,, ccoolloonniiaa O Olliivvaarr ddeell C Coonnddee,, 1133 ddee aabbrriill ddee 11999911
Prompte et sincere
SIETE PRESBITERIOS DE LA IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA EXISTEN ACTUALMENTE EN EL área metropolitana de la ciudad de México. El de más reciente creación es el que se ha remitido, desde su nombre, a las raíces teológicas de la iglesia reformada. Los otros, formados y consolidados básicamente, ya sea a través de criterios de ubicación geográfica (Ciudad de México, Distrito Federal), de inspiración pietista (Jesús el Buen Pastor, Filadelfia, San Pablo), o de negación de su antecedente directo (Berea), poco o nada nos dicen, en su nombre, de su ubicación teológica, doctrinal o ideológica. Semejante indefinición, propia más bien de los dorados años cuarenta, responde débilmente a las exigencias del arca urbana más poblada del planeta. Y es que representar a la iglesia reformada, a estas alturas, se nos presenta como un múltiple desafío a la existencia de la Iglesia en el final mismo de este milenio. Por lo anterior, examinar ideológicamente el contenido de nuestra conciencia, es no sólo una obligación moral, sino una tarea ineludible que nadie más va a hacer en nuestro lugar. El H. Presbiterio Juan Calvino, sucesor de aquella utopía emprendida en febrero de 1969, tiene delante de sí y encima también, el peso de su nombre. Reivindicar a Calvino, su tradición y su vigencia, es el modo por el que, en su línea de pensamiento, puede mostrar, expresar y practicar su fidelidad al evangelio de Jesucristo, el mismo que muchas veces es dilapidado y mancillado por nuestros compañeros y por nosotros mismos. Viajemos, pues, a través del espejo. 11.. EEll oorriiggeenn ¿Por cuál empezar? ¿Por el primigenio o por el contingente? ¿Por la inclinación o por el azar? Seamos históricos: en 1969, un grupo de pastores preocupados por vivir el ministerio eclesial de una forma más fresca, renunció a continuar por el rumbo anquilosado de la tradición. La época lo exigía: la cercanía del 68 era una realidad inescapable. Los núcleos eclesiásticos de avanzada, tan raros en este país, reclamaban 7
espacios abiertos, transparentes, posibles. Esos hombres respondieron afirmativamente y se propusieron la utopía: desde el subdesarrollo, articular una postura eclesial acorde con los tiempos, libre del conservadurismo mediatizador. Lamentablemente, cargaron con el lastre de comunidades clase-medieras más preocupadas por ascender en la escala social lo más velozmente posible, y algunos de ellos, de los de mayor edad, sucumbieron ante los embates de la espiritualización monetaria.
Los más jóvenes, forjados a
contracorriente, y trabajados por sus maestros hacia un ministerio integral, supieron integrarse a los cuadros eclesiásticos y académicos sin perder de vista la posibilidad de ayudar en la transformación. Unos y otros fueron estigmatizados, los segundos, sin salir del sistema, satanizados con la palabra mágica (modernistas), no saltaron del barco: continuaron a pesar de las críticas. Para entonces, nuevos acompañantes habían subido a bordo: las iglesias, carentes de un referente común que coadyuvara a integrar el bloque necesario, llamaron a filas a gente ajena al proyecto original. La novedad comenzó a diluirse, la protesta empezó a institucionalizarse. Veinte años después, la situación era casi la misma: el lastre clase-mediero hizo gala de su mejor virtud: la intolerancia acompañada del peor oscurantismo. Sus pastores no habían conseguido sembrar ni una pizca de conocimiento; seguían pensando igual que hace cincuenta años. Y nuevamente había que dar el salto en el abismo. De los iniciadores, muchos repitiendo la experiencia, con canas o calvicie, pero sin olvidar los ímpetus juveniles. Y otra vez el lastre: señores que por compadrazgo no podían tener cabida en ―la competencia‖. Y la pregunta: ¿qué nos motivó auténticamente a saltar de nueva cuenta? ¿Fue verdaderamente la convicción de que hacíamos bien? ¿O seguimos los pasos del líder porque éste nunca se equivoca? ¿O sabíamos que una condena al ostracismo nos esperaba si nos quedábamos allá? ¿Qué nos trajo hasta el día de hoy en que nos vemos, impávidos, luego de hacer que el todavía moderador perdiera el habla, y un ex moderador no creyera en tanta belleza? Habría que detenernos a cuestionar el origen, a ver si somos dignos todos de habernos integrado por una afinidad cuyo signo se nos escapa de las manos. Otra vez la época y la situación de la iglesia. Otra vez las circunstancias nos llaman a adueñarnos del futuro, de la vanguardia. El origen de este grupo de iglesias y de pastores debe buscarse abajo. Sólo una iglesia llamó a reunión congregacional para decidir su destino (en ella estamos). Pero aún ello no hubiera sido garantía del apoyo 8
comunitario si los objetivos no hubieran sido claros. Mucha gente de las iglesias no sabe a ciencia cierta el motivo preciso del cambio. Los pastores nunca han explicado el origen a sus representados. Es como si la fe nunca hablara de la creación. No surgimos de la nada. Venimos de un pasado al que quisimos renunciar por convicción propia. Venimos de un estado de cosas que nos inconformó a tal grado que quisimos cambiarlo. Venimos de una herencia institucional que se niega a transformarse en obediencia a la Palabra de Dios. Venimos, en suma, de una iglesia retrógrada y anquilosada. En nuestro seno conviven la iglesia capitalina más antigua del país y las misiones balbuceantes que comienzan a organizarse. El origen no debe ni espantarnos ni avergonzarnos. 22.. LLooss ccoom mppoonneenntteess Diez iglesias (una de las cuales ya desde antes estaba en peligro de perder su status), dos congregaciones (una más en riesgo de salir y que nuevamente se ha integrado) y dos misiones. Ocho pastores en activo, uno que se reintegró al ministerio, dos en el extranjero. Dos licenciados en teología (actualmente ordenados). Y algunos estudiantes de teología y música. Todos ellos se decidieron a formar una nueva familia dentro de la familia mayor. Ya lo hemos dicho, la decisión fue mayormente vertical: se sintió que se encaminaba a la Iglesia por el mejor rumbo posible para sus intereses y misión. Nada menos. Pero inmediatamente nos asaltan las dudas: qué grado de integración debemos lograr, ya no para sobrevivir, sino para que efectivamente se cumplan los lineamientos originales que grado de participación consistorial esperamos para poder crear y llevar a cabo proyectos comunes que amplíen los horizontes de las iglesias locales; qué avance en la actualización ministerial necesitamos para superar el pasado que amenaza con volver, y con mayor fuerza que antes. El elemento humano es insoslayable. A veces parece que tenemos miedo de llamarnos por nuestros nombres, pero sin duda ese es el primer paso. Si un compañero se equivoca es necesario decírselo: por qué el representante anti-empresa de la Iglesia no defiende los intereses del presbiterio; por qué un pastor no acata las disposiciones presbiteriales que le asignan un campo pastoral y él decide por su cuenta; por qué algunos pastores apadrinan familiares a sabiendas de que no podrán cumplir cabalmente con el trabajo pastoral; por qué los estudiantes en el seminario no cumplen brillantemente 9
con su formación ministerial; por qué se pasa por encima de acuerdos presbiteriales; por qué no se responde a la convocatoria de los departamentos para las actividades a realizar; por qué hay patadas debajo de la mesa. Un presbiteriano de vanguardia requiere puntualizar con claridad situaciones como esas, y aún peores. Urge que los consistorios tomen conciencia de su lugar dentro del Presbiterio. Pero no solamente por los vetos que pueden promover, sino además porque sin su participación entusiasta y comprometida al presbiterio no podrá marchar como debiera. De aquellos ancianos fundadores, que no informaron detalladamente a sus iglesias acerca de los momentos iniciales de esta aventura, depende mucho de lo que hoy está sucediendo. Es tiempo de mejorar. 33.. EEll ccoom mpprroom miissoo Toda agrupación marca los principios que han de regirla. Cuando se presentaron los principios generales del Presbiterio para su discusión, nadie dijo esta boca es mía. Ya estaban hechos, y debían estar bien hechos, así que adelante. Pero la problemática continúa: aquello que nos une debe vivir en la conciencia de cada uno de nosotros. Cuántas iglesias y pastores se enteraron, por ejemplo, del desplegado que apareció en La Jornada el 21 de noviembre de 1989, en el que el presbiterio se unió a las voces religiosas ecuménicas que condenan el asesinato de los seis jesuitas de la Universidad Centroamericana de El Salvador. Y al enterarse, ¿cuántos hubiera apoyado con su firma el mismo documento? Casos como ése hablan del relajamiento que existe en nuestro compromiso con el presbiterio, el cual desglosaremos.
a) Compromiso ideológico Si se nos señalara como presbiterio de izquierda, algunos haríamos lo mismo que Pedro. Planteemos de una vez: si el presbiterio quiere ser de avanzada, debe modificar muchos de los esquemas de su pensamiento, y si no, que también lo diga. No es posible mantener una postura indefinida ante los problemas sociales, políticos. Si el presbiterio va a defender intereses de clase media emergente o media-media, que también lo exprese. Pero que no quiera presumir de liberalismo o de apertura, si no lo ha de demostrar en la práctica.
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Ideológicamente, el presbiterio tiene que asumir una posición acorde con la auténtica tradición reformada: una atenta lectura de los hechos circundantes para que la iglesia no se deje llevar ni por la adoración al poder, ni por la bella coartada espiritualizante, que no es más que una graciosa huida de la realidad, eso sí, para mantener estructuras mentales y sociales. Porque si las iglesias ven a su pastores que auténticamente se atreven a denunciar la injusticia y a anunciar la esperanza de la renovación de todas las cosas con convicción, y que no solamente lucran con el llamamiento de que fueron objeto, entonces se podrá decir en el campo presbiteriano que este presbiterio es diferente, pero no por ser sectario o más sectario que otros, sino porque auténticamente capta la necesidad de la hora.
b) Compromiso moral Este tiene que ver con la innegable necesidad de respetar y practicar la ética del ministerio. No es posible que un pastor determinado trate de influir en la voluntad de una iglesia en donde estuvo para la elección o reelección de un colega. Ni tampoco que los acuerdos presbiteriales sean ridiculizados por la falta de disciplina de unos pocos. Moralmente, se debe tener en mente a todos los hermanos representados, una grey que requiere de verdaderos guardianes de la transparencia, de la legalidad y de la justicia. Si aceptamos en nuestro lema que Jesús es Señor, entonces debemos dejar de lado actitudes y conductas que lesionan gravemente los principios más elementales del derecho. Por lo demás, un compromiso moral conlleva, por ejemplo, que en el caso de los estudiantes, se cubra un mínimo de servicio al campo presbiterial como reconocimiento del apoyo recibido. No es posible permitir renuncias, traslados, tratos secretos o combinaciones sospechosas que dañen la sana marcha del presbiterio.
c) Compromiso teológico Si el fundamentalismo, el dispensacionalismo y el carismatismo permean la vida de la Iglesia Nacional, es preciso desenmascararlos con todas las consecuencias que esto tenga. El presbiterio no puede ni debe aceptar que estas corrientes sigan minando la estabilidad doctrinal y espiritual de la iglesia. Pero si algunas de muestras iglesias y congregaciones son centros privilegiados de difusión de algunas, eso quiere decir que se 11
ha trabajado bien poco en la enseñanza de lo que todavía nos atrevemos a llamar ―sana doctrina‖. Es inconcebible que algunos pastores hasta participen bien convencidos en actividades carismáticas o que se presenten como voceros autorizados de esas corrientes. Del mismo modo, el Presbiterio debe hacer frente común ante la penetración de grupúsculos y organizaciones que influyen directamente no sólo sobres los jóvenes y adolescentes de las iglesias, sino sobre mucha gente adulta. Organismos como el Centro Cultural Calacoaya, Amistad Cristiana, Las Casas de Alfarero y otros, deben ser notificados oficialmente del interés que tiene la iglesia acerca de sus actividades proselitistas y de la preocupación que conlleva la alteración de sus principios doctrinales y teológicos. De la misma manera, urge frenar la penetración de empresas transnacionales que con el patrocinio sospechoso del extranjero y con el barniz de la actividad evangelizadora, se aprovecha de la buena fe de los miembros de nuestras comunidades. Ya no está el ―pequeño Billy Graham‖ entre nosotros, pero pareciera que no hace falta: los hermanos siguen pensando en convertir a todo México en esta generación. La causa de tales excesos en nuestro campo obedece al desinterés de los pastores en la reflexión seria, informada, crítica y, sobre todo, responsable, y a la inflexibilidad ignorante de ciertos consistorios en acceder a una cultura teológica que supere las limitaciones que ofrecen los libros seudo-teológicos que acostumbramos leer. Nuestros candidatos al santo ministerio deberán saber que la postura del presbiterio se ubicará íntegramente dentro de la esfera de la teología reformada, sin ninguna concesión. Y los pastores necesitan despertar de su letargo: si con los dedos de la mano contamos a los posgraduados o a los que tienen otra carrera de humanidades, por lo menos debería haber interés por la actualización efectiva. El extinto Secap tuvo que soportar el desprecio de la iglesia, comenzando por los líderes, porque ―no es necesario leer tanto, mejor hay que trabajar‖. 44.. LLooss vviicciiooss Este apartado puede pecar de megalómano, pero la realidad se ha encargado de traerlo hasta la luz. Aún tenemos entre nosotros una forma desleal de hacer política. La gente no ha de figurar por sus méritos sino por sus contactos: familiares, de antigüedad, de intereses. Si hay pastores más dotados para la carrera empresarial, nunca es tarde para 12
reencaminarse. Los vicios de la iglesia tradicional, la formación de camarillas, la política ―Miranda‖ en las representaciones ante empresas y otros organismos, el acomodo de ahijados en puestos clave o de la expansión, la identificación de personas non gratas, y hasta la ironía pública como arma para desacreditar, deben desaparecer de entre nosotros. Si algo debe prevalecer en este campo presbiterial debe ser la concordia, la fraternidad, y, por sobre todas las cosas, la sinceridad. Si algunos pastores experimentados juzgan sin piedad los yerros de los más jóvenes, o su fogosidad que los años aún no disminuyen, ellos son los indicados para expresar, de modo edificante, la ruta práctica a seguir. Ya no basta con buenos deseos. La crisis de credibilidad, de recursos, de integración, a tan sólo dos años de la fundación del presbiterio nos reclama una respuesta tanto eficaz como realista. Las iglesias deben optar, concienzudamente, pro desprenderse de toda esa capa de prejuicios que impiden salir de la concha de subdesarrollo que nos cobija. Es preciso definir si vamos a estar a la vanguardia de la iglesia, o tan sólo seremos un presbiterio del montón. Que otros presbiterios presuman de su liquides monetaria, de la cantidad de miembros, del celo evangelizador rayano en el fanatismo y la intolerancia. Que otros se enorgullezcan de la pompa de su culto y de la belleza de sus alfombras. Que otros celebren aniversarios eclesiásticos diciendo que ―nacieron grandes‖, mintiendo. Que otros más camine con una venda puesta en los ojos. El Presbiterio Juan Calvino tiene que superar todos esos vicios si quiere portar con dignidad ese nombre, si no, que se lo cambie. Es tiempo de cambiar, e incluso, de convertirse a la historia, de profundizar en ese compromiso al que el Señor nos llamó hace cuarenta, treinta, veinte, diez años. Caminemos.
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22.. LLA AR REEFFO OR RM MA A,, FFU UN ND DA AM MEEN NTTO OD DEE LLA AM MO OD DEER RN NIID DA AD D YY D DEE U UN NA AN NU UEEVVA A VVIISSIIÓ ÓN N EEC CLLEESSIIÁ ÁSSTTIIC CA A IIgglleessiiaa EEll D Diivviinnoo SSaallvvaaddoorr,, 2277 ddee ooccttuubbrree ddee 11999966
EXISTE UN CONSENSO GENERALIZADO ENTRE LOS HISTORIADORES DE PESO EN EL SENTIDO DE que la Reforma Protestante tuvo y ha tenido una relevancia que rebasa las fronteras de lo estrictamente religioso. Emile Leonard, al referirse a Juan Calvino, lo ha calificado de ―fundador de una civilización‖, para éste autor francés, la tarea de Calvino podía situarse de la siguiente forma:
Después de la liberación de las almas, la fundación de una civilización. Con Lutero, sus émulos y sus rivales, la Reforma había dado todo su mensaje propiamente religioso y teológico y las épocas siguientes no podían hacer otra cosa que repetirlo y completarlo. Mas Lutero se había interesado poco por la encarnación de este mensaje en el mundo secular, al cual aceptaba tal como era [...] Estaba reservado al francés y jurista Calvino el crear más que una teología un hombre nuevo y un mundo nuevo. El hombre ―reformado‖ y el mundo 1 moderno.
Su tradición, la reformada o, en nuestro caso, presbiteriana, heredó éste énfasis peculiar que ha sido la razón de ser de la iglesia que se ubica en su ámbito. Sin embargo, los reformadores, sus perspectivas y desafíos, se han vuelto unos desconocidos en sus propios territorios espirituales. La celebración de la
gran gesta del siglo XVI
se ha
convertido en nuestras iglesias en un monótono recordatorio de nombres, fechas y hazañas idealizadas que muy poco le dicen a nuestra situación. Los meses o semanas de la Reforma no profundizan en la necesidad cristiana de actuar en consonancia con sus postulados originales. La ausencia casi total de una sólida identidad reformada es una de las razones de las dificultades ideológicas y operativas que nos siguen enfrentando entre nosotros a luchas tan estériles como desgastantes. La más pertinente actualización de la herencia reformada tiene que buscarse primero en una atenta lectura e interpretación de las Escrituras; segundo, en una apasionada apropiación del principio protestante; y tercero, en una lectura inteligente y comprometida de los signos de los tiempos.
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Historia general del protestantismo. T. 1. Barcelona, Península, 1967, p. 263. 15
1. La sola Escritura: formación de un pueblo de lectores críticos El desapego y la falta de continuidad histórica con los ideales reformados no se puede resolver únicamente con acercamientos dogmáticos a la realidad de la Palabra divina. Se requiere una conciencia mucho más dinámica de la actuación de Dios por medio de Jesucristo tal y como se refleja en las Escrituras. Ejemplos hermenéutico-teológicos los constituyen las aportaciones de Lutero en el campo de la justificación, y de Calvino en el de la recuperación de la Ley. Para Lutero, las afirmaciones paulinas relativas a la justificación por la fe abren la puerta para que los cristianos disfruten de la verdadera libertad, es decir, de una libertad que libera de todas las esclavitudes. Si la justificación es la libe-ración completa de toda forma de culpabilidad, el creyente tiene ante sí la posibilidad del ejercicio de una fe alegre, plena, transformadora, completamente libre para expresarse en todas las relaciones y situaciones que vive. En La libertad cristiana, uno de sus escritos del año 1520 (fecha paradigmática en cuanto a la consolidación de su toma de conciencia), publicados en 1988 por la Secretaría de Educación Pública, señala: El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie./ El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos [...] En esto consiste la libertad cristiana: en la fe única que no nos convierte en ociosos o malhechores, sino antes bien en hombres que no necesitan obra alguna para obtener la justificación y salvación [...] El cristiano no vive en sí mismo sino en Cristo y el prójimo; en Cristo por la fe, en el prójimo por el amor [...] He aquí la libertad verdadera, espiritual y cristiana que libra al corazón de todo pecado, mandamiento y ley; la libertad que supera a toda otra como los 2 cielos superan la tierra.
La justificación rebasa así los marcos dogmático-eclesiásticos rigurosos para situarse como fundamento de una actitud moderna de libertad de todas las sumisiones, colocando a los seres humanos, cuyo prototipo es el hombre cristiano, redimido, por encima de las obediencias cerradas, enajenantes. Para Pablo el antecedente de este hombre es Abraham, a quien coloca por encima de la ley, que vendrá más tarde a cumplir su función, pero que no era el factor determinante de la justificación, la cual, desde antes de Cristo se realizó por la fe. Desde la cruz, la justificación tendrá unos alcances
2
M. Lutero, Escritos reformistas de 1520. México, Secretaría de Educación Pública, 1988 (Cien del
mundo), pp. 233, 239, 257. 16
inauditos, porque se refuerza la concepción de una salvación integral, liberadora de todas las alienaciones. En esta misma línea, Calvino siguiendo puntualmente a Pablo, reubicó el uso de la Ley de Dios a partir del concepto de su triple uso: el primero, en la historia de Israel, fue el que le permitió a este pueblo formarse y consolidarse como nación, dado que proyectó toda la vida social sobre el marco de la Alianza, y buscó dirigir cada momento de la existencia humana; el segundo, el pedagógico, representado dramáticamente en Romanos 7, enfatiza la necesidad humana de abandonarse a la gracia de Jesucristo y de depositar en él toda la carga de culpabilidades producidas por el legalismo que ve en la obediencia automática el sentido de la vida de fe; el tercero, el cristiano, visto como una suerte de reciclaje de la voluntad divina intemporal a través del prisma de Jesucristo, instala en el núcleo mismo de la fe una voluntad ética innegociable y profundamente libertaria. El acto creyente (en todas sus manifestaciones: piadosa, litúrgica, comunitaria, teológica) de la lectura bíblica se convirtió en Calvino en lectura e interpretación de los grandes instantes bíblicos de la historia de la salvación, es decir, en un ejercicio interpretativo, hermenéutico, de grandes alcances, que le dio privilegio, por sobre todas las cosas, a la soberanía divina tal como se manifiesta en el texto bíblico. En nuestras comunidades mucha gente se enorgullece de esta doctrina, pero se echa de menos su movilización dinámica, transformadora. Tenemos la obligación cristiana, espiritual, y pastoral, en consonancia con el espíritu reformado, de hacer de cada lector de la Biblia un sujeto crítico, responsable y decidido a llevar hasta sus últimas consecuencias las exigencias divinas, y de cada lectura e interpretación un acto colectivo y personal de conversión al espíritu de la Palabra. En nuestro medio eclesiástico se ha perdido en gran medida el celo escriturístico que nos permita hurgar continuamente en los desafíos que el Dios de la vida pone delante de su pueblo. Las grandes lagunas bíblicas que ahora nos atormentan, explican mucho de nuestra incapacidad hermenéutica, interpretativa para asumir los textos bíblicos en toda su intensidad. La formación bíblica sistemática que permita alcanzar los niveles de reflexión y de acción que estén a la altura de los tiempos que corren es uno de los grandes retos para la vigencia del gran principio reformado de la Sola Scriptura, el cual se ve amenazado, como antaño por nuestros falsos absolutos.
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22.. EEll pprriinncciippiioo pprrootteessttaannttee:: rreellaattiivviizzaarr ffaallssooss aabbssoolluuttooss yy ddeesseennm maassccaarraarr iinnm moovviilliissm mooss iiddoollááttrriiccooss Paul Tillich, uno de los grandes pensadores protestantes del siglo XX acuñó el concepto del principio protestante, para concentrar en él la gran aportación de la Reforma al mundo moderno. La razón de ser de este principio se encuentra en el espíritu profético de la protesta que en nombre del Evangelio se alzó en contra de cualquier forma de absolutización de poderes, ideologías o prácticas humanas. Tillich distinguió entre la realidad protestante —los grupos institucionalizados eclesiásticamente— y el principio que los anima. En La era protestante se planteó valientemente la pregunta sobre la vigencia de dicha era: ¿estaba muriendo el protestantismo como realidad histórica, estaba abandonando su alma a un cuerpo moribundo que ha de dejado de acomodarse a las experiencias de los tiempos? ―El protestantismo, inspirado por su principio de protesta profética contra la autoridad jerárquica, eclesiástica o política, que se envuelve a sí misma en el manto de lo sagrado, se mantiene opuesto a la tendencia hacia la centralización‖.3 El principio protestante, según las propias palabras de Tillich, ―No es una idea especialmente religiosa o cultural; no está sujeto a los cambios de la historia: no depende del aumento o disminución de la experiencia religiosa o del poder espiritual. Es el criterio definitivo de todas las experiencias religiosas y espirituales. Está en su misma base, sean conscientes de él o no‖.4 Richard Shaull lo ha expresado así: Los protestantes tienen que resistir todo intento de sacralizar y considerar libre de criticismo cualquier logro del pasado, cualquier forma de vida o cualquier estructura social. Ningún movimiento o partido, estructura social o sistema económico puede ser identificado con el Reino de Dios. Son creaciones humanas y pueden perder su visión creativa y enajenarse o ser utilizados por el poder para servir a intereses ajenos al servicio de la comunidad. Una fe vital en Dios nos obliga a exponer y denunciar enérgicamente todo intento de darle a cualquier logro humano o institucional un carácter de permanencia o de considerarlo sacro. 5 Esto es idolatría.
Leonardo Boff, analizando las intuiciones originales de Lutero y su aplicación en dicho principio, señala que ―el espíritu protestante desenmascara los ídolos religiosos y 3
Carl J. Armbruster, El pensamiento de Paul Tillich. Santander, Sal Terrae, 1968, p. 223.
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Cit. por C.J. Armbruster, op. cit., pp. 223-224.
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La Reforma y la teología de la liberación. San José, DEI, 199, p. . 18
políticos y rechaza simplemente legitimar el statu quo. Todo tiene que entrar en un proceso de conversión y cambio, es decir, liberarse de todo tipo de opresiones para ensanchar el espacio de la libertad para Dios y para la acciòn libre del ser humano‖.6 Esta es la intuición original del propio apóstol Pablo quien la misma carta a los Romanos (cap. 12) convoca a los creyentes de la capital del Imperio a no hacerse a la forma del momento, a superar las modas y los usos ideológicos, trascendiéndolos por medio de la renovaciòn del entendimiento. Este proyecto consistía en remontarse de los usos y costumbres para instalar en la vida eclesiástica un principio rector intemporal que se aplicase en todos los tiempos para percibir ―la buena voluntad de Dios‖. En los últimos tiempos parece como si el protestantismo se hubiera quedado sin protesta. Ya no levanta su voz en contra de los absolutos que se creen con atributos de eternidad. Rubem Alves ha observado estos peligros con agudeza e ironía llegando a señalar el gran peligro de un fracaso de los protestantismos históricos en el continente. Jean-Pierre Bastian también se ha referido a la ausencia de protesta de los protestantismos latinoamericanos actuales en el marco de sistemas que buscan legitimación religiosa a toda costa. Carlos Mondragón ha acuñado el concepto de ―letargo social‖ para definir la falta de participación de los protestantes mexicanos en muchos de los recientes acontecimientos del país. Los últimos señalamientos de Míguez Bonino sobre los rostros del protestantismo actual buscan, más moderadamente, reencauzar los rumbos de las iglesias históricas que, sin dejar de reivindicar su origen teológico, se inserten de verdad en las luchas de sus respectivas sociedades. La coyuntura del Presbiterio Juan Calvino: la rebelión no se sitúa en el marco del principio protestante. La continuidad 1969/1989/1996: la decisión histórica de abrir brechas inexploradas en el campo nacional a la luz de 1997/2000. 33.. LLaa lleeccttuurraa rreeffoorrm maaddaa ddee llooss ssiiggnnooss ddee llooss ttiieem mppooss:: ddeessaaffííooss ppaarraa aaffrroonnttaarr eell pprreesseennttee El neoliberalismo y lo que representa para la fe, vida y misión de la Iglesia. La necesidad de una especie de nueva Reforma que sacuda conciencias y hábitos. 6
L. Boff, ―Lutero entre la Reforma y la liberación‖, en Revista Latinoamericana de Teología, vol. I,
no. 1, enero-abril de 1984, p. 98. 19
La proyección existencial de la fe y la acción desde una herencia reformada bien asumida. La tantas veces diferida pero cada vez más impostergable reforma educativa (pedagógica e ideológica) de las Escuelas Dominicales y los departamentos de Educación Cristiana. El documento programático de 1991 y la autocrítica y renovación del Presbiterio.
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33.. EELL PPR REESSB BIITTEER RIIO O JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O:: U UN NA A PPEER RIIO OD DIIFFIIC CA AC CIIÓ ÓN ND DEE SSU UD DEESSA AR RR RO OLLLLO O C CO ON N VVIISSTTA ASS A ALL FFU UTTU UR RO O.. EEN NSSA AYYO OD DEE EEC CLLEESSIIO OLLO OG GÍÍA A SSO OC CIIO OLLÓ ÓG GIIC CA A PPaanneell:: PPaassaaddoo,, pprreesseennttee yy ffuuttuurroo ddeell PPrreessbbiitteerriioo JJuuaann C Caallvviinnoo,, IIgglleessiiaa EEll D Diivviinnoo SSaallvvaaddoorr,, 1199 ddee ffeebbrreerroo ddee 22000000 La comunidad (koinonía) no puede ser comprendida si tomamos como punto de partida la continuidad temporal de aquella institución (o instituciones) históricamente llamadas iglesias. Esto, porque la esencia de la comunidad no puede ser comprendida si se analiza desde la perspectiva del tiempo natural. El nombre "iglesia" designa estructuras que se perpetúan a través de un proceso de continuidad temporal, mientras que la esencia de la comunidad es un evento que depende de una opción existencial y de una actividad interpretativa. El origen de las "iglesias" no nos garantiza nada sobre su hoy; su amor de antes no nos garantiza nada sobre su amor de ahora [...] ¿Dónde está la Iglesia? O la encontramos como un remanente, oprimido, dentro de las estructuras eclesiásticas, confiando aún en las posibilidades de la Reforma, o como pueblo esparcido, ovejas dispersas, ansiosas de nuevas estructuras comunitarias que sean expresiones e instrumentos de amor y 7 libertad.
RUBEM ALVES
HACE CERCA DE NUEVE AÑOS, EN LA IGLESIA BETHEL, POR ENCARGO DE LA DIRECTIVA DE ESTE cuerpo eclesiástico, presenté un texto de análisis de los dos años que estaba cumpliendo el Presbiterio Juan Calvino.8 En aquella ocasión se intentaba hacer un perfil ideológico del presbiterio. Se hablaba del origen, remontándonos hasta las inquietudes que, en 1969, posibilitaron el surgimiento del Presbiterio Azteca, antecedente directo, y de los fundamentos eclesiológicos necesarios para relanzar el nuevo proyecto presbiterial. Se hacía también un somero análisis de sus componentes pastorales y eclesiásticos. Se subrayaba la necesidad de fortalecer los compromisos ideológicos, éticos e teológicos, con el fin de ser pertinentes en la situación de entonces. Finalmente, se denunciaban algunos vicios que aún arrastraba el presbiterio y que podrían, potencialmente, dañarnos. Hoy, a comienzos del año 2000, este presbiterio cumple 11 años de vida y necesita, de nuevo, relanzar su proyecto eclesial con nuevas miras y perspectivas. Para ello, somos 7
Rubem Alves, "Há algum futuro para o protestantismo na América Latina?", en Dogmatismo e
tolerancia. Sao Paulo, 1982, pp. 144-145, 147. Cursivas de L. C en el primer párrafo. 8
L. Cervantes-Ortiz, "Juan Calvino: el fundador, la tradición, el presbiterio. Hacia un perfil
ideológico del Presbiterio", 13 de abril de 1991, 5 pp. 21
de la opinión que, igual que antes, es preciso asumir un mínimo de compromisos firmes para que, como un cuerpo bien conjuntado, se abandone la inercia
que lo ha
caracterizado durante todos estos años, y se decida a arriesgar verdaderamente en el camino hacia el encuentro y práctica del Reino de Dios, que viene y pugna por hacerse presente en el mundo. Por lo anterior, considero que una revisión histórica y eclesiológica, fuertemente autocrítica, del devenir presbiterial puede servirnos, tanto a los fundadores como a los nuevos miembros (pueblo en general, iglesias, estudiantes, ancianos y pastores) a ubicar nuestra fe y nuestro trabajo en un horizonte común que nos encamine hacia mejores derroteros. Para tal fin, este escrito intenta manejar una metodología tanto eclesiológica como sociológica, esto es, la eclesiología como disciplina teológica y la sociología como instrumento de análisis del comportamiento de los actores eclesiales, en tanto integrantes de una comunidad. Cada periodo recibirá, por lo tanto, un tratamiento similar, atendiendo a las características y acciones de dichos actores, y al final se presentará una hipótesis interpretativa, eclesiológica, sobre lo expuesto. II.. D Deessddee llaa ffuunnddaacciióónn hhaassttaa llooss pprroobblleem maass eenn llaa IIgglleessiiaa JJeerruussaalléénn ((11998899--11999911)) 11.. A Auusseenncciiaa ddee ccoom mpprroom miissooss bbáássiiccooss ffoorrm maalleess,, iinnddeeffiinniicciióónn tteeoollóóggiiccoo--ppaassttoorraall La tradición menonita ha aprendido a desarrollar pactos locales en las comunidades, esto es, a explicitar convenios concretos a los que todos los integrantes pueden comprometerse, sin dejar de lado las grandes normas que rigen la vida de una denominación o confesión. En nuestro caso, suponer que todos los fundadores (iglesias, congregaciones, pastores, estudiantes) aceptaban los compromisos y el perfil ideológico propuesto cuando se sugirió la nueva conformación presbiterial, y más aún, que los nuevos integrantes los conocerían y aceptarían sin más, ha sido un error de origen. Tal vez, la herencia del proyecto de 1969 representaba un referente para algunos, pero lo cierto es que 20 años después, aquella idea primigenia se desgastó y debilitó entre las bases eclesiales, lo cual, como ahora, ha ocasionado la falta de relación orgánica, como debería de ser, entre las políticas locales y las del Presbiterio. El principal obstáculo a vencer en este defecto de marca son las leyes no escritas en todos los ámbitos. Naturalmente, muchas de ellas son las que han permitido la reproducción y sobrevivencia de una cultura eclesiástica que informa las prácticas y mentalidades que seguimos llevando a cabo. Lo malo es que dichas leyes, al no 22
explicitarse, pueden contribuir a perpetuar conductas que no siempre le sirven a la edificación de la comunidad. Un ejemplo de esto, lo constituye el hecho de que no ha bastado con eliminar el adjetivo de gobernante en el cargo de ancianos para extirpar los brotes autoritarios con que frecuentemente nos topamos. 22.. A Accttiivviiddaaddeess iinniicciiaalleess Siguiendo la inercia institucional de los departamentos, se creyó que los proyectos deberían canalizarse a través de ellos. Así, se realizaron algunos talleres de educación cristiana y evangelización, pero que no alcanzaron a concretarse en iniciativas de alcance más duradero. Sin abundar en la obsolescencia que, a estas alturas, muestra este sistema en el ámbito denominacional para proyectar la vitalidad de la iglesia en sus varios niveles, hay que reconocer que ha faltado imaginación y creatividad para encaminar la marcha de las comunidades. Aun así, surgieron proyectos como las "Jornadas Juan Calvino", que trataron de revivir los antiguos "Liceos teológicos" del desaparecido Presbiterio Azteca, así como la revista Encuentro, que, con todo y ser una propuesta informativa y reflexiva pertinente, no echó suficientes raíces en el campo presbiterial, sobre todo porque fue un proyecto casi unipersonal. Una suerte similar corrió el efímero boletín Basilea. Se mantuvo, por breve tiempo, el intercambio de púlpitos. La celebración del Día de la Reforma se sigue llevando a cabo con un culto unido. 33.. D Deesseennccuueennttrroo eennttrree aallgguunnooss m miieem mbbrrooss ((aanncciiaannooss yy ppaassttoorreess)) Muy desde el principio empezaron a aflorar desencuentros entre una línea de pastores y oficiales claramente alineados en la perspectiva conservadora, centrípeta, de la vida eclesiástica. Temerariamente, podría atribuirse este desentendimiento a la devaluación que ha sufrido la formación teológica en aras de la experiencia. En muchas reuniones iniciales fue notorio el desprecio que muchos oficiales manifestaron hacia las opiniones con matiz teológico que se vertían para tratar algunos asuntos del campo. Este desacuerdo se hizo más intenso a la hora de tratar de definir la postura presbiterial sobre la evangelización, dado que sigue siendo un dogma incuestionable, proveniente del endiosamiento de las modas anglosajonas, del estilo mercadológico para transmitir el mensaje cristiano. En julio de 1991, una comisión nombrada con ese propósito, hizo
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circular una antología de textos sobre el tema, que fue recibida con burlas por algunos ancianos, muchos de los cuales abandonarían el Presbiterio años más tarde. 44.. EEll ccoonnfflliiccttoo eenn llaa IIgglleessiiaa JJeerruussaalléénn La situación que, en nuestra opinión, marcó el final de este primer periodo, fue la que motivó la salida de Daniel Prince Alarcón del pastorado de la Iglesia Jerusalén, un espacio eclesiástico marcado por largos años de pastorados de clara tendencia conservadora y reproductora de actitudes determinadas por la clase social de la mayoría de los miembros. El pastorado de Prince, iniciado en 1986, se caracterizó por la conexión entre su línea de trabajo y la consolidación de un grupo más o menos homogéneo de miembros que habían recibido la influencia de algunos pastores en su participación dentro de la Unión Juvenil del Presbiterio Azteca. La lucha contra el autoritarismo consistorial alcanzó a polarizar las posturas, al grado de que cuando se cumplieron los 5 años de rigor, se habían definido claramente dos bandos y Prince señaló a miembros específicos del Consistorio como los obstáculos específicos para el avance de la iglesia. El asunto alcanzó al campo presbiterial y, en junio de 1991, en una reunión efectuada en Cuernavaca, Morelos, llegó a su máxima intensidad. Prince decidió abandonar el Presbiterio y hasta la denominación, hasta la fecha, luego de una breve temporada con el grupo que decidió retirarse de la iglesia Jerusalén. Esto último generó algunas expectativas sobre la posibilidad de echar a andar una alternativa eclesial diferente, basándose en los antecedentes de muchos de los miembros, cosa que no sucedió y el grupo se organizó como iglesia, adhiriéndose más tarde al Presbiterio de la Ciudad de México. Existe una generación casi completa de gente que, de haber recibido una orientación teológica más consistente, habría intentado llevar a cabo algún experimento eclesial más consistente y que aún no se ha repuesto de este conflicto. IIII.. D Deessddee JJeerruussaalléénn hhaassttaa llaa ssaalliiddaa ddee ddooss iigglleessiiaass yy uunnaa ccoonnggrreeggaacciióónn ((11999911--11999966)) 1. Pérdida acelerada del perfil original (teología, análisis, pertinencia) y agudización de vicios. La desbandada de 1991 aceleró el proceso de pérdida del perfil original del presbiterio y comenzó una etapa en la que, prácticamente, se vegeta solamente. Teológicamente, se comenzó a abandonar, literalmente, la herencia reformada, al dejar en el olvido cualquier referencia oficial a la figura de Calvino. Todavía en agosto de 1991 24
se celebró la fecha de su natalicio con una revisión de algunos temas de su teología. Este tipo de actividades dejó de ser visto como algo útil para la vida de las iglesias, quizá, en parte, por el avance de las nuevas orientaciones evangélicas: música light, ligada a cantantes de éxito (expresión litúrgica del neoliberalismo ya en boga), uniformidad progresiva del imaginario, la identificación indiscutible de los valores clase-medieros con el ethos evangélico (sobre todo el ascenso social alimentado ya por las afinidades tecnocráticas de corte salinista) e incluso una cierta complacencia ocasionada por el registro de la Iglesia Presbiteriana como asociación religiosa (quién lo diría, signo del enésimo proyecto de modernización impuesto por el poder para legitimarse al precio que fuese). Mientras tanto, algunos de los vicios denunciados en abril de 1991, se fueron agudizando: los proyectos personalistas, el rechazo de laicos a cualquier perspectiva teológica, el autoaislamiento de iglesias, la consolidación del fundamentalismo en las nuevas generaciones, e incluso la compra del silencio de pastores con jugosas indemnizaciones. A ello hay que agregar la cada vez más evidente debilidad e inmovilidad organizativa de la dirigencia presbiterial. La falta de convocatoria se manifestó en las frecuentes ocasiones en que ni siquiera se tenía el quorum para llevar a cabo las reuniones, a lo que también contribuyó lo que señalaremos a continuación. Como si se tratara de un presbiterio de talante conservador o represor, el recelo de muchos oficiales y laicos los llevó a organizarse marginalmente en una acción antipresbiterial que pretendía dar un golpe de estado en una reunión ordinaria. Ya se ha indicado de qué forma muchos ancianos e iglesias estaban alarmados ante algunas posturas teológicas contextuales, que aquí deben especificarse: la postura crítica acerca de la evangelización masiva y la defensa de los ministerios femeninos. Estos contingentes, influidos por panfletos de escaso nivel bíblico teológico (sobre todo el perpetrado por Bernabé Bautista) rechazaron los documentos de estudio encargados por el Presbiterio a Laura Taylor de Palomino y a Samuel Trujillo. Se ha subrayado arriba que, al parecer, estas personas creían que serían reprimidas si manifestaban de manera leal, con argumentos, su oposición. Cuando se discutieron los documentos mencionados, nadie aprovechó la oportunidad para dialogar y la actitud que prevaleció fue de rechazo y agresividad a todo lo que oliera a "teología modernista" o "de la liberación". Una situación extrema, en este sentido, ocasionó la renuncia del doctor Salatiel Palomino al pastorado 25
de la Iglesia Jerusalén, quien no toleró lo excesos de intolerancia, sectarismo y autoritarismo de los que fue objeto. A raíz de eso, Palomino se cambió de presbiterio, mientras varias iglesias comenzaron a invitar a pastores afines a sus posturas. Entre ellos puede mencionarse a Francisco Javier Delgado, M. Castillo y Uzziel Gallardo, quien en la Iglesia Antioquía, orquestó una serie de ataques frontales a las actividades del Presbiterio. Aunado a todo esto se dio una especie de secuestro de la directiva y de las políticas y acciones presbiteriales por una persona, quien aprovechando la representación y los recursos que le otorgaron la presidencia y otros puestos, manipuló al presbiterio en su conjunto. Un ejemplo de esto lo fue el único número de la revista Basileia, la cual, sin haber sido aprobada por el pleno, fue dirigida y armada por gente incondicional. El proyecto, para más señas, no continuó, en parte por elitismo con que fue concebido y porque, además, se agudizó también la crisis financiera con que siempre se había trabajado y que ocasionó la ausencia de proyectos viables. Por otra parte, y debido a las políticas predominantes a nivel local y a la falta de apoyo, salieron del presbiterio otros dos pastores: Francisco Ruiz y Samuel Trujillo, quien fallecería en febrero de 1997, y quien no ha sido reconocido suficientemente por sus aportaciones a la iglesia nacional. Otro elemento a destacar, y que ha sido un signo de esta crisis, es la desatención pastoral a algunas congregaciones, debida también al manejo discrecional del campo para beneficio de unos cuantos, lo que ya ha ocasionado la renuncia a la membresía presbiterial, por la natural influencia de otras áreas presbiteriales y eclesiásticas.
2. Rebelión de ancianos y pastores, abandono y traición de oficiales, dirigentes y estudiantes. Convencimiento abusivo y sectario de iglesias en la búsqueda (infructuosa finalmente) por organizar un nuevo presbiterio.
3. Inconsistencia de estudiantes (para renovar cuadros pastorales): salida de candidatos propios (Nehemías García Coronel, Felipe Tovar Hernández Jr., Rodolfo Ángel Navarrete Arrieta, Antonio Hernández, Elizabeth Tovilla, Gerardo Lozano, Jacinto Hernández Lázaro, Octavio Hernández, estos dos últimos, unidos a la rebelión y, desde antes, en permanente crítica negativa de la teología original del presbiterio), inconstancia y salida de nuevos integrantes (Daniel Rodríguez de León, Erasmo González Castro). 26
IIIII.. D Deessddee 11999966 hhaassttaa eell m moom meennttoo 1. Laxitud directiva: control unipersonal de políticas y recursos. Inercia eclesiástica. 2. Acciones arbitrarias y discrecionales para sancionar a sólo a algunas iglesias. Intentos de convencimiento coercitivo a miembros para apoyo de acciones. 3. Indefinición política al interior de la Asamblea General: cabildeo errático de los asuntos derivados de la rebelión de ancianos y pastores. Desinterés y falta de dignidad ante las decisiones de la Asamblea General en julio de 1998 con respecto al Seminario. 4. Inaplicabilidad negociada de sanciones a miembros simpatizantes del movimiento. 5. Ausencia de estudiantes propios e ingreso de estudiantes egresados (Silfrido Gordillo, Daniel Cervantes, Nahum Vicente Magaña, Sergio Hernández, Alberto Arenas, Hugo Gallardo). Posibilidad de una renovación pastoral. 6. Irregularidades eclesiásticas locales. IIVV.. U Unnaa hhiippóótteessiiss iinntteerrpprreettaattiivvaa:: eecclleessiioollooggííaass eenn ccoonnfflliiccttoo Ciertamente es, y será siempre, una utopía la Iglesia de nuestros sueños: alegre, libre, humilde, profética, tolerante, democrática, liberadora, al servicio total del Reino de Dios. El inventario descrito líneas arriba remite a la existencia real de un conjunto de comunidades, con sus virtudes y defectos. La primera descripción de la iglesia de este tipo se encuentra en Apocalipsis 2 y 3 y de sus lecciones de análisis eclesiológico hay todavía mucho que aprender. Hay por allí un estudio de Norbert Lohfink que plantea, desde su título, el dilema de los orígenes de la comunidad cristiana: La Iglesia que Jesús quería.9 Este título sugiere que en el propio Jesús de Nazaret existió la utopía de soñar o imaginar una forma determinada de Iglesia al servicio del Reino de Dios, y abunda en las instrucciones, más prácticas que teóricas, que Jesús dejó y que los evangelistas plasmaron en sus textos. Compartir dicha utopía hoy, no sólo en relación con la Iglesia, pero particularizando en ella, implicaría tratar de encontrar en la Escritura el perfil de la comunidad anhelada por Jesús, para luego sumarse a su construcción. Ello supone, por la naturaleza misma del Reino, una conversión radical encaminada hacia un sólido compromiso humano transformador. Lo cual suena muy bien, aunque se complica mucho cuando uno tiene que escoger entre formar un nuevo grupo o adherirse a los ya establecidos. La primera opción casi inevitablemente nos conduce al sectarismo, lo que 9
N. Lohfink, La Iglesia que Jesús quería. Bilbao, Descleé de Brouwer, 1986. 27
implica aislamiento, oposición, excesos y, cuando bien nos va, la posibilidad de ejercer la libertad para escoger sus creencias. La segunda, que creo es nuestro caso, nos ha llevado a participar en una comunidad histórica que remite sus orígenes nada menos que hasta un conjunto de reformas religiosas llevadas a cabo en Alemania y en Suiza, ¡en el siglo XVI!, lo cual quiere decir que ya ha pasado bastante agua debajo del puente. Pero, casualmente hay por allí otro libro que se llama Las iglesias que los apóstoles nos dejaron, de Raymond Brown,10 un experto en la literatura juanina, escrito desde una óptica crítica bastante desusada para la mayoría de nosotros. Allí se expone cómo, aun antes de terminar el primer siglo de nuestra era, los primeros dirigentes cristianos, por separado, aplicaron a la forma, a la mentalidad y a la práctica de las comunidades una interpretación determinada de lo que podría llamarse la voluntad eclesiológica del Señor. La tesis más difícil de digerir para nosotros sería aquella que apunta hacia el inevitable perfil plural de las comunidades de creyentes de aquella época. Es decir, que lejos de la imagen establecida (por años de tradición dogmática incuestionada) de una Iglesia única, monolítica, ya desde el Nuevo Testamento está presente, y muy viva, una eclesialidad pluriforme, desconocida para nosotros. Dicho en palabras de Pablo Richard: le ha resultado más conveniente a las estructuras eclesiásticas oficiales mantener como ortodoxa esta imagen de unidad, con el fin de atacar como heréticas a las posturas que se pronuncian por la pluralidad eclesiológica.11 Las dos obras mencionadas, muy cercanas en su intención entre sí, plantean el dilema bíblico-teológico que las comunidades cristianas han enfrentado, de manera desigual y contingente, a lo largo de veinte siglos: cómo encarnar el ideal eclesiológico de Jesús sobreponiéndose, al mismo tiempo, a la fuerte tentación de imponerse, como absolutos por su pretendida suficiencia e inapelabilidad, criterios históricos, humanos, perfectibles, para alcanzar dicho ideal. Juan Calvino, por ejemplo, manejaba una distinción tajante entre lo que más tarde se conocería como Iglesia visible e Iglesia invisible, recurriendo al hecho, teológicamente indiscutible, de que únicamente Dios conoce a los auténticos miembros de su Iglesia (la invisible), aun cuando la membresía
10
R. Brown, Las iglesias que los apóstoles nos dejaron. Bilbao, Descleé de Brouwer, 1998.
11
Cf. los números dedicados por la Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana ( RIBLA) al
tema de los cristianismos originarios (22, 1996), extrapalestinenses (29, 1997) y al evangelio de Mateo (27, 1998). 28
exterior, burocrática, institucional y estadística, incluya a muchas personas y excluya a otras, integrantes potenciales desde la óptica divina. 12 Con ello se echa por tierra, entre otras cosas, el proverbial orgullo actual de tantas iglesias locales y denominaciones a la hora de hablar de sus membresías y recursos. Las teologías actuales, incluyendo entre ellas a la latinoamericana, dan cuenta de la matización o superación de muchas distinciones eclesiológicas (marcas de la iglesia verdadera, religión verdadera, cristianismo-paganismo, etcétera). Una de ellas es precisamente el reconocimiento de la convivencia de eclesiologías diferentes en el seno de
las
instituciones
eclesiásticas
(en
las
que
prevalece
oficialmente
alguna,
hegemónicamente, y tiende a descalificar y perseguir a las demás) y fuera de ellas (como el caso del Estado mexicano, que aplicó y aplica, a todas las asociaciones religiosas que ha reconocido, sin respetar sus características peculiares, una eclesiología basada en la presencia de la Iglesia católica, mayoritaria). Así, es posible, y deseable, confrontarlas para evaluar, sobre todo, la relación que establecen entre Iglesia y Reino de Dios. Entre nosotros, y sin afán de polarizar el debate, conviven diversas eclesiologías cuya armonización es sumamente problemática.
12
Cf. el magnífico estudio de Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino. Madrid,
Cristiandad, 1975. 29
30
44.. PPR REESSB BIITTEER RIIO O JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O:: 2200 A AÑ ÑO OSS D DEE PPEER REEG GR RIIN NA AJJEE EEC CLLEESSIIA ALL 1155 ddee ffeebbrreerroo,, 22000099
NO RESULTA SENCILLO RESUMIR 20 AÑOS DE VIDA, Y MÁS TODAVÍA CUANDO SE HA SIDO testigo directo de ese transcurrir tan cercano y entrañable. Enunciaré, entonces, algunos de los aspectos más significativos de este aniversario, dignos de mencionarse en este tiempo tan breve.
1.
El Presbiterio Juan Calvino nació en febrero de 1989, en medio de una coyuntura eclesiástica que, de alguna manera, reprodujo lo sucedido cuando 20 años atrás, en 1969, surgió el Presbiterio Azteca, es decir, ante la necesidad de una práctica más fresca, contextual y autocrítica de la tradición reformada en nuestro medio mexicano.
2.
En ese sentido, el nuevo presbiterio planteó desde un principio la continuidad con aquel proyecto y la búsqueda de una mayor pertinencia en todas las áreas de la experiencia cristiana.
3.
En primer lugar, el presbiterio que lleva el nombre del reformador francés, estableció un sólido compromiso con la reflexión teológica reformada, calvinista y con perspectiva latinoamericana.
4.
Ese mismo año de 1989, en el mes de noviembre, la primera directiva tomó la determinación de pronunciarse para protestar por el asesinato de los jesuitas salvadoreños encabezados por el teólogo Ignacio Ellacuría.
5.
El proyecto denominado Secapaz (Seminario de Capacitación del Presbiterio Azteca) tuvo continuidad, entre 1989 y 1991 como Seminario de Capacitación Juan Knox (Secap), con lo que se confirmó la vocación teológica y formativa del presbiterio.
6.
Promoción de los ministerios de la mujer en la iglesia, a pesar de los múltiples obstáculos externos e internos que le han ocasionado a nuestro cuerpo eclesiástico serias tensiones.
7.
Elaboración de una postura reformada firme sobre la evangelización y las misiones en respuestas a las tendencias neo-misioneras provenientes de iglesias ajenas al campo de la Iglesia nacional.
8.
Las revistas Basileia y Encuentro fueron esfuerzo editoriales acordes con la vocación teológica, literaria y de comunicación que ha caracterizado al presbiterio. La visión de 31
algunos pastores y laicos en ese sentido permitió que este cuerpo eclesiástico permaneciera a la vanguardia en este terreno. Especial reconocimiento merecen los Presbíteros Abel Clemente Vázquez y Felipe Martínez Medrano. 9.
En 1996 se enfrentó una fuerte convulsión ocasionada porque algunos elementos no comulgaban con la orientación
10. Formación de pastores que han emigrado a otros cuerpos eclesiásticos para llevar las lecciones aprendidas 11. La renovación del Presbiterio 12. Participación en proyectos nacionales
Miembros fundadores en la presencia del Señor Samuel Trujillo González, fallecido el 20 de febrero de 2007 Daniel Prince Alarcón, fallecido el 31 de marzo de 2006 Alberto Téllez Reséndiz, fallecido el 1 de junio de 2008 Esmirna Gómez de Dzul
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55.. B BR REEVVEE R REEC CU UEEN NTTO OD DEE LLO OSS O OR RÍÍG GEEN NEESS YY D DEESSA AR RR RO OLLLLO OD DEELL PPR REESSB BIITTEER RIIO O JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O*** 2288 ddee eenneerroo ddee 22001122 O Orrííggeenneess …no basta concebir que Dios tenga sus elegidos si no comprendemos al mismo tiempo la gran unidad de la Iglesia, de tal forma que nos persuadamos de que estamos como injertados en ella. Porque si no estamos unidos con todos los demás miembros bajo la única Cabeza, Cristo, no esperemos conseguir la herencia que esperamos. J. CALVINO, Institución de la Religión Cristiana, IV, I, 2
NO SE PUEDEN ENTENDER LOS INICIOS DEL PRESBITERIO JUAN CALVINO, SURGIDO EN FEBRERO de 1989, sino se profundiza un poco en la dinámica que inició veinte años atrás cuando se organizó el Presbiterio Azteca. La intención de abrir la vida de las iglesias presbiterianas del área metropolitana de la Ciudad de México a una visión teológica más contextual y que fuera capaz de superar el conservadurismo fundamentalista hizo que un grupo de pastores y laicos de varias iglesias forjaran un proyecto diferente que se estableció como una perspectiva viable de trabajo y misión, a pesar de la previsible oposición que enfrentó en algunos sectores de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM), que acusaron al nuevo presbiterio de ―modernista y liberal‖. Uno de los aspectos más relevantes de la práctica eclesial del Presbiterio Azteca fue su interés en promover la teología como razón de ser de la Iglesia. Influidos por el pensamiento de John A. Mackay, varios de los pastores fundadores, algunos de ellos profesores de seminario de larga trayectoria, aun cuando no se logró que todos hicieran estudios de posgrado, desarrollaron actividades de divulgación del pensamiento teológico en las iglesias. Una de ellas fue la celebración de ―liceos teológicos‖, pequeñas reuniones para presentar conferencias breves sobre temas bíblicos o doctrinales en los que participaban activamente miembros de las diversas comunidades. En la misma línea, otra labor fundamental fue la participación del presbiterio en la fundación de la Facultad Latinoamericana de Teología Reformada como parte de la naciente Comunidad Teológica *
www.iglesiapresbiterianadetexcoco.wordpress.com/breve-recuento-de-los-origenes-y-desarrollodel-presbiterio-juan-calvino. 33
de México, cuyo primer rector, el doctor Benjamín Briseño, pertenecía al presbiterio. Esta participación decididamente ecuménica también produjo mucha desconfianza e incomprensión en el seno de la INPM. Otros pastores relevantes en ese proceso fueron Abel Clemente, Salatiel Palomino y Ángel Reynoso Macías. Entre las décadas de los 70 y 80 los dos primeros fueron moderadores de la Asamblea General de la INPM, el presbítero Palomino fue rector del Seminario Teológico Presbiteriano (STPM) y el presbítero Macías, decano del mismo. Y es que si en 1969 la idea de formar un presbiterio con esta proyección se concretó mediante el esfuerzo de varias congregaciones e iglesias, para 1989, con el recambio natural y la incorporación de nuevos integrantes provenientes de otros espacios presbiteriales,
el
proyecto
inicial
comenzó
a
adquirir
características
distintas,
especialmente debido al liderazgo cada vez más visible de tres iglesias consideradas ―ricas‖ (Príncipe de Paz, Puerta de Salvación y Dios es Amor) cuyas iniciativas evangelizadoras y misioneras comenzaron a chocar con los principios que orientaron la vida del presbiterio. El ingreso de la Iglesia El Divino Salvador en 1976 representó un hito en la vida del presbiterio, pues con ese acontecimiento se realizó una especie de ―reconciliación simbólica‖ entre quienes permanecieron allí durante el pastorado de Eleazar Z. Pérez, personalidad dominante de la INPM, y por cuya influencia dicha iglesia permaneció independiente hasta su muerte en 1968, y quienes formarían la Iglesia Príncipe de Paz luego de un fuerte conflicto a principios de los años 50. En la segunda mitad de la década de los 80 cuando se integraron otros pastores al presbiterio, pero lamentablemente sin compartir del todo la visión original del proyecto, lo que motivó ciertas tensiones al interior de las directivas y de los departamentos de trabajo. Especialmente ante el ingreso del Pbro. Samuel Trinidad, quien recientemente había presidido la Asamblea General de la INPM, comenzaron a surgir dudas sobre el mantenimiento de los ideales que le dieron origen al cuerpo eclesiástico. Paralelamente, y a iniciativa del Pbro. Samuel Trujillo, acaso el más radicalizado en algunas de sus posturas de análisis social y con una larga trayectoria en el ámbito de la Educación Cristiana, desde 1987 comenzó a funcionar el Seminario de Capacitación del Presbiterio Azteca (Secapaz), surgido para estimular a hombres y mujeres en la reflexión bíblica y teológica. La sede de este seminario fue El Divino Salvador, decisión que muestra cómo
34
se comenzaron a trabajar algunas estrategias que hicieran un cierto contrapeso a la influencia financiera y de políticas misioneras provenientes de la Iglesia Príncipe de Paz. A fines de 1988, cuando se advirtió que esta iglesia y su nuevo pastor tratarían de influir en o incluso controlar la marcha del presbiterio, cuyo equilibrio de fuerzas se había mantenido con mucho trabajo, algunos pastores y candidatos al pastorado comenzaron a reunirse para plantear la posibilidad de que, aprovechando la celebración del vigésimo aniversario de organización del Presbiterio Azteca, pudiera organizarse un nuevo cuerpo que llevaría el nombre del reformador francés Juan Calvino, como alternativa viable ante lo que se veía venir, entre otras cosas, como un embate neo-misionero estadunidense conservador, lo cual efectivamente sucedería en los años 90. Las reuniones preparatorias se llevaron a cabo en la Sociedad Bíblica de México gracias a los oficios y la orientación del presbítero Abel Clemente Vázquez. Ciertamente esa iniciativa se ―contaminó‖, por así decirlo, por la presencia de algunos pastores que únicamente se unirían al nuevo proyecto eclesiástico por cuestiones personales y de amistad. Se llevó a cabo una planeación estratégica básica y se definió progresivamente con quiénes se contaría para aprobar la propuesta que se llevaría al pleno del Presbiterio Azteca en la reunión ordinaria y de aniversario, en febrero de 1989. Se hicieron los contactos con el Sínodo, cuyo presidente dio la anuencia para tal fin y quien estuvo presente en la reunión que, por cierto, se llevó a cabo en la Iglesia Príncipe de Paz. Los actos celebratorios por el aniversario se realizaron en el Hotel Bamer, de la Avenida Juárez. Se presentó la solicitud a la directiva, se informó que se contaba con la autorización del Sínodo y allí mismo se hizo la declaratoria de organización, previa votación. Paradójicamente, la reunión organizativa, primera ordinaria, tuvo lugar allí mismo y con ella comenzó la marcha de un presbiterio que tomaba la estafeta de su antecesor. Simultáneamente, quienes quedaron en el Azteca, asumieron que no procedía que siguieran llevando ese nombre, y en un acto de reconocimiento, tácito si se quiere, pero elocuente, de que no compartían los ideales de aquel proyecto, y se constituyeron como Presbiterio Berea.
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D Deessaarrrroollloo
Pues creemos que hay Iglesia para estar persuadidos de que somos miembros de ella. Porque de tal manera esta fundada nuestra salvaci6n, que aunque el mundo entero se bambolee, nuestra certeza de salvaci6n permanecerá en pie y no caerá. J. CALVINO, IRC, IV, I, 3
Ya libres de las presencias que se consideraron como riesgosas para el nuevo cuerpo eclesiástico, el Presbiterio Juan Calvino comenzó su caminar en medio, nuevamente, de críticas tanto externas como internas, pues muchos militantes de iglesias locales y organizaciones (como la Unión de Sociedades Femeniles) no dejaron de mostrar su inconformidad porque no habían sido consultados ante el paso que se había dado. Se hizo memoria que veinte años atrás sucedió algo similar al La única iglesia que votó congregacionalmente su salida del Presbiterio Azteca fue Bethel, de la colonia Olivar del Conde. En el campo de la INPM las críticas apuntaron, una vez más, en el mismo sentido que antes, pues varios de los pastores antiguos y otros más jóvenes siguieron colaborando en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Inició entonces la labor de organización de cada área: femenil, de intermedios, juvenil, y se consideró muy necesario articular de una manera más orgánica a los oficiales de las diversas iglesias, para lo que se hicieron varias reuniones de ancianos y diáconos. Además, en el terreno educativo, se celebraron varios congresos de escuelas dominicales y el presbiterio tuvo entre sus filas varias generaciones de estudiantes, hombres y mujeres, algunos de los cuales, con el paso del tiempo, se integraron a otros cuerpos presbiteriales. Una de las primeras acciones del nuevo cuerpo eclesiástico fue reestructurar y relanzar el plan de trabajo del Secapaz, renombrado ahora Seminario de Capacitación John Knox (Secap), que continuó sus labores hasta 1991, aproximadamente. Otra fue, en noviembre de 1989, la reacción oficial ante la masacre de profesores jesuitas en la Universidad Centroamericana de El Salvador. Entre 1991 y 1993 se publicó la revista Encuentro, un órgano informativo y de reflexión que se hizo eco de la vida de las comunidades y funcionó como un efectivo recurso educativo y de promoción teológica. En 1991 concluyó el periodo pastoral del presbítero Daniel Prince en la Iglesia Jerusalén, lo que ocasionó fuertes tensiones al interior del presbiterio, al grado de que este pastor, quien había fungido como secretario, se desvinculó del cuerpo eclesiástico. 36
Esto coincidió con el regreso a México del doctor Salatiel Palomino, graduado como tal por el Seminario de Princeton, quien fue llamado por esa iglesia, pero lamentablemente su paso por ella se vio empañado por la actitud de algunos integrantes del Consistorio que trataron de imponer su visión conservadora al nuevo pastor, quien se vio forzado a renunciar. El doctor Palomino se reintegró también a las labores docentes en el STPM junto con su esposa, la presbítera Laura Taylor. A ambos y al presbítero Trujillo el presbiterio les encargó la tarea de elaborar, en 1993, estudios relacionados con el ministerio de las mujeres, los cuales se presentaron en reuniones ordinarias y se aprobaron como parte de la definición de su postura oficial a favor de la ordenación de las mujeres a los tres oficios eclesiásticos. Entre 1994 y 1998, el presbítero Clemente fue rector del STPM y otros pastores siguieron colaborando allí. Ante los cambios constitucionales en materia religiosa, entre 1991 y 1992, el presbiterio participó activamente en la discusión interna que tuvo la INPM y dio los pasos formales para su registro derivado. Para ello, se dio a la tarea de redactar un reglamento interno y seguir todos los pasos para que cada iglesia y congregación tuviera en regla sus documentos de propiedades e instalaciones. En ese aspecto, fue muy relevante la labor del licenciado Juan Chávez Larriva, anciano de la Iglesia Jesús de Nazaret, quien junto con el pastor Clemente participó intensamente en la redacción de los nuevos documentos legales de la INPM. Siempre resultó paradójica la aceptación de los dones de estos y otros hermanos en el seno de dicha iglesia nacional, a pesar de sus supuestas desviaciones teológicas o doctrinales. En febrero de 1995, la iglesia Nazaret ordenó a la hermana Evangelina Corona como primera mujer Anciana de Iglesia, lo que generó muchas inconformidades y el presbiterio, a contracorriente de su reconocimiento a los ministerios femeninos, ―degradó‖ a dicha iglesia al disolver el Consistorio y aplicar la disciplina en vista de que éste se negó a dar marcha atrás en su decisión e incluso se solicitó al pastor saliente que convenciera a dicho cuerpo para su retractación, algo a lo cual se negó. Esta actitud presbiterial se produjo estratégicamente (según los argumentos de la directiva del momento) ante las eventuales sanciones que los cuerpos eclesiásticos superiores podían ejercer. Un año después, en 1996, justamente a propósito de la percepción de apoyo del presbiterio a la ordenación de las mujeres por parte de varias iglesias y congregaciones (El Divino Salvador, Jerusalén, Jesucristo Redentor Perfecto, El Buen Pastor, de la 37
colonia Caracol…), se gestó un movimiento de rebeldía al interior de las mismas en la forma de reuniones irregulares de consistorios y oficiales que pretendían, ya fuera protestar ante la directiva o, definitivamente, abandonar el presbiterio y organizar uno nuevo. El asunto se manejó, al principio, con mucho cuidado y diálogo, pero la situación se complicó y generó diversos desencuentros, como los de Leonel Rivera y Felipe Tovar pastores que dirigieron la revuelta. El primero, en ese momento pastor oficiante de El Divino Salvador, reconsideró su postura y permaneció al frente de dicha iglesia ante la posibilidad de ser sustituido. El segundo, junto con las demás iglesias y congregaciones, salió del presbiterio Juan Calvino. El secretario de la directiva en funciones, Fernando Sánchez Silva, se negó a entregar la documentación ante el pleno del presbiterio. Entre 1997 y 2002, aproximadamente, la marcha del presbiterio se adaptó a las nuevas circunstancias y algunos miembros se integraron también. Ciertamente, hubo cambios operativos, pero la línea original se mantuvo, a pesar de todo. El periodo de la presidencia y participación del presbítero Carlos Tamez Luna se caracterizó por el establecimiento de contactos que fortalecieron ideológicamente las posturas del presbiterio. En 2004, el presbiterio volvió a fijar su postura acerca de los ministerios ordenados de las mujeres a través de un documento que fue consensuado y aprobado por el pleno. Un par de pastores redactó documentos de estudio para tal fin. En 2006, en el concilio teológico convocado por la Asamblea General de la INPM para tratar el tema, el presbiterio hizo sentir su visión del asunto, aunque finalmente la votación fue adversa. En 2007, el presbiterio se inconformó ante la aprobación y juramentación de la nueva Constitución de la INPM, documento que no aceptó y ante el cual presentó también su inconformidad de manera oficial en 2008, junto a otros presbiterios que también lo hicieron. Para entonces, ya se había renovado prácticamente por completo la composición de sus integrantes, pues algunos pastores fallecieron o salieron del mismo. En 2009, para celebrar los 500 años del nacimiento del reformador Juan Calvino, el presbiterio fue el cuerpo eclesiástico que de manera más visible organizó la conmemoración y en su culto por el vigésimo aniversario de organizado destacó el valor de su herencia teológica reformada. Con ello en mente, aprobó desde 2010, a través de un nuevo acuerdo votado mayoritariamente, su posición a favor de la ordenación de las mujeres, que presentó y defendió oficialmente en el concilio teológico de agosto de 2011, también mediante la presentación de ponencias de dos de sus miembros, Amparo Lerín y 38
Alberto Arenas. La hermana Lerín había sido recibida formalmente como candidata al Santo Ministerio, pues el presbiterio dio reconocimiento y validez al Licenciamiento como Predicadora que le otorgó el Presbiterio de la Ciudad de México. La representación presbiterial en dicho concilio, en la que no participaron integrantes de la directiva por haberlo decidido así el pleno en reunión ordinaria, porque el presidente, presbítero Ananíes Laguna Coyoc, en una reunión de la Asamblea General abiertamente expresó que se sometería a la mayoría de votación en este cuerpo (situación para lo cual no estaba facultado), asumió con claridad la postura oficial. Posteriormente al concilio mencionado, el directivo mencionado, el secretario, presbítero Edwin Ignacio Herrera (cuya formación teológica es, a todas luces, deficiente) y el tesorero (también de la directiva de la Asamblea General), Anciano de Iglesia Juan José Maldonado, se declararon ―incompetentes‖ para aplicar los acuerdos del cuerpo máximo de la INPM, sin acuerdo de por medio, por lo que fueron desconocidos y removidos de sus cargos, aun cuando han hecho tratos con la nueva directiva del Sínodo para seguir fungiendo, aunque de manera espuria, con una representación que ya no tienen. De ahí que la nueva directiva tiene la posibilidad de continuar o tomar una determinación ante los atropellos de los cuerpos superiores que desean imponer la disciplina derivada de los acuerdos de agosto de 2011.
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66.. EELL EESSPPÍÍR RIITTU UD DIIVVIIN NO O FFU UN ND DA A,, EEN NJJU UIIC CIIA A YY R REEN NU UEEVVA A SSIIEEM MPPR REE LLA A IIG GLLEESSIIA A ** ((A Appooccaalliippssiiss 22..11--1177))*
XXXXIIIII AAnniivveerrssaarriioo ddeell PPrreessbbiitteerriioo JJuuaann C Caallvviinnoo,, IIgglleessiiaa EEll D Diivviinnoo R Reeddeennttoorr,, TTeexxccooccoo,, EEssttaaddoo ddee M Mééxxiiccoo,, 2266 ddee m maayyoo,, 22001122 Soy protestante. Pero usted ya debe haber percibido que mi amada está ausente. Mi protestantismo es una nostalgia y una esperanza. Esta es la razón por la que siento una enorme necesidad de leer a los padres de la Reforma y una compulsión por oír el viento del Espíritu, 13 para ver dónde se puede soltar una cometa.
RUBEM ALVES
ESTAMOS EN TIEMPOS DE CELEBRACIÓN: 140 AÑOS, O EN REALIDAD MÁS, DE LA PRESENCIA presbiteriana en este país, 65 de institucionalización y, en nuestro caso, 23 de existencia. Hay que decir, además, que la de hoy es una celebración alternativa, disidente, pues hace ya tres meses que hubo otra, avalada por la cúpula de la INPM, 14 aunque con un espíritu muy diferente al que nos reúne ahora, pues las relaciones históricas auténticas tarde o temprano son sacadas a la luz. Ciertamente, toda celebración puede ser ambigua y prestarse al debate, pero la esencia de una acción de gracias por el tiempo transcurrido radica en la forma en que nos situamos ante los acontecimientos o luchas específicas. Lo peor que le puede pasar a quienes celebran en el ámbito eclesiástico es que los domine el triunfalismo, aquella actitud a la que Martín Lutero y muchos otros han denominado ―la teología de la gloria‖, esto es, una visión centrada en la carrera invicta de la iglesia en medio de un mundo que o se le opone sin remedio, o se le somete. La coyuntura presente, signada por un eventual conflicto, coloca a los actores de las celebraciones en terrenos no necesariamente opuestos. Por otro lado, quienes nos hemos visto forzados a salir del cobijo institucional no somos mejores ni peores, como tampoco lo son quienes permanecen allí. En múltiples sentidos seguimos inmersos en un conflicto de interpretaciones, como en un espacio jurídico, sobre muchos asuntos relacionados con la *
La versión completa de este sermón, tal como fue expuesto, puede verse en video en: www.yotube.com/watch?v=xZjHPu5V6qs 13 R. Alves, ―‗...O vento sopra onde quer...‘. Confissões de um protestante obstinado‖, en Tempo e Presença, núm. 169, julio de 1981, p. 22. 14
―XXIII Aniversario del H. Presbiterio Juan Calvino‖, en http://presbiterianosag.com.mx, 21 de
febrero de 2012. 41
vida y misión de la iglesia. Nuestra tradición nos exige ser críticos y autocríticos siempre, aun a costa de nuestros más preciados 11.. EEll EEssppíírriittuu ffuunnddaa llaa IIgglleessiiaa No queda lugar a dudas acerca del origen de la Iglesia, en continuidad y discontinuidad con el judaísmo, según los Evangelios y el libro de los Hechos. La nueva comunidad iniciada por Jesús de Nazaret comenzó a situarse en un estatus diferente de manera progresiva y entendió su lugar en la historia de la salvación como un momento renovador del cosmos y de la historia humana, simultáneamente. Si Jesús promovió el surgimiento de una comunidad diferenciada dentro del judaísmo, lo hizo porque atisbó y anunció la transformación de todas las relaciones humanas La Iglesia no existe como resultado del capricho de nadie, personal o colectivo, pues su existencia depende del Espíritu. Hablando de la Ecclesia como aspiración histórica y teológica, escribe Emil Brunner: ―La Ecclesia de que hablan los apóstoles no era, pues, simplemente una teoría o ideal brotando de la visión de Cristo. Era, sobre todo, la esfera de la nueva vida fundada en el hecho histórico de la redención por medio de Jesucristo, y en su presencia efectiva y su poder como la Cabeza viva del cuerpo‖.15 El Espíritu fundó la Iglesia en medio de condiciones adversas para la comprensión de su intervención en la dinámica del pueblo de la alianza y de una cadena de oposiciones que, al menos en el las comunidades joánicas se resolvieron mediante una actitud de testimonio crítico ante las demás manifestaciones del cristianismo intra y extrapalestinense. Para ganarse un lugar como ―comunidades del Espíritu‖ debió haber una diferenciación dentro y fuera de los mismos grupos. De ahí la intensidad con que el Espíritu se dirige a las comunidades cristianas de resistencia del Asia Menor para considerar su presencia y actuación en vistas de su papel de suscitador de las mismas. El trasfondo del culto imperial romano hacía particularmente difícil su existencia como comunidades alternativas y la afirmación de que sólo Jesús era el Señor (Kyrios) las colocaba en una posición difícil. El Espíritu de Cristo es el que funda la Iglesia y quien mantiene viva su presencia en la comunidad.
15
E. Brunner, El malentendido de la Iglesia. Guadalajara, Ediciones Transformación, 1993, p. 110. 42
22.. EEll EEssppíírriittuu eennjjuuiicciiaa llaa vviiddaa ddee llaa IIgglleessiiaa
Las cartas a las comunidades de Ap 2-3, respuesta del Espíritu a la situación de cada una.
Las cartas del Apocalipsis son dirigidas a una iglesia específica, luego, después de ser entregado el mensaje a esta iglesia, la carta gana contornos universales , en la medida que todas concluyen diciendo algo así como ―escucha lo que el Espíritu dice a las iglesias‖. Aspecto destacado es que el direccionamiento a las siete iglesias debe ser entendido, a partir de la cabalística, como un número simbólico, ya que es sabido que en la región de Asia Menor había, desde los viajes del apóstol Pablo, otras varias comunidades cristianas. Podemos afirmar que estas siete comunidades son representantes y prototipo de las otras comunidades dispersas por la región. La utilización del número siete es una forma de legitimar y, de cierta forma, consolidar la presencia cristiana en la región, y así dar cuenta de la extensión y expansión del cristianismo.16
Éfeso es una comunidad elogiada por su resistencia, fatiga y perseverancia; también por su acción contra los malvados, por haber puesto a prueba y desenmascarado a los falsos apóstoles y porque detesta a los nicolaítas. Éfeso era la mayor y más importante ciudad de la provincia del Asia Menor . Era también la ciudad más rica e importante de la región . Con las ciudades de Antioquia y Alejandría compartía el liderazgo en todo el oriente del imperio . Su población, a finales del siglo I de la era cristiana, llegaba casi a los 600 000 habitantes. Tenía puerto en el mar Ageo y en el mar Mediterráneo. Tenía también entradas que la comunicaban con el oriente. Era el principal entroncamiento terrestre y marítimo entre Asia y Europa. Era una ciudad que acumulaba riquezas y ejercía influencia sobre las otras ciudades de la región. Además de su importancia comercial, tenía importancia religiosa. En esta ciudad estaba el templo de la diosa Diana o Artemisa. Ella era la diosa de la fertilidad y de la fecundidad. Se dice que el templo de Diana era una de las maravillas del mundo antiguo. Allí se practicaba la magia y la hechicería. El culto al emperador tenía muchos seguidores. Esta ciudad era un importante centro cultural, comercial y religioso.
16
Daniel Godoy Fernández, ―Apocalipsis 2 y 3: comunidades proféticas, de resistencia y mártires‖, en RIBLA, núm. 59, http://claiweb.org/ribla/ribla59/daniel.html. 43
Esta condición de centro atraía mucha gente a la ciudad. Entre ellos estaban los cristianos. Éfeso era la comunidad del discípulo amado y cuna del evangelio de Juan. Con la llegada y presencia del cristianismo en la región, los artesanos, productores/ fabricantes de estatuas de la diosa Diana, los adoradores de los cultos de la fertilidad y del emperador y de otros dioses, sintieron el impacto de la predicación cristiana y defendieron sus intereses. Tal vez sean estos los que persiguen a Pablo y sus compañeros (Hch 19,24-40). Por la carta sabemos que la comunidad actuaba bastante, tal como lo sostiene Juan cuando afirma: ‗ustedes abandonaron su primer amor‘, o sea que dejó de ser fiel. En la comunidad se destaca como favorable el rechazo a los falsos apóstoles (2,2), así como el rechazo a los nicolaítas, lo que Juan también hacía (2,6).
¿Quién fundó la comunidad cristiana o a partir de cuándo hay presencia cristiana en Éfeso? No lo sabemos. Pasarán por allí Aquila y Prisca, el apóstol Pablo, Apolo, el predicador. Por el relato de Hechos sabemos que Pablo pasó por Éfeso en su segundo viaje (Hch 18,19-21). También en su tercer viaje (Hch 19,1-20) estuvo allí por tres años.
Esmirna era una ciudad portuaria, junto al mar Egeo, 50 kilómetros al norte de Éfeso. Era puerto rival de Éfeso . La comunidad estaba en una situación de persecución, de indigencia, de hostilidad que provenía de los judíos. Fue construida y fortificada por Alejandro Magno. Llegó a ser un importante puerto y un centro comercial rico, entre Éfeso y Pérgamo. Su principal divinidad era el dios Cibeles un tipo de patrón de la ciudad. En el 133, Esmirna cayó bajo el control de Roma, sin embargo mantuvo su estatus de ―ciudad libre‖. En el 60 a.C. pasó a ser parte de la provincia romana de Asia. Junto a Éfeso y Pérgamo, era el centro de irradiación del culto imperial. En el 95 a.C. fue construido un templo dedicado a la diosa Roma. En el 26 d.C. fue construido un nuevo templo, dedicado al emperador Tiberio y al senado romano. Por su fidelidad a Roma, era llamada la ―ciudad fiel‖. Ésta es una ciudad que recibe elogios, incluyendo los escritos del obispo Ignacio de Antioquia, quien escribió, alrededor del 110 d.C. Esta comunidad también era conocida por su fidelidad a la Palabra de Dios. Como Esmirna era ciudad fiel al imperio pero también era fiel a la Palabra, fue perseguida a causa de ello. Jesús le 44
promete una corona, porque la ciudad es comparada con una corona. La corona de la vida será dada a los que fueron fieles en la tribulación, que duró diez días. Es decir fue poco tiempo. La corona es el símbolo de los vencedores, como hoy sería la medalla de oro. Este lenguaje está inserto en la tradición de los juegos olímpicos, que se realizaban en el imperio cada cuatro años. Esta era una comunidad que vivía en la tribulación, perseguida por el imperio (v. 10), débil y pobre. Por esta causa recibió el mensaje de Jesús: ¡no tengas miedo! Ese era el mensaje que Juan debía transmitir a la comunidad. La pobreza de la comunidad era comparada con la indigencia (v. 9).
Pérgamo era una ciudad antigua, capital del reino de Misia; construida alrededor de una montaña. La arquitectura de sus templos era célebre. La comunidad tenía su sede en el mismo lugar donde estaba el trono de Satanás . Esta ciudad fue el centro del culto imperial . El templo de Zeus de destacaba en el centro de la ciudad y era la principal divinidad de la religión griega. El altar del templo era de mármol con ribetes de oro. A esto es lo que autor del Apocalipsis llama el ―trono de Satanás‖: ―sé donde moras y sé donde está el trono de Satanás‖ (2,13).
Ésta era una ciudad/centro de arte y de ciencia, famosa por la manufactura del cuero de oveja, trabajado y preparado para la escritura. Allí se fabricaba el pergamino que era, a su vez, el principal ingreso económico de la ciudad. En el 133 a.C., el rey de Pérgamo entregó su imperio a Roma. Como ya era la capital del antiguo reino, pasó a ser también la capital de la nueva provincia romana de Asia. Allí estaba por sede la residencia del procónsul romano. El emperador Augusto mandó a construir un templo dedicado a la diosa Roma y al propio emperador. En los tribunales y en los banquetes oficiales, se usaba una piedrita blanca como señal de inocencia, de convite o de premio (2,17). En esta ciudad vivía una importante colonia judía. La comunidad se vio invadida por la propaganda del imperio. Una de las propagandas tenía que ver con la carne sacrificada a los ídolos. Esto era todo un estilo de vida. La carne sacrificada a los ídolos era un tema tan difundido, que cuando alguien visitaba a una autoridad, en las fiestas públicas, etc. había sacrificios a las divinidades de la ciudad y del imperio, y a veces se distribuía parte de la carne de los sacrificios a las divinidades entre el pueblo. La cuestión era que 45
para algunos cristianos no era prohibido comer esta carne, pero para otros sí lo era (1Cor 8-10). Este era un conflicto muy serio y común en las comunidades de Pérgamo (2,14) y Tiatira (2,20). Entre los propios cristianos había grupos que se dejaban seducir por la propaganda. Para los grupos de Balaam y Jezabel, un poco de participación en estas fiestas no significaba renunciar a la fe en Jesús. El problema era que, por medio de esta comprensión, se divinizaba al emperador, y la religión del imperio era usada como elemento de unidad ―nacional‖, No sabemos cuando surgió la comunidad cristiana en la ciudad. Probablemente ocurrió durante los tres años que Pablo estuvo en la ciudad de Éfeso (Hch 19,8-10) y, de allí, la predicación llegó a Pérgamo. O talvez llegó a través de los/as misioneros/as anónimos que predicaban el evangelio por las ciudades y aldeas del imperio. 33.. EEll EEssppíírriittuu rreennuueevvaa ssiieem mpprree aa ssuu IIgglleessiiaa
Incluso en los peores momentos, levanta voces y signos de cambio
Exhorta a las iglesias a vencer (2.7; 2.12; 2.17; 2.26; 3.5, etcétera); a luchar
Y sobre todo, a pedirle a él oro para ser ricos, vestiduras blancas y colirio para ver lo que él quiere hacer (3.18)
Cuando las iglesias viven su ―cautiverio babilónico‖, él está dispuesto, a la puerta (3.20) para actuar en medio de ellas
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77.. LLA AH HO OR RA AD DEELL D DO OG GM MA ATTIISSM MO O YY LLA A TTR RA AIIC CIIÓ ÓN N ((PPO OR R PPA AR RTTEESS IIG GU UA ALLEESS))*** 2200 ddee sseeppttiieem mbbrree ddee 22001122
HA LLEGADO LA HORA DE LA CREATIVIDAD Y LA IMAGINACIÓN, PERO TAMBIÉN DE LA SOLIDARIDAD y el testimonio profético. No se sabría bien en qué orden colocar todas estas cosas. Ayer, miércoles 19 de septiembre de 2012, fecha de marca indeleble por el recuerdo de una tragedia, ha sucedido otra: sonaron los tambores de la ignominia y la represión disfrazadas de sana espiritualidad cristiana y preocupación por la marcha de la Iglesia, en este caso, una fracción muy pequeña de la misma: la ya irreconocible Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM). Es también la hora del dogmatismo y la traición, aunque ambas realidades y prácticas fueron asumidas por muchos integrantes de ese membrete desde hace mucho tiempo como algo normal y cotidiano, es decir, sin ninguna incomodidad o cargo de conciencia. Y hay que empezar por orden: acerca del dogmatismo, a nadie puede sorprender que personas tales como el presidente en turno de la directiva de la Respetable Asamblea General, cuya actuación en directivas anteriores, especialmente a la hora del manejo de los dineros, nunca haya quedado clara, y que, mediante una muy peculiar interpretación de la superada "teoría de la retribución" accedió a ese puesto tan bien remunerado, actúe ahora como un juez que maneja las leyes y reglamentos como coto personal y que, sin ningún rubor, y pasando por encima de las más elemental ética, ya no digamos "cristiana" (acerca de la cual no conoce teológicamente mucho, y lo digo con conocimiento de causa) y del respeto a los derechos humanos, amenazó públicamente a uno de los pastores y ponentes a favor de los ministerios femeninos delante del pleno de la Asamblea General. Ahora cumple cabalmente con esas lamentables y esperpénticas expresiones al aplicar "todo el peso de la ley", la enemiga número uno de Jesús de Nazaret (Franz Hinkelammert) y descarga la ira seudo-divina administrada, a través de interpósitas personas y de su representación tan ganada a pulso, sobre seis de sus hermanos en la fe que osaron cuestionar, en el fondo, sus escasísimas luces teológicas y sus limitadísimos horizontes eclesiológicos.
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Lupa Protestante (España), 22 de septiembre de 2012, www.lupaprotestante.com/lp/blog/la-horadel-dogmatismo-y-la-traicion-por-partes-iguales-2/. 47
De la vicepresidencia ni hablemos, porque, en rigor, la persona que ejerce ese cargo literalmente no existe, dado que su pálida voz y, también, su nula representación eclesial, no amerita el uso de más palabras. El secretario en funciones, integrante de una generación estudiantil en la que se depositaron algunas esperanzas en su momento, negado lingüística y gramaticalmente por la naturaleza para ejercer ese puesto que exige una capacidad escritural mínima y que poco esfuerzo ha hecho por hacerse entender siquiera un poco, únicamente ha sido un amanuense (lo que es mucho decir) al servicio de las fuerzas más oscuras que se han adueñado a trasmano, aunque desde hace un buen tiempo, de la INPM. Ese ser indigno, inmoral y sin ningún sentido del espíritu cristiano, que ha violentado sexual y psicológicamente a varias mujeres miembros de la iglesia (los testigos sobran, pero se han reservado su testimonio con mayor altura moral que él) dirige hoy, pomposamente uno de los ministerios más importantes de la INPM sin ningún rubor y, además, se ha propuesto, por consigna, ―erradicar el cáncer‖ que para su estrecha mentalidad significa la urgentísima necesidad de que esta iglesia sea verdaderamente reformada y no el remedo semi-sectario en el que la están convirtiendo. Esta intención, muchas veces explicitada y de diversas formas realizada, en palabra y acto, viene mostrándose desde los años sesenta del siglo pasado, cuando surgió el cuerpo eclesiástico básico que con los años, y como parte de esa estrategia de zapa y combate a los ―fantasmas‖ de la renovación espiritual, teológica e intelectual, ha escalado otro nivel hasta convertirse en sínodo, pero siempre con las mismas acciones sectarias, cismáticas y supuestamente defensoras de la ―sana doctrina‖, como herencia de un fundamentalismo que jamás se ha querido ocultar, aunque en ocasiones se haya amalgamado
con
tendencias,
esas
sí,
verdaderamente
heréticas,
como
el
―dispensacionalismo‖ y otras más. La actuación de la persona aludida en el Concilio Teológico llevado a cabo en agosto de 2011 pasó por encima de todas las normas de la ética y, por lo demás, estableció el cinismo trasvestido de ―orden eclesiástico‖ como consigna, junto con la cohorte de incondicionales que lo rodean, reos como son de una deplorable formación teológica con la que, lamentablemente, aseguran, ―pastorean‖ a las iglesias a su cargo. Y el tesorero, surgido del auténtico presbiterio que lleva el nombre del reformador francés, continuador de la obra y tradición del otro dirigente suizo, fundador de la vertiente reformada del protestantismo en el siglo XVI. Esa persona, en vez de cumplir con el 48
reglamento interno de dicho cuerpo, participó (y lo sigue haciendo) de la serie de irregularidades que, una a una, ha deslegitimado cada día que pasa a la directiva de la que formó parte, del desconocimiento de los acuerdos legales que dicho cuerpo eclesiástico tomó en su momento, en tiempo y forma, y conforme a derecho. Es cómplice del delito de asumir una representación que no le corresponde a quienes, a nombre de dicho presbiterio, siguen usufructuándola ilegalmente, dentro y fuera de la INPM. Cualquier ciudadano/a puede corroborar esta información en la Secretaría de Gobernación, donde dicho señor no apareció ni aparece registrado como directivo del presbiterio mencionado, pues jamás cumplió la directiva a la que perteneció con el trámite que debió realizar. Asimismo, aceptó el cargo a nivel nacional como ―premio‖ por traicionar los principios y propósitos del presbiterio que lo prohijó y cobijó, aunque siempre aducía, en el ejercicio del cargo, que no tenía el suficiente tiempo para ejercerlo. Claro, no era remunerado, pero ahora que lo es el que ejerce, el tiempo le sobra. Ya en el cuerpo eclesiástico en cuestión, el presidente que fue desconocido junto con la directiva que presidió, violó flagrantemente el reglamento interior que debía defender, y promovió el ejercicio de la máxima traición al cuerpo que presidía al declararse, como mesa directiva completa como ―incompetente‖ para aplicar los acuerdos de la Asamblea General derivados del mencionado Concilio Teológico. Semejante acción, ajena por completo a la más elemental ―ética ministerial‖ ha hecho de esta persona un instrumento de otros dirigentes que, ahora, lo han colocado como ―secretario‖ del sínodo que inició la disciplina en contra de sus ex compañeros de presbiterio, faltando con ello a los principios de la fraternidad, la solidaridad y el apoyo que había jurado guardar. De ahí que toda determinación firmada por él se deslegitima automáticamente, pues siendo juez y parte, y habiéndose prestado a la realización de la represión, muestra su verdadera ―calidad‖ humana y el tipo de mentalidad con que conduce a la comunidad a su cargo. Tampoco es de extrañarse este comportamiento sospechosamente patológico, pues a sus reiteradas carencias bíblico-teológicas, exhibidas en innumerables ocasiones y que pone en tela de juicio la ligereza con que se ordena a individuos al Santo Ministerio, pues si se practicaran estudios psicológicos serios y responsables, se evitaría poner en manos de personas así a la grey del Señor Jesucristo, que debe ser tenida en la más alta consideración. Desgraciadamente, las porciones de las ―cartas pastorales‖ paulinas que se refieren directamente a esas responsabilidades no merecen la suficiente atención y sí, 49
por supuesto, las que en apariencia condenan a las mujeres al ostracismo y la marginación en la iglesia. Este señor demostró, y lo sigue haciendo, el grado de desconocimiento de los orígenes del presbiterio que lo recibió y ordenó, y con su traición evidenció hasta dónde puede llegar la pequeñez y la mezquindad en un ―siervo de Dios‖. Es de esperarse que ahora reciba una ―remuneración‖ más grande por sus puntuales servicios a la causa del oscurantismo y la cerrazón. Pero hay algo peor aún: cree todavía en la posibilidad de hacer cambios desde dentro de la INPM ¡y ha argumentado ante sus nuevos compañeros que seguirá en la lucha por ―los ministerios femeninos‖! Otro personaje de amplia experiencia eclesiástica, pastoral y burocrática, que se sirvió del ―cargo más alto‖ en la ―jerarquía presbiteriana‖ para su beneficio personal, es el ejecutante visible de la justicia inmoral que ahora se aplica tan irresponsablemente. Él, que en otros tiempos fue adalid y defensor de causas afines al avance incluso ecuménico de la INPM y que logró, al mismo tiempo, dirigirla y ser el ―referente número uno‖ del ecumenismo en México ante los ojos de dirigentes latinoamericanos, ha dejado, desde mucho tiempo atrás la posibilidad de ser mínimamente fiel a lo que creyó en sus épocas de estudiante, cuando inclusive promovió un manifiesto que revivió hace siete años en otro contexto. Qué razón tienen los versos de José Emilio Pacheco: ―Ya somos todo aquello/ contra lo que luchamos a los veinte años‖ (―Antiguos compañeros se reúnen‖, en Desde entonces, 1980). Por su parte, otras personas, colegas de larga trayectoria, que decían compartir la causa tantas veces mencionada, han optado por la sabia decisión de ―alinearse‖, porque consideran, también, que existe un ―tercerismo‖, una ―vía posible‖ de transformación de la vetusta INPM, y que cuestionarla o salir de ella constituyen acciones de ingratitud ante quien ―nos formó‖ y prácticamente alimentó con su savia centenaria. Políticamente cuestionable, esta actitud es espiritual y moralmente insostenible, pues ―se es o no se es‖, se creen en los principios o no se cree en ellos. Posponer determinaciones personales sólidas, enmascarar posturas críticas en nombre de una conciencia supuestamente limpia y, sobre todo, recriminar a otros acerca de sus decisiones olvidando agravios y hasta humillaciones pasadas (y documentadas) forma parte de un conjunto bastante dudoso de argumentos que se caen por sí solos. Es posible entender que una parte importante del ―ministerio‖ resulte tenga para algunos un aspecto eminentemente ―alimenticio‖, cotidiano, y que muchos factores han bloqueado e impedido realizar alternativas de desarrollo 50
académico o laboral, pero resulta inaceptable esgrimir esos motivos al mismo tiempo que se afirma estar del lado de la renovación o el cambio. Nuevamente, el ―tercerismo‖, aunque ciertamente más ―epidérmico‖. De modo que, ante este panorama de dogmatismo y traición acumulada, evidenciados ahora con las flamantes determinaciones eclesiásticas que condenan, estigmatizan y expulsan a estos hermanos en Cristo que han tenido el infortunio de pensar diferente, sólo nos queda apelar, como Lutero, a la gracia divina y a las Sagradas Escrituras, únicas fuentes de riqueza moral y garantes, ellos sí, absolutos, de las genuinas acciones al servicio de un Reino cuyo advenimiento, según lo volvemos a ver en esta ocasión, incomoda, lastima y ofende profundamente a quienes creen más en instituciones que en la acción renovadora del Espíritu. Ya lo ha dicho uno de estos colegas y amigos, con esta nueva violación de sus derechos y la exhibición de las carencias para el diálogo y el avance, se está ante ―una puerta abierta para nuevos horizontes‖. Como consecuencia de lo anterior, es una exigencia obligada demandar a los autoasumidos como verdugos, que al mismo tiempo presumen de tanta autoridad moral y espiritual, una salida digna de la situación para este grupo de militantes cristianos, así como la expedición de un documento que no los exhiba en ningún sentido y que les permita continuar su camino, junto con su familia y allegados/as, con toda la dignidad que merecen. El hecho de no pertenecer ya a la INPM de manera involuntaria no los descalifica para proseguir en su compromiso con la fe que ostentan y, por el hecho de ser ciudadanos mexicanos, tienen el derecho a que se les respete en su integridad como personas. No hacerlo así será, indudablemente, otro atentado contra la libertad de conciencia y contra las garantías individuales establecidas en la Constitución mexicana.
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88.. EEN NTTR REE LLA A IIN ND DIIG GN NA AC CIIÓ ÓN N YY EELL C CO OM MPPR RO OM MIISSO O*** 2222 ddee sseeppttiieem mbbrree,, 22001122 Para Alberto, Dan, David Abdiel, Felipe, Hugo, Rubén y Silfrido en esta hora amarga, pero también profundamente esperanzadora Las Escrituras, al narrar los acontecimientos de Israel, enseñan que Dios, aunque nunca abandonó a sus iglesias, a veces destruyó el orden político establecido en ellas. Por consiguiente, no creemos que él esté vinculado a las personas de tal modo que la Iglesia nunca sea derrotada, es decir, que las personas que la presiden no puedan apartarse de la verdad. Abusaron tiránicamente de su poder y corrompieron el modo de gobernar la Iglesia instituida por Dios. Lo que sucede bajo el papado muestra que en el reino de Cristo se cumple lo que aconteció bajo la ley, a saber, que a veces la Iglesia se cubre de miserias y permanece oculta sin esplendor ni forma. Mientras tanto, allí aún está presente la Iglesia, es decir, Dios tiene allí su Iglesia, aunque oculta, y la conserva milagrosamente. Pero de eso no se debe deducir que sean dignos de alguna honra; por el contrario, son más detestables porque, debiendo engendrar hijos e hijas para Dios, lo hicieron para el diablo y los ídolos. JUAN CALVINO (citado por Zwinglio M. Dias)
SIN ÁNIMO DE EXCUSARSE, PERO TAMPOCO DE CANSAR A LOS AMABLES LECTORES CON UNA denuncia panfletaria ni mucho menos, este columnista suspende un acercamiento más a la poesía para transmitir su indignación, sin sorpresa ciertamente, pero también su simpatía y solidaridad con el grupo de siete pastores a quienes la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) acaba de excomulgar y, por ende, expulsar de su seno, debido a su práctica y promoción del sacerdocio universal de las y los creyentes en favor de la ordenación de las mujeres a todos los ministerios eclesiásticos . Es verdad que en cualquier discurso cristiano el lenguaje bélico debería ya ser cosa del pasado, especialmente en un país como México que vive circunstancias de violencia que no se habían visto durante décadas, pero resulta imposible dejar de mencionar que lo sucedido ahora con estos amigos y colegas se enmarca en una nueva lucha en la que un poder eclesiástico transitorio (como todos) hace sentir su fuerza y autoridad legal en contra de las voces que, periódicamente, se levantan en busca de la renovación y el respeto por las acciones soberanas de Dios en medio de su pueblo .
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Magacín, de Protestante Digital, 22 de septiembre de 2012, www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4990/Entre-la-indignacion-y-el-compromiso. 53
La dirigencia de la INPM convocó para el miércoles 19 de septiembre a representantes de los 13 Sínodos de la misma (Chiapas, Península de Yucatán, Distrito Federal, Golfo de México, Israel, Lluvias de Gracia, Centro, Noreste, Primer Sínodo, Ch‘ol, Tabasco, Tzeltal de Chiapas, Sureste de Chiapas) con el fin de constituirse en tribunal eclesiástico para tomar una determinación sobre el grupo, aunque sin referirse como tal al procedimiento, siendo esto mismo ya una irregularidad, pues todo empezó después de que en el Concilio Teológico de agosto de 2011, una aplastante mayoría acordó rechazar la ordenación femenina y determinó que esta resolución era definitiva, pues era la tercera vez que se discutía el tema en la INPM. Allí se advirtió (aunque decir se amenazó, sería mejor) a los pastores que votaron a favor, y especialmente a los integrantes del Presbiterio Juan Calvino (fundado en 1989) que serían disciplinados de no someterse y continuar en rebelión debido a que varias integrantes de iglesias y congregaciones habían sido ordenadas a los oficios de Ancianas y Diaconisas, pasando por alto lo señalado en la Constitución de la iglesia, cuyo texto fue modificado recientemente para explicitar la prohibición del acceso de las mujeres a los ministerios. Del pastorado, ni hablar, porque este cuerpo eclesiástico inició dos años atrás el procedimiento para ordenar como presbítera a la maestra en Divinidades (grado otorgado por la máxima casa de estudios del INPM) Amparo Lerín Cruz, quien fue una de las ponentes a favor de la ordenación en el Concilio Teológico. Como consecuencia de lo anterior, la directiva en funciones del Presbiterio Juan Calvino y en abierta violación de su reglamento interno, se declaró ―incompetente‖ para aplicar los acuerdos emanados del Concilio y canceló una reunión ordinaria, por lo que, conforme a derecho, y dentro del orden constitucional de la INPM, un grupo mayoritario del mismo la desconoció y eligió a una nueva mesa directiva que respetara e hiciera valer los acuerdos internos en favor del sacerdocio universal de las y los creyentes que se habían tomado previamente a la celebración del Concilio . Se trataba, así, de restablecer el orden y de encaminar a las comunidades a que se pronunciaran nuevamente en consultas soberanas acerca de si continuaban con la postura que había obtenido la mayoría en un par de oportunidades, al menos. Lamentablemente, la primera directiva, que siguió en funciones aunque ya deslegitimada por completo, entró en negociaciones con la INPM (pues el tesorero de la 54
misma lo había sido de dicho presbiterio) y ―ofreció la cabeza‖ de los siete pastores que continuaban en la defensa de los acuerdos originales. Una señal de esto fue que el secretario del Presbiterio aludido fue nombrado secretario del Sínodo del Distrito Federal, convirtiéndose en juez y parte al convocar a sus compañeros a reuniones donde se procedería a disciplinarlos. De esta manera, la cadena de irregularidades continuó y el Sínodo se convirtió en el brazo represor de la INPM para someter y ―extirpar‖, como siempre se piensa en estos casos, el ―cáncer‖ de la promoción de los derechos de las mujeres al interior de la iglesia. Al frente del mismo está Abner López, antiguo compañero de luchas y esperanzas, director saliente de la Sociedad Bíblica de México, famoso por sus vaivenes ideológico-políticos. El 19 de septiembre, en ausencia de los siete acusados del delito de rebeldía, desacato y daño moral y espiritual a la INPM, el dudoso tribunal los condena a la excomunión, con la esperanza de que ―algún día muestren arrepentimiento y contrición‖. Semejante atropello de la libertad y la dignidad de las personas, ciudadanas de este país y con garantías individuales expresamente afirmadas en la Constitución Política, legaliza una conducta infamante y fuera de toda legitimidad, pues nunca existió un juicio que siguiera los pasos marcados por la propia Disciplina de la iglesia. Porque más allá de los detalles legales, nuevamente una institución religiosa, en pleno siglo XXI, y dentro del previsible comportamiento que muchos estudiosos han señalado (véase: Ariel Corpus, ― Rebeldes, violentos y cismáticos: categorías del antagonismo presbiteriano ‖, impone el peso de su poder para castigar a quienes piensan diferente y se niega a dialogar con sus posturas, calificándolas de inconvenientes y heréticas, y escudándose en una también muy dudosa interpretación de las Sagradas Escrituras. Quien esto escribe (ponente también en aquel Concilio) y la comunidad adonde desempeña actualmente su labor decidieron (dentro del orden eclesiástico marcado) no esperar el arribo de la represión y salir por su propio pie de la INPM, pues la afirmación de la evolución de los principios y doctrinas reformados se puede realizar en espacios más grandes, pero no por ello más fáciles o grato, está claro, que permitan la creatividad y, sobre todo, el ejercicio de la libertad cristiana, único principio absoluto emanado de las Escrituras y de la más genuina tradición protestante desde su orígenes, pues la consigna de Martín Lutero vuelve a brillar en toda su intensidad: únicamente con base en ellas
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puede haber una retractación que no menoscabe la soberanía de las acciones transformadoras del Espíritu divino en el mundo. Saludamos a nuestros hermanos/as y los recibimos con los brazos abiertos para buscar juntos los horizontes de libertad y cambio que Dios tiene preparados. Compartimos con ellos y sus familias (porque los inquisidores y, sobre todo, los que alguna vez navegaron con bandera de ―progresistas‖, nunca piensan en ellas) el profundo dolor que experimentan en esta hora de dogmatismo, traición y autoritarismo. Nos sumamos a la tarea de construir, humildemente, nuevos escenarios donde la paz, el diálogo y la inclusividad sean las consignas dominantes. El desafío que se tiene por delante ya fue esbozado en 1983, hace casi 30 años, por el doctor Zwinglio M. Dias al salir de circunstancias parecidas en una iglesia hermana de Brasil en el extraordinario documento ―De la separación necesaria a la unidad imprescindible‖: El peregrinaje iniciado en 1978 para la edificación de una Iglesia Presbiteriana que entre nosotros sea fiel a sus orígenes y, al mismo tiempo, represente las aspiraciones, los deseos, las necesidades y los sueños de nuestro pueblo, implica, a mi modo de ver, una doble tarea: por un lado, reexaminar con honestidad nuestra herencia en las prácticas, ideas y valores y, por otro, articular todo eso a la luz de la realidad histórica nacional de la que necesariamente somos parte. La realización de esta tarea debe ser, por lo tanto, un esfuerzo común de todos/as. Tenemos que comenzar a pensar en nuestra identidad teológica, eclesial y pastoral o misionera a la luz de las diversas coyunturas nacionales que hemos de enfrentar al lado de nuestro pueblo. Para lograr eso necesitamos relativizar nuestra importancia como institución. Si pretendemos ser ecuménicos asumiendo de hecho el valor de la comunión intereclesial, la legitimidad eclesial de otros cuerpos eclesiásticos, debemos asumir también la necesidad de una real convergencia eclesiástica entre nosotros en beneficio de nuestro pueblo. Hacer eso implica un esfuerzo para determinar el perfil de nuestra identidad eclesial. No basta con subrayar que somos calvinistas, presbiterianos auténticos, abiertos, progresistas, ecuménicos o lo que sea. Nuestra práctica eclesial, es decir, lo que hacemos en cuanto comunidades locales, debe responder de alguna forma a esa propuesta teórica que nos hemos dado. Si creemos en el valor de nuestra herencia, y si ésta forma parte de nuestra contribución al diálogo intereclesial, necesitamos conocerla en profundidad, además de tener el valor de hacerle correcciones en nuestro curso histórico y la humildad para reconocer sus límites, asumiendo los valores de otras tradiciones igualmente válidas y tan significativas como la nuestra . (Énfasis agregado.)
Este nuevo peregrinaje que ahora desafortunadamente se reedita (pues no es la primera vez que surge otra iglesia del seno de la INPM, en los años 30 del siglo pasado lo hicieron quienes formaron la actual Iglesia Presbiteriana Reformada y, más recientemente 56
incluso, la Iglesia Presbiteriana Conservadora, además de otros grupos aislados, como en Chiapas) abre las puertas para una nueva posibilidad de desarrollo de la visión reformada del mundo, la iglesia y la sociedad, especialmente ante los enormes problemas que enfrenta nuestro país. Si la INPM desea seguir en su camino poco contextual ante estas realidades y de control y sumisión indigna de más de la mitad de su feligresía, ésta misma y el Señor de la Iglesia se lo demandarán en su momento. Mientras tanto, ya en la espesura del camino libre, será posible respirar los aires siempre nuevos del Espíritu. Carlos Martínez García se ocupó de este asunto en ―#Yosoy8‖, en Magacín, de Protestante Digital, 5 de agosto de 2012 (www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4896/Yosoy8), El martes 24 de septiembre, a las 9 de la noche (hora central de México), el programa “Religiones del Mundo” de Radio Red estuvo dedicado a la situación de los pastores excomulgados.
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99.. LLA A EESSTTA AFFEETTA A PPEER RD DIID DA A.. 2255 A AÑ ÑO OSS D DEE U UN N PPR RO OYYEEC CTTO O SSEEC CU UEESSTTR RA AD DO O:: EELL PPR REESSB BIITTEER RIIO O JJU UA AN NC CA ALLVVIIN NO O*** 2211--2244 ddee ffeebbrreerroo,, 22001144 La división de la iglesia es una imposibilidad ontológica. Corresponde a la realidad del pecado humano, no del 17 propósito de Dios. EMILIO CASTRO
11.. PPrreeáám mbbuulloo AHORA QUE SE HAN CUMPLIDO 25 AÑOS DE LOS INICIOS DEL PROYECTO ECLESIAL DENOMINADO Presbiterio Juan Calvino y, sobre todo, luego de ver cómo una nueva generación de dirigentes se ha apropiado de dicho aniversario, llama la atención la manera en que, una vez más, en el desarrollo de alguna instancia de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) vuelven a repetirse situaciones que falsean la historia, los ideales y los proyectos específicos de determinados actores. El presente texto no es más que un complemento de los resúmenes que quien escribe estas líneas ha ensayado: en abril de 1991, un ―perfil ideológico e histórico‖; febrero de 2000, una periodización de su desarrollo; y el más reciente, de enero de 2012 (www.facebook.com/notes/leopoldocervantes-ortiz/breve-recuento-de-los-or%C3%ADgenes-y-desarrollo-del-presbiterio-juancalvino/10152266908457174), escrito al calor de lo sucedido el año anterior, cuando la directiva en funciones, integrada por los señores Ananíes Laguna Coyoc, Edwin Ignacio Herrera y Juan José Maldonado, traicionó los acuerdos que acerca de los ministerios femeninos se habían tomado legalmente, y se sometió a los dictados de las fuerzas más reaccionarias que aún controlan a la INPM y actuaron ilegalmente, primero, para mantener una representación que ya no tenían, y segundo, para imponer una situación de represión, abuso y usurpación de funciones que desembocó en la excomunión de siete pastores. De ninguna manera sería sano dejar pasar esta fecha para poner sobre la mesa los antecedentes y entretelones de la celebración secuestrada por los presentes actores, pues parecería que quienes participamos de la vida presbiterial en su momento asentimos *
Lupa Protestante (España), 27 de febrero de 2014, www.lupaprotestante.com/lp/blog/la-estafetaperdida-25-anos-de-un-proyecto-secuestrado-el-presbiterio-juan-calvino-leopoldo-cervantes-ortiz. 17 Cit. por Zwinglio Mota Dias, en Discussão sobre a Igreja. Ed. revisada y ampliada. São Paulo, Fonte Editorial, 2013, p. 159. 59
o estamos de acuerdo con ellos, pero al no ser así, es una obligación ética y espiritual denunciar sus excesos y reduccionismos, desconectados en lo esencial, porque ninguno de ellos estuvo presente, de la visión que le dio origen al Presbiterio. Al secuestrar la celebración de este aniversario, algo que han hecho durante cuatro años consecutivos, únicamente siguen subrayando el carácter espurio de su tarea y de su representación. En esta nueva oportunidad es muy necesario hacer una reflexión eclesiológica capaz de exhibir y desenmascarar a quienes hoy se arrogan una función que están muy lejos de tener, puesto que en modo alguno estas personas dan continuidad al proyecto original debido a su desconocimiento y a la ausencia de convicciones firmes derivadas de un escaso apego al ideario con que surgió dicho Presbiterio. Incluso resulta penosa la manera en que manipulan la figura del presbítero Abel Clemente Vázquez, animador y fundador del mismo, y quien predicó el pasado 16 de febrero del año en curso en la Iglesia Nazaret, para sus cuestionables fines que consisten en hacer creer que ellos son los depositarios de las propuestas iniciales del proyecto eclesial. De más estaría esperar alguna explicación que ni en su momento la hubo, enredados como estuvieron en la búsqueda de acomodo para salir bien librados. Lamentablemente, la situación actual de salud del presbítero Clemente, quien inspiró el surgimiento del presbiterio que llevaría el nombre del reformador franco-ginebrino, no le permite percibir, al parecer, el grado de deshonestidad histórica, intelectual y espiritual con que se está utilizando su nombre para propósitos que se alejan diametralmente de las intenciones con que se inició dicho cuerpo eclesiástico. Más allá de que, en aras de esta celebración espuria se está violentando la realidad histórica y teológica que ese movimiento representó, resulta urgente rescatar las líneas generales de pensamiento que orientaron su existencia, la cual llegó a una situación límite cuando en octubre de 2011 la directiva en turno dio marcha atrás en los objetivos y el perfil que debió seguirlo caracterizando. Acaso el progresivo ingreso de nuevos miembros que, lejos de profundizar en los orígenes y metas del Presbiterio, decidieron, al acceder a los puestos directivos, encaminarlo por senderos muy distintos a los iniciales. También hay que destacar la creciente laxitud con que fue se fue examinando a nuevos integrantes, pues en algunos casos se ordenaron pastores sin la suficiente preparación teológica y únicamente se cedió a las presiones de las iglesias locales ante la necesidad de instalar ministros para dar continuidad, allí sí, a proyectos unipersonales que no 60
necesariamente coincidían con los acuerdos del Presbiterio. Asimismo, muchos pastores y representantes de iglesias, incluso ejerciendo responsabilidades presbiteriales, tampoco transmitían tales decisiones con el sentido renovador y propositivo con que se realizaban, dado que algunos eran resultado de estudios bíblico-teológicos específicos. Semejante falta de compromiso y convicción fue sembrando y cosechando la semilla de la inconformidad acrítica entre diversos sectores que veían algunas decisiones como extrañas a su visión doctrinal. Fue el caso, en los años recientes, del rechazo a la nueva Constitución de la INPM, impuesta por un grupúsculo tradicionalista enquistado en el Ministerio de Educación y, por supuesto, de la decisión mayoritaria acerca de la ordenación de las mujeres a los ministerios. La actual directiva debería considerar seriamente si el acta constitutiva del Presbiterio, elaborada en 1989, representa de verdad el ideario teológico y eclesial de quienes están hoy al frente del mismo, en todas las áreas de trabajo y misión, puesto que desde la pastoral en todos sus niveles, la liturgia, la evangelización, la educación cristiana, la educación teológica, etcétera, se echa de ver la falta de solidez en la formación reformada de los actuales directivos. Un ejemplo, entre varios, es el caso de la iglesia más antigua del presbiterio que sólo recientemente tuvo que someter a votación si celebraría o no la fiesta del Adviento, ¡en pleno siglo XXI y ante las evidencias abrumadoras de la tradición cristiana y reformada! Ése es el nivel teológico que le ofrece esta directiva a las congregaciones e iglesias que representan, un cuarto de siglo después de los inicios de este proyecto eclesial que consideró ampliamente la inserción amplia de las comunidades en las orientaciones sustanciales de la antigua Alianza Reformada Mundial (ARM) y de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR, desde 2010). Haría falta que retomasen, con toda seriedad, ese rico legado que está esperándolos para abrevar en él y así nutrir su visión con algo más que ideas sueltas dominadas por los aires y las imposiciones del momento. No hay mejor muestra de ello que la negociación oscura llevada a cabo para que el señor Maldonado, ex tesorero del presbiterio (para cuyas tareas nunca contaba con el tiempo requerido, según su propio dicho registrado acta tras acta), accediera al mismo puesto, pero en la directiva nacional de la INPM, el cual dejará a mediados de 2014. Resulta grotesco mirar las fotos y videos donde este señor hace gala del ―logro‖ obtenido a costa de la violación del reglamento interno, la traición a los acuerdos que debía defender y el abuso autoritario al constituirse en juez y parte para 61
formar parte del pseudo-tribunal que juzgó a sus antiguos compañeros para excomulgarlos. Hay que aclarar, estrictamente, que esa conducta no la aprendió de sus pastores o compañeros de milicia sino que lo hizo sobre la marcha para posicionarse y obtener un beneficio pecuniario porque, ahora sí, ejerce su cargo ―de tiempo completo‖. 22.. EEcclleessiioollooggííaa eenn m moovviim miieennttoo He tomado prestada como epígrafe la cita de Emilio Castro de la nueva edición ampliada de Discusión sobre la iglesia, el clásico libro de Zwinglio M. Dias, pues ella resume muy bien cuál es la raíz de los intereses que mueven a los seres humanos para pretender dividir a la iglesia de Cristo en el mundo. La ―imposibilidad ontológica‖ de lograr semejante despropósito subyace a la pecaminosa intención de suponer que es posible mejorarle la plana al Espíritu Santo al momento de decidir qué tipo de iglesia es la adecuada y de modificarla continuamente obedeciendo las inocultables y mezquinas inclinaciones con que periódicamente se ve asediada la presencia de las comunidades cristianas en la historia. Ciertamente, una mirada sociológica puede atenuar, en cierto modo, la dolorosa sensación de que con acciones así se pervierten los objetivos de instituciones nobles y dignas de crédito y seguimiento. En ello, la INPM y sus representantes no hacen más que imponer criterios que suponen superiores a fin de hacer prevalecer el impulso de poderes transitorios y de ideologías supuestamente absolutas para someter las conciencias a su antojo. Nada hay de imprevisto en el hecho de querer mantenerse incólumes en el manejo de recursos, representaciones y apariencias… Lo que resulta inaceptable es que esos cuadros dirigentes violen sistemáticamente normas que ellos mismos aprobaron, se arroguen atributos con los que no cuentan ni por asomo y encima pretendan ofrecer clases de ética o moral cuando muchas de sus acciones echan por tierra un discurso reiterativo, monótono y teledirigido. Una de las grandes banderas de este perfil eclesiológico que se dice reformado es la enemistad jurada contra todo lo que huela a teológico que les lleva a oponer la labor eclesial-pastoral a la de reflexionar teológicamente sobre todo lo que hace y dice la iglesia. Y es precisamente en el terreno de la eclesiología donde deben abordarse siempre los problemas derivados de la actuación histórica de quienes integran la iglesia y de quienes la dirigen.
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Para la fe cristiana resultó inevitable, desde sus inicios, la reflexión sobre la existencia histórica de las comunidades, sobre todo ante la necesidad de participar en el proceso de continuidad y discontinuidad que representó recibir la herencia del judaísmo. Este legado, experimentado también como un ―nuevo inicio‖ debido a la percepción de que la vida y obra de Jesús de Nazaret inauguraba, como en efecto sucedió, una manera distinta de ser ―pueblo-de-Dios-en-el–mundo‖, propició que desde los primeros documentos derivados de la revelación escrita se tuviera que hacer una sólida referencia a la fe en la presencia de la comunidad. Algunos enterados dicen que en el llamado Credo apostólico el artículo relativo a la Iglesia debería traducirse como ―Creo la Iglesia‖, puesto que la afirmación de la fe en esa realidad histórica suscitada por el Espíritu no es equiparable a las relacionadas con la Trinidad o con los efectos soteriológicos de la obra de Cristo resucitado. Por lo tanto, señalan que esta creencia, vinculante como lo es, sin duda, no podría estar al nivel de la confesión sobre los demás contenidos de la fe. Es verdad que, lingüísticamente, suena extraña una oración como ésta adonde se suprima la conjunción, pero también es cierto que esta adaptación puede contribuir a luchar contra la tentación de ver en la Iglesia un objeto de fe, culto o sumisión excesiva. Creer la Iglesia significa aceptar que, como da testimonio la Sagrada Escritura, ella es un resultado de la acción libre y soberana del Espíritu Santo para hacer visible en el mundo los efectos de su gracia redentora en la vida de las personas, pero también es un conjunto de formas asociativas humanas condicionadas históricamente por la cultura y el contexto en el que han surgido y se desarrollan. Afirmar de manera triunfalista lo primero y no recordar permanentemente lo segundo puede convertirse en la fuente de una multitud de excesos, como se aprecia en determinadas coyunturas. Escribe Zwinglio M. Dias: ―Dios llamó a un pueblo para que fuera portador de su mensaje a la humanidad. Jesucristo convocó a doce hombres para participar de su ministerio y, después, creó la Iglesia para continuar la obra iniciada con su encarnación. En el plan liberador de Dios, las comunidades humanas son instrumentadas para liberar a
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otras comunidades. A la Iglesia le cabe la tarea de comunicar al mundo el mensaje redentor de Cristo‖.18( Y en efecto, ―creer la Iglesia‖ es la más adecuada traducción del latín credo Ecclesiam, como explica Martín Gelabert Ballester: ―…tras profesar la fe en el Espíritu, se indican sus obras o manifestaciones: la primera de las obras del Espíritu es ‗la Santa Iglesia Católica‘. La Iglesia, por tanto, no es objeto propio y directo de la fe. El objeto de la fe sólo es Dios. La Iglesia es confesada en el Credo, no por sí misma, sino en tanto que relacionada con el Dios Espíritu Santo‖ (énfasis agregado).19 De ahí que el sentido de esta ―fe derivada‖ sea no tanto el creer en una institución que, por lo mismo de que ha tenido un origen histórico, cronológico y es una agrupación humana, se puede prestar a una gran cantidad de equívocos y malentendidos, para referirnos ya a esa obra clásica de la teología reformada del siglo XX, El malentendido de la Iglesia (1951), del teólogo reformado Emil Brunner, quien afirma: ―Esta percepción —que un estudio imparcial del Nuevo Testamento y la gran necesidad de la iglesia nos han ayudado a alcanzar— puede ser expresada como sigue: la Ecclesia del Nuevo Testamento, la comunión de Jesucristo, es una comunión pura de personas y no tiene nada del carácter de una institución en relación con ella. Por lo tanto, es engañoso tratar de identificar cualquiera de las iglesias históricamente desarrolladas, las cuales todas están marcadas con un carácter institucional, con la verdadera comunión cristiana‖ (énfasis agregado).20 Gelabert Ballester continúa su explicación teológico-lingüística del sentido de la afirmación antigua de la fe en la Iglesia: Los textos latinos de la profesión de fe tienen una particularidad gramatical que distingue la actitud del creyente cuando se refiere a Dios o cuando se refiere a la Iglesia. Se trata de la preposición in que precede siempre la mención de cada uno de los ―Tres divinos‖: Credo in Deum Patrem, in Jesum Christum, in Spiritum Sanctum […] Ahora bien, cuando se trata de la Iglesia, el Símbolo de los Apóstoles, el niceno-constantinopolitano y la mayoría de las antiguas profesiones de fe dicen: Credo Ecclesiam. La Iglesia no es fin de la fe. Sólo Dios es fin, meta. Sólo él merece la entrega de todo mi ser (pp. 134-135, énfasis agregado).
18
Z.M. Dias, Discusión sobre la Iglesia. (Desde América Latina). México, Casa Unidad de
Publicaciones, 1983, p. 71. 19 20
M. Gelabert Ballester, Para encontrar a Dios. Salamanca, San Esteban, 2002, p. 134. E. Brunner, El malentendido de la iglesia. Trad. de Pablo Pérez Morales y Ernesto Olvera,
Guadalajara, Transformación, 1993, p. 19. 64
No deja de llamar la atención que esto lo escriba un teólogo católico-romano, para cuya tradición la Iglesia es prácticamente ―el camino de salvación‖, pero bien dicho, el camino, sin confundir el espacio de gracia donde se alcanza la salvación, donde puede encontrarse el ser humano con la gracia de Dios manifestada en Jesucristo. Porque ahora pareciera que algunas vertientes reformadas (o presbiterianas, mejor), han catolizado bastante su fe y colocan la mirada en la Iglesia de un modo perturbador y casi herético, al considerarla como algo casi intocable, pues ―es la institución que nos ha formado‖ y, por tanto, nos merece un respecto casi sagrado. Bien haríamos en acudir a los documentos antiguos para comenzar a curarnos de semejantes ataques de eclesiolatría. Ahora bien, la auténtica confesión de fe en la existencia de la Iglesia enfrenta severos desafíos teológicos, históricos y sociológicos, pues si se recuerda, una vez más, que Jesús mismo no fundó ninguna iglesia institucional y que más bien se ciñó a la praxis de vivir en una comunidad y forjar un movimiento profético que, si bien surgió de la matriz de la religión institucional, no cejó en su empeño por transformar la mentalidad de sus integrantes para tomar distancia de ella. De modo que hoy, al ser confrontados por la innegable realidad de ―asociaciones religiosas‖ (como han sido catalogadas por las leyes en la materia) que forman y conforman las mentalidades de sus integrantes para servir, en su inmensa mayoría a la reproducción del sistema de creencias establecido como único u oficial, el ejercicio de la autocrítica y de la búsqueda periódica de que dichos organismos retomen los ideales originarios establecidos por Jesús de Nazaret, en el sentido de dotar a las iglesias de una orientación más comunitaria y de auténtica fidelidad a los valores del Reino de Dios enfrentará, invariablemente la hostilidad y el rechazo de los dirigentes de turno. El ya clásico esquema de la dinámica y la tensión entre institución y comunidad es esbozado como sigue por el doctor Dias: Tanto en la vida de Israel como en la vida de la Iglesia cristiana observamos el desarrollo de un proceso de transformación que se constituye en el punto trágico de ambas, en las expresiones históricas del pueblo de Dios. Nos referimos al pasaje de la vida comunitaria a la vida institucional. O sea, la formalización de la vida de una comunidad humana en una institución que pasa a ser la normalizadora de esa forma de vida que, anteriormente, era libre y espontánea. Se trata de aquel momento en que las expresiones espontáneas de la vida de una comunidad, que existe como tal porque se somete naturalmente a los influjos de la acción de Dios en el mundo, se cristalizan en normas o leyes que deben ser observadas con cierta obligatoriedad. Leyes éstas que, aunque tuvieran la intención de favorecer y
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proteger la vida comunitaria, terminaron por pervertirla al dar lugar al legalismo, matando la 21 espontaneidad y la libertad de imaginación de los miembros del grupo comunitario.
Queda claro que toda comunidad, para sobrevivir, debe establecer reglas para su vida interna; esto está bien definido en la tradición reformada, sobre todo en su celo porque las cosas se hagan ―decentemente y con orden‖ (I Corintios 14.40) y en su serio afán por no confundir la obra del Espíritu Santo con las tendencias anárquicas. Pero eso no debe confundirse con la forma en que, siguiendo otra vez el lenguaje bíblico, las fuerzas más institucionales y legalistas se ―enseñorean de la grey‖ (I Pedro 5.3) hasta el punto de exigir formas de fidelidad a doctrinas no escritas, estructuras o, peor aún, obediencia, sumisión y práctica de hábitos culturales que violentan flagrantemente la libertad humana delineada por las Sagradas Escrituras. Estas formas institucionales de Iglesia son las que enfatizan la autoridad como principio fundamental y tienden a olvidarse de que una de las consecuencias del Espíritu divino en las iglesias es la libertad de pensamiento y acción que ofrece a cada ser humano (II Corintios 3.17). Ante iglesias institucionalizadas de esa manera tan potencialmente peligrosa es difícil sostener la afirmación dogmática: ―Creo en la Iglesia‖, pues han caído en la tentación de perder de vista el horizonte del Reino de Dios y se han colocado como un fin en sí mismas. 33.. LLaa ccooyyuunnttuurraa yy eell ccoom mpprroom miissoo Ante los acontecimientos desencadenados por el concilio teológico de agosto de 2011 en el que la INPM se negó rotundamente y de manera triunfalista (y hasta herética: recuérdense las poses y actitudes del presbítero Héctor Bautista, quien públicamente y ante muchos testigos, a la pregunta de quién escribió el capítulo 16 de la Carta a los Romanos donde se ensalza el ministerio de Febe, respondió textualmente: ―No sé‖) a reconocer la validez bíblica y teológica de los ministerios femeninos, cobró particular relevancia para quienes reivindicamos el legado del auténtico Presbiterio Juan Calvino (colegas que también se integraron con el paso del tiempo, pero con la convicción de que aceptaban dicho legado), otro texto del doctor Dias, incluido en la citada nueva edición de Discusión sobre la iglesia: ―De la separación necesaria a la unidad imprescindible‖, que tradujimos en dos ocasiones, escrito en ocasión de la organización de la Iglesia
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Z.M. Dias, op. cit., p. 76, énfasis agregado. 66
Presbiteriana Unida de Brasil en 1983.22 Allí, este pastor presbiteriano brasileño, cita textos clave del reformador Juan Calvino: La Escritura, al narrar los sucesos de Israel, ―enseña que Dios, aunque nunca abandonó a su Iglesia, destruye a veces el debido orden político‖. ―Por consiguiente, no creamos que Él se halla tan vinculado a las personas que la Iglesia sea necesariamente indefectible, esto es, que no puedan apartarse de la verdad quienes la presiden‖ [1 Sam 1.18; CO 29, p. 244]. […] Han abusado ―tiránicamente de su potestad‖ y han ―depravado el modo de gobernar la Iglesia instituido por Dios‖ [Ez 13.8-9, CO 40, p. 280; Cf. Carta 1607, CO 14, p. 294 s; Carta 3232, CO 18, p. 159s]. […] Lo sucedido bajo el papado muestra ―que en el reino de Cristo se cumple lo que aconteció bajo la ley, a saber, que a veces la Iglesia se cubre de miserias y yace oculta sin esplendor ni forma‖ [Jer 30.20, CO 38, p. 634]. […] ―Así pues, entre ellos hay Iglesia, es decir, Dios tiene allí su Iglesia, aunque oculta, y la conserva milagrosamente; pero de ahí no se deduce que ellos sean dignos de algún honor; al contrario, son más detestables porque, debiendo engendrar hijos e hijas para Dios, los 23 engendran para el diablo y los ídolos‖ [Ez 16.20, CO 40, p. 354].
Para luego dejar bien claros algunos aspectos eclesiológicos que parecían redactados expresamente para nuestra nueva situación: Para la mayoría de las iglesias y pastores aquí representados, si no es que para todos, esta ocasión nos depara una mezcla de alegría y decepción. Alegría, porque finalmente llegó la hora de organizar una Iglesia Presbiteriana capaz de recoger los mejores frutos del presbiterianismo brasileño del pasado y del presente y, con ellos, contribuir para el amplio diálogo intereclesiástico, que exige la lucha de nuestro pueblo. Decepción, porque hacemos esto después de un largo periodo de diáspora y bajo la presión de la necesidad de crear un organismo eclesiástico más que, al menos aparentemente, significa otra división de los cristianos evangélicos. Aunque aceptemos la legitimidad eclesial de los innumerables cuerpos eclesiásticos en que nos dividimos, no dejamos de sufrir los dolores de una división más entre aquellos que son herederos de una misma tradición, de una misma forma de ser iglesia, y que ha luchado por la unidad de los cristianos y ha pagado un alto precio por eso. […]
Además, había y hay que asumir los errores cometidos en el camino, pero sin perder el horizonte teológico claro:
22
Z.M. Dias, ―De la separación necesaria a la unidad imprescindible‖, en Lupa Protestante, 14 de
diciembre
de
2011,
www.lupaprotestante.com/lp/blog/de-la-separacion-necesaria-a-la-unidad-
imprescindible/. Versión de L.C.-O. 23
Jesús Larriba, Eclesiología y antropología en Calvino. Madrid, Cristiandad, 1975 (Biblioteca
teológica, 5), pp. 368-369, 371. 67
Debemos reconocer que muchas veces nos faltó una pedagogía de comunicación y un análisis lúcido y sereno acerca de las posibilidades reales de avance del conjunto de la Iglesia. Entiendo que nos faltó, y aún nos falta, como presbiterianos, una visión teológica más consistente de la Iglesia en cuanto cuerpo de Cristo en el mundo. En este aspecto somos muy poco calvinistas y más deudores del salvacionismo individualista puritano estadunidense que de la eclesiología del reformador ginebrino. Además, el filtro impuesto al desarrollo del presbiterianismo por las peculiares condiciones de formación de las ideas religiosas en Estados Unidos sacrificó la visión corporativa de la Iglesia, en cuanto comunidad, a favor del individualismo puritano, lo que hizo que nuestra eclesiología siempre fuese débil y, así, alimentamos una visión de Cristo independiente de la Iglesia en cuanto communio sanctorum. […]
Finalmente, no es suficiente con destacar la herencia teológica en sí misma, pues ella nos exige avanzar y transformarla creativamente a fin de lograr un buen grado de pertinencia y acercamiento a las demás tradiciones cristianas: No basta con subrayar que somos calvinistas, presbiterianos auténticos, abiertos, progresistas, ecuménicos o lo que sea. Nuestra práctica eclesial, es decir, lo que hacemos en cuanto comunidades locales, debe responder de alguna forma a esa propuesta teórica que nos hemos dado. Si creemos en el valor de nuestra herencia, y si ésta forma parte de nuestra contribución al diálogo intereclesial, necesitamos conocerla en profundidad, además de tener el valor de hacerle correcciones en nuestro curso histórico y la humildad para reconocer sus límites, asumiendo los valores de otras tradiciones igualmente válidas y tan significativas como la nuestra.
Y las obligadas interrogantes están delante también, como un acicate para responder en el mejor espíritu las críticas y conseguir superar la confusión de algunos: ¿Cuál será nuestra línea de acción de aquí hacia adelante? ¿Tendremos objetivos comunes y respetaremos nuestras diversidades? ¿Cuál será nuestra opción preferencial frente a la lucha global de [nuestro] pueblo […]? Pienso que nuestra participación en organismos ecuménicos, nuestra relación con otras iglesias, no puede basarse en el criterio de las preferencias personales de un pastor o de una comunidad. La identidad de la Iglesia Nacional debe tener un perfil definido que nos marque, que nos especifique. ¿Cómo establecer esto? […] ¿cómo construir nuestra unidad y mantenerla? Un segundo elemento tiene que ver con nuestra identidad litúrgica, nuestra propuesta educativa, nuestra resonancia en la sociedad en cuanto Iglesia. ¿Cómo caminar para alcanzar criterios y consensos al respecto? […] ¿Cómo avanzar? ¿Cómo proceder a la reforma para ser más fieles a la palabra de orden calvinista: ecclesia reforma et semper reformanda?
Obligados a pasar de un ―estado de concilio‖ a uno de ―exilio‖, sus palabras sintetizaron muy bien los sentimientos y la experiencia de quienes emprenderíamos otro rumbo eclesial para intentar ser fieles a la herencia bíblica y reformada que habíamos 68
recibido en los presbiterios Azteca y Juan Calvino, algunos, y otros en diferentes espacios eclesiales según la experiencia acumulada (Ciudad de México, Estado de México, Berea), pero que coincidimos en esa coyuntura. Otros más tuvimos maestros en común que nos enseñaron la posibilidad de vivir en una iglesia igualitaria, donde hombres y mujeres pudiéramos compartir los dones de Dios. Algunas iglesias de reciente ingreso (Gethsemaní, de Coyoacán; Peniel, de Romero Rubio; Esmirna, de Cuernavaca) manifestaron su apoyo incondicional, no sin enfrentar ciertos conflictos internos. Como lo expresa Dias, no se buscaba la división ni imponer criterios considerados como válidos, sino simplemente respetar y defender los acuerdos que durante años se habían estudiado, dialogado y aprobado en el seno del Presbiterio Juan Calvino. Solamente eso se esperaba de la dirigencia en turno, pero no hubo respeto, comunicación ni fraternidad. Y respondieron con actos represivos, negociaciones vergonzantes y exigencias para retractarse. Luego vino la excomunión de nuestros siete colegas, el apoyo de las comunidades, intentos para reorganizarse y acercamientos con proyectos afines. Más tarde, algunos pasos inciertos que seguramente podrán corregirse mediante el diálogo minucioso. La nueva Comunión Mexicana de Iglesias Reformadas y Presbiterianas (CMIRP) no se ata irreflexivamente al pasado, pero tampoco olvida de dónde viene, de quiénes viene. Por todo lo anterior, y por muchas cosas más que seguramente han faltado expresar aquí, solicito formal y enérgicamente a los nuevos directivos del ―Presbiterio Juan Calvino‖ que, para hacer honor a la verdad y a la historia reciente, modifiquen el nombre de ese cuerpo eclesiástico, pues ya no corresponde a la verdad actual, por lo que, si han de continuar con sus labores eclesiales no lo hagan bajo un membrete que no les corresponde desde el momento en que faltaron a todo lo que habían jurado cumplir y hacer cumplir.
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A Appéénnddiiccee 1100.. EELL EESSPPÍÍR RIITTU UD DEE D DIIO OSS R REEFFO OR RM MA AA A SSU U IIG GLLEESSIIA A YY C CO ON NFFIIR RM MA A LLO OSS M MIIN NIISSTTEER RIIO OSS*** C Cuullttoo ccoonnm meem moorraattiivvoo ppoorr eell C CD DXXC CVV aanniivveerrssaarriioo ddee llaa R Reeffoorrm maa PPrrootteessttaannttee,, llaa oorrddeennaacciióónn m miinniisstteerriiaall ddee G Glloorriiaa G Goonnzzáálleezz EEssqquuiivveell yy AAm mppaarroo LLeerríínn C Crruuzz,, yy eell ssuurrggiim miieennttoo ddee llaa C Coom muunniióónn M Meexxiiccaannaa ddee IIgglleessiiaass R Reeffoorrm maaddaass yy PPrreessbbiitteerriiaannaass ((C CM MIIR RPP)),, C Caappiilllaa AAnngglliiccaannaa,, SSaann JJeerróónniim moo 111177,, 2288 ddee ooccttuubbrree,, 22001122 Después de estos sucesos, derramaré mi espíritu sobre todo ser humano: los hijos e hijas de ustedes profetizarán, soñarán sueños sus ancianos, y sus jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días. JOEL 2.28-29 (3.1-2), La Palabra (Hispanoamérica), Sociedades Bíblicas Unidas
COBIJADOS/AS EN ESTE DÍA TAN RELEVANTE PARA LA VIDA Y MISIÓN DE LAS IGLESIAS EN EL mundo por la palabra profética de quien anunció la venida renovadora y sorprendente del Espíritu, y también por la palabra apostólica que no dudó en afirmar la validez y vigencia de los ministerios eclesiásticos para hombres y mujeres en medio de la incomprensión que sigue hasta nuestros días, y por la palabra apocalíptica que vislumbró la victoria final de los proyectos divinos en el cosmos entero, a pesar de la oposición violenta de las fuerzas más oscuras y retardatarias, no podemos menos que alzar la mirada al cielo, tomar nuevas fuerzas y mirar hacia adelante, hacia los albores y los signos del reino de Dios que nos toca vivir hoy. Además, y con base en la evidencia escritural, es posible afirmar que el esfuerzo divino por reformar a su Iglesia nunca ha cesado y que, en el fragor de los conflictos históricos y humanos que nos toque vivir, la gracia de Dios nunca la abandona y, por el contrario, sigue suscitando nuevas y refrescantes formas de experimentar el gozo de la salvación en Cristo Jesús, y de traducir todo ello en prácticas consecuentes con los valores de su Reino.
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Lupa Protestante (España), 12 de noviembre de 2012, www.lupaprotestante.com/lp/blog/elespiritu-de-dios-reforma-a-su-iglesia-y-confirma-los-ministerios/. Puede verse en: www.youtube.com/watch?v=NPdokn2J_2U. 71
Los 495 años de aquel momento ya legendario, fundador y transformador, al mismo tiempo, en que un monje agustino levantó la bandera de la libertad cristiana y se atrevió a desafiar a todo el sistema político-religioso de su tiempo, marcan no el inicio de algo que Dios en su bondad ha realizado siempre, la reforma continua de su única Iglesia, sino más bien, para constancia de eso mismo, los indicios de un cambio de época, de mentalidad, de civilización y de comprensión del lugar del cristianismo y de la religión en su conjunto en la vida humana. Y es que si las diversas reformas religiosas del siglo XVI han acompañado las transformaciones en la existencia humana desde entonces hasta la fecha, no lo han hecho de manera uniforme ni saludando todos los cambios como resultado de su entendimiento de las acciones divinas. Más bien, muchos de esos procesos han sido resistidos por muchas iglesias, incluidas las protestantes y reformadas, en particular. Por ello resulta tan pertinente apegarnos una vez más a ese anuncio apocalíptico del profeta Joel en el que, sin dejar lugar a dudas, anuncia que el Espíritu desatará cautiverios, superará barreras de todo tipo, incluidas la clase social y el género, para que los sueños y profecías de esperanza, cambio y, por qué no decirlo, juicio, circulen ampliamente por las plazas y los espacios múltiples de la vida humana para generar nuevas realidades y, en el caso específico de la Iglesia, abrirla a los designios divinos, algo que muchas veces le cuesta trabajo, tanto que ahora alguien se ha preguntado si ―tiene salvación‖ tal como está o ―qué tipo de Iglesia tiene salvación‖. Obviamente, el contexto de esta ―salvación‖ tiene que ver más con su capacidad para responder a los tiempos que se viven. Porque concilios van y concilios vienen y únicamente las mentalidades triunfalistas, dominadas la ―teología de la gloria‖ que tanto criticó Lutero, ven que ella o ellas han estado dispuestas a cambiar en la medida de las exigencias divinas, que, oh dolor, siempre serán tremendamente altas. Porque si aceptamos que a veces cuando Dios pone su mano en la Iglesia y decide reformarla, nada ni nadie lo detendrá y ―caiga quien caiga‖ esos propósitos se cumplirán. Y si él decide que tiene que haber nuevas estructuras, nombres o membretes porque los que había ya caducaron, nada ni nadie los hará resucitar, y viceversa, cuando aquello que parece caído o muerto se levanta y resurge como manifestación de la acción divina. Ante esas afirmaciones de la soberanía divina nuestras categorías de pensamiento y acción palidecen y son condenadas al olvido. 72
Afirmar, entonces, que la Reforma produjo nuevas iglesias es, teológicamente, inexacto, aunque históricamente verdadero. Pues no solamente produjo eso y fracturó la Cristiandad y la unidad política europea, sino que también produjo una nueva forma de ser humano, de ser cristiano/a y, en última instancia, de ser siervos y siervas de Dios. Con la Reforma se acabó, para siempre, al menos teórica y retóricamente, la separación entre clero y laicado, pues la revolución existencial y comunitaria que trató de desarraigar vicios como eso, al menos plantó la semilla de la duda en las mentes inconformistas y desató las lenguas del Espíritu en consonancia con el anuncio de Joel. Cuando el apóstol Pablo en I Corintios 4 externa su visión del apostolado humano desde la experiencia vivida, asume esta acción del Espíritu y presenta, en acción, los goces y las contradicciones inherentes que muchos hombres le han ahorrado a las mujeres, más allá de los argumentos irracionales dominados por la misoginia y los estereotipos. Ser hombre o mujer no marca diferencias en el trato con Dios y en su servicio, los temperamentos, las afinidades y los proyectos difieren y diferirán siempre, porque las tensiones entre la voluntad divina y la comprensión humana de la misma es algo inherente al ejercicio de lo que llamamos ministerios. Si ese capítulo lo hubiera escrito Febe o Junias, tendríamos la visión complementaria de lo que representa ser ―administradores/as de los misterios de Dios‖ (4.1), con todo lo que eso conlleva y acarrea: celos, dudas por la vocación, mezquindades y un larguísimo etcétera. Lo esencial para ese ejercicio es la fidelidad y la buena conciencia, dice san Pablo (vv. 2, 4), no las credenciales teológicas, de género o de algún otro tipo. Y el criterio definitivo es el escatológico, cuando Dios juzgará todas las cosas: ―entonces cada uno recibirá su alabanza [¡qué optimismo!] de Dios‖. Así que todos estamos en la balanza escatológica, sin opción de esconder al Eterno nuestra verdadera comprensión de los ministerios que solamente Él confirma, porque si Él llama, ¿quién puede resistirse?, y sólo él pone los medios para su desarrollo, porque su fidelidad es eterna. Pero, con todo, no deja de ser una apuesta existencial, donde la persona se juega el todo por el todo, cuando escucha la voz, esa simple voz, que le dice a un hombre o a una mujer, que lo/a requiere para determinado servicio. Porque ganando, perdemos en ella, en términos humanos, y perdiendo, ganamos, como es la terminología bíblica. Dios no nos saca para su servicio, para
desprendernos de
la
cotidianidad
(domesticidad),
espacio
supuestamente
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privilegiado para los varones, nos la devuelve transformada y a nosotros transformados también. Apocalipsis, a su vez, despliega la labor del Espíritu in nuce, esto es, en el corazón mismo de la actividad eclesiástica, repartiendo reconocimientos y críticas abiertas, como casi nunca nos atrevemos, y menos en estos tiempos de tanta corrección política. Cada iglesia del Asia menor escucha una evaluación del Auditor Mayor de la Divinidad, con sugerencias y exhortaciones que aderezan impecablemente el paquete informativo: luces y sombras en claroscuro, tal como sucede siempre en la realidad, aunque el énfasis profético es doble, pues mientras que por un lado los méritos se resaltan en un marco cristológico, los defectos, sin ser magnificados, dejan ver el grado de reforma requerida para responder a las expectativas divinas. De ahí que en el capítulo 5 los consagrados a Dios celebran ya al Cordero inmolado en un estatus victorioso que ha superado los avatares de la historia y los ha elevado, literalmente, a tronos sacerdotales (5.10), tal es la dignidad con que el Señor de la Iglesia ha investido a sus siervos y siervas, millares de millares. El Espíritu de Dios reforma la Iglesia y, al mismo tiempo, confirma los ministerios incluyentes y plurales: hombres y mujeres en igualdad de circunstancias y derechos. Terminaremos con dos poemas dedicados a Gloria y Amparo: ¿¿C O CUUUÁÁÁNNNDDDO O? ? C o n c h a Concha U Urrqquuiizzaa ((M Mééxxiiccoo,, 11991100--11994455)) ¿CUÁNDO, SEÑOR, OH, CUÁNDO, te entregarás por siempre a mi deseo? ¿No basta que me veo a oscuras, suspirando, tras de mi propia vida rastreando? Como cierva ligera, de agudo dardo en el costado herida, gime sin ser oída bramando en ansia fiera tras la dulce, lejana madriguera. Su grito se derrama por los vibrantes ecos dilatado; así cierto he clamado, mi Dios, así te llama el corazón preso en la antigua llama. ¿Qué encanto misterioso —si más que el propio cuerpo estás conmigo, 74
y en leve pan de trigo y en sorbo deleitoso mil veces te me diste por Esposo—; qué misterioso arte de mis ávidas manos te desvía? Como el rayo del día tal huyes al tocarte, y sólo puedo verte y desearte. ¿Por qué, si enamorado, la ley esquivas del abrazo ardiente? ¿Por qué la dulce fuente hurtas del bien deseado, dejando labio y corazón burlado? No pueda la pobreza hacerte huir, ni la maldad nativa, si cual de fuente viva de sola tu belleza mana toda virtud y fortaleza. Y más siniestro lazo desenlazaste de mi cuello un día ni el cieno en que yacía fue obstáculo a tu abrazo, ni el miserable amor te fue embarazo. SSUUU BBBAAANNNDDDEEERRRAAASSSO O B R E M E S A M O R OB BR RE EM MÍÍÍ E ES SA AM MO OR R JJuulliiaa EEssqquuiivveell ((G Guuaatteem maallaa,, 11993300)) Cantar de los Cantares 2.4 QUIERO SER TU PAÑUELO, SEÑOR, limpio, suave, pulcro, fuerte, listo siempre entre tus manos que sanan. Puedes usarme como quieras, convertirme en compresa para detener la hemorragia en la frente del borrachito que se cayó en la esquina y que se cortó la ceja con un vidrio de botella. Si tú lo quieres, con tu pañuelo seca las lágrimas de Meme, el niño callejero, vendedor de periódicos a quien le arrebataron todo su dinerito ganado durante el día. Pañuelo tuyo, 75
podrías estirarme hasta convertirme en cabestrillo y sostener el brazo quebrado de la Tencha, cargadora de canastos en la Terminal, que se resbaló en una cáscara de mango. Si me necesitas, podría recibir el esputo del viejo Andrés, tuberculoso, que a veces, cuando le alcanza, come papas asadas en el rescoldo del fuego de la noche anterior… Podría quizás, en la boca de Jacinta, la parturienta, soportar su mordida entre sus dientes apretados, cuando puja encuclillada en el monte luchando por dar la vida sin ayuda de su marido ni de la partera y menos aún de médico… Yo, pañuelo tuyo, deseo con toda mi alma estar lista siempre entre tus manos para cualquier emergencia, en el pecho, o en los ojos, en la nariz o en los pies de mis hermanos, tus pequeñitos… Y si necesitaras rasgarme un día para vendar la cabeza del soldado o del combatiente herido, para fajar una hernia o para atar un ombligo, aquí estoy Señor, bandera de amor entre tus manos… Y si te crucifican otra vez y necesitaras mortaja, puedes convertirme en sudario… o en la bandera blanca de tu resurrección.
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