Libro virtual 1 Luis Alvarez

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El Cristianismo. . . . . . . . . . Pg. 1 La Edad Media. . . . . . . . . . .Pg. 3 Origen de la Herรกldica. . . . .Pg.11


El Cristianismo El cristianismo tiene su origen histórico en el judaísmo de comienzos de la era actual. Si bien Jesús de Nazaret se autoidentificó siempre como un judío devoto, en su doctrina y sus enseñanzas, Él mismo se identificó como el camino al Padre Celestial: En los evangelios hay amplia evidencia de que Jesucristo aseguró ser el único camino a Dios, lo cual sería enseñado así mismo por sus primeros seguidores, incluyendo a los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso No se conoce con precisión el número de seguidores que pudo alcanzar el cristianismo en vida de Jesús de Nazaret, ni cuántos seguían dentro de la comunidad cristiana por él fundada tras su muerte, ajusticiado por las autoridades seculares. Pocos años después de su muerte, Pablo de Tarso, un judío que en el decir de los Hechos de los Apóstoles poseía la ciudadanía romana, tuvo un papel destacado predicando y poniendo en contacto a diversos grupos cristianos del Oriente Próximo. El carácter misionero de Pablo de Tarso y otras figuras del cristianismo primitivo influyó de forma decisiva en toda la historia posterior del cristianismo. Al final del siglo I, ya se habían constituido las cuatro corrientes básicas del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico, y que podrían esquematizarse escriturísticamente en: (1) el cristianismo paulino, integrado por el corpus de cartas escritas por Pablo de Tarso y su escuela (2) el judeo-cristianismo, representado por los escritos derivados de las posturas de Santiago el Justo y de Simón Pedro; (3) el complejo cristianismo sinóptico (que abarca desde el judeo-cristianismo del Evangelio de Mateo hasta el paganocristianismo del Evangelio de Lucas y de los Hechos de los Apóstoles), y (4) el cristianismo joánico

Algunas personalidades del cristianismo primitivo: a la izquierda, Simón Pedro y Pablo de Tarso, figuras excluyentes de los llamados judeo-cristianismo y cristianismo paulino (representados artísticamente por El Greco); en el centro, Juan el Evangelista, quien encarnó el llamado cristianismo joánico (representado artísticamente por Guido Reni); a la derecha, Marcos el Evangelista y Lucas el Evangelista,a quienes se atribuye

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tradicionalmente la integración escriturística del complejo cristianismo sinóptico (representados artísticamente por Mathias Stomer).

La tarea de estos primeros cristianos llevó a la formación de comunidades cristianas en numerosos lugares del Imperio Romano, especialmente en su parte oriental. El sociólogo Rodney Stark, quien estudió diversas fuentes históricas para su libro El auge del cristianismo, concluyó que hacia el año 300 d. C., el cristianismo estaba difundido tanto entre las clases populares como en un número de personas ricas e influyentes de la sociedad romana, y se aventuró a situar la cifra de cristianos entre el 10 y el 25 % de la población del Imperio. Con la conversión del emperador Constantino, el cristianismo se convirtió en religión estatal y progresivamente en la religión favorecida por el estado. En las ciudades el número de cristianos siempre había sido mayor, y hacia el siglo V la población no cristiana del imperio se concentraba masivamente en zonas rurales (pagi), por lo que la religión olímpica acabó llamándose paganismo por ser importante sólo esas zonas. Una vez convertida en religión mayoritaria del Imperio, el cristianismo se expandió a toda Europa. Los pueblos germánicos se fueron cristianizando progresivamente entre los siglos IV y IX. Cirilo y Metodio predicaron a los eslavos en el siglo X. El cristianismo había llegado a las islas británicas en el siglo V, cuando Patricio de Irlanda estaba activo en la región. A partir del siglo VII las potencias cristianas de Europa rivalizaron con las potencias islámicas. En el sur y centro de Europa, con la excepción de las zonas bajo administración musulmana, el cristianismo fue la principal religión desde antes del siglo IX hasta la actualidad. La expansión al norte de Europa y Europa oriental fue más tardía, pero también en esas regiones desde hace siglos el cristianismo ha sido históricamente la religión mayoritaria. Con la expansión europea en América hubo un esfuerzo deliberado por imponer ya sea pacíficamente, ya sea mediante coacciones, el cristianismo a las poblaciones de origen americano. Desde el siglo XVI los portugueses hicieron esfuerzos también por llevar el cristianismo a ciertas áreas de África y Asia, que estaban bajo su dominio. El auge del colonialismo europeo en África, Asia y Oceanía aumentó el número de cristianos en todo el mundo.

A la izquierda, mapa que muestra la expansión del cristianismo en Europa, sudeste de Asia y norte de África hacia los años 325 (azul) y 600 (celeste) de la era común. A la derecha, mapa que señala en violeta los países en los que la mayoría de la población profesa el cristianismo en la actualidad.

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La Edad Media Medievo

o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa convencionalmente en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la singularidad de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años. Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica (cada una en su espacio). Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena

Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV. Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa, el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688), quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas. Sin embargo, en este largo período de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los

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que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán el capitalismo. Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator).

Ermita del Cristo de la Luz en Toledo, anteriormente mezquita. La convivencia entre civilizaciones alternó entre el enfrentamiento y la tolerancia, el aislamiento y la influencia mutua.

También surgieron en la Edad Media formas políticas nuevas, que van desde el califato islámico a los poderes universales de la cristiandad latina (Pontificado e Imperio) o el Imperio bizantino y los reinos eslavos integrados en la cristiandad oriental (aculturación y evangelización de Cirilo y Metodio); y en menor escala, todo tipo de ciudades estado, desde las pequeñas ciudades episcopales alemanas hasta repúblicas que mantuvieron imperios marítimos como Venecia; dejando en la mitad de la escala a la que tuvo mayor proyección futura: las monarquías feudales, que transformadas en monarquías autoritarias prefiguran el estado moderno. De hecho, todos los conceptos asociados a lo que se ha venido en llamar modernidad aparecen en la Edad Media, en sus aspectos intelectuales con la misma crisis de la escolástica. Ninguno de ellos sería entendible sin el propio feudalismo, se entienda éste como modo de producción (basado en las relaciones sociales de producción en torno a la tierra del feudo) o como sistema político (basado en las relaciones personales de poder en torno a la institución del vasallaje), según las distintas interpretaciones historiográficas. El choque de civilizaciones entre cristianismo e islamismo, manifestado en la ruptura de la unidad del Mediterráneo (hito fundamental de la época, según Henri Pirenne, en su clásico Mahoma y Carlomagno ), la Reconquista española y las Cruzadas; tuvo también su parte de fértil intercambio cultural (escuela de Traductores de Toledo, Escuela Médica Salernitana) que amplió los horizontes intelectuales de Europa, hasta entonces

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limitada a los restos de la cultura clásica salvados por el monacato altomedieval y adaptados al cristianismo. La Edad Media realizó una curiosa combinación entre la diversidad y la unidad. La diversidad fue el nacimiento de las incipientes naciones... La unidad, o una determinada unidad, procedía de la religión cristiana, que se impuso en todas partes... esta religión reconocía la distinción entre clérigos y laicos, de manera que se puede decir que... señaló el nacimiento de una sociedad laica. ... Todo esto significa que la Edad Media fue el período en que apareció y se construyó Europa. Esa misma Europa Occidental produjo una impresionante sucesión de estilos artísticos (prerrománico, románico y gótico), que en las zonas fronterizas se mestizaron también con el arte islámico (mudéjar, arte andalusí, arte árabenormando) o con el arte bizantino. La ciencia medieval no respondía a una metodología moderna, pero tampoco lo había hecho la de los autores clásicos, que se ocuparon de la naturaleza desde su propia perspectiva; y en ambas edades sin conexión con el mundo de las técnicas, que estaba relegado al trabajo manual de artesanos y campesinos, responsables de un lento pero constante progreso en las herramientas y procesos productivos. La diferenciación entre oficios viles y mecánicos y profesiones liberales vinculadas al estudio intelectual convivió con una teórica puesta en valor espiritual del trabajo en el entorno de los monasterios benedictinos, cuestión que no pasó de ser un ejercicio piadoso, sobrepasado por la mucho más trascendente valoración de la pobreza, determinada por la estructura económica y social y que se expresó en el pensamiento económico medieval.

Medievalismo es tanto la cualidad o carácter de medieval, como el interés por la época y los temas medievales y su estudio; y medievalista el especialista en estas materias. El descrédito de la Edad Media fue una constante durante la Edad Moderna, en la que Humanismo, Renacimiento, Racionalismo, Clasicismo e Ilustración se afirman como reacciones contra ella, o más bien contra lo que entienden que significaba, o contra los rasgos de su propio presente que intentan descalificar como pervivencias medievales. No obstante desde fines del siglo XVI se producen interesantes recopilaciones de fuentes documentales medievales que buscan un método crítico para la ciencia histórica. El Romanticismo y el Nacionalismo del siglo XIX revalorizaron la Edad Media como parte de su programa estético y como reacción anti-académica (poesía y drama románticos, novela histórica, nacionalismo musical, ópera), además de como única posibilidad de encontrar base histórica a las emergentes naciones (pintura de historia, arquitectura historicista, sobre todo el neogótico -labor restauradora y recreadora de Eugène Viollet-le-Duc- y el neomudéjar). Los abusos románticos de la ambientación medieval (exotismo), produjeron ya a mediados del siglo XIX la reacción del realismo. Otro tipo de abusos son los que dan lugar a una abundante literatura pseudohistórica que llega hasta el presente, y que ha encontrado la fórmula del éxito mediático entremezclando temas esotéricos sacados de partes más o menos oscuras de la Edad Media (Archivo Secreto Vaticano, templarios, rosacruces, masones y el mismísimo Santo Grial). Algunos de ellos se vincularon al nazismo, como el alemán Otto Rahn. Por otro lado, hay abundancia de otros tipos de producciones artísticas de ficción de diversa calidad y orientación inspiradas en la Edad Media (literatura,

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cine, cómic). También se han desarrollado en el siglo XX otros movimientos medievalistas: un medievalismo historiográfico serio, centrado en la renovación metodológica (fundamentalmente por la incorporación de la perspectiva económica y social aportada por el materialismo histórico y la Escuela de los Annales) y un medievalismo popular (espectáculos medievales, más o menos genuinos, como actualización del pasado en el que la comunidad se identifica, lo que se ha venido en llamar memoria histórica).

espacio donde se reflejan las características sociales del momento. Está compuesto de unos signos que se convierten en estímulos frente a un espectador. Se pueden diferenciar de los signos. Características: particularidades físicas de las figuras. Inseparables de ellas. San Pedro: pelo corto y ondulado. San Pablo: barba puntiaguda y calvo. San esteban: como diácono. Atributo. Atribuir a un personaje un elemento de reconocimiento: Cristo: nimbo crucífero. San Pedro: las llaves. Santa Inés: el cordero (Inés > agnes>agnus = cordero) San Cristóbal. Portador de Cristo. Le lleva sobre sus hombros.

Santa Sofía de Constantinopla (532-537). El Imperio bizantino fue la única institución política (aparte del papado) que mantuvo su existencia por la totalidad del periodo medieval

Santos mártires: espada = corte de cabeza, hoja de palma = martirio. Ojos, santa Lucía. Esteban, lapidado. Santa Águeda, el pecho. Bárbara, la torre donde estuvo encerrada.

En el medievo occidental, la iglesia, el Cristianismo, van a ser los mecenas del arte, y lo van a realizar como un conjunto de símbolos y formas para llevar al fiel a darse cuenta que esta ante algo sobrenatural. Para ello se utilizan todo tipo de recursos desde la utilización del artista medieval, la iglesia da unas pautas a los artistas.

Si mediante los símbolos la iglesia puede hacer manifiesto, hay que analizar los símbolos teniendo en cuenta la evolución temporal de los signos y su carácter polifémico.

En este sentido, en el que se hace hincapié de que el arte es un lenguaje y un

Otras veces los símbolos trabajan como recursos semánticos, como hechos que no están expresamente representados. Como Cristo con llagas de la pasión, evoca su primera venida al mundo. Si aparecen los ángeles con instrumentos de la pasión, se

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refiere a estos episodios bíblicos. Sin embargo es un tema claro del Juicio Final.

aquello a lo que prefigura. (Abraham e Isaac > Sacrificio de XP)

Los temas se mezclan a partir del siglo IV, porque es la iglesia y el espectador los que saben que hay un hilo conductor sobre la lectura física: Sacrificio de Isaac > crucifixión de Cristo. Los temas del Antiguo Testamento serán recursos semánticos para prefigurar el nuevo.

Moral: incide sobre la conducta del hombre. Isaac y Abraham = Obediencia)

Hay que estudiar también las asociaciones extrasemánticas; las que nos ayudan a precisar un significado a través del estudio de los valores extrasemánticos; todos aquellos elementos que no tiene relación con el significado de un tema pero que ayudan al espectador a situarse en un tema o en un periodo determinado. (Vestidos) También hay que distinguir en la iconografía, hay un tipo de carácter expositivo, que sirve para popularizar un tema, una imagen que ha sido motivada para satisfacer una adoración popular que interesa a la iglesia, como casi todas las representaciones de la Virgen. La iconografía es la plasmación de forma concreta de devoción que se ha llegado a plasmar en plástico. La inmaculada / primer abrazo de Santa Ana y San Joaquín. Luego la Virgen del Juicio, finalmente, en el siglo XVI y XVII la Virgen Inmaculada, con sus características propias. Cada símbolo puede estudiarse: Literal/ histórico: Antiguo Testamento como Historia del pueblo de Israel. Alegóricamente: imagen o expresión diferente de la palabra. Hay que buscar

Religioso. Sentido anagógico o místico: esquema que no lleva a lo sobrenatural. Para interpretar cualquier escena, la iglesia marca reglas: hay que estudiar la forma, el lugar, el orden, el número, la simetría y la proporción. (Análisis sémico de una imagen) . Siguiendo todo esto hay que ver que la imagen está supeditada a factores tales como el carácter del material que utiliza el artista, el contexto ambiental del artista y a que sociedad va encaminada la obra, teniendo en cuenta que las obras se valoran de distinta forma según el tiempo. Entrando en la imagen, el estudio de la forma lleva implícito el estudio de la anatomía que en el mundo medieval se dirige a: hombre formado a imagen y semejanza de Dios. Esto es problemático; o bien Dios se antropoformiza con belleza o se tiende al símbolo. Además de esto lleva sus símbolos, como el círculo, sin principio ni fin, pero también como hombre es mortal. Por tanto es cuadrado (extensión de bazos y piernas) Cuadrado con círculo inscrito dentro = a Dios contiene la imagen del hombre. Si a la figura de un hombre se le añade la cabeza, se da un pentágono (5 = número perfecto y mágico > influencia pitagórica del cristianismo > 2 ( femenino) + 3 ( masculino) = 5 ( poder de Dios). /// 5 ( Poder de Dios) + 5 ( poder de Dios) = 10; en número más grande, que a su vez se logra de la suma de 1 ( Dios)+ 2 ( Mujer)+ ( hombre) + 4 ( tierra)

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Con tres dedos. Bendición a la greca; oriental Trinidad. Con dos dedos: occidente. Por el Padre y el Hijo. Hombre = compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo es algo pecaminoso, lo que hace que nos desviemos de Dios. Hay una tendencia a abandonarlo, pero también a conservarlo, porque es el lugar donde reside el alma. (Prohibición de cremación de los primeros años del cristianismo). Todo esto da lugar a los dos grandes ámbitos medievales: Románico: desprecio al cuerpo. La idea es lo fundamental. Se deforma en función de la expresividad. Neo-aristotelismo: reflejo de Dios en la naturaleza; en los seres. Si Dios es bello, si yo soy reflejo de Dios, yo también lo soy. Es un cambio radical de mentalidad. Dentro de la anatomía, hay que estudiar la actitud y el gesto para expresar un sentimiento. A través del cuerpo se pueden expresar los sentimientos. Ejemplos: Manos juntas: hasta el siglo XII señal de sumisión. A partir de ahí, oración. Señalar con el dedo: Marca la transmisión del poder del que habla al que escucha. Manos levantadas. Orante. Oración. Hincar la rodilla. Sumisión. Mano abierta. A Dios le parece bien. Mano cerrada. A Dios le parece mal. Bendición:

En cuanto a la forma y función del espacio que ocupe, según Panoski, puede crear espacios u ocuparlos. Se produce una búsqueda de la forma de plasmar la tercera y cuarta dimensión. Se puede jónico lo que hace adaptarse a las figuras. Ley del Marco. Ley de triangulación y Ley de múltiples contactos: la figura tiene que chocar en el mayor número de lugares posibles con el marco. El espacio también puede ocurrir como espacio en el que se mueve la figura; pero no hasta fines de la Edad Media. Se habla, entonces, de una figura grandiosa, una figura que crea espacio. En cuanto a la forma de representar la perspectiva, existe la perspectiva inversa, la mental, la conceptual, la ptolemaica (porque todo gira alrededor de la tierra) o la Plotina (todo gira alrededor del Dios); el mundo existe en cuanto el artista lo representa. Estas perspectivas suelen ir unidas a las perspectivas abatidas; la representación de la realidad como si estuviera tumbada en el suelo. La perspectiva geométrica y lineal sólo se da a partir del renacimiento. Representa la realidad tal y como es; siguiendo una proporción, que todas las líneas convergen en el punto de fuga. COMPOSICIÓN:

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Perspectiva primitiva: posición de tema en franjas superpuestas ( lo de arriba es lo más importante y lo más lejano)

idea de luz que refracta la luz divina. Este nimbo en la religión cristiana simboliza la santidad. También se asocian a los ángeles.

Cristalina: las figuras y temas no tienen separación expresa y clara entre ellas.

Ausencia de luz. NO-luz. Idea del caos. Lo negativo, el pecado, el diablo...

Perspectiva jerárquica: la más grande. Pones la figura más grande para marcar su importancia.

Por otro lado, Dios se relaciona con el sol; la luz y principio de vida. Esto hace que cuando se marquen las fiestas del calendario litúrgico se haga de acuerdo con el sol. El 25 de diciembre era anteriormente la fiesta del nacimiento del sol en la religión pagana o nueve meses antes, el 25 de marzo, la fiesta de la anunciación, era la fiesta de la primavera. A partir del nacimiento se establecen el resto de las fiestas.

Posición. La derecha siempre importante que la izquierda.

más

Tipo de lectura que se da en cosas en las que se quiere marcar el carácter negativo y se dan en algunos tímpanos y pinturas: composición boustrofédica. “Como Caminan los bueyes” Lectura en zig-zag, para no perder narratividad. EL ESPACIO EN FUNCIÓN DE LA LUZ: Hay varias formas de representarlo. Luz como esencia de todas las cosas: Filosofía de San Agustín. También Agustín va a recoger las alusiones que hace la Biblia en relación con la luz. Dios es la luz. En contraposición, los seres van a medir su belleza en función de la luminosidad. Surge la contraposición entre Luz ( lo bueno, lo bello) y no luz ( lo feo, lo demoníaco).

La Adoración de los Reyes Magos se desconoce cuándo tiene lugar, en un primer momento, se celebra el día de Navidad. Posteriormente, por influencia oriental, se celebra el día de la Epifanía. ES por tanto, el calendario litúrgico marcado a partir del concepto de luz. La Iglesia va a crear un lenguaje que va a afectar a la orientación de los templos; miran hacia el este, a la salida del sol, que ilumina la cabecera y la nave central es el camino que nos lleva a la luz; la cabecera es el lugar donde se encuentra Dios.

Robert Grosseeteste es un filósofo del Siglo XII, que opina que hay tres tipos de luz en función de la cercanía de Dios.

Cuando los santos adquieren más importancia es en la Edad Media, con las reliquias.

Luz pura: símbolo de la divinidad. Forma exclusiva de representar a Dios. Idea de las imágenes llenas de luz.

En el gótico no es tan fácil llegar a Dios. Las Iglesias están dedicadas a los santos; aunque siguen orientadas a la luz del sol. Todo esto se producirá mientras el culto a las reliquias medieval este en vigor.

Luz como reflejo de la divinidad. Más o menos luz según la cercanía de Dios. Los santos por ellos, son los que están más cerca de Dios y van a llevar nimbo como

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Si se orienta hacia occidente, por donde muere el sol, es donde se van a colocar siempre las escenas del fin del mundo. En el lado norte, el más oscuro, el Antiguo Testamento, y al lado sur, el más luminoso, el Nuevo Testamento, el que desvela el Antiguo. Por tanto se produce un ordenamiento de la Iglesia en tanto al estudio de la luz, que a su vez incide en la colocación de las personas según el sexo. El crucero, el corazón de la iglesia, el cimborio se sustenta sobre cuatro pilares; los cuatro evangelios. El crucero constituye un foco de luz, la luz de donde están los elegidos, los sacerdotes, los únicos que saben leer. Cuanto más cerca de Dios, más luz. También es importante la luz artificial. Las Lámparas, como en San Juan de Letrán, fundada por Constantino en el siglo IV, que tenía 12375 lámparas de aceite. Es también importante el simbolismo de la luz artificial en las iglesias otonianas, que están siempre llenas de cirios; como concepto de esplendor. EL COLOR: El color depende del grado de luz. Oro / dorado = divinidad. Puede sustituirse también por el amarillo. Ya desde el clasicismo se relacionan los colores y los símbolos. Como por ejemplo, los 4 elementos: Azul: aire Marrón: tierra. Verde: agua.

Rojo: fuego. En el mundo cristiano también los colores tenían sus simbologías. Colores benéficos: Blanco: la luz Rojo: fuego. Amor divino. Siempre con los mártires como los soldados de Cristo, de ahí también los cardenales, como idea de poder. Sangre. Verde. Símbolo de la esperanza. La fertilidad. Puede tener también un sentido negativo debido a que es el color de la serpiente del pecado. Azul. Virgen. La esperanza de la salvación ( Júpiter y Juno) Bóveda celeste. Símbolo de la devoción en señal de duelo. Calmante. Sosiego. Colores negativos. Negro: ausencia de luz. Amarillo. Envidia. Bilis. Enfermedad del hígado ( mal humor). Asociado con los judíos. Es la traición, el color del dinero, ( Judas) Puede tener un sentido positivo, el pan de oro, se sustituye por el amarillo a veces. Semejanza con el dorado. Divinidad. Violeta. Angustia, penitencia, tristeza. Es positivo en función de las flores; las violetas son el símbolo de la juventud que nace. Los colores también se asocian a la liturgia. Los sacerdotes visten: blanco : en fiestas relacionadas con Cristo y la Virgen, como la Epifanía, por la

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estrella, la luz y en la Purificación, por la pureza inmaculada de la Virgen. Rojo. En todas las fiestas relacionadas con los mártires y en Pentecostés. Lenguas de fuego que bajan sobre cada uno de los apóstoles. Morado: Adviento y cuaresma. Preparación para nacimientos y pasión. Puede ser también el verde. Negro: misas de difuntos y Viernes Santo.

Origen de la Heráldica Esto de la Heráldica, a casi todo el mundo le suena a cosa medieval, relacionada con los torneos, las justas, la nobleza, los caballeros de la Mesa Redonda, etc. Y la verdad es que los que así piensan no andan muy descaminados.

Es difícil determinar con exactitud cuándo nace la Heráldica en el sentido en que la definía el Marqués de Avilés, en su “Ciencia Heroyca”, publicada allá por 1725: “el Blasón es el Arte, que con términos, y voces propias de él enseña en la inteligencia del Escudo de Armas, la de los esmaltes, figuras, y ornamentos, el orden de componerles con reglas, y preceptos ciertos, al modo que le tienen todas las demás Facultades, y Ciencias”. Es decir: la ciencia que nos ayuda a entender y a componer adecuadamente los escudos de armas; o el código de reglas que permite representar y o describir correctamente los escudos de armas. Lo que es indudable es que, desde la más remota antigüedad, las personas y toda clase de colectividades

humanas han usado signos que los identificaran y los distinguieran de los demás, especialmente en aquellas circunstancias en las que esa diferenciación se hacía más necesaria, como en el campo de batalla. Si bien puede considerarse que existen elementos heráldicos o proto-heráldicos desde hace miles de años, la heráldica como hoy la entendemos tiene origen medieval y aparece en Europa occidental alrededor del siglo XII. Los “escudos de armas” se originaron en esta época por la necesidad de distinguirse los caballeros en el campo de batalla. Los emblemas utilizados, que en principio respondían a la voluntad individual y a la imaginación de su portador, pronto se hicieron hereditarios y se organizaron en un sistema de normas y convenciones, con un lenguaje y una terminología propios; especialmente al quedar su concesión restringida a una prerrogativa real que se ejercía a través de los llamados “Heraldos”, cuya cabeza visible era el “Rey de Armas”. De este origen medieval y militar es buena prueba la denominación del elemento esencial de la heráldica: el “escudo”, ya que era sobre este elemento defensivo sobre el que se pintaban los emblemas elegidos por los caballeros u otorgados a éstos por los soberanos. Más tarde su uso se extendió a toda clase de soportes: telas, joyas, fachadas de las viviendas, cuadros, monumentos funerarios, etc. Precisamente una de las utilidades que hoy en día tiene la heráldica, aparte de la de facilitar unas normas básicas y racionales para la composición de los escudos, es la de ayudar a la identificación de las personas o las pertenencias de éstas

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identificadas con signos heráldicos. Por esa razón, la Heráldica es también, y sobre todo, una de las llamadas ciencias auxiliares de la Historia, como lo son la Paleografía, que descifra las escrituras antiguas; la Diplomática, que estudia las cartas, diplomas, títulos y otros escritos jurídicos; la Epigrafía, que estudia las inscripciones sobre piedra, metal o madera; la Sigilografía, que trata lo relativo a los sellos con que se firmaban los documentos; la Vexilología, que analiza las banderas y estandartes; la Genealogía, que investiga el origen y filiación de las familias; y el derecho Nobiliario, que regula el ejercicio de la Nobleza o la sucesión en la posesión de títulos.

Clasificación de la Heráldica En función de su ámbito de aplicación concreta, la heráldica puede clasificarse en: a) Heráldica gentilicia: de los individuos, familias o linajes. b) Heráldica cívica o civil: de las entidades territoriales. Ésta se subdivide a su vez en nacional, provincial y local (y en el caso de España, de las Comunidades Autónomas). c) Heráldica corporativa: de las entidades, públicas o privadas, de carácter civil: Universidades, Colegios y Asociaciones profesionales; clubes deportivos, sindicatos, etc. d) Heráldica eclesiástica: de las personas, instituciones o entidades de la Iglesia. e) Heráldica militar: de las personas, instituciones y cuerpos o entidades militares. f) Heráldica industrial: de marcas o productos elaborados por las empresas. Dicho todo esto, pasamos a los conceptos elementales de la Heráldica, que son aplicables a cualquiera de las ramas en las que se la clasifica.

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I. Forma del escudo El primer elemento en el que debemos fijarnos al observar un escudo heráldico es su forma exterior. Con esto nos referimos exclusivamente a la forma geométrica del escudo propiamente dicho, excluyendo todos los adornos exteriores. Ésta superficie se correspondería con la del escudo que usaban los caballeros medievales, que era donde primitivamente se dibujaban las armas concedidas por los monarcas, o elegidas libremente por el caballero, según las épocas, y por eso adoptaba una forma muy similar a estos elementos defensivos. Los primitivos escudos tenían una forma casi triangular, pero después fueron cambiando para adaptarse a la necesidad de incorporar nuevos elementos o simplemente en razón de modas, que también las ha habido en esto. De la observación de las representaciones heráldicas que nos ha legado la Historia, puede deducirse que no ha existido en ninguna época o país un modelo uniforme de escudo, sino que, por el contrario, en cada país y en cada época han coexistido diversas formas, que en muchas ocasiones no han respondido a otro criterio que la moda imperante o el capricho del artista. No obstante, pueden establecerse una serie de tipos comunes que se han ido manteniendo a lo largo de la historia en cada uno de los países europeos. En todo caso, lo más común es que el escudo adopte una forma más o menos rectangular, con la parte inferior más o menos redondeada o puntiaguda, pero caben infinitas posibilidades.

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Al entronizarse en España la dinastía de los Habsburgo, y al igual que en el resto de los territorios europeos del Imperio, se extiende en nuestro país el uso del escudo redondeado en la base, como un arco de medio punto invertido (1). Esta forma de escudo se mantiene hasta comienzos del Siglo XVIII, en el que con la dinastía borbónica, se introduce en España el

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escudo de tipo francés: rectangular, con los vértices inferiores redondeados y terminado en punta (2). Este modelo ha perdurado hasta muy recientemente, alternado en el caso de las Armas Reales con otro de forma ovalada. La forma de escudo que se considera generalmente como escudo español, es la primera que hemos descrito, con la base redondeada; y a este diseño responde el actual modelo oficial del Escudo de España, aprobado por Real Decreto de 18 de diciembre de 1981.

II. Campo y Particiones Se denomina campo del escudo al espacio comprendido dentro de las líneas que limitan el mismo, es decir, a lo que hemos definido antes como escudo, propiamente dicho; y también se denomina campo al fondo de cada una de las particiones en que se divida el escudo. Éste, en función del número de divisiones o particiones que contenga, puede ser Simple o Compuesto. Es simple cuando en todo el campo aparece un único esmalte, y es compuesto cuando está dividido en dos o más cuarteles, que es como se denominan las divisiones del escudo. Las más comunes son: partido (dividido verticalmente), cortado (dividido horizontalmente), tronchado, tajado, terciado, cuartelado, jironado, etc. Otras son: cortinado, mantelado, calzado, embrazado, contraembrazado, encajado, enclavado, adiestrado, siniestrado, flechado... y sus diversas combinaciones.

En cuanto a las proporciones del escudo -y en esto coinciden todos los autores, aunque no siempre se respeta-, deben éstas mantenerse siempre en 6 de alto por 5 de ancho; de lo contrario resultará desproporcionado, sobre todo al realizar las particiones.

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III. Esmaltes En Heráldica se denomina esmaltes a los colores con que se pinta tanto el campo como las figuras del escudo. Los esmaltes se dividen en metales y colores. Son metales el oro y la plata, que en la práctica pueden ser sustituidos por amarillo y por blanco, aunque no deben usarse éstos y aquéllos (oro y amarillo, o plata y blanco) simultáneamente. Son colores, el Gules o rojo, Azur o azul, Sinople o verde, Púrpura o morado, y Sable o negro. Además de éstos, que son los básicos, pueden usarse, además, todos los colores naturales de animales, plantas y construcciones, y el color de la piel humana (denominado carnación), para las personas. En todo caso, el campo deberá ser siempre de uno de los siete esmaltes citados, sea éste metal o color, y hay que tener en cuenta que no son admisibles diferentes tonalidades en los colores. No existe, por tanto, el rojo “carmesí”, ni el azul “celeste”, ni nada que se le parezca. Menos frecuentes son los llamados forros. Éstos son combinaciones de dos esmaltes en forma de dibujos convencionales: veros y armiños. Se considera regla fundamental de la Heráldica el “no ponerse nunca en los escudos metal sobre metal ni color sobre color”. De esta regla dice el Marqués de Avilés: “Aunque son reglas, y preceptos del Blasón todos los que se han dado, y se darán por observación, la principal, y más célebre regla, y ley inviolable de él es que no se ponga metal sobre metal, ni color sobre color, porque de lo contrario las Armas serán falsas”. Sin embargo, como reconoce el propio Marqués de Avilés, no hay regla sin excepción, y ésta tiene nada menos que seis. No se aplicará, pues, esta regla a los pequeños detalles de las figuras, como ojos, garras, picos, frutos, coronas, etc., ni a las figuras humanas y sus partes o a las restantes figuras que se representes en su color natural, los cuales podrá ponerse indistintamente sobre metal o sobre color. Se pueden representar los esmaltes, sin necesidad de utilizar los correspondientes pigmentos, mediante un sistema ideado por el jesuita italiano Silvestre Pietrasanta en 1638, conocido como rayado heráldico, que consiste en simbolizar cada uno de los colores o metales por medio de señales gráficas. Así, se representa el oro por medio de puntos; la plata, dejando el campo en blanco; el gules, con rayas verticales; el azur, con rayas horizontales; el sinople, con líneas diagonales de derecha a izquierda; el púrpura, con líneas diagonales de izquierda a derecha; y el sable, con líneas verticales y horizontales cruzadas, o con el mismo negro. Estos símbolos pueden usarse tanto en el campo como en las figuras. El color natural en las figuras se representa, igual que la plata en el campo, dejando la superficie en blanco. A

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continuación se incluye un cuadro con los diferentes esmaltes y su representación gráfica.

Oro

Plata

gules

azur

sable

sinople

púrpura

anaranjado

IV. Figuras Se denominan figuras o piezas a todos los objetos que se colocan en el campo del Escudo. Los heraldistas distinguen cuatro clases de figuras: Heráldicas, o piezas propiamente dichas, como el jefe, el palo, la banda, la faja, la cruz, el aspa o sotuer, la bordura, etc.; Naturales, como los animales, las plantas, los astros y meteoros, las figuras humanas; Artificiales, como las coronas, castillos, torres, cadenas, herramientas, etc.; y Quiméricas, como dragones, grifos, sirenas, etc; aunque la distinción más común es entre las que representan animales, plantas u objetos y que se denominan propiamente figuras, y las puramente geométricas, llamadas piezas.

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Aunque las excepciones en Heráldica, y sobre todo en la Heráldica Municipal española, están cerca de convertirse en norma, existen unas reglas fundamentales que deben tenerse muy en cuenta a la hora de disponer los elementos de un escudo. Además de la ya citada, relativa a los esmaltes, las restantes reglas se refieren a la colocación de las figuras en el campo del escudo, y son las siguientes: 2. Cuando no hay más que una sola figura en el escudo, se coloca en el centro del mismo, llenando todo su campo, sea cual fuere su tamaño natural, pero sin tocar los extremos del escudo. 3. Cuando las figuras que no son piezas honorables están en el escudo en número de tres, se ponen dos en jefe (en la parte superior) y una en punta (en la parte inferior). Si van colocadas una en jefe y dos en punta, se dice que están mal ordenadas. 4. Toda figura animada que no esté de frente, ha de ponerse forzosamente mirando hacia la derecha del escudo. Si mirase hacia la izquierda, ha de consignarse. Estas reglas de la Heráldica deben tenerse siempre presentes al dar forma a un escudo. Para comprenderlas, nada mejor que la contemplación de las representaciones heráldicas, realizadas por artistas de la talla de Durero, en los siglos XVI y XVII reproducidas en “The Art of Heraldry”.

V. Ornamentos exteriores del escudo Los ornamentos o adornos exteriores del escudo reciben el nombre general de timbres. Los timbres no formaban originariamente parte del blasón y podían variar a voluntad del titular. Entre los más comunes se pueden citar: coronas, yelmos, bureletes, cimeras, lambrequines, tenantes y soportes; mantos, banderas, cordones y palmas, encomiendas y collares de las Ordenes Militares, pabellones, divisas, y la voz de guerra.

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El timbre más comúnmente usado en la heráldica familiar o gentilicia es el yelmo, derivado del casco de los caballeros. Los yelmos se adornan además con cimeras y lambrequines, frecuentemente del esmalte del escudo. Las coronas se representaron posteriormente, a partir del s. XVII. La posición y la decoración de coronas y yelmos fueron usadas para indicar los grados en la jerarquía de los títulos. Los timbres eclesiástico s son la tiara pontificia, capelos, mitras, báculos, cruces, sombreros, rosarios y borlas. Los soportes pueden ser tenantes (figuras humanas o semihumanas) y soportes propiamente dichos (animales u objetos inanimados), son las figuras que sostienen el escudo y que derivan de los ornamentos que en los sellos rodeaban el escudo. Parecidos a éstos son los emblemas de oficios (llaves pontificias, cruz episcopal o abacial, bastones, de mariscales, áncoras de almirantes, etc.) y los signos de dignidad, como los collares de órdenes y las condecoraciones, que siempre deben situarse fuera del escudo. Este último puede estar rodeado de un manto (reyes, principes, duques) y superado o sostenido por una divisa o voz de guerra, situada generalmente en un listel.

VI. Forma de blasonar Para interpretar adecuadamente un escudo hay que tener en cuenta que éste se personifica, es decir, que la derecha del escudo se corresponde con la izquierda del observador y viceversa, y que, longitudinalmente, el escudo se divide en jefe, centro y punta.

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Al blasonar o describir un escudo hay que seguir el siguiente orden: Cuando el escudo está dividido en diferentes particiones, antes de pasar a la descripción de sus cuarteles se indicará de qué forma está dividido (partido, cortado, cuartelado, etc.); después se procederá a la descripción de cada partición como si se tratase de escudos diferentes, ordenándolos de modo que se blasonen primero las particiones que se hallen en el jefe y en la diestra del escudo. Si sobre estas particiones va alguna pieza sobre el todo, se blasonará en último lugar. Cuando dos o más particiones tuvieran una bordura común, ésta se blasonará después de dichas particiones. Primero se describe el campo del escudo, es decir su esmalte; habitualmente se usa la fórmula: “Trae campo de...” o “Trae de...” Después se blasonan las piezas y figuras, empezando por la principal, siempre que ésta no sea jefe, campaña o bordura, en cuyo caso se blasonarán al final. Las figuras que se cargan a otra se blasonarán inmediatamente después de esta última. En los escudos divididos en más de cuatro cuarteles se blasonarán primero los que estén situados en la parte superior, dando prioridad a los que se hallen en la derecha. Cuando alguno de estos cuarteles vaya dividido a su vez en particiones (por ejemplo, partido, cuartelado en sotuer, etc.), se blasonará este cuartel completo antes de pasar al siguiente. Una vez blasonado el interior del escudo, se blasonan los timbres, con el siguiente orden: el yelmo, la corona que pueda hallarse sobre él, los lambrequines, las cimeras y banderas, las encomiendas y collares, los tenantes y soportes con los adornos que tuvieren, el manto con sus atributos y en último lugar las divisas y voces de guerra. La Heráldica cívica Como hemos dicho, una de las ramas en las que se clasifica la heráldica es la heráldica

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cívica o heráldica civil. De ésta formarían parte la heráldica nacional, la provincial, la municipal y la de otras entidades de carácter territorial, como las Comunidades Autónomas en España, los Länder en Alemania, o los Cantones suizos. Igualmente formarían parte de esta rama de la heráldica la correspondiente a los entes e instituciones públicas dependientes de los anteriores. La heráldica cívica tiene características singulares que la diferencian de otras ramas de la heráldica y que tienen su origen en el diferente uso de los emblemas y también en las circunstancias históricas y políticas del país de que se trate. Esta singularidad se manifiesta, tanto en la forma del escudo, como en los adornos que lo rodean, muy diferentes según se trate de monarquías, repúblicas u otros regímenes políticos, y muy influenciado por la herencia cultural, como puede verse en los siguientes ejemplos:

REINO UNIDO

DINAMARCA

R. FEDERAL R. FRANCESA ALEMANA

ESTADOS UNIDOS

VENEZUELA

R. P. CHINA

NUEVA ZELANDA

20 01


BOTSWANA

EGIPTO

R. SUDAFRICANA TRINIDAD Y TOBAGO

En nuestro país esto ha tenido un reflejo muy claro en los cambios que ha ido sufriendo el escudo a lo largo de los siglos en función de la dinastía reinante o del régimen monárquico, republicano o “indefinido”, vigente en cada momento (ver la evolución del Escudo de España).

La Heráldica municipal Dentro de la Heráldica civil, la más variada es, sin duda, la Heráldica municipal. Ésta, como la heráldica gentilicia -de personas o linajes-, hace también su aparición en la edad media, aunque su origen y finalidad son lógicamente diferentes. En España, conforme avanza la Reconquista, los reyes leoneses, castellanos o aragoneses conceden diversos privilegios (fueros) a los habitantes de las poblaciones reconquistadas o fundadas en los territorios arrebatados a los musulmanes, como forma de premiar los servicios prestados y para asegurar su asentamiento estable. Entre los privilegios que conceden los reyes, aparece con cierta frecuencia uno que, a primera vista, podría pensarse que carece de importancia: el de usar sello -o sigillum-; pero que posee un enorme significado, puesto que constituirá el símbolo de la autonomía del municipio. Inicialmente, el “sigillum” no tiene forma de escudo tal como hoy lo conocemos, ni aparecen en él los ornamentos externos que caracterizan a la heráldica municipal moderna. Como su nombre da a entender, se trata de un signo gráfico de más similitud con los actuales anagramas y “logos” corporativos que con los escudos heráldicos, y su forma será usualmente la circular u ovalada. La función de este “sigillum” será la de autentificar los documentos del Concejo y, cada vez más, la de representarlo simbólicamente. Más tarde este signo se grabará en piedra en las fachadas de los edificios municipales y comenzará a adoptar, por imitación de los escudos gentilicios, la forma característica de éstos. En Castilla-La Mancha existen sellos municipales muy antiguos, e incluso a algunas ciudades se les concedió el privilegio de usar como sello

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las mismas armas reales (caso de Toledo, que aún usa las imperiales de Carlos I), a otras la efigie del monarca (Ciudad Real, con Alfonso X), y a muchas otras se les otorgó simplemente el derecho de usar un sello propio. La mayoría de los municipios, sin embargo, adoptan el escudo municipal a raiz de las sucesivas disposiciones legales que se han ido dictando desde finales del siglo XIX con la intención declarada de poner orden y regular el uso de los sellos municipales. Periódicamente se recordaba a los ayuntamientos la obligación de remitir al Ministerio de la Gobernación la impronta del sello usado por el municipio, además de una breve explicación del origen del mismo. La primera parte era habitualmente cumplida por los consistorios, no así la segunda, ya que en muchos casos se desconocía el origen de los signos utilizados y en otros el origen podía ser tan peregrino como la imaginación del edil o el secretario municipal de turno, o incluso se dio el caso de un fabricante de sellos de caucho que, a principios del siglo XX, recorrió la geografía nacional vendiendo sellos con escudos de su propia invención, que adquirieron algunos ayuntamientos. En la actualidad, la competencia para la aprobación de los escudos de armas municipales en España está transferida a las Comunidades Autónomas, y son éstas las que regulan todo el proceso de creación o rehabilitación de los símbolos municipales, de acuerdo con el procedimiento reglamentario que tengan establecido. La Heráldica municipal, al menos la europea, suele ser bastante sobria y en general prescinde de la mayoría de los ornamentos exteriores, con excepción de la corona, que varía en función de las peculiaridades o el régimen político del país en cuestión, y de los soportes del escudo, éstos últimos muy frecuentes en la heráldica anglosajona. En muchos países los escudos municipales se timbran con un tipo de corona específico para estas entidades: la corona mural, que es la formada por un lienzo de muralla intercalada de torres (en número variable, en función de la categoría del municipio); sin embargo, en Marsella España, salvo en Cataluña, no llega a imponerse el uso de esta corona, sino que los escudos municipales se timbran ordinariamente con la corona real (abierta o cerrada) y en algunos casos, menos frecuentes, con las de títulos nobiliarios o de señorío (duque, marqués o conde), cuando la localidad correspondiente hubiera estado sometida a este régimen de señorío. La explicación del rechazo de la corona mural quizá provenga de la identificación de ésta con el régimen republicano, pues tanto la primera como la segunda República adoptaron la corona mural en el escudo. En la heráldica municipal española (y también en la de algunos paises iberoamericanos) es relativamente frecuente encontrar escudos timbrados al estilo de los escudos gentilicios, incluyendo yelmos, bureletes, lambrequines, etc., pero ésta es una práctica poco recomendable, aunque ciertamente difícil de

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erradicar.

NOTTINGHAM (GB)

BELGRADO (YU)

SAMARATE (IT)

CHARTRES (FR)

JÜLICH (DE)

NEWCASTLE (GB)

MALAGA (ES)

LOS ANGELES (USA)

23 01



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