Recorte y forma imp

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recorte y forma Justo Barboza - Leandro Alonso

Espacio Bop Junio-julio 2014



recorte y forma


CONVERSACIÓN – Nos dieron fecha. Desde el 13 de junio al 11 de julio. ¿qué te parece? – Me parece muy bien. ¿No lloverá, no? – Del cielo me ocupo yo. – En este lugar hemos acampado muchas veces. Y no somos los únicos. Aquí, desde hace una década ha intervenido mucha gente – Mostramos cosas y nos retiramos. Los que permanecen bien asentados aquí son los Hombres del Fondo. Ellos se ocupan de construir o reconstruir sobre terrenos alejados, pero no se mueven de aquí. – Cumplen una función social, parece. – Siempre que alguien los necesite, claro. Y que les dejen hacer...y que les crean.



– Yo tengo mis dudas. - ¡Dudas de los Hombres del Fondo! – No, dudo de tu cielo. – Dije “cielo”, pero lo cierto es que estoy realizando una especie de cielo/techo. Mejor dicho, hice una visión de cielo con ovillos de papel y láminas de latón. – Eso de “visión de cielo” es lo más útil que he escuchado decir por estos parajes y en estas últimas décadas. Una visión de algo ayuda hasta para pensar. Otra cosa es que tu cielo sea de fiar. Conozco alguno de tus cielos/techos. Admitirás conmigo que son demasiado permeables...hay retazos de nubosidades parecidas a las acuarelas de Mariano Fortuny, bellas sí, pero no creo que basten para protegernos de las lluvias. Incluso sospecho que pueden atraer descargas eléctricas, hay brillos que delatan metales. – Permíteme explicarte, con mi cielo/techo no le debes temer a las tormentas. Los brillos se producen en los mismos recortes de latón. Eso sí, a medida que los recortaba adquirieron su forma, formas de rayos a veces. Te tiro una obviedad: se trata de recoger fragmentos de un material extenso y recortarlos hasta darles forma. El procedimiento es sencillo, recortar y dar forma. “Recortes y forma” podría valer como mnemotecnia. Es todo el secreto, pero nosotros así tendremos resuelto nuestro cielo/techo. - Pero sucede que los Hombres del Fondo te solicitaron solamente un cielo, y punto. - Pues que lo imaginen.



¿Y tú ya fuiste pensando cómo resolveremos las paredes? - ¡Lo olvidaba! Y eso que vengo del sur, y temo a la intemperie, y a los vientos. Allá no te digo la preocupación que nos causa el Viento Zonda. Debo ir pensando en ventanas, en cosas que protejan no solo de las tempestades sino del vecindario cimarrón, en cosas que disuadan, que adornen, artefactos colgados accesibles para usar en cualquier momento, domesticidades curiosas para solaz de la tribu. Asuntos amarillos, por ejemplo. - Eso es confuso. Debes hallar la forma de pensar solo en paredes. – Si, paredes al fin, paredes sobre paredes. Las paredes dadas y las paredes cortinas. – Prometedor, pero diría que lo demasiado complicado puede hacernos caer en lo imposible. – Natural, son los riesgos propios de estos oficios. Te lo cuento en pocas palabras. A veces basta con contar las cosas y ya es suficiente. Pero aunque cansino soy un hombre de acción, lo sabes. Para esto de trabajar recortando láminas de acero, de papel o de metal, se cuenta con superficies infinitas. Todos los bosques y la minería están a nuestra disposición. – Si, yo también trabajo con esas magnitudes. Dime.



– Novedades pocas, recortaré maderas para pintarlas, como siempre, ventanitas de color para los paños en donde no hay ventanas. Los colores invaden pero en este caso prometo observar tanta discreción que si faltasen tampoco importaría. Por otros rincones extenderé cortinas de papel entretejidas con cartulina ondulada, tal cual hacen las tejedoras de mi pueblo. Y he previsto para el aire, colgar formas coloreadas sobre chapas de acero recortadas y plegadas, como farolas. – Esas chapas colgadas pueden ser peligrosas, pueden caerse y enredarse en las pelucas de nuestros visitantes. Con alambres galvanizados te construiré unas soportes mas elegantes que las corbatas de Gardel. – Lo más seguro para un humano, es tener un amigo a mano. – Es que los de mi pueblo no hacemos distinciones.





- Pero entre los aperos para esta acampada me falta explicarte mis “asuntos amarillos”. Tampoco son artefactos ostensibles, son piezas breves, y de insospechada falta de practicidad. – Inescrutable, diría. Pero no debes preocuparte, los Hombres del Fondo nos proveerán de repisas para apoyar esos asuntos amarillos y así tenerlos a nuestro alcance.



Ahora te ataco con otra preocupación cercana a la angustia. (¿Las precariedades deben tener que ver con la angustia misma o al revés?). Se nos olvidaba el suelo que pisamos. Te escuché decir “el terreno que piso”, porque este lugar solamente ofrece un ocre propio de una fabrica de rodamientos o de muelles, aquí no hay quien pise sin resbalar. Imposible acampar en estas condiciones. – No queda otro recurso que seguir recortando más placas de esa lámina infinita a la que nos venimos refiriendo. El suelo que pisemos deberá tener una función más evocativa que práctica. Embaldosaré este cobertizo con acero puro, porque es costumbre percibir eternidades hasta en el suelo que pisamos. Primero reuniré vestigios de muros, de pisadas, de suelos, de vanos y tabiques, procederé como un egiptólogo. Y como hacen los Hombres del Fondo trasladaré todos esto datos a una cuadrícula. Científicamente. Lo que pudo ser un cimiento se representará con barras pulidas y brillantes. Pero lo humano, lo crasamente humano, su sangre y su encrespamiento, será representado con un acero bruto que fue expuesto a las inclemencias del tiempo, se mostrará como una piel. Oscura, cálida y mórbida.



H 2 – Un embaldosado para desordenar y reordenar. Creo que así proceden los Hombres del Fondo hasta hacer todo “habitable”. Tenemos suelo, paredes y techos ¿es suficiente, no? H 1 – Mejor que una enramada, acampemos aquí pues.




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