N첫ria Monico Garola
E
n este pueblo vivĂa Lorenzo el MagnĂfico.
Valiente, fuerte y decidido era un héroe de los pies hasta el último pelo de su cabeza.
Domó al feroz tigrillo del Iguazú y en la batalla de Quiriquimpué perdió el dedo meñique del pie.
Cada aĂąo se celebraba una fiesta en su honor. Entre flores y guirnaldas el alcalde daba un gran discurso y todos aplaudĂan embobados.
Un día aparecieron unas extrañas criaturas. Primero fueron pocas pero luego crecieron, ¡diez, veinte, treinta! Y llenaron todo el pueblo. Eran terribles. Rechinaban los dientes y hacían ruidos al comer prrrr, brrr, psssshhttt,psssshhttt. Gritaban, aullaban, pataleaban como una manada de elefantes furiosos.
Pero en el pueblo todos estaban demasiado ocupados para fijarse en algo tan pequeño.
- Se acerca una tormenta-decían unos. Y otros respondían: - Pues a mi me parece más bien un terremoto.
Y Lorenzo que nunca había visto nada parecido estaba aterrorizado. Le seguían por todas partes. Brincando de árbol en árbol y de rama en rama maliciosos le cantaban: Lorenzo el Magnífico ¡vaya título honorífico! Ganador de mil batallas contra villanos y canallas. Cuéntales a otros esas patrañas ¡a nosotros no nos engañas! Se cree muy valiente ¿Y si le hincamos el diente? Y otro añadía: ¡Puaf, que asco! Ni en sueños me lo comía. Para llevarme al gaznate yo prefiero el chocolate. Un tipo así tan presuntuoso deb ser de lo más empalagoso.
Por la noche Lorenzo se acostaba sin poder dormir. Andaba nervioso y cansado, ya no sabía donde esconderse. - No hay manera de librarse de estos monstruos. Tengo que arreglar este desaguisado o voy a perder mi reputación. Dispuesto a combatir se dirigió hacia su guarida. Esperó y esperó y esperó...
Cuando por fin aparecieron, sacando pecho gritó con todas sus fuerzas: -¡Basta de burlas bichos endemoniados! Soy Lorenzo el Magnífico. Domé al feroz tigre del Iguazú y perdí un pie en la batalla de Quiriquimpué. Pero no se immutaron. En lugar de eso, el más pequeño se acercó y mirándole a los ojos dijo: - ¡Cuéntanos un cuento! - ¿Un cuento? ¡Un cuerno!- dijo Lorenzo-. !Los héroes no cuentan cuentos!
¡Cuéntanos un cuento!- repitieron a coro. ¡Uno de nuevo, uno de viejo, uno de esos que te dejan tieso! De ranas que hablan y extrañas pociones de islas misteriosas y robinsones.
De hadas malvadas y brujas buenas ¡de fantasmas con sus cadenas! ¡Queremos reír, queremos llorar temblar de miedo ¡soñar!
Mmmm... Quizás era así como se domaban aquellas fieras, pensó Lorenzo. Un cuento, ¿cómo se hacía eso?
Había una vez un pez... No, así no era. En un lugar muy cercano... Tampoco. ¿Cómo era que erase que era?...
Cuando terminó ya había oscurecido. Todo estaba en silencio. Uno a uno se levantaron sin decir ni una sola palabra, y mientras se alejaban, en sus ojos Lorenzo vió dibujada una sonrisa. Después de todo, no eran tan terribles. Bueno, quizás sólo un poco.
El tiempo pasó y ¿qué fue de Lorenzo el Magnífico? Nadie lo sabe.
Como cada año, se celebraba una fiesta. Entre flores y guirnaldas el alcalde daba un gran discurso.
Y en un rincĂłn, desde hacĂa mucho tiempo, un viejo se sentaba y contaba historias a unas extraĂąas criaturas...