Carta_pastoral_2012_2013

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Mons. Julián López Martín Obispo de León

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10b)

Carta pastoral ante el curso 2012-13

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SUMARIO

INTRODUCCIÓN 1.- Mirada al curso pastoral 2011-12 2.- A modo de balance de los objetivos propuestos 3.- Nuevamente en la perspectiva del Plan pastoral 2009-2014 4.- Para que tengamos vida en abundancia I. LA COMUNIÓN ECLESIAL MEDIANTE LA FE PROFESADA, CELEBRADA, VIVIDA Y REZADA 5.- Objetivo antiguo y nuevo 6.- El anuncio del Año de la Fe y sus fines 7.- Actitudes ante el contexto socio-cultural y eclesial 8.- La fe profesada: Redescubrir sus contenidos con el “Catecismo de la Iglesia Católica” 9.- La fe celebrada: Relación entre la fe y su celebración 10.- La fe vivida: conversión, testimonio de vida, caridad 11.- La fe rezada: De la relación con Cristo a la esperanza de los santos 12.- Ante el reto de la Nueva Evangelización 13.- La figura de San Juan de Ávila, nuevo “Doctor de la Iglesia” II. SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA LA APLICACIÓN DEL PROGRAMA PASTORAL 2012-2013 14.- Varias convocatorias y un solo “programa pastoral”: Nuesta actitud 15.- Sugerencias acerca de la fe profesada 16.- Sugerencias acerca de la fe celebrada 17. -Sugerencias acerca de la fe vivida 18. -Sugerencias acerca de la fe rezada 19.- A modo de conclusión: María, Virgen creyente, icono de la Iglesia en el Año de la Fe

SIGLAS USADAS Las comunes de la Sagrada Escritura y de los documentos del Concilio Vaticano II. Más las siguientes: BOO CEE CDC DGC Sínodo

“Boletín Oficial del Obispado” de León Catecismo de la Iglesia Católica Código de Derecho Canónico (c. canon, cánones) Directorio general para la catequesis (1997) Diócesis de León, Sínodo 1993-1995, León 1996 (número)

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INTRODUCCIÓN “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 9-10)

Queridos diocesanos: Nuestra Iglesia local Legionense sigue su camino en medio de una sociedad fuertemente tocada por una crisis que se agudiza cada día más no sólo en el plano económico sino también en el de los valores. Nuestros conciudadanos, en su inmensa mayoría bautizados y portadores de una rica tradición cristiana, aunque muchos no lo aprecien, tienen necesidad hoy de una palabra de aliento y de esperanza que debemos ofrecerles los creyentes. La comunidad diocesana y, dentro de ella los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos conscientes de su función en la sociedad, haciendo nuestros los gozos y las esperanzas, las inquietudes y los sufrimientos de nuestro pueblo, no podemos desentendernos de la situación. Es preciso que, ahondando en el mensaje del Evangelio tratemos de compartir nuestra fe ofreciendo también la ayuda sincera que brota de las exigencias de la caridad social. En coherencia con la misión de la Iglesia, a la vez que reflexionamos sobre las causas de la crisis, nos disponemos a comenzar un nuevo curso marcado por los objetivos previstos en el Plan pastoral 2009-2014: “El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23), por el Año de la Fe convocado por el Papa Benedicto XVI a partir del próximo octubre y por otros acontecimientos eclesiales a los que me referiré más adelante. Asumamos una vez más nuestra vocación cristiana y apostólica según el carisma de cada uno, redescubriendo la alegría y la confianza de la fe y recuperando el entusiasmo por anunciarla y compartirla en todos los ámbitos de nuestra existencia. Para esto es necesario que renovemos nuestra mentalidad y hagamos un esfuerzo de renovación personal, de retorno al Señor e incluso de conversión pastoral a las orientaciones y a las líneas de actuación que nos pide la Iglesia hoy y aquí. 1.- Mirada al curso pastoral 2011-12 Antes de abordar el programa pastoral del nuevo curso, me parece oportuno repasar algunos hechos significativos del precedente. Entre los acontecimientos de mayor relieve conviene dejar constancia del Año Jubilar con motivo del 50 aniversario de la inauguración de la basílica de Ntra. Señora la Virgen del Camino, que concluirá, D.m., el día 27 de septiembre. Conviene recordar también el 50 aniversario de la Escuela Universitaria del Trabajo Social (enero/febrero de 2012); las peregrinaciones diocesanas a Tierra Santa (15/24 de octubre 2011), Roma (12/16 de marzo de 2012) y Lourdes (16/21 de abril); la beatificación de 10 3


mártires leoneses Oblatos de María Inmaculada el 17 de diciembre de 2011 en Madrid; y la inauguración en nuestra diócesis del Sector de Infancia de la Acción Católica General, junto a la Virgen del Camino en el marco del día diocesano de la familia. Quiero reseñar así mismo, después de muchos años de la ordenación del único diácono permanente que tenemos, la admisión a este ministerio de los primeros adultos que siguen el Plan diocesano de formación para el diaconado permanente sobre la base de las normas de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal Española. Es un paso importante en sintonía con el Sínodo diocesano de 1993-19951 y una ayuda para la misión evangelizadora de nuestra Iglesia local. Del mismo modo dejo constancia de la aprobación del nuevo mapa de las Unidades Pastorales (= Upas) y que ha sido dado a conocer en reuniones por arciprestazgos a lo largo del curso. Señalo también el comienzo de mi II Visita Pastoral a la diócesis, inaugurada en mayo pasado en el arciprestazgo de Ntra. Señora de Regla. En junio recibimos la reliquia de San Juan Bosco que está recorriendo los cinco continentes. Aún no se han apagado tampoco los ecos de los días en la diócesis y de la JMJ-2011 en Madrid, por lo que no podemos renunciar al reto que suponen la pastoral juvenil y la pastoral universitaria. Preocupa también en estos momentos la preparación para el Matrimonio, necesitada de renovar contenidos y métodos pero, sobre todo, de impregnarse de una más clara connotación evangelizadora y de formación de la fe. Hay otros hechos reseñados en el “Boletín Oficial del Obispado” pero, sobre todo, es importante la labor pastoral ordinaria de parroquias, comunidades religiosas, colegios católicos, instituciones diocesanas, asociaciones de fieles, etc. que nos piden a todos que, con la mano sobre el arado, miremos siempre hacia adelante (cf. Lc 9, 62). Las semanas de pastoral con las que se abre el curso a mediados de septiembre, llegan este año a la XI edición como plataforma muy eficaz para recuperar el ritmo apostólico. Su importancia exige la participación en ellas por quienes tienen una función pastoral y como signo de comunión eclesial. 2.- A modo de balance de los objetivos propuestos Por eso, más allá de esta reseña está el balance de la acción pastoral, al menos en cuanto al grado de respuesta y de compromiso de los responsables y colaboradores de la misión de nuestra Iglesia local en relación a los objetivos del curso. Durante el pasado mes de junio tuvieron lugar las reuniones acostumbradas con este fin. La impresión general es que se avanza lentamente en la espiritualidad de la comunión, de manera que la aplicación de las propuestas relativas a la pastoral de la Iniciación cristiana y a la educación en la fe, objetivo expreso del curso, así como a la implantación de las Upas, está muy condicionada todavía por la inercia y la rutina, síntomas de una pastoral de conservación sin suficiente dinamismo evangelizador y misionero. Sin embargo, los grupos de lectura creyente, aunque pocos numéricamente en el conjunto de la diócesis, están resultando muy eficaces. Significativamente la presentación de las Upas en las asambleas arciprestales ha sido también positiva. Por otra parte, en los arciprestazgos rurales la pastoral sectorial es reducida, debiéndose posiblemente a que en la programación diocesana la mayoría de las delegaciones y secretariados están centrados en el ámbito urbano. No obstante, es alta la valoración del trabajo realizado y la coordinación y comunicación de la curia diocesana y de los organismos pastorales y servicios. Pero casi todas 1

Sínodo 364 (Propuestas 42 y 165).

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las áreas de la misión de la Iglesia tienen planteados hoy retos importantes haciéndose necesario un mayor esfuerzo de estudio y adaptación a la realidad específica, de formación permanente, de interrelación entre sectores y entre estos y las Upas, y muy especialmente para incorporar y formar a los laicos, especialmente jóvenes, a fin de que realicen su vocación apostólica en dichos sectores. Entre todas las actividades cabe destacar la labor de Caritas diocesana creando conciencia social y dando una gran respuesta a la situación, aludida al principio de esta carta, que están viviendo tantas personas y familias. También es importante la actuación generosa de religiosas y laicos, cada día mejor preparados, para moderar las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, así como el voluntariado de San Froilán y otras asociaciones de fieles que sería prolijo mencionar. Capítulo especial de nuestra pastoral diocesana lo constituyen el cuidado y la formación permanente integral de los sacerdotes, la atención de nuestros Seminarios de San Froilán y Redemptoris Mater “Virgen del Camino” así como la promoción de las vocaciones al ministerio ordenado, aspecto que necesita mayor solicitud y empeño por parte de todos y que ha de estar presente también en la pastoral juvenil y universitaria. En los balances de fin de curso se ha destacado la buena asistencia a los retiros mensuales en general, si bien habría que aumentar en algunos las celebraciones penitenciales y prolongar el tiempo dedicado a la oración personal o compartida. Ayuda mucho la adoración eucarística, así como la lectio divina. Los “talleres” mejoran desde el punto de vista del ambiente fraterno y del interés, si bien la situación no es la misma de unos arciprestazgos a otros y, en general, pueden mejorar la comunicación, el estudio de los temas y la asistencia en algunos talleres. Las sesiones de los lunes en León se mantienen, aunque ha bajado un poco la participación y persisten las mismas ausencias. Interesa la temática que se propone y algunos talleres que han seguido a la sesión principal han tenido gran éxito. Es importante también la iniciativa de las reuniones sacerdotales por edades. Todo ayuda a crecer en la comunión, pero la clave tanto de la satisfacción personal en el ejercicio del ministerio como de la comunión entre todos los sacerdotes y demás agentes de pastoral se encuentra en el cuidado de la propia vida espiritual. En este sentido cuanto se proponga y se realice en este ámbito redundará de manera efectiva en la consecución de todos los objetivos pastorales. Por eso resulta preocupante la escasa respuesta en algunas iniciativas u ofertas, especialmente en las que tienen que ver directamente con la espiritualidad. No puede olvidarse que, ante las tentaciones de la rutina, la resignación, la pasividad o el activismo, el sacerdote necesita fortalecer su vida de unión con Dios mediante la escucha de su palabra, la conversión, la oración asidua y los otros medios que la Iglesia recomienda, entre los que sobresalen la eucaristía digna y piadosamente celebrada a diario y la celebración y recepción del sacramento de la penitencia2. 3.- Nuevamente en la perspectiva del Plan pastoral 2009-2014 Después de estas referencias al curso pasado, para seguir avanzando debemos situarnos de nuevo en el gran surco que representa el aludido Plan pastoral 2009-2014 que llevamos aplicando ya durante tres cursos. Creo que no está de más recordar el gran objetivo general propuesto: “Intensificar la comunión eclesial en orden a una evangelización de estilo y contenido misionero, a partir del encuentro con Cristo Palabra y Eucaristía; de la recreación de comunidades vivas y corresponsables; de la iniciación cristiana y de la formación integral 2

Cf. Congregación para el Clero, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, Libreria Editrice Vaticana 1994, cap. II, nn. 48 ss. etc.; Id., El sacerdote, confesor y director espiritual, ministro de la misericordia divina, BAC, Madrid 2011.

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de la fe; de la vida de oración y la pastoral litúrgica; y, en fin, del fortalecimiento del compromiso caritativo y social de los católicos”3. Este objetivo empezó a ponerse en práctica durante el curso 2009-10 abordándose entonces la primera tarea específica de las cinco señaladas en él, a saber, “el encuentro con Jesucristo, Palabra y Eucaristía”4. La propuesta concreta para dicho curso sonaba así: “Acoger la palabra de Dios, haciendo de ella el centro de la oración y el motor de la acción pastoral”5. El lema era el mismo de todo el Plan 2009-2014, el ya citado “El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23). Un año después, en el curso 2010-11, de acuerdo con la tarea específica señalada en él, “la recreación de comunidades vivas y responsables”6, se propuso como lema la frase tomada esta vez del cuarto evangelio: “Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16), insistiéndose tanto en la comunión eclesial, nuevamente, como en la escucha de la voz del Buen Pastor. Era el mejor modo de acoger también la Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini de Benedicto XVI sobre “La palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”, que vio la luz cuando estaba a punto de comenzar el curso pastoral7. De hecho el objetivo se formuló así: “Intensificar la comunión eclesial… a partir de la escucha de la Palabra y de la renovación de las comunidades cristianas”8. Y ya en el curso pasado, haciendo el tercer tramo del Plan 2009-2014, volvíamos a recordar la necesidad de escuchar al Buen Pastor tomando como lema otra frase del mismo capítulo evangélico: “Lo siguen porque conocen su voz” (Jn 10, 4b). El objetivo, “la Iniciación cristiana y la formación integral de la fe9, se reformuló de este modo: “Intensificar la comunión eclesial a partir de la Iniciación cristiana y de la educación de la fe” 10. A la vista del balance del curso pasado (n. 2) debo seguir insistiendo en la necesidad de asumir plenamente el Directorio diocesano de la Iniciación cristiana (27-XII-2006) y de intensificar la actividad catequética superando la visión, demasiado corta, de la catequesis como preparación para los sacramentos y en línea de mínimos en cuanto al tiempo en que debe durar. Lo mismo cabe decir respecto de la formación de la fe de los adultos, aspecto sobre el que volveré más adelante.

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Diócesis de León, Plan pastoral 2009-2014: “El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23), León 2009, p. 24. 4 Ib., p. 24. Sobre esta propuesta véanse también las pp. 21-24: El “paradigma” de la Palabra de Dios; las pp. 44-47: La Eucaristía misterio que ha de ser creído, celebrado, vivido y anunciado; y las pp. 89-91: Pastoral bíblica y animación bíblica de la pastoral. 5 Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2009-2010. “El que escucha la Palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23), León 2009, pp. 65-71. En el mismo fascículo y con el mismo título se publica mi carta pastoral correspondiente al curso: ib., pp. 7-52. 6 Diócesis de León, Plan pastoral 2009-2014, cit., p. 24; véanse también las pp. 44-51: Pastoral de la comunidad cristiana; las pp. 51-56: El matrimonio, la familia y la educación; y las pp. 89-91: Pastoral bíblica y animación bíblica de la pastoral. 7 S.S. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini sobre “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, de 30-IX-2010, Ciudad del Vaticano 2010. 8 Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2010-2011: “Escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16). cit., pp. 81-89. En la misma publicación se encuentra también mi carta pastoral del mismo título: ib., pp. 7-73. 9 Plan pastoral 2009-2014, cit., p. 24; véanse también las pp. 56-66: La Iniciación cristiana y el ministerio de la Palabra; y las pp. 67-72: La transmisión de la fe a los jóvenes. 10 Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2011-2012: “Lo siguen, porque conocen su voz” (Jn 10, 4b). León 2011, p. 73 y ss. En la misma publicación y con el mismo título aparece también mi carta pastoral: ib., pp. 7-57.

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Por eso, aunque pueda parecer reiterativo, hemos de seguir insistiendo en la espiritualidad de la comunión que no es solamente la consecuencia de un compromiso pastoral divulgando y tratando de aplicar el referido directorio de la Iniciación cristiana dando los pasos necesarios, sino que también una condición previa y una fuerza capaz de ayudar eficazmente a superar las dificultades y reticencias que todavía subsisten. En este sentido remito a la I parte de la carta pastoral del curso pasado, en la que procuré poner de manifiesto la relación entre la comunión eclesial y la transmisión de la fe en la Iniciación cristiana y en la educación de la fe explicando su alcance para nuestra diócesis11. No se olvide que la evangelización como anuncio de Jesucristo y llamada a la conversión y a la fe es la razón de ser y la vocación permanente de la Iglesia. Por eso nos va a venir muy bien el anunciado Año de la Fe que está a punto de comenzar. 4.- Para que tengamos vida en abundancia El curso pastoral 2012-2013 se abre ante nosotros con el lema: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10b). La frase, que da título también a la carta pastoral, pertenece también, como la de los dos cursos anteriores, al capítulo sobre el Buen Pastor del Evangelio según San Juan. Esto quiere decir que hemos de continuar guiándonos por la voz del Buen Pastor, el Verbo eterno que encarnándose habitó entre nosotros para comunicarnos la vida divina (cf. Jn 1, 1.4.14). Permanecemos, por tanto, en la dinámica del Plan pastoral 2009-2014 a la escucha de la palabra de Dios para poder dar fruto (cf. Mt 13, 23). La frase elegida como lema constituye un breve inciso dentro del capítulo, a continuación de las referencias a la puerta del redil y al dueño de las ovejas. Jesús es, en efecto, el pastor que ha venido en busca de sus ovejas entrando por la puerta del aprisco, llamándolas por su nombre y haciéndolas salir para conducirlas a buenos pastos caminando delante de ellas (cf. Sal 23 [Vg 22], 1 ss.). La alegoría de la puerta, aplicada a la persona misma de Jesús en quien está la salvación, avala la libertad de sus seguidores que pueden entrar y salir encontrando pastos (cf. Jn 10, 9 en referencia aplicable a la Iniciación cristiana). Las ovejas, por su parte, reconocen a Jesús y lo siguen porque conocen su voz, lo que no sucede con los extraños que se comportan como salteadores y bandidos que sólo buscan robar y causar estrago (cf. Jn 10, 1-10). Justamente en este punto del discurso, como antítesis de la conducta de los falsos pastores, se pone de manifiesto la finalidad suprema de la venida del Buen Pastor: que sus ovejas “tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10b). La vida de la que es portador Jesús como enviado divino (cf. Jn 3, 16; 20, 21; 1 Jn 1, 12) y que se dispone a comunicar a sus seguidores a fin de que la posean en abundancia, es decir, sin medida o en plenitud (cf. Jn 6, 35. 48; etc.), es la salvación eterna que él mismo anuncia al final del discurso: “Yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10, 28; cf. 3, 16; 4, 14; 5, 16). Este es el gesto que caracteriza al verdadero y único Buen Pastor. Sólo él, con esa generosidad absoluta que es también obediencia al mandato recibido del Padre, puede hacer del sacrificio de su propia vida una donación que se transforma a su vez en la vida de sus seguidores. Estos, efectivamente, escuchando su voz y reconociéndolo, entran en comunión con Dios y forman un solo rebaño o comunidad de amor en torno a Jesús que entregó la vida libremente en la cruz y la volvió a recuperar en la resurrección derramándola con el Espíritu Santo (cf. Jn 10, 11-18 en relación 11

Véase: Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2011-2012, cit., Carta pastoral, cap. I, nn. 4-8, especialmente el n. 4.

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con otros textos del mismo evangelista). El versículo de Jn 10,10b constituye, por tanto, la cumbre del discurso sobre el Buen Pastor y la afirmación central del mismo. Con todo, la conclusión del planteamiento de la figura del Buen Pastor y de su relación con el Padre que lo envía y con los discípulos que le siguen, sintetizada en varias expresiones como, por ejemplo, el mutuo conocer de tan significativo alcance bíblico (cf. Jn 10, 14-15), es esta afirmación llena de fuerza: “Habrá un solo rebaño y un solo Pastor” (Jn 10, 16). En efecto, el mensaje evangélico se eleva desde la íntima unidad que reina entre Jesús y los suyos hasta la profunda unidad entre Jesús y el Padre, y que está en el origen de la misión y de la obra del Hijo (cf. Jn 10, 17-18). Aquí radica, pues, la comunión eclesial en su significado más radical y pleno, la unidad del Padre y del Hijo (cf. Jn 10, 30) que comprende también -no se olvide- la presencia y vinculación del Espíritu Santo insinuado en el amor intratrinitario 12. La comunicación de la vida divina que el Buen Pastor ofrece a sus fieles seguidores se abre así a la perspectiva de la comunión en el interior de la Iglesia, la grey de Cristo en la que se cumplen las profecías que se refieren a Dios mismo como Pastor de su pueblo (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11 ss; Sal 23 [Vg 22], 1 ss.), y sobre la que se proyecta el inefable misterio de Santísima Trinidad. Volviendo a la frase que hemos tomado como lema del próximo curso, es muy significativa la relación entre la participación o posesión “en abundancia” de la vida divina que el Buen Pastor comparte con los que escuchan su voz y le siguen, y el constituir todos un “solo rebaño” con él. Ambos aspectos del seguimiento de Jesucristo son inseparables y en cierto modo dependen, en lo que atañe a nosotros, “su pueblo y ovejas de su rebaño” (Sal 100 [Vg 99], 3b), de nuestra actitud de escucha de la voz del Buen Pastor y de nuestro efectivo seguimiento de sus pasos (cf. Jn 10, 16). Volvemos, pues, una vez más al lema del Plan pastoral 2009-2014: “Escuchar la palabra y entenderla para dar fruto” (cf. Mt 13, 23), y al objetivo general señalado allí: “Intensificar la comunión eclesial en orden a una evangelización de estilo y contenido misionero, a partir del encuentro con Cristo...”13.

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Por ejemplo Jn 14, 16-17; 25-26; 15, 26; etc. Cf. supra, nota 4.

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I PARTE LA COMUNIÓN ECLESIAL MEDIANTE LA FE PROFESADA, CELEBRADA, VIVIDA Y REZADA

5.- Objetivo antiguo y nuevo Para el curso que va a comenzar nuestro Plan pastoral 2009-2014 señala y formula así la tarea específica: “La vida de oración y la pastoral litúrgica”14. Ahora bien, como he indicado al principio de esta carta pastoral, el Papa ha anunciado, mediante la Carta Apostólica en forma de Motu proprio “Porta Fidei” 15, un Año de la Fe que comenzará el 11 de octubre de 2011 y concluirá en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo de 2013. La apertura en Roma y en todas las diócesis del mundo coincidirá con el L aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el XX, a su vez, de la promulgación del texto latino oficial del Catecismo de la Iglesia Católica. Debemos acoger el Año de la Fe como una gracia añadida, integrándolo en nuestra programación pastoral. De la misma manera hemos de tener en cuenta también otros dos acontecimientos, la celebración de la XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos que se abre el día 7 de octubre, dedicada a “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, expresamente relacionada por el Papa con el Año de la Fe16 y la declaración como doctor de la Iglesia de San Juan de Ávila, Patrono del Clero español en la misma fecha. Pero hay otros acontecimientos en el horizonte. El año que viene está anunciada la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, que puede ser un buen reclamo pastoral teniendo en cuenta la pasada JMJ-Madrid 2011. Así mismo, durante el 2013, nuestra diócesis va a celebrar el 950 aniversario de la traslación del cuerpo de San Isidoro desde Sevilla a León y el MC aniversario de la dedicación de la iglesia parroquial de San Miguel de Escalada, testimonio de la pujante vida monástica en nuestras tierras en el pasado y auténtica joya arquitectónica hoy del patrimonio cultural de la diócesis. Y debemos en cuenta igualmente la reciente publicación del Plan pastoral 2011-2015 de la Conferencia Episcopal Española: La

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Diócesis de León, Plan pastoral 2009-2014, cit., p. 24; véanse también las pp. 44-50, que hacen referencia a la Eucaristía, al domingo, al sacramento de la Penitencia, y a la oración, a la que se alude también en otros apartados (cf. p. 28). 15 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, de 11-X-2011: “Ecclesia” 3595 (2011) 1668-1673. 16 Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 4. Sobre la Asamblea sinodal se cuenta no sólo con los Lineamenta publicados en 2010: Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea general ordinaria, “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”: BOO de marzo-abril 2010, pp. 421-500; sino también con el Instrumentum laboris que ha visto la luz en 2012: XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Instrumentum laboris, Ciudad del Vaticano 2012. Ambos documentos están accesibles en la página web vatican.va (Sínodo de los Obispos).

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nueva evangelización desde la palabra de Dios, “Por tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 5)17, dada la incidencia que tiene para nuestras diócesis. Asociarnos a los acontecimientos referidos es expresión de la comunión con la Iglesia universal y diocesana, y refuerzo valioso también para nuestros objetivos pastorales. En efecto, la tarea propuesta por nuestro Plan pastoral 2009-2012 para el próximo curso, el cuarto del citado plan, es fácilmente compatible con el planteamiento que el Papa ha hecho del Año de la Fe en la Carta Apostólica “Porta Fidei”. Como puede comprobarse, en el desarrollo de las tareas del objetivo general del Plan 2009-2014, cuando se habla de la pastoral de la comunidad cristiana se menciona expresamente la Eucaristía como “misterio que ha de ser creído, celebrado, vivido y anunciado”18. Por su parte, Benedicto XVI ha formulado la finalidad del Año de la Fe del siguiente modo: “Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10). Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año”19.

Los subrayados en negrilla son míos para que se vean las coincidencias entre la tarea que nos proponía el Plan pastoral para el próximo curso y las sugerencias para el Año de la Fe. Por eso he optado por la integración de ambas propuestas en el mismo programa pastoral formulando el objetivo general para el curso 2012-13 de este modo: “Intensificar la comunión eclesial mediante la fe profesada, celebrada, vivida y rezada”. En la II Parte de la carta pastoral, señalaré y comentaré algunas de las acciones que se proponen en los objetivos concretos del programa pastoral. En esta I Parte quiero ofrecer algunas reflexiones sobre lo que el Santo Padre señala de cara al Año de la Fe y a la Nueva Evangelización. No quiero dejar de recordar también que en la carta pastoral del curso pasado, especialmente en la primera parte, me ocupé ya de la transmisión de la fe tanto en la Iniciación cristiana como en las diversas formas y medios de educación de la fe20. 6.- El anuncio del Año de la Fe y sus fines El Año de la Fe anunciado por Benedicto XVI, de modo semejante al que celebró el Siervo de Dios Pablo VI con ocasión del XIX Centenario del Martirio de los apóstoles San Pedro y San Pablo en 1967, tiene su fundamento en el encuentro con Jesucristo, el Unigénito de Dios enviado al mundo como la gran prueba de amor (cf. Jn 3, 16). Conocida es la afirmación del Papa actual de que la fe no es fruto de una decisión ética o de una gran idea sino que consiste, ante todo, en “el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da

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XCIC Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La nueva evangelización desde la Palabra de Dios: “Por tu Palabra echaré las redes” (Lc 5, 5). Plan pastoral 2011-2015, Madrid 2012. La publicación se ha retrasado un año para recoger el magisterio del Papa Benedicto XVI en sus dos últimas visitas a España. Véase también: XCIC Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, San Juan de Ávila, un Doctor para la Nueva Evangelización. Breve Instrucción con motivo de la declaración de su doctorado, Madrid 2012. 18 Plan pastoral 2009-2014, cit., pp. 44-47. 19 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 9. 20 Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2011-2012, cit., nn. 5-8 de la I parte y nn. 9 y ss. de la II.

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un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”21. Fundada en ese encuentro con el Señor, vivo en su Iglesia, la fe podrá ser de nuevo descubierta integralmente y en todo su esplendor. No en vano es una gracia que hay que recuperar en toda su belleza, cultivar en su valor y testimoniar con la alegría de ser cristianos. Por otra parte, todos hemos de ser muy conscientes del ambiente de agnosticismo e increencia que nos envuelve, atentos a los problemas que debe afrontar hoy la fe. La pregunta que Jesús mismo hizo debe interpelarnos: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18, 8). En este sentido el Año de la Fe “es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31)” 22. Se trata del aspecto que Benedicto XVI ha querido situar en el centro de la atención eclesial, ya desde el inicio de su pontificado: la belleza de la fe en Jesucristo. Ahora bien, de la misma manera que Pablo VI concibió el año 1967 como un momento de confesión personal y comunitaria de la fe para reanimarla y afirmarla, publicando al término del aquel Año de la Fe el denominado Credo del pueblo de Dios para mostrar de manera actualizada los contenidos esenciales de la fe, patrimonio de todos los creyentes, el Papa Benedicto XVI, reconociendo también que hoy los hombres “tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado” 23, ha sugerido que después de reflexionar intensamente sobre la fe para ayudar a que la adhesión a Jesucristo sea más intensa, se haga una profesión pública del Credo confesando “la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre”. Lo mismo deberán hacer las parroquias, las comunidades religiosas y todas las instituciones eclesiales antiguas y nuevas24. 7.- Actitudes ante el contexto socio-cultural y eclesial En la Carta Apostólica “Porta Fidei” de convocatoria del Año de la Fe y en las indicaciones pastorales de la Congregación para la Doctrina de la Fe publicadas con vistas a este añoa (7-I-2012) late una misma preocupación: cómo anunciar hoy el Evangelio, cómo transmitir la fe y cómo formarla y alimentarla en los que ya la han recibido. El propio Santo Padre planteó claramente esta cuestión en la pasada Navidad con ocasión del encuentro con la Curia Romana en el que siempre pronuncia un importante discurso. Después de mencionar una larga lista de acontecimientos durante el año 2011, entre los que citó la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, refiriéndose a la Asamblea sinodal sobre la Nueva Evangelización y al Año de la Fe Benedicto XVI se preguntaba acerca del modo de llevar a cabo una reforma de la Iglesia y cuáles serían los objetivos y caminos para realizarla. A continuación hacía el siguiente retrato de la situación que sin duda compartimos porque la percibimos también aquí: 21

Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, de 25-XII-2005, Libreria Editrice Vaticana 2005, n. 1. Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 6. En la Nota con Indicaciones para el Año de la Fe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 7-I-2012, trad. española en “Ecclesia” 3607 (2012) 116-121, se dice también: “El Año de la fe desea contribuir a una renovada conversión al Señor y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor resucitado, capaces de señalar la ‘puerta de la fe’ tantos que están en búsqueda de la verdad. Esta ‘puerta’ abre los ojos del hombre para ver a Jesucristo presente entre nosotros «todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20)”: Introducción. 23 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 4. 24 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 8. 22

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“No sólo los fieles creyentes, sino también otros ajenos, observan con preocupación cómo los que van regularmente a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad. ¿Qué debemos hacer entonces?”25. Por su parte, la XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, al aprobar y publicar su Plan pastoral 2011-2015, ha hecho también una referencia al contexto en el que nuestras Iglesias diocesanas tratan de cumplir su misión. En efecto, a la crisis socioeconómica y de valores que nos envuelve se une la configuración cada vez más heterogénea de nuestra sociedad como consecuencia del fenómeno de la inmigración y de los nuevos foros de comunicación que han hecho de la “interculturalidad” uno de los rasgos más característicos de nuestro tiempo. Y afirma: “La Nueva Evangelización no puede ignorar el contexto en el que viven sus apóstoles y destinatarios. En años anteriores hemos señalado algunas de las dificultades que encuentra hoy en nuestra sociedad la tarea evangelizadora. Desde fuera de la Iglesia, el relativismo y el laicismo aparecen como rasgos de una cierta cultura dominante que declara con orgullo su apostasía de Dios. Desde dentro de la Iglesia, es urgente superar la secularización interna, como hemos recordado en los Planes pastorales precedentes, así como el desaliento de muchos cristianos a la hora de transmitir la fe”26. Ante este cuadro esbozado por las voces, tan autorizadas, del Papa y de la Conferencia Episcopal Española, es posible que nos sintamos derrotados de antemano y desanimados, incapaces de poner los medios para remontar una situación generalizada que ciertamente nos desborda. Benedicto XVI se preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?” Y añadía: “Pero el hacer, por sí solo, no resuelve el problema. El núcleo de la crisis de la Iglesia en Europa es la crisis de fe. Si no encontramos una respuesta para ella, si la fe no adquiere nueva vitalidad, con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo, todas las demás reformas serán ineficaces”27. A su vez, el Plan pastoral 2011-2015 de la CEE, evocando también el desaliento de los discípulos de Jesús después de una noche de trabajo inútil, invita a hacer como ellos: “Pero, por tu Palabra... (Lc 5, 5b). El cansancio y el desánimo de una noche de trabajo estéril se convierten en brío y estímulo cuando se escucha la Palabra del Señor. Abrazarse a la Palabra con la alegría del Espíritu en medio de la tribulación es la actitud del discípulo de Jesucristo (cf. 1 Ts 1, 6)”. Y, a renglón seguido, afirma: “La liturgia es el lugar privilegiado donde la Palabra divina resuena con toda su vitalidad. De ella brota y a ella tiende toda la vida de la Iglesia, también su tarea evangelizadora, catequética y docente” 28. 8.- La fe profesada: Redescubrir sus contenidos con el “Catecismo de la Iglesia Católica” La frase que acabo de citar del Plan pastoral 2011-15 de la Conferencia Episcopal Española, nos pone sobre la pista de la respuesta que debemos dar como Iglesia y como fieles discípulos de Jesucristo ante la situación descrita en el apartado precedente. La palabra de Dios, la liturgia y los restantes aspectos de la vida y de la misión de la Iglesia son los medios 25

Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana, 22-XII-2011, n. 1: trad. española en “Ecclesia” 3604-05 (2012) p. 26. 26 XCIX Asamblea Plenaria de la CEE, Plan pastoral 2011-2015: “La nueva evangelización desde la palabra de Dios: ‘Por tu Palabra echaré las redes’ (Lc 5, 5)”, Madrid 2012, n. 17. A su vez, el Plan cita y remite a la Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España”, de 23-11-2006, Madrid 2006, entre otros documentos. 27 Benedicto XVI, Discurso a la Curia Romana, cit., Introducción: trad. española cit., p. 25. 28 XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Plan pastoral 2011-2015, cit., n. 23.

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más importantes con los que contamos no sólo para hacer frente a la crisis de la fe a la que aludía el Papa, sino también para entregarnos “con una convicción profunda y una fuerza real gracias al encuentro con Jesucristo”, como él mismo decía también, a revitalizar esa fe y a comunicarla a los demás con nuevos brío y estímulo. El Año de la Fe nos ofrece esa doble oportunidad. Por eso el Papa quiere que este Año provoque en todo creyente el deseo de confesar la fe con convicción y con esperanza, de celebrarla en la liturgia y de modo particular en la eucaristía y de manifestarla mediante el testimonio de vida. Y, efectivamente, entre los objetivos del Año de la Fe señalados en la Carta Apostólica “Porta Fidei” el Papa anuncia este: “Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” (en latín: argumenta fidei quam profitemur, celebramus, vivimus et oramus). Esta importante frase, que nosotros hemos incorporado a la formulación del objetivo general del curso 2012-13 es una cita de la Constitución Apostólica de Juan Pablo II “Fidei Depositum” promulgando el texto latino oficial del Catecismo de la Iglesia Católica el 11 de octubre de 1992, treinta años después de la apertura del Vaticano II a instancias de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 198529. Mediante dicha frase el Beato Pontífice se refería inmediatamente a este instrumento de la Iglesia para ayudar a descubrir la fe que profesamos, celebramos, vivimos y rezamos. En efecto, los cuatro verbos aluden, respectivamente, a las cuatro partes del Catecismo, como ya ocurría en el célebre Catecismo Romano destinado a los párrocos (1565), a saber, el Credo, la liturgia y los sacramentos, el obrar cristiano a partir de los mandamientos y, finalmente, la oración cuya expresión privilegiada es el Padrenuestro30. Por su parte la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 7-I-2012 recuerda así mismo que el Catecismo de la Iglesia Católica ofrece al pueblo de Dios un compendio de toda la doctrina católica presentando “lo nuevo y lo viejo (cf. Mt 13, 52), dado que la fe es siempre la misma y, a la vez, es fuente de luces siempre nuevas” 31. Es decir, tomando la estructura “antigua” utilizada por el Catecismo de San Pío V, Juan Pablo II expresaba al mismo tiempo el contenido de un modo “nuevo”, para responder a los interrogantes de nuestra época. Por eso presentó el Catecismo de la Iglesia Católica como un “instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe” 32. Por su parte el Papa Benedicto XVI, como recuerda también la citada Nota, dice que en este Catecismo se hallan “los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia”33. Todo esto hace del Catecismo de la Iglesia Católica el gran medio para transmitir la fe en los diversos ámbitos de nuestra vida y de la acción pastoral como la familia, la parroquia, la catequesis, la

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Beato Juan Pablo II, Constitución Apostólica Fidei depositum, de 11 octubre 1992, n. 3: Catecismo de la Iglesia Católica, Editores del Catecismo 1992 (= CCE), pp. 4-5. También Sínodo 1985. Documentos, Madrid 1985. 30 El Beato Juan Pablo II explicaba así esta interdependencia de los contenidos del Catecismo: “La liturgia es, por sí misma, oración; la confesión de la fe tiene su justo lugar en la celebración del culto. La gracia, fruto de los sacramentos, es la condición insustituible del obrar cristiano, igual que la participación en la liturgia de la Iglesia requiere la fe. Si la fe no se concreta en obras permanece muerta (cf. Sant 2,14-26) y no puede dar frutos de vida eterna”: CCE p. 5. 31 Congregación para la Doctrina de la Fe, Indicaciones pastorales para el Año de la Fe, cit., Introducción. 32 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 9. 33 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 11.

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escuela católica, la clase de religión, los grupos de pastoral juvenil y universitaria, los movimientos y asociaciones laicales, etc.34. De acuerdo con lo expuesto, cuando hablamos de profesar la fe o de fe profesada, sin olvidar la referencia a la primera parte del Catecismo de la Iglesia Católica35 no nos referimos únicamente a la solemne y pública profesión de la fe que debemos hacer en el curso del Año de la Fe a invitación del Papa como ya he indicado anteriormente (n. 6), sino también a la necesidad de “intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo”36. Esto supone y requiere también que se reflexione a lo largo de este año sobre la fe en sí misma como “el acto con el que decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios”, dada la unidad profunda existente entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. Porque de lo que se trata no es solamente de conocer una enseñanza de fe sino de aceptar esta enseñanza con el corazón como sucedió en el caso de Lidia cuando escuchaba la predicación de San Pablo (cf. Hch 16, 14). Como recuerda el Papa de manera expresa, el corazón humano, auténtico sagrario de la persona, llega a la fe bajo la acción de la gracia divina que ayuda a comprender que es Dios el que habla. En este sentido la profesión de fe, consecuencia del creer, es un acto personal y libre y al mismo tiempo público y comunitario que se enmarca en la fe de la Iglesia de manera que el “yo creo”, como fe profesada por el creyente, se sumerge y expresa en el “nosotros creemos” eclesial37. 9.- La fe celebrada: Relación entre la fe y su celebración De no haberse producido la convocatoria del Año de la Fe, el programa pastoral del próximo curso habría dado una mayor relevancia a la “vida de oración y a la pastoral litúrgica”, tal y como rezaba la cuarta tarea específica señalada por el Plan pastoral 2009-14. Sin embargo, asumiendo gozosamente la iniciativa del Papa podemos caer en la cuenta de la importancia objetiva de la fe para toda forma de culto a Dios y de santificación de los hombres. Por eso, recordando las cuatro partes del Catecismo, veamos cómo se relacionan entre sí la primera parte y la segunda. En efecto, el misterio cristiano, objeto de la fe, es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas38 para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar y como fundamento de la oración. De este modo se pasa de la fe profesada a la liturgia como fe celebrada o como celebración de la fe. Fijándonos tan sólo en la fe celebrada, conviene recordar, en primer lugar, que la liturgia es el lugar en el que resuena la palabra de Dios con especial eficacia39. Pero también que la celebración, de suyo, sigue a todas las formas del ministerio de la Palabra, a saber, la acción evangelizadora, la catequesis, la enseñanza, etc., las cuales suscitan, nutren y desarrollan la fe. En la Carta Apostólica “Porta Fidei” el Papa afirma al respecto: “Será 34

Para todo esto remito a la II parte de mi carta pastoral del curso pasado: Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2011-2012, cit., pp. 35 ss. 35 Esta parte hace referencia a la profesión de la fe realizada en el bautismo y se centra, en primer lugar, en la revelación divina, y en segundo término en el Símbolo de la fe: cf. CCE 14. 36 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 8. 37 Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 10. 38 En efecto, la segunda parte del Catecismo (Los sacramentos de la fe) “expone cómo la salvación de Dios, realizada una vez por todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo, se hace presente en las acciones sagradas de la liturgia de la Iglesia, particularmente en los siete sacramentos”: CCE 15. 39 Véase, a este respeto: Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini, de 30-IX-2010: Libreria Editrice Vaticana 2010, nn. 52 ss.

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también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia y de modo particular en la eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10)”40. Por su parte, la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe recuerda también la importancia de la liturgia entre las sugerencias que hace para las parroquias, comunidades y movimientos: “En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor” 41. Veamos de qué manera toda la liturgia y no sólo la eucaristía, proclama, celebra y, sobre todo, fortalece la fe de los que participan en ella. Para ello conviene tener presente que la Iglesia cree de la misma manera que ora (cf. CCE 1124). En este sentido, cada celebración litúrgica, máxime si es la eucaristía, es una verdadera profesión de fe en acto, no sólo de la fe personal del ministro y de los fieles sino de la fe de la Iglesia42, de acuerdo con el célebre axioma de que “la norma de la plegaria es la norma de la fe” (lex orandi-lex credendi). De ahí la aclamación Mysterium fidei que sigue a las palabras de la consagración en Santa Misa y que ha sido traducida así : “Este es el misterio de la fe”; “Este es el sacramento de nuestra fe”; y “Aclamemos/proclamemos el misterio de la fe”. La aclamación significa, en primer lugar, que el sacramento de la Eucaristía es un “misterio de fe”. Pero también que la Eucaristía es el gran signo - sacramento y acontecimiento- de lo que la Iglesia cree firmemente como base de su existencia y de su esperanza cumplidas en el sacrificio redentor de Cristo en la cruz, realidad que se actualiza en la celebración eucarística y centro a la vez de la fe que lo contempla y proclama en la plegaria eucarística. De ahí las variaciones en la traducción. Una sola versión no recoge toda la riqueza de contenido de la expresión latina43. El que toda la celebración es profesión de la fe eclesial se pone de manifiesto puntualmente en la recitación del Símbolo de la fe y en las promesas bautismales de la vigilia pascual, así como en las celebraciones del bautismo y de la confirmación, pudiéndose aportar también numerosos ejemplos de oraciones, ritos y gestos en los que sucede lo mismo. Ahora bien, la fe que se profesa, se vive y se celebra en la liturgia es siempre la fe de la Iglesia, asumida y reconocida como propia por una asamblea concreta y por los fieles individual por sí mismos o, como en el caso del bautismo de párvulos, por los padres y padrinos que los representan (cf. CCE 1253-1255). Pero, en todo caso, la celebración litúrgica, en cuanto manifestación principal de la Iglesia (cf. SC 41), es siempre ámbito -aunque no el único- en el que se confiesa la fe. Así lo ratifica el ministro del bautismo cuando dice, y toda la asamblea asiente: “Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro”44.

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Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 9. Congregación para la Doctrina de la Fe, Indicaciones pastorales para el Año de la fe, cit., n. IV/2. 42 En este sentido, el “sujeto celebrante” no es, sin más, el grupo de fieles con el sacerdote sino la Iglesia, cuerpo de Cristo, unida a su Cabeza y Sumo Sacerdote y santificador que se hace presente en la asamblea litúrgica: cf. CCE 1136; 1140-1141. 43 . La expresión Mysterium fidei se encontraba, hasta el Missale Romanum de 1962 (última edición típica anterior a la de Pablo VI de 1970), en el Canon Romano entre las palabras de la consagración del cáliz. Sobre su sentido cf. J.A. Jungmann, El sacrificio de la Misa, BAC 68, Madrid 1963, pp. 755-757; Mons. P. Tena, “Este es el sacramento de nuestra fe”, en Comité para el Gran Jubileo del año 2000, La Eucaristía, alimento del pueblo peregrino. IX Congreso Eucarístico nacional, Madrid 2000, pp. 93-108. 44 Ritual del Bautismo de niños, Coeditores litúrgicos 1970, p. 48. Lo mismo se dice en el rito de la Confirmación al término de la profesión de fe de los candidatos. 41

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10.- La fe vivida: conversión, testimonio de vida, caridad El tercer calificativo que el Papa Benedicto XVI propone para la fe, es que sea vivida además de profesada, celebrada y rezada. Por consiguiente, este aspecto remite, en primer término, a la “vida de fe” de los cristianos o a la fe hecha “vida”. El Papa señala esta cualidad con las siguientes palabras: “Esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble”45. Más aún, reflexionando sobre la dimensión ético-moral de la fe afirma: “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó”46. Pero, para que esto suceda, es necesario que los cristianos busquen sin cesar la conversión a semejanza de la Iglesia misma que, siendo santa, al llevar en su seno a los pecadores, se siente necesitada de purificación y trata de renovarse continuamente (cf. LG 8). En este sentido “el Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. En el misterio de su muerte y resurrección, Dios ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31)”47. La fe vivida viene a ser la fe actuada por el amor (cf. Gal 5, 6), convirtiéndose en criterio de pensamiento y de conducta para los creyentes a la vez que transforma su existencia. En efecto, “la fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo... Como afirma san Agustín, los creyentes ‘se fortalecen creyendo’”48. Queda claro, pues, que la fe no sólo se desarrolla y crece sino que se fortalece perseverando en ella y abandonándose en las manos del amor más grande porque este tiene su origen en Dios. La fe vivida se manifiesta en amor al prójimo de tal manera que, sin el ejercicio de la caridad, sería un sentimiento indefinido. Apuntando al Año de la Fe como oportunidad para intensificar amor fraterno, afirma el Papa: “La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que la fe permite a la caridad seguir su camino49. Después de comentar el texto de la Carta de Santiago 2, 14-18 que relaciona las obras con la fe, Benedicto XVI insiste en la implicación y necesidad mutua de la fe y de la caridad de manera que la primera nos permite reconocer a Cristo en los necesitados y la segunda nos impulsa a socorrerlos cada vez que nos encontramos con ellos. Evidentemente, la fe vivida como amor para con el prójimo hace creíble el mensaje evangélico y contribuye a abrir la mente y el corazón de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera. De ahí la conveniencia también de que cada iniciativa del Año de la Fe favorezca el gozoso redescubrimiento y el testimonio renovado de la fe50. 11.- La fe rezada: De la relación con Cristo a la esperanza de los santos La fe hecha oración o fe rezada nos sitúa en el contexto espiritual de la cuarta parte del Catecismo de la Iglesia Católica que trata de la oración en la vida de la fe, es decir, “el sentido y la importancia de la oración en la vida de los creyentes”, que culmina con un comentario del Padrenuestro, suma de la oración cristiana (cf. CCE 17). Esta referencia tiene 45

Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 9. Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 6. 47 Ib. 48 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 7. 49 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 14. 50 Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Indicaciones pastorales para el Año de la fe, cit., Conclusión. 46

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también su importancia, pues si el Credo ha representado siempre, como subrayaban los Santos Padres, el símbolo del sacrosanto misterio recibido con la fe, la oración dominical es la expresión de la relación filial de los bautizados con Dios. No en vano el Padrenuestro tenía también su traditio o entrega a los catecúmenos y su redditio o devolución paralelamente a lo que se hacía con el Credo en los escrutinios previos a la celebración de los sacramentos de la Iniciación cristiana. Credo y Padrenuestro, fe y oración, han estado siempre intrínsecamente unidos. En esta perspectiva, avalada por el Catecismo de la Iglesia Católica, se comprende que la oración es consubstancial a la fe profesada y que inspira, mueve y sostiene también los restantes aspectos de la fe, la fe celebrada y la fe vivida. Por eso la Carta Apostólica “Porta Fidei”, al situar la oración junto a la profesión de la fe, la liturgia y la vida moral, recuerda cómo “por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos” (cf. Hch 2, 42-47)51. Aunque no expresamente relacionada con la oración aparece también en la Carta Apostólica una bella reflexión sobre “la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado”. Como indica el Papa, esta contemplación, en primer lugar, pone de relieve la hermosa realidad de la contribución del testimonio de vida de los santos al crecimiento y desarrollo de la Iglesia, y en segundo lugar despierta la necesidad de la conversión a fin de experimentar la misericordia divina. Testimonio de vida y conversión son expresión de la fe asumida en la propia existencia, como vimos en su lugar. Pero tienen mucho que ver también con la finalidad orante (y contemplativa) del Año de la Fe, porque de lo que se trata en último término durante este tiempo es de “tener la mirada fija en Jesucristo, ‘que inició y completa nuestra fe’ (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano” 52. Por eso, a continuación se mencionan en el documento pontificio los principales ejemplos de fe que han dejado huella en la historia de la Iglesia, comenzando por la Santísima Virgen María de la que se hace una apretada síntesis de las referencias a su fe en el Nuevo Testamento. A continuación se mencionan los Apóstoles y los discípulos de la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de aquellos, la oración, la eucaristía y la comunicación de bienes (cf. Hch 2, 42-47), los mártires, los hombres y mujeres que consagraron su vida a Dios en la práctica de los consejos evangélicos y cuantos trabajaron a favor de la justicia y de la liberación de los oprimidos. Finalmente, todos los que han confesado con su vida “la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban”53. Contemplar estos testimonios que iluminan la mente y el corazón por la fuerza de la palabra de Dios -aquí radica el punto de conexión entre la fe vivida y la fe rezada- infunde alegría (cf. 1 Pe 1, 6-9), conforta en el sufrimiento y en la debilidad y es el preludio de la esperanza a la que conduce la fe (cf. 2 Cor 12, 10)54.

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Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 13; cf. nn. 9 y11. Ib. Por su parte la Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe menciona las comunidades contemplativas invitando a dedicar “una particular atención a la oración por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios y por un nuevo impulso en su transmisión a las generaciones jóvenes”: Indicaciones pastorales para el Año de la fe, cit., n. IV/8. 53 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 13. 54 Ib., n. 15. 52

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12.- Ante el reto de la Nueva Evangelización Uno de los acontecimientos anunciados para el próximo octubre y al que debemos prestar atención es la Asamblea del Sínodo de los Obispos dedicada a “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. El tema no es nuevo porque, además de tener sus raíces en el Concilio Vaticano II (cf. GS 1; 4; 22; etc.) y especialmente en el magisterio del Siervo de Dios Pablo VI -recuérdese su Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” (de 8-XII-1975), auténtica “carta magna de la evangelización”- y en el del Beato Juan Pablo II55, se viene prodigando desde entonces en incontables documentos pontificios y episcopales. En nuestra diócesis la preocupación por la nueva evangelización se hizo patente en el Sínodo de 1993-9556. Yo mismo dediqué a este tema las catequesis de Adviento del año pasado en la Basílica de San Isidoro teniendo en cuenta los Lineamenta que habían visto la luz en febrero de 201057. En relación con la Nueva Evangelización el Papa Benedicto XVI ha anticipado también en la Carta Apostólica “Porta Fidei” un aspecto muy interesante. He aquí sus palabras: “Es el amor de Cristo (cf. 2 Cor 5, 14) el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar... (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”58. A continuación el Santo Padre recuerda cómo, gracias al amor que abre el corazón y la mente, los que escuchan acogen la invitación a creer. Porque la Nueva Evangelización es nueva no porque antes se hayan hecho mal las cosas o porque, por afán de novedad, se quiera partir de cero sino porque se hace necesario transitar por nuevos senderos, que vienen a ser las nuevas condiciones en las que la Iglesia ha de anunciar hoy el Evangelio59. Es de esperar, como viene sucediendo desde que se creó el Sínodo de los Obispos, que la próxima Asamblea sinodal infunda energías nuevas a toda la Iglesia y ofrezca respuestas a las numerosas cuestiones que tiene planteadas hoy el anuncio del Evangelio en todo el mundo. No hay que olvidar que la misión de la Iglesia comprende tanto el primer anuncio a los no creyentes -la misión ad gentes en sentido propio- como la acción misionera hacia quienes ya no se reconocen como miembros de la Iglesia o llevan una existencia total o parcialmente alejada de ella. Esta es la situación que más nos afecta a nosotros, de manera que la Nueva Evangelización en nuestra diócesis ha de dirigirse “a bautizados de toda edad, que viven en un contexto religioso de referencias cristianas, percibidas sólo exteriormente”60. Entre nosotros se siente también la necesidad de contar con medios renovados y nuevas formas y 55

En efecto, el Beato Juan Pablo II hablaba de “una evangelización nueva: nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”: Discurso de 9-V-1983 en Puerto Príncipe (Haití). El Papa se ocupó también de la Nueva Evangelización en la encíclica “Redemptoris Missio”, de 7-XII-1990, y en la Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”, de 6-I-2011. 56 Sínodo, 7-12; 14,3; 47; 228; etc. 57 Mons. J. López Martín, La nueva evangelización ante la puerta abierta de la Fe. Catequesis de Adviento 2011, en BOO de noviembre-diciembre de 2011, pp. 1111-1161; Los Lineamenta: cf. supra, nota 16. En la misma nota se cita también el Instrumentum laboris. 58 Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 7. 59 Cf. Sínodo de los Obispos, Lineamenta, cit., n. 5. 60 Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis, de 15-VIII-1997, Libreria Editrice Vaticana 1997, n. 58.

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expresiones para acercar la palabra de Dios y los sacramentos de la salvación al hombre de hoy de manera comprensible y atractiva. Confiemos que la Nueva Evangelización “lleve a redescubrir la alegría de creer y ayude a encontrar nuevamente entusiasmo en la comunicación de la fe”61. 13.- La figura de San Juan de Ávila, nuevo “Doctor de la Iglesia” Ante estas legítimas expectativas la figura de San Juan de Ávila que va a ser proclamado doctor de la Iglesia el día 7 de octubre en la misma celebración eucarística de apertura del Sínodo de la Nueva Evangelización, debe estimularnos, especialmente a los sacerdotes, a reanimar la vida cristiana en todos, creyentes y alejados, y a anunciar el Evangelio, exponiendo los contenidos de la fe con sencillez, originalidad y convicción, atentos también a los nuevos “atrios de los gentiles” de nuestro tiempo. A San Juan de Ávila, como recuerda la instrucción pastoral aprobada por los obispos españoles en la 99ª Asamblea Plenaria (26-IV-2012), le tocó vivir en una época tan compleja y plural como la nuestra y predicar en zonas descristianizadas que habían estado durante siglos bajo dominación musulmana, desarrollando un modo original de exponer los contenidos de la fe uniendo la solidez de la doctrina cristiana con sus originales referencias al vivir cotidiano y, sobre todo, con un riguroso testimonio de vida. Su enseñanza “tuvo amplia difusión en su tiempo y después, y una recepción positiva en el pueblo de Dios, interesando a toda la Iglesia. Y su mensaje es actual, seguro y duradero, capaz de contribuir a confirmar y a profundizar el depósito de la fe, iluminando incluso nuevas prospectivas doctrinales y de vida”62. Verdadero maestro y testigo de la doctrina y de la vida cristiana, San Juan de Ávila se apoyó siempre en la palabra de Dios, en la tradición y en el magisterio de la Iglesia. Sus contemporáneos le llamaron maestro, el Maestro Ávila, título que se anticipó y mantuvo durante siglos al reconocimiento de su doctorado sobre la Iglesia universal por la eminencia de su doctrina y su capacidad de transmitirla de modo sencillo y convincente. No en vano el Patrono del Clero español gozó del particular carisma de la sabiduría, don del Espíritu Santo, en su ministerio de la palabra y en sus escritos. La declaración de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, largo tiempo esperada y, por tanto, motivo de gozo para la Iglesia en España, debe ser también ejemplo para nuestro presbiterio y para los seminarios diocesanos a la hora de adquirir y mantener una sólida formación intelectual con sus connotaciones espirituales y pastorales al servicio de la fe y ante el reto de la nueva evangelización.

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XIII Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Instrumentum laboris, cit., n. 9. XCIC Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, San Juan de Avila, un Doctor para la Nueva Evangelización, cit., n. 2. 62

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II PARTE SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA LA APLICACIÓN DEL PROGRAMA PASTORAL 2012-2013 Como en ocasiones anteriores, quiero señalar también algunas propuestas y acciones a la luz de los principios expuestos en la primera parte de la carta pastoral. No pretendo que sean exhaustivas ni que resten iniciativa y originalidad a las programaciones que deben hacerse en arciprestazgos, Upas, grupos eclesiales y asociaciones de fieles. Las indicaciones de alcance diocesano orientan, no obstante, en una misma dirección y sugieren especialmente el enfoque o espíritu que ha de ser asumido por todos en aras de la comunión eclesial. El programa pastoral diocesano es camino obligado para todos especialmente para los responsables y colaboradores de la misión de nuestra Iglesia local. 14.- Varias convocatorias y un solo “programa pastoral”: Nuestra actitud El nuevo curso pastoral que se abre ante nosotros, desarrollando lo especificado en el Plan pastoral 2009-14 y la iniciativa pontificia del Año de la Fe, puede dar la impresión de heterogeneidad de objetivos y de propuestas. No debe ser así, porque ambos aspectos se han integrado en un solo objetivo: “Intensificar la comunión eclesial mediante la fe profesada, celebrada, vivida y rezada”, como he explicado antes (cf. supra, n. 5). Cada institución, arciprestazgo, Upas, delegación diocesana o secretariado, grupo, movimiento apostólico o asociación, etc., tomando conciencia de lo fundamental y básico del objetivo señalado, elaborará su propio programa a la vista de la propuesta del programa pastoral diocesano 2012-13 que se da a conocer junto a esta carta pastoral. En cuanto a los acontecimientos y conmemoraciones que nos depara el calendario del próximo curso, algunos están integrados ya en el programa pastoral como signo de unidad con toda la Iglesia. Otros se brindan a sectores pastorales o grupos eclesiales que pueden asumirlos según su propia perspectiva sin que sea obligado el estar en todo. Por eso invito a meditar en el significado del anuncio del Año de la Fe y en sus fines (cf. supra, n. 6) así como en las actitudes que debemos tener ante el contexto socio-cultural y eclesial que nos desborda (cf. supra, n. 7). A la hora de las programaciones propias deseo invitar también a que se tengan en cuenta los balances hechos por cada institución o grupo al final del curso pasado y las impresiones de las que me he hecho eco en la Introducción a la carta (cf. supra, nn. 1-2), con el fin de consolidar los logros y de mejorar o encauzar los aspectos menos positivos. Situados en la perspectiva de todo el Plan pastoral descrita en el n. 3, es importante alimentar el espíritu de oración y de compromiso eclesial alimentándolo con la mirada puesta en el Buen Pastor que ha dado su vida para que nosotros la tengamos en abundancia, como recuerda el lema del curso (cf. Jn 10, 10b). 15.- Sugerencias acerca de la fe profesada Entrando ya en propuestas concretas para la programación pastoral del nuevo curso, quiero seguir, en primer término, los cuatro apartados sugeridos en la Carta Apostólica “Porta Fidei” y que he comentado en los nn. 8-11. Respecto a la fe profesada el documento pontificio señala en primer lugar la profesión de la fe que debemos hacer en el curso del Año que se abre el 11 de octubre. Esta profesión de la fe de un modo comunitario y solemne deberá 20


hacerse diocesanamente en la fecha que se indicará y, a niveles más reducidos, en oportunos encuentros de celebración, peregrinación, convivencia, etc., por parte de arciprestazgos, Upas, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, grupos eclesiales, etc. Aunque tampoco hay días señalados para ello, es evidente que las solemnidades del Señor, especialmente Navidad, Pascua de Resurrección, Pentecostés, etc., y sus respectivas vigilias son momentos muy oportunos, así como las solemnidades de los Apóstoles San Pedro y San Pablo y Santiago, para hacer la profesión pública de la fe. Consistiría esta en el canto o recitación comunitaria del Símbolo Apostólico o del que ha estado siempre en la Misa -recuérdese que se puede cantar también en latín-, al final de una celebración de la palabra de Dios o dentro de la celebración eucarística en su lugar propio63. En el apartado siguiente me referiré al significado de la entrega y devolución del Credo en el marco de la catequesis presacramental y de la Iniciación cristiana. A nivel diocesano tendremos, Dios mediante, una solemne apertura del Año de la Fe en la S.I. Catedral el día 11 de octubre próximo con participación del presbiterio, vida consagrada y laicado. Invito también a todos los sacerdotes a que en la celebración eucarística del domingo anterior o en el siguiente ilustren el significado del acontecimiento a los fieles y oren por su fruto espiritual y pastoral. Se está a la espera de la difusión de un formulario de Misa “Para la Nueva Evangelización” que podrá usarse en las celebraciones relacionadas con el Año de la Fe, salvo en las solemnidades, fiestas y en los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, así como un subsidio con plegarias litúrgicas y ejercicios piadosos. Nótese que el todo el año litúrgico, en cuanto sagrada memoria del misterio de Cristo y de la obra de la salvación es, en sí mismo, un testimonio de la fe de la Iglesia (cf. SC 102). Por eso sería bueno que las instituciones y entidades eclesiales, consejos, etc., en alguna asamblea o reunión, reciten también el Credo como signo de explícita adhesión al “apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos: a Jesús” (Hb 3, 1). La segunda gran propuesta del Papa para el Año de la Fe se refiere a “redescubrir los contenidos de la fe” con explícita referencia al Catecismo de la Iglesia Católica, regla segura para la enseñanza de la fe, como propuso el Beato Juan Pablo II. Son muchas las sugerencias que caben bajo este aspecto y sobre lo que es la fe en sí misma, en la Iniciación cristiana de cara a la primera comunión y a las confirmaciones (la entrega del Símbolo); el ministerio de la homilía ilustrando a partir de las lecturas bíblicas los contenidos de la fe que guardan relación con el misterio celebrado o con las enseñanzas de la palabra de Dios y apoyándose en los textos del Catecismo; conferencias en Adviento o Cuaresma sobre los artículos del Credo; programas de profundización en la fe para jóvenes y adultos; la formación permanente del clero, de la vida consagrada y del laicado; jornadas sobre la fe y sus instrumentos de difusión, especialmente sobre Catecismo, etc. ¿Sería posible organizar en Upas, parroquias, asociaciones de fieles, etc., itinerarios de formación (o renovación) de la fe de modo análogo a los grupos de lectura creyente de la Biblia que vienen funcionando ya? No faltan materiales para ello puesto que son varios los ámbitos en los que puede y debe darse la necesaria formación de la fe y a los que me referí ya en carta pastoral del curso pasado64. En el próximo curso empezará a funcionar la necesaria Escuela diocesana de formación teológico-pastoral que está llamada a cumplir algunos de los objetivos del Instituto 63

Una forma de hacer esta profesión de fe es la recitación por el sacerdote o diácono de cada una de las partes del Símbolo respondiendo el pueblo con una aclamación que puede ser cantada, por ejemplo: Credo (o creo), credo, amén. También, sobre todo en Pascua y en las celebraciones del bautismo y de la confirmación, en la forma de interrogatorio: ¿”Creéis en Dios, Padre…”? 64 Cf. supra, nota 34.

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Superior de Ciencias Religiosas. Es una buena ocasión para insistir y exigir el mayor nivel posible de formación doctrinal en los agentes de pastoral. En cuanto a la formación permanente del clero, la declaración de San Juan de Ávila como doctor de la Iglesia nos compromete, por una parte, a conocer más y mejor la figura y enseñanzas de nuestro Santo Patrono y, por otra, a imitarle en el celo en la predicación de la palabra de Dios, precedida de la necesaria preparación teológica y espiritual65. Acerca de la fe profesada es muy importante también que a lo largo del año se conmemore adecuadamente el 50º del Concilio Vaticano II, verdadera hoja de ruta para la Iglesia del siglo XXI. Se trata de dar a conocer el mayor acontecimiento eclesial del siglo XX a los que no lo vivieron, invitando a leer y estudiar sus documentos de manera integradora, como aconsejó el Sínodo de los Obispos de 1985, y correcta como señaló el Papa Benedicto XVI en su discurso a la Curia Romana el 22 de diciembre de 200566. Debemos aprovechar también los senderos que el arte y la cultura popular ofrecen a la acción evangelizadora. Los estamos recorriendo ya, pero debemos facilitar aún más ese atrio de los gentiles al que se ha referido más de una vez el Papa Benedicto XVI. Merece la pena que se sigan organizando las conferencias “Iglesia-Sociedad”, exposiciones en la iglesia de Palat de Rei, y otras iniciativas análogas. En este contexto encajan muy bien las conmemoraciones del 950 aniversario de la traslación de San Isidoro desde Sevilla a León y el 1100 aniversario de la dedicación iglesia parroquial de San Miguel de Escalada previstos para 2013. Desde el punto de vista evangelizador es oportuno apreciar también la dimensión de testimonio de la fe de las iglesias y otros monumentos, y de los museos, archivos históricos y bibliotecas de la diócesis. 16.- Sugerencias acerca de la fe celebrada “El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la eucaristía»… Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor”67. Al comienzo del n. 9 de esta carta pastoral me he referido a la importancia de la fe para todo lo que es culto divino y celebración de la acción santificadora de Dios a través de la liturgia. Merece la pena, pues, que en nuestra vida de oración y en nuestra pastoral litúrgica -así rezaba la cuarta tarea específica señalada por el Plan pastoral 2009-14 e integrada en el programa del próximo curso- no prescindamos nunca de aquello que alimenta la fe y comunica la gracia y los demás dones de Dios. En este sentido es preciso cuidar al máximo el modo de celebrar como pedía el Beato Juan Pablo II: “La fe vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación, serán siempre los primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litúrgica y sacramental”68, y no deja de recordar Benedicto XVI69. 65

Así lo propone también el Plan pastoral 2011-2015 de la Conferencia Episcopal Española, cit., pp. 36-38. “Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Benedicto XVI se ha comprometido firmemente en procurar una correcta comprensión del Concilio, rechazando como errónea la llamada «hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura», y promoviendo la que él mismo ha llamado «‘hermenéutica de la reforma’, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino»”: Congregación para la Doctrina de la Fe, Indicaciones pastorales para el Año de la Fe, cit., Introducción. 67 . Ib., n. IV/2. El texto cita la Carta Apostólica “Porta Fidei”, n. 9 68 Beato Juan Pablo II, Carta Apostólica Vicesimus Quintus annus, de 4-XII-1988: Libreria Editrice Vaticana 1988, n. 10. 69 Véase, por ejemplo, su homilía en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo de este mismo año: “Ecclesia” 3628 (2012) 932-933. En la Exhortación Apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis”, de 22-II66

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Pero de esta relación entre la fe y la celebración se derivan también otras aplicaciones. Una de ellas y muy importante es la necesidad de suscitar y alimentar previamente la fe en quienes han de participar en una celebración litúrgica. En efecto, la primera e indispensable condición para lograr la participación activa en la liturgia y sobre todo en la eucaristía, que quería el Concilio Vaticano II, es la recta disposición del ánimo, que viene a ser la fe instruida con la palabra de Dios y apoyada en los signos y en los ritos y plegarias, etc. (cf. SC 11; 14, 19; 33; 48; etc.). De ahí la necesidad no sólo de la catequesis general o de la Iniciación cristiana que desarrolla la fe, sino también de la catequesis específicamente orientada a la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos, a los tiempos litúrgicos y, en especial, a la vivencia del domingo, etc. No obstante, no debe olvidarse que la mejor catequesis litúrgica es una buena celebración en la que todo transcurre como desea la Iglesia, es decir, con fidelidad a lo establecido sin necesidad de añadir o cambiar nada. En efecto, “no sólo cuando se lee ‘lo que se ha escrito para nuestra enseñanza’ (Rom 15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los participantes se alimenta y sus almas se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia” (SC 33; cf. 35; 59). Parece claro también que se deben cuidar las celebraciones, preparándolas bien bajo la guía de los propios libros litúrgicos y alejando la tentación de la rutina y de la atonía. Esto tiene aplicación especial a la eucaristía dominical y a las celebraciones con mayor concurso de fieles como exequias, matrimonios, fiestas patronales, etc., que deberían favorecer un nuevo acercamiento a la fe por parte de las personas que se han alejado de la Iglesia o que no han recibido una formación adecuada. En este sentido es conveniente explicar a los niños y adolescentes, pero también a los fieles en general, los signos y símbolos de la liturgia de la Misa y de los sacramentos, por supuesto fuera de la celebración, y volver a leer reflexivamente, si no se ha hecho aún, la Ordenación general del Misal Romano editada en 2005. La esperada publicación de la tercera edición oficial en lengua española del Misal que introduce una traducción más ajustada al original latino, puede ser una buena ocasión para revalorizar la celebración del Sacramento de nuestra fe. También es importante, en el marco de la liturgia cuaresmal, de la Iniciación cristiana, o de la catequesis ordinaria, que se dé la relevancia debida a la entrega (traditio) y a la devolución (redditio) del Credo (cf. supra nn. 9 y 11) con la participación de toda la comunidad parroquial. El significado de esos dos momentos es muy sugestivo: la fe expresada en su símbolo, el Credo, nos es dada por Dios por mediación de la madre Iglesia, representada por la comunidad reunida y presidida por el ministro que hace las veces de Cristo. El catecúmeno o el iniciado, al recitar en voz alta el Credo, manifiesta que lo ha recibido y lo hace suyo devolviéndolo públicamente a quien es su depositaria y garante. Esta entregadevolución del Credo es, de suyo, independiente de la solemne profesión de fe a la que el Papa Benedicto XVI ha invitado a toda la Iglesia (cf. supra n. 15), pero puede tener el mismo sentido que esta, por ejemplo, al término de unas catequesis o conferencias orientadas a recuperar el sentido profundo de nuestra fe, o en un curso o jornada para catequistas, etc. 17.- Sugerencias acerca de la fe vivida Desde los tiempos apostólicos, entre los signos de la vida cristiana, junto a la enseñanza apostólica, la eucaristía y las oraciones, ha estado siempre presente la comunicación de bienes entre los cristianos como expresión de la comunión ecelsial -la 2007: Libreria Editrice Vaticana 2007, n. 66, el Papa habla incluso de relación intrínseca entre adoración y celebración.

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koinonía- (cf. Hch 2, 42. 46; 4, 32-37). En efecto, la vida de la fe o fe vivida se convierte en testimonio de vida, transformándose en caridad práctica y alimentando las más variadas formas de amor al prójimo y de compromiso social de los creyentes. Evidentemente, en el Año de la Fe esto ha de hacerse patente tanto en la conducta personal de los cristianos como en la presencia de la Iglesia en la sociedad. Así pues, dos son los aspectos que conviene distinguir y potenciar como expresión de la fe vivida. El primero hace referencia a la vida moral de los discípulos de Jesucristo de acuerdo con las claves representadas por las bienaventuranzas evangélicas y por los mandamientos divinos (cf. CCE 16; 1691ss.; 2052 ss.). El segundo aspecto se concreta en todo lo que tiene que ver con la doctrina social de la Iglesia. En relación con el primer aspecto podemos hacernos preguntas como estas: ¿Qué nivel de coherencia se da en nuestra Iglesia diocesana y en nuestra Upas, comunidad, asociación o grupo entre las manifestaciones de la fe y el testimonio desde el punto de vista ético y moral? ¿Cómo se educa a los más jóvenes en la moral evangélica en nuestras catequesis, colegios católicos, clases de religión, grupos, comunidades, etc.? Los sacerdotes y los responsables de la pastoral, ¿llamamos a la conversión de manera clara en nuestras homilías y en las actividades educativas de la fe, proponiendo claramente los principios y criterios basados en la ley moral sin disimulos o interpretaciones que deformen las conciencias? Sabemos que la moral cristiana está enraizada en la revelación divina y que la Iglesia tiene la misión y el deber de interpretarla para que todo bautizado, llamado a seguir a Jesucristo, lleve a la práctica aquello en lo que cree y celebra en virtud de la fe y de los medios de santificación que se le ofrecen. Pero hoy existe demasiada ignorancia y confusión en numerosos ámbitos de la moral de la persona, del matrimonio y la familia70 y de la sociedad de manera que se hace sumamente urgente la recta formación de las conciencias y el esclarecimiento del juicio moral para que el hombre supere las malas inclinaciones, se deje guiar por Cristo y progrese con libertad en la vida del Espíritu. ¿Qué podemos y debemos hacer en este sentido? El segundo aspecto, relativo a la doctrina social de la Iglesia, debe interpelarnos también dada la actual crisis económica y de valores que nos envuelve. Por otra parte, durante mucho tiempo, no va a ser suficiente cuanto se haga a favor de las personas y familias necesitadas. Se hace necesario ir directamente al problema de fondo que atañe a las causas que han generado esta situación. Y aquí hemos de confesar que, aunque en el Plan pastoral 200914 se habla expresamente del servicio de la caridad y de la caridad política apuntando, en conexión con el Plan anterior de 2003-08, a la necesidad de despertar la sensibilidad de las comunidades cristianas sobre las nuevas formas de pobreza, es poco todavía lo que se ha avanzado, más allá de la tarea de Caritas y de la acción de los voluntariados. Por eso es conveniente volver a leer y reflexionar cuanto se propone en el Plan 2009-14 para divulgar la doctrina social de la Iglesia, promover la presencia de los cristianos en los campos social y político, cuidar la formación de los que integran los diferentes voluntariados, replantear el servicio de la caridad organizada llevándola a todos los arciprestazgos, crear plataformas para el diálogo entre la fe y la cultura, alentar el compromiso temporal de los laicos, etc. 71. 18.- Sugerencias acerca de la fe rezada 70

Léase, por ejemplo, el reciente documento de la XCIX Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar, de 26-IV-2012, Madrid 2012; y en “Ecclesia” 3631 (2012) 1040-1060. 71 Cf. Diócesis de León, Plan pastoral 2009-2014, cit., pp. 82-89.

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No por ser el último de los cuatro aspectos relativos a la fe en el programa pastoral, el relativo a la oración es el menos importante. Todo lo contrario, la oración sustenta las restantes dimensiones de la fe. Tampoco la cuarta parte del Catecismo de la Iglesia Católica de la que he hablado en el n. 11, constituye el furgón de cola de lo que el cristiano ha de creer, celebrar y vivir. Como afirma el Papa Benedicto XVI: “Nunca hemos de olvidar que el fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia”72. Si el Año de la Fe, como veíamos en el n. 6, tiene su fundamento en el encuentro con Jesucristo, es evidente que la fe rezada constituye un fortísimo apoyo también para la misión de la Iglesia en clave de Nueva Evangelización para llevar a los hombres a la fe como “experiencia” precisamente de ese encuentro transformador del hombre. En este sentido las sugerencias prácticas acerca de la oración bajo cualquiera de sus formas, incluida la misma liturgia, han de estar íntimamente ligadas a la lectura y meditación de la palabra divina en las Sagradas Escrituras. Y en este punto tocamos un tema constante también en los últimos programas pastorales, especialmente en el del curso 2010-11 que invitaba a escuchar la voz del Buen Pastor (cf. Jn 10, 16) para construir la comunión eclesial. Me refiero a todas las sugerencias relativas a la formación bíblica y a la lectura creyente hemos de añadir: y orante- de la palabra de Dios que se hicieron entonces73. Por otra parte, es oportuno también crear y mantener grupos de oración, fomentando también la plegaria personal y comunitaria en las asociaciones eclesiales y en todo tipo de reuniones espirituales y pastorales. Es importante dar a conocer los contenidos de la IV parte del Catecismo de la Iglesia Católica y, de modo particular, del Padrenuestro del que se mencionan en este lugar bellísimos comentarios de los Santos Padres. Por último, teniendo en cuenta la invitación del Papa a profesar solemnemente el Credo en el Año de la Fe, además de lo ya indicado en los nn. 15 y 16, cabe la sugerencia de editar el Símbolo Apostólico o el Niceno-constantinopolitano en una estampa para llevarlo consigo y recitarlo privadamente y en algunos ejercicios piadosos como se hacía, por ejemplo, al término del Santo Rosario. 19.- A modo de conclusión: María, Virgen creyente, icono de la Iglesia en el Año de la Fe Durante el Año de la Fe debemos tener muy presente a la Santísima Virgen María, proclamada “bienaventurada” por haber creído (cf. Lc 1, 45) y propuesta por el Concilio Vaticano II, citando a San Ambrosio, como “tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (LG 63; cf. 53; SC 103). El magisterio pontificio posterior ha presentado como modelo de la fe para todos los fieles, desde Pablo VI que la llamó “Virgen oyente, que acogió con fe la palabra de Dios”74 hasta el Beato Juan Pablo II que destacó que María fue la primera en creer desde el momento de la anunciación y concepción de Jesús75. Por su parte, Benedicto XVI, repasa en la Carta Apostólica “Porta Fidei” los distintos momentos de la vida de María según el Nuevo Testamento, destacando cómo “con fe saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo

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Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini, cit., n. 121. Cf. Diócesis de León, Programa pastoral diocesano 2010-2011, cit., pp. 81-83; Carta pastoral, ib., nn. 17-19. 74 Pablo VI, Exhortación Apostólica Marialis Cultus, de 2-II-1074: Madrid 1974, n. 17. 75 Juan Pablo II, Encíclica Redemptoris Mater, de 25-III-1987: Madrid 1987, nn. 12 y ss. 73

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para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4)”76. De la misma manera la Congregación para la Doctrina de la Fe, invitando a los fieles a dirigirse con particular devoción a María, imagen de la Iglesia y que “reúne en sí y refleja en cierto modo las supremas verdades de la fe”, desea que se les ayude a “reconocer el papel especial de María en el misterio de la salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud”77. El tener a la Santísima Virgen como referencia y estímulo para el Año de la Fe nos ayudará a comprender la grandeza de esta virtud, tanto en su dimensión de creer lo que nos ha dicho el Señor y la Iglesia nos transmite (cf. Lc 1, 45: la bienaventuranza de María) como en la dimensión de aceptar en nuestra vida las vías misteriosas de Dios, incomprensibles para nosotros muchas veces, porque “para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 37). Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica, citando el Catecismo Romano: “Nada es más propio para afianzar nuestra fe y nuestra esperanza que la convicción profundamente arraigada en nuestras almas de que nada es imposible para Dios. Porque todo lo que (el Credo) propondrá luego a nuestra fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más elevadas por encima de las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida en que nuestra razón tenga la idea de la omnipotencia divina, las admitirá fácilmente y sin vacilación alguna” (CCE 274). Por último, a la hora de comenzar con el nuevo curso una etapa más en el camino evangelizador de nuestra Iglesia diocesana, invito a todos los fieles, especialmente a los sacerdotes, personas consagradas y laicos más comprometidos en la misión eclesial, a unirse en la oración como los Apóstoles con María en la espera de Pentecostés (cf. Hch 1, 14). Ella, que ha sido invocada repetidas veces como “Estrella de la Nueva Evangelización”, San Froilán nuestro Patrono y los santos y beatos leoneses, nos ayudarán a creer con mayor adhesión los misterios de la fe, a celebrarlos con creciente provecho espiritual, a vivirlos con mayor convicción, a enriquecer con ellos nuestra plegaria al rezar y, finalmente, a tener el coraje y la generosidad necesarias para anunciarlos y explicarlos en nuestro ministerio y apostolado. León, 6 de agosto de 2012 Fiesta de la Transfiguración del Señor + Julián, Obispo de León

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Benedicto XVI, Carta Apostólica “Porta Fidei”, cit., n. 13. Congregación para la Doctrina de la Fe, Indicaciones pastorales para el Año de la Fe, cit., n. I/3.

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EXTRACTO PARA LA LECTURA Y LA REFLEXIÓN

En coherencia con la misión de la Iglesia comenzamos un nuevo curso marcado por los objetivos previstos en el Plan pastoral 2009-14 y por el Año de la Fe. INTRODUCCIÓN

1.- Mirada al curso pastoral 2011-12 Recordatorio de algunos hechos significativos del curso precedente. Pero también de la labor pastoral ordinaria de parroquias, comunidades religiosas, colegios católicos, instituciones diocesanas, asociaciones de fieles, etc. que nos piden a todos que, con la mano sobre el arado, miremos siempre hacia adelante (cf. Lc 9, 62). (Señalar el hecho más significativo para la comunidad, grupo, etc. y el motivo)

2.- A modo de balance de los objetivos propuestos Más allá de la reseña está el balance de la acción pastoral, al menos en cuanto al grado de respuesta y de compromiso de los responsables y colaboradores de la misión de nuestra Iglesia local en relación a los objetivos del curso. Casi todas las áreas de la misión de la Iglesia tienen planteados hoy retos importantes haciéndose necesario un mayor esfuerzo de estudio y adaptación a la realidad específica, de formación permanente, de interrelación entre sectores y entre estos y las Upas, y muy especialmente para incorporar y formar a los laicos, especialmente jóvenes, a fin de que realicen su vocación apostólica en dichos sectores. (¿Qué grado de satisfacción por la labor realizada se da en la comunidad, grupo, etc.? ¿A qué se debe? ¿Qué peso tiene el cuidado de la vida espiritual en el resultado?)

3.- Nuevamente en la perspectiva del Plan pastoral 2009-2014 Recordando el objetivo general de la comunión eclesial en orden a la evangelización… cada curso ha hecho una propuesta concreta: acoger la palabra de Dios (2009-10), recreación de comunidades vivas y responsables escuchando la voz del Buen Pastor (2010-11), la Iniciación cristiana y la formación integral de la fe (2011-12). (¿Qué huella ha dejado cada curso en la comunidad, grupo, etc.? ¿Se ha avanzado en la comunión eclesial? ¿La Iniciación cristiana es como una “piedra de toque” para aquilatar el grado de comunión eclesial? ¿Sucede algo semejante con la evangelización?

4.- Para que tengamos vida en abundancia El nuevo curso pastoral 2012-13 en la dinámica del Plan pastoral 2009-14, a la escucha de la palabra de Dios para poder dar fruto. El lema habla de la vida en abundancia en relación a la escucha y seguimiento del Buen Pastor para que se forme un solo rebaño.

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¿Hemos meditado el discurso del Buen Pastor en profundidad? ¿Qué nos llama más la atención personalmente y de cara a la comunidad, grupo, etc.? ¿Hemos caído en la cuenta de las raíces profundas que tiene la comunión eclesial? ¿Actuaremos en consecuencia? I PARTE LA COMUNIÓN ECLESIAL MEDIANTE LA FE PROFESADA, CELEBRADA, VIVIDA Y REZADA

5.- Objetivo antiguo y nuevo Debemos acoger el Año de la Fe como una gracia añadida, integrándolo en nuestra programación pastoral. De la misma manera hemos de tener en cuenta también otros dos acontecimientos, el Sínodo dedicado a “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana” y la declaración como doctor de la Iglesia de San Juan de Ávila, Patrono del Clero español, la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, etc. como refuerzo valioso también para nuestros objetivos pastorales. Dice el Papa: “Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año”. (¿Qué esperamos del Año de la Fe? ¿Qué nos piden los acontecimientos señalados?)

6.- El anuncio del Año de la Fe y sus fines El Año de la Fe tiene su fundamento en el encuentro con Jesucristo, el Unigénito de Dios enviado al mundo como la gran prueba de amor (cf. Jn 3, 16). Fundada en ese encuentro con el Señor, la fe podrá ser de nuevo descubierta integralmente y en todo su esplendor. No en vano es una gracia que hay que recuperar en toda su belleza, cultivar en su valor y testimoniar con la alegría de ser cristianos. (¿Sentimos la necesidad de ser confirmados en la fe con el fin de dar testimonio más abierta y claramente? ¿Puede quedar el Año de la Fe en una profesión pública del Credo? ¿Por qué?)

7.- Actitudes ante el contexto socio-cultural y eclesial En la Carta “Porta Fidei” late una preocupación: cómo anunciar hoy el Evangelio, cómo transmitir la fe, formarla y alimentarla en los que ya la han recibido. Se observa “con preocupación cómo los que van a la iglesia son cada vez más ancianos y su número disminuye continuamente; cómo hay un estancamiento de las vocaciones al sacerdocio; cómo crecen el escepticismo y la incredulidad” (Benedicto XVI). (¿Se comparte este retrato? ¿Qué sugieren estas palabras: un dato sociológico de la crisis o apunta a algo más profundo? ¿Qué debemos hacer mirando hacia nosotros mismos, hacia nuestra diócesis, hacia la sociedad? ¿Con qué actitudes debemos afrontar esta realidad?).

8.- La fe profesada: Redescubrir sus contenidos con el “Catecismo de la Iglesia Católica” La palabra de Dios, la liturgia y los restantes aspectos de la vida y de la misión de la Iglesia son los medios más importantes con los que contamos frente a la crisis de la fe y para entregarnos a revitalizarla en nosotros y a comunicarla a los demás. El Año de la Fe nos ofrece esa doble oportunidad. Este Año ha de mover a confesar la fe con convicción y con

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esperanza, celebrarla en la liturgia y manifestarla mediante el testimonio de vida. Para ello hay que redescubrir los contenidos de la fe. (¿Qué idea tenemos del Catecismo de la Iglesia Católica, de su contenido, fines, etc.? ¿Lo tenemos, lo hemos leído, lo usamos en nuestra actividad pastoral?¿Se puede profesar la fe sin conocer a fondo su contenido?)

9.- La fe celebrada: Relación entre la fe y su celebración Importancia objetiva de la fe para toda forma de culto a Dios y de santificación de los hombres. El misterio cristiano, objeto de la fe, es celebrado y comunicado en las acciones litúrgicas para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar y como fundamento de la oración. De este modo se pasa de la fe profesada a la liturgia como fe celebrada o como celebración de la fe. Conviene recordar que la liturgia es el lugar de la palabra de Dios que suscita la fe. (Se celebra como se cree: ¿lo hemos pensado alguna vez cuando queremos mejorar nuestras celebraciones? ¿Hacia dónde apuntamos, hacia la formación de la fe o hacia la participación “activa” tal y como la entendemos a veces? ¿Qué significa la afirmación: “fe de la Iglesia”?)

10.- La fe vivida: conversión, testimonio de vida, caridad El tercer calificativo de la fe, es que sea vivida además de profesada, celebrada y rezada. Este aspecto remite a la “vida de fe” o fe hecha “vida” y “testimonio”. Para que esto suceda, es necesaria la conversión al Señor, y la fe actuada por el amor como criterio de pensamiento y de conducta. (¿Estamos convencidos de que la fe crece cuando se vive como experiencia de amor, de gracia y de gozo? ¿Vivimos y proponemos la fe como garantía de la caridad, y realizamos la caridad desde la fe para hacer creíble el mensaje evangélico o nos conformamos con “hacer el bien” neutralmente?

11.- La fe rezada: De la relación con Cristo a la esperanza de los santos La fe hecha oración o fe rezada nos lleva a reconocer “el sentido y la importancia de la oración en la vida de los creyentes”. El Credo y el Padrenuestro están íntimamente asociados desde el bautismo: El primero es símbolo del misterio recibido con la fe, el segundo es la expresión de la relación filial de los bautizados con Dios. Por eso la oración es consubstancial a la fe profesada e inspira, mueve y sostiene también los restantes aspectos de la fe celebrada y vivida, así como la perseverancia en la fe como en la vida de María y de los santos. (¿Sabíamos que el “Padrenuestro” se entrega y se recibe como el “Credo” durante el catecumenado y en los neocatecumenados? ¿Comprendemos el motivo? ¿Qué consecuencias prácticas nos propone esta realidad para nuestra oración personal y comunitaria?

12.- Ante el reto de la Nueva Evangelización El tema no es nuevo, pero tiene exigencias nuevas de cara a un “compromiso eclesial más convencido para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”. Hoy se hace necesario transitar por nuevos senderos, que vienen a ser las nuevas condiciones en las que la Iglesia ha de anunciar hoy el Evangelio. 29


(¿Somos conscientes de que la misión de la Iglesia consiste no sólo en le primer anuncio a los no creyentes sino también en dirigirse hacia quienes ya no se reconocen como miembros de ella o llevan una existencia total o parcialmente alejada de ella? ¿Es esta nuestra situación¿? ¿Qué actitud adoptamos ante ella?

13.- La figura de San Juan de Ávila, nuevo “Doctor de la Iglesia” La figura de San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia, debe estimularnos, especialmente a los sacerdotes, a reanimar la vida cristiana en todos, creyentes y alejados, y a anunciar el Evangelio, exponiendo los contenidos de la fe con sencillez, originalidad y convicción, atentos también a los nuevos “atrios de los gentiles” de nuestro tiempo. ¿Conocemos la vida y los puntos centrales de la doctrina y espiritualidad de S. Juan de Ávila? ¿Pensamos que su testimonio y mensaje tienen actualidad? ¿Por qué? ¿Cómo podemos aprovechar ambos aspectos?) II PARTE SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA LA APLICACIÓN DEL PROGRAMA PASTORAL 2012-2013

Como en ocasiones anteriores, he aquí algunas propuestas y acciones a la luz de los principios expuestos en la primera parte de la carta pastoral. 14.- Varias convocatorias y un solo “programa pastoral”: Nuestra actitud El nuevo curso pastoral puede dar la impresión de heterogeneidad de objetivos y de propuestas. No debe ser así, porque el objetivo: “Intensificar la comunión eclesial mediante la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” integra lo que pide el Plan pastoral 2009-14 y el Año de la Fe como signo de unidad con toda la Iglesia. Conviene meditar en el significado del Año de la Fe y en sus fines (cf. supra, n. 6) así como en las actitudes que requiere su celebración (cf. supra, n. 7). A la hora de las programaciones propias se invita también a tener en cuenta los balances del final del curso pasado (cf. supra, nn. 1-2), con el fin de consolidar los logros y de mejorar o encauzar los aspectos menos positivos. 15.- Sugerencias acerca de la fe profesada El documento pontificio señala en primer lugar la profesión de la fe que debemos hacer en el curso del Año que se abre el 11 de octubre. Esta profesión de la fe de un modo comunitario y solemne deberá hacerse diocesanamente en la fecha que se indicará y, a niveles más reducidos, en oportunos encuentros de celebración, peregrinación, convivencia, etc., por parte de arciprestazgos, Upas, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, grupos eclesiales, etc. Consistirá básicamente en el canto o recitación comunitaria del Credo al final de una celebración de la palabra de Dios o dentro de la celebración eucarística en su lugar propio. La segunda gran propuesta del Papa para el Año de la Fe se refiere a “redescubrir los contenidos de la fe” con explícita referencia al Catecismo de la Iglesia Católica.¿Sería posible organizar en Upas, parroquias, asociaciones de fieles, etc., itinerarios de formación (o renovación) de la fe de modo análogo a los grupos de lectura creyente de la Biblia que vienen funcionando ya? En el próximo curso empezará a funcionar la necesaria Escuela diocesana de formación teológico-pastoral. Acerca de la fe profesada es muy importante también que a lo 30


largo del año se conmemore adecuadamente el 50º del Concilio Vaticano II y se lleven a cabo otras conmemoraciones análogas. 16.- Sugerencias acerca de la fe celebrada “El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la eucaristía»… Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor”. En este sentido es preciso cuidar al máximo el modo de celebrar como pedía el Beato Juan Pablo II: “La fe vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación, serán siempre los primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litúrgica y sacramental”, y no deja de recordar Benedicto XVI. Pero de esta relación entre la fe y la celebración se derivan también otras aplicaciones: para lograr la participación activa en la liturgia y sobre todo en la eucaristía es necesaria la recta disposición del ánimo, que viene a ser la fe instruida con la palabra de Dios y apoyada en los signos y en los ritos y plegarias, etc. (cf. SC 11; 14, 19; 33; 48; etc.). De ahí la necesidad de la catequesis y de cuidar las celebraciones, preparándolas bien bajo la guía de los propios libros litúrgicos y alejando la tentación de la rutina y de la atonía. 17.- Sugerencias acerca de la fe vivida Dos son los aspectos que conviene distinguir y potenciar como expresión de la fe vivida. El primero hace referencia a la vida moral. El segundo aspecto se concreta en todo lo que tiene que ver con la doctrina social de la Iglesia. En relación con el primer aspecto podemos hacernos numerosas preguntas. Es preciso ser conscientes también de que hoy existe demasiada ignorancia y confusión en numerosos ámbitos de la moral de la persona, del matrimonio y la familia y de la sociedad de manera que se hace sumamente urgente la recta formación de las conciencias y el esclarecimiento del juicio moral para que el hombre supere las malas inclinaciones, se deje guiar por Cristo y progrese con libertad en la vida del Espíritu. El segundo aspecto, relativo a la doctrina social de la Iglesia, debe interpelarnos también dada la actual crisis económica y de valores que nos envuelve. Por otra parte, durante mucho tiempo, no va a ser suficiente cuanto se haga a favor de las personas y familias necesitadas. Se hace necesario ir directamente al problema de fondo que atañe a las causas que han generado esta situación. 18.- Sugerencias acerca de la fe rezada La oración sustenta las restantes dimensiones de la fe. “Nunca hemos de olvidar que el fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia”. Si el Año de la Fe, como veíamos en el n. 6, tiene su fundamento en el encuentro con Jesucristo, es evidente que la fe rezada constituye un fortísimo apoyo también para la misión de la Iglesia en clave de Nueva Evangelización para llevar a los hombres a la fe como “experiencia” precisamente de ese encuentro transformador del hombre. Por otra parte, es oportuno también crear y mantener grupos de oración, fomentando también la plegaria personal y comunitaria en las asociaciones eclesiales y en todo tipo de reuniones espirituales y pastorales. 31


19.- A modo de conclusión: María, Virgen creyente, icono de la Iglesia en el Año de la Fe Durante el Año de la Fe debemos tener muy presente a la Santísima Virgen María, proclamada “bienaventurada” por haber creído (cf. Lc 1, 45) y propuesta por el Concilio Vaticano II, citando a San Ambrosio, como “tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (LG 63; cf. 53; SC 103). El tener a la Santísima Virgen como referencia y estímulo para el Año de la Fe nos ayudará a comprender la grandeza de esta virtud, tanto en su dimensión de creer lo que nos ha dicho el Señor y la Iglesia nos transmite (cf. Lc 1, 45: la bienaventuranza de María) como en la dimensión de aceptar en nuestra vida las vías misteriosas de Dios, incomprensibles para nosotros muchas veces, porque “para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 37). Por último, a la hora de comenzar con el nuevo curso una etapa más en el camino evangelizador de nuestra Iglesia diocesana, invito a todos los fieles, especialmente a los sacerdotes, personas consagradas y laicos más comprometidos en la misión eclesial, a unirse en la oración como los Apóstoles con María en la espera de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).

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