HAY QUE DESHACER LA CASA. De Sebastian Junyent. Ana. Laura. Laura. Jorge? Ya he llegado… no, no la he visto aún… ha debido salir un momento… la puerta estaba abierta… cómo? Mal. Me siento muy mal… todo esto es muy incómodo… en cuanto la vea, me voy… sé muy bien lo que hago… me da igual. Sí… de todos formas hay un tren dentro de una hora, es muy posible que me vaya en él… no te preocupes en caso contrario te avisaría, pero no creo… oye. No te olvides de recoger abrigo del tinte… el resguardo está en la mesilla… no. Lo puse en el mueble de la entrada… de acuerdo… te llamaría… está bien… hasta luego. Laura. Ana. Ana.
Imaginé que vendrías pronto, como estaba la puerta abierta…
Laura. Estaba segura que venías… como tenía que comprar comida, dejé la puerta abierta… en qué tren has venido? No te imaginas la alegría que tengo de verte aquí. Ana.
Vine en el tren de las dos… Laura, yo…
Laura. Uf. Esto está que pringa… voy a cambiarme… me pondré el traje de faena… quieres cambiarte tú también? Ana.
No, gracias… oye, yo…
Laura. En seguida estoy… vete buscando unas tazas… en alguna caja debe haber… en el termo hay café recién hecho, una tacita nos animará, hace mucho frío. Ana.
He encontrado las de la vajilla, parecen limpias…
Laura. Sí, las fregué antes de guardarlas… yo sigo con mi manía de la limpieza… no te puedes imaginar la paliza que me he dado estos últimos días… estaba todo tan abandonado… el termo está aquí… quieres comer algo? Ana.
No, gracias, con el café tengo bastante…
Laura. Espera. Cuánto trasto. Estaba deseando que vinieras… son demasiadas cosas para mí sola… ahora que estás aquí, todo será más sencillo… Ana.
De eso quiero hablarte… en cuánto me tome este café, me iré.
Laura. Qué te vas? Estás loca? Y la casa? Y los trastos? Hay un montón de cosas que solucionar… no puedes marcharte… no dejaré que te marches después de que te has dignado aparecer… Ana. Ha sido una tontería por mi parte el hecho de venir… desde que he llegado me he dado cuenta… no soporto esta casa… me siento muy mal. Laura. Y cómo te crees que me siento yo? Ya que has venido, debes quedarte; las cosas conviene afrontarlas cuanto antes… no se pueden dilatar indefinidamente…
Ana. No te estoy pidiendo que dilates nada… sólo te pido que me dejes marchar y que tú resuelvas las cosas como quieras… yo no pinto nada aquí… Laura. Claro que pintas. Fue la voluntad de mamá… ella decidió que las dos fuésemos iguales… Ana.
Pues a la mierda la voluntad de mamá. Yo me largo…
Laura. Espera… será mejor que te tranquilices… escúchame: par mí es igual de desagradable que para ti tener que remover todo esto… yo también estoy deseando marcharme, pero alguien tiene que encargarse de hacer las cosas. Estoy harta de tener que solucionar siempre las cosas yo… has vuelto a España… has tenido valor par coger un tren y llegar hasta aquí, ahora sólo tienes que aguantar un poco más… así que prepárate a trabajar porque te vas a quedar te guste o no te guste. Ana.
Es una orden?
Laura. Es un ruego… creo que esta vez puedes ayudarme… me lo merezco… por favor, Ana, es poco lo que te pido… unas horas… si nos apresuramos… esta misma noche, puedes volver a Madrid… Ana. Pero es que no sé qué es lo que pretendes que hagamos… cuando me llamaste, dijiste; hay que deshacer la casa… y yo… yo no sé qué es eso exactamente… Laura. Me vas a decir que con todo lo que has viajado por el mundo, no sabes lo que significa deshacer una casa…? Ana. Yo no he deshecho ninguna casa… vivía en pequeños apartamentos… dejar un apartamento no es lo mismo… no es deshacer… Laura. Es lo mismo… deshacer, dejar, levantar, quitar, alquilar, vender, regalar… todo es lo mismo, es deshacerse de algo… unas veces se hace contenta y otras a disgusto, como hoy… Ana.
Pues deshaz tú. Vende. Regala. Alquila. Pero no cuentes conmigo…
Laura. Si por mí fuera, te aseguro que no hubiese contado contigo… no hubiese sido difícil… llevo muchos años tomando decisiones sola… pero esta vez es diferente, hay intereses económicos… hay cosas que habrá que repartir… hay papeles… son cosas de papá, de mamá, tuyas… yo no puedo decidir por las dos… además, mamá quería que lo hiciésemos juntas… Ana. Y yo que sé lo que hay que hacer con todas estas cosas? Muchas de ellas ni las conozco… han sido muchos años lejos de aquí… todo esto, me es ajeno… Laura. Estás segura? Vamos. Coge cualquier cosa, esto, estu otro… dime, te es ajeno? Es nuestro pasado… son nuestras cosas… Ana.
Fueron nuestras cosas… tuvieron su valor entonces… ahora no valen nada… el
tiempo es lo único que nos queda… Laura. Mira tu libro de escolaridad… quién sabe si lo necesitarás para algo… Ana.
A estas alturas…
Laura. Mira lo que hay aquí. Si ves esta foto, te impresionarás… vas a ver lo que puede hacer el tiempo sobre una niñita monísima y rubia… Ana.
No podía estar monísima… recuerdo que me faltaba un diente y no quería posar.
Laura. Estabas preciosa… lo que luchábamos mamá y yo con esas coletas… Ana.
… y posé…
Laura. … y posaste… con tus labios apretaditos… pero posaste… por qué lo has roto? Yo guardé el mío… podías habérmelo dado… a Yoli, le hubiese encantado conservarlo…. Le encantan las antiguallas… Ana.
Yoli? Tu hija Yolanda… pero si apenas me ha visto una vez… hace 6 años.
Laura. Te tiene absolutamente idealizada… sus padres, según ella, somos unos reaccionarios, en cambio tú, eres la tía progre… la libertad personificada… Ana.
Se ve que no me conoce… cómo es?
Laura. Se parece mucho a… Ana.
Te he preguntado cómo es, no a quién se parece.
Laura. Pues… es… es como papá en muchas cosas… Ana.
Qué edad tiene?
Laura. 17 años… una edad muy difícil… Ana. Todas las edades son difíciles… a esa edad me fui yo de casa… hace una eternidad. Laura. Me ayudas con esta caja? Ana.
Cómo pesa. Qué hay?
Laura. Los libros de papá. Los buenos, los que están encuadernados en piel. Los guardé enseguida para que no se arañasen. Échales una ojeada… quédatelos tú todos… Agustín tiene una biblioteca enorme, pero ya no cabe ni un fascículo. Ana. Quizás me quede con algún libro… a mí, me siguen interesando los libros, con los años, se han ido convirtiendo en un vicio…
Laura. Te pasabas las horas leyendo… mamá siempre decía que serías escritora. Ana. Yo en cambio, quería ser médico… al final, ni lo uno ni lu otro… trabajo de bibliotecaria. Laura. De bibliotecaria? No me habías dicho nada, cuando hablamos por teléfono. Ana. Llevo poco tiempo trabajando y aún no estoy fija… me dedico a rellenar carnets en una biblioteca pública. Laura. Te gusta? Ana. No, pero el dinero me viene bien, por lo menos hasta que Jorge vaya consiguiendo trabajo… par él es más difícil, como no está nacionalizado… Laura. Sólo le he visto el día de vuestra llegada, me pareció muy agradable… muy dulce… no sé si es por el acento… en qué trabaja? Ana. En chile era abogado; pero luego, mientras vivimos en París, después del exilio, trabajaba en lo que le salía… igual tendrá que hacer ahora… Laura. También es comunista? Ana.
También? A quién te refieres?
Laura. Mujer… Juan también era comunista… Ana.
No… ninguno de los dos son comunistas…
Laura. Pues Juan… sus ideas… Ana. No creo que tuviese muchas… y las pocas que tenía, no eran comunistas, te lo aseguro… Laura. Has sabido algo de él? Ana. No. Voy a llamar a Jorge, si me tengo que quedar, le avisaré para que no me espere. Laura. Si quieres te dejo sola… Ana. No, no hace falta, es sólo un momento… hola. Soy yo otra vez. No me esperes… me quedaré todo el día… no… sí… bien… no, te aseguro que no. Claro… esta misma noche… tomaré el último tren… no te preocupes… además no sé a que hora sale… de acuerdo… no te olvides de recoger eso… Laura. No quieres quedarte a dormir? Ana. Por nada del mundo. Además, mañana tengo que ir a trabajar… tenemos que apresurarnos en acabar con todo… tengo sólo unas horas para asumir mi condición de
heredera… Laura. Ya verás como no te arrepientes… hace tanto tiempo que no estamos juntas… otra vez solas las dos… como cuando papá y mamá salían y nos quedábamos como dueñas de la casa.