SOPA DE SOBRE
Por Charo González Casas
(Un comedor miserable. El único lujo son los cuadros sin marco que abarrotan las paredes. Dos sillas viejas y una mesa recién puesta, con una sopera enorme, un cucharón, un azucarero y cubiertos para dos personas. Es mediodía. Una mujer espera, sentada a la mesa. Está impaciente. Se oye una llave abriendo una cerradura. Después, un portazo. Entra un hombre con traje y corbata. Lleva una tirita en la mejilla y un ramo de rosas escondido a la espalda. Se acerca a la mujer, que sigue sentada.) ELLA.- (Con desprecio.) Vaya pinta. ÉL- Me he cortado, al afeitarme. ELLA.- (Con más desprecio.) ¿Y has estado visitando a las clientes con una tirita puesta? (Le husmea, sorprendida por un olor desagradable.) ÉL.- Es que acabo de pisar una mierda. (Avergonzado.) Me he limpiado en el felpudo. Te he traído… (Le da las rosas.) ELLA.- ¡Rosas! (Las pone en uno de los vasos. Él se sienta frente a ella.) Rosas con sopa fría. Y de sobre. ¿Qué es lo que celebramos? EL.- Me han despedido. (Pausa.) Muy buena, la sopa. ELLA.- Es de pollo, con especias. (Pausa.) ¿Quieres decir que…? EL.- Exacto. ELLA.- No es que se trate de un tragedia contemporánea, pero ya me contarás qué vamos a hacer ahora. EL.- Lo que todo el mundo. Apuntarme al paro y cobrar el subsidio. Me corresponden seis meses. (Pausa.) Deberías estar contenta. 1