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Letras de Reserva
Letras de Reserva: R.lis, Edmar Esgu, Inoniel, Ana publinsky, Kuranes. letrasdereserva@hotmail.com
Roberto gato
dos o t n a e s idos Bienven a “Roberto ustedes mo o t o r t s e gato” nu pre m e i s o m XXV, co eserva espera entren u c n e , s . re eR Letras d es queridos lecto ble y con calidad o, a d lg que uste ar ameno, agrad de ser eso, un a npl en ma a n u e un ejem berto gato “pret d tedes s u o pero n R , o “ s c e e e e u t u q r q a Ya omp o, lo r c t s e o u r q u n s e . , un algui lla sus historias esto a descubrir i era senc adie se había pu mar o n f n o c s que o l s o ustn m o o s s , o ” l o t n bié to ga m r a e t b ras o o t r e R e “ L p , , s n á Así e Sin m olum . v n e e t r s b e u s con sc e e i mo d p s e o d n n que aiga edes, los va espera que c vez su séptima de Reser encuentren tal oy quí. ❧ a r este tom o p a vid erva s e R e d Letras
Liberación SONIKISHA SG.
Miró a la distancia frente a sus ojos, iluminada por los faros de los carros verticalmente. No quería morir, pero le llamaba el más allá. Cruzó la puerta y el aire le dio la bienvenida sacudiendo con furia su fino pelaje. Roberto siempre había sido recto en todas sus acciones, pero esa noche había algo distinto en su mirar. Harto de escuchar la misma melodía, formada por tan solo cuatro paredes. Durante dos años, había visto desde el cristal de la puerta aquel universo siempre cambiante de la avenida, llena de luces y sonidos.
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Había anhelado salir y viajar con el viento, como las hojas en el otoño. Por fin tenía el destino en sus garras, de ser un gato encerrado, logro ser polvo cósmico. ❧
EDMAR ESGU; El gato de Roberto
EL PAÍS DE LAS PESADILLAS KURANES
Desperté de aquel sueño ominoso de reses descompuestas, ensalzadas en el líquido de sus propias vísceras, de mujeres llorando desconsoladas la muerte de sus maridos, rogándole al cielo que solo sea un espantoso juego de los sempiternos dioses. Desperté de aquel sueño desconcertante. De naves oblicuas surcando el cielo, cual titanes furibundos, bañando la tierra con luces y bengalas, neones y explosiones. De aquel sueño de pirámides enormes e invertidas danzando en simetría sobre un lago negro, petrificado, muerto, dejando la vida olvidada en su traje de los domingos. Con un cielo decorado de ónix y rayos luminosos, partiendo el firmamento en mil fragmentos, creando aves de los pedazos que dispersos llueven sobre el infinito. Desperté del sueño con el corazón temblando. Con la sombra del charro negro montado en su corcel, señalando el horizonte, señalando la nada o el destino, pintando un enorme signo de interrogación en la frontera de mis días y, mi espíritu que se escurre por la tierra infértil…
Desperté, desperté, desperté… Solo para encontrar a Roberto lamiendo tranquilamente sus bigotes, posado taciturno sobre mi pecho; mirando fijamente mis ojos con sus verdes esmeraldas y su pelaje azabache. Impactante y hasta cierto punto tranquilizante. Suspiro mientras Roberto comienza lentamente a dibujar una sonrisa en su felino rostro y mi corazón acelera su frecuencia, cuando mi razón advierte que, nunca he tenido un gato negro. ❧
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CÓMO LLAMAR A UN GATO Ponerle nombre a un gato es harto complicado,
desde luego no es un juego para los muy simplones.
Pueden pensar ustedes que estoy algo chif lado
cuando digo que al menos ha de tener tres nombres.
Lo primero es el nombre que le damos a diario;
como Pedro, Alonso, Augusto o Don Bigote;
Como Víctor o Jorge o el simpático Paco.
Todos ellos son nombres bastante razonables.
Los hay más bonitos y que suenan mejor
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para las damas y los caballeros,
como Admetus, Electra, Démeter, o Platón,
pero todos son nombres demasiado discretos.
Y un gato ha de tener uno más especial,
que sea peculiar, algo más digno.
¿Cómo, si no, va a alzar su rabo vertical
o atusar sus bigotes y mantenerse altivo?
De nombres de este tipo os puedo dar un quórum
como son Mankostrop, Quoricopat o Qaxo,
también Bamboliurina o, si no, Yellylorum,
son nombres que jamás compartirán dos gatos.
Pero a pesar de todo, nos queda un nombre más,
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y ése es el que tú nunca podrás adivinar,
el nombre que los hombres jamás encontrarán.
Que SÓLO EL GATO LO SABE y no confesará.
Si un gato ves en meditación,
el motivo nunca te asombre.
Su mente está en contemplación
de la Idea Una de su nombre.
Su inefable, efable,
efainefable,
único, oscuro, inescrutable Nombre. ❧
T.S. Eliot, “The Naming of Cats” (traducción de R. Ortiz, en: El libro de los gatos habilidosos del Viejo Possum, Valencia: Pre-Textos, 2001; original 1939).
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RODRIGO KAOS Las 7 vidas de Roberto gato mutante crayolas sobre papel (edici贸n digital) 2012
Alteración a la plétora exterior FRIZIA GUERRERO
Especificación superior: Lápida. Hubo un preludio, una danza, un bosquejo. Toque de queda disgusta a la valquiria inhumada. Incuba viviente quietud/Incita múltiple quiebre de losas: Caverna inmóvil.
Vetusta alianza/Cobijo guerrero. Joven disertación/Enfoque irresuelto. Viñedo/Pecado. Armadura de caza: Esqueleto. Día preformado, resguarda, fragmenta, expele singularidades. Fehaciente tañer devorado. Huida consonante al suicida: Arrastra uno de mis yo. Bifurcado y elegante extravío.
Rítmica loa: Hazaña.
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Nombre-niño: Tendencia astuta. Prueba convulsa. Rasguño perspicaz a la inspiración.
Compiten distancias, armados infaustos. Desploman expectativas. ¡Cuán importante es saber cómo sospecharte, cómo atraerte, cómo soltarte! Fragua consciencias el relamo curioso.
Once veintenas etéreas. Noción desaparecida. Temor a escenas redundantes. Atestigua ésta vida las otras, no las de otros, las propias, las que ya no son. Ademán diferenciado, sustituible hechizo. Reincidente acecho. Revuelto pacto. Ondeante humedad apócrifa: Careta. ❧
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E
Roberto Gato YORELA BENÍTEZ GARCÍA
ra cierto que nos daba ternura y una dulce tristeza encontrarlo tan solo, y aunque nos disgustaba el que comenzara a gritarle a la toma de agua o a los niños, nos parecía encantador cómo en su abandono, parecía tan bueno y hermoso. Lo mismo cantaba boleros que tangos, y cuando ya las estrofas lo habían cubierto de melancolía, se tiraba a llorar en la banqueta y alguna joven que le conocía le apretaba el hombro. No era así, no era la locura de algunos que construyen y re construyen mediocres castillos de camino a casa en el metro, no, su locura era enfermedad y era adoptada, la suya era la del abandono, no de una madre, una novia o un hijo, sino la de un gato. Roberto compraba todas las mañanas la leche, llevaba juguetes al gato, y todos alguna vez le oímos maldecirlo y gritarle que ojalá nunca volviera, ¡mierda con patas, me has jodido el sofá! Sin embargo, cuando Roberto veía la hora de la merienda cerca y buscaba tan obsesivamente al gato, el cual sería su compañero y charlarían sobre política, la vecina del treinta y dos, y de porqué los perros no son la opción.
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Después de tres años de rabietas, conciliaciones con pasta y ravioles, Moronas, el gato, murió (se arrojó) contra un tráiler rojo, muy bonito, dijo Pepe, vecinito de cuarto grado que presenció el suicidio del gato, del cual no quedó más que los enormes ojos, por fin libres.
Una semana entera, el viejo estuvo también huyendo en las calles, somnoliento y cubierto de esa nube que sólo los que han perdido algo que pensaban eterno, conocen. Nos dio tanta pena cuando lo vimos tirar los juguetes y la cazuelita verde, que los vecinos más cercanos a él, incluidos los más metiches, acordamos visitarlo de vez en vez y hacerle de gato a la hora de la merienda, y claro, llevar entre las manos un plato para compartir y para que el viejo no se quede sin más. Nadie fue. Los niños al colegio, las madres a fregar trastos y buscar basura bajo las camas, los papás cansados del trabajo y del mismo camino y las jóvenes que en un tiempo ofrecieron su sonrisa y el café, ahora iban al parque con amiga y pareja para derramar el tiempo como sólo los suaves jóvenes saben. Yo jamás había entrado a la casa del viejo Roberto, la vecindad apenas y conocía una puerta entreabierta y lo que se asomaba de ella, pero ayer, decidí que era suficiente, que uno pierde las cosas y le gusta que le ayuden a encontrarlas, aunque se sepa desde un principio imposible. Así que me decidí una tarde después de la escuela. Toqué dos veces y la puerta se encontraba abierta; entré gritando y preguntando, buscando y mirando como cuando uno sabe que está por ver algo maravilloso… La casa era polvorienta, estaba llena de cajas, que seguro estaban llenas de más recuerdos, propio de un viejo —pensé— que familiares que lo visitasen,
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seguí husmeando hasta escuchar un ruido como de roce con la pared, como de patas ligeras. Pensé de inmediato que Roberto había adoptado al fin otro gato, me alegré egoístamente puesto que no tendría que hacer de gato esa misma tarde y podría irme a jugar fútbol con los chicos. Empecé a llamar al gato, como se nos dice que se le llama; contrayendo la boca hasta hacerla chasquear y “bisheando” por toda la cocina. Justo estaba por irme cuando me di la vuelta y lo vi, contraído en su manera más gatuna posible. Roberto no era un hombre alto, pero siempre había sido enjuto, por no decir enfermo, y ahora se le veía erizado y hostil, en una esquina a cuatro patas, enseñando los colmillos de vez en cuando. Y así, finalmente, hasta maullar roncamente, Roberto Gato que era tan torpe y tan grande, se acercó a mí, aletargado para husmear qué le llevaba de comer. Por supuesto que me sorprendí a tan semejante tamaño y movimiento, me asusté de igual forma, pero también estaba contento, ya que mamá jamás me había dejado tener un gato o un perro, todo por un asma que me ataca desde los nueve años. ❧
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RODRIGO KAOS El fantasma de Roberto gato mutante Acrilico 2012
ESCALA DE GRISES JORGE ARMANDO PÉREZ TORRES
C
A Lunero y todos los gatos
onocí a Roberto Gato un día frío y nublado, cuando miré el cielo negro en busca de las primeras gotas de lluvia. Allí estaban, pude verlas descender desde lo alto hasta golpear mi rostro y empaparlo; una, dos, tres, cuatro, cinco gotas; después ya no pude contarlas, pues caían como tormenta. Una tonalidad en escala de grises pintó la ciudad. Yo aún me hallaba bajo la lluvia y a mitad de un callejón; las gotas que caían golpeaban con fuerza. Fue entonces que lo descubrí, mientras observaba el cielo y al mismo tiempo intentaba proteger mi visión de la lluvia. Me observaba curioso desde una ventana en el quinto piso de un complejo de departamentos; tenía los ojos bien abiertos, y el verde de sus ojos contrastaba con el color de la ciudad. Su presencia era elegante, siempre vestido de negro, bien peinado y con un rictus serio y relajado, como si nadie más que él importara en el mundo, tenía ese gesto serio y desdeñoso que solo los grandes muestran en sus rostros.
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Pensé por un instante que me saludaba, pero no era así; motivado por la lluvia, había colocado la pata derecha sobre la ventana evidenciando las almohadillas negras. No se trataba de un saludo ni una despedida, sino de un juego, pues intentaba atrapar las gotas que golpeaban la ventana. Y así continuó,
apoyando una o ambas patas sobre el cristal, en un juego que no podía ganar. Se trataba de un juego y un espectáculo; a pesar de lo empapado de mi vestimenta, decidí observarlo, así que me replegué al muro donde la lluvia no golpeaba tan duro y encendí un cigarrillo, tuve tan mala suerte que después de dos fumadas una gota alcanzó la combustión del cigarro y lo apagó. Observé al minino que había dejado aquel juego infructuoso y se dedicaba a observarme una vez más con esos grandes ojos verdes, y así continuó mientras yo volvía a encender el cigarrillo y pintar de gris intenso a la ciudad con el humo. La lluvia no daba tregua, y podía sentir el frío en ascenso a pesar de la gabardina, lo que hacía que apurara mi cigarrillo. Roberto Gato empañaba el cristal de la venta con su respiración, lo que evidenciaba la calidez de su hogar, lo cual me hizo sentir envidia del minino. Encendí otro cigarro y lo apuré; hacía ya tanto frío que no sabía si la exhalación de mi boca era el humo del cigarro o el calor restante de mi cuerpo. Cuando volví mis ojos hacia la ventana el minino se había ido, entonces yo me senté, me recargué contra el muro, y no supe cuando quedé dormido. Cuando volví a abrir los ojos estaba pronto a oscurecer, y la intensidad de la lluvia había menguado. Roberto Gato, allá en las alturas y detrás de la ventana, se relamía los bigotes y limpiaba su cara como los gatos saben hacerlo; se
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veía feliz, cualquiera que lo observara podría decir lo mismo, se diría que sonreía mientras lamía su pata y mantenía cerrados sus ojos verdes. Era un bello ejemplar felino. Nos contemplamos hasta que el cielo y la calle se oscurecieron completamente, la precaria luz de las lámparas se encontraba tan distante que no alcanzaba a descubrir mi rostro, sino apenas el filo de mi zapato, el agua estancada en el asfalto hacía interesantes efectos de luz, que algunos dirían el centellear de una estrella. Gradualmente la figura de Roberto Gato fue desapareciendo con la noche, diríase que lo había devorado. Encendí el último cigarro aun con la lluvia bajo mis hombros, para entonces mis manos temblaban a causa del frío y el rostro me dolía; los labios sujetaron con fuerza el cigarrillo, y mis pulmones aun fuertes y jóvenes hicieron lo suyo. Y cuando ya no había nada porque quedarse me dispuse a partir del callejón, pero en aquel mundo gris y oscuro, un color iluminó las alturas; era Roberto Gato, solo sus ojos se observaban, sus grandes y brillantes ojos verdes que me observaban, así que me dije: “los cigarrillos pueden esperar”, y me tumbé sobre el suelo húmedo a contemplar la belleza de sus ojos, la luz verde, la luz cenital de mi amigo. ❧
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EDMAR ESGU, Noches sin luz
“Si se pudiera cruzar al hombre con el gato, resultaría una mejora para el hombre, pero se rebajaría al gato.” (Mark Twain)
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ROBERTO GATO VAGABUNDO DEL PARQUE SÁNCHEZ ARRIETA VALERIA (M. VALENTINE)
Feroz felino que caza palomas en el asfalto que barato gato que modela por un taco eco del retumbante maullido endeble Rey de los suburbios pero advierto, elegante asesino de fino pelaje sigiloso depredador de afiladas garras ronroneos que seducen a la piel más dura algodonosas manos de dulces caricias ordinario aspecto, corrientes colores áspera lengua que lame impurezas la gente se aleja, desprecia, reniega Roberto gato simple y solitario. ❧
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EDMAR ESGU, Beto Gato
COLECTIVO BARLUME Roberto es un GATO, así con mayúscula, es travieso y le gusta molestar a las aves por ser libres y poder volar, el solo salta entre muros pero no llega a alcanzar el azul del cielo, es serio, le gusta dormir, para poder soñar que vuela, le gusta dormir en la panza de su dueña, le encanta el jamón y también la leche, es como un niño, inquieto pero también inteligente, a veces sueña con ser humano para poder abrir el refrigerador y sacar un poco de leche, pero al fin de cuentas él sabe, que solo es Roberto, el GATO serio que quería volar o ser humano.
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BETO Y SU COLMILLO KURANES
Robo almas y las vendo al mejor postor. Descubro secretos de “nuestros amos” y los llevo donde los conspiradores para iniciar la revolución gatuna. Viajo al inframundo reposo en el regazo del diablo y regreso a tiempo para el rico salmón de las tres de la tarde. Me dejo asesinar tan solo seis veces y la séptima me la guardo para bien morir cuando haga falta. Oculto receloso aquel secreto milenario de caer siempre de pie, para reírme cuando los humanos pierden el equilibrio. Y sonrío cuando escucho a los “amos” decir que solo duermo todo el día.
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Sรกnchez Arrieta Valeria (M. Valentine) Vagabundo 1, Vagabundo 2
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Roberto “El Gato”. INONIEL
i mire les vengo a ofrecer estas nuevas paletas que están en novedad, nada más les pido que ps no me las rechacen porque se siente re gacho ser ignorado, yo no vengo a robarles ni tampoco a inventarles que salí de un anexo, salgo a las calles por necesidad, porque tengo un morrito que alimentar, verdad y pos la neta ando en los peceros ganándome la vida. Con confianza, damita, caballero, cheque el producto de calidad. Yo soy fiar acá entre los valedores me conocen como “el gato” quesque porque siempre ando rolando en la calle de noche. Conozco toda la ciudad, desde Nezayork hasta la condechi. No hay lugar dónde no le haya caído. A veces, la gente que es bien neta me da de comer, algunos a cambio de favores, otros así nomás, esa gente bendita, se va a ir al cielo y si no, que chingue a su madre el Jesús Cristo ese, con su perdón, pero ps yo más bien le soy fiel a mi niña milagrosa, la Santa Muerte. Nunca he dormido en el mismo lugar, pus por el negocio en el que antes andaba, que me trajo hartos enemigos, y ps los puercos que ya me traen en la mira. Antes tenía al pulgas, que era el que me echaba el diez cuando le estaba bajando un espejo a alguna nave, pero al pendejo lo apañaron y ahora está en el reclusorio norte, lo último que supe de él es que ahora se dedica a la extorción telefónica. Y ps así paso la vida, sobreviviendo, tratando siempre de caer de pie.
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Si contara de todas las que me he salvado, jijos, si he visto pasar la muerte frente a mis ojos han de ser unas seis veces, seguro a la próxima cuelgo los tenis, chale, ya no debería jugarle al vivo, pero a veces me creo inmortal, como el Rambo ese, y ps ahí ando, la neta si le hago a la mona, pero nada más para darme valor, intenté dejarla pero empecé a engancharme con el perico, pero hay si me tembló el ojo y mejor regresé a mi activo.
Muchos piensan que no tengo familia, pero nel, aystán, en mi chante en Neza, a la que quiero re harto es a la santa de mi madre, mi viejecita chingona se la rifa, chale y yo tan tirado a la perdición. A ella no le gusta decirme Gato, aunque todo el mundo me decía así desde bien morrito, decía que mi nombre de pila es hermoso y si me lo puso es para darle uso, así que cada que retacho con ella me grita ¡Roberto! Y entonces volteamos mi jefe y yo, porque compartimos el mismo nombre que antes utilizó mi abuelo y antes de él, su padre y antes su abuelo. Me gusta ser El Gato, mejor apodo no pudieron ponerme los del barrio. Bueno ya no echo tanto choro mareador. Paletas una tres pesos, o tres por cinco. Aproveche la oferta, que los gatos también comemos.❧
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DANAHÉ ROJAS
DANAHÉ ROJAS
Hasta la última EDMAR ESGU
Dicen que los gatos tienen siete vidas, y que pueden elegir entre diferentes seres vivos, es decir un gato puede elegir ser víbora, marsupial, musgo, lo que sea, siempre y cuando intercale una vida gatuna entre cada elección. Así tendrá que elegir hasta la séptima, después de eso podrán morir. Ahora bien, les contaré la historia de dos de sus vidas, ¿de quién?, pues de un gato, ¿cuál gato?, aquel al que le pusieron Darwin. Él, que cada noche de luna sonriente preña a no sé cuántas gatas, ese que tira los trastos y caza lagartijas, el mismo al que le gusta la leche tibia y la roba de los biberones que se enfrían en la ventana. El mismo gato que no entiende que no debe de acercarse a la pajarera del señor Octavio, a pesar de los golpes que le ha asestado el señor ese. Ese gato, en una de sus vidas fue ser humano. Vivió en Nicaragua, en los tiempos del modernismo y el esplendor latinoamericano. En ese tiempo, fue un gran instructor de danza, para él no existía otra cosa más que el ballet; entregado al cien en lo que hacía, logró que algunas personas lo consideraran una gran eminencia, aunque él nunca se dio el lujo de afirmarlo así. Un día, sin motivo aparente, cayó al suelo haciendo uno de sus pasos de rutina, al momento nadie sabía lo que pasaba, lo cierto fue que cayó en consecuencia a un fuerte golpe que se dio en la cabeza meses atrás y que ahora, en consecuencia, lo mantenía en el suelo en un grave estado de coma. Conectado a tubos y respiraderos artificiales, durante catorce meses ha soñado que es un gato, ¿cuál gato?, aquel al que le pusieron Darwin. El mismo que tiempo después, al no entender, cayó a un lado de la jaula del señor Octavio, quien al creerlo muerto, fue a aventarlo a una avenida. La verdad es que, ni aquel hombre, el que se encuentra en coma, ni el gato, pueden morir, aún les faltan dos vidas por delante, así que por el momento, Darwin ahora sueña que es Roberto ¿Cuál Roberto?, este que escribe. ❧
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FRIZIA GUERRERO
OPUS 32 EN “GATO” SOSTENIDO MENOR PARA SOLILOQUIO GUDOL
Entre cerveza e insomnio Roberto Gato vino a visitarme y me dijo: A quien le importa quién sea Roberto Gato. Mientras tú lo seas, nada podrá fallar. ¿Acaso falta una pistola para obligarte y hacerte creer que lo eres? ¿Qué demonios esperas? Seamos, aunque sea por un momento, todos un gato; del nombre, digamos Beto; igual no importa. Tiñamos de negro lo que queda de nosotros. Besemos todo lo placentero, sin olvidarnos de las llagas sabor a sal. Salgámonos a la calle a descubrir las alturas que solo los árboles pueden ofrecer. Recortemos de la noche su obscuridad para hacer vestidos e ir a bailar con quien amamos. Destruyamos la realidad en cada trago nocturno, aunque al día siguiente la resaca nos haga creer que no volveremos a rebelarnos ante lo establecido. Bebamos lágrimas con cerveza o simplemente quedémonos mirando resignados nuestra estancia. Seamos un Roberto Gato, una espontaneidad, una ocurrencia nocturna o diurna, sigue sin importar. O que tal solo un gato negro sin nombre posando para la foto en cualquier ventana o un gato en celo buscando con quien finalizar el día. Para ser sincero no sé quien es Roberto Gato ¿Tú lo sabes? Tomé de mi cerveza esperando una respuesta, mientras pasaba por mi garganta me di cuenta que no sabía que contestar, se me hizo fácil no responder y seguir escuchando a Nirvana. ❧
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DANAHÉ ROJAS
AGRADECIMIENTOS: Sonikisha SG. Rodrigo Kaos. Frizia Guerrero. Yorela Benítez García. Jorge Armando Pérez Torres Sánchez Arrieta Valeria (M. Valentine) Colectivo Barlume. Danahé Rojas. Gudol. MENCIONES: Mark Twain T.S. Eliot.
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