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la ConfiGuraCión temporal del nunc fluens
from La expresión del sujeto en devenir a través del nunc fluens en la narrativa de Eduardo Antonio Parra
Capítulo 1
la ConfiGuraCión temporal del nunc fluens
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Antes de entrar de lleno a esta configuración temporal es necesario elucidar la relación entre el tiempo y dichas expresiones narrativas literarias y pictóricas. Para hablar de tiempo en pintura, primero debemos cuestionar los cotos heredados que señalan que la pintura se expresa espacial y no temporalmente. Esta supuesta incompatibilidad se asienta en la escisión entre artes del tiempo11 (música, literatura) y del espacio (pintura, escultura). Tal clasificación es muy importante en la historia del arte, pues ha permitido puntualizar las características y alcances de algunas de las expresiones artísticas; de hecho, gracias a esta separación persiste la noción de que la literatura tiene poca relación con un arte espacial como la pintura, en la cual existe la “inability to include temporally or logically distinct moments” (Steiner, 1988: 8), aunque eso es discutible.
11 Las categorizaciones de artes espaciales, temporales, visuales, auditivas, verbales, etcétera, son tan vastas que evocarían el programa de una disciplina y no los alcances específicos del texto. Aquí nos centramos en la distinción tiempo-espacio y en puntualizar las narraciones literarias y pictóricas que nos atañen. De ahí que no sean objetivos la ópera, el cine o el ballet —que “no son ni música pura, ni mera literatura, ni simple movimiento, ni imagen fotográfica a secas” (Guillén, 2005: 130)— ni artes visuales tridimensionales como la arquitectura, pues éstas responden al acto creativo de movimiento, forma, sonido y dimensión, y no esencialmente al de tiempo y espacio. Para más referencias consúltense Estética (1988) de David Estrada Herrero y La correspondencia de las artes (1965) de Étienne Souriau, textos que revisan exhaustivamente los criterios para sentar tales categorizaciones.
La oposición tiempo-espacio debe parte de su trascendencia al libro del poeta y teórico literario Gottholt Ephraim Lessing, Laocoonte. Sobre los límites de la pintura y la poesía12 (1766), el cual influyó en las ideas sobre la relación entre literatura y pintura. Lessing afianzó una argumentación preceptiva casi infranqueable al apuntar lo siguiente:
La pintura emplea para sus imitaciones medios o signos del todo diferentes de los de la poesía, puesto que los suyos son figuras y colores cuyo dominio es el espacio, y los de la poesía sonidos articulados cuyo dominio es el tiempo [...] resulta de ello que los signos yuxtapuestos en el espacio no pueden expresar sino objetos también yuxtapuestos u objetos de partes yuxtapuestas, mientras que los signos que se suceden en el tiempo no pueden expresar sino objetos sucesivos u objetos de partes sucesivas (1993: 95).
La fortaleza de tal distinción no radica sólo en las propiedades estilísticas13 y formales del arte —la literatura se vale de palabras sucesivas para describir acciones continuas, en tanto la pintura “capta un instante en el tiempo, un instante de la acción, pero no la sucesión del acontecer” (Bozal, 1997: 95)—, también estriba en su proceso de percepción: el arte espacial presenta sus partes de forma simultánea y éstas se captan en una percepción inmediata, mientras en el arte temporal unificamos las partes sucesivas mediante una percepción continuada. Pese a no desligarse por completo de su distinción arte/espacio, Lessing admitió que expresar acciones no era
12 Al orientarse a la poesía como arte temporal, Lessing no tocó la narrativa, pero también ésta “cuenta un acontecimiento y lo hace sucesivamente con palabras [hay en ella] un antes y un después” (Bozal, 1997: 96), develando así su condición temporal. Para los fines de este trabajo, con arte temporal referimos sólo expresiones literarias, específicamente narrativas como el relato. 13 Lessing retomó lo dicho por Da Vinci: el arte temporal describe el cuerpo “miembro por miembro y en tiempos distintos, en tanto el pintor te lo hace ver completo en un mismo instante” (1993: 70).
privativo del arte temporal y sugirió la posibilidad de representar acciones14 vehiculadas con cuerpos en el arte espacial:
Los cuerpos no existen sólo en el espacio, sino en el tiempo. Todos tienen una duración y pueden, a cada instante de ella, mostrarse bajo nuevas apariencias y relaciones. Cada una de estas apariencias y relaciones momentáneas, es efecto de una apariencia y relación anterior, y puede ser causa, a su vez, de subsiguientes apariencias y relaciones, debiendo ser considerado, por lo tanto, como centro de acción. Por ende, la pintura puede imitar también acciones pero por vía indirecta, sugiriéndolas por intermedio de los cuerpos (Lessing, 1993: 96).15
Como la pintura estaba obligada a representar lo coexistente, Lessing enunció que podía captar un instante y el pintor debía “escoger el más fecundo, el que mejor dé a comprender el instante que precede y el que sigue” (1993: 96), aunque esto no significó que considerara la pintura como una expresión temporal con intención narrativa; sin embargo, la historia del arte respalda que la relación entre artes temporales y espaciales es más estrecha de lo considerado por la tradición.16 Es más, sobre todo luego de que los movimientos vanguardistas del siglo xx expresaran una intensa reacción en contra de la tradición y cuestionaran los preceptos heredados, contem-
14 Ello a la luz del Laocoonte, conjunto escultórico que imprime un sentido de acción en proceso gracias a la expresión corporal de sus figuras, las cuales parecen manifestarse en “movimiento” y contando algo, siguiendo la línea de las esculturas de Policleto de Argos (Veáse: Boardman, 1999). 15 Conforme a estos antecedentes, especialistas contemporáneos en el arte, como J. W. T. Mitchell apoyan la idea y afirman: “the representation of bodies is easy or convenient for painting. The representation of actions is not impossible, just more difficult or inconvenient” (1984: 103). 16 El primer tratado moderno de la teoría de la pintura, creado en 1436 por Leon Battista Alberti, advierte: “El trabajo más importante del pintor es la istoria” (1998: 88). Este tipo de vínculos literario-pictóricos “constituyen un tema constante en los tratados de arte, especialmente durante el Renacimiento” (Galí, 1999: 19), y en los siglos xvii y xviii recobraron fuerza, incluso considerándose menores, géneros carentes de alguna relación literalizable (como el retrato).