Jorge Alberto Ramírez
escribe crítica literaria y publica en revistas como Sur, Revista de Occidente y Diálogos. Planifica sus libros y organiza su tiempo para escribir. Lee con pasión la obra de Artaud, Bataille, Trakl, Reverdy, Rimbaud y Dostoievski. Admira la pintura de dos expresionistas: Emil Nolde y —sin que sea estrictamente expresionista— Edvard Munch. Entabla amistad con Octavio Paz y Julio Cortázar, dos críticos y entusiastas del surrealismo. Descubre el erotismo. Recurre con frecuencia a Kierkegaard y a Kafka. Toda esta exaltación vanguardista puede resumirse en una frase escrita en su diario de 1962: “En medio de mi exaltación una angustia feroz”.58 Experiencia absoluta: empírica y poética. De este espíritu vanguardista hecho de lecturas y experiencias adopta una visión poética que es instrumento cognoscitivo de la realidad.
Pizarnik y la poética vanguardista Entre romanticismo y vanguardia hay más semejanzas que diferencias. Sin embargo, ambos movimientos adoptaron actitudes contrarias frente a la tradición. Arnold Hauser dice que ningún movimiento como el romanticismo “tuvo tan agudamente el sentimiento de ser heredera y descendiente de periodos anteriores, ni poseyó un deseo tan definido de repetir simplemente un tiempo pasado, una cultura perdida”.59 El vanguardismo, contrariamente, profesó un rotundo rechazo hacia el pasado inmediato: el siglo xix, su ideología positivista, su moralidad burguesa, su pintura impresionista y su naturalismo literario. Rechazo que debe entenderse primero como una negación crítica: niega para afirmar y destruye para construir. Por eso las vanguardias tuvieron como objetivo fundar una nueva visión de mundo, una nueva concepción de arte, otra gnoseología de la realidad. El arte para las vanguardias era capaz de cambiar la realidad y, asimismo, ser un instrumento de conocimiento.
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Pizarnik, 2005, p. 224. Hauser, 1985, p. 343.
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