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Ser egresada de la carrera de Letras: Un gran orgullo

Nora Guzmán (LLE 1972)

“La palabra, que es el arca de la memoria".- Rosario Castellanos.

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A Inés Sáenz y María de Alva.

Me emociona saber que mi carrera cumple 60 años. Es una carrera que sin ella no sería lo que soy. A la luz del recuerdo, me maravillo de saber que tuve excelentes maestros que me ayudaron a descubrir mi amor por la literatura.

Agradezco el haber coincidido con una generación fuerte. En aquella época era muy difícil decidirse a entrar a una institución de hombres. Mi hermano mayor me dijo que estaba loca por meterme al Tec, que me iba a “quemar”por entrar a estudiar como si fuera hombre. Fuimos una generación ambiciosa, nos queríamos comer el mundo. Mujeres que se animaban a estudiar y a ser diferentes, y que hasta la fecha nos seguimos reuniendo después de 50 años. El compañerismo trascendió y ahora somos buenas amigas.

Si bien no existía la computadora, el internet o el celular tuvimos la oportunidad de tener librerías maravillosas como la Cosmos, en donde el Señor Gracia nos conseguía todos los libros que necesitábamos o libros excéntricos que un maestro como el Licenciado Astey nos encargaba. Después, en la propia librería, participamos en lecturas de poesía dirigidas por Luis Martín.

Hice muy buenas amigas, como Susana Canales y Sofialeticia Morales. Juntas participamos con alumnos de la UANL en un taller literario organizado por la Doctora Alma Silvia Rodríguez, quien era maestra de las dos instituciones, cosa nunca antes vista.

Como examen final de Literatura del absurdo, la generación representó en teatro un collage de las obras de Ionesco y así difundimos la literatura en el TEC.

Fue una gran experiencia participar en la huelga de hambre, donde conocí a estudiantes y activistas políticos que, junto con lo que estaba leyendo en mis clases de literatura, encaminaron mi amor por el trabajo social. Ahí conocí al hombre de mi vida, Patricio, con quien llevo unida 49 años, 5 de novia y 44 de casada.

¡Cuántos eventos que me dejaron huella y marcaron mi camino!

En 1973 fui contratada como profesora “auxiliar”, que es como se les conocía en ese entonces a los profesores de cátedra, y en 1974 como profesora de planta. Me preocupaba muchísimo ocupar el mismo lugar que mis grandes maestros, me llenaba de responsabilidad y acepté el reto.

Me sentí muy honrada que a Pedro Treviño, a Fidel Chávez y a mí, tres maestros egresados de Letras, nos pidieran que nos involucráramos en la creación de la carrera de Ciencias de la Comunicación, lo que fue un gran desafío. Con ese encargo me sentía muy agobiada. Recuerdo haber platicado con mi jefa Rosaura Barahona, diciéndole que no sabía nada del tema y que no había libros en la Biblioteca. Me sugirió ir a México a entrevistarme con una profesora de la UNAM especialista en el tema. En ese entonces no había viáticos para los maestros de nuestra área, así que me fui una noche en el autobús, dormí toda la noche (dulces 25), entrevisté a la maestra, me sugirió bibliografía, fui a las librerías a comprar lo que pude y en la noche regresé a Monterrey.

Fuimos maestros muy queridos por los alumnos de Comunicaciones. Gracias a ese reto pude fortalecer algunas de mis clases de literatura con conceptos de McLuhan, Berlo, Adorno, Marcus, Freire y demás autores, los cuales había leído durante los años que impartí Teoría de la Comunicación y Teoría de Comunicación de Masas.

Otro reto asumido fue cuando se fundó el CIDES, el cual cuando me jubilé se llamaba DDA. En ese entonces el Vicerrector Académico era el Ingeniero Horacio Gómez Junco, quien nos pidió a Sofialeticia Morales y a mí que colaboráramos en ese nuevo centro que se oía muy prometedor porque se capacitaría a los maestros en el área de Educación. Y aunque éramos muy jóvenes sabíamos del tema, ya que en la carrera de Letras llevamos una serie de materias sobre educación.

Así durante varios años dimos talleres de microenseñanza y por primera vez se incursionó en el diseño de objetivos. Ofrecí los talleres a profesores que para mí, en ese entonces, eran muy mayores o grandes autoridades, lo que fue un motivo de orgullo. Nosotras como egresadas de Letras nos sentíamos muy privilegiadas de darles clase a los profesores de toda la gama de ingenierías, así como profesores de matemáticas, física y química. De ahí nació un nuevo modelo educativo que se llamó SIP (Sistema de Instrucción Personalizada), donde se enseñaba a los estudiantes a aprender por cuenta propia. Recuerdo haber diseñado e impartido el curso de Redacción bajo ese modelo.

Años después se funda la carrera de Licenciado en Relaciones Internacionales, la cual inicialmente formó parte del departamento de Humanidades. Simultáneamente se inició la incorporación de cursos sello en todos los planes de estudio, muchos de los profesores éramos de Letras y de nuevo se nos pidió que nos involucráramos en este proyecto. Fue así como empecé a impartir los cursos que primero se llamaron Humanidades I y II, después Valores Socioculturales y finalmente Desarrollo Social y Ciudadanía. Un buen día la carrera de Relaciones Internacionales se independizó y nos pidieron a Pedro Treviño y a mí que formáramos parte de esa nueva área. Yo sólo pedí seguir dando mis clases de literatura y afortunadamente lo hice hasta mi jubilación.

Fue difícil abandonar el departamento de Humanidades, ya que tuve que dejar la especialización para aprender ahora sobre Ciencias Sociales, pero gané mucho aprendiendo de política y sociedad, temas que fui incorporando a la literatura y que más tarde me servirían como fundamento para el enfoque de mi proyecto doctoral, así como para mis investigaciones.

Cuando estuve en Relaciones Internacionales publiqué por primera vez un libro y aunque era sobre Ciencias Sociales, siempre hubo un capítulo sobre literatura y su relación con la política y la sociedad. Mi formación de Letras nunca estuvo ausente.

Mi convivencia con profesores de Relaciones Internacionales que tenían doctorado y de quienes aprendí mucho me contagiaron el deseo de estudiar a los 53 años el doctorado y por supuesto lo estudié en Humanidades y mi tesis fue sobre literatura.

Fue también muy importante la influencia de la Cátedra Alfonso Reyes, que me permitió como consejera el contacto con grandes intelectuales como Carlos Fuentes, David Brading, Luisa Valenzuela, Friedrich Katz, Javier Ordóñez, entre otros. Las Letras y las Humanidades seguían siendo protagonistas en mi vida.

Las enseñanzas y la sensibilización que me había dejado tanto la literatura leída en la carrera como a lo largo de mi vida profesional me llevaron a fundar dos programas sociales que estuvieron presentes durante 15 años en el TEC: México Rural y México Urbano, los primeros programas en donde se unía el trabajo de campo con la reflexión y con el estudio de la ciudadanía.

Otra gran satisfacción que me ha dejado la carrera de Letras es ser promotora de la lectura. Este año uno de mis grupos de Libro Club cumple 40 años de reunirse mes tras mes para analizar un nuevo libro. He estado con ellas desde 1978; la literatura se extiende así en las casas, pues una mamá leyendo es ejemplo para hijos, es vehículo de engrandecimiento familiar, el tema del libro se esparce más allá, y a través de la conversación se convierte en el postre que llega a la mente y al corazón.

Al enterarme sobre esta celebración volví mi mirada hacia nuestra casa, el Tec, y con gran orgullo pude constatar que la carrera de Letras ha tenido una gran presencia y sus saberes se han desbordado en un sinnúmero de facetas.

El programa de celebración del 60 aniversario muestra la trascendencia de la carrera dentro y fuera de la institución, y me siento muy orgullosa de mis exalumnos triunfadores.

Muchas gracias a Inés Sáenz, María de Alva, Roberto Domínguez, Adriana González Mateos, Adriana Pelusi, Tatiana Clouthier, Ivan Aguirre, y mi compañera Sofialeticia Morales, por seguir con tanto entusiasmo y éxito el camino que se inició en 1958.

29 de agosto de 2018

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