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Un viaje a través de la literatura, el arte y las humanidades

Juan Manuel Muñíz Arreola (LLE 1964)

“Yo he dedicado una parte de mi vida a las letras, y creo que una forma de felicidad es la lectura…” .- Jorge Luis Borges.

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“Podréis decir más tarde: mi escuela es un recuerdo, se alzaba en el oriente de un luminoso valle con murallas azules…”.- Alfonso Rubio, Despedida.

In Memoriam Rosaura y Fidel, Enrique y Lety.

“Siempre ten a Ítaca en tu mente”: Inicio del viaje a la Literatura y la lectura.

Escribo ubicado en el mirador estratégico que dan los años transcurridos y las experiencias vitales, desde donde se puede contemplar el devenir de la carrera de Letras en elTecnológico de Monterrey conforme fueron transcurriendo los años, el cambio de los programas de estudio, sus directores, sus maestras y maestros y que, en sus objetivos iniciales, ofrecía para sus egresados las opciones: a. La docencia b. La investigación y c. La creación literaria para la vida profesional. Su primer director fue el Lic. Alfonso Rubio, un destacado humanista, poeta y maestro que estuvo al frente de la carrera varios años y de quien, pienso, sus alumnos heredamos su legado literario y cultural.

Me decidí por la primera opción que señalaba el programa de estudios y me dediqué cincuenta años a enseñar en las preparatorias de diferentes campus del Tec y, desde 1964,me convertí en un profesor itinerante, realizando viajes a Mexicali, Guaymas, San Luis Potosí y, al final, a la Prepa Tec Garza Sada, lo que me dio una oportunidad única de conocer personas, maestros y amigos, y tener experiencias vitales inéditas, como la que me llevó de la tarea académica, por unos años, a la administración de un campus foráneo del Sistema Tec, lo que suscitó reacciones negativas entre personas de diferentes niveles administrativos de la institución: ¿Cómo se había seleccionado a un egresado de Letras para un puesto directivo? Pero enfrenté situaciones y consejeros difíciles y salí adelante, demostrando que un egresado de la carrera de Letras puede tener éxito en cualquier encomienda.

Al ingresar a esta institución, en 1959, me correspondió pertenecer a la segunda generación de la carrera pero, como había cursado la preparatoria, pude revalidar algunas materias y adelantar otras con la primera generación. En aquellos años ser alumno de la carrera de Letras en el Tec era una situación fuera de lo común: porque los alumnos éramos escasos y las alumnas numerosas, los estudiantes de otras carreras nos consideraban seres raros; también por estudiar una carrera que no era técnica en el Campus Monterrey, que ya daba los primeros pasos para poner el sello humanístico a los cursos del Tec.

Por los años en que estudiamos, en la carrera de Letras en el Tec se otorgaban dos títulos: Profesor en Lengua y Literatura Modernas, si sólo se cursaban cuatro años y, si se cursaban cinco, se obtenía la Licenciatura en Lengua y Literatura Modernas; en la actualidad, la titulación ha cambiado.

Maestros memorables

La base de una educación de calidad en una institución deben ser los maestros y el Tec hizo, sin lugar a duda, una excelente cimentación. Los resultados se verían unos años después, cuando empezamos a ejercer la profesión de docentes. Los estudiantes tuvimos, en el Tec, la enorme fortuna de contar con docentes de gran prestigio profesional de quienes adquirimos los elementos necesarios para desarrollarnos y, por supuesto, el ejemplo, la ética, la disciplina, la entrega a la tarea docente y los valores que han sido el soporte de la institución. Los maestros a los que me refiero fueron: Luis Astey, Alfonso Rubio, Pedro Reyes Velásquez, Eugenio del Hoyo, Etelvina Torres, Felícitos Leal, Elizabeth Kleein, Olivia González, José Bruner, Roberto Bravo Villarroel, Wilfrido Du Solier, Santiago Coindreau y Esther M. Allison quienes, en lo personal, me dejaron una huella indeleble que me motivó a seguir su ejemplo.

A la distancia a la que veo los primeros años de la carrera, puedo darme cuenta de que el Tec y los maestros de Letras sentaron bases sólidas para nosotros, fundamentos que eran las semillas que deberíamos desarrollar, individualmente, a lo largo de nuestro propio camino y experiencias personales. Sin embargo, la vida profesional presenta situaciones imprevistas en la docencia, como sucedió en mi caso: desarrollé mi carrera lejos de Monterrey, en muy diferentes sitios de México, a donde el Tec extendía su sistema educativo que comenzaba.

La expansión del Tecnológico y las oportunidades que trajo consigo

La expansión del Tec que se iniciaba en aquellos años sesenta nos ofreció oportunidades para la docencia del Español y la Literatura que, de otra manera, no hubieran sido posibles en Monterrey, donde las condiciones de trabajo en el área de letras eran restringidas. Cada uno de nosotros, los exalumnos, escogió su derrotero personal que fue configurándose con el paso del tiempo, pero llevando siempre los valores recibidos y asimilados en el Tec. Algunos fueron más lejos, estudiando maestrías y doctorados en el extranjero y en México.

Al egresar del Tec, en 1964, el panorama que se nos presentaba no era prometedor, por las alternativas laborales que se ofrecían. Además, para crecer había que salir de Monterrey, pues todavía era una ciudad limitada en muchos aspectos y nuestro desarrollo personal comenzaría en otros sitios, donde podríamos adquirir experiencia, madurar y aumentar nuestros conocimientos con la práctica.

Alumnas en jardín del Campus Monterrey

Cortesía de María Teresa Miaja

La década de los sesenta habría de descubrir, muy pronto, nuevos caminos en América Latina hacia una “nueva literatura”, como decía el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal en su texto “La pluma busca otros horizontes”; literatura que se estaba dando a conocer a nivel internacional y que nos marcaría a los lectores y más adelante, también se integraría a los planes de estudio universitarios. Fue la época del descubrimiento de los viejos y nuevos maestros de la narrativa latinoamericana que incidirían en nuestra formación. Además, otras tendencias de la literatura mundial se daban a conocer.

Compañeros del Tec, amigos para siempre

Al ingresar a la carrera tuve la fortuna de conocer a dos compañeras: Zandra Montemayor y María Teresa Miaja, cuya amistad mantenemos invariable hasta la fecha. Tuve un compañero, Jesús Salinas, que concluyó el profesorado y se marchó a radicar a los Estados Unidos. Muchos de mis compañeros en el Tec se desempeñaron en la docencia, algunos en el Campus Monterrey y en sus campus foráneos; otros, en diferentes instituciones del país.

Un grupo entusiasta de excompañeras formaron el Círculo Literario EXATEC el cual ha durado más de cincuenta años, una muestra de su pasión por la lectura.

Otra actividad relacionada con la promoción de la lectura es el Café Literario, en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, impulsado por el maestro Fidel Chávez y que sigue vigente bajo la dirección de la maestra Nora Guzmán, una oportunidad que se le ofrece al público regiomontano para leer metódicamente. Ya lleva más de veinte años y es una oportunidad para seguir leyendo y mantenerse al día.

Por los caminos de la Literatura

Cuando uno dedica su vida a las letras en el Tec a nivel preparatoria o universitario, en los campus de Monterrey o en los foráneos, dondequiera que se presente la literatura como una opción viable, allí se encuentra uno con personas del área de Letras que también han dedicado su vida a leer, a analizar la literatura, a escribirla y a compartirla.

Me he encontrado con personas, lectores comunes, que nutren y se nutren de los vasos comunicantes de la literatura y, además, transmiten sus experiencias literarias. Algunas de esas personas que he tenido la oportunidad de conocer en el Instituto son, entre otras muchas, a Dora Esthela Rodríguez, Tere Mijares, María de Alva, Inés Sáenz, Raúl Verduzco.

¿Qué significa ser egresado de la carrera de Letras cincuenta años después?

Creo que mis compañeros de la primera y segunda generación, en aquellos lejanos semestres en el Tec, estarían de acuerdo en que nuestro paso por las aulas del Campus Monterrey fue una experiencia académica plena de libros, de ideas, en fin, de puntos de partida, en diferentes direcciones, que nos llevarían más allá de lo que imaginamos, cuando apenas éramos alumnos sin proyectos profesionales definidos. Ahora, con los compromisos profesionales cumplidos y después de “aprender a ser”, como dice Ítalo Calvino, puedo recapitular mis vivencias como ex alumno de Letras, profesor y directivo del Tec.

Al llegar a estas alturas de la vida, puedo asegurar que no me arrepiento de haber estudiado la carrera de Letras; creo que estaba señalado para desempeñarme en la docencia, que se enriqueció con la literatura, el arte y las humanidades. Mi vida profesional, con el transcurso del tiempo, se ha ido enriqueciendo con la lectura de autores de diferentes sitios del mundo contemporáneo, con la Historia del Arte y las diversas oportunidades culturales a las que tuve acceso.

Los alumnos que cursan una carrera Letras se sentirán orgullosos de haberla elegido como vocación, y si la dedican a la docencia encontrarán eco a sus inquietudes en la pluralidad de opiniones de sus alumnos y de sus lectores, aunque las opiniones sean diferentes. Siempre me sentiré orgulloso de la identidad profesional que el Tec me otorgó al egresar con las herramientas que me dio para mi desempeño: la literatura y la lectura, que han ido conmigo a todas partes; mis inolvidables maestros, los valores adquiridos y la gratificante amistad de mis colegas, amigos y compañeros.

4 de septiembre de 2018

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