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ARTE PARAGUAYO I – ARTE INDÍGENA Y POPULAR Fragmento de:Escobar, Ticio. Textos varios sobre cultura, transición y modernidad. Asunción: AECI / CCEJS. 1992. pp. 32 – 36.
II. LA CULTURA A PESAR DE STROESSNER Por encima de la manipulación y la exclusión, a despecho de la censura y el hostigamiento, imágenes provenientes de mundos diferentes, formas configuradoras de experiencias y deseos diversos, lograron conservar su conexión con otros tiempos o inventar una nueva inserción en puntos nodales de la sensibilidad colectiva y produjeron una cultura furtiva de la resistencia o la sobrevivencia, capaz de acoger y expresar verdades, recuerdos, valores o sueños ignorados o perseguidos por el régimen. 1. La cultura popular Hablamos acá de lo popular en un sentido muy general y refiriéndonos al conjunto de sujetos sociales subalternos: las grandes mayorías o los sectores minoritarios excluidos de una participación efectiva en lo social, económico, cultural o político. En este mismo sentido, la cultura popular comprende la producción simbólica de cada sector subordinado que se autorreconoce como diferente. Este recorte de lo específicamente popular tiene, básicamente, objetivos metodológicos y no quiere desconocer los cruces, las superposiciones, mezclas e interacciones que tienen entre sí las diferentes prácticas culturales en un contexto histórico determinado. Ante las diferentes formas de la cultura popular, el régimen stronista tuvo las siguientes actitudes: a. Persecución de aquellos aspectos que pudieren significar una amenaza a la armonía impuesta del modelo oficial o un mentís a la
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propuesta de «modernización, progreso y desarrollo». El etnocidio es ejecutado escrupulosamente a través de los misioneros religiosos quienes, salvo recientes excepciones, han heredado la misión colonial de «civilizar» a los indígenas extirpando todo rastro de barbarie y herejía (rituales, prácticas shamánicas, relatos míticos, etc.). Especialmente en el Chaco paraguayo, los militares y los menonitas también actúan institucionalmente como grandes sistemas represores de las diferencias étnicas. b. Desconocimiento del valor artístico, la calidad expresiva y la seriedad de las imágenes y los discursos populares considerados siempre como manifestaciones de segunda. Para la cultura oficial, los sectores populares no producen formas artístcas sino artesanías, no generan sistemas medicinales sino hechicerías, no tienen creencias religiosas sino supersticiones. c. Banalización de las diferentes expresiones de la cultura popular consideradas como objetos o situaciones curiosas y exóticas. La turistización de los ritos, la folklorización de los mitos y la conversión de las obras en souvenirs de aeropuerto buscan desconectar a las diferencias manifestaciones populares de su carga dramática y sus funciones simbólicas y presentarlas como inofensivos y pintorescos productos de consumo a través de versiones cursis, sin contexto ni referencia. Estas actitudes discriminatorias y manipuladoras no se generaron solamente en los espacios oficiales sino que también provinieron de diferentes sectores de la sociedad civil. Las formas de esta discriminación, más solapadas que las del oficialismo, pueden básicamente ser reducidas a tres:
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ARTE PARAGUAYO I – ARTE INDÍGENA Y POPULAR Fragmento de:Escobar, Ticio. Textos varios sobre cultura, transición y modernidad. Asunción: AECI / CCEJS. 1992. pp. 32 – 36.
a. La consideración de las manifestaciones del arte popular como si fueran los últimos estertores de un mundo tradicional condenado por el proyecto moderno. Según esta postura, las formas de la cultura rural e indígena son rémoras que deben aceptar resignadamente el destino de una ya cercana e inevitable extinción o bien son valiosos ejemplares sobrevivientes del derrumbe inexorable de un tiempo arcaico que deben ser conservados en archivos, bibliotecas y museos como muestras para una posteridad nostálgica. b. La concepción de lo cultural popular como repertorio fijo de verdades petrificadas en un pasado original y remoto. Esta versión sostiene que el verdadero arte popular, paradigma de lo paraguayo, debe conservarse puro, idéntico a sí mismo, inmutable ante las presiones de la historia y custodiando siempre las técnicas y las pautas tenidas por «auténticas». c. La lectura de lo cultural popular entendido como unívoca expresión de las aspiraciones libertarias del pueblo o como un inevitable factor de contestación a la cultura dominante. Esta posición encomienda al arte una misión redentora y preestablecida a cargo, generalmente, de vanguardias ilustradas auto-erigidas en «representantes del pueblo».
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En contra o al margen de estas posturas, aunque enredadas muchas veces en sus prejuicios, diferentes comunidades étnicas y campesinas, así como sectores populares varios, continúan obstinadamente expresándose. Y lo hacen conservando y recreando sus espacios de producción significante, reconstituyendo constantemente sus imaginarios sociales para que puedan incluir las nuevas condiciones, reacomodando, mezclando y adaptando imágenes y conceptos para nombrar la realidad de otros momentos y actuar sobre ella. Es que mientras una comunidad controle su producción cultural y mantenga un núcleo de cohesión y de identidad, podrá asegurar una reserva simbólica desde la cual renovar sus repertorios formales y resistir el trauma de los cambios bruscos y el drama de la marginación y el olvido. Entonces, esa comunidad será capaz no sólo de sobrevivir a un tiempo adverso sino de afirmarse como minoría alternativa o como sector mayoritario paralelo y seguir imaginando sus historias y nombrando sus deseos aún a contramano de ese tiempo. Por eso, durante los años de la dictadura, al lado de los signos populares neutralizados y domesticados, han seguido produciéndose figuras, originales o mixturadas, muchas veces desconocidas y casi siempre marginadas, pero cargadas de convicción y de fuerza expresiva.
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