Autorretrato. Édouard Levé

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Autorretrato Édouard Levé

Cuando vuelvo de viaje, el mejor momento no es ni el paso por el aeropuerto ni la llegada a casa, sino el trayecto en taxi que los une: todavía es viaje, pero ya no del todo. Desafino al cantar, de ahí que no cante. Como soy gracioso, se creen que soy feliz. Espero no encontrarme nunca una oreja en un prado. Las palabras no me gustan más que un martillo o un tornillo. No conozco a los chicos verdes... (p. 9)

Hernani, Udal Liburutegia, 2015 urtarrila Biblioteca Municipal, enero 2015


Édouard Levé (París, 1965-2007) Fue pintor, fotógrafo y escritor. Publicó toda su obra en un periodo de seis años. A sus tres libros de fotografía Angoisse (2002), Reconstitutions (2003) y Fictions (2006) se suma su obra narrativa, publicada bajo los títulos Oeuvres (2002), Journal (2004), Autorretrato (2005) y su obra póstuma Suicidio(2008), que envió a su editor tres días antes de quitarse la vida a los cuarenta y dos años.

El caso Levé1 JESUS FERRERO

Es difícil saber lo que buscaba Édouard Levé al quitarse la vida días después de entregar Suicidio a su editor. Tras leer rápidamente la novela, el editor debió de advertir algo extraño y, no sin inquietud, le preguntó a Levé si el libro no estaba anunciando su muerte. Levé le contestó con evasivas, pero lo cierto es que poco después se ahorcó, dejando tras él una obra bastante unitaria y abierta a tres dimensiones: la escritura, la fotografía y la pintura. Como fotógrafo aspiraba a una especie de hiperrealismo existencialista. Una de sus mejores series, y que más representa su actitud literaria y estética, es la que dedicó al pueblo francés llamado Angoisse (angustia). A Levé no le gustaba alterar las fotografías. "Ni embellezco ni afeo las cosas", confiesa en Autorretrato (451 Editores). Con esa disposición fotografió Angoisse, sin aditivos de ningún tipo. La serie produce una impresión extraña, y por efecto del mismo nombre, todo en Angoisse parece impregnado de angustia: el bar, la iglesia, la discoteca, las zonas de recreo, el cementerio, la plaza, la entrada y salida del pueblo con letreros que dicen angustia. Su experiencia como pintor la resume así en Autorretrato: "Ejercí la pintura de 1991 a 1996. Pinté quinientos cuadros, vendí unos sesenta, tengo cien almacenados, y el resto lo quemé". Como escritor Levé no se muestra menos sorprendente y ha dejado tras él cuatro libros: Obras, Diario, Autorretrato y Suicidio. Obras consiste en una lista de obras posibles que no fueron realizadas: exposiciones, colecciones de museo, posibles obras de teatro, fotografías, vídeos, instalaciones de todas las características... El estilo de Levé nació con este libro escrito en un lenguaje despojado de emociones, que va dibujando una imagen del mundo agobiantemente desnaturalizada. Diario, su segundo libro, es también engañoso desde su mismo título, pues se trata en realidad de un periódico donde todas las noticias (internacionales, de sociedad, de sucesos, de economía, de deportes, de cultura, así como los anuncios y las guías de cine, teatro y televisión) aparecen despojadas de nombres propios. El resultado es un extraño relato, tan hiperrealista como abstracto, de nuestro mundo, con un efecto irónico parecido al que produce su primer libro. Después vinieron 1

[2014-10-11]: http://elpais.com/diario/2010/10/16/babelia/1287187941_850215.html


Autorretrato y Suicidio, que forman un díptico existencial. En Autorretrato Levé configura un retrato poliédrico de su persona, dejándose llevar por el pensamiento involuntario más que por la memoria involuntaria. Evitando los puntos y aparte, va tejiendo un texto sobre sí mismo en el que hierven en una misma sustancia textual pensamientos, recuerdos, deseos, desilusiones, proyectos, frustraciones, acontecimientos, gustos, disgustos, aseveraciones, sentencias, miedos, angustias y meditaciones. Todo lo que sería una persona pero desde todos los ángulos, sucediéndose ininterrumpidamente hasta el punto final. Ya pasado el ecuador de Autorretrato, Levé empieza a dar posibles claves de interpretación de su último libro, Suicidio. Por ejemplo, en la página 90 confiesa: "Un día le dije a mi psicoanalista: 'No disfruto de lo que poseo', y me eché a llorar". Más adelante añade: "En épocas de depresión me hago la imagen mental del entierro que sigue a mi suicidio, hay muchos amigos, tristeza y belleza, el acontecimiento es tan conmovedor que me entran ganas de vivirlo...". Paradójico párrafo donde la vida significa muerte, pues se supone que sólo muertos podremos "vivir" nuestro propio entierro. En la última página de Autorretrato, el narrador habla de un amigo que se pegó un tiro en la cabeza, aparentemente sin justificación. Suicidio va a versar justamente sobre ese amigo, ese suicidio, y ese mundo perdido y vuelto a encontrar en las infinitas esquinas del recuerdo y la obsesión. El relato está concebido en segunda persona y adquiere desde el principio un aire interrogativo y conjetural. Levé irá enjuiciando el hecho desde diferentes planos del sentimiento y el pensamiento, conformando un retrato muy vivo de su amigo muerto, pero ya pasada la mitad de la narración parece claro que se produce una osmosis entre Levé y el suicida, y que ya es Levé el que está hablando de sí mismo y de su posible muerte. Nos hallamos ante una novela inclasificable que te deja la cabeza en una dimensión donde lo especulado, lo deseado y lo temido parecen conformar una única naturaleza, casi un único destino. La vida y la obra de Levé espantan por su simetría, su limpieza, su redondez y su crueldad de samurái. Desde Mishima no se conocía un empeño tan definitivo en hacer de la vida y la muerte una experiencia tan acoplada a la obra como las dos mitades de un lenguado o las dos caras de Jano.


Autorretrato

Un autorretrato minucioso, caótico, despiadado y fascinante, que se sitúa entre la realidad y el deseo. «... Me pregunto si, al hacerme viejo, me volveré reaccionario. Cuando me siento con las piernas desnudas sobre escay, mi piel no resbala, rechina. He engañado a dos mujeres; se lo dije: a una le dio igual, a la otr a, no. Bromeo con la muerte. No me gusto. No me detesto. No me olvido de olvidar. No creo que exista Satán. Mi ficha policial está en blanco...». El único autorretrato capaz de dar cuenta de la personalidad de un artista al que la felicidad le fue esquiva, pero que supo vivir con intensidad su vida breve. La voz caprichosa, exquisita y brutal, de Levé alumbra un yo descarnado que revela la fragilidad y la belleza del ser humano.

Reseña en El Imparcial2 Por Andrea Gort

“…He engañado a dos mujeres, se lo dije: a la una le dio igual, a la otra no. Bromeo con la muerte. No me gusto. No me detesto. No me olvido de olvidar. No creo que exista Satán. Mi ficha policial está en blanco. Me gustaría que las estaciones durasen una semana. Prefiero aburrirme solo que acompañado. Recorro lugares vacíos y como en restaurantes desiertos. En cuestión de alimentación, prefiero lo salado a lo dulce, lo crudo a lo cocido, lo duro a lo blando, lo frío a lo caliente, lo aromático a lo inodoro”. El autor de estas confesiones, pertenecientes a su libro Autorretrato, Édouard Levé, nació en París en 1965, y después de una vida corta en la cual fue pintor, fotógrafo y escritor, publicó toda su obra en apenas un periodo de seis años. Este penúltimo libro suyo fue editado tres años antes de que se quitara la vida, con cuarenta y dos años, en 2007. Con el conocimiento a priori, antes de leer esta obra, del suicidio del autor, se espera quizá una biografía “perjudicial”, deprimente y con una visión negativa de la vida. Pero el lector resultará gratamente sorprendido al tener la oportunidad de conocer a fondo esta personalidad y su vida. La estructura del libro no presenta la clásica división en capítulos; está escrito en una forma inhabitual, sencilla, con frases sueltas, sin tener 2

Osorik, artículo completo en [2014-12-11]: http://www.elimparcial.es/noticia/56012/Los-Lunes-de-ElImparcial/Edouard-Leve:-Autorretrato.html


coherencia la unas con las otras. Con este estilo, el lector recibe mucha información del autor en poco espacio, y a veces puede costar asimilar e hilvanar todo los datos. Levé escribe sobre sus pensamientos, sus inquietudes, las anécdotas de su vida cotidiana, los hábitos y vivencias, los deseos y odios, las opiniones de sus cercanos sobre él y las de él sobre ellos. Este Autorretrato nos muestra detalles íntimos, secretos personales y cuentos banales, pero con importancia para el autor. Al final del libro, tras juntar todas las piezas diseminadas, el puzle queda terminado: se conoce y se encuentra a una persona que se describe sensible, retraído y tímido pero con una amplia vida social; y que tiene muy claro lo que le gusta y lo que no.

Autorretrato y Suicidio, de Édouard Levé: dos puñetazos contra la apatía3 (...) Hay libros que atrapan por su trama. Otros te embelesan por su estilo. Y en otros, raros y desasosegantes, se conjugan circunstancias que no controlas pero que te mantienen clavado a las páginas y crean en ti la sensación de que esa puede ser la lectura definitiva. Algo así ocurre con Autorretrato, una biografía caótica en la que descubrimos a Levé. Sus manías, sus vicios, sus sentimientos, sus viajes, su actitud ante el arte y la literatura, sus amigos, su noción de la muerte, sus recuerdos… La lectura de esta obra es hipnótica. Quizá no es original porque ya la ensayó en cierta medida Perec con Me acuerdo —aunque, como siempre, de un modo aún más radical que el empleado por Levé—. Con la lectura de Autorretrato dan ganas de, al menos, dos cosas. La primera, de saber más acerca de Levé. Se muestra ante nosotros sin pudor, y su escritura rezuma sinceridad, algo que aunque suene paradójico es poco común en las autobiografías. La segunda, es que después de su lectura nos vemos impelidos a coger un bolígrafo y tratar de imitarlo, porque Autorretrato seguramente dio a Levé las pautas para conocerse a sí mismo, para explorarse sin cortapisas, cabeza abajo hacia el abismo. Lo mismo ocurre con ese libro de Padgett Powell, El sentido interrogativo, compuesto a partir de una lluvia incesante de preguntas a las que contestamos sin remedio a medida que lo leemos. Pero ante ese aparente caos en las revelaciones de Levé se percibe un orden subyacente que es el que permite que no queramos despegarnos de las páginas, porque en esa sucesión de experiencias, recuerdos y deseos hay mucho de nosotros, y él supo cómo desplegarlo poco a poco, de modo que cada frase cae como una gota malaya sobre nuestra cabeza. (...) Ambos libros terminan con alusiones a la muerte, pero estas no son tétricas o descorazonadoras, son casi tautologías en las que apenas nos paramos a pensar y que Levé pone ante nuestras narices como puñetazos contra la apatía.

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Artículo completo [2014-12-11]: http://www.instruccionesdeuso.es/2014/06/autorretrato-y-suicidio-deedouard-leve.html


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