Reencuadraba los problemas para abordar retos que parecían invencibles.
Construía alianzas usando su fuerza para generar confianza y respeto, no temor.
Estableció una identidad y se puso a si mismo el «sello» de unificador, manteniendo así su territorio seguro mientras que continuaba con la expansión de su imperio.
Reconocía y asimilaba las culturas y símbolos de diferentes pueblos, lo que lo hacia una figura poderosa y confiada adondequiera que fuese.