Dios, ¿me estás llamando?

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DIOS, ¿ME ESTÁS LLAMANDO? Je f f I o r g Traducido por E d u a r d o J i b a ja

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EDITORIAL MUNDO HISPANO 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A. www.editorialmundohispano.org

Nuestra pasión: Comunicar el mensaje de Jesucristo y facilitar la formación de discípulos por medios impresos y electrónicos.

Dios, ¿me estás llamando? © Copyright 2010, Editorial Mundo Hispano, 7000 Alabama Street, El Paso, Texas, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

Prohibida la reproducción o transmisión total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso escrito de los publicadores.

Publicado originalmente en inglés por B&H Publishing Group, bajo el titulo Is God Calling Me? © copyright 2008

by Jeff Iorg.

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Versión Reina-Valera Actualizada, 2006.

Editor: Rubén Zorzoli Diseño de la cubierta: Gonzalo Mendoza Diseño de páginas: Carlos Santiesteban Jr. Primera edición: 2010 Clasificación Decimal Dewey: 253.2 Tema: Vida cristiana ISBN: 978-0-311-47033-4 EMH Art. No. 47033 2.5 M 4 10

Impreso en Colombia Printed in Colombia

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C o n t en i d o Una conversación sobre la pregunta ........................ 5 1. Definiendo el concepto del llamado ................... 9 2. Tres tipos de experiencias de llamado ............... 23 3. Tres maneras en las que Dios llama .................. 37 4. A quién llama Dios ............................................ 53 5. Cómo discernir el llamado de Dios ................... 65 6. Los efectos del llamado de Dios ........................ 79 7. El llamado a las misiones .................................. 95 8. El llamado al ministerio pastoral ......................111 Continuando la conversación ...............................125

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Para mis hijos: Casey, Melody y Caleb.

Y para la generación de líderes jóvenes que ellos representan.

Necesitamos la pasión de ellos.

Asuman el mando.

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U n a c o n ve r s a c i ó n s ob r e l a p r e g un t a

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s probable que usted escogió este libro porque está tratando de contestar la pregunta de la portada, o tal vez incluso está teniendo dificultad con ella: “Dios, ¿me estás llamando?”. Considerar esta pregunta revela algo muy positivo de su sensibilidad y dedicación espiritual. Contestarla determinará su destino espiritual.

“Dios, ¿me estás llamando?” es la pregunta esencial que usted debe contestar antes de entrar en el liderazgo ministerial o aceptar una asignación ministerial específica. Resolver el asunto del llamado es fundamental para un liderazgo cristiano efectivo. Ser “llamado” es una característica muy clara del liderazgo cristiano. Contestar esta pregunta, inicialmente, traza el rumbo de toda una vida de liderazgo en el ministerio. Saber cómo contestar la pregunta posteriormente, en las coyunturas clave de la vida, aclarará los papeles específicos de liderazgo o las responsabilidades que asigna Dios. “Dios, ¿me estás llamando?”

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es una pregunta que usted debe contestar ahora y ser capaz de contestarla una y otra vez durante toda la vida.

Como líderes ministeriales servimos en respuesta a la invitación de Dios y según como le place, no de acuerdo con nuestra iniciativa. A lo largo de toda la Biblia y de la historia de la iglesia, hombres y mujeres han respondido al llamado de Dios y guiado a su pueblo. Las exigencias del liderazgo ministerial son sencillamente demasiado grandes y las consecuencias demasiado perdurables para asumir estos papeles caprichosa o casualmente. El liderazgo ministerial es un llamado al que contestamos, no una carrera que seguimos.

Usted tal vez está teniendo dificultad en contestar a esta pregunta, confundido/a por las diversas perpectivas que ha escuchado y frustrado/a por las muchas maneras en que la gente describe el concepto del llamado. Si es así, ¡cobre aliento! Usted comparte una lucha común que experimenta casi todo líder cristiano.

Espero que este libro le ayude a resolver el problema sin que aumente su frustración.

Las observaciones sagaces en este libro fueron pulidas en más de 30 años de búsqueda personal del llamado de Dios y muchos años de enseñar a otros a hacer lo mismo. Estudiantes y participantes de conferencias han escuchado mis mensajes y presentaciones sobre el llamado de Dios y me han criticado libremente. A veces cambiaron mi manera de pensar.

Otras veces me ayudaron a pensar de manera más crí-

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Una conversación sobre la pregunta

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tica y a comunicarme con más claridad. Pulir este mensaje ha sido una búsqueda gratificante, aunque a veces dolorosa.

Lo que usted está a punto de leer no es un tratado exhaustivo del llamado de Dios. Es, no obstante, una colección de observaciones sagaces probadas en la práctica que han ayudado a muchos a aclarar el conocimiento que tenían del llamado. Otros han escrito, y escribirán, libros más amplios sobre el llamado de Dios. Mi primer objetivo es ir directamente al meollo del asunto y darle herramientas para realizar el proceso del llamado. Pero no son suficientes el análisis detallado y el entendimiento intelectual. ¡Mi meta final es que usted tenga en claro el llamado de Dios para que pueda contestar afirmativamente! Si Dios le está llamando, la única respuesta deseada es la obediencia.

Ruego que el llamado de Dios llegue a ser muy claro y que su gracia le dé poder y le motive a obedecer radicalmente. Dios está llamando a una nueva generación de líderes apasionados, líderes del reino, que acelerarán el cumplimiento de la Gran Comisión en esta generación. Quizás usted sea uno/a de ellos/as.

A medida que lea, pídale a Dios que le dé perspicacia y discernimiento espiritual. Su futuro y el futuro liderazgo del reino de Dios están en juego. Es mucho lo que está en juego, pero el poder y la gracia de Dios son suficientes para llamarle y sostenerle en el liderazgo ministerial. ¡Que Dios le inspire y le dirija mientras lee!

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Def iniendo el co n c e p t o d e l l l am ad o

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CAPÍTULO 1

ocos conceptos se discuten más y se entienden menos en los círculos cristianos que el llamado de Dios. Algunos creyentes dicen haber sido llamados al ministerio, a las misiones, al pastorado o a algún otro rol de liderazgo de la iglesia como una orden especial de Dios. Otros contradicen esa interpretación tan estrecha diciendo que todos los creyentes han sido igualmente llamados a servir a Dios. Y aún otros señalan frases en la Biblia como el llamado a ser “santo” o “llamado de las tinieblas a su luz” (1 Ped. 1:15; 2:9) como evidencia de que el llamado es solo otra palabra para expresar una experiencia espiritual común, no una orden especial o específica de Dios. ¿Quién tiene razón en todo esto? ¿Llama Dios a personas para que le sirvan en maneras especiales? ¿Son llamados todos los creyentes? Si es así, ¿son todos los llamados iguales ante Dios? ¿Es el concepto del llamado simplemente otra manera de describir el proceso de santificación? ¿Es una forma exagerada9

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mente espiritualizada para describir cómo resultaron las circunstancias? ¿O encaja todo esto de alguna manera en la medida en que estas definiciones e interpretaciones se relacionan mutuamente?

Parte del problema en entender el concepto del llamado son las diversas maneras en que se usa llamar en el lenguaje popular. La más común es la llamada telefónica. La mayoría de la gente tiene un teléfono celular. La gente puede llamar a casi todo el mundo, en cualquier momento. Llamar también puede significar hablar en voz alta, para llamar la atención. Puede significar un sonido distintivo, como la llamada de apareamiento.

Llamar describe una invitación a que alguien participe en un equipo, se una a un programa o cumpla con su obligación. Por ejemplo, se llama a un jugador a que juegue para el equipo, a un reservista al servicio militar activo o a un ciudadano para una responsabilidad cívica. Usted también podría llamar para solicitar una investigación, llamar para hacer una pregunta o llamar a alguien por su nombre. Alguien se viste de cierta forma para llamar la atención. Hay una primera, segunda o tercera llamada a los pasajeros para abordar el avión. La maestra llama a un alumno para que pase al frente. Se supone que uno llame a las cosas por su nombre o llame para dar a conocer las decisiones tomadas cuando se está al mando de algo. ¡Con razón hay tanta confusión! La palabra llamar tiene un uso exagerado y este uso está amoldado por su contexto para que corresponda a múltiples definiciones

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y situaciones. La palabra significa muchas cosas y es difícil separar la definición esencial.

Hay, sin embargo, dos temas reincidentes a través de los diversos usos de llamar. En primer lugar, un llamado implica información nueva. Cuando suena su teléfono, generalmente alguien quiere decirle algo.

Sea que llame para consolar a alguien o llame para hacer una pregunta, usted se está comunicando. De modo que un llamado transmite información nueva.

En segundo lugar, un llamado conlleva una responsabilidad nueva. Una llamada lo pone a usted en un equipo, lo manda a la batalla o a cumplir una responsabilidad cívica. A usted se le llama para que haga algo: jugar un partido, bailar al son de una canción, tomar una decisión. Una llamada quiere decir que es su turno para participar.

Tenga en mente estas dos ideas —información y responsabilidad— a medida que desarrollamos un conocimiento del llamado de Dios. En tanto nos acercamos a un entendimiento bíblico del llamado, estos dos conceptos serán importantes. Cuando Dios llama, él da nueva información referente a cómo vivir.

Cuando él llama, asigna nuevas responsabilidades en su reino.

Lamentablemente, cuando se usa en círculos cristianos, hay casi el mismo número de usos de la palabra o del concepto de llamado como en el lenguaje popular. Nosotros clasificamos toda clase de experiencias como si fuesen “un llamado de Dios”. Usamos la palabra para describir diversas clases de experiencias

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espirituales sin interesarnos mucho por la precisión del significado. Decimos que hemos sido llamados y suponemos que el contexto ayuda a nuestros oyentes a saber de lo que estamos hablando. A veces funciona.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, la gente sonríe y asiente con la cabeza —confundida por lo que estamos diciendo pero demasiado cortés como para cuestionar o contradecirnos—.

Los que escriben sobre el tema del llamado han contribuido a este problema. Una encuesta del material publicado revela que se han dedicado muchas páginas a la descripción de experiencias de llamados, la defensa de la importancia del llamado, tratar de explicar lo que es, y animar a la gente a aclarar y honrar su llamado. Hay todo esto, pero rara vez usted puede encontrar una definición de lo que es el llamado en una oración que esté explicada, usada e interpretada de manera coherente.

Este libro es diferente. Después de considerar docenas de experiencias de llamados en la Biblia, reflexionar sobre mis propias experiencias al ser llamado, escuchar a otros líderes describir sus singulares historias de llamados, y leer muchos libros y artículos sobre llamados, aquí está mi definición: Un llamado es una impresión profunda dejada por Dios que establece los parámetros para su vida y puede alterarse solo por medio de una impresión subsiguiente y reemplazante de parte de él.

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Un l lamado es u na impres ión p r of u n da d e ja d a p o r D io s Un llamado es una experiencia interna. Es una impresión dejada por Dios, una experiencia interna con Dios. Es una obra del corazón. Un llamado es algo que usted sabe que tiene, tiene plena confianza de que es real, pero a menudo es difícil cuantificar o explicar.

En resumidas cuentas, usted sabe que ha sido llamado porque lo sabe en su corazón.

Esta definición basada en la experiencia preocupa a algunas personas. Por cierto un concepto espiritual tan importante debe ser más objetivo que esto. Permitir tanta subjetividad podría conducir al abuso, malentendidos, declaraciones falsas e incertidumbre. ¡Por supuesto! El tema del llamado es susceptible a toda clase de malinterpretaciones y errores. Pero eso no quiere decir que la definición sea incorrecta. Simplemente significa que debemos aprender a discernir el llamado de Dios amoldando nuestra manera de pensar según la Biblia y evaluando nuestra experiencia en su contexto y bajo su autoridad. Un llamado es una experiencia subjetiva con Dios pero siempre se establece con un trasfondo bíblico.

Es divertido observar la reacción de algunos estudiantes de seminario ante este punto. Ellos analizan todo en busca de respuestas concretas. De modo que, después de examinar el material bíblico y analizar de manera crítica lo publicado, a algunos les perturba cuando digo: “En resumidas cuentas, usted sabe que ha sido llamado porque lo sabe en su corazón”. No hay

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una fórmula definitiva de tres pasos para entender o experimentar el llamado de Dios. Ser llamado es más intuitivo que analítico, no interesa cuántos datos usted recolecte (o de qué manera sistemática este libro trate de explicar el llamado de Dios). No hay razonamiento que reemplace la convicción genuina de que Dios lo está llamando.

Un llamado es una impresión profunda. Una práctica común en los círculos cristianos es usar varios términos de manera intercambiable para describir haber experimentado la dirección de Dios. Dichos términos incluyen inducir, guiar, dirigir, mostrar e instar. Por ejemplo, decimos: “Dios me indujo… Dios me guió… Dios me dirigió… Dios me está mostrando… Dios me dio un deseo especial para…” y así sucesivamente. Todas estas son expresiones válidas.

Son maneras en que tratamos de comunicar el sentido interno de que Dios nos está guiando.

Pero para describir un llamado no debe usarse ninguno de estos términos. Un llamado es diferente a una inducción, guía, dirección, muestra o impulso de parte de Dios. Un llamado es una impresión profunda que deja Dios. Es más que lo que sucede rutinariamente por medio de devocionales diarios o el discernimiento diario de la actividad de Dios en nuestra vida y a través de ella. Un llamado es un evento raro.

Un llamado nos impacta profundamente. Un llamado hace eco profundamente dentro de nosotros y tiene resultados perdurables.

Mientras escribo esto, he sido un creyente de Jesu-

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cristo por 35 años. Mi relación personal con Dios a través de Jesús empezó cuando tenía 13 años de edad. Desde entonces, he experimentado solo cinco llamados de Dios. ¡Cinco llamados en 35 años como discípulo! Al desarrollar este libro usaré esas experiencias y las de otros para ilustrar diferentes aspectos del concepto del llamado. Pero, por ahora, recuerde este punto clave: las experiencias del llamado son encuentros con Dios poco frecuentes y singulares.

Durante mis 35 años siguiendo a Dios él me ha inducido, guiado, dirigido, mostrado su voluntad y me ha instado en direcciones específicas muchas veces.

Yo siento la dirección de Dios cuando aconsejo a la gente sobre temas espirituales, manejo asuntos administrativos, determino dónde y qué predicar o enseñar, y me encargo de las múltiples exigencias de mi ministerio y mi familia. Todas estas son experiencias válidas, pero no son llamados.

Un llamado es una impresión profunda que deja Dios. Sucede rara vez y tiene ramificaciones significativas que alteran la vida. Un llamado es una impresión interna que penetra hasta lo más profundo del alma y produce un cambio en uno para siempre.

Es una obra profundamente interna, a veces es un encuentro emocional con Dios que desgarra el corazón. Un llamado a menudo altera o da un giro a la vida, mientras que produce a la vez una profunda paz o satisfacción interna. Por fuera, la vida tal vez está perturbada. Por dentro, uno tiene una seguridad estable de la voluntad de Dios. Uno realmente no puede

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explicarlo mejor que diciendo: “He sido llamado… y lo sé en mi corazón”. Y, cuando usted sabe que ha sido llamado, vive con todo lo que ello implica y el impacto total de su significado en su vida.

U n l la m a d o e st a b l ec e p a r á me t r o s p a r a su vi d a Un llamado establece parámetros —guías protectoras— que ponen límites a su vida. Como paréntesis gigantes, un llamado establece barreras para protegerlo y guiar su conducta. Un llamado significa que usted le dice sí a algunas cosas y no a otras. Cuando Dios llama, las decisiones de la vida deben hacerse en el contexto de la respuesta a un llamado. Cualquier cosa incompatible con la obediencia debe rechazarse en busca del llamado.

Por ejemplo, Dios me llamó al liderazgo ministerial antes de conocer a mi esposa, Ana. Cuando comenzamos a salir juntos, tuvimos que resolver un asunto importante al inicio de nuestra relación. Yo no podía tener citas románticas con alguien que no tuviese un llamado similar al liderazgo ministerial (y resultó que Ana tenía la misma convicción). Descubrimos que compartíamos un llamado similar. Esto no significaba que nos íbamos a casar, pero nos dio a ambos la libertad de seguir nuestra relación, sabiendo que era posible el matrimonio.

Diversos estudiantes universitarios me han contado historias dolorosas de haber terminado relaciones con cónyuges potenciales que no compartían su llamado.

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Una mujer me dijo: “Dios me ha llamado a dar mi vida en China. Dejar a mi novio por ese asunto fue la decisión más dura que jamás haya tomado”. Un joven sollozó profundamente cuando me contó que su novia de la secundaria terminó con él después que Dios lo llamó a ser pastor cuando estaba en la universidad.

Estos parámetros no son solamente relacionales.

Un amigo me dijo: “Dios me ha llamado a ser un pastor bivocacional, de modo que no puedo aceptar ofertas de iglesias más grandes que me fueran a pagar un salario a tiempo completo”. Cuando creció su iglesia, él añadió otros miembros al equipo pastoral en lugar de convertirse en pastor a tiempo completo.

Un misionero fue entrevistado para un puesto en el cuerpo docente de un seminario pero se retiró del proceso, diciendo: “Dios me llamó para ser misionero, no para enseñar misiones. Sencillamente no puedo dejar el campo”. Otra persona rechazó un empleo secular lucrativo, diciendo: “Mi llamado es al liderazgo ministerial a tiempo completo. No se permiten distracciones o tentaciones”. Todas estas personas reconocieron parámetros diferentes pero muy reales establecidos por el llamado que recibieron de Dios.

Un claro sentido de llamado significa más que decir no. También da luz a nuestras respuestas afirmativas. Una estudiante universitaria dijo: “Dios me ha llamado a enseñar en la escuela pública, ¡mi pasión son los chicos de los últimos años de la secundaria!”.

De modo que ella está en la universidad preparándose

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para seguir el llamado de Dios. Un pastor veterano renunció recientemente a su pastorado de 20 años para regresar al seminario. ¿Por qué? Dios lo ha llamado a enseñar en la última temporada de su ministerio y se requiere más preparación académica según esos nuevos parámetros. Su llamado establece los parámetros —paréntesis gigantes alrededor de su vida— que controlan sus decisiones y dirigen el resultado de su vida.

Esto puede ser difícil de entender para otros. Los padres tienen dificultad cuando sus hijos responden a un llamado al campo misionero internacional. Ellos se preguntan: “¿No puedes simplemente realizar tu ministerio con inmigrantes en nuestro país?”. Sin embargo, una persona llamada a llevar el evangelio a otro lugar debe ir. Los familiares también pueden cuestionar un llamado cuando sucede en los años posteriores de la vida. Mucha gente hoy está respondiendo al llamado de Dios al ministerio después de muchos años en carreras seculares. Los hijos, acostumbrados a cierto estilo de vida, cuestionan a sus padres y se preguntan por qué ellos deben renunciar a un empleo lucrativo para entrar al ministerio. La respuesta es simple: el llamado exige el cambio.

Un llamado de Dios establece parámetros —paréntesis, barreras, pautas— que determinan sus decisiones en el futuro. Lo que encaja dentro de los parámetros del llamado es aceptable; lo que no encaja no lo es. La gente que ha sido llamada por Dios encuentra satisfacción dentro de estas barreras. Un sabio líder misionero dijo: “El lugar más seguro en el cual

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estar, de todas las partes del mundo, es en el centro del llamado de Dios”. Dios usa los parámetros del llamado suyo para ponerlo donde él quiere, protegerlo mientras cumple sus propósitos y lo amolda para que realice un servicio con eficacia.

U n llam ad o sol o pu ede s e r ca mb iado por otr o lla ma do Puesto que un llamado es una impresión profunda con resultados perdurables, no es enmendado o acrecentado con mucha frecuencia. Un llamado es una experiencia poco frecuente. Cuando usted es llamado, ¡permanece llamado! Pero la mayoría de los líderes cristianos experimentan una serie de llamados en su vida. El capítulo siguiente describe este proceso y explica un modelo para entender la reveladora experiencia de los llamados de Dios.

Esta característica flexible y permanente del llamado de Dios significa que cuando Dios llama, usted permanece fiel al llamado hasta que él vuelva a llamar.

A veces los líderes cristianos hablan de haber sido “liberados de un llamado”. Eso no parece ser una explicación precisa de cómo trabaja Dios. En la Biblia, Dios siempre llamó a la gente hacia alguien, algo o algún lugar. Sus llamados eran proactivos, llevando a la gente a hacer cosas nuevas, ir a lugares nuevos o intentar nuevos ministerios. La liberación de un llamado anterior sucede porque la experiencia de un llamado subsiguiente y reemplazante cancela el llamado anterior.

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Entender el llamado de esta manera tiene dos implicaciones. Primera, la gente llamada por Dios sigue un ministerio como un llamado, no como una carrera ministerial. Su meta no es una posición más alta, un mejor sueldo o una situación más prestigiosa.

Cuando usted es llamado, entonces sirve para cumplir su llamado. Segunda, ser llamado significa que usted persevera en los momentos difíciles. Los hombres y las mujeres que han sido llamados por Dios no abandonan cuando las circunstancias son difíciles.

La gente que ha sido llamada por Dios no se mueve, permanece firmemente plantada, hasta que posteriormente recibe un llamado para que realice una nueva asignación de Dios que reemplace la anterior.

Los líderes ministeriales, como los empleados seculares, reciben ofertas para cambiar de trabajo. A un pastor se le podría ofrecer que deje una iglesia para ir a otra, o a un misionero se le podría pedir que cambie para trabajar con otra etnia o de campo misionero. En estas situaciones, los líderes ministeriales no toman sus decisiones basados principalmente en la compensación, el beneficio para la familia, lo apropiado que sean para el servicio o la madurez de la oportunidad. Ellos toman sus decisiones basados en el llamado.

La pregunta apropiada cuando se le ofrece una asignación diferente debe ser: “¿Me está llamando Dios a este nuevo rol?”. Cuando entrevisto a cualquier persona para un puesto ministerial, siempre le pido que describa cómo está experimentando el llamado

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de Dios en cuanto a dicho puesto. No estoy tratando de escuchar una respuesta basada en una fórmula, pero sí quiero oír cómo una persona está siguiendo a Dios y escuchando su llamado. Tomar un puesto ministerial no es como tomar un trabajo secular. Usted debe ser llamado, no simplemente empleado.

Un llamado es una impresión profunda dejada por Dios que establece los parámetros para su vida y puede alterarse solo por medio de una impresión subsiguiente y reemplazante de parte de él. Un llamado conlleva nueva información y nueva responsabilidad.

Un llamado es más que una inducción o guía; es una experiencia con Dios que cambia la vida. Un llamado es una realidad interna, difícil de cuantificar pero real.

Aunque definir un llamado es útil para entender el concepto, aprender la definición no es el objetivo.

Cuando usted es llamado, cuando sabe que ha sido llamado, ¡nada que sea menos que una respuesta obediente es aceptable!

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