El remanente

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Remanente el

the Remnant

C贸mo restaurar el llamado a la integridad personal

Larry Stockstill

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La misión de Editorial Vida es ser la compañía líder en comunicación cristiana que satisfaga las necesidades de las personas, con recursos cuyo contenido glorifique a Jesucristo y promueva principios bíblicos.

El Remanente Edición en español publicada por Editorial Vida – 2010 Miami, Florida © 2010 por Editorial Vida Originally published in English under the title: The Remnant Copyright © 2008 by Larry Stockstill Published by Charisma House, a Strang Company, Lake Mary, Florida, USA. All rights reserved.

Traducción: Marcela Robaina Edición: Wendy Bello Diseño interior: Base creativa Adaptación de cubierta: Leo Pecina RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS. A MENOS QUE SE INDIQUE LO CONTRARIO, EL TEXTO BÍBLICO SE TOMÓ DE LA SANTA BIBLIA NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL. © 1999 POR BÍBLICA INTERNACIONAL. ISBN: 978-0-8297-5125-3 CATEGORÍA: Iglesia cristiana/Liderazgo IMPRESO EN ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA PRINTED IN THE UNITED STATES OF AMERICA 10 11 12 13

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Co n t en i d o Prefacio........................................................................................ vii Pr imera part e Ayuda para una iglesia disfuncional Capítulo 1: Consejos para una iglesia huérfana........................... 15

Capítulo 2: Normas para una iglesia indisciplinada..................... 25

Capítulo 3: Multiplicación para una iglesia sin frutos................. 31

Capítulo 4: Sanidad para una iglesia enferma.............................. 38

Capítulo 5: Las Escrituras para una iglesia sin instrucción.......... 47 Segunda part e Los diez mandamientos del ministerio Capítulo 6: Primer mandamiento: La oración............................. 57

Capítulo 7: Segundo mandamiento: El estudio bíblico............... 66

Capítulo 8: Tercer mandamiento: La integridad.......................... 75

Capítulo 9: Cuarto mandamiento: La pureza.............................. 86

Capítulo 10: Quinto mandamiento: El ejemplo........................ 101

Capítulo 11: Sexto mandamiento: Las relaciones...................... 113

Capítulo 12: Séptimo mandamiento: La filosofía...................... 125

Capítulo 13: Octavo mandamiento: La fe................................. 138

Capítulo 14: Noveno mandamiento: La guerra espiritual.......... 148

Capítulo 15: Décimo mandamiento: La sabiduría..................... 156 Epílogo: Un código de conducta personal................................. 168 Notas......................................................................................... 170

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Primera parte

Ay u da pa r a u n a i g les i a d i s f u n c i o n a l

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Ca p í t u l o

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Co n sej o s pa r a u n a i g les i a hu ér fa n a De hecho, aunque tuvieran ustedes miles de tutores en Cristo, padres sí que no tienen muchos, porque mediante el evangelio yo fui el padre que los engendró en Cristo Jesús. Por tanto, les ruego que sigan mi ejemplo. Con este propósito les envié a Timoteo, mi amado y fiel hijo en el Señor. Él les recordará mi manera de comportarme en Cristo Jesús, como enseño por todas partes y en todas las iglesias.

—1 Corintios 4:15-17

L

a disfunción puede definirse como «un desvío de la conducta normal». En su libro The Five Disfunctions of a Team [Las cinco disfunciones de un equipo], Patrick Lencioni analiza cinco factores que hacen fracasar a los equipos. Pero ¿por qué fracasan los pastores? Seguramente debe haber algún tipo de apuñalamiento elemental en su fundamento que les permite soportar el peso del ministerio durante una temporada, pero que al final se resiente y desmorona. ¿Será posible afianzar sicológica y espiritualmente a los pastores a fin de predecir con mayor precisión una vida exitosa y que dé gloria a Dios?

He separado las que considero ser las cinco disfunciones principales en la iglesia norteamericana. Para curar estas disfunciones es necesario regresar a las cinco pautas o funciones del ministerio que se detallan en Efesios 4:11-12: «Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo».

Sin la fortaleza sólida de estas cinco funciones, los pastores 15

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están construyendo sobre la arena y les será imposible sobrevivir a la inundación de obscenidad, tentación, confusión y desánimo del enemigo. Regresar a estos cinco aspectos del ministerio no implica simplemente invitar a predicar en nuestros púlpitos a representantes de estas cinco funciones, sino que también entraña establecer estas características en nuestros ministerios. Una vez que se integren por completo a nuestras iglesias, los pastores y los creyentes las asumirán como la roca firme de orden y estabilidad para los que fueron diseñadas.

Si eres pastor, puedes dar instrucciones a los miembros y asistentes de tu congregación con el propósito de animarlos, capacitarlos y enviarlos al ministerio como maestros, profetas o evangelistas en sus hogares, comunidades y ciudades. Este ministerio de cinco vertientes se fortalece en la medida en que cada cristiano cumple su parte en el plan de Dios. Si eres un cristiano preocupado que desea hacer algo para acabar con los fracasos alarmantes que aquejan a los pastores y a los creyentes, puedes buscar con diligencia la dirección de Dios y seguir las instrucciones que él imparta, ya sea directamente o a través del pastor que Dios ha puesto por encima de ti. Recuerda, la iglesia está compuesta por ti y por los cristianos del mundo entero. ¡La iglesia no es un edificio de piedras y ventanas sin un corazón!

Primera disfunción: La iglesia huérfana Tengo la impresión de que la razón primaria de la inestabilidad y el fracaso ministerial, y la primera disfunción en muchas iglesias, es la ausencia de un padre. Contar con los consejos de un padre, o de un tutor, es una necesidad humana básica y ningún cristiano está exento de ella. Jesús mismo necesitó la afirmación celestial: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo» (Marcos 1:11).

Por desgracia, muchos cristianos, aun aquellos que forman parte de maravillosas estructuras y jerarquías denominacionales, carecen en general de reconocimiento y de orientación. Sin embargo, el reconocimiento no es algo optativo sino una verdadera necesidad para que las personas se desempeñen debidamente.

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Consejos para una iglesia huérfana

He conocido a cientos de líderes de la iglesia norteamericana y a miembros de congregaciones que sufren de heridas paternas. Nunca había oído hablar de este término hasta hace muy poco, pero es el punto más sensible del problema que afecta las profundidades del alma de los hombres. Aunque las mujeres también tienen problemas con sus padres, a efectos del tema que estoy tratando, me refiero a la herida que queda en el varón que no se siente querido y seguro porque su padre está ausente, es un desconocido o lo maltrata.

Un padre está ausente si prioriza su trabajo y no acompaña a su hijo: no reconoce ni celebra los logros del niño. (Por cierto, una situación demasiado común que viven los hijos de pastores). El padre será un desconocido si parece despreocupado y no se interesa en las etapas, los retos o las conquistas de la vida de su hijo. Algunos padres pueden llegar a maltratar física, verbal o sexualmente a sus hijos. Todo esto produce heridas que poco a poco van dando forma a las acciones y reacciones de sus hijos, mucho más que cualquier otro factor.

En su poderoso éxito de ventas, Salvaje de corazón, John Eldredge observa que las heridas paternas generan impostores: hombres que batallan con el asunto de si tienen lo que se necesita para ser hombre. Cuando un hombre crece sin el aliento reconfortante de un padre, puede convertirse en una persona pasiva (temerosa de afrontar nuevos desafíos) o agresiva (centrada en recibir el reconocimiento que necesita a través de sus logros)1.

Jacob, en el Antiguo Testamento, era un impostor. Su hermano, Esaú, era el hijo preferido de su padre debido a su destreza masculina en la caza. Jacob, en cambio, prefería quedarse en el campamento para ganarse el reconocimiento de su madre (Génesis 25:27). Con los años, Jacob se sintió cada vez más rechazado por su padre: «Isaac quería más a Esaú [...] pero Rebeca quería más a Jacob» (Génesis 25:28).

Eldredge señala correctamente que una mujer no está en condiciones reales de infundirle seguridad a un hombre. Podrá estimularlo, pero no podrá responder a la pregunta de la hombría que él lleva en su alma2. Cuando la madre de Jacob escuchó por casualidad que Esaú recibiría la bendición, conspiró con Jacob para que él se hiciera pasar por su hermano y engañara a su padre. El disfraz con la ropa 17

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de su hermano, las pieles en sus brazos y la voz fingida representan a un hombre tan desesperado por obtener la bendición de su padre que es capaz de hacerse pasar por otro.

La necesidad de contar con la seguridad y la validación paterna es universal. No discrimina a nadie. Ya sean pastores o laicos, la necesidad es tan profunda que, si no se satisface, sus consecuencias repercuten por largo tiempo. Observé esto muy claramente en la vida de un hombre de quien soy muy amigo. Este hombre grandote jugó en el fútbol americano profesional durante cuatro años.

Medía más de dos metros y tenía una voz muy grave, pero detrás de su apariencia se ocultaba un alma herida. Durante toda su carrera como deportista no había conseguido que su padre asistiera a uno de sus partidos. Durante la secundaria, en la universidad y en los campeonatos profesionales, le regalaba entradas a su padre, pero él nunca las aprovechaba. Por fin su padre fue a un partido profesional de los Houston Oilers, en el que mi amigo empezaba como defensa. La presencia de su padre lo motivó tanto que derribó a un delantero, hizo cinco tacles sin ayuda y bloqueó un gol de campo. Después del partido, se dirigió a donde estaba su padre con la esperanza de escuchar el reconocimiento de este. Sin embargo, en vez de la bendición que tanto anhelaba recibió un golpe devastador: «¿Por qué dejaste que aquel tipo pequeño corriera alrededor tuyo?», preguntó su padre.

A partir de ese momento, el joven perdió el control de su vida.

Es el mismo testimonio triste de muchos hombres que pueden rastrear su rechazo a un momento preciso en que el tiempo se detuvo porque su padre no valoró lo que habían hecho.

Conozco un ministro que me refirió cómo el tiempo se detuvo para él cuando tenía diez años y su padre se marchó de su hogar.

En un intento desesperado por evitar que su padre se marchara, el niño colocó una nota en el volante del auto de su padre: «Si me amas, no te vayas». El padre simplemente tomó la nota, hizo una bola y se la tiró al pequeño; la nota le pegó en el pecho. La brecha resultante fue profunda y duró por muchos años. Al final, por la gracia de Dios, el padre y el hijo recompusieron la relación y el padre incluso asistió a la iglesia de cinco mil miembros que 18

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pastoreaba su hijo. Pero pensemos en la angustia y la lucha que marcaron las vidas del padre y del hijo durante años.

Hace poco estuve a cargo de un retiro especial para pastores que hacemos en mi iglesia, Bethany World Prayer Center, en Baton Rouge, Louisiana, con un grupo grande de pastores de la región central de los Estados Unidos. Después de enseñar sobre el rechazo de Jacob y la herida paterna que le produjo su padre, se me acercó un pastor que había construido un hermoso templo nuevo para su congregación de mil miembros y me dijo: «Yo soy Jacob».

Cuando tenía tres meses, este hombre había perdido a su padre y buscó infructuosamente un guía espiritual que lo apoyara y a quien tuviera que rendir cuentas. Me dijo que se sentía inseguro e inestable sin motivo aparente. Él y su hermosa esposa habían orado por su ansiedad infundada y su temor a caer en el pecado y de alguna manera destruir a sus queridos hijos que eran pequeños.

Después de orar esa mañana, Dios sanó su corazón y al día siguiente tomó la iniciativa de formalizar una relación de padre con otros ministros de más edad. ¿Qué pasaría si miles de pastores heridos, cuyas identidades están inmersas en logros, pudieran encontrar la estabilidad reconfortante de padres espirituales que los reconocen y les infunden seguridad? ¿Qué pasaría si los miembros de las congregaciones, que vagan con el corazón partido, encontraran el bálsamo de la seguridad paterna que ansían con desesperación? Creo que cambiaría el rostro del cristianismo americano.

En este aspecto, tengo que rendir honor a mi padre. Sus más de sesenta años de matrimonio y de ministerio intachable han fomentado una sólida estabilidad en mi vida. Recuerdo que cuando yo era un joven jugador de baloncesto, la puerta del gimnasio se abría y un hombre de mediana estatura subía las gradas para sentarse en la fila más alta. Yo sentía que me enderezaba la espalda, me volvía más ágil y me concentraba por entero en el juego. La oración de reconocimiento de mi padre, tanto en aquellos partidos como posteriormente en mis logros, ha sido el factor determinante de mi éxito.

Pero ¿qué de los miles y miles de cristianos que no cuentan con esa fuerza interior que solo la aporta el reconocimiento? En un 19

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retiro para pastores que conducimos conjuntamente, James Robison nos contó cómo se sintió cuando su madre soltera lo entregó a un pastor que lo crió hasta los diez años. Cuando su madre regresó a buscarlo, recuerda que lo tuvieron que sacar de debajo de la cama, mientras arañaba el piso. Luchó todo su ministerio para ser aceptado y reconocido, hasta que estuvo al borde de caer en la tentación de la inmoralidad.

A mediados de los noventa, sin embargo, se liberó y desde entonces se convirtió en uno de los líderes más compasivos para con los que sufren y con los destituidos. Su testimonio infunde esperanza a todos de que Dios puede sanar los corazones y establecernos como creyentes verdaderos, funcionales y transparentes, aunque no hayamos tenido el beneficio de un padre natural o de un padre que nos mostrara reconocimiento.

La cura: Gobierno y asesoramiento a través del apóstol El gobierno de la iglesia debería derivarse de un contexto de reconocimiento, validación y aceptación. Los pastores y miembros de una iglesia necesitan padres espirituales, ya sea que formen parte de una denominación o de una iglesia independiente. La iglesia primitiva no practicó una supervisión burocrática y pasiva que se limitaba a inspeccionar las propiedades y a contar el dinero y la gente.

Tenían supervisores y ancianos que aportaban la estructura orientadora para infundir seguridad, aconsejar y corregir, si fuera necesario.

El gobierno es tarea de padres espirituales maduros que desarrollan y orientan a sus protegidos como si fueran sus hijos. En una iglesia con un buen gobierno, ante cualquier tipo de falta el pastor principal sabe claramente a quién corresponde la tarea de restaurarlo o reemplazarlo. Además, los miembros se sienten seguros porque saben que no todo se acepta y que aun si un pastor muy querido sobrepasa los límites predeterminados, será retirado y se le impedirá causar daños al redil.

El gobierno es quien cumple la función apostólica en el ministerio. Esta necesidad de supervisión se suple mejor en las iglesias 20

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que forman parte de una denominación; sin embargo, en miles y miles de iglesias independientes de los Estados Unidos, la supervisión está lamentablemente ausente. No obstante, aun los buenos líderes denominacionales, con un buen gobierno, reconocen la importancia de equilibrar ese aspecto con el apoyo paternal. Como resultado, hay denominaciones enteras en proceso de transición a un estilo de supervisión que no sea burocrático y oficial, sino que incluya el asesoramiento y la orientación paternal. Sin esta transformación, las «ruedas» del «vehículo» podrían aflojarse y caer. Sin padres espirituales incluso los mejores líderes de la iglesia pueden tropezar y consumirse por causa de sus inseguridades internas.

Una segunda función de los padres espirituales es asegurarse de mantener unidos a los hijos. En Baton Rouge hace ya cinco años que unos doce o quince pastores de la localidad nos reunimos mensualmente. Nos llamamos los Pastores Progresistas y juntos representamos a la mayoría de las iglesias más grandes de nuestra ciudad.

Aunque provenimos de diversos grupos y denominaciones, todos deseamos tener camaradería, asesoramiento y apoyo.

Antes de unirnos, las murallas de inseguridad y competencia entre nosotros eran altas y había mucha rivalidad. Cuando comenzamos a reunirnos nos comprometimos a rotar entre las diferentes iglesias cada mes y a no faltar a ninguna reunión salvo si estábamos de viaje. Ahora, con una asistencia de casi el cien por ciento todos los meses, los pastores de este grupo han predicado con regularidad en las iglesias de otros colegas y no hay ninguna necesidad de fingir, impresionar o competir. Estamos unidos, trabajamos juntos, nos reímos entre nosotros y nos ministramos mutuamente. Este es el resultado secundario del sentido de gobierno en una ciudad con un grupo de pastores que se acompañan, se orientan y se piden cuentas mutuamente.

Todos los cristianos deberían contar con algo similar en su propia vida y, a mi entender, el mejor espacio para ello es un pequeño grupo donde se produzca el asesoramiento y la orientación paternal. En Bethany tenemos varios grupos pequeños de hombres (y de mujeres) que se reúnen semanalmente y en donde líderes maduros trabajan con hombres más jóvenes. En esta generación de padres 21

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ausentes hemos descubierto que, en una relación de tipo orientadora, los hombres responden mejor a un hombre diez o más años mayor. Aun los drogadictos en proceso de rehabilitación, las personas con antecedentes penales y los jóvenes que se criaron en hogares sin una figura paterna, responden de manera increíble a la orientación de un mentor cristiano que sigue la trayectoria de su progreso y celebra gozoso y orgulloso los logros de «sus hijos». Tal es el efecto que tienen entre los hombres del cuerpo de Cristo las relaciones verdaderas, transparentes y que dan apoyo en la vida.

Mientras escribo este capítulo estoy preparándome para predicar en una reunión grande de ministros pertenecientes a iglesias autónomas e independientes de la región noroeste de los Estados Unidos. Más de setecientos pastores consideran que este grupo es su «hogar». El grupo está dirigido por un padre espiritual maduro de setenta y siete años. Su actitud dulce y su suave voz contradicen el hecho de que cientos de pastores y figuras apostólicas importantes de todo el mundo se relacionen con él con mucho gusto.

Viene gente de la India, de Brasil y de Europa debido a su apoyo calmado y a la firme proyección de su visión para las misiones. La profunda admiración que sienten por sus cuarenta años de exitoso ministerio pastoral y por su falta de presión, de control y de intereses particulares, hace que ellos anhelen y reciban con agrado su guía para sus vidas. Este hombre apacible ha capacitado a once directores regionales en los Estados Unidos, que trabajan en el mismo espíritu con las personas geográficamente más cercanas.

Sigamos el ejemplo de este hombre consagrado y ¡cambiemos el rumbo! Es hora de que los pastores encuentren mentores espirituales, aquellos en quienes buscan apoyo y validación. Es hora de que los pastores informen a sus congregaciones quiénes son estas personas y que se acostumbren a interactuar con ellas. Es hora de que los cristianos de todas partes reconozcan la importancia de tener padres espirituales para que puedan descubrir la manera de dar y de recibir el apoyo paternal que tanto necesitan.

Con esta multitud de consejeros todos los cristianos pueden tener una fuente de ayuda cuando deben tomar decisiones importantes o cuando buscan orientación. Luego, una vez que hayan 22

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encontrado a sus padres espirituales, pueden a su vez buscar otras personas de su edad, tal vez un poco más jóvenes, que también estén desesperadas por reafirmarse como personas. De esa manera se establece una cadena en la que mutuamente nos fortalecemos y nos rendimos cuentas, siempre ligada a la unción apostólica de Jesús y de su relación con el Padre: «… para que todos sean uno.

Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» ( Juan 17:21).

El don apostólico trae reafirmación y corrige la primera disfunción de la iglesia, pero hay otra dimensión muy requerida por los líderes espirituales: la profética. La función de este ministerio de cinco vertientes implica confrontación, rendición de cuentas y disciplina. Ese será el segundo punto a tratar cuando consideramos las disfunciones de la iglesia.

Preguntas para la reflexión 1. ¿Qué cambio has observado en la familia norteamericana que pueda haber llevado a esta generación actual de padres ausentes? ¿Has sufrido en tu vida la ausencia de la influencia fuerte y reconfortante de un padre? ¿Cómo te afectó?

2. ¿De qué forma los cristianos que tienen «heridas paternas» a veces las transfieren a sus relaciones en el cuerpo de Cristo?

3. Los creyentes a menudo suponen que sus pastores son personas superiores y que no sufren las mismas secuelas ni pasan por las mismas luchas que los cristianos comunes y corrientes. ¿Por qué eso no es cierto esto? ¿En qué sentido puede ser dañino para los pastores que los miembros de su iglesia piensen de esa manera?

4. ¿Has contado con el beneficio de estar bajo la tutela de un cristiano mayor y más maduro? Si fue así, ¿cómo sirvió esto para moldear tu andar en la vida cristiana? Si no fue así, ¿estarías dispuesto a tener este tipo de relación? Justifica tu respuesta.

5. ¿Has tenido alguna vez el privilegio de ser mentor de una persona? Si fue así, ¿qué desafíos en particular tuviste que 23

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enfrentar? ¿Qué recompensas obtuviste de la relación? Si nunca has tenido la oportunidad de ser mentor de una persona, ¿estarías dispuesto a ser un instrumento en manos de Dios para realizar esta tarea? Justifica tu respuesta.

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