Oh no mi esposo es el pastor

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Clara E. Molina Traducido por

Elizabeth de Mรกrquez

EDITORIAL MUNDO HISPANO


EDITORIAL MUNDO HISPANO

7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, EE. UU. de A. www.EditorialMundoHispano.org

Nuestra pasión: Comunicar el mensaje de Jesucristo y facilitar la formación de discípulos por medios impresos y electrónicos.

¡Oh, no! Mi esposo es el pastor. © Copyright 2010, Editorial Mundo Hispano, 7000 Alabama Street, El Paso, Texas 79904, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción o transmisión total o parcial, por cualquier medio, sin el permiso escrito de los publicadores Publicado originalmente por CrossBooks Publishing bajo el título “The Pastor’s Wife: Missionary to the World: The Do’s and Don’ts of a Pastor’s Wife”. Las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia: Nueva Versión Internacional. Usada con permiso. Editores: Elizabeth Márquez de Cantú, Mario Martínez L. Diseño de la portada: Pablo Ramírez Losada Diseño de páginas: Mario Martínez L. Clasificación Decimal Dewey: 268 Tema: Ministerio pastoral ISBN: 978-0-311-42079-6 EMH Núm. 42079 2 M 8 10

Impreso en Colombia Printed in Colombia


DEDICATORIA Dedico este libro a:

Brett y Lynette Petrie Por su amor, oraciones y generosidad. Y al mĂĄs importante de todos, a mi esposo Bruno por su amor incondicional por mĂ­ y su extraordinario amor por Dios.



Prefacio

CAPÍTULO

CONTENIDO

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1.

¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo! .............................................. 9

3.

¡Oh, no! ¡El pastor de mi iglesia es la cabeza de mi hogar! ...... 37

5.

¡Oh, no! ¡Soy la esposa de un pastor! ....................................... 53

2.

4.

¡Oh, no! ¡El pastor de mi iglesia es mi esposo! ........................ 31

¡Oh, no! ¡Yo administro el hogar de mi pastor! ........................ 45

6.

¡Oh, no! ¿También yo fui llamada? .......................................... 73

8.

¡Oh, no! ¿Vamos a ir al seminario? ......................................... 103

10.

¡Oh, no! ¡No tengo ni una amiga! ........................................... 125

7.

9.

11.

12.

¡Oh, no! ¡Estoy criando a los hijos del pastor! .......................... 83

¡Oh, no! ¡Vamos a empezar una iglesia! ................................. 115

¡Oh, oh! ¡Yo también soy mujer! ............................................ 133

Palabras finales ....................................................................... 147



Prefacio

¡Oh, no! Mi esposo es el pastor es un libro diseñado para beneficio de todas las esposas de ministros y pastores, sin importar su edad, cultura, idioma, educación o denominación cristiana. Este es un libro para ayudarlas a ser mejores misioneras ayudando a sus esposos a edificar una iglesia que glorifique a Dios. Como soy esposa de pastor, compartiré mis experiencias en la iglesia que solo otra esposa de pastor puede entender. Este libro no es un llamado a la perfección, sino un llamado a caminar sobre las aguas por fe. ¿Te estoy pidiendo que... qué? ¿Sobre las aguas? ¡Caminar sobre las aguas! Pero, ¿no solo los perfectos son los que caminan sobre el agua? De ninguna manera. Pedro caminó sobre las aguas y no era perfecto (le cortó la oreja a un soldado, negó al Señor Jesús, etc.). Pudo hacerlo porque estaba centrado en Jesús, pero cuando lo perdió de vista empezó a hundirse. Literalmente nadie puede caminar sobre las aguas (a menos que Dios se lo permita). Yo no puedo hacerlo, ni tú tampoco, pero sí podemos caminar sobre las aguas espirituales si mantenemos nuestra vida centrada en Jesucristo. Este libro está diseñado para ayudar a la esposa de pastor para que abrace ese sagrado llamamiento y honre a Dios obedeciendo su designación al servicio. Esta experiencia no es para todas. Las que sí hemos sido llamadas debemos sentirnos privilegiadas y honradas de que Dios haya elegido siervas indignas y comunes como nosotras para servirle como esposa de pastor. En las siguientes páginas compartiré las cosas que sí debemos y las que no debemos hacer en el ministerio. Las he aprendido de otras esposas de pastor así como de mi experiencia. Algunas de estas fueron lecciones difíciles de aprender y creo que al escribirlas, otras mujeres pueden recibir ayuda y no sentirse desanimadas o confusas si les pasa algo similar. 7


Encontrarás ayuda para atender a tu esposo, hijos, la iglesia y a ti misma. Asimismo, hallarás aliento y ánimo para hacer tu vida como esposa de pastor más fácil, satisfactoria y placentera. Dios llamó a mujeres como tú y como yo, con corazón que ama a las personas, para servirle a él, manteniéndose en el lugar donde se encuentran ahora como esposas de pastor. Dios no comete errores. Si tu corazón anhela servir a Dios, una forma maravillosa de hacerlo es desde tu posición como esposa de pastor.

El deseo de Dios para quienes leen este libro es que procuren la santidad. Tú fuiste apartada entre todas las demás para servir como esposa de pastor. Lo que debes y no debes hacer que menciono en este libro es para que lo analices. Mi anhelo es que vivas las palabras que dijo LeRoy Eims (autor y ex director de ministerio público de los Navegantes): “La santidad no se produce cumpliendo una lista de cosas que debemos hacer o no hacer; viene de la obra sobrenatural de Dios en nuestra vida a medida que le obedecemos”. Obedece a Dios y sométete a su voluntad para ti como esposa de pastor. Ora pidiendo más hambre por la Palabra divina para disfrutar del llamamiento al servicio que Dios te ha hecho. Deseo que en este libro encuentres la ayuda, ánimo y dirección que necesitas para servir mejor como la primera dama de tu hogar y de la iglesia. Bendiciones,

Clara E. Molina Hebreos 11:1

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C

“Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” Génesis 2:24.

uando tu esposo hizo realidad lo que dice Génesis 2:24: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” al decir “sí, acepto”, él te puso como la primera prioridad humana de su vida. Al dar el “sí”, también hiciste una realidad en tu vida el versículo mencionado. Pero las presiones y los negocios de la vida familiar y del ministerio pueden hacer que esa declaración no parezca tan real. Uno de los requisitos que Pablo establece en 1 Timoteo 3:2-7 para el que anhela ser pastor es que debe ser “marido de una sola mujer” y tú eres esa “sola mujer” a que hace referencia el versículo. La “sola mujer” se refiere a ti y no hay nadie aparte de ti. Como esposa necesitas ayudar a tu esposo a que viva feliz, disfrutando de esa “sola mujer” que ¡eres tú! y que Dios le ha dado. Pero puedes echar a perder todo. Por supuesto que él debe mantener una comunión íntima con Dios para ser un buen pastor y marido, porque debe amarte como Cristo amó a la iglesia (Efe. 5:25), pero tú puedes ayudar a tu marido “el pastor” a que sea la clase de esposo que debe ser y que tú quieres tener. 9


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¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

El trabajo de pastor está en la lista de los empleos más demandantes del mundo, y este capítulo (y el resto de este libro) te va a ayudar a hacer que el trabajo de servir a Dios sea más fácil para tu esposo, siendo una buena esposa, siendo de apoyo para él en su ministerio y ayudándole a disminuir el estrés. Las sugerencias que siguen son consejos útiles que te ayudarán a amar a tu esposo y a ser la mejor “sola mujer” que Dios quiere que seas.

Cómo amar a tu marido Busca a Dios antes que cualquier otra cosa: Dios te dará gozo y usará a tu esposo para hacerte feliz. Aparta tiempo para estar a solas con Dios para que él enriquezca tu vida con agua fresca y viva todos los días. Tú no puedes ministrar a tu esposo cuando tu fuente está vacía o no recibe agua fresca, porque aunque no lo creas, el tiempo que pasas con Dios enriquece tu vida y la de tu esposo. ¿Cómo? Tu andar con Dios es un testimonio para tu esposo. Tú le puedes compartir las cosas que el Señor te revela. Si permites que el Señor se comunique contigo diariamente a través de su Palabra para indicarte cuáles son los deseos de su corazón para ti, serás capaz de aconsejar mejor a tu esposo y en una dimensión espiritual cuando él lo necesite. Es vital que entiendas que Dios debe ser el gozo de tu vida y que él te proporciona felicidad usando a otras personas y situaciones de la vida. El gozo del Señor es nuestra fuerza y nuestro refugio, en especial cuando las cosas van mal (lee Neh. 8 y medita en el versículo 10). Dios es el único que nunca cambia ni cambiará debido a las circunstancias. Él es el único a quien podemos acudir precisamente cuando todo lo demás nos falla. Tu esposo te ama con un amor distinto al de Dios. El amor del Señor es perfecto y totalmente incondicional, mientras que el amor y pasión de tu esposo pueden aumentar o disminuir en relación directa con su propio andar con Dios. El gozo que viene de Dios no se puede comparar con la pasión y amor que existen entre un hombre y una mujer. El amor es una decisión, el compromiso es un contrato y el gozo solo puede venir de Dios. He aprendido una de las cosas más importantes de la vida: Mi gozo y felicidad se basan en lo que Dios ha establecido para mi vida, no en lo que otras personas digan. Debido a que he entendido esto, me


¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo!

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puedo concentrar en lo más importante. ¿Y qué es lo más importante? Todo lo que Dios quiere de mi vida; eso es lo que importa.

Ora por tu esposo. Si no lo haces tú, ¿quién lo hará? La oración es el mejor regalo que una mujer puede darle a su esposo. Nadie, ni su madre, puede orar por él desde el punto de vista de su propia esposa. Reconozco que puede ser difícil orar por él cuando las “cosas no están tan bien” entre ustedes, pero es entonces cuando la oración es verdaderamente necesaria. Cuando Satanás trata de frustrar el plan de Dios para tu esposo, necesitas seguir orando por él. La oración puede acercarlos más a los dos. No puedes odiar o despreciar a la persona por quien oras. Recuerda que Jesucristo nos pidió orar aun por nuestros enemigos. Como esposa, a veces una se convierte en perseguidora. Si es tu caso, ¡deja de hacerlo! (Mat. 5:44). Me dirás: “¿Yo, perseguidora?”. Pues sí. Cuando traemos a colación los pecados pasados o los errores que nuestro esposo ha cometido, cuando lo acusamos de cosas que supuestamente hemos perdonado y olvidado, lo estamos persiguiendo. Ora por sus fallas, limitaciones y también por su vida de oración. A veces nos enojamos por cosas que hace nuestro esposo pero que también nosotras hacemos. Por eso es importante analizarnos antes de recriminarle algo. Si no sabes cómo orar por tu esposo, pide al Espíritu Santo que te muestre cómo y te aseguro que él lo hará. Puedes buscar algún libro que te ayude. Orar por tu esposo te ayudará a cambiar tu actitud hacia él y a limpiar tu amargura. Generalmente nos centramos en lo que otros hacen para lastimarnos, pero no en lo que nosotros hacemos para lastimar a otros, y en casi todos los casos eso provoca amargura. Debes orar por tu esposo y por las personas que te hieren, aunque no haya resentimiento o amargura en tu corazón. Charles Ringma escribió lo que sigue en su libro Seize the Day with Dietrich Bonhoeffer (“Aprovecha el día con Dietrich Bonhoeffer” devocional de diciembre 8): “La oración sincera por otra persona hace cambiar mi actitud. Es imposible llevar a alguien amorosamente a la gracia de Dios mientras mantenemos una actitud de amargura o resentimiento hacia esa persona. Mi oración por los demás es una oración por mí mismo, a medida que hago a un lado el resentimiento y busco el perdón y la salud de Dios. La oración cambia las cosas, en especial, al que ora”.


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¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

Asistí a una conferencia para mujeres líderes de la Unión Femenil Misionera y una de las damas de mi grupo asistió a otro taller donde aprendió el lema “¡Ora hasta que algo pase!”. Me gustó mucho y me lo apropié. Yo oraré hasta que algo pase, porque Dios no se cansa de escucharme y me responderá a su tiempo. Mientras intercedemos por nuestro esposo, prácticamente estamos orando e intercediendo por nosotras.

Respeta a tu esposo. Estamos llamadas a respetar a nuestros maridos (Efe. 5:33) y hay muchas formas en que podemos faltarles al respeto. Solo voy a mencionar algunas y después de leerlas seguramente tú encontrarás muchas más:

El síndrome del pedestal. Una de las razones por las que les faltamos al respeto es que a veces ellos no llenan nuestras expectativas y estándares, porque los hemos puesto en un pedestal. Esa expectativa está basada en lo que quisiéramos que fueran ellos, no en lo que son. Tu esposo y el mío deben vivir conforme a las ex- Tu esposo y el mío pectativas y estándares de Dios, no los nuestros. deben vivir conforme Vivir bajo nuestras expectativas es algo imposi- a las expectativas y ble y peligroso. Después de todo, nuestra falta estándares de Dios, de respeto se origina en parte por lo que perci- no los nuestros. bimos como una falla de él. Nuestra frustración con su aparente fracaso por no vivir como queremos o como dicta el mundo puede provocar falta de respeto. ¿Adivina qué? Él es humano. Y solo Dios es digno de ser puesto en un pedestal. Cuando pones a tu esposo en uno de ellos, seguramente caerá y tú junto con él. Cuando pones a Dios en el pedestal, tanto tú como tu esposo pueden caer, pero si es así, Dios los levantará.

El síndrome de “¿podemos hablar?”. La vida privada de tu esposo y sus debilidades personales no deben discutirse en tu grupo de amigas. En cierta ocasión asistí a un retiro de esposas de pastor y la esposa de uno de ellos (que era ya mayor) decidió hacer de su esposo el centro de la conversación. Fue realmente divertido y muchas de las mujeres pasaron un tiempo muy entretenido riéndose de las cosas que ella contó de su marido. Yo también me divertí mucho, hasta que me dí cuenta de que era incorrecto. Empecé a darle gracias a Dios que yo no hice lo mismo


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porque las otras esposas también lo hicieron. Cuando escuché predicar a su esposo, mi mente ya estaba contaminada con las cosas malas que ella había dicho de él y su predicación no me inspiró porque ya estaba prejuiciada. Me prometí a mí misma nunca seguir su ejemplo. Dios quiso que yo aprendiera esa lección para compartirla contigo.

El síndrome del liderazgo. La falta de respeto a veces se debe a que no nos sometemos al liderazgo de nuestro marido. Si piensas que él no es un buen líder, pídele a Dios que lo convierta en uno, pero no trates de tomar el liderazgo tú. Si lo haces, lo avergonzarás y le faltarás al respeto frente a los demás. Los resultados serán que traerás más falta de respeto hacia ti de parte de los que te observaron faltarle al respeto. Puedes hacerle observaciones con amor en privado, pero sin que él sienta que le estás faltando al respeto.

El síndrome de la humillación. Mientras esperas que Dios cambie a tu esposo, asegúrate de no humillarlo deliberadamente. No hay necesidad de avergonzarlo, ponerle apodos, gritarle en público o retirarle tu afecto en privado solo porque no estás de acuerdo o estás enojada con él. Todas esas son señales de falta de respeto. La falta de respeto por medio de la humillación es un asunto grave en nuestra sociedad secular y como cristianas necesitamos asegurarnos de que no llegue a nuestro hogar. Debemos mostrar respeto tanto en público como en privado cuando trabajamos junto a nuestro esposo.

El síndrome de “lo que debes usar”. He visto esposas de pastor vestidas de tal forma que le faltan a Dios mismo, a su esposo (el pastor) y a la congregación completa. La clave es la modestia. Es muy importante estar conscientes de nuestra apariencia. Estamos al servicio de Dios, no de la lascivia masculina. La espalda descubierta, pantalones demasiado ajustados, vestidos tan apretados que difícilmente puedes caminar, blusas transparentes y todo ese tipo de vestimenta es inapropiada para asistir al templo. ¡Tu ombligo nunca debe ser el tópico de conversación en la iglesia! Necesitamos que los hombres de la congregación se concentren en la predicación, no en la figura de la esposa del pastor. Las mujeres de tu iglesia no deben estar preocupadas porque los ojos de sus esposos te miran


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a ti en vez de escuchar la predicación del pastor durante el servicio dominical.

El síndrome de la salutación. Cuida la forma en que saludas a las personas, en especial a los varones. Algunos pueden interpretar mal tu forma de hacerlo, como sucede en algunas culturas. Estudia la cultura en la que te encuentras antes de llegar como esposa de pastor o visitante a una iglesia. Un apretón de manos puede ofender o ser aceptable. Un abrazo o un beso puede ser lo que se espere de ti o ser totalmente ofensivos para otras personas.

No compares a tu esposo con el de otra. Tu marido es único. Y Dios le dio su singularidad para compartirla contigo el resto de tu vida. Dios lo hizo para su honra y gloria y los unió para que juntos lo glorifiquen también. El compararlo con otro hombre te hará infeliz y vivirás descontenta con la provisión de Dios para tu vida. Si le pediste a Dios un marido después de haber recibido a Cristo como tu Salvador y él te concedió tu petición, entonces te dio al compañero que pediste. Si cuando oraste por un esposo se te olvidó pedirle a Dios algunos detalles o requisitos para él, no es culpa del Señor que no hayas pedido específicamente. No compares a tu marido con el vecino, porque nunca le pediste que te diera al vecino. El Señor te dio al hombre con quien te casaste y si necesita algunos cambios y ajustes empieza a orar. Nunca es tarde para pedir por esos cambios. Solo recuerda esto, cuando pediste a Dios un compañero, no anduviste visitando comercios como si fueras a comprar un auto. Tu marido no puede cambiarse por un modelo más reciente cada año. No puedes rentarlo, regresarlo, venderlo o que te lo quiten por falta de pago. No es un motor que puedes reemplazar cuando se desgasta después de cierta cantidad de kilómetros, ni puedes hacer que lo reparen gratis. Va a necesitar mucha, mucha oración y confiar en Dios. Mientras tanto, aprende a usar sabiamente el kilometraje.

Ama a tu esposo. Dios nos ha mandado a amar a nuestros esposos (Tito 2:4). ¡Con todo y sus verrugas! Si te pido que ames a tu esposo me dirás: “¿Qué tipo de petición es esa? Me casé con él porque lo amo”. Bueno, el amor es mucho más que decir “lo amo”. Cuando hablamos de


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amor, la mayoría de nosotras piensa en la descripción de 1 Corintios 13 que habla de la excelencia del amor, pero muy pocas pensamos en el amor como está definido en 1 Juan 4:7-21 en donde el amor se centra en Dios, quien envió a Jesús a morir por nosotras. Si buscamos en el diccionario la palabra “esposo”, hallaremos una descripción muy interesante. La palabra esposo denota a un “hombre casado, administrador o mayordomo de una casa, prudente y ahorrativo”. La palabra “esposo” no incluye la connotación de amor hasta que se le usa como adjetivo (Philandros —cuyo significado principal es amar a un hombre), como en Tito 2:4, donde se instruye a las esposas a amar a sus maridos. Muchas mujeres tienen un esposo como el que acabo de describir, pero en Cristo tenemos un compañero, aliado, amante, amigo y pareja de ministerio. Tu esposo es un don especial que Dios te dio. Cuando Dios creó a Adán lo colocó entre animales y criaturas a su alrededor, pero estaba solo. “Luego Dios el SEÑOR dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada» (Gén. 2:18). Dios esperó hasta que Adán necesitara realmente a su ayuda idónea. Adán no pudo encontrar alguien de su clase. Entonces Dios hizo para él una obra de arte llamada Eva. Para tu esposo, esa obra maestra eres tú. Cuando Dios creó a tu marido ya había pensado en ti para él. No es fácil amar a alguien (1 Cor. 13:1-13). Por lo general, el amor requiere de un ingrediente vital: morir al yo. Ámalo, muéstrale tu amor con acciones, porque estas hablan más fuerte que las palabras, y lo que es más importante, dile que lo amas tantas veces Muéstrale tu amor con como te sea posible. Un esposo debe experi- acciones, porque estas mentar el amor real en su matrimonio. Hazte hablan más fuerte que la pregunta: ¿le expreso amor a mi esposo? las palabras.

Estudia el mundo en que se desenvuelve tu esposo. Algunas esposas no tomamos tiempo para investigar todo lo que rodea a nuestro esposo. En otras palabras, una manera de amarlo es saber qué le gusta, qué disfruta y qué piensa. Por ejemplo: Solía ver un partido de fútbol de vez en cuando. ¡Luego me casé! Entonces aprendí a ver y entender el fútbol, baloncesto, golf y otros deportes, porque quería ser parte del mundo de mi esposo. Desde que nos casamos he ofrecido infinidad de fiestas anuales para ver el Super Tazón para que mi esposo pueda traer a casa a sus


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amigos. En esas fiestas he conocido a sus amigos y he disfrutado de la compañía de sus esposas. Todo ello se ha convertido en un evento de ministerio. Mi esposo también descubrió el golf y ese deporte se ha convertido en todo un evento en nuestro hogar. A él le gusta y disfruta mucho jugarlo. Me gusta que mi esposo juegue golf porque cuando está bajo presión, estrés, o quiere apartarse un poco del mundo, va a jugar golf y regresa más humano. Deja todas sus frustraciones en el campo de golf y disfruta del juego. Es más, yo le regalé su primer juego de palos de golf. Esa fue una buena inversión. Investiga cuáles son sus comidas favoritas y prepáralas. Esto no requiere de mucho tiempo. Puedes hacer tu Investiga cuáles son orgullo a un lado y preguntar a tu suegra cómo sus comidas favoritas hacer la comida favorita de tu esposo (quizá y prepáralas. termines mejorando la forma en que cocinas). Investiga cuál es su pasatiempo favorito, su autor y las películas que más le gustan. Pregúntale en qué lugares del mundo ha estado y cuáles le gustaría visitar. Trata de disfrutar junto con él esas cosas. Pregúntale sobre su pasado porque por lo general eso te hace conocerlo más. Guardo el álbum de fotografías de mi esposo de cuando era soltero (fue una verdadera experiencia de aprendizaje) en el cual aún tiene fotografías de sus ex novias. Recuerdo cuando encontré algo que parecía un poema que alguien le había escrito en alemán. Tenía una amiga alemana a quien le pedí me tradujera lo que decía para que mi esposo supiera su contenido. No me sentí celosa por su pasado porque precisamente eso es, su pasado.

Nunca te quejes con tu esposo. Salomón tomó el tiempo necesario (por dirección divina) para hablarnos de las quejas. Salomón dijo: “Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera” (Prov. 21:9). Él también dijo: “Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio” (Prov. 21:19). Nos dio una descripción vívida de lo que se siente ser objeto de las quejas cuando dijo: “El hijo necio es la ruina del padre; la mujer pendenciera es gotera constante” (Prov. 19:13).


¡Oh, no! ¡El pastor es mi esposo!

Considera el grado de descontento que producen las quejas:

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“Los techos de las casas en el tiempo del Antiguo Testamento estaban abiertos como patios (cf. Deut. 22:8; 1 Sam. 9:25; 2 Rey. 4:10), así que era muy incómodo vivir en un lugar pequeño o en la esquina de un techo plano. Una mujer obstinada y peleonera es literalmente como una gotera continua de la que uno debe huir para no volverse loco” (John MacArthur).

Si en aquel entonces alguien vivía en el techo, significaba que estaba solitario, separado y lejos del resto de la familia. Por eso solían construir el cuarto de huéspedes en los techos. La sunamita decidió ser hospitalaria con Elías y construyó un cuarto para él (2 Rey. 4:10). También usaban los techos para manifestar luto (Isa. 15:3, Jer. 48:38).

Otra versión de la Biblia traduce a la mujer contenciosa como la “mujer pendenciera” y a la fastidiosa como “esposa rencillosa”. ¿Te gustaría que te consideraran una “gotera continua”? ¿Alguna vez has llamado al plomero para que arregle una gotera que te estaba volviendo loca? ¡Qué horror! Las quejas son la raíz de muchos males en el hogar. Si quieres perjudicar el afecto de tu marido y su deseo de estar contigo, o si quieres que él ponga sus ojos en otro lugar y te ignore, o si quieres que sus amigos disfruten más tiempo de su compañía que tú, entonces comienza a quejarte hoy. Recuerdo que antes de casarnos mi esposo me rogó que no hiciera una cosa. Me dijo: “Mi Preferiría que me abuela y mi mamá solían quejarse todo el golpearas en la cabeza tiempo. Tengo tolerancia cero con las que- con un palo a que te jas. Preferiría que me golpearas en la cabeza estuvieras quejando. con un palo de béisbol a que te estuvieras quejando. Si me dices las cosas una sola vez y te digo que escuché lo que dijiste, es suficiente. No me lo repitas una y otra vez, porque si lo haces, querré estar lo más lejos posible de ti”. ¡Qué tremendo! Antes de terminar el tema de las quejas quiero decirte cómo las ve el mundo. Si somos quejumbrosas, estamos regañando y atormentando a las personas. Eso se convierte en una fuente continua de ansiedad y molestia. ¿Es eso lo que quieres que tu esposo piense de ti? ¿Es esa la forma en que prometiste que vivirías con él “hasta que la muerte los separe”?


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¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

Desea a tu esposo y sé romántica con él. Es triste, pero casi todo lo que hay en este mundo está relacionado con el pecado. Cuando Dios creó a Adán y a Eva ellos decidieron pecar (Gén. 3:1-7). Y puesto que Dios es justo, tenía que hacer algo al respecto. Aunque él amaba a Adán y a Eva, y en su gracia no quería que vivieran separados de él por la eternidad, tenían que sufrir las consecuencias En el caso de Eva, de su pecado. No hay pecado que no tenga con- su pecado trajo secuencias. En el caso de Eva, su pecado trajo consecuencias que consecuencias que afectan a todas las mujeres afectan a todas las hasta el día de hoy. ¿Qué tiene esto que ver con mujeres hasta hoy. el amor y el romanticismo? Bueno, Génesis 3:16 dice: “A la mujer le dijo: «Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con dolor. Desearás a tu marido, y él te dominará»”. Creo que esta parte de la disciplina de Dios para Eva afecta nuestra relación de amor y romance con nuestros esposos. Dios decidió que Eva debía obedecerlo a él y también a Adán. Recuerda que desear a tu esposo no es una maldición, sino una bendición. Ese deseo va más allá de la relación sexual, es parte de nuestra amistad y compañerismo mutuos.

En primer lugar, Dios no maldijo a Eva. Le dio un nuevo arreglo de vida como consecuencia de su pecado y le dio una nueva perspectiva. Piensa en esto: Dios no maldijo al rey David o a Salomón cuando pecaron y desobedecieron. Sí hubo consecuencias. El rey David pecó porque cometió adulterio y tuvo que sufrir las consecuencias de su pecado a través de sus hijos (2 Sam. 11:1-27, 13:24-39, 15:1-15; 18:14; 1 Reyes 19:27). Y habiendo sido Salomón el hombre más sabio del mundo, pecó con su idolatría y sufrió cuando perdió la mayoría de su reino entre otras cosas (1 Rey. 11:1-43). Si lees Génesis 3 con cuidado, podrás ver que Dios usó la palabra “maldito” cuando maldijo a la serpiente por su engaño y cuando maldijo a la tierra por el pecado de Adán. En ningún momento maldijo a Adán o a Eva. En segundo lugar, Dios no creó los dolores del parto; lo que hizo fue multiplicarlos en gran manera. Los dolores ya eran parte de dar a luz. Esos dolores deben recordarnos que debemos alejarnos del pecado


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y enseñar a nuestros hijos (que ya traen una naturaleza pecaminosa) a apartarse de él. No importa cuán solas estemos al momento de pecar, nunca pecamos a solas. Tus pecados siempre hallarán la manera de salir a luz. El pensamiento de pecar proviene de las tentaciones de Satanás y de nuestra naturaleza pecaminosa.

En tercer lugar, en ese mismo versículo Dios estableció una jerarquía en el hogar: la mujer debe someterse al liderazgo de su esposo.

Ahora que lo hemos entendido bien, podemos retomar el tema del amor respecto a “...desearás a tu marido”. ¿Alguna vez has extrañado a tu esposo sexualmente? Así debería ser. ¿Te encuentras atraída sexualmente hacia tu esposo y a nadie más? Deberías estarlo. ¿Podrías explicar por qué deseas a tu esposo sin importar lo que haga? Bueno, pues el versículo que estamos estudiando tiene la respuesta. Dios decidió que tú desearas a tu esposo sin importar lo demás. Podemos enojarnos, llorar, gritar (o quizá no), hacer las paces con él y luego ir a la cama con él y todo queda atrás. Estamos programadas naturalmente para desear a nuestros esposos, pero como dije antes, ese deseo no se limita a lo sexual. En una relación matrimonial saludable, las mujeres extrañamos la compañía de nuestro esposo cuando está lejos. Deseamos hablar con él para compartir nuestros pensamientos, invertir tiempo para estar juntos y escucharlo compartir sus pensamientos más íntimos. Tenemos la necesidad de compartir con él todo lo que somos, sentirnos amadas y comprendidas por él, porque estamos unidas mental y físicamente a él. Además, en una relación matrimonial piadosa deseamos seguir el liderazgo espiritual de nuestro esposo. Eso es normal, chicas. Antes de que se me olvide quiero contarte que cuando hablamos del deseo sexual es importante recordar que debemos honrar nuestra relación con nuestro esposo en la alcoba. Por favor recuerda que lo que sucede en la cama es privado y muy personal. Lo que hagas en la cama con él es asunto tuyo. La privacidad de tu vida conyugal te pertenece a ti y a tu esposo; nadie necesita enterarse de ello (excepto cuando necesiten ayuda profesional: busquen ayuda si hay alguna disfuncionalidad en su lecho conyugal que provoque dolor físico o emocional). Mantén tu recámara limpia, linda y acogedora, porque es tu


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santuario privado con tu esposo. Y lo más importante es que te mantengas atractiva para tu esposo sin importar tu edad. Mi esposo siempre dice: “Solo porque hay nieve en el techo no significa que no habrá fuego en la chimenea”.

¿Sufres porque practicas el SDS? El SDS es una práctica que puede arruinar tu matrimonio. El SDS (Sistema de dormir en el sofá) no es amor incondicional; es amor que se basa en las circunstancias o los hechos. Mandar a tu esposo a dormir al sofá denota falta de amor incondicional y una señal de rechazo. Puedo decir abiertamente que jamás he practicado ese sistema en nuestro hogar. Si compartes la cama con él aún cuando estás enojada, le expresas amor incondicional y compromiso. No dije tener relaciones sexuales cuando estás enojada. Algunas veces la cercanía entre los dos soluciona los problemas en vez de empeorarlos. Las señales de un corazón perdonador son la humildad, amor, compasión, perdón, aceptación, dedicación y compromiso. Antes de casarnos, mi esposo y yo nos hicimos la promesa de que siempre nos perdonaríamos sin importar lo que hiciéramos para lastimar nuestro matrimonio. ¡Dios nos ha probado en esa área!

No uses el sexo como arma para desquitarte de tu esposo o para premiarlo. Tu cuerpo le pertenece a él y el suyo a ti. 1 Corintios 7:4, 5 dice: “La mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa. No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tarden en volver a unirse nuevamente; de lo contrario, pueden caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio”. El sexo es un regalo de Dios para que lo disfrutemos y para que perpetuemos la raza humana. No se debe usar para El sexo es un regalo manipular. El deleite sexual es parte de amar a tu de Dios para que lo esposo. La Biblia dice que debes enfocarte en disfrutemos y para agradar a tu esposo. Aun el apóstol Pablo sabía que perpetuemos que si la mujer era casada, su vida involucraba la raza humana. amar a Dios y a su marido (1 Cor. 7:32-34). Esto No se debe usar para manipular. no significa que la mujer casada ame menos al


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Señor. Creo que la casada ama, confía y obedece más a Dios que la soltera, porque tiene una mayor responsabilidad en su vida diaria. Cuando las cosas van mal ora, clama a Dios, ayuna, busca al Espíritu de Dios y recuerda que necesitamos ser imitadoras de Jesús. Él nunca cambia. Su amor por nosotras es eterno y le costó la muerte en la cruz. “¡Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos!” (Heb. 13:8).

Permite que tu esposo tenga tiempo a solas para relajarse. Yo no entendía esto cuando nos casamos y me tomó algún tiempo comprenderlo. Cuando mi esposo llegaba a casa del trabajo quería pasar unos minutos viendo la televisión sin hacer nada. En cambio, yo regresaba a casa como el conejito de las pilas Energizer y quería que él hiciera lo mismo. Me podía relajar hasta después de hacer los quehaceres del hogar, cuando los niños ya estaban dormidos y yo quería que él fuera como yo. Aprendí que cuando le doy el espacio que necesita al llegar a casa es un mejor padre, esposo y compañero. Si no le doy oportunidad de relajarse esos minutos, está de mal humor el resto de la noche sin poder relajarse. Él me pidió esos minutos y aunque no lo entendía por completo, era algo que para él era importante. Con el tiempo he ido Los hombres que madurando y ahora entiendo que los hombres que aman su hogar, lo aman su hogar lo convierten en su refugio, en el convierten en su lugar donde se pueden relajar, donde pueden ser refugio. ellos mismos, donde se sienten respetados y el lugar donde sus necesidades son totalmente satisfechas. Aprendí que cuando llega a casa (excepto durante emergencias, claro está), después de darme un beso a mí y a los niños, necesito darle su espacio y mantener a los niños ocupados para que él pueda relajarse.

Sirve a tu esposo como al Señor. Hay ocasiones en las que no queremos servirnos ni a nosotras mismas. Y también las hay en que no queremos servir a nuestros esposos en cosas como lavar o cocinar por falta de contentamiento, amor y comprensión. Esto podría ser porque no somos su mamá o simplemente porque sabemos que ellos pueden hacerlo por sí mismos y no queremos que nos traten “como a su sirvienta”. Debemos servirlos y amarlos sin importar nuestros sentimientos. Un día me encontraba realmente enojada, no con mi esposo sino por algo que


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¡Oh, no! Mi esposo es el pastor

hizo (hay una gran diferencia entre los dos motivos). Él tenía que salir corriendo a la iglesia y me pidió que le planchara una camisa (él sabe planchar muy bien) y lo hice. Mientras lo hacía, mi hermana menor me llamó y me preguntó: “¿Qué estás haciendo?”. Le respondí: “planchando una camisa para Jesús”. Empezó a reírse y me pidió que le explicara lo que quería decir. Le dije que en realidad no quería plancharla y tuve que hacerlo como para Jesús para hacerlo con buena actitud. Cuando tu corazón no quiere servir, de todos modos sirve; y cuando lo hagas, Dios te bendecirá pues él cambiará tu corazón. En ocasiones el servicio no significa que tengamos que hacer algo físicaSiempre recuerda que mente. Puedes servir si escuchas, eres padebes servirlo como él ciente con él, le ofreces dirección y ánimo. necesita que lo sirvas, Siempre recuerda que debes servirlo como él ¡no como tú quieres necesita que lo sirvas, ¡no como tú quieres servirlo! servirlo!

Escoge el mejor momento para platicar con tu esposo acerca de temas importantes. En ocasiones es difícil escoger el mejor momento, sin interrupciones, y con la mejor actitud para hablar con tu esposo acerca de lo importante. Por ejemplo, he aprendido a no hablar con mi esposo cuando está viendo la televisión o cuando trata de relajarse, porque le provoco estrés y quizá solamente recordará el cinco por ciento o menos de lo que le dije. He aprendido y sigo aprendiendo a decir las cosas al grano y lo que quiero que sepa (me gusta dar muchos detalles cuando hablo). Decidí también que no es buena idea darle malas noticias antes de ir a predicar. Siempre oro por él antes de su predicación, pero si le doy malas noticias acerca del dinero, la muerte de alguien, lo que hizo hace dos semanas que me molestó u otros problemas, puedo destruir la efectividad de mis oraciones a favor de él y quitarle la concentración antes de pararse ante la congregación. Podemos ser indiscretas o hablar en un mal momento. A veces necesitamos esperar el tiempo justo, el lugar adecuado, usar las palabras correctas y recordar que no se trata de mí, sino de lo que es importante. Eso es servir a mi esposo. Cuando oras y eliges el momento adecuado para hablar con él, puedes hacerte la pregunta: “¿Qué saco yo de esto?” y “¿por qué es tan importante hablar en el momento adecuado?”.


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