Antes del siglo dieciocho, era incuestionable que el universo y el tiempo empezaron cuando Dios los creó. A partir del siglo dieciocho y hasta la mitad del veinte, estuvo en vigor un encarnizado debate entre creacionistas y evolucionistas. En los cincuenta se suponía que la controversia sobre el origen de la vida había quedado resuelta por la evidencia científicamente incontestable de la evolución. Y a finales del siglo XX, el debate entre creacionismo y darwinismo se daba por cerrado con un triunfo por goleada del naturalista inglés