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©2010 Editorial Peniel Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en ninguna forma sin el permiso escrito de Editorial Peniel. Las citas bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, a menos que se indique lo contrario. © Sociedad Bíblica Internacional.
Editorial Peniel Boedo 25 Buenos Aires, C1206AAA Argentina Tel. 54-11 4981-6178 / 6034 e-mail: info@peniel.com www.peniel.com
Diseño de cubierta e interior: Arte Peniel • arte@peniel.com
Publicado originalmente en inglés con el título: God’s Big Idea by Destiny Image, Shippensburg, PA, USA and Diplomat Press, Nassau, Bahamas Copyright © 2008 – Myles Munroe All rights reserved.
Munroe, Myles La gran idea de Dios. - 1a ed. - Buenos Aires : Peniel, 2010. 208 p. ; 23x15 cm. Traducido por: Mónica Ruiz ISBN 10: 987-557-277-2 ISBN 13: 978-987-557-277-5 1. Vida Cristiana. I. Ruiz, Mónica, trad. II. Título CDD 248.5
Impreso en Colombia / Printed in Colombia
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Índice
Dedicatoria
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Agradecimientos
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Respaldo al autor
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Prefacio
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Introducción
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Capítulo 1 El jardín del Edén: el reino de Dios en la Tierra
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Capítulo 2 El poder detrás del “Principio del Jardín”
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Capítulo 3 El cielo y la Tierra: un enfrentamiento de culturas antagónicas 61 Capítulo 4 El Jardinero Principal: la clave para lograr un jardín próspero
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C apítulo 5 ¿Quién cuida de tu jardín?
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C apítulo 6 Comprende la influencia del jardín
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Capítulo 7 Creación de la cultura del reino
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Capítulo 8 Creación de una comunidad del reino
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Capítulo 9 Cautivemos la atención del mundo
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Capítulo 10 Vivir en dos mundos, dentro de la misma Tierra
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Prefacio
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l mundo está gobernado por hombres y mujeres muertos. Esta afirmación puede sorprenderte, pero luego de meditar sobre ella, es muy probable que estés de acuerdo, cuando comiences a considerar el hecho de que todas las ideologías utilizadas como fundamento de los gobiernos, religiones e instituciones, ya sean civiles o sociales, se construyen sobre la base de ideas de personas que ya no se encuentran en este mundo. El imperialismo, la monarquía, el socialismo, el comunismo, la democracia y la dictadura han nacido a partir de ideas cultivadas, gestadas y desarrolladas por hombres quienes, aunque hace tiempo que han muerto, están presentes mediante la aplicación de estas ideas en nuestras sociedades modernas. Este libro analiza el poder irrefrenable de las ideas. Nuestro planeta gira a partir del poder de las ideas, las cuales crean las condiciones existentes en la Tierra. Considera lo siguiente: cada gobierno, en cada nación, se guía, se ajusta y se amolda a partir de ideas diversas. La legislación de cada país es el resultado de ideas concebidas en el seno de esa sociedad, y las pautas sociales y culturales son, además, el producto de ideas que las sociedades han considerado como aceptables, de manera que se manifiestan, más tarde, en una conducta social determinada. Este libro describe una idea que fue introducida en el Tierra por su Creador, aunque poco después del comienzo de la travesía de los seres humanos en la Tierra, esta idea no pudo ponerse en práctica, la cual, sin embargo, ha sido el objeto de búsqueda del hombre. Esta idea se originó en la mente y en el corazón de Dios, y fue la motivación y el propósito de la creación del universo y de la raza humana. En este libro nos referimos a esta idea como “La gran idea”, e intentamos demostrar que es superior a toda la sabiduría colectiva y a todas las ideas que han nacido del intelecto humano en su conjunto. Asimismo, supera ampliamente todos los conceptos filosóficos de la
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historia y, además, reemplaza a las instituciones que gobiernan a la humanidad, desde la primera comunidad. Pero esta “gran idea” no es nueva. Ha sido imitada, ocultada, desaprovechada e interpretada erróneamente por la humanidad a lo largo de la historia; y, sin embargo, parece evadir a los más sabios y entendidos. La búsqueda de esta “gran idea”, es la que, a lo largo de la historia, ha producido la totalidad de las ideologías que hemos aceptado; también ha producido las condiciones para el nacimiento de todas las religiones en la faz de la Tierra, a las cuales los seres humanos aceptan y siguen. Esta gran idea es la única respuesta al anhelo profundo en el corazón de cada persona, la cual satisface el vacío eterno en el espíritu de la humanidad. ¿En qué consiste esta “gran idea”? Esta ideología ha servido como la base para el primer gobierno en la Tierra. Es la aspiración divina, la visión celestial, el propósito eterno del Creador para su creación, en su conjunto, y para la humanidad en este planeta. La gran idea es el programa de gobierno supremo para seres humanos, el cual satisface todas las necesidades fundamentales de las personas y genera una cultura tan perfecta que cubre y satisface todas las aspiraciones nobles de cada comunidad, entre las que podemos encontrar la igualdad, la justicia, la paz, el amor, la unidad y el respeto hacia la dignidad humana; además, incluye la valoración de la vida y la integración, tanto personal como comunitaria. Por otra parte, esta idea es superior a todas las aspiraciones humanas conocidas, dentro de las cuales podemos encontrar el sistema democrático, el régimen socialista, el sistema comunista, las prácticas imperialistas; y las distintas clases de dictadura; así como también, a la totalidad de las religiones del planeta. Anhelo fervientemente que este libro revele la belleza de esta gran idea, la cual puede brindar las soluciones para los conflictos y problemas que padecemos aquí, en la Tierra, entre los que podemos mencionar la guerra, el terrorismo, el delito, el sida, el abuso sexual infantil, la destrucción ambiental, los conflictos culturales, la pobreza, la opresión, la limpieza étnica, la
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Prefacio
crisis económica, la desintegración familiar, la corrupción política y religiosa, la violencia social y la cultura del miedo. Este libro es el resultado de mi búsqueda personal de significado, de razón, de esperanza y de comprensión profunda de la vida. He intentado proveer una solución a las inconsistencias, fracasos y decepciones del intento, por parte del ser humano, de gobernarse a sí mismo y de prometer doctrinas o sistemas optimistas, aunque irrealizables. He sentido la misma angustia y desilusión ante las promesas de las religiones, cuyos defectos han quedado plasmados en la historia mundial. Además, las consecuencias nefastas de la religión son innegables, cuando observamos la extorsión de recursos económicos y naturales, el tráfico de armas en tiempos de guerra, las cruzadas devastadoras, la inquisición, la opresión, la prescripción del tráfico de esclavos, la corrupción y, más recientemente, la religión como motivadora del terrorismo y de la destrucción de vidas inocentes. Mi esperanza en la ciencia y en la educación se destruyó por completo, cuando comprobé que quienes abusan del poder, sin conciencia alguna, utilizan el avance del conocimiento y de la tecnología con fines inmorales. Como millones de personas, busqué en mi interior las respuestas que no se hallan disponibles dentro de las estructuras o de las instituciones creadas por nuestras sociedades. Como resultado, esta búsqueda me condujo hacia un Hombre que ha sido interpretado erróneamente, un joven filósofo judío que anunciaba una nueva idea, la cual era muy poco ortodoxa, desconocida, y aún no probada; y quien, además, desafió todas las ideas que la humanidad alguna vez ha concebido. Esta idea única estaba destinada a suplir todas las necesidades, aspiraciones, preguntas y anhelos de la experiencia humana, mientras que ponía, al mismo tiempo, al descubierto, no solo todos los defectos y debilidades; sino también, la irracionalidad e inferioridad de nuestros conceptos. Su idea inigualable era tan perfecta, que abarcaba el conjunto de experiencias de la vida personal y nacional, y posibilitaba la plenitud de la raza humana en su conjunto, así como también la regeneración de la creación.
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Esta idea no es una filosofía metafísica, confusa, impráctica o cósmica, cuya efectividad podría demostrarse solamente en otro mundo, reservada para la vida en el “más allá”. En lugar de ello, es una ideología práctica, sensata y accesible para todos los habitantes de nuestro planeta, aunque se haya gestado en otro reino. Puede funcionar perfectamente dentro de los gobiernos nacionales, las empresas, la vida cívica, las comunidades y las familias. Está destinada a los niños, a los adultos, a los ricos y a los pobres, así como también, a todas las escalas sociales y generacionales. Creo profundamente en esta “gran idea”, y puedo confirmar su existencia en mi propia experiencia, ya que he dedicado mi vida entera a transmitirla, enseñarla y darla a conocer a todas las personas a las que tengo la oportunidad de conocer. Por otra parte, esta idea no consiste en un dogma o posición de naturaleza religiosa limitada, la cual nos aísla del resto de la humanidad. Por el contrario, esta idea perfecta y única invalida toda posición religiosa institucional y se opone abiertamente a todo límite ideológico del resto de las filosofías e ideologías que los seres humanos hemos creado. Esta gran idea es tan eficaz, que confronta a todos los argumentos conocidos; además, nos conduce hacia la búsqueda de una mejor calidad de vida para la humanidad. ¿Qué es esta gran idea? Es el anhelo de la colonización de la Tierra, por parte del reino celestial, el cual impacta notoriamente en el territorio de este planeta con la cultura del amor de Dios hacia la Tierra, y genera, además, una colonia de ciudadanos que reflejan la naturaleza, los valores, la moral y el estilo de vida del cielo en la Tierra. No es una idea religiosa, sino una invasión, a nivel global, de amor, gozo, paz, bondad, afabilidad, paciencia y justicia, bajo la influencia del gobernador celestial, el Espíritu de Dios. Esta idea sostiene que la humanidad puede restaurarse para recuperar la pasión original, el propósito y el plan del Creador, que consiste en extender su reino celestial, el país divino en la Tierra como colonia del cielo y, mediante la humanidad, llenarla con su naturaleza divina puesta de manifiesto en la conducta de los seres humanos. Esta idea
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Prefacio
no tiene relación alguna con la religión, sino que es la manifestación del gobierno de un reino superior. ¡Qué idea tan maravillosa! Es la gran idea de Dios. Únete a mí, a medida que descubrimos esta idea suprema, la cual no pudo realizarse completamente en la Tierra, y entérate de la razón por la cual no podía surgir desde aquí, sino que debía introducirse en este planeta a través del Rey y Soberano más bondadoso, cuya nación pertenece a otro mundo.
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Introducción
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a muerte nunca puede acabar con una idea. Las ideas son más poderosas que la muerte, y como lo ha demostrado la historia, las ideas no pueden ser destruidas. Las ideas viven por más tiempo que los seres humanos y no existe ser humano capaz de destruirlas. Efectivamente, las ideas producen el todo, porque el “todo” comienza por una idea y es el producto final de la concepción de esta idea específica. Este libro es el resultado de una idea, y el papel con el que está impreso fue, en algún momento, una idea. Los zapatos que usas, las prendas que vistes, la taza de la cual bebes y la cuchara que utilizas eran ideas que fueron plasmadas, más tarde, mediante el esfuerzo humano. En efecto, cualquier intento por acabar con una idea, solo contribuye a que se afiance y multiplique. Todas aquellas ideas, que han sido reprimidas o que parecen haber desaparecido en el lapso de una generación, se abrirán paso en la siguiente y dejarán su profundo impacto en futuras generaciones. ¡La batalla más difícil consiste en luchar en contra de una idea! En términos filosóficos, las ideas nunca pueden ser destruidas por armas tangibles, ya sean, espadas, tanques, armas nucleares, biológicas o químicas. ¿Por qué? Porque se gestan en un lugar a donde ninguna arma forjada puede llegar: la mente. Si acabas con la vida de un hombre, no destruyes sus ideas, ya que pueden transmitirse y vivir generación tras generación. Esta es la razón por la cual todas las ideologías perduran, no importa tu opinión acerca de ellas. El imperialismo, el comunismo, el socialismo, la democracia, la dictadura y la monarquía representan ideas que ningún arma puede destruir, aunque las personas que las concibieron hayan muerto hace mucho tiempo. Por este motivo, es tan difícil reaccionar ante el fantasma del terrorismo, ya que es una idea que ha sido transmitida en persona, por terroristas hacia la comunidad de la
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cual forman parte; luego esta idea se vende, se trafica y se transmite a las mentes de otras personas para convertirse, finalmente, en la base y doctrina filosófica de la conducta destructiva, la cual se ha convertido en el desafío más importante para el siglo XXI. ¿Cómo combatir al terrorismo? ¿Acaso puede una bala destruir una idea? ¿Se extingue el terrorismo cuando un terrorista muere? ¿Cómo ganar una guerra contra una idea? Creo profundamente que la única manera de derrotar a una idea perversa consiste en concebir una idea mejor, porque las ideas solo se destruyen con otras ideas. Creo firmemente que la batalla en la Tierra es una batalla de ideas, y siempre ha sido de este modo. A lo largo de la historia la humanidad siempre ha estado en conflicto a causa de las ideas. La guerra fría fue el resultado del enfrentamiento de ideas opuestas. La Segunda Guerra Mundial también lo fue. Asimismo, la Guerra de Corea tuvo, como causa principal, el conflicto de ideas antagónicas. El fenómeno del apartheid tiene, como fundamento, la idea de exclusión a los otros, y es, básicamente, un conflicto de ideas acerca de los conceptos de raza, origen étnico y valorización del ser humano. Las tensiones entre China y las culturas occidentales se debieron al choque de ideas opuestas. Estos eventos y cuestiones históricos fueron, en su totalidad, guerras de naturaleza ideológica. Tal vez en este momento, y ya que hemos explicado los efectos de las ideas, sería útil definir el concepto de “idea”. A fin de comprender lo que significa una idea, es necesario comenzar con lo que llamamos “precepto”. El término “precepto” lleva, en sí mismo una construcción morfológica que incorpora el prefijo “pre”, el cual significa “antes”, y la palabra raíz, “cepto”, que implica “pensamiento”. Por lo tanto, este término tiene el significado de “pensamiento anterior”, en otras palabras, un pensamiento “que ocurrió con anterioridad”. En esencia, un precepto es un “pensamiento original” que da origen a una idea. Cuando se concibe un precepto, se lo llama “idea”. Por consiguiente, una idea es un “pensamiento concebido”, el cual se convierte en el origen de un concepto y luego evoluciona, hasta convertirse en una imagen mental, la cual da por resultado final un producto concreto. De
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Introducción
esta manera, una idea puede ser, y así sucede generalmente, la fuente para el acto creativo. La creación es la manifestación física de esta idea. Un pensamiento-idea puede evolucionar en una teoría y luego convertirse en una filosofía. En esta etapa final, cuando la idea se convierte en una doctrina filosófica determinada, se forma un sistema de creencias, la cual se transforma en el motivador de toda conducta y de toda respuesta hacia la vida y el entorno. Las creencias son, pues, el matiz mediante el cual concebimos e interpretamos la vida. Básicamente, las ideas son el origen de la filosofía que se convierte en nuestro modo de pensar, en nuestra concepción de la verdad y en nuestro sistema de creencias, ya que reflejan, posteriormente, nuestro estilo de vida y nuestro condicionamiento mental. Nada es tan poderoso como un sistema filosófico, cuya base son los preceptos; a su vez, los preceptos consisten en las ideas que concebimos y aceptamos. Los pensamientos controlan el mundo, y nosotros nos convertimos en aquello que nuestros pensamientos nos imponen. Esta es la premisa sobre la cual el rey Salomón, hace más de tres mil años, afirmó esta verdad: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7, RVR60). No puedes vivir ajeno a tu filosofía y a tu sistema de creencias. Solamente podrás cambiar tu forma de vivir cuando tu filosofía cambie, y esta no cambiará, hasta que no transformes tus ideas.
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Capítulo 1
El jardín del Edén: el reino de Dios en la Tierra
A
donde quiera que vaya, descubro que un creciente número de personas, alrededor del mundo, están hastiadas de la religión. Hace poco tiempo fui invitado como disertante en una conferencia “espiritual”, realizada en la ciudad de México. Realmente, era un encuentro ecuménico de gran magnitud, al cual estaban invitados conferencistas destacados, entre los que se hallaban un líder perteneciente a la religión Sikh, de la India, uno de los principales imanes1 del Islam, y el Dalai Lama, en persona, quien hablaba antes de mí en el cronograma. Además, el arzobispo católico de México se encontraba presente; así como también el arzobispo anglicano de Canterbury de Inglaterra. Yo era el único “evangélico” dentro de la lista de oradores. Cuando llegamos a la ciudad de México, tanto mi esposa como yo teníamos dudas en cuanto a la manera en que nos recibirían. No debimos habernos preocupado. Aquellas personas, todas de diferentes credos, nos dieron una calurosa bienvenida, con un fuerte abrazo y con palabras alentadoras. En efecto, la coordinadora general me alentó de la siguiente manera: –Hemos oído hablar muy bien de usted. Siéntase libre de decir todo lo que desee. Exprésese sin limitaciones. Yo era el último orador de todo el cronograma, y debía comenzar cerca de las 15:00. Todos los demás oradores ya habían disertado, 1.
N d. T: El imán es la persona encargada de presidir la oración canónica
musulmana, quien se ubica adelante de los fieles para que estos sigan en sus rezos y movimientos.
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ante una audiencia de muy pocas personas. No conozco qué se dijo acerca de mí, pero cuando llegó mi turno de hablar, la conferencia se llenó de oyentes. Delante de mí, en la primera fila con mi esposa, se encontraban los líderes budistas, hindúes y musulmanes, todos ellos engalanados con sus finos atuendos. Mientras observaba la multitud, le pedí en silencio a Dios: “Señor, ¡ten misericordia!”; luego sentí un gran fervor. Me despojé del miedo, me paré en medio de la plataforma en el poder del Espíritu Santo, y dije: –Pónganse todos de pie, vamos a orar. Tomémonos de las manos y permanezcamos unánimes por el poder del Espíritu Santo. Todos los participantes, en aquel estadio, hicieron exactamente lo que les pedí. La unción descendió sobre mí con autoridad, y comencé a orar. Algo impactó profundamente aquel estadio. De repente, todos los participantes comenzaron a llorar. Excepto por el sonido de los suaves sollozos, en ese lugar reinaba un profundo silencio. Finalmente, pedí a la audiencia que tomaran sus asientos. El silencio era tal, que podía escucharse la caída de un alfiler. –Hoy –comencé– deseo hablarles sobre el propósito original de Dios y la razón por la cual el Señor creó al ser humano. Sabía que era la única oportunidad de transmitir el mensaje que todos necesitaban oír. Cuando concluí con mi predicación, treinta y cinco minutos después, los participantes comenzaron a aplaudir de pie. Podía oír el clamor de –¡Más, más, más! Y lo decía la audiencia. La directora subió a la plataforma, aplaudiendo y asintiendo con su cabeza. –Dales más –me pidió con vehemencia. –¿Más? –le pregunté. –Sí, desean oír más, por favor, continúa –me rogó. De manera que durante los veinticinco minutos siguientes, declaré, ante aquella audiencia, por qué Jesucristo es diferente de Buda, de Mahoma, de Confucio y de todos los demás “fundadores” de las religiones mundiales.
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–En primer lugar –les dije– permítanme dejar en claro que no soy un hombre religioso. En segundo lugar, estoy convencido de que el problema más importante del mundo es la religión. Aquel estadio permanecía en completo silencio. –En tercer lugar, estoy aquí en representación de un Hombre que jamás fue religioso, y cuya teología, psicología e ideología superaron ampliamente el concepto de “religión”. Creo que su plan y su parecer sobre el comportamiento y el futuro de la humanidad es la única solución que tenemos como raza. Luego de analizar todas las otras disertaciones, y todas las otras ideologías que se han presentado, proclamo que la suya es más digna y superior a todas. Aunque parezca difícil de creer, en aquel lugar comenzó a reinar un silencio aún más profundo. –Por ejemplo –continué–, la mayoría de las religiones proclaman: “ojo por ojo y diente por diente”, pero este gran filósofo dice: “amen a sus enemigos. Podía ver cómo el imán musulmán se retorcía en su silla. –He venido a hablar de nuestra profunda necesidad espiritual. Ya no necesitamos de las religiones para el mundo, porque todos sabemos que nosotros mismos somos el problema. Lo que realmente necesitamos es alguien que gobierne al mundo con autoridad, y he venido a contarles sobre este gobierno alternativo. El único gobierno posible es el reino de Dios. Cada persona en este lugar ha comprendido erróneamente a la persona y a la obra de Jesucristo. Continué con esta línea de pensamiento durante, al menos, media hora más, y cuando finalicé, la gente volvió a aplaudir de pie. ¿Por qué mi mensaje fue recibido de manera tan calurosa? Porque no hablé de religión. Si me hubiera referido al “cristianismo”, nunca hubiera impactado en la audiencia. En lugar de ello, prediqué acerca de Dios, de su Hijo, y de su “gran idea”, de modo que las personas, en aquel lugar creyeron en el mensaje. ¿Por qué? Porque los seres humanos sienten gran hastío respecto de la religión, ya que han comprobado que no funciona y que no puede dar respuesta a las cuestiones más profundas, como tampoco satisface los anhelos del
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alma. Las personas de todo el mundo se hallan en la búsqueda de algo diferente y sublime. Nuestro mundo actual está destruido a causa del desasosiego y de la violencia. La guerra, el genocidio, la “limpieza étnica”, y el terrorismo son la prueba del enfrentamiento violento, sin precedentes, entre diferentes culturas. Este conflicto cultural tiene su verdadero origen en las diversas ideologías con fundamento religioso, las cuales se hallan profundamente arraigadas en el mundo. Es extremadamente difícil cambiar una cultura, especialmente cuando una religión se ha convertido en su piedra fundamental, ya que esta cultura se basa en un sistema determinado de creencias. Históricamente, las diferencias religiosas han sido y son hoy, la principal causa de la mayoría de los conflictos violentos en el mundo entero. Claramente, la religión ha causado gran pesar a la humanidad.
Una idea excepcionalmente bella La religión es la idea concebida por el ser humano; por lo tanto, no proviene de parte de Dios. La idea original del Señor es más grande y más sublime que todo aquello que podamos imaginar. Pero, ¿en qué consiste esta gran idea de Dios? El Señor decidió extender su reino celestial en el plano terrenal, expandir su esfera sobrenatural en la esfera natural. Por consiguiente, podemos afirmar que Dios decidió llenar la Tierra de la cultura del cielo. ¿De qué manera el Señor puso esta idea en práctica? Dios actuó de manera impredecible, y siempre lo ha hecho de este modo. Habitualmente los reinos humanos y los imperios surgen, así como también caen, mediante la guerra y la conquista. No es el caso del Señor, porque sus pensamientos no son nuestros pensamientos, ni sus métodos son los nuestros (vea Isaías 55:8). Por lo tanto, Dios hizo algo completamente diferente, porque cuando decidió establecer la cultura del cielo en la Tierra, no utilizó la guerra ni el conflicto para lograrlo. Tampoco instituyó un código legislativo. En lugar de ello,
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El jardín del Edén: el reino de Dios en la Tierra
cuando el Señor se dispuso a establecer el cielo en la Tierra, hizo algo mucho más simple, algo excepcionalmente bello y maravilloso.
Dios plantó un jardín Aunque invisible, el cielo es un lugar concreto, en el sentido literal de la palabra, pues es un reino con un territorio y con un gobierno, es decir, el gobierno de Dios. Desde el comienzo el Señor tenía un propósito muy simple, el cual consistía en extender su reino celestial e invisible en la Tierra visible. Esta intención original es el eje de Las Escrituras. Históricamente, cuando un reino o imperio ha deseado expandir su influencia o territorio, lo ha conseguido, básicamente, mediante dos métodos: la conquista directa o la colonización. Como el exclusivo e incuestionable Creador y Soberano de todo lo que existe, Dios decidió expandir su dominio e influencia desde el plano espiritual hacia el natural y, desde lo invisible hacia lo visible, al establecer una base o “colonia” del cielo. Su plan era poblar esta colonia con sus hijos, los seres humanos creados a su imagen, los cuales vivirían y administrarían el gobierno del reino celestial en la esfera terrestre. A diferencia del método que cualquier rey de la Tierra habría adoptado, la colonia del cielo en la Tierra no consistía en la instalación de fortalezas de gruesas paredes, almenajes y empalizadas, a fin de intimidar a la población atemorizada. Por el contrario, el Padre celestial inició su reino en la Tierra mediante la creación de un jardín en el Edén, un lugar especialmente preparado para que habiten los primeros representantes de su gobierno en este planeta. Desde ese centro de abundancia y belleza, ellos obedecerían al mandamiento de ser fructíferos y de multiplicarse (vea Génesis 1:28), por medio del cual, llenarían la Tierra con su especie y plantarían los “jardines” del reino, a donde quiera que se encontraran. De esta manera, como la levadura en el pan, ocuparían el territorio terrestre con la nación del cielo.
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