Prodigios. Una antología de poesías árabes

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P RODIGIOS

Una antología de poesías árabes

Esta antología presenta un desafío al lector a través de dos caminos creativos: la poesía y la imagen plástica. Dos manifestaciones con universos propios, indefinibles e inagotables. Cincuenta y dos voces que indagan en torno a temas eternos y universales, como el amor y la muerte, el arrebato vital y la búsqueda del absoluto. Voces que no pretenden resumir ni eclipsar a todas las demás, sino dar a conocer la esencia de la poesía árabe, la evolución y la revolución de ese lenguaje poético, desde el siglo vi hasta nuestros días. Las sorprendentes e inspiradoras ilustraciones del artista Rachid Koraïchi nos invitan a recorrer este libro como quien se adentra en una galería revestida de espléndidos tapices, muestras y ejemplos de una magnífica cultura, y de una magnífica civilización, donde la poesía fue, y sigue siendo todavía, una revelación, un lugar de encuentro y una vía que abre nuevos horizontes.

P RODIGIO S Una antología de poesías árabes

Ilustraciones: Rachid Koraïchi / Prólogo: Pedro Martínez Montávez

Rachid Koraïchi nació en Argelia en 1947. Creció en la meseta del Aurés, sufrió los desgarros de la guerra que azotó su país, contribuyó a la reconquista de una identidad propia de los argelinos y, posteriormente, tuvo que exiliarse. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Argel y en la Escuela de Artes Decorativas de París; trabajó para el grupo Cobra, Corneille y Karel Appel; y aprendió la técnica del grabado. Desde entonces, sus amigos poetas, escritores o artistas lo acompañan en su investigación en torno a los signos y la caligrafía. Su obra, impregnada de la cultura sufí, llena de serenidad, de fuerza y de libertad, se sitúa entre la profundidad de las meditaciones y el dinamismo de la vida. Dentro/fuera, tradición/innovación, un arraigo que equilibra lirismo y reflexión. El artista es un gran viajero. Atraído por distintas fuentes, ha recorrido Europa, Cuba y Moscú. Desde 1970 ha expuesto en grandes ciudades como París, Londres o Róterdam. Ghani Alani nació en Bagdag en 1937. Auténtico maestro en caligrafía, formado en la escuela de Bagdad, y doctor en Derecho, transmite su conocimiento a sus discípulos de todo el mundo desde hace muchos años. Enseñó su arte en la facultad de Letras de Aix en Provenza y posteriormente en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales de París, ciudad en la que reside. Desde hace treinta años, su obra ha sido objeto de numerosas exposiciones en Europa y en los países árabes. Abdallah Akar nació en Túnez en 1952. Estudió dibujo y pintura, pero acabó decantándose por la caligrafía. Su encuentro con el maestro iraquí Ghani Alani fue determinante en su carrera artística. Desde 1986, año de su primera exposición pública, ha participado en distintas muestras de arte contemporáneo. Además del papel y el lienzo —sus soportes habituales—, despliega una labor de investigación incesante, que le ha llevado a trabajar con otros materiales, como madera, tejido y metal.




P RODIGIOS

Una antología de poesías árabes Ilustraciones:

Rachid Koraïchi Selección de poemas:

Farouk Mardam-Bey / Waciny Laredj


Prólogo a esta edición Recuerdo que cuando empecé a estudiar la lengua árabe —hace ya bastante más de sesenta años— una de las cosas que me sorprendió especialmente y me atrajo de ella fue la existencia del dual, junto al singular y el plural. No solo su existencia, sino también el importante desarrollo y el amplio empleo que alcanzaba, con la incorporación de sus varios morfemas propios y distintivos, tanto en el campo nominal como en el verbal. No se trata, desde luego, de un fenómeno privativo y único de esa lengua, pero sí se afirma en ella como categoría especialmente representativa y, a mi modo de entender y de sentir, reveladora. Porque constituye una vía muy sencilla y sugerente de exponer el paralelismo, y por ello, de abrir la mente y los sentidos a una gama inagotable de posibles aproximaciones, diálogos, encuentros y hasta quizá fusiones. Algo de lo que la especie humana ha estado siempre —y sigue estándolo— sumamente necesitada. Algo que se practica mucho menos de lo que debería hacerse. Porque, entre otras cosas, abre innumerables horizontes y los deja además permanentemente abiertos. En ello reside el desafío: aunar ponderadamente visión, comprensión, sentimiento y gozo. ¡Qué pocas veces sabemos hacerlo! Este libro presenta ese mismo desafío a través de los caminos estéticos creativos: la poesía y la imagen plástica. Ambas manifestaciones constituyen, en esencia y en existencia, en origen y en recepción, universos propios, indefinibles e inagotables; tan precisos e independientes como parecidos y compatibles. Nadie es capaz de prever los efectos que pueden producir ni los resultados que alcancen. Esto, afortunadamente, depende de cada criatura humana que lee y contempla. Resultaría pretencioso e inútil dar consejos y orientaciones. En mi opinión, basta con recordar algunos principios esenciales. Va a hacer setenta años que don Emilio García Gómez inició con las frases siguientes el bello prólogo que dedicó a mi juvenil libro Poesía árabe contemporánea: «La poesía árabe ha reinado dentro de la literatura de la que forma parte. Fue la poesía del beduino en los tiempos anteislámicos y, más tarde, la gala de las metrópolis califales. Sirvió a la vez de tajante arma política, de código moral y de incensario de príncipes. Sustituyó en cierto sentido a las artes plásticas. [...] Fue todavía no sé cuántas cosas más». Hay que subrayar y valorar como merece esa capacidad que tienen los grandes conocedores y especialistas en las diversas materias para poner de relieve, con pocas palabras, realidades y verdades fundamentales. Y entre esas tantísimas cosas


más que fue la poesía árabe —y en gran parte sigue siéndolo todavía, a pesar de las asechanzas en contra— me voy a permitir simplemente traer a colación, y como muy resumido testimonio ilustrativo, otros argumentos confirmatorios, que vuelan desde su lejano pasado medieval hasta su contemporaneidad. Si dos de sus más preclaros clásicos la consideraban «baluarte y defensa de la memoria» (Ibn Qutayba) y «la virtud de los árabes» (al-Yahiz), el gran poeta iraquí moderno Abdel-Wahhab al-Bayati la proclama «su aparato respiratorio». Y el sirio Nizar Qabbani, nombre especialmente relevante de la dramática existencia árabe contemporánea, tanto en el plano lírico como en el histórico, la valora como «el mágico líquido verde que corre bajo la piel de los árabes», y concluye: «la poesía, y no el petróleo, es nuestra reserva cultural». A pesar de que, posiblemente, la novela haya desplazado a la poesía del trono literario árabe en la actualidad. En las pocas páginas de que en esta introducción dispongo, no está de más recordar que «imagen» e «imaginación» son términos, y por tanto conceptos, intertrabados y que comparten un indestructible vínculo familiar. También otro vocablo que, en nuestra época, ha adquirido tan espléndido como controvertido desarrollo: «imaginario». Lo dejo aquí mencionado simplemente —sin entrar en pormenores de la cuestión, porque considero que esta «trama semántica» puede resultar un precioso acicate intelectual para el lector— pero renunciando a practicarlo personalmente. Quizá no esté de más añadir que esa triple «trama semántica» no se establece en lengua árabe de una forma tan precisa y evidente. La imaginación es componente inseparable y consustancial de cualquier estética, pero quizá en la estética árabe islámica esta sólida implicación natural esté aún más presente y se comporte de forma más activa y determinante. El profesor granadino José Miguel Puerta Vílchez, excelente conocedor y tratadista de este pensamiento estético, insiste en la capacidad y el misterio de la imaginación, trayendo a colación abundantes textos confirmatorios de grandes teóricos árabes medievales, preferentemente andalusíes: «El Poder Divino no ha creado ningún ser más inmenso que la Imaginación», escribió el eximio maestro sufí Ibn Arabi, quien tenía al universo de la Imaginación como universo intermedio, como una especie de istmo «en el que confluyen el océano de las ideas y el océano de los sensibles». Es decir, magnitudes duales y paralelas que se juntan. Por su parte, la profesora Ruiz Bravo-Villasante ha llamado la atención sobre la «tradición visionaria» de la cultura árabe, «algo que rebasa la quieta admiración estática de la imagen, y que es una actitud especial para trasladarse entre los distintos ámbitos». Si me refiero aquí, brevísimamente, a estas ideas, no es


por casualidad ni por capricho, sino con una finalidad y un interés muy concretos: las considero de gran utilidad, y hasta en buena parte reveladoras, para la mejor lectura, entendimiento y valoración de libros como este que se va a ir abriendo al lector: una experiencia apasionante. En mi opinión, no es solo un «libro bello», sino que tiene además la virtud —no tan frecuente como cabría pensar— de estar muy bien titulado y, en especial, muy bien subtitulado. Su cuerpo textual es precisamente eso: «Una antología de poesías árabes», y el término antología guarda aquí su etimología primera y original: colección de textos [literarios] escogidos. Esto quiere decir que no puede ser «la antología», porque eso es imposible. Está, por ello, en la línea de otras ya existentes en diversas lenguas europeas, y la propia bibliografía en español también lo viene testimoniando así desde hace ya bastantes décadas. Yo mismo he sido principal o único responsable de algunas de ellas. No se me ocultan, en efecto, los riesgos a que cualquier «antología» se enfrenta y los muy diferentes y contrapuestos juicios y estimaciones que vaya a provocar. Muy pocas veces he podido ver a alguien tan ilusionado y comprometido con la publicación de un libro como, en este caso, lo ha estado Estrella Borrego. Han sido su ilusión y su insistencia las que me han animado definitivamente a redactar estas breves páginas de prólogo. También, la alta estima profesional y el gran afecto personal que siento por algunas de las personas que se han enfrentado a la traducción de estos poemas, y lo han hecho añadiendo al entusiasmo y al compromiso la sensibilidad y el acierto. Recorrer este libro es como adentrarse en una larga e imponente galería revestida de espléndidos tapices, de impresionantes espejos luminosos o de suntuosas alfombras. Son muestras y ejemplos muy diversos de una magnífica cultura, de una magnífica civilización de rango universal. Pero aún muy poco conocida y, sobre todo, «reconocida». Y en la que el poder humano, no lo olvidemos, produce también prodigiosas realizaciones. Este libro puede encaminarnos hacia ella por dos vías, ambas paralelas y fascinantes. Pedro Martínez Montávez

Arabista Profesor emérito y exrector de la Universidad Autónoma de Madrid



Prólogo a la edición francesa He participado en la elaboración de estas tres antologías en calidad de artista plástico y no como ilustrador. Para poder acompañar los poemas con mis caligrafías e ilustraciones, primero me he impregnado de ellos, mediante una lectura atenta y reiterada, para captar su esencia y, a continuación, poder construir mis imágenes definitivas. Asimismo, me he nutrido de todo lo que he oído y he visto desde la infancia en los círculos letrados o sufíes. Tal vez quienes conozcan mi obra artística se asombren por el aspecto en ocasiones figurativo de estas ilustraciones, pero siempre he tenido presente la idea de que un lector joven (o no tan joven) debe poder asociar sin dificultad una imagen a un poema. Para ello, he vuelto a ser el lector que era de adolescente, henchido de mis sueños de una Andalucía dichosa. Confío en que este libro sea una herramienta de trabajo para profesores y una inspiración capaz de despertar la sed de conocimiento y la curiosidad por lo que fue y es hoy la cultura árabe entre jóvenes de cualquier procedencia y también de un público diverso. Para mí, que provengo de una familia sufí, el libro es sagrado, y el hecho de acompañar a escritores y poetas me permite formar parte de un tejido de complejidades y afirmar cierta visión de la cultura como una suma de sensibilidades y una ofrenda a todos aquellos que leen y que, llenos de curiosidad, mantienen los ojos abiertos. Rachid Koraïchi



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La poesía árabe Selección y prólogo:

Farouk Mardam-Bey Caligrafías:

Abdallah Akkar Diecinueve voces, algunas de las cuales se hunden en la noche de los tiempos, indagan en torno al amor y la muerte, el arrebato vital, la búsqueda del absoluto; temas universales, temas eternos. Diecinueve voces que no pretenden resumir ni eclipsar a todas las demás —al menos un centenar, que hubieran merecido resonar aquí—, sino dar a conocer una muestra de la poesía árabe a aquellos que nunca se han aproximado a ella hasta ahora. En efecto, a través de esta selección podrán vislumbrar algunos de sus rasgos distintivos. Los ritmos y las rimas no, desde luego; ni las sonoridades del árabe, puesto que ninguna traducción podría restituirlos; pero sí una manera inimitable de acercarse, por medio de las palabras, a los seres y las cosas. Además, los lectores avezados entreverán la evolución y la revolución de ese lenguaje poético, desde el siglo vi hasta el día de hoy. Elaborar una antología, por breve que sea, en tan pocas páginas, no es tarea sencilla. Las traducciones disponibles apenas recogen una ínfima parte de la tradición poética árabe. Algunos poetas inmensos, como Bachchâr y Abû Tammân, no se han podido incluir, y quienes figuran aquí no siempre están representados por sus versos más célebres. También debían figurar poetas antiguos y modernos, abordar temas diversos —sin olvidar España ni Sicilia—, dar cabida a las voces femeninas, reservar un lugar a la poesía más actual, incluso en lengua francesa, y, por último, tratar de que esta diversidad no resultara disonante. Solo habremos conseguido nuestro objetivo si los lectores, al adentrarse en esta «pequeña antología», se ven movidos a saber más, ya sea acudiendo a selecciones más específicas o decantándose por algún poeta en particular. Espero que, después de leer la presente selección y meditar sobre ella, puedan hacer suyas las palabras de Mallarmé: «El mundo está hecho para desembocar en un hermoso libro».


Contenido 14

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El caballo

Imrú al-Qays Traducción: Milagros Nuin

La guerra

Zuhayr ben Abi Sulmà Traducción: Milagros Nuin

18

Elegía a Sajr

Al-Jansá Traducción: Milagros Nuin 20

22

¡Ojalá fuéramos…!

Machnún Layla (Ibn-al Mulawwah) Traducción: Milagros Nuin

Vino con miel

Abú Nuwás Traducción: Milagros Nuin

24

La gloria solo está en la espada

26

Madre del prisionero

Al-Mutanabbi Traducción: Milagros Nuin

Abu Firás al-Hamdani Traducción: María Luisa Prieto

28

La esencia de la alfarería

Al-Maarri Traducción: Milagros Nuin 30

32

Una lluvia copiosa

Ibn Zaydún Traducción: María Luisa Prieto

¡Oh, jardín del encuentro amoroso!

Ibn Hamdís Traducción: Milagros Nuin


34

36

La religión del amor

Ibn Arabi Traducción: Abdelhamid Znaidi

Deseo de vivir

Abu l-Qásim al-Shabbi Traducción: María Luisa Prieto

38

Hay jardines

Georges Schehadé Traducción: Samuel Lagos Aguilar

40 Contraluz

42

44

Mohammed Dib Traducción: Samuel Lagos Aguilar

Garabatos de niño

Nizar Qabbani Traducción: Samuel Lagos Aguilar

El canto de la lluvia

Badr Shakir al-Sayyab Traducción: Pedro Martínez Montávez

46 Damasco

Adonis Traducción: Rosa Isabel Martínez Lillo 48

50

Comentando un paisaje

Ahmad Abdel-Muti Hiyazi Traducción: Rosa Isabel Martínez Lillo

Más hermosa la casa que el camino hacia ella

Mahmoud Darwish Traducción: Rosa Isabel Martínez Lillo / Samuel Lagos Aguilar


Imrú al-Qays

El caballo

Amanezco a veces, de madrugada, con los pájaros en sus nidos, sobre una montura de pelo ralo, más veloz que las fieras, de buen porte, que carga, huye, viene y dispone a la vez, como roca que arrastrara de lo alto la corriente. Es bayo, resbala su crin por el centro de su lomo, como se desliza por la piedra la lenta lluvia. Además de delgado es impetuoso, como si su piafar, al excitarse en él su ardor, fuera el hervor del caldero. Al joven ligero lo hace resbalarse de su silla y al corpulento violento le arrebata la ropa. Liviano como la piedra agujereada del niño que el movimiento de sus manos hace girar por el cordón que la sujeta. Tiene flancos de antílope y patas de avestruz, trote de lobo y paso de cría de zorro.


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Zuhayr ben Abi Sulmà

La guerra

Solo es la guerra lo que habéis conocido y probado, y estas palabras sobre ella no son conjeturas. Cuando la provoquéis, despertaréis sus horrores, y os dañará si la azuzáis, pues se inflamará. Os consumirá como hace la rueda de molino con su tolva, y engendrará dos veces al año, pariendo después gemelos. Producirá para vosotros jóvenes, todos ellos siniestros, como el pelirrojo de Ad, y os amamantará y destetará. Os proveerá de una cosecha que no da a sus gentes, los pueblos de Iraq, en forma de cahíces y monedas.

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Machnún Layla

¡Ojalá fuéramos…!

Ojalá fuéramos dos gacelas que pastan en un prado de ranúnculos en un país remoto. Ojalá fuéramos dos palomas de un páramo que voláramos y nos refugiáramos al anochecer en el nido. Ojalá fuéramos dos peces que nadan en el agua y, al atardecer, nos sumergiéramos en alta mar. Ojalá viviéramos juntos, ojalá al morir yaciéramos juntos en la sepultura. Acostados en la tumba, apartados de la gente, simultaneando el día de la resurrección, el de la congregación de la humanidad y la vida eterna.


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Abú Nuwás

Vino con miel

Que no te aparte de juergas y enamoramientos un conjunto de ideas, ni la dispersión de los deseos. Y bebe un mosto como el ojo del gallo, puro, de la mano de una escanciadora cual gacela, una hurí. Azul si reposa, amarillo si se mezcla, se eleva con dos suertes de bondad y brillantez. Salta, pues su estado frente a él, si se mezclara, sería el salto de un saltamontes entre prados y sombras. Tiene colas de oro puro que le siguen en oriente y occidente, en la luz y la oscuridad. Su linaje no procede de la palmera ni de la vid, sino de la miel del vino ligero y el agua. El producto de las abejas, panales que no están vacíos, señalados con las mejores selecciones para la invernada. Pasta en las flores de campos y valles y bebe lo más cristalino de arroyos y manantiales. De nariz chata, repugnante, dispuesto, de ojos hundidos, libre de enfermedades. Desde una camella preñada de diez meses, de gran estrépito, a uno que busca amparo, dependiente de él, virgen. Hasta cuando un pan temblara en su constitución, lo regaríamos con miel después de la sed. Es tiempo de recoger la miel, época de bonanza, y no falta mucho para que se recolecte en un día [iluminado. Lo agitaron con agua del Nilo, cuando apareció [en el botijo de un sacerdote, espacioso como el fondo de un aljibe. Hasta que los parroquianos le apartaron la espuma, y el fuego le alejó toda la espesura. Lo depositaron en una jarra que lo desgarró entre un terroso oscuro y un grisáceo. Y se amontonaron las bocas un tiempo sobre una hoja de calor del barro de la tierra, sin [ser tiernas. Hasta que se aquietaron en su jarra, y llegaron [a su objetivo después del alboroto y la algarabía. Llegó como el sol del mediodía en un día que contentó, desde el bastión de la diversión hasta los horizontes de la alegría.

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Al-Mutanabbi

La gloria solo está en la espada

Alanceo a unos caballos sobre los que van montados los jinetes [del destino, en soledad y, a pesar de lo que digo, soy paciente. Más valiente que yo es cada día mi integridad, que solo se mantiene firme si en su ánimo hay un afán. Me ejercité con las desgracias hasta el extremo de dejarlas diciendo: ¿Acaso ha fallecido la muerte o se ha asustado [el espanto? Avancé avasallando, como si solo poseyera mi vida o como si tuviera que vengarme de ella. Esparce el espíritu, que se desahogue antes de su muerte, pues esta es separación de dos vecinos cuya morada fue la vida. No creas que la gloria es un odre de vino y una cantora, ya que la gloria solo consiste en una espada seguida de virgen [devastación. Corta cuellos de reyes mientras aparecen a la vista negros torbellinos de polvo y los soldados de grandes ejércitos. Y tu legado en este mundo será un zumbido, como si dialogaran con el oído del hombre las diez yemas de sus dedos.


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Abu Firás al-Hamdani

Madre del prisionero

¡Madre del prisionero! Que la lluvia te sea generosa en tu defensa de la suerte del prisionero. ¡Madre del prisionero! Que la lluvia te sea generosa. Él no sabe si permanecer o viajar. ¡Madre del prisionero! Que la lluvia te sea generosa. ¿Quién recibirá la buena nueva del rescate? ¡Madre del prisionero! ¿Quién arreglará, muerta tú, mis bucles y mis cabellos? Si tu hijo partió por tierra y mar, ¿quién va a socorrerle o a rezar por él? De un sueño apacible se sentirá culpable y mezquino si le visita la alegría, experimentando la desgracia y el fracaso, sin hijos a su lado ni amigos. Lejos del lugar amado, con los ángeles del cielo por compañía. ¡Que te llore cada día en el que, paciente, ayunabas en el ardiente mediodía! ¡Que te llore cada noche en la que, rezando, esperabas la llegada de la luminosa aurora!


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P RODIGIOS

Una antología de poesías árabes

Esta antología presenta un desafío al lector a través de dos caminos creativos: la poesía y la imagen plástica. Dos manifestaciones con universos propios, indefinibles e inagotables. Cincuenta y dos voces que indagan en torno a temas eternos y universales, como el amor y la muerte, el arrebato vital y la búsqueda del absoluto. Voces que no pretenden resumir ni eclipsar a todas las demás, sino dar a conocer la esencia de la poesía árabe, la evolución y la revolución de ese lenguaje poético, desde el siglo vi hasta nuestros días. Las sorprendentes e inspiradoras ilustraciones del artista Rachid Koraïchi nos invitan a recorrer este libro como quien se adentra en una galería revestida de espléndidos tapices, muestras y ejemplos de una magnífica cultura, y de una magnífica civilización, donde la poesía fue, y sigue siendo todavía, una revelación, un lugar de encuentro y una vía que abre nuevos horizontes.

P RODIGIO S Una antología de poesías árabes

Ilustraciones: Rachid Koraïchi / Prólogo: Pedro Martínez Montávez

Rachid Koraïchi nació en Argelia en 1947. Creció en la meseta del Aurés, sufrió los desgarros de la guerra que azotó su país, contribuyó a la reconquista de una identidad propia de los argelinos y, posteriormente, tuvo que exiliarse. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Argel y en la Escuela de Artes Decorativas de París; trabajó para el grupo Cobra, Corneille y Karel Appel; y aprendió la técnica del grabado. Desde entonces, sus amigos poetas, escritores o artistas lo acompañan en su investigación en torno a los signos y la caligrafía. Su obra, impregnada de la cultura sufí, llena de serenidad, de fuerza y de libertad, se sitúa entre la profundidad de las meditaciones y el dinamismo de la vida. Dentro/fuera, tradición/innovación, un arraigo que equilibra lirismo y reflexión. El artista es un gran viajero. Atraído por distintas fuentes, ha recorrido Europa, Cuba y Moscú. Desde 1970 ha expuesto en grandes ciudades como París, Londres o Róterdam. Ghani Alani nació en Bagdag en 1937. Auténtico maestro en caligrafía, formado en la escuela de Bagdad, y doctor en Derecho, transmite su conocimiento a sus discípulos de todo el mundo desde hace muchos años. Enseñó su arte en la facultad de Letras de Aix en Provenza y posteriormente en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales de París, ciudad en la que reside. Desde hace treinta años, su obra ha sido objeto de numerosas exposiciones en Europa y en los países árabes. Abdallah Akar nació en Túnez en 1952. Estudió dibujo y pintura, pero acabó decantándose por la caligrafía. Su encuentro con el maestro iraquí Ghani Alani fue determinante en su carrera artística. Desde 1986, año de su primera exposición pública, ha participado en distintas muestras de arte contemporáneo. Además del papel y el lienzo —sus soportes habituales—, despliega una labor de investigación incesante, que le ha llevado a trabajar con otros materiales, como madera, tejido y metal.


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