Un ruidoso asunto diplomático

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Antecedentes de la cuestión Bn la página 4a de un reciente folleto sohre el litigio de Tacna y Arica, (1) se lee la ~igttiente nota, que ha sido la causa ocasional del ruido~o aSttnto diplomático de que tanto sc han ocupado los periódicos de Lima, Santiago y Buenos Aires. La nota dice así: «Rc::;pedo dc la actit.ud de la República Argentina, y aunque sca desviarnos un tanto del propósito que dicta esta exposición, vamos a consignar un documento inédito, que demuestra el verdadero espíritu que ani • . maba a los estadistas de ese país, y con qué justicia y nitide% sabían apreciar entonces los derecho!'> del l\.'rú v los deheres de solidari. dad americana. Lástima es que no huhieran perse\>crado en su actitud. (I).-E. Castro y Oyanguren, de la Academia l'eruana.-cEntre el PerÚ y Chilc.-La. cuestión de Tacna. y Arlca.--.Páginas de divulgación hlstórica~.-Lima.-Imprenta. del Estado, Núñez 20i.-HH9.


Habían pasado los días críticos de 1898. en que parecía inminènte e inevitable UHa guerra entre \Chile y la Argen tina. Pocos años después-no recordamos con precisión la fecha-el Ministro de este último país ct! Lima, señor don Agustín Arroyo, enseñó al autor de estas líneas, que era entonces Director de El Tiempo (periódico ya <.lesaparecido), unas cartas dirigidas a dicho diplomático por el entonces Presidente de la Repúbli. ea Argentina señor General Roca. El señor Arroyo, que me honraba con su amistad, me èitó un día a su casa de la calle de Belén, y allí tuvo la bondaD de leerme esas interesantísimas cartas, y al manifestarle yo mi . admiración y entusiasmo por los sentimientos tan amistosos del General Roca hacia el Peru, me autorizó para sacar copia de sus fragmentos principales, encargándome que todavía no los diera a luz; pero que podía guardarlos para hacer .uso ~' ellos en su oportunidad. Me agregó el eñor Arroyo que había creído necesario hace· llegar estos documentos a 'manos del señor Piérola. Presidente del Perú. Los originales de esas cactas, que por sn elevado origen y el asunto que las motivaba, no pueden haber desapa: recido. deben de encontrarse en poder del señor Arroyo. que esta vivo, por fortuna, y p.uede atestiguar la verdad de mis afin::uaclones. Dicen así:


-5-

Buenos Aires, 26 de A/ayo de 1898 . .. .. . . . .... .. . .. . ... . .. ........ . .. •••••

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«Nosotros, cuando los chilenos levantahan el pendón de la conquista en América, naciendo caso omiso del derecho americano fundado leal y sólidamente en el uti possi. dettis, e invocando nada más que el de la i'uerza, sentimos 110 poder intervenir entonLe~, por la especial y dificil situación, así in-:erna como externa, en que se encontraba 'wcstra pais. La elección presidencial. cuyas agitacioIles principiaron al mismo tiempn que la im'asión de Chile; la guerra civil 'lue vino en seguida y las incertidumbres y :recelos cor; el Brasil, con quien no habíamos arreglado nuestras cuestiones de límites. A (:sto se unia- que la República Argentina no estaba aún constituída sohre la base de solidez y armonía nacional en que reposa hoy, pues no sc había resuelto el gravc problema de la capital definitiva de la nación, que del)ía cortar para siempre esc intrincado nudo, que enredó y explotó por tanto tiempo d espíritu egoísta del localismo. «Hoy, felizmente, aquellos peligros han desaparecido, y la potencia y preparación de nuestra patria para cualquier emergencia


-6-intei'nacional no es inferior a ningún otro país de Sud América; y estamos más bien en condiciones de prestar nuestro apoyo a los débiles que sean ultrajados. El Perú tiene estadistas previsores y de l!!aDOcriterio, en que figura en primer término el señor Presidente Piérola, los cuajes han de comprender fá,çilmenteque, aún arreglada la' cuestión con Chile, la República Argentina nopermitirá que éste continúe su obra de conquista, yel Perú sabe además que puede contar con la amistad y lealtad de nuestro país, cuyos, antecedentes de hidalguía en cuestiones de política internacional son bien notorios y justamente apreciados. _ «Antes, por las razones mencionadas, 110 nos fué posible intervenir; pero hoy, como dije,los graves peligros de entonces han desaparecido, y estamos en la mejor armonía con el Brasil, una vez resuelta nuestra seC\1lar cuestión de limites. ((Cualquier intervención de la Argentina en 1879-80 hubiera traído como consecuencia una conflagt-acióllsudamericana. ((Conociendo, como conocemos, a Chile en sus tendencias de dominio v absorción, v que es un yecino peligtoso, cs (lue nos hemós colocado en un pie de armamento y organización en que nos encontramos actualmente, que si nos sirven para evitar la guerra con aquel país nos servirán también para evitar sus planes de absorción y ensanche de conquista por el norte del Pacífico, paf-que sabe que hacia este, lado no triunfaría


7 en una aventura de esa clase, cO¡iándole muy caro sn tel~tatiYa» . •••••••••

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Buenos Aires, (; de Agosto de 1898 . ................................ . ((Ku es de extrañar que el señor Billinghurst, durante su permanencia Cll Chile, haya oído decir vagamente, y aún se lo ha.yan insinuado de una manera clara y preci. sa, que nosotros, en caso de salir victoriosos en una guerra con Chile, no deyoh-eríamas al Perú:: Bolivia los territorios pel-di. dos en la guerra del Pacífico. ilPero esto el' contrario él llut:sÜa tradiclonal política exterior, yen el caso supuesto de un rompimiento argcntino-chileno, antcsc1etirar el p¡-iu1l'rcailonazo. declararíamossoleml1cmente que eSOS territorios conquistados y retenidos por ci derecho de la fucrz(" \-oln~rían inmt:dia tamentc él poder de snsducños, sin ninguna ohligaci6n para nuestrQ país. «Lo; rumores ~ insinuaciones (jut: el señor Billinghurst ha oído en Chile tienen su origen er.la diplomacia de esc país, doble y astuta, de ensanche y absorción n costa de cualquien.J). JpLIO

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ROCA.


Un comentario chileno Meses después de publicado el folleto del 'señor Castro Oyangurell, aparecía en La Nación, de Santiago (Chile) el siguiente comentario, que iba a preceder la exposición del cxdiplomático argentino don Agustín Arroyo: . A los numerosos librot'\ v folletos de propaganda anti-chilena con ~que el Perú viene inundando al mundo, se ha agregado últimamente uno titulado ((Reminiscencias Históricas)).-«(La cuestión de Tacna v Arica», de que es autor el señor Enrique CWastro y Oyal1guren, redactor de El Tiempo y uno de los más resueltos partidarios del señ()r Leguía y de los más adictos a la política de odio a Chile que preconizan este maJ1d:tta/~ rio y su canciller, èl señor Porras. La personalidad del autol' nos llevó a dar una lectura más o meÙos detenila al folleto citado, y 110 sin ]Jrofunda ext:aileza nos im]Ju:-:;imosde los conceptos quc:respecto de Chile y de su política internacional se atribuyen en él al señor Julio A. I~~a, el nc~ gociador de los pactos de Mayo. fama dichos conceptos aparecen inscrtaep's en una carta que el señor Cfl,stro v Oyarguren dice fué dirigida al entonces Ministro de Argentina en Lima, dOll Agustín Arr;yo, fuimos


-9visitar a este distinguido caballero que desde hace años ",ive entre nosotros, a fin de que nos informara sobre el particular. Nos recibió el señor Arroyo con la gentit~za y amabilidad que tantos afectos y sim:patías le han· ganado en nuestra sociedad, y apenas impuesto del objeto de nuestra vi:::ïita.se anticipó a demostrarnos la absoluta v total falsedad de las afirmaciones del ,;eñ-or Castro y Oyungnren JO 110S hizo entrc~a de la exposición detallada que él había r-edactado ya y que tenemos el agrado de msertar más adelante. .•. l.

En <:1 folleto del señor Castro y Oyan:;'::1.1rcn ReIce a la letra: . (Aquí la nota que sc ha publicado más ~ .•niba y los fragmentos de las cartas del GeJlcralRoca insertos en el folleto.;

El desmentido del Sr. Arroyo" , El periodista don Enrique Castro y ~..•,yanguren acaba de publicar en Lima un ~1~lI~tohajo e~te tí~:tlo: «~cminiscenc5as HisEoncas.-La CuestlOl1dcTacna y Anca», (1) ¡l).-EI sei'ior Arroyo-que resulta de muy mala memoria-ha olvidado el verdadero título del folleto, que no .'4e llama. «ReminIscencias histórica."., como él con tanta .!nsistencia repite.


-10 cuya lectura en la parte que a míme conder-. ne cuando desempeñaba el cargo de Ministro de la República Argentina"en el Perú~ oblígame a una inmediata rectificación. Empezaré por consignar ciertos antecedentes importantes que permitirán ùar toda la necesaria claridad a la reminiscencia a que aquel periodista alude. Corría el año de 1898, épo.ca muy crítica en las relaciones entre la Argentina y Chile. Era primer Vicepresidente del PerÍt el señor don Guillermo E. Billillghurst, con quien. desde el Colegio inglés de Golâfinch y Clum en ValparaísÇ>, donde habíamos sido, condiscípulos del mismo curso, habíamos conservado. al tra vés del tiempo y ùe la distancia, excelente amistad, la que, naturalmente, estrechamos al encontrarnos en LimH, ambos ocupando una elevada posición oficial de nuestros respectivos paíRes. En los círculos gubernativos del PerÍt y de Chile, se juzgÔ que el momento cra propicio pat'a intentar una hueva negociación que diera por resultado el anhelado arreglode la cuestión de Tacna y Arica, que dejó pendiente la guerra deI Pacífico .. Confiósc entonces al señor Billingllltrst, que cultivaba viejas amistades en este país. eI cargo de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario en misión especial, encaminada a realizar aquel propósito. Admi. rablemente recibido en Santiago, el afortunado negociador tuvo la snerte de regresar


-11a su país después de dejar suscrito el Protocolo tan mentado bajo el nomhre de Hillinghurst-Latorre .. . Breve tiempo después de su arribo a Lima tUYCocasión de celebrar con aquel amigo, que acababa de reasumir sus elevadas funciones de primer Vicepresidente de la Repúhlica, una interesantísima conferencia eH que con la más amistosa espontaneidad, me relató los mil detalles curiosos que dieron realce muy característico a dicha negocia-

ción. En el curso ùe esa charla íntima, me dijo Billinghurst:-Un amigo de gran posición política, me aseguró haber recogido de buena fuente la noticia de que era idea corriente en los altos círculos políticos de Buenos Aires de que, en el caso que estallara la guerrél ent~'e Chile y Arge~1tin;l, yel Perú hÎcie:se con este causa comun, v alcanzasen ambos el triunfo, la Argentiria se (luedaría COll Tarapacá. a tin de indemnizarse de los sacriticios que huhicra tenido que ctèctua.rdurante la lucha. Acerca ¡de este punto, me limité a contestar a Billinghurst:-Podría yo, des· de luego, asegurar que esos rumores carecen de fundamento, y, agregué, no han de trascurrir muchos días antes de que llegue de mi patria la desautorización de tal noticia, dada por quien, en este momento, tiene perfecto derecho para hacerla. Y, en efecto, debiendo el General Roca hacerse cargo próximamente, por segunda vez, de la Presidencia de la República, me apresn-


-12 ré il. escribirle Ulla carta en que, como era mi deber, dábale. cuenta de mi aludida conversación con el señor Billing-hurst .. No tardó en contestarme, según 10 esperaba, el señor General Roca. En su habituâl modo de expresarse, claro, conciso y exento de frases inútiles, me decía que, si desgraciadamente llegara a estallar el conflicto bélico entre Chile y Argentina, y a ésta juzgara. oportuno adherirse el Perú, (1) el Gobierno de la República Argentina empezaría por declarar que, en caso~de que alcanzara un éxito victorioso, los territorios desprendidos del Perú a raíz de la guerra del Pacífico volverían, sin desmedro alguno, a su primitivo dueño. No .necesifaha agregar más el General l~oca, y, en,..sustancia, no dijo más que 10 que se desprende de las breves líneas que acabo ,de consignar. Años hace que dejé de manejar papeles diplomáticos; por eso es que, en la nrgenciadeesta rectificación, siento po encontrar a la mano la carta original de aquel

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..(t).-Aquí \'ueh'e a perder la. memoria el sefior Arroyo. ~o es cierto, como se leerá más tarde en la carta completa que publicamos, que el General Roca hubiera. puesto como condición para devolver al Perú los territorios conquistados por Chile, el que nosotros nos adhiriéramos a la Rept1blica Argentina y corrléramo8, con ella los azares de la guerra. RI ofrecimiento del ilustre estadista fué completamente desinteresado e incondicional ... El senor Arroyo, por contentar a los chilenos, deslustra. el propósito Ken.roso de su egregio eompa~riota.

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13 hombre de Estado, que tanto hizo porque nunca llegara, como jamás llegó, la temida tormenta que se cen1Íó amenazadora entre Chile y la Argentina. La mencionada carta estaba destinada, como fácilmente se comprende, a ser dada a conocer de 108 personajes de Estado, políti. cos y conspicuos represcntantes de la pren, sa nacional, entre Jas cuales, es oportuno advertirlo, no podía aspirar a contarse el señor Castro y Oyanguren, que hacía sus primeras armas en el periodismo. Cumplí. pues, con el deber de dar lectura al referido documcnto a varias señores de tiguración social '{ política, a fin de desvanecer la infundar1a impresión que a su regreso de San-'" tingo, había lle"ado el señor Billinghurst. Ahora hien. Sentados estos antecedentes de absoluta exactitud, \'f)va referirme al folleto del señor Castro y O.\:angtuen. Queriendo aludir a variaciones,-que et-it.ica-de la política internacional m'gentina, copin, en una nota de la página 43, una SlljJl1CSt:l cartn de 21) de Mayo de 1898. a mí dirigièla por el señor General Roca. y etl\'a autenticidad niego de la· manera más caLegÓrica. Jamás ll~gó a mis manos tal carta dcl señor General Roc,l: y hast<\ ría haht:r tenido algún conocimient'ü de sucaráctcr y modo (le pcnsar'y proceder para atirmar quc ha estado muy lejos de su {mimo .1 escribirla. Es, pues, esa carta, apócrif~, desde el principio hasta el fin.


-14En la página 48, bajo la fecha dé 6 de Agosto de 1898, en la nota segunda, apare~en tres párrafos también de una carta dirigida a mí por el mismo señor Roca. Puedo decir que, en los dos primeros párrafos de dicha carta, hay un trasunto del I~ensamieHto consignado por el autor en la única carta que me fué. por él dirigida, en contestación de aquella en que yo le daba cuenta de mi conversación con el señor Billinghurst, a <lue más arriba he hecho referencia. Es para mí èvidente que el párrafo tercero de la carta que estoy comentando, no pertenece, ni en el fondo, ni en la forma, al señor (~neral Roca, ~uya reconocida prudencia y sohrie<.lad para expresarse eran de todps cono~idas. Es probable que el señor Castro y Oyallguren oyera la repetición yerbal de la verdadera carta del señor General Roca, de labios de alguno de los personajes de cluienes yo hl hice conocer; cosa fácil, porque, como ya he dicho, era breve y nada difícil de retener en la memoria sus términos concisos y bien significativos. \

y creo ho equivocarme al inclinarme a atirmar 10 que precede, por la sencilla razón de que, no habiendo tenido' oportunidad de . cultivar amistad con el I señor Castro y Oyanguren, no obstante la seguridad contraria con que pretende favorecerme, no he podido pensar en invitarle a mi casa de la ~alle de Belén, que fuÍ a ocupar casi tres


- 15 -'más tarde, (1) cuando todo el mundo olvidado la carta del señor General noca, y se iniciahan en Sa lItiago, por el Plenipotcnciario Terry, Ins l1{>g"uciaciones que dieron por r(,-"Sultadolos pactos de Mayo Persona de especia hIe situación en Lima, me escribe qne, ell circnnstancias de hallarse el sc1Ïor Castro y Oyangnren, próximo a dar a la l:stn1l1]lH su {()l1eto,estaba en 1ft creencia de que 'yO había fallecido algunos años ha, y <-¡ut:cuando se le sacó de su .en'or, se limitó a última hora, en la l1lcnciolW.da nota' de su escrito. a invocar audazmenh' mi testimonio. en la csperanza, sin ·duda, de que. si."o no hahía desaparecido fIel mundo de los vivos, ha hrín Hl menos perdido la ¡1ll'11loria o la voluntad para decidirme a colocar las cosas ell el terreno ve,rídico indicado por las circunstancias. A I )ios gracias, aún existo, yaún consen'o la memoria suficientemente fresca para reproducir. Hin sombras ni perplejidades, hechos l1otori05, que parn el ~eñor Castro y .oyanguren habría sido preferible no tratar de mencionar en la forma absolutamente destituída de fundamento en que lo ha hecho. Sus reminiscencias históricas habrían, me imagino, quedado más hahilitadas para

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(l).--EI seiior Arroyo hace ll1ucho hinca.piéen el hecho cIe no vivir en la calle de Belén cuando recibió las <,artas del General Roca (lH98). Esto podrá ser verdad: pero tam· 'hién lo es que cuando las leyó al señor Castro y Oyangu- , .ren tres afias después (1901) ocupaba entonces eie loral.


-16prestar el servicio que con ellas ha querido, ofrecer a su país, eliminando d justificadísi. mo motivo que me ha obligado a consignar la precedente y categórica desaptorización de sus falsas informaciones. " Tal vez convendría,' por último---para que quede bien netamente determinado cuál fué el norte de la política argentina en et. Perú-dejar constancia de que, ni en las instrucciones de que fuÍ portador al iniciar la misión llue me fuera contlada en aquel país, ni en todo el curso de los 'años que en Lima pasé desempeñándola, recibí de mi gobierno ni la más ligera recomendación que tuviera por fin insinuar al del Pern la conveniencia de un acuerdo entre ambos países para el c~so de una posihle ruptura de hostilidades'~ntre la Argentina y Chile. Esto bien 10 sabeh - porque les consta -los· numerosos homhres de Estado muy distinguidos del Perú cçn quienes me tocó cultivar siempre las mejores relaciones oficiales, y aún de personal amistad, a cuyo grato recuerdo he permanecido const~temente fiel. Paréceme que las declaraciones que preceden, de indiscutible exactitud, colocarán los hechos de que ha pretendido valerse eT señor Castro y Oyanguren para valorizar sus reminiscencias históricas bajo su -verdadera luz, y al autor de éstas, en el sitioingrato que le corresponde y que él mismo. se ha huscaao. AGUSTiN

ARROYO.


- 17 -: La Nación, de Santiago, remataha el artículo de Arroyo con este comentario: «Pueden n~H.·stroslectores juzgar cou estos antecedentes de los medios indignos a que llega a ~char manos la propaganda pe~ rlilana, cuando se trata de hOllltilizar a Muestro país». Declaración

del Sr. C~.tro y Oyanguren

La Prensa, de Lima (fi de Setiembre) comentaba así este incidente: La cirl'ttllstancia de encontrarse enfer. mo, desde hace dos días, el señor Enrique Castro y Oyn.nguren, que rcside. como se sabe, en Chorrillos, nos impidió entrevistarnos con él personalmente en cI día de ayer, como huhiera sido nuestro deseo, para acompañar con opinioncs suyas, los concept09 emitidos en la illfoJ"111élción ((tiCprecede estas líneas. Sólo consegtli111oscOllltlnic[lci('il1telefóni. ea con el distinguido escritor. (,llYn.n'}>l1tación C01110)ll1hlicista es YelltajoSarJ1t'llte ea;. nocid~ <:nel c~t1tin~nte, y ell eSélforma l1~S autorJzo el senor Castro'y Oyanguren par~\ que rotunda y terminantemente garantizá. ramos la autenticidad del documento contenido en su libro. -El señor Arroyo-nos afirmó el señor Castro Oyanguren-no.sólo melnostró a m~ la carta auténtica del General Roca. sino a otras muchas personas de espectable posi.-


-1~ción diplomática y política, y entre ellas, al actual Ministro de Relaciones Exteriores, doctot' Melitón Porras, tamhién cancil1« entonces, quien me manifestó h(lCC poco, a raíz de la lJuhlicaci()l1 de mi obra, que conser",'aba, como yo, una copia íntegra de esa importante comunicación. No hay, pues, ar~umento posible en contra de la veracidad eompl(~ta dela carta publicada en el folleto .•Entre el Perú y Chile)). El señor Arroyo tuvo la bondad entonces ùe pcrmitirmc (lue en HU presencia I<l copiara.:o· esto mismo consiguieron otros cahaneros. entre los cuaJes he citado al l"l'ñor Porras. Su actitud dl' ãhora no t;reO, P(ll' consiguiente. (lue tenga explicación ]Josihlc. Como hiciéramos collt;tar al señor Castro y Oyanguren la circunstancia de residir actualmente el señor Arroyo en Santiago de. Chile, nos manifeste) en respuesta que, por el momento. le bastaba con publicar esta rotunda. afirmación de su parte, reserván. dose, si ello fuera necesario, una explicación más amplia que tendrá. por eierto, gustosa acog-ida en nuestras columnas.

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La ratificación

del Sr, Castro y Oyanguren

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cu1th-aba, por mi posición periodística, t·e· laciones de amistad con personajes y hombrès dirige!ltes, entre los que se contaba el señor Arroyo. No me liga han con él vÍnculos estrechísimos, no había tenido la honra de ser su condiscípulo en Valparaíso, como el señor Billinghurst, ni era su habitual contertulio. Pero en el comercio natural entre diplom{lticos y periodistas, habíanse formado entre nosotros las relaciones sociales indispensahles para conocemos y tratamos. Ni yo aspiraba entonces,al título de amigo particular del señor A.rroyo. ni hoy, en vista de su extraña .actitud, creo \que poùría considerarme honrttùo con esa designación. En una oportunidad, 110 n~cuerdo con· cretamente con qué motivo especiql, 1I1Ccitó a la casa que oCl1paba en la calle de Be1-én, y allí me hizo conocer unas cartas particulares a él dirigidas por el señor G~ncral Roca, Presidente de la República Argentina. Comprendiendo su importancia para la futura historia diplom{¡ tien de estos países. le preg\1nté si no tendría inconveniente en que )'0 tomase cOPla de ellas, a lo que no opnso el Ministro argcnt.ino la menor n:sistencia. Las cartas-que eran dos, una COll fecha 26 deMayode 1898 Y la otra dc6deAg()~todd mismo año-estuvieron en l'hi poderalgunps días, y después de copiados sus párrafos más interesantes, se las devolví a su ducño. Con toda franqueza e hidalguía de mi parte, le pregunté sí podía entonces hacer uso de ellas, a 10 que nw contestó el señor Arro)T.


- 21que todavía no era la oportunidad, pero que más tarde podía utilizarias. '. El señor Arroyo, después de veinte años (le ansencia del Perú, trascurridos casi en su totalidad en Chile, país al que puede considerarse SLlsegunda patria, pues allí fué educado, allí se casó, y allí ha decidido vivir, a lo que parece, el resto de sus días, niega hoy (le la manera más rotunda, si no la existencia de esas cartas, pnes él confiesa haber recihido sólo lllla y haber1a mostrado a personajes de importancia, entre los cuales no }Jodía aspirar a contarme yo, modesto e insignificante periodista; niega, repito, la autenticidad de esos documentos publicados ~Il mi folleto, y sobre todo, que él, en su altísinw posición, me los hiciera conocer a mí. To(los sabemos 10 que hay siempre. de ílescontable en las palabras de ciertos diplomÚticos. Para algunos, diplomacia es sinó1.1i1110 de tapujo, de cnredo y de falsía. Hay hombres eminentes que se sobreponen a ese concepto, y que cuando hablan y escriben, ostentando la representación de su pueblo, proceden Call sinceridad y buena fe. Reconozcamos con dolor que el señor Arroyo no está incluído en esta categoría. A tan gloriosa estirpe pertenecen Wilson y Lloyd George. Los antípodas de esa diplomacia son Barros Rorgoño y sus cómplices y secuaces. La diplomacia moderna se asienta en la franqueza y en la verdm1. La diplotlJacia J&asada de moda "ive muy a su gusto en la atmósfera cortesana de la hipocresía y del


- 22~mbustc. Algo de esto ha pasado con el señor Arroyo. teníà él entoncès un intet"éssupremo en unir al Perú, pobre e insignificante como era, a la cam;;=¡.argentina, y por eso; mostraba y exhibía a todo el mundo con tanta preniura y diligencia las cartas del astuto político que las firmaba. Hoy ese interes le lleva él pasélr la esponja sohre lo e~crito, a fill de que Cllile, el amigo fuerte -'" 11<'deroso, no le tOniC cuentas ele Su :l1lü:rior ~xtravío. Felizl11('"':' ; ra el caso especial ell que 'me ha caL l" n'enir; esto es, para rccllél.zarcon la I1H~J ,:.;Tande indignación la injuria que se me dirige, al suponérseme capax <1<:, fraguar 1111 dOQítlllt-lllo y de exhibide ell un folleto él snhicndas de que es Üt!so y de qd!.' había de ser sacado a la n:rgüenza pública, no tengo pnra (1l+'mlerl11c sino la honradez de mis antece(lenll'~. la circunspección de mi vida, y el hecho. notoriamente exacto y abrum;'dorpara el sefior Arroyo,lie que hay todavía algunas personas en Lima que conocieron, lo mismo que yo, el texto de esas cartas y flue podrían a testi6'1.tar lo <¡ Ile afirmo, Entre éstas se halla el actual Ministro de Relacioncs Exteriores, don Melitón F, Porras, hombre de sericdad insospechable -" de altísima reputación, el cnal me confirmó. a raíz de publicado mi folleto, que conocíay halSta poseía copia de una de las cartas de refer€ncia. Porque hay que· advertiria. El señor Arroyo es hastante generoso conmigo, vues


llega hasta conceder me haLer recibido una sola carta tiel neneral Roca, aquella eu que habla (lei primer cañonazo y de la declaración que haría la Argentina, caso de un~gt1erracon Chill', pam que losterritorio~ ocupado~ im1ehidanwntc poresa nación volvieran a su lt',~íti:llU (lncño, Pero lo que ha olvidado el sulor .\ nI) y'O es que en esa carta Ilel li de ,\gosto, t:1t que se }¡[lCCTl los mÚs terríhle~ (':1 rgl IS:1 la It( ¡lític:l conquistadora de Chilc--b tinie[(, sc!!ím el desmemoriado diplomático 'lue rt'~'ij,il'r:l dd Presidente aT~entino-s(: dice ('Il sus primeros renglones qne se ha n:cihid(¡ "ontestaciÓn a la del 26 de 1.\layo: es decir, ;\ aquella que niega el señor Arroyu, y que. sea dichu de paso, es mu'cha menos intl'resalltc qne la última, ¿Y qu<.' irnerés \JahíH (It: tener .Yo en forjar ese doeumento'~ El iÙbificador más grosero, el sin1ll1adn¡' lll{i~ [lwlaz. toma sus precauciones y espera algnna oportunidad propicia para lIn'ar a cabo sn intento, Yo he tenido en mí poder largos año¡;; la copia , de esas cartas, y cuanelo s~·ha presentado la ocasión <1eutilizarla~ t'n servicio de mi patria, las he Pl) hE<,·ado. in voeando para mayor sinceridad. el testimonio del señor Arroyo. Pero el antiguo diplomático, o arrepentido de su ligerew al haber entregado esas cartas. () quericndo que en Chile no se juzgue mal su actuación t"('specto de esc país. no trepida para salvarse en infamar la reputación de un escritor peruano, aunque pa-


-

2,(, -

rà ello enlode sus propias canas ydesmienta en absoluto su caballerosidad. Fiado yo en esa virtud delcaballero y sin sospechar jamás que pudiera ponerse en duda, y menos que nadie por el señor Arroyo. un hecho que venía abonado por la respetabilidad de la persona que en él intervenía, he apelado en mi folleto a su mismo testimonio v }heestampado con toda seguridad mis afirmaciones, cierto de encontrar, porque creía conocerle,su más franca y resuelta confirmación. P~rQen el diplomátiço argentino, más que el respeto a la verdad y a la historia, más que la consideración a la dignidad propia ya la honra ajena, ha imperado, sin du'da, el cómodo y egoísta afán de propiciarse la bucna voluntad de sus huéspedes los chile,nos,con quienes vive en fraternal consorclO.

No es dificil descubrir cn todo ellola mano artera y solapada de Chile. ¿Qué mayor regalo para su causa que desautorizar ruidosamente un folleto en que se exhibe él 'todas luces la fe púnica de esepueblo, inculpando a su autol' ante la faz de América de mentirdsoy de falsario? ¿Qué fuerza. qué auteridad pueden tener mis pruebas y alegatos, si en uu capítulo esencial se los desmiente , pública y solemnemente? Porque si algún mérito tiene mi modesto trabajo es la abundancia y precisión de hechos, desnudos casi de todo comentario, con que se presenta, como una montaña abrumadora, la falsía y el engaño de Chile.


- 25El señor Arroyo, cOl1\"crtido en instru~ mento de la odiosidad de cse pueblo hacia el PerÚ, me ha hecho su yíctima~ mancillando mi reputación de escritor y de hombre de "hien. Al desmentido de ese caballero, dedaro que' el ex-diplomático argentino o ,-'s \ln inconsciente o cs \ln temerario calum~Jiador. Porquc una de dos: o el señor Anaya ha ¡,el'dido totalmente sus facultades mentales, ~n cuyo caso es digno de compasión, o a sá~ hiendas de que injuria a la verdad y de que hiere la dignidad ajena, estampa una afirmación totalmente, absolutamente, lmpúdimente falsn. En este último caso, otro es el "entimicnto que inspira. y para terminar, cOl/ste que la detensa del 110 necçsitaba para triunfar ante la <.'onciencia del mundo ele la falsificación de documentos históricos. Con cartas o sin .:artas del General Roca. la causa de Chile ~.'stá perdida sin remedio. Esas cartas ocupan en mi folleto un lugar episódico, no son "toda la obra, ni constituyen sino un incidel1te,dc importancia por lã autoridad que las :walora, pero que no SOH el principal argu"J'Uentocontra la política de Chile. l'ero aunque así no fuera, aunque se tratara de algo fundamental y trascendente, quien escribe estas líneas tiene tanto respe" to por la dignidad de su pluma, que no sería .('.apaz de incurrir en el delito que se le atrihuye, ni siquiera para salvar su propia honra y su propia vida,

Peru


- 26-

., Saluda.a usted con la mayor consid.-CIOn su amlgo.

E.

CAs'rHo y OVANGl1ftÉN.

Declaraciones del Sr. Porras El señor Porras, actual Ministro ùe Relaciones Exteriores del Perú, 110aparece citado por el señor Castro Oyanguren cn este incid~t1tc de las cartas del General Roca-Algo más: el autor del folleto ignoraba que el señor Porras tuviera copia dl' esos interesantes documentos. Lo supo cu~ndo, después de publicado el opúsculo, ya propósi. to de cambiar impresiones con el señor Porras acerca de su contenido" recibió la con· firmación de la existencia de esas cartas. El señor Porras dijo textualmente al señor Castro Oyanguren: «Lo de las cartas es au· téntico. Yo tengo copia de una de ellas)). Por eso, cuando apareció el desmentidoinsólito de Arroyo, el periodista, indigna. mente acusado, se acordó de que había un testimonio de irrcl.'Usable solvencia moral y de indiscutible autoridad. A ese testimo. nio apeló, y con tal motivo /..-8 Prensa se decidió a entrevistarle. La conversación con el señor Ministro fué muy provechosa, porque confirmó la existencia de la carta puesta t'n duda por Arroyo, y. sobre todo, porque sin'ió para conocerla en toda su integridad.


- 27El reportaje de La Prens¿l (H de Setiembre) es como sigue: Ayer visitamos en el palacete de la Caneillería al señor Ministro de Relaciones Ext~riores, doctor Melitón F. Porras, y conversamos con él acerca del intcresm~te incidente surgido entre el antiguo diplomático argentino doctor Agustín Arroyo-residente en Hantiago-y el prestigioso periodista peruano señor Enrique Castro Oyanguren, respecto a ciertas cartas del General Roca que el primero mostró al segundo, allá por los años de 1901. y que ahora pretende desconocer en una extensa comunicación, que hemos reproducido en La Prensa. -Llegamos a t1sted-·dijimos al Dr. Porras-a pedirle, en nombre de La Pr~nsa. ({uenos haga usted el favor de proporcionarnos copia de las cartas del General Roca ¡¡lU:, según afirmación del señor Castro Oyangul'en, guarda usted, hace veintiún años, dei entonces Ministro de la l-~epública :\rgenti. na en el Perú, señor Agustín Arroyo, ya que 110S haga usted conocer, a la vez, cuanto St'pa t1sted con relación a esos documentos de carácter in ternacional. El Canciller nos acogió .con atención, J' convino, desde luego. en darnos copia de una de las cartas que solicitamos de él. Al efecto abrió uno de los cajones de su escritorio y después de una prolija búsqueda, extrajo uu sobre de oficio-amarillento ya por el trascurso del tiempo-y 10 puso en nuestras manos.


- 28El sobre ostentaba ~n la parte superwr, hacia el extremo izquierdo, el escudo argentino estampado en relieve con tinta azul, y debajo esta leyenda, impresa también con letras azules: « Legación de la República Argen tina» .. Abrimos el sobre, que consQrva la ~ma intacta, 10 que demuestra que fué entregado ,abierto, y extrajimos de él un pliego de paVel con el mismo membrete de la cubierta. El papel estaba escrito por todos IQs l~tdos. Lo leímos detenidamente, y cuando terminam()s. el doctor Porras ordenó a un mccanógrafo que hiciet"a una copia exacta de aquella carta, copia que en seguida nos . entregó, diciéndonos así: -Esta carta, fechadac1 6 de Àgosto de 18HH, es la única que tengo en mi poder. -¿En qué parte le fué entregada esta copia, señor Ministro? -preguntamos. -El mismo señor Arroyo la trajo al Mínisterio de Relaciones- que yo servía entonces como ahora-y la puso personalmen te en mis manos. -¿Qué otro detalle o qué declaración relacionada con este asunto podría usted proporcionarnos, señor Ministro? -Declaraciones sobre el particular, sólo - puedo hacerles las siguientes: Primera: Que soy completamente extraiio a la publicación hecha por el señor Castro Oyanguren en meses anteriores, y que sólo tuve conocimiento de ella por la circunstancia de haber llegado a mis manos el


-29 folieto intitulado .. \.l·ica)).·

., Segunda: -lo repito-es to'

«La cuestión de Tacna v

.,...

Que la única copia que poseo la de la carta del 6 de Ag05-

v

, Tercera: Que perteneciendo- ya al domil1l0 pÚblico la parte escncial de esta comunicación, v habiendo el mismo señor Arroyo explicãdo el sentido de esa carta, no veo inconveniente para proporcionarles el texto completo de la copia que conservo en mi poder. Agradecimos al doctor Porras su acogida y salimos complacidos de sn despacho. La carta completa <}elGeneral Roca La copia de la carta del (;eneral Roca al señor Arroyo, que nos cntregó ayer ell\linistro de I~claciones Exteriores del Perú dice exacta y textualmente así: BUCllOS

.•>lires, li

de Agosto

de 1898.

Señor don Agustín .-\rroyo, ~1inistt'O de la República Argentina en el PerÚ.

::\1i esti maù () a 111 igo: :Me es grato acusar recibo de su apreciable de 24 de Junio último, por la que me he enterado es en su poder la mía de 26 de Mayo.-


'- 30 Era de esperarse qué" fuera esa la acti-

tud y procedfr del señor Presidente Piérol,. _ que usted me dice, al mostrarle

mi citada

carta, dadas las ofensas. inferidas por Chile al Perú y la, amistad tradicional de perua. nos y argentinos. Su conducta ante las dificultades de la. t:ancillería de la Moneda, en lo pertinente a la cuestión de Tacna y Arica. y como con se· cuc'neia del protocolo Billinghurst .. Latorre, es la que hubiera observado cualquier otro magistrado peruano. es decir, procurar oh. tener para ~u país todas las ventajas }Josí. hIes. a fin de que las cautivas provincias en· traran. cuanto antes, a formar nuc\'amcnte parte jntt.>gT~lnte ~el cuerpo político del Perú. ~o e~ de extrañar que el señor Billiughurst. durante su penr,anencia en ChiIt.-, . haya oido decir vagamente, y aún se 10 hayan insinuado de una manera dara )' precisa, que nosotros, en casodc salir victoriosos ~n una gnerra con Chik. no de\'olvenamos al Perú y Bolivia los territorios. perdidos en la guerra del Pacífico. Pero esto es contrario a nuestra tradicional politiea exterior, y en el caso supue~· to de uu rompimiento argentino -chileno, antes de tirard primer cañonazo, declara· ríamos solemncmcnte, que esos territorios conquistados y retenidos por el derecho de la fuerza, volverían inmediatamente a poder de sus dueños, sin ninguna obligación para nuestro país, Los rumores e insinuaciones que el señor Billinghurst ha oído en


-

:11

,;,Chile. tient:n ~u origen l'Ii l:t diplomacia de t'SC país, doble ." astt.1tél, de deseos de ('nsanclw ,'I: nh~orcióll, a costa de cualquiera, POI' lo que re~p~ct<\ al estad!) :letnal (lL' nuestra ~uestíóll dt' lîll\itl'~ con l:t n-púhlie:l trasan,dina, (TeO qlll: St· lleganí :l UIl (\rn:glo pacífit~(). lH\e~ Chile IJI) se atn-\'('!"<Í ;l violentar lOH tratados. que ~Oll del1l;ISi[ldo c1Hros, tcrminantc~ y l'n:l.:i:'ios. Sill ¡hl' lugar ~\ dtlda~ crróneas

.' cakulachls

higiiedndes, ridad.

porque

así h'rrcstre

\"OS\ltlï\:-'

cedido

ni am-

superio-

I'O!' \lll

\' ,lllllTiC:lnis\l1o,

¡iIO:,

:qlrcci:tcillnes,

co\loce Huestra l'OIIW mnrítil1w,

cspírit::

dClIl:ISl:lt!I':

~'OlTcsp(1I1dí,11l

de ;.!"t'\I('rosidad de la paz hepllt.'rtO:' l/tlt' no~

Ol,:-;CLllliu

l'Il

hiS

l'] Pal'Í{h'I'. lH¿ís dl' la mi· dd Fllego, -' }lart\: del mis-

vU

fad d(, b Til'n:t

lHO Estrecho: 11l'I'O hoy ('stamos t-irmemente rcsuclti)o., :1 !lU l'l'deI' ;d,solul:llllcntc más, .Y ;)blig:¡¡- :l Chill, ;\ ('\Implir legalmente 10 pal·tado, porque 110IH)(ll'mo~ ('n mallera alguna an~ptm' ~ll~ ttd~:lS -' calculadas teorias dt' querer extenderse hacia el oriente de los .\1Hles. l,l verdadero y justo límite de .:unhas n:pÚhlie:ls. desd\.: In época colonial, y in mis1\lt 1 ll1:Îs lank ,d hae\:'l'St' independientes solIn' la ¡las\.: de1lfti !)()ssÙJctis, Ell

e!l¿lIlto a

:-solicitud vle\'adn varios

distiuguidos

lo

listed me dice, de la nuestro (~obierno por marinos peruanos, para

quc (l

prestar servicios en Iluestra annada de gue~ 'l:ra, llH.' ocuP;:Fé oportuw:uncntc (le este asunto, y le escrihiré nI respecto,


- 3,2Veo con placer, que paulatinamente en~ tra el Perú en la vía del progreso, y va reponiéndose de sus desgracias, y at1anzandoIa paz que tan positivos frutos ha de darle, para la explotación de sus grandes riquezasnaturales, que en un porvenir relativamente corto, producirán a ese país estables y reales beneficios. Mucho le agradezco la hondad que Ud. ha tenido, enviándome la preciosa etc., etc., etc. \ Call la estimación de siemp:-e tiene el gusto de salndarlo muy afectuosamente, deseándole felicidad, su afectlsimo amigo J' seguro servidor. (Firmàdo).-JuLlo

A.

ROCA.

Pongamos 101 puntol lobre las Îe& (ne L(t Prensa de Lima)

Ha publicado La Prensa el texto íntegro de una de Ias cartas del General Roca} que el señor PotTas, actual Minis,tro de Relaciones Exteriores, tenía cn su poder. Esta feliz oportunidad me permite aclarar definitivamente mi intervención en el asunto J" poner a mi acusador en el sitio quc le c0rresponde. Como recordarán los lectores, yo he insertado en mi opúsculo sobre Tacna y Arica fragmentos de dos carta& del Presidente argentino, una con fecha 26 de Mayo de 1898


- 33y otra de 6 de Agosto del mismo año. Ca, noce ya el público las circunstancias en que· estas cartas llegaron a mi poder. Ahora:. bien, las afirmaciones del señor Arroyo pueden reducirse a las siguientes: Primera.-El General Roca no le dirigÍó más que una sola carta. La que aparece en la página 45 del folleto es apócrifa. Segunda.-En los dos primeros párrafos de la segunda carta, la única por él recibida,-6 de Agosto-hay sólo till ligero trasunto de 10 consignado por el General Roca. El tercer pÚrrafo, en que se expresan térmi-, nos de la más severa condenación para la política chilena, es evidente que no pertenece, ni por su fondo ni por su forma, al estilo habitual del Presidente. El fraude y la suplantación saltan a la vista. Pues bien: ell la carta que conservaba el señor ~Iinistro de Relaciones Exteriores, escrita ell papel timbrado de la Legación Argentina, y que tal vez a estas horas haya decidido el scílor Arroyo calificar también de apócrib, incluyendo· al señor Porras en la categoría de vulgar falsiticador, se leen estas intercsm1tcs Fneas: «~Ie es grato acusarrecibo de su apreciable de 24 de Junio último, por la que me he enterndo es en SlI poder la mín del 26 de Afn.",·o». ;.~:~ Pues entonces, señor Arrovo, huho dos cartas, y las fechas coinciden ~on 10 consignado en mi opúsculo. Lo que en la primera expone el General Roca carece de importancia, ya que se limita a explicar los motivos


- 84por ios que no intervino su país en la guerra del Pacifico. Son declaraciones de car~tel' retrospectivo, sin alcance político y diplomático, y por eso, sin duda,. el señor Arroyo no se la proporcionó al señor Porras. A mí me la mostró, tal vez como antecedente de la clue él tenía tanto interés en exhibir a los homhres públicos .Y periodistas pe~..uanos. P ara desmentir la segunda aseveración ùe mi contradictor,·basta con que cualquiet"a se tome la molestia de cotejar los fragmentosde los párrafos por mí copiados (página 4S) con los que aparecen en la carta que ayer pulJlic6 Ln PrenSéJ. Son de una exactitud completa, ahsoluta, abrumadora. La suplantaciÓn que a mí se me atrihuye no estÚ sino en el cerebro claudicante del desgraciado ê:liplomático. Dichos párrafos dicen así: ((Kocs de extrañar que el señor Billinghurst durante su permanencia en Chile haya oído decir vagamente, y aún se lo hayan insinuado de una manera clara y precisa, que nosotros, en caso de salir victoriosos en una guerra con Chile, no devolveríamos al Perú y Boli\-ia los territorios perdidos en la guerra del Pacífico. «Pero esto es contrario a nuestra trarJicional política exterior, yen el caso supuesto de un rompimiento argentino-chileno, antes de tirar el primer cañonazo, declararíamos solemnemente que esos territoriosconquistados y detenidos por el derècho de la fuer-


- 35za, volverían inmediatamente a poder de sus dueños, sin ninguna obligaciónJ.lara nuestro país. -(I Los rumores e insinuaciones que el setîor Billingburst ha oído cn Chile tienen su origcn CIl la diplomacia de ese país. dob1c y nstuta, de deseos de ensntlche y absorción, ¡¡ COSUI de cualquiera» . .\ hora. yo pregunto: ¿Ha tenido der~dlO ci sel10r Arroyo para calumniarrne e injurianlle, cuando existían pruebas irrecusabIes de lo afirmado por mí? ¿Puede alguien seguir otorgando títulos de hidalguiél y d~ amor al Perú, a quien da muestras de proceder con \lna ética tan liviana""! ac01l10daticia: Por lo que :;l mí ~c refiere. este incidente ha 'Tllido a desmoronar la ilusión que yo y otros muchos ahrigftlml110s en la gentileza de C:-il' dipIomÚtico, a quien la sociedad de Lima colm() de distinciones y reputó siem1m: como el prototipo de la cahallerosidad y corrección. Por desgTacia, los hombres 110 siguen en todas las dapas de su vida la trayectoria de honradcz y de virtud que les marcan sus antecedcntes, y ante claudicaciones tan vergonzosas co'mo la que hoy prcsenciamos, consumadas para mayor dolor casi al declinar de la existencia, hay que rendirse al pesimismo de cierto pensamiento de La Rochefoucauld. cuando dice en amarga fi-ase: que los ,-icios nos nguar(lan en todo el curso de la ,-ida. como huéspedes a


- 36quienes sUcesivamente tenemos que dar alojamiento . La moraleja que hay que sacar de este incidente, después de ahogar el rencor en nuestra alma, es que el Perú reconozca que sus mejores, sus únicos amigos debe buscar . . los dentro de sí mismo; que la prudencia le invita a no confiar jamás en ayudas y simpatías ajenas, y que la defensa de su derecho no la encontrará sino en el hierro de sus entrañas y en el valor de sus propios

hijos. E.

CASTRO

Y OYAKGUREN.

Más respeto a la verdad En La Nación de Santiago se lee el siguiente articulo de don Agustín Arroyo: Si he de juzgar por los telegramas que publica la prensa de hoy, parece que don Melitón Porras, :\linistro¡ de Relaciones Exteriores del Perú, se ha resuelto a salir a la defensa del periodista inventor de cartas del señor Gencral Roca. don Enrique Castro . OyangÜren, a quien debí poner en su lugar. en la desautorización que, en La ~Vacióndel lB de Agosto último, hice de su folleto d{cminiscencias históricas-La cuestión de Tac~ na y Arica», en 10 que toca a las notas en que se atrevió a exhibirme de testigo de sus falsas afirmaciones ..


,,-

-di-

En efecto. El canciller Porras pasa por alto y se desentiende completamente de la circunstancia de haber dado a luz Castro Oyanguren, dos cartas dirigidas a mí por el señor (;eneral Roca, una de fecha 26 de Mayo de lS~)8, y la segunda, del G de Agosto del mismo aÙo. De la primera, be dicho categóricamente que es apócrifa, çlesdc el principio hasta el fin, y me ratifico en ello de la manera mÚs rotunda. Jamás recihí tal carta del señor General Roca. He agregado que, en realidad recibí de~ ese personaje argentino una lÍnica carta. fechada d G de Agosto. cuyos términos exactos deploraba no poder consignar por no haber hallado el original entre mis papeles; pero de cuyo ~entido hallaba un trasunto eR la qnc reproducía Castro Oyanguren, menos el pftrrafo tinal, en el <Lue 110 podía reconocer ahsolutamente la manera de expresarse (leI señor General Roca. Ahora bien. Al canciller Porras, le parece cómodo confundir las dos cartas aludidas, para darse el gusto peligroso de asentar falsamente que yo he negado el hecho de hal)cr recibido la segunda de ellas. (1). Es cierto que el señor Porras, que descmpeñaba la cartera de Relaciones Exteriores o que acabaha <le dejarla-difícil es pre-

(l).-Como

}¡abrá visto el lector, el señor Porras no ha

afirmado nada de lo que antojadizamente señor Arroyo.

le atribuye

el


-

38

-c

cisado en este 1110mento,-Sè presentó un día a hacerme una yisita particular en la legación, y solicitó de mi tuviese a bien dade una copia confidencial de la aludida cartadel señor General Roca: petición que'juzgué l'la poder rehusar .. La pub1i~ació1i emanada de la Cancillería de Lima ¿está conforme con la copia que yo personalmente le dí? Hondisima duda ¡ne infunde, de modo especial, el pÚrrafo final de ella. Porque nada significaba el hecho, en {lue ostcnsiblemente se hace tant(l . hincapié, de hallarse la mencionada copia por mí expediJ.a cn el papel tim hrado de la Legación. El propio despacho de1l\Iinistro y Seen:tario de la Legación, con sns papeleras sobre las mesas, daban fácil acceso a los mayordomos de servicio, que eran todos oriundos del país, y, por consiguiente, accesihks a sugestioneH extrañas e interesadas. Por si acaso alguien pudiese COlliSiderar demasiado atrevida la sospecha del acto innoble que dejo insinuado, le invito a tomar conocimiento de una historia auténtica y bien edificante, que en se.guida voy a relá. tar, y que tiene Call estos asuntos internacionales muchísimos puntos de contacto.

Héla aqui: Un día, recibí del señor Amancio Alcorta, Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina, un cablegrama, cifrado, que textualmente decía:


-

:~9 -

-((Se ha presentado en este l\Iinisterio el doctor Telmo 1ehn%0, Em'indo Extraordinario y ::\'I inistro Plenipotenciario de Bolivia, a comunicar a este (;obierno, en nombn~ dd suyo, que \", E. ha celehrado con esc seiïor ::\li1\istro de Relaciones Exteriores, don Enriquc de la Ri"a AgÜero, un Tratado deAlianz~l, ofem;iyo '" dcfensi\'o, entre 1aRepública .\rgentina }: el l\~rú .. \ "crigÜe Y. E. el orig"cn ele tal notician. Profundamcnte sorprt'lldido dt' encontrannc inesperadamente alllcn', sin sospedwr10 siquiera. de un cOll"enio internaciolwl rk capital trasccndeneia, lilt' lancé a investigar lo que pudiera halwr de cicrto en la informé1ci()ll aludida. Lo rpic yo no Un"dé en esclarecer, [ué lo siguicll te: {'n ex-ministro diplot1l{itico dd Perú, que hahía ejercido las fUllciones de su càrgo en una nación ,"eeina, durante el bn.~\'l~go-, bie1'11Odel General Iglesias, se presentÓ al Ministro de Chile (quien hahía tenido pcasión de prestarle sen'icjos JJositi n)S durante una gran temporada de emigraciÓn en Valparaíso), y le hizo comprender que, en las sesiones secretas que en eso>;;momcntos celebraban las cámaras, se discutía un Tratado Internacional, cuyo conocimiento podía interesar a su país. Autorizado a procurar una copia fiel del documento, llevó una tan perfectamente bien concluída, que, no obstante la reconocida habilidad y práctica en el servicio del diplomático chileno, éste cayó


- 40en el falaz engaño, tomando como 'posiblemente cierto el «Tratado de Alianza nfensi-. va y defénsiva entre et Perú y la·República Argentina»; con tanta mayor razón cuanto que iba acompañado de los votos razonados, que, en pro y en contra, habíanse vertido en el Congreso, en el curso de la discusión. El tratado llevaba al pie las firma:'\ de los señores Enrique de la Riva-Agüero y Agustín Arroyo, Ministro de Relaciones Exteriores del Perú v Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República Argentina, respectivatilente. El aludido ex-diplomático peruano, tan habilísimo para urdir Tratados inexisten-. tes, como escasísimo de recursos, obtuvo por su laborioso e indigno trabajo un grueso puñado de libras esterlinas, dejando así recompensados los auxilias con que el adquiriente de la averiada mercadería habíale favorecido en días de angustia. Es excusado agregar que el señor Ministro Alcorta recibió del que esto escribe, en contestación del cablegrama transcrito, la seguridad-que él, a Su 'vez, comunicó al señor Ministro de Chile en Buenos Aires,-de que el distinguido colega de Lima había sido grosera e indignamente burlado. Halágome con la esperanza de que la precedente historia muy auténtica, que, para no fati~ar, ~e p.rocur!ldo hacer I? más escueto postble, Justtficara ante los OJos de 198 que esta lean, el fundadísimo recel6 que b.-


- 41brigo de que se haya querido hacérseme víctima de una segunda y auùazmistificación, y, por mi intermedio inocente. a la opinión extranjera, a cuyos oídos pudiera llegar el sonido de los Fa/ores histÓricos del señor Castro Oya'l1guren. im'crosímilmente apo-' yado por el cancillcr Porras. Para concluir, es tal vez oportuno qne me haga cargo de una suposición, tan inepta como an tojadiza, de que vicnen acompañadas las grayes noticias que comento. Se dice que yo. probablemente influenciado por el Gobierno de Chile, he negado la autenticidad de la carta del General Roca. Bueno es que sepan los. mal informados que eso dicen. que vivo aquí completamente retirado en el seno de mi hogar. no obstante las numerosas relaciolH.'s que podría cultivar con mucho agrado; que no tengo la mcnor relación con los señores del gobierno, a la ma varía de los cuales no conozco ni de vista; y~<-lUC ni siquiera ostento la amistad cordial que fácilmente podría estrechar con el señor Barros Borgoño, ilustre Ministro ·de Relaciones Exteriores. con quien dejé de tratarmc en plena juventud y de quien, por mis viajes. he vi\·ido alejado por cerca de cuarcnta años. AGUSTir-.

ARROYO.


- 42-

Punto final HÍ-:I'LICA

AL A~TERIOR

ARTÍCULO

lIace bien La Prensa en suponer que don Aglistín Arroyo, o ha perdido la memoria por acción inexorable del tiempo'~ o no ha leído mis últimos artículos, en que he desbarata(lo con argumentación irrebatible sus nleycs y antojadizas imputaciones. E~to últim.o, qne es lo mÚs piadoso, parece también lo mÚs yerosímil, ya que en la ft.:ciente producción (IcI señor Arroyo se habla de ((telegramas que pu blië:'l. la prensa_ de hoy)). Es e\"idente que el ex-diplomático argentino no ha tenido tiempo de conocer en toda su integridad, sino por meras refèrencias telegráficas, mi terminante oesmentido, ni de releer y cotejar con los,párráfos que inserto en mi opúsculo la carta .del General Roca que conservaba, por fortuna, en su poder el señor Porras, l\linistro de Relaciones Exteriores. Por muy desfavorable que sea el concepto que hoy tenemos en el Perú de la moralidad y hasta de la perspicacia de' ese buen señor, no podemos suponede tan desprovisto de todo respeto por su posición y por el buen nombre de su.patria, para afirmar y repetir neciamente lo que carece detodo valor probato...cio ante el criterio tmiversaI.


- 43El señor Arroyo insiste ell declarar que no ha recibido sino una sola carta del General Roca, la del () de Agosto de 180S, Y que la cId 2(j de :\Iayo del mismo año es apócrifa. porque jamÚs le fué dirigida carta alguna con tal fecha . .\hora biell, los lectores que han seguido con interés este asunto recuerdan perfectamente que en esa misma carta, cuya existencia IW niega An-oyo y cuya copia proporcionó a L;i Prcnsa cI señor Porras, se dice en lm~primeras líucas lo siguiente: «1\1e es grato acusar recibo de su apreciable de :!J de junio último, por ln (filL' 111L' he cntcrndo cs en Sll ¡JOder la mía de 2(; de 111[1;"0». Uuierc decir, pues, que el cx-diplomático argentino, () falta temeraria y cínicamente a 'la ,"erdad, cuando niega la-existencia (le Ulla de las cartas, que el propio General Roca afirma h.aber enviado y Arroyo recibido, () el señor Porras, poseedor de la carta publicmla íntegramente por La Prensa, pasa él la categoría de ,"ulgar fAlsificador. que se colurle con la seryic1umhre doméstica del Ministro argentino para sustraerle unas hajas de papel c01ll11embrete de la Legación. ~uestros lectores podrán decir cuál es la hipótesis a que se inclinan. ¿ y qué decía el señor General Roca en la carta que el señor Arroyo gradúa hoy de apócrifa? Aparte algunos comentarios muy significativos sobre las tendencias de absorción de la política chilena, exponía razones de orden histórico muy conocidas de todos


- 44los publicistas de América para justificar la ahstención de la República Argentina en la guerra del 79. ¿Es racional suponer que haya personas tan extravagantes, tan fal. tas de todo sentido de oportunidad y de conveniencia, para ponerse de acuerdo al cabo de los veinte años en falsificar una carta, sin otra expectativa que la de un interés muy secundario para el triunfo de nuestra causa? Pero donde la audacia de ese ex-diplomático llega a su colmo, donde los métodos y la psicología de Chile parecen haberse infiltrado en su espíritu, es cuando acusa a la cancillería peruana y al insospechable funcionario que hoy la dirige, de haber falsificado o alterado los términos de la carta cuya copia entregó al señor Porras. Por dicha, la autoridad moral de ese personaje y el respeto que suscitan su nombre y su actitud son ampliamente reconocidos, no sólo en el Perú, sino en América, para que rechacemos COlldesdén tan risible imputación. Pero es aquí donde está patente la acción y la influencia de Chile, Porque 10 que más desazona al señor Arroyo, 10 que quiere negar a tO<:1otrance, lo que desearía (tue no se hubiera escrito jamás, son los juicios severos sobre la diplomacia chilena contenidos en la pl'imera carta y en el último párrafo de la segunda, trasunto £idelísimo de la conciencia y del pensamiento argentinos en ,esa época, cuando dice el General Roca que su diplomacia es «doble J astuta, de de-


- 45seas de ensanche v absorción a costa de cualquierall. ~ Hablemos claro. El General Roca fué sincero, absolutamente sincero y concorde con el sentimiento de su pueblo, cuando estampó esos juicios sobre la política chilena. Sus ofrecimientos al Perú y Bolivia de devolverles los territorios arrebatados, descansaban no sólo en la tradicional diplomacia de honradez v de justicia de ese noble país, que nunca h-a mànchado su historia con la torpe agresión de la conquista, sino en el interés muy legítimo que animaba entonces él la Argentina de contener y refrenar la acción desapoderada e invasora de Chile. Había adem{ls otra causa para que el General H.oca tuviera el deseo vehemente de que en el Peru se conocieran sus pensamientos y sus prop6sitos. Exacerbado el litigio dc límites con Chile hasta el punto que })[1.1·ecía inevitable la guctTa, era natural quc a las audacias y provocaciones de ese país, respon(liera el cauteloso mandatario argentino con una discreta y sagaz exploración cn el Únimo de los demás países de :\ mérica. 1-'0hre e inerme era el Perú, escaso el l'(lnLing-cntcque podía mas· aportar a la conticnda; pero ell una lucha internaciona 1 no se pesan y sc midcn los valores y las colaboraciones. Todo apoyo es útil, t<)da cooperación es propicia a la gratitud v al entusiasmo. El interés legítimo de lo~s argentinos era animar al Perú con la perspectiva de la devolución de sus provincias y


apartarle de toda concomitancia con el conquistador. Esa actitud de Buenos Aires coincidía con las zalameras manifestacioncs -de que era objeto el señor Billinghurst en Santiago . . De aUí que el General Roca escribiera esas cartas, y de a111que el señor Arroyo las anduviera leyendo por calles y plazas y en los corrillos de los clubs ·de Lima, ~ fin de formar opinión en favorde sn país y en con,tra de todo arreglo con Chile. Esta es la útáca explicación razonable y verdadera de lo sucedido. Esto es lo que dehió decir v confesar honradamente el señor Arroyo a- sus amigos de Chile. cuando sin duda le han enrostrado la publicación de esas cartas, inToeando para c1esmei1tirlas sus vínculos de familia y la hospitalidad que allí d~sfruta .. Felizmente para nuestra causa, alIado de la despreciable actitud de Arroyo-casi un desconocido en su propia tierra-pode1110S oponer, entre otras voces que alientan al Per{l para alcanzar el supremo desquite de la ju::;ticia ultraiada, la muy enérgica y elocuente del tribuna Palacios y la apasionada y vihrante de un altísimo poeta, de Leopoldo Lugones, que pesan:/ pesarán en la conciencia urtiversal con más valor histórico v más eficacia comunicativa que lo que pued~ representar ese desgraciado diplomático. P or lo que a lilí respecta, yo mismo me he planteado un problema de ética individual: ¿Hice bien o hice mal en aprovechar


--47 las cartas del General H.o~a que hace veinte .8ños me proporcionó el sei1OI" Arroyo? ¿He contrariado alg-una pres~ripción de la deli·catleza social, al publicarias? l\'Ii conciencia me dice que he pro~edi(lü ~()n toda honradez. El señor Arroyo. qlle m~ entregó los documentos y me autorizó a sacar copia de dIos, no me puso sino lIna taxati\"a para su divulgaciÓn: la del tiempo. Recucrdo que medijo casi textualmente: «Es ustecll11t1.Y joven, y alguna \"cz tencldl ocasión d~ utilizarIas. Por elmo1l1cnto no haga usu de ellas» ... Han pasado los años, e11~rohl~llla intcrnaci01wl entre Chile y ci 1 )erú ha tomado los caI·act.er~~de ln mú; \"íoknta, de la más temeraria :'gresión contra el (kn.·dlO <¡neregistra la humanidad. Chile ha decretado la ex-, pnlsión l~ll masa ell- todos los peruanos que habitan su ü·rrit.orio; Chile ha resuelto extirpanIe la:.; pn)\'lllclas irredentas el nombre y la historia del Perú; Chile llosdifÚma v escarnece en el ex tranjero; Chile quiere eng'añar a los que presil'nt~ como -sus futuros jueces; y ante esa conducta, ha vibrado mi pluma de escritor, .Yh~ puesto mis reellerdos al servicio de mi patria. como pone un hijo iodo lo (lue posee, para defender a su madre. He alll mi falta. Si en algo he pecado, .entrego mi. conducta aljui.ci.o de mis conciudadanos. Lima,

~3 - X - nl~). E.

CASTRO

y

Gy ANGUREN.


-48-

Desagravio de la Legación Argentina Al día siguiente de reproducido en Lima el anterior artículo, se presentó en el Ministerio'de Relaciones Exteriores el Excmo. señor don Antonio Sagarna, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario dela República Argentina en el Perú, quien manifestó al señor Porras que venía a expresarle el disgusto con que había conocido las informaciones que se atribuían al señor Arroyo y la absoluta seguridad en que se hallaba de la buena fe, lealtad y caballerosidad del canciller peruano, innoblemente ul-, trajado por el exdiplomático argentino. La Prensa dió noticia de esta visita., precediéndola de las siguientes líneas: ¡(Noes necesario que nosotros ni las personas directa y groseramente injuriadas con este desahogo levanten esta acusación. El señor Arroyo ha recibido ya el castigo que merece. Ayer, en la tarde, el Excmo. señor Antonio Saganla, .Ministro Plenipotenciario de la República Argentína, visitó, como ya el':! sabido, al doctor Melitón F. l'orras~ Ministro de Relaciones Exteriores, y le expresó su eontrariedad .por la publicación hecha por el señor Agustín ArrOJO en Chile, relativa a la autenticidad de una carta del General Roca y por la ligereza de la :


- 49insinuadas por dicho señor Arroyo. «Desautorizado en esta forma, por un representante de sn propio Gobierno el antiguo diplomático argentino, su palabra n() tiene valor de ninguna clase ante el concepto de la opinión pública. {(Nonos causaría extrañeza que el señor Arrovo se volviera ahora contra el Presidenté lrigo)'cn y contra el señor Sagarna, a fin de mantentT intactas sus temerarias afirmaciones y, sobre todo, para dejar triunfante y satisfecho a Chile». SUpOS1ClOlleS

Sospecha que NUEVu

AHTICULO

le

confirma D<

AHHOYO

La conjetura (Iue dejé insinuada ell mi precedente artículo l/Más respeto por In verdad~, que publicó Da ¡\¡ación del l~~de Setiembre último, acabo de yerla confirmada en los diarios de Lima, él cuyos reùadores d Canciller Porras S<.~ ha complaciùo en comunicarles una copia. cyidcntcmcntc i,nexacta, de Ia carta del General Roca, fecha 6 de Agosto de 1898, que él personalmente fué a solicitar a la Legacióu Argentina. Siendo dicha copia la única que yo ùí en Lima, es lógico suponer que ha sido don Me-

litón F. Porras el que, ocultando la mano,


_lt1o .~

lS\'ífáni~d')Üt

lJt~tHltab&ff¡ ;d~) ft:JIl~j~élqlla J~~l:te que <t mí alude, de do'p Enriquec (t~~t't?I~'ya~jttV$, !~g~ii~11ddlë!'tí:;Vid~{Jije p.rc-

!f~h~ntM1::

NiRtd tfflf.Nrllffigú'{)') ~~gtJ) f,JaW~~ {1!s~BHt<hUa H1'-etH.~1,lWfl~T{a.(I!,<~l¡lttnhpÜo JR~i _ -Vãi;ttffc fa'HUle·aë'B<MHL::.l;tft!lfát1-l:h)I~1f1wIWJl:lictsidía ~n dia - para,JiW{{!itt:t)étll~á'¡ mf~h ?8?·~fi~d~,I.\t~èXiS~~Ylt't~/:á.~~tfiw[itHthl&1l' .. dar·lfc~ â hiz çii.~dVlt)-el(}tJ 'èst\mM~~·()lJt~tt.Yl\(O J, J~ :.¡;;f'EsfeVi;iir~éfi\ !fftëa i((ltid.t) I ~Ht~h~ t!lttHh-

fifi

-1 ttîM\fd l{]ëV ~itrH1èSit·n'UtifmflclértnB 1C'2Jrunt, -£f,n~¡¿l 'lH -Hè!idl\v2i\4tiÚül'd~l')'~oo .(~to!:t\~er:ihc también. ~q~ún la c~htiltJt~4.~f-it~ StlP.lYf\.·}li.gaban los ohreros sin conciencia de tan innohle tarca. P<.'rô':\(1)~.!\;iVd''lll~ncY~~

de quI..' el autor ele «Reminiscencias históricas» rcproduce iHJ,s.(~qs/cartlls)J:8h~~l:a~ el1'A~J!.rMayo ;.' f) de Agosto de 1S98. conociclas ya de este pt1.bli.co"y~H¿~.c¡n(tr ..¡?,o"ras,.obligado a . salvar. al p.erioqista que parece tener a su l~tvicíÚ'.i~dléSljtiégt[:dt tWit) a¥tid1i~~I((\/paiecido -·I~iiL~~·~\V8.t~()~~',~~ii~~St,?;p'1Í¢cbm>llf\-<~d8, :cret';~qms'é~rto\ tf~d01,ndqJ ~hs

n~¥t-à~ 'que

"~I 10a1itidaotdre9ide

l1âl(tfftr~g~~~

2~'{$sld\tlr¡os-ltit1èlí<!)s" &i\1.'lm,~r.ll~rb9sèr~3.r -<ehlll'a,~t!1\\'l~hrUf(l()~\~f l~pá.:tit1âr chIniI:1r9;~ilos -~rnifSc'ft-rtí~)S1 fhrtbftl1 ,1l~HJ$rt;a~am;t1!tl ~fèi~6lJi!ëIg\ia~dtl'_I)"-tlai~Ojdooumeutb, £e¥t\'aUJ~¡1l~~.IMF~i\'jlÍltijr1~ ,~f1~it~1 ~~j~ti..ca .. H(1I1(1~;!,ï l. 1r<')i·H;2!,~.I HII, "1.l.¡1Î'Jil(,;.: fiS d, Rf¡ 111~J~~Hf~~ l1IiwwJt1hj¢)~ibÜycn al -5~H~àPf~~ subrocpmítk'f:Vi3~bf)acionil, .~3&rl~~~Ú~ qttt) j~œíl~n"~\18\àih',I


-5.1 -

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no, ;;'l'd est e

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-atl~Nz!d:'i;:YJ8)\iJ{l~ha;'J~,QHffi~f~" ill" enife!I~F!"'1t'<!l','i.'r'] fl') .' H H no.'.!';l]!" n '1'e'IU' lW~.(.' 'tw.n't "H)llUe-TIl ..•·'~.n.Rfl··h,·.,·:., .ll. . l1]ve o-

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·.JtleR't'(';Hi. ~t1cu~6,".'V~Cl\~'. cp. ~tlfO.'.i'-'.,}~.el·s6tn.{~J.iRcfd "2tlrltRl1'&. ,R8Ifdv''lJ' eH)f~a~HtAI:d'>1ii;t'OHH~Fih-

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BANCO 81BLlOTECA

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DE U\ REPUBLICA LUIS" ANGEL ARANGO

CATALOGAClON


- 52((A pesar de que me dí en el aeto cuenta

« del objeto de la alusión, me hice el desen"«

tendido,

y pregunté:-¿De

qué se trata?-

« Entonces el Presidente, haciéndome entre. « gar unos papeles, me agrega:-«Ahí verá « usted». Y comencé a leer el Tratado de « Alianza recién llegado de Lima, y, así que l( hube concluído, sonriéndome, pregunté al «Presidente:-«Y ¿cl1Únto han pagado usteI,( des por esto, porque, si han sido genero« sos, les advierto que hay aná gentes sutiI lísimas v habilísimas en e~ta interesante ((clase dc~trabajos, y no tardarán en ofre« cerles verdaderas obras de arte». Cf Y, echa~ do por mí él. la brpma. el Tratndo, cuya « existencia. negué rotundamente. reanllda(f mos la disensión dd que tmlto I!OS pre-o41 cupaba». ¡Circunstancia por demás curiosa ~ Para que quédara por completo desvanceido el dejo receloso que, naturalmente, hahía filtrado en el ambiente de la Moneda. necesario fué que, después de recibidas las informaciones del plenipotenciario en el Perú, d doCtor Alcorta, canciller argentino, eliminélse él mismo el obstáculo que Sé oponía al ~xito de los negociadores del protocolo B1ninghurst-Latorrc,dedarand() IA. ah~olnhl falsedad dd Tratado aludido. Creo que esto no requiere el que yü agregue, de mi parte, comentario alguno; pero, sí, me autorizan, en cambio, los singularísimos antecedentes recordados a -insistir fuertemente en ln cel-teza de que la carta dada a


- 53-

de

l~z por la Cancilleria Lima adolece de la falta gravísima de una transformación ma~ liciosa que la aleja radicalmente del fondo y la forma de su original. . Se preguntará, tal vez: ¿Qué objeto se ha 1 lropuesto el Canciller Porras al provocar <..~stcdesgraciado incidente? Pues, uno que salta a la vista. Le consta, sin duda, que las relaciones entre Chile y la Argentina. han ido, de día en día, estrechándose cada \"ezmás, y entonces s~ ha dicho: Sembremos entre los vecinos del sur la desconfianza má~ recelosa posible, ofreciéndoles pruebas del carácter doble de los argentinos, y especial. men te respecto del estadista eminente, a '.luien tocó la inmensa satisfacción de dej:lr para siempre ultimadas las desinteligencias de antaño. Francamente, no son de envidiar los elementos de que ccha mano don MelitónF~ Porras para alcanzar el objetivó que persigue en su política exterior. Ha demostrado tener a su disposicióp un laboratorio bien provisto ~¡ compuesto de: Un escritor que se somete dócilmente a todas sus exigencias, cualesquiera que ena5 :;ean; un pendolista de inequívoca cepa colonial, diestro en la preparación de documei1tos al gusto artístico de su inspirador; y Ull químico industrioso que sabe envejecer dt;lndo colores pretéritos y discretos a las co.~s nuevas. ¡Cuánto trabajo para tan contraproducentes resultados! u


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.un€)j,~Ba} ~}gild~nt~:mfQr;waç'lJ¥i},¡)(}lffl)jo/!1jttJ1~Jjf

sellar por modo hrillantísimo y a pOJ;:~nMll~. 1i~iddiniti\<o ao ~1!l,;pi~~\q.lÇ\Ó1J.,,~Jn.~_MAores l~()rJt!M;}'iCá¡s~rQ f~~Wgt.l"1n!,í':) J',ld g.'l ':J,~ ,oí::, 0~1.)¡ íllJa¡;vr~wb~ ;g~{\ h<;~ ;~~d~:")lg.~1J.,1tfll') iJ!ilH9J¥iJ.k sàhj'J 'id t~l3¡tÍtJl,Qn~f~j1n v,r)<;~pq:PP.t" ,~'th:M~r Porras 'es de una alta ejcmplarida,(lpfi\li1\~J

'i~ns~iffi

,:,jw;~~li~m.1W~!?! :slipIAmático. Qb iell') ¡e)1tlic~Qcr }!é4Iit;3¡ ¡ ~~Br~f.\" ~i~nt l~lr è$d.1i!}}1P. ~f)f)ttllflJ~oo )YI J.~tW.!>iACfr~ ~ç

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- 56apócrifas-como lo afirma en los diarios de Santiago el señor Agustín Arroyó-sino auténticas, según 10 ha demostrado ya con testimonios inobjetables el señor don Enrique Castt·o y Oyanguren, ayer, en la tarde, nos constituímos en el Ministerio de R~laciones Exteriores y solicitamos del doctor Melitón F. Porras que nos proporcionara una referenCiamás sobre el asunto, alguna prueba material que nos sirviera para confundir al ex-diplomático argentino, que ha llevado Su temeridad hasta el extremo de declarar que las citadas cartas han sido falsificadas en el Perú. El Canciller nos manifestó que, a su juicio, se había comprobado ya plenamente la autenticidad de esos documentos. Insistimos nosotros j', al fin, le hicimos una petición concreta. -Permítanos usted, señor Ministro-le dijimos-reproducir en facsímil la carta del General Roca que, en copia, recibió usted en 1898 de la Legación Argentina. El doctor Porras meditó un instante y luego se decidió. Aquí tienctÎ el testimonio que deseanrios dijo. Y puso en nuestras manos la carta que el General Roca dirigió, con fecha (i d~ Agosto de 1898, al señor Agustín. Arroyo, en aquella época·Ministro de la Argentina en Lima. -Esta copia-agregó eldoctor Porrasla puso personalmente en mis manos el señor Jacinto García, secretario, entonces, de


- 57la Legación A.rgentina, y hoy Cónsul General de su país en el Perú. ¿Esa referencia

es inobjetahlc?-obser-

vamos. -Tanto-afirmó el Canciller-que esta ·copia está escrita de puño y letra del mismo secretario, de <luien conservamos numerosas comunicaciones oficiales en el Archivo del Ministerio. Nos despedimos del doctor Porras, agradecidos, y, ell' a~uenlo con nuestro propósito, publicamos en seguida. en facsímil, la copia de la carta que el señor Agustín Arroyo sostiene qne no recihió nUllea del Gene-

ral Roca. Hela aquí:


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Conclu.$én

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C19I.~OPJ~tl\:~,(~<: l~~ya~mas '\.

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