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«El movimiento de los derechos homosexuales
introducción 3
reclamarles algo a los fuertes, los ricos y los poderosos suena a un sentido común y una moralidad básicos. Sin embargo, no es así. Estas verdades vienen del cristianismo. Si sacamos ese fundamento, no descubriremos una mejor base para la igualdad y los derechos humanos. Descubriremos un abismo que ni siquiera puede decir qué es un ser humano. Al igual que los personajes de dibujos animados que salen corriendo por un precipicio, tal vez podamos seguir avanzando un poquito antes de darnos cuenta de que el suelo desapareció debajo de nuestros pies. Pero desapareció. Sin las creencias cristianas sobre la humanidad, las declaraciones en el cartel del jardín no valen más que el cartón sobre el cual están escritas.
Así que, cuando pasamos junto a estos carteles, les digo a mis hijos que en casa creemos que las vidas negras son importantes porque son importantes para Jesús. No creemos que el amor es amor sino que Dios es amor, y que Él nos permite vislumbrar Su amor a través de distintas clases de relaciones. Creemos que los derechos de la mujer son derechos humanos porque Dios nos hizo, hombres y mujeres, a Su imagen; y por esa misma razón, creemos que los bebés en el vientre también tienen derechos. Creemos que Dios tiene un interés especial en las madres solteras, los huérfanos y los inmigrantes, porque la Escritura nos lo dice una y otra vez. Y creemos que la diversidad sí nos fortalece, porque Jesús llama a personas de toda tribu, lengua y nación a adorarlo como un solo cuerpo.
A medida que transites este libro, espero que te sientas tanto humillado como empoderado. Si eres un seguidor de Jesús, espero que estés listo para unirte al grito de guerra de amor al final. Si todavía no sigues a Jesús, o si no imaginas que alguna vez podrías desear hacerlo, espero que veas que el suelo moral donde estás parado es más cristiano de lo que creías. Y espero que empieces a preguntarte si aquel judío pobre y de tez oscura del primer siglo, conocido como Jesús de Nazaret —que vivió como miembro de un grupo étnico oprimido y murió a manos de un régimen imperial— podría ser verdaderamente el Salvador del mundo, aquel que nos mostró qué es el amor al entregar Su vida por nosotros (1 Jn. 3:16).