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Introducción
«¿Qué significa eso?».
Mi hija de ocho años tenía una pulsera que había encontrado en la escuela. En el borde, tenía estampadas cuatro palabras: «El amor es amor». Mientras conducíamos a la iglesia, pasamos por una peluquería, y en la vidriera se podían ver carteles de George Floyd y unas alas gigantes y multicolores con la proclama: «Las vidas trans son importantes», «Las vidas negras son importantes», «El amor es amor», «Juntos es mejor». Por todo nuestro vecindario, hay carteles que declaran:
En esta casa, creemos que: Las vidas negras son importantes El amor es amor Los derechos de la mujer son derechos humanos Todos somos inmigrantes La diversidad nos fortalece
Carteles como estos bocetan un credo secular o la declaración de una creencia. No se centra en Dios, sino en la diversidad, en la igualdad y en el derecho que tiene cada persona de ser lo que es.
Al ver carteles como estos, los cristianos tienden a buscar un martillo. Algunos lo usan para clavar el cartel en su propio jardín. Se lamentan por la injusticia racial, creen en la diversidad, saben que las mujeres están a la misma altura que los hombres, y se les ha enseñado
2 el credo secular
que afirmar las relaciones homosexuales, la identidad transgénero y las posturas a favor de la elección es un aspecto importante y necesario de estas otras cosas. Si las vidas negras son importantes (y por cierto, lo son), entonces, el amor de toda clase tiene que ser amor. Otros toman un martillo con un plan diferente. Sabiendo que la Biblia rechaza algunas cuestiones subyacentes a este credo moderno, empuñan el martillo para derribar el cartel. Tal vez no de manera literal, pero sí en su mente y su corazón. Si estas ideas aparecen juntas, entonces todas deben estar equivocadas.
Este libro ofrece un tercer enfoque. Al tomar un marcador en lugar de un mazo, considerará cinco afirmaciones contemporáneas: «Black Lives Matter» [Las vidas negras son importantes], «El movimiento de los derechos homosexuales es el nuevo movimiento de derechos civiles», «El amor es amor», «Los derechos de la mujer son derechos humanos» y «Las mujeres transgénero son mujeres». Al examinar cada una de estas declaraciones a través de la lente de la Escritura y a la luz de la cultura, apuntaremos a desenmarañar ideas que los cristianos pueden y deben afirmar de las ideas que los cristianos no pueden y no deben adoptar. Pero para usar bien este marcador, debemos ponernos de rodillas.
Primero, debemos reconocer que la maraña de ideas en el credo secular no solo fue provocada por el pecado en el mundo ahí afuera, sino también por el pecado en la iglesia aquí adentro. Debemos caer de rodillas y arrepentirnos. El fracaso frecuente de los cristianos a la hora de poner en práctica los ideales bíblicos de comunión interracial, de valorar a hombres y mujeres por igual, recibir con brazos abiertos a los marginados, amar a aquellos que tienen un deseo insatisfecho y cuidar a los más despreciados, ha permitido que esta mezcla de ideas se fusione bajo la bandera de la diversidad. Pero con la cabeza inclinada a tierra, veremos que el mismo suelo en el que está clavado el cartel es inconfundiblemente cristiano. Si sacas el suelo cristiano, no encontrarás una roca secular sólida. Hallarás un cenote.
Para nuestros oídos occidentales del siglo xxi, el amor que supera límites y diferencias culturales, la igualdad entre hombres y mujeres, y la idea de que los pobres, los oprimidos y los marginados pueden