Épica - Génesis 37-50

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Génesis 37–50

A R A P L A M L DIOS USA E BIEN

«E scuchen este sueño que tuve».

Estas palabras sellarían el destino de José… y le salvarían la vida a su familia. Pero él no lo sabía aún. José era el favorito de todos los hijos de Jacob. Le daban lo mejor de todo, incluso una túnica muy cara y de muchos colores. Ahora, estaba teniendo sueños, visiones y delirios de grandeza. Todos se inclinarían ante él… incluso su padre. Sí, claro, habrán pensado sus hermanos. Tenemos que hacer algo con este soñador. TENEMOS QUE HACER ALGO SOBRE ESTE SOÑADOR. 54


¡POR FAVOR, AYÚDENME, HERMANOS!

Sus hermanos complotaron para matarlo… todos excepto Rubén, el mayor, que dijo que lo mejor sería arrojarlo a un pozo. Rubén se fue después de que sus hermanos aceptaron su plan (en secreto, planeaba volver y rescatar a José más tarde). Los hermanos que quedaron llamaron a José. Cuando llegó, lo golpearon, le quitaron la túnica y lo arrojaron al pozo. Se sentaron a comer y, cuando levantaron la mirada, vieron que se acercaba una caravana de vendedores de esclavos. Los hermanos llamaron a los hombres y les vendieron a José. Mientras tanto, Dios estaba usando su traición para bien. Sencillamente, todavía no lo sabían. 55


A José lo llevaron a Egipto y lo vendieron a un hombre llamado Potifar. Allí, Dios lo bendijo, dándole favor con su amo y autoridad sobre todo lo que Potifar poseía. A la esposa de Potifar también le gustaba José, pero en un sentido romántico. Intentó convencer a José de que traicionara a su amo. Él no quiso hacerlo y huyó de ella, pero dejó atrás su manto. Entonces, ella mintió y dijo que José la había atacado. Potifar se puso furioso y arrojó a José a la prisión.

Este es el sueño...

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Allí, José conoció a dos prisioneros: un panadero y un copero. Los dos habían servido al faraón y habían tenido sueños extraños que no entendían. Estos hombres le contaron a José sus sueños.


El copero soñó con una viña con tres ramas llenas de uvas. El hombre tomaba las uvas y las exprimía en la copa del faraón, y después ponía la copa en su mano.

«Este es el significado del sueño —dijo José—: dentro de tres días, serás restaurado a tu posición como sirviente del faraón. Cuando esto suceda, dile lo que me pasó a mí; que soy un hebreo al que raptaron y que no hice nada para merecer la cárcel».

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Después, el panadero le contó a José su sueño: tres cestas de pasteles blancos estaban sobre su cabeza. Los pasteles eran para el faraón, pero las aves se los comieron de las cestas.

José le dijo al panadero: «Dentro de tres días, te ejecutarán, te colgarán de un árbol y te decapitarán. Las aves se comerán tu cuerpo».

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Al tercer día, lo que José había anunciado se cumplió. Al panadero lo colgaron, y al copero lo restauraron a su posición. El copero se olvidó de José. Pero Dios estaba usando esto para el bien de la familia de José. Sencillamente, José no lo sabía aún.

Dos años más tarde, el faraón también tuvo sueños extraños. Siete vacas flacas y raquíticas se comían a siete vacas gordas y sanas, y siete espigas de trigo resecas y marchitas se tragaban a siete espigas llenas y robustas. Nadie podía interpretar el sueño del faraón. Ninguno de los magos o los sabios lo entendían. Entonces, el copero se acordó del prisionero que podía interpretar sueños.

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A José lo llevaron de la cárcel a la corte del faraón, y le contaron los sueños. José explicó que los sueños significaban lo mismo: habría siete años de una cosecha excelente en la tierra de Egipto,

seguidos de siete años de una terrible hambruna que devastaría la tierra. Pero José no terminó con la explicación del sueño. Ofreció una solución. Separen la quinta parte de la cosecha durante los siete años de abundancia y almacénenlos como reserva para tener alimento en los siete años de hambruna. Así, el país no desaparecerá debido al hambre.

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El faraón aprobó el plan de José y lo designó como supervisor del proyecto y de todo Egipto. Nadie más que el mismo faraón tenía más autoridad en la tierra. Durante los años siguientes, la tierra dio cosecha abundante y se guardó trigo para anticiparse a los siete años de hambruna.

Después vino la hambruna, y cuando Jacob se enteró de que había trigo en Egipto, envió a sus hijos a comprar comida.

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Cuando llegaron, se inclinaron ante el supervisor del faraón, el hombre que vendía trigo a todos los que viajaban al país… su hermano José. Ellos no lo reconocieron, pero el hermano al cual habían vendido como esclavo tantos años antes estaba parado ante ellos, el que

¡SON ESPÍAS!

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le habían dicho a su padre que estaba muerto. Pero José sí los reconoció. Y vio una oportunidad… pero ¿para qué? ¿Para vengarse por haberlo traicionado? ¿Para volver con su padre? ¿O tal vez para bendecirlos? Primero, José los pondría a prueba.

No. Nosotros, sus siervos, éramos doce hermanos, hijos de un hombre de la tierra de Canaán. El menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no vive.


José insistió en que eran espías y los mandó de vuelta con una prueba: si eran honestos, podrían ir a aliviar el hambre de sus hogares. Pero uno de los hermanos debía quedarse atrás. Los demás no podían volver a menos que llevaran al menor con ellos. Rubén dijo: «¿Ven? ¿No les dije que no lastimaran a José? ¡Ahora vamos a tener que pagar por lo que hicimos!». José tomó a Simeón y lo ató. Despidió a los demás y les mandó trigo. A medida que comían y veían cómo se iba agotando la reserva de trigo, empezaron a preocuparse. ¿Qué sucedería si volvían a Egipto sin Benjamín, el más joven de los

hermanos? ¿Los acusarían de ser espías y los mandarían a la prisión? ¿Pasaría algo peor? ¿Y qué le sucedería a Simeón si directamente no volvían? Así que esperaron, no sabían bien qué hacer. Al tiempo, se quedaron sin alimento. Jacob les pidió a sus hijos que volvieran a Egipto a comprar más. Los hermanos le advirtieron a su padre que no podían regresar sin Benjamín. Jacob, que todavía estaba desconsolado por perder a José, no soportaba la idea de perder a Benjamín también.

¡No podemos volver sin Benjamín!

¿Por qué me han causado tantos problemas? ¿Por qué le dijeron a ese hombre que tenían otro hermano? Entonces, Judá, el cuarto hijo de Jacob, dio un paso al frente y le prometió algo a Envíalo conmigo. Yo me haré su padre.

responsable de él. Pero tenemos que ir… si no hubiéramos esperado, ¡ya podríamos haber ido y vuelto dos veces!

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Los hermanos partieron para Egipto. Cuando llegaron, se presentaron ante José, quien mandó que asistieran a un banquete en su casa. Comieron y bebieron juntos, y Benjamín recibió una porción más grande que cualquiera de los demás.

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Después, José los probó una vez más. Mandó que sus sirvientes pusieran su copa de plata en las bolsas de Benjamín. Cuando los hermanos se fueron, José le indicó a uno de sus sirvientes que los acusara de robar. El siervo salió a buscar a los hermanos y los acusó. Los hermanos no lo podían creer… nadie había robado nada. Pero todos permitieron que el siervo revisara sus bolsas. Cuando encontró la copa de plata en la de Benjamín, todos empezaron a gritar y a romperse la ropa para mostrar su desconsuelo. Después, cargaron sus burritos y regresaron a la casa de José.


Cuando llegaron, José declaró que los demás se podían ir, pero que Benjamín debía quedarse como su esclavo. Sin embargo, Judá no podía perder a su hermano menor y causarle más dolor a su padre. Explicó cómo Jacob, su padre, había estado

desconsolado por la muerte de José, y que no podía soportar perder a otro hijo favorito… se moriría si se enteraba. Judá rogó que le permitiera tomar el lugar de Benjamín, y ofreció su vida por la de su hermano. Al escuchar el ruego de su

¡El que hizo esto será mi esclavo!

¡Por favor, déjame tomar su lugar! Nuestro padre ya perdió un hijo; no soportaría perder a otro. ¡El dolor lo abrumaría!

hermano, José ordenó que sus siervos salieran de la habitación. Lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Ya no podía seguir probando a sus hermanos. Así que les reveló su verdadera identidad. ¡Yo soy su hermano, José, el que vendieron como esclavo!

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Los hermanos estaban aterrorizados. Su hermano José era el gobernador de Egipto. ¿Qué les haría? Pero José vio la preocupación en sus ojos y les dijo que Dios había usado el mal que le hicieron para bien. Los hermanos de José volvieron con su padre, con las bolsas llenas de alimento y provisiones, y el corazón lleno de alegría. Le dijeron que José estaba vivo y que gobernaba Egipto. Cuando Jacob

se enteró de que su hijo vivía —el hijo que había perdido tantos años antes—, se regocijó. ¡El hijo que estaba muerto vivía! Cuando el faraón se enteró de la existencia de la familia de su siervo de más confianza, los animó a ir a Egipto para estar con José. Jacob y todos sus descendientes (sus hijos y nietos) se mudaron a la tierra de Gosén en Egipto, y la familia volvió a reunirse.

No teman… Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien.

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Años más tarde, antes de que Jacob muriera, bendijo a cada uno de sus hijos y dijo que uno de ellos reinaría sobre todos los demás para siempre. Pero no se trataba de José, su amado hijo, sino de Judá, el que ofreció su vida por la de Benjamín. La familia de Judá se transformaría en una tribu poderosa de la cual vendría un gran rey. Un rey cuyo corazón anhelaría al Señor. Un rey del cual vendría otro Rey, uno que

sufriría un gran mal a manos de Sus hermanos, incluso al ofrecer Su vida en rescate por muchos. Un Rey de cuyo sacrificio vendría el regalo más grande de todos: la liberación de Su pueblo.

s c o n f ia r ¿Cómo podemo ará algo c a s s io d e u q en bueno del mal? 67


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