Las lucecitas (muestra)

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Dios es luz, y en Él no hay tiniebla alguna. c 1 juan 1:5
ESCRITO POR
ILUSTRADO POR
Las Lucecitas
R. C. Sproul
Justin Gerard

Las Lucecitas

Copyright © 2021 por R.C. Sproul

Ilustraciones: © 2006 por Justin Gerard

Todos los derechos reservados. Derechos internacionales registrados.

B&H Publishing Group

Nashville, TN 37234

Traducción al español: José Mendoza

Ligonier Ministries reconoce con gratitud el generoso apoyo de Planted Ministries (www.plantedministries.com) para hacer posible la publicación de este libro en español.

Publicado en inglés bajo el título: The Lightlings

© 2006 R.C. Sproul y publicado por Reformation Trust Publishing, Una división de Ligonier Ministries

A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS,

Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin el previo permiso por escrito de B&H Publishing Group. La única excepción son las citas breves en reseñas impresas.

Dirección creative y diseño interior: Chris Larson

Ilustraciones: Justin Gerard

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data

Sproul, R. C. (Robert Charles), 1939-2017

Las Lucecitas / por R.C. Sproul; ilustraciones por Justin Gerard.

p. cm.

ISBN: 978-1-0877-4250-2

Impreso en China

1 2 3 4 5 * 23 22 21

Para mis amados nietos: Darby, Campbell, Shannon, Delaney, Erin Claire, Maili y Reilly.

NA NOCHE , en una casa de un vecindario tranquilo, un niño se preparaba para ir a dormir. El nombre del niño era Carlitos Costa. Mientras su mamá lo arropaba, lo cubrió con mantas para que se sintiera abrigado y cómodo. Ella se arrodilló junto a su cama y oró con él. Luego se puso de pie, se inclinó y lo besó en la frente.

Carlitos la miró y le dijo: «Mami, por favor, no olvides encender la lamparita antes de salir de mi habitación». La señora

Costa le sonrió y dijo: «No te preocupes, cariño. Me aseguraré de encender la luz. No te dejaré en la oscuridad».

Entonces, la madre de Carlitos le dio un último beso, terminó de abrigarlo y encendió la luz de la lamparita junto a su cama. Justo cuando ya estaba lista para irse, Carlitos dijo: «Mami, ¿por qué le tengo miedo a la oscuridad?».

Ella le dijo: «Esa es una pregunta difícil de responder, Carlitos. Creo que tendremos que dejar esa pregunta para el abuelo. Él viene mañana a cenar y le podrás preguntar».

«Está bien, mami», dijo Carlitos. «Esperaré hasta mañana para preguntarle al abuelo».

u

Al día siguiente, tal como lo había prometido la mamá de Carlitos, el abuelo vino a cenar. Antes de pasar a la mesa, Carlitos fue y se sentó en las rodillas del abuelo y le dijo: «Abuelito, ¿puedo hacerte una pregunta que realmente me inquieta?».

El abuelo sonrió y dijo: «Por supuesto, Carlitos, dime qué te gustaría saber».

Carlitos le dijo: «Abuelito, ¿por qué le tengo miedo a la oscuridad? ¿Y por qué tanta gente que conozco parece que también le tiene miedo a la oscuridad?».

El abuelo miró a Carlitos y le dijo: «Esa es una muy buena pregunta. Pero, sabes, mucha gente no solo le teme a la oscuridad, hay muchos que también le temen a la luz».

«¿Temor a la luz?», dijo Carlitos. «¿Y eso por qué?».

El abuelo dijo: «Para que entiendas eso, debo empezar por el principio, de hecho, desde el principio».

A Carlitos le encantaba cuando el abuelo le contaba historias.

Así que se acurrucó junto a su abuelito y esperó a que él

comenzara. El abuelo empezó su historia como siempre lo hacía:

Érase una vez,

un gran Rey, que era el Rey de la Luz. Él vivía en la luz. Él hizo la luz y su luz era tan perfecta y tan pura que fue llamado «el Rey sin sombra». Este gran Rey de la Luz creó un grupo de personas y las hizo de tal manera que pudieran brillar intensamente, tal como Él brillaba. Él las llamó sus pequeñas Lucecitas. Puso a sus Lucecitas en un hermoso jardín que Él preparó para ellas, un jardín que estaba lleno de la luz brillante del sol. El sol inundaba el jardín todos los días y ayudaba a que las flores, las plantas y los frutos crecieran en gran abundancia. La luz brillante del sol ayudaba a mantener calentitos a todos los que estaban en el jardín. A las Lucecitas les gustaba que el Rey las visitara al final del día.

Pero un día, sucedió algo terrible. Las Lucecitas decidieron hacer lo que ellas querían en lugar de lo que su Rey les había ordenado. Así que desobedecieron al Rey y pecaron contra Él.

En el mismo instante en que pecaron, sus luces se oscurecieron y se llenaron de vergüenza y gran pena. Corrieron lo más rápido que pudieron para huir del Rey. No querían que el Rey de la Luz las viera. Salieron corriendo del jardín, se internaron en el bosque y se escondieron en el lugar más oscuro que pudieron encontrar. A partir de ese momento, le tuvieron miedo a la luz porque sabían que donde estaba la luz, el Rey estaría y las vería en su vergüenza.

Después de que las Lucecitas se fueron, el Rey empezó a quitar su luz del jardín. Pronto, el lugar se volvió frío y cubierto de maleza, arbustos y enredaderas espinosas. Las Lucecitas se adentraron cada vez más en el bosque, hasta que llegaron a vivir en un lugar que estaba casi completamente cubierto de oscuridad. Estaba tan oscuro que tuvieron que andar a tientas como si estuvieran ciegas, tanteando el camino a través del bosque. A menudo tropezaban y caían, se raspaban las rodillas y se lastimaban.

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