La libertad de perdonar - Jairo Namnún

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LA LIBERTAD DE PERDONAR JAIRO NAMNÚN

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La libertad de perdonar Copyright © 2021 por Jairo Namnún Todos los derechos reservados. Derechos internacionales registrados. B&H Publishing Group Nashville, TN 37234 Diseño de portada e ilustración por Matt Lehman. Director editorial: Giancarlo Montemayor Coordinadora de proyectos: Cristina O’Shee Clasificación Decimal Dewey: 231 Clasifíquese: RELIGIÓN/CRISTIANISMO/DIOS Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida ni distribuida de manera alguna ni por ningún medio electrónico o mecánico, incluidos el fotocopiado, la grabación y cualquier otro sistema de archivo y recuperación de datos, sin el consentimiento escrito del autor. A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas se han tomado de LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS, © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Las citas bíblicas marcadas RVR1960 se tomaron de la versión Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960; Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960 ® es una marca registrada de las Sociedades Bíblicas Unidas y puede ser usada solo bajo licencia. ISBN: 978-1-0877-3090-5 Impreso en EE. UU. 1 2 3 4 5 * 24 23 22 21

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CONTENIDO Prefacio a la serie. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Capítulo 1. ¿Qué es el perdón?. . . . . . . . . . . . . 13 Capítulo 2. ¿Cómo nos perdona Dios? . . . . . 23 Capítulo 3. ¿Por qué debemos perdonar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Capítulo 4. ¿A quién debo perdonar?. . . . . . . 45 Capítulo 5. ¿Cómo debo perdonar?. . . . . . . . 57 Capítulo 6. Cómo debo pedir perdón. . . . . . 69 Capítulo 7. Preguntas difíciles sobre el perdón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

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Prefacio a la serie Leer no tiene que ser difícil, ni mucho menos aburrido. El libro que tienes en tus manos pertenece a una serie de Lectura fácil, la cual tiene el propósito de presentar títulos cortos, sencillos, pero con aplicación profunda al corazón. La serie Lectura fácil te introduce temas a los que todo ser humano se enfrenta en la vida: gozo, pérdidas, fe, ansiedad, dolor, oración y muchos más. Este libro lo puedes leer en unas cuantas horas, entre descansos en tu trabajo, mientras el bebé toma su siesta vespertina o en la sala de espera. Este libro te abre las puertas al mundo infinito de la literatura, y mayor aún, a temas de los cuáles Dios ha escrito ya en Su infinita sabiduría. Los autores de estos libros te apuntarán hacia la fuente de toda sabiduría: la Palabra de Dios. Mi oración es que este pequeño libro haga un gran cambio en tu vida y que puedas regalarlo a otros que van por tu misma senda. Gracia y paz,

Giancarlo Montemayor

Director editorial, Broadman & Holman

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Prólogo «Lamento mucho que te sintieras de esa manera, pero no era para tanto». «Tal vez no debí reaccionar así, discúlpame, pero es que tú no sabes cómo me molesta eso». «Si te sentiste mal, excúsame, no era mi intención».

De seguro has recibido disculpas que suenan más o menos de esa manera, que te dejan medio insatisfecho. Esas disculpas y excusas y lamentos suenan vacías para un corazón herido, pero eso es lo que usualmente recibimos. Es posible que tú mismo «pidieras perdón» así en el pasado… y también te sentiste insatisfecho. El tema del perdón es vital para vivir una vida plena. Una vida libre, como la que todos queremos vivir. Esto es así porque nuestros mayores problemas tienden a ser con personas que ­amamos y que nos importan. Son muy raras las ocasiones donde tenemos grandes discusiones –de esas que nos quitan el sueño y que requieren 9

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ayuda (o que te motivan a leer un libro sobre el perdón)– con extraños o personas lejanas. Nuestras amarguras y mayores dolores interpersonales son frutos de problemas con aquellos que más nos aman y quienes más amamos: nuestros familiares, nuestra pareja, nuestros amigos cercanos, nuestros hermanos en la iglesia. Si no aprendemos a perdonar y pedir perdón correctamente, nos encontraremos solos: alejados emocional y físicamente de las personas que más queremos tener cerca. Algo más que hace necesario el tema del perdón es que los pleitos y contiendas usualmente vienen por cosas aparentemente pequeñas, a tal punto que se nos hace difícil explicar por qué algo tan simple puede causar tanto problema. Un matrimonio puede encaminarse hacia el divorcio porque la esposa se negaba a variar sus platos en la cocina. Una iglesia puede dividirse porque a uno de los pastores no le gustaba el color de las sillas nuevas. Una amistad puede arruinarse para siempre por un WhatsApp de «Jajaja» en un momento indeseado. Estas son cosas bastante pequeñas, que pudieran resolverse en un momento. Pero las discusiones y contiendas tienen una increíble capacidad de mutación, convirtiéndose en grandes monstruos a partir de pequeñas células. Necesitamos poder apagar pequeños fuegos para evitar grandes incendios. Lamentablemente, a veces estos fuegos se inician en grande, sin tener nosotros n ­ inguna ­responsabilidad. En este mundo caído, un extraño puede causar terribles estragos en nuestras vidas.

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Un asalto que termine en daño físico o aun en la muerte de un ser querido. Un desfalco por parte de un empleado que hunde a nuestra familia en la pobreza. Un ataque sexual que implica traumas profundos. Estas son heridas insondables que requieren una fuerza sobrenatural para poder perdonar. ¿Cómo podemos perdonar mejor? ¿Qué podemos hacer para vivir vidas más libres de amargura? ¿Para sanar relaciones heridas? ¿Para crecer como personas que pidan perdón de una mejor manera? De eso se trata este pequeño libro. Mi oración es que a lo largo de estas páginas puedas encontrarte con verdades de la Biblia que afecten profundamente tu entendimiento acerca del perdón, de tal manera que nunca más digamos «perdóname, pero…». Que no permitamos que pequeñas cosas nos separen de grandes amores. Y, si la gracia de Dios nos ayuda, que podamos aprender a perdonar aun aquellas grandes faltas hechas contra nosotros. Que Dios nos ayude.

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CAPÍTULO 1

¿Qué es el perdón? «Todo el mundo dice que el perdón es una idea hermosa, hasta que tienen algo que perdonar»—C. S. Lewis

Una caminata con buena compañía en la Plaza de la Paz en Guanajuato. Un atardecer con la familia en playa Macao en Punta Cana. Un viaje con hermanos de la iglesia al Gran Cañón de Colorado. Una buena papa huancaína con un amigo en Lima. No sé qué piensas tú, pero a mí eso me suena como un pedacito del cielo en la tierra. Me hacen sentir que hay muchas cosas por las que vale la pena vivir. De seguro puedes pensar en muchas otras delicias que te animan y motivan. Y esas mismas experiencias se disfrutan dependiendo de quién nos acompaña. 13

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El problema es que la compañía es lo mismo que tiende a dañar las actividades. No importa dónde estemos: cuán majestuosa sea la vista, cuán deliciosa sea la comida, cuántos deseos tengamos de visitar ese lugar… las personas que nos acompañan tienen la capacidad de potenciar para bien o dañar para siempre los mejores momentos. Sin embargo, queremos compañía, porque ¿quién disfruta vivir solo?

Creados para compañía ¿Por qué nos gusta tanto estar con otros? Creo con todo mi corazón que la respuesta está en la Biblia, y en este caso comienza donde todo comienza: en el libro de Génesis. En el primer capítulo de las Escrituras nos encontramos con Dios mientras crea todo lo que existe. Al terminar cada ciclo de creación, Dios repite una y otra vez el mismo estribillo: «era bueno». La luz, las estrellas, la tierra y el mar, las plantas y las aves. Todo era bueno. Dios entonces crea al ser humano, a Su imagen y semejanza, como corona de la creación, y dice entonces que todo era «bueno en gran manera» (Gén. 1:31). Pero en el próximo capítulo nos encontramos por primera vez con que algo no era bueno. ¿Qué podría estar mal en esta creación hecha por Dios mismo? Dice la Palabra: «No es bueno que el hombre esté solo» (Gén. 2:18). Dado que Dios creó al hombre a Su imagen, y Dios siempre ha existido en la comunidad de la Trinidad, que el hombre estuviera solo (sin

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compañía) era inaceptable. Adán no disfrutaría la tierra si no tenía con quién compartirla. No tendría a quién contarle de su día, preguntarle su opinión, buscar sus consejos. Con quién comer, jugar, reír, dormir. Seguro Adán podría disfrutar de los animales (imagínate estar con los animales más hermosos posibles, antes de que hubiera pecado en la tierra). Y sin duda, lo que mayor gozo le traía a Adán era la presencia misma de Dios: el poder ver al Señor cara a cara, escuchar Su voz, conocer Su mente, apreciar Su corazón. Pero no era bueno que el hombre estuviera solo. La relación más importante para todo ser humano es su relación con Dios. Para que toda otra relación pueda estar en su lugar correcto, la pieza central, nuestra paz con Dios, debe estar colocada correctamente. Pero eso no es suficiente. Así como Adán vivía en un mundo perfecto, sin problemas ni pecado ni pesar, pero no era bueno que estuviera solo, aun el mejor de los cristianos necesita estar acompañado de otras personas. De hecho, el bienestar de nuestra relación con Dios se evidencia en el bienestar de nuestra relación con los demás (1 Jn. 4:20). Allí está nuestra gran bendición, y nuestro gran problema. No nos gusta estar solos. No fuimos creados para estar solos. Queremos la compañía de personas como nosotros: que también quieran comer, jugar, reír, dormir. Pero el problema es que, como le pasó a Adán y Eva, el pecado ­siempre está a la puerta. La única opción de compañía que nos va a satisfacer es estar con personas como nosotros… y nosotros somos

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personas pecadoras. Por tanto, el asunto no es si esa persona que tanto amas y que tanto te ama va a pecar contra ti: el asunto es cuándo. Los pajaritos cantan, las plantas dan oxígeno, los pecadores pecan. Es por eso que para poder vivir juntos, los pecadores deben aprender a perdonar.

Definamos perdón Al prepararme para escribir este libro, he tratado el tema del perdón por lo menos una vez por día, en cada conversación que puedo. Al hacerlo, he notado algo que ya intuía: a todos nos gusta hablar del perdón, pero no siempre hablamos de lo mismo. Es por esa razón que aquí, al inicio de este libro, debemos dejar claro a qué nos referimos al hablar del perdón. Lo dejo aquí abajo, en negrita y en su propio párrafo, para que pueda servirnos de referencia. Esta es nuestra definición de perdón: El perdón es una decisión por parte de la persona ofendida de ofrecer gracia al ofensor arrepentido, liberándolo de su responsabilidad moral, y buscar la reconciliación.

Veamos esta definición en detalle, aprendiendo lecciones en cada paso.

El perdón es una decisión El perdón es una decisión.

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Esta es la segunda parte de la definición que causa mayor sorpresa a las personas. Por alguna razón, en nuestros tiempos hemos mezclado el perdón con ciertas emociones. «Yo no me siento listo para perdonar», decimos (¡o nos dicen! ¡Ay!). Y es cierto, hay sentimientos asociados al perdón: puede haber alivio y relajación, gozo y descanso. Pero también puede que justo antes, durante y aun después de perdonar haya cierta indignación, incomodidad y hasta ansiedad. La clave es ver que el perdón no es una e­ moción ni un sentimiento: el perdón es una decisión. Por tanto, no tenemos que quedarnos sentados esperando que nos llegue el momento de perdonar. De hecho, observa algunos de los mandatos de la Palabra sobre el perdón: •  «¡Tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo». (Luc. 17:3) •  «Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores». (Mat. 6:12) •  «Soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes». (Col. 3:13) •  ¿Cuántas emociones ves ahí?

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En la Biblia, y en la vida, el perdón tiene que ver con accionar, no con sentir. Decidimos perdonar, lo sintamos o no. Como dijo Pablo: «Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros…» (Ef. 4:32).

El perdón es entre dos partes El perdón es una decisión por parte de la persona ofendida de ofrecer gracia al ofensor arrepentido. Cada vez que he enseñado sobre este tema, esta parte es la que trae más asombro, de la que recibo más preguntas y, sin excepción, la que las personas luego más aprecian como una enseñanza bíblica. Si ya llegamos al momento de estar dispuestos a perdonar, hemos iniciado el recorrido, pero no hemos llegado. El perdón requiere dos partes: una persona ofendida, y una persona ofensora. Alguien que haya fallado, y alguien dispuesto a perdonar la falta. Lamentablemente, debido al pecado, comúnmente la persona ofendida también ofendió, y la persona ofensora también ha sido ­ofendida. ­Hablaremos más de eso en los ­capítulos 4 y 5. Pero en la mayoría de los conflictos es posible ver con cierta claridad quién tiene el mayor peso de culpa y quién recibió la mayor ofensa. Debemos ¡siempre! perdonar a los ofensores… arrepentidos. Es decir, el perdón debe ofrecerse indiscriminadamente, pero no incondicionalmente. ¡Debemos ofrecer nuestro perdón a toda persona!... y otorgárselo a todo aquel que se arrepienta. Como veremos en el próximo capítulo,

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el perdón es de vital importancia porque es la muestra de que estamos en buena relación con Dios, y lo ofrecemos como una imitación de lo que Dios ha hecho y hace por nosotros en Cristo. Dios es el primero en abrir sus puertas y recibir a todo el que venga. De hecho, Él es el primero en buscar esta reconciliación. En las palabras de Cristo: «… al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera» ( Juan 6:37). Pero la Biblia no enseña el perdón de manera incondicional. Aun en este pasaje vemos una condición evidente: «el que viene a mí». Es decir, es necesario ir donde Cristo. Vemos algo similar en Juan 3:16: Dios ama al mundo, da a Su Hijo, para que el que cree en Él no se pierda.1 El perdón que Dios nos ofrece es gratuito, pero no incondicional. Basado en esto mismo, y siguiendo el mandato de Efesios 4:32 de perdonar como Cristo nos perdonó, nosotros debemos mostrar gracia hacia toda persona que haya pecado contra nosotros y tener una disposición de perdón de corazón para aquellos que quieran nuestro perdón, aun yendo detrás en busca de 1.  El pasaje completo dice “Todo lo que el Padre Me da, vendrá a Mí: y al que viene a Mí, de ningún modo lo echaré fuera”. Por tanto, hay una condición previa aún al arrepentimiento, y es la voluntad soberana de Dios. Pero sin entrar en debates que no nos ayudan en este tema, basta aclarar que Dios se goza en aquellos que vienen a Él en arrepentimiento, a tal punto que Él mismo nos moviliza para acercarnos a Jesús. De manera similar, Dios se goza en ver a personas pedir perdón por sus faltas y en la reconciliación de los hombres.

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ellos. En próximos capítulos seguiremos profundizando en esta importante verdad.

El perdón libera de la responsabilidad El perdón es una decisión por parte de la persona ofendida de ofrecer gracia al ofensor arrepentido, liberándolo de su responsabilidad moral. La ofrenda gratuita de parte del ofendido al ofensor es pasar por alto la ofensa. Olvidarla, dejarla atrás, no traerla nueva vez, y no permitir que esa falta interrumpa para siempre su relación. El perdón que debemos ofrecer es tan maravilloso que podemos decir: «Yo te perdono: yo no lo voy a recordar, yo no te lo vuelvo a mencionar». En ese sentido, el perdón cristiano libera a la persona de su responsabilidad moral, sin que tenga una nube de pesar alrededor y haciéndolo sentir culpable. Ahora bien, no hay ninguna enseñanza bíblica que muestre que el perdón hace desaparecer las consecuencias. En una de las preguntas del capítulo 7 hablamos más de esto, pero basta decir que sería tanto una injusticia como una falta de amor el hecho de que cada perdón hiciera desaparecer las consecuencias. En muchas ocasiones, por el amor que podemos tener por el ofensor, y por honor a la justicia de Dios, las consecuencias pueden ser una muestra de la gracia. En el capítulo 7 hablaremos más de eso, particularmente al considerar aquellas ofensas que requieren intervención de terceros o incluso de oficiales de la ley.

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El perdón busca la reconciliación El perdón es una decisión por parte de la persona ofendida de ofrecer gracia al ofensor arrepentido, liberándolo de su responsabilidad moral, buscando la reconciliación. Dicho todo esto (que decidimos perdonar, que el perdón es entre dos partes, que debemos liberar al ofensor de su responsabilidad moral), quisiera enfatizar por último que a la luz de la Palabra, el perdón siempre implica la búsqueda de la reconciliación. Y si antes estaba difícil, ahora se puso casi imposible. El asunto es este: el propósito del perdón es la reconciliación. No hay perdón verdadero si las dos partes siguen de espalda, y no de frente. Puede que, debido al tamaño de la ofensa, se haya levantado una brecha tan grande entre las partes que la caminata para encontrarse cara a cara tome mucho tiempo, incluyendo construir puentes y recorrer un largo camino, pero el perdón implica que esos pasos empiezan a darse.

Conclusión Probablemente ya te has dado cuenta de que el perdón es más complicado de lo que la gente cree. El perdón bíblico, el perdón que Dios nos ordena, es un perdón que actúa, que restaura, que reúne, que reconcilia. ¡Qué increíble! El perdón bíblico no tiene igual en la tierra. Nadie puede explicar algo como esto. Cuando tienes una persona que ha sido destruida por otra, y aun con eso le dice: «Yo te perdono»;

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cuando el otro viene y se le acerca y le dice: «Yo te perdono por completo» y le da la libertad… en la tierra no hay nada como eso. Es que el perdón modela algo celestial. Perdonamos porque Dios nos perdonó en Cristo. Puesto que Dios nos perdona en Cristo, nosotros también perdonamos. Y la verdad es que si quien me ofendió es cristiano, ya Cristo pagó sus pecados: podemos perdonarlo y descansar en la soberanía de Dios. Si nuestro ofensor todavía no conoce a Cristo, su problema mayor es con Dios, no con nosotros: podemos orar a Dios y clamar por su justicia y misericordia.

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