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Anni Roth - Su testimonio

Testimonio del Mesías en medio del Holocausto

Anni Roth nació en 1902 en Hungría, en una familia judía. En la década del 30 llegó a la fe en Jesucristo y fue librada de su atadura al espiritismo. Se hizo miembro de un pequeño grupo de oración formado por tan solo tres personas, que más tarde se convertiría en una pequeña iglesia.

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Anni tenía un estudio de fotografía en el centro de Miskolc que por la noche convertía en una sala de oración. Como era una fotógrafa reconocida, su estudio era muy frecuentado, por lo que aprovechaba a compartir de su fe e invitar a las personas interesadas. El pequeño grupo de oración siempre estaba abierto a los visitantes. También lo frecuentaban evangelistas y predicadores, como Ungár Aladár, también de origen judío, que compartían al grupo un mensaje de la Palabra.

En 1933, para su segunda reunión del año, asistieron entre cuarenta y cincuenta personas al estudio. Aladár habló sobre temas importantes, como la relación de los judíos con Yeshúa, el reconocimiento de Yeshúa como el Mesías y la adopción de la fe mesiánica.

Los testimonios, oraciones y devoción de la pequeña iglesia llevaron mucha bendición y fruto. Después de un tiempo se transformó en un pilar del movimiento de los Hermanos en Hungría, a quienes Anni ayudaba también con sus traducciones. A principios de la Segunda Guerra Mundial contaba con veinticinco miembros.

No obstante, se inició la Shoá, el Holocausto en el país, y los judíos comenzaron a ser expulsados. Anni fue llevada al gueto y deportada al campo de concentración de Auschwitz. Nunca más salió de allí. Antes de la deportación, escribió una carta de despedida al profesor Kiss:

Miskolc, 1 de junio de 1944

¡Estimado profesor! En unos días nos sacarán del gueto, y quisiera despedirme de nuestro querido y estimado profesor.

Solo Dios ve lo que significa para mí separarme de la iglesia. Si el Señor no estuviera conmigo en cada momento y me diera la fuerza para resistir, no podría soportar el dolor. Después de muchas luchas internas, ahora estoy lista para sufrir y morir.

De seguro esta decisión no es fácil para nadie. Estoy muy agradecida al Señor por haberme dado 15 maravillosos años. Es para mí un regalo precioso que mi único amigo, el Señor Jesucristo, me acompañe en mi camino de sufrimiento. Quisiera agradecerle a usted y a la iglesia por su amor. Por favor, sigan orando para que sea un buen testigo de mi Salvador. Sé que Su fuerza se perfecciona en la debilidad, y eso me consuela. Es maravilloso saber que no tengo que despedirme para siempre de mis maravillosos hermanos. ¡Será glorioso volver a encontrarnos en la Casa de nuestro Padre celestial! Los judíos aquí siguen endurecidos, pero estoy convencida de que el amor de Dios alcanzará sus corazones.

Mis más cordiales saludos a la iglesia, a usted y a su esposa. Pido perdón por todo. Romanos 8:35-39.

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