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El objetivo de la carta de Sardis
Por Wim Malgo (1922-1992)
Una interpretación del último libro de la Biblia. Apocalipsis 3:1-6.
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La quinta carta del cielo
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Apocalipsis 3:1-6.
En el Antiguo Testamento vemos cómo las personas recibían sus nombres según sus características, carácter o misión, como por ejemplo, Israel ‘Príncipe de Dios’ o Eva ‘Madre de todos los vivientes’, entre otros. El nombre Sardis ‘Escapado’ indica que se trata de una iglesia viva que ha escapado del mundo, aunque solo en apariencia. Si pertenecemos a la Iglesia de Jesús y decimos que somos la “Iglesia”, la “asamblea de Dios” o una “comunidad”, entre muchas otras designaciones, anunciamos con esoque somos una fuente de agua viva y, al mismo tiempo, un baluarte espiritual contra los poderes satánicos. La iglesia de Sardis daba la impresión de serlo, pero estaba muerta –¡Terrible!
Esto ocurre también en nuestros días. Esta hipocresía hizo caer en desgracia a muchos “cristianos” de Sardis: si fingimos algo durante mucho tiempo, o repetimos una y otra vez la misma mentira, es posible que terminemos creyendo que es verdad. Es en ese momento donde uno deja de reaccionar ante la exhortación y la reprimenda espiritual, y se repite: “Todo está en orden conmigo”. Una persona en esa condición, está convencida de tener la razón, por lo que, al igual que un muerto no despierta porque se le toque o se le empuje, se quedará en su posición: “Tienes el nombre de que estás vivo, y sin embargo estás muerto”.
No obstante, lo más conmovedor es que el Señor Jesucristo, quien es la vida, se enfrente a esta congregación absolutamente muerta, que se ha vuelto rígida en su forma. Él tiene los siete espíritus de Dios, entre ellos el espíritu de la creación. De este mismo modo nos hace frente, tanto a nosotros como a la nación de Israel, quien todavía está espiritualmente muerta. Ezequiel 37:9dice: “Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán”. Esta es la intención y el objetivo de nuestro excelso Señor, que lo que está muerto vuelva a vivir.
Tenemos un maravilloso pasaje paralelo en Efesios 5:14, donde el Señor exhorta por boca de Pablo: “Despiértate, tú que duermes [el sueño espiritual de la muerte], y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”. Por lo tanto, el objetivo de la carta a Sardis es que los muertos vuelvan a la vida: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios” (Ap. 3:2).
Todo el que ha experimentado un nuevo nacimiento, que tiene una esperanza viva y pertenece a la Iglesia de Jesús está llamado a manifestar la vida. Sin embargo, en muchos de nosotros este llamado no coincide con la esencia, con nuestra propia vida. A menudo somos fuegos fatuos en lugar de llamas vivas; como consecuencia, la gente se destroza contra los acantilados en lugar de encontrar el camino hacia el puerto seguro de la salvación. Algunas personas se confunden respecto a nuestra naturaleza, pues no ven en nosotros la mansedumbre, la humildad y la luz del Señor Jesús; por el contrario, solo aprecian nuestra obstinación, ambición y soberbia.
Aparentemente la congregación de Sardis no sabía que vivía una gran mentira, al igual que muchos no comprenden hasta qué punto su vida de fe es una farsa. En este sentido, Israel va un paso por delante de nosotros cuando reconoce su falta en Ezequiel 37:11: “He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos”. Este es un arrepentimiento que trae consigo la salvación, pues, dicho con otras palabras, ellos expresaron: “Fuimos redimidos de Egipto por la sangre del Cordero y ahora estamos perdidos. Todo se acabó para nosotros”.
El Señor toma este reconocimiento y, de lo alto, hace revivir a Israel mediante el espíritu de vida. Mientras no reconozcamos también nosotros nuestra situación, el Señor no podrá darnos vida. Sin embargo, quien confiesa “Tengo el nombre de que vivo, pero estoy muerto”, que se inclina y se esfuerza por entrar por la puerta estrecha, recibirá la vida eterna.