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La diferencia con los apóstoles de los judíos
Por Norbert Lieth
El representante especial: sobre la posición especial del apóstol Pablo.
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En 1 Corintios 1:1, Pablo se llama a sí mismo “apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios”. Antes de convertirse, tuvo un encuentro con Jesús en el camino a Damasco. Dios tomó las riendas de su vida y más tarde Pablo se dio cuenta de que el Señor no solo lo había llamado, sino que este llamado era único y extraordinario.
Pablo había sido llamado por Dios para ser apóstol del Cristo exaltado. En la mayoría de sus cartas destaca esta vocación desde el principio. Tomemos, por ejemplo, la Epístola a los Gálatas: “Pablo, apóstol, no de los hombres ni por ningún hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre, que lo resucitó de entre los muertos” (Gal. 1:1).
Pablo fue llamado personalmente por el Señor, pero no por el Jesús terrenal, sino por el Señor Jesucristo glorificado después de Su resurrección y ascensión al Cielo: “¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?” (1 Co. 9:1).
Su vocación, comparada a la de los demás apóstoles de Jesús, era extraordinaria. Mientras que los apóstoles de los judíos fueron llamados principalmente para Israel y sus cartas estaban dirigidas a los judíos, Pablo fue llamado como un apóstol especial, con una posición especial y para una misión especial, a saber, para que los gentiles fueran añadidos al Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, Pablo era el apóstol de las naciones: “Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio” (Ro. 11:13).
En esta vocación radican varias diferencias con respecto a los demás apóstoles, pero en su conjunto se complementan y forman todo el consejo de Dios.
En cierto sentido, cada uno de nosotros ha sido llamado o dotado de manera especial y única. Debemos reconocerlo y dar gracias al Señor por ello, y no debemos cometer el error de compararnos con los demás o de seguir su camino. Es cierto que podemos aprender de los demás, pero no debemos copiarlos: Dios no ha llamado a nadie a hacer exactamente lo que tú haces.