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El primer Amor

«Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor» (Ap 2:4). Claro que lo amas, pero ¿cuál es el rango que este amor a Jesús tiene en tu vida? Había tantas cosas importantes en Éfeso, también para los creyentes. Éfeso era una ciudad comercial acaudalada, una placa giratoria de Oriente que ofrecía muchas posibilidades. Con el tiempo, en las vidas de los creyentes comenzaron a tomar el primer lugar los negocios, el trabajo, las relaciones personales, la planificación del tiempo libre. ¿También estás a punto de otorgar el primer lugar a algo diferente y no a Jesús, quitándole así el primer lugar? El primer amor no es otra cosa sino el estar dispuestos a sufrir. Sufrir es mayor que obrar. El significado más importante del grano de trigo no se encuentra en él mismo, sino en que muera. O sea que «primer amor» significa: disposición a verdaderamente morir también; amor a la cruz. ¿Qué rango tiene entonces el amor a Jesús, el crucificado, en tu vida?

«Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor», dice el Señor. La así llamada «infraestructura» puede tragarse muchas cosas en nuestra vida. Tantas cosas triviales tienen primer rango. Un ejemplo práctico de eso son los Juegos Olímpicos. Esas pocas semanas cada vez cuestan miles de millones de dólares. Un periodista, con toda razón, lo llamó una relación sin sentido. El esfuerzo era y es (en medida creciente) demasiado grande en relación a lo esencial.

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¿Cómo es la relación entre lo esencial, el primer amor al Señor, y el esfuerzo por tu vida diaria? ¿Te absorbe totalmente tu día a día, tus actividades y tu pensar materialista? El amor al Señor Jesús, ¿se encuentra en un rango bien atrás, o ya desapareció del todo? Es porque tantos abandonan el primer amor que todavía no tenemos un avivamiento grande. Millones de personas van a la perdición eterna, porque el primer amor hacia el Señor ya no arde, porque los hijos de Dios no están dispuestos a hacer toda la voluntad de Dios. Obediencia hacia el Señor y amor por Él, eso es inseparable. Lo íntimamente ligado que está el amor de Dios con Su gran amor, lo vemos en Su propio llamado en Oseas 14:4: «los amaré de pura gracia».

Tu radio de acción se ha reducido tanto porque no estás dispuesto a hacer la voluntad del Señor, porque tu primer amor no le pertenece totalmente a Él. Él mismo dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama” (Jn. 14:21).

¿Cómo fue posible entonces, que la Palabra de Dios se manifestó tan poderosamente a través de los primeros cristianos, es decir, la primera iglesia? ¿Habrá Dios dado un avivamiento especial? No. Dios siempre es el que bendice, el que da vida. Pero los primeros cristianos no se amaban a sí mismos, a sus bienes, a su dinero. Todo lo contrario. Ellos compartían todo; daban todo. Hacían la voluntad de Dios hasta lo último –y el evangelio se extendía.

Por la pérdida del primer amor, sin embargo, ya no se cumple la voluntad de Dios en la Tierra, cumplimiento por el que oró el Señor Jesús: «Hágase tu voluntad en el cielo y en la tierra».

Wim Malgo (1922–1992)

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