CONFLUYENDO ¿De qué hablamos cuando hablamos de confluencia? Antoni Cisteró
1. ¿DE QUÉ HABLAMOS? “Confluyendo” es el gerundio del verbo “confluir”. Vayamos a una fuente solvente:1 las acepciones de “confluir” son: Dicho de mucha gente o de cosas que vienen de diversas partes: Concurrir en un sitio. Y también: V. intr. Dicho de ideas, circunstancias, propósitos, etc.: Coincidir en un mismo fin. En efecto, aquí se hablará de cómo la gente (no de cosas, espero), con sus ideas (y emociones, y actitudes) a cuestas y de origen distinto, puede agruparse hasta concurrir en un proceso de regeneración democrática, y que (es mi teoría) sólo la conseguirán logrando una corriente amplia, un continuo que pase desde el ciudadano (el motivado y el que no lo está) a los colectivos sociales, para luego entrelazarse en algunos puntos hasta formar un movimiento social de regeneración, que pueda llegar al ámbito político y conseguir que en éste se consoliden legislativamente los logros puntuales obtenidos por el camino.2 Nada más, pero tampoco nada menos. Pero además, “confluyendo” es un gerundio. Hasta aquí nada que objetar. Y “gerundio”, según la propia Real Academia de la Lengua, tiene dos acepciones: Forma invariable no personal del verbo que suele denotar acción o estado durativos. Ejemplo: Estoy leyendo. Seguiré trabajando. Este escrito no es personal, pues aunque tiene un autor, se habla de la ciudadanía y de cómo se agrupa (con datos surgidos de ella misma), de cómo se indigna y de cómo podría llegar a una solución duradera en la reivindicación de sus derechos, hoy conculcados. Y sí, denota acción o estado durativos, ya que, en efecto, sólo con la acción se conseguirá que se invierta la tendencia a los movimientos sincopados o el compromiso de fin de semana: una acción continuada, en permanente revisión y autocrítica (aunque evitando el frecuente hecho de que ésta ahogue o desplace a un plano secundario la crítica al sistema establecido). La segunda acepción es: Persona que habla o escribe en estilo hinchado, afectando inoportunamente erudición e ingenio. Se usa más especialmente refiriéndose a los predicadores y a los escritores de materias religiosas o eclesiásticas. Espero que no sea aplicable a mi trabajo, al menos no es esa mi intención. En cualquier estudio sobre el cuerpo social vivo, surge el riesgo de sesgo. Se tomarán como ejemplo, unos colectivos, unas citas, unos enlaces, porque son los que el autor ha podido obtener, en un proceso similar al que podría seguir un ciudadano de a pie en búsqueda de satisfacer su interés e indignación. Dado que la mayor parte de la información se ha sacado de las redes sociales, las webs y blogs de activistas y grupos reivindicativos, se ha optado por dar el enlace cada vez que se cita, para hacer cómoda la ampliación o verificación al lector. Este escrito no es una tesis doctoral ni ningún tratado académico. Se ha acudido a la sociología, a la psicología social, a las diversas fuentes, con el ánimo de presentar un texto lo suficientemente claro 1
Diccionario de la Real Academia de la Lengua: http://lema.rae.es/drae/?val=gerundio. Lo que aquí se dice tiene su origen en un estudio realizado entre el verano del 2013 y la primavera del 2014, llamado EN COMÚN, cuyo texto y anexos pueden ser encontrados en mi blog: http://historiaesmemoria.com/es/en-comun/. Se trataba de una primera aproximación al fenómeno de las confluencias reivindicativas, centrado en veinte colectivos hallados en la red (no forzosamente los más significativos, pero sí elegidos por presentar un programa amplio), y en treinta reivindicaciones escogidas por el autor. Se determinaba la presencia de cada reivindicación en los programas, y a partir de ello, la posible “afinidad” entre colectivos, binaria y globalmente. 2
para incitar a la reflexión, al debate y a compartir sus inquietudes. No se ha querido seguir ninguna escuela o línea de pensamiento concreta. Se ofrecen las fuentes y la bibliografía de las que se dispone por si alguien pudiera estar interesado en avanzar por la senda teórica. Espero que Confluyendo le sirva de introducción. Que quede claro: la intención de todo el esfuerzo realizado en la elaboración de este estudio se dirige a dilucidar si existe alguna forma de aumentar las posibilidades de confluencia reivindicativa en lo social y lo político, de aunar esfuerzos entre los múltiples y dispares grupos y organizaciones que piden superar las actuales situaciones injustas. Es su único objetivo, con la convicción de que un acercamiento de posiciones generará un efecto sinérgico en los protagonistas y también, y muy importante, un efecto llamada para tanta gente que quisiera sumarse y no sabe cómo. El principal punto de reflexión de Confluyendo es la necesidad imperiosa de comunicación, de cooperación, de apoyo mutuo. Así que, por descontado, también el autor se ofrece (y desea), participar en tal dinámica, mediante las redes sociales.3
1.1.- El contexto Alguien ha dicho: “¡Esto está que arde!”. La sociedad es una olla, o mejor dicho, el país es un puchero, donde se mezclan en hervor los ingredientes más dispares. La ebullición es tal que algunos de ellos están a punto de saltar fuera, alejarse del ambiente interior irrespirable. ¿Pero qué hay dentro? ¿Qué tipo de cocido se está elaborando? Los garbanzos, los fideos, alguna berza (y también algún que otro chorizo), suben y bajan a tenor de las burbujas. Algunos, exhaustos, reposan en el fondo, quemados, pegados a él y con pocas probabilidades de salir a flote. Los ciudadanos (porque de ellos hablamos, entre otras cosas) absorbiendo paulatinamente el sabor y el color de unos movimientos sociales generalmente rojizos, y unos partidos de izquierda amorcillados, chocando entre ellos. La derecha, encaramada sobre una sólida tapadera, riendo con las cosquillas que le causa el movimiento espasmódico generado por el hervor. No es una moderna olla a presión, no tiene válvula de seguridad, es un mero y rancio puchero. Debajo de él y por todos lados, se ha ido atizando la crisis. Con desparpajo y ausencia del mínimo escrúpulo, el capitalismo más salvaje ha aprovechado la coyuntura que él mismo ha creado, no sólo para enriquecerse más, sino para hacer bajar varios niveles de la escala social a gran parte de las 3
Twitter: @HistoriaMemoria, @EnComu2014.
Facebook: https://www.facebook.com/historia.memoria), así como con en la página: (https://www.facebook.com/pages/EN-COMUN/418692828262230?ref=hl), donde se irán publicando las entradas sobre los procesos de confluencia de esfuerzos a los que se tenga acceso, así como los resultados de la encuesta que acompaña este escrito. Por correo, se puede utilizar la dirección: historiaesmemoria@hotmail.es. Y por descontado, mi blog bilingüe: http://historiaesmemoria.com donde se pueden encontrar abundantes artículos sobre lo aquí tratado.
clases medias, creando y reforzando barreras dogmáticas, legales y estructurales que les impedirán en el futuro volver a subir fatigosamente lo retrocedido. Desde lo alto, lejos del calor y de los efluvios, se multiplican los “¡Que se jodan!”, los “No hay otra solución”, los “La legalidad nos da la razón” (y también: “¿Qué hay de lo mío?” o “¡Joder con el juez!”), e incluso, a falta argumentos, las sonrisas sardónicas y perdonavidas. Lejos para siempre, seguros de que sus barreras mediáticas, policiales y legislativas impedirán cualquier asalto al palacio de invierno. En Confluyendo se habla de este cocido. Se habla de la mezcolanza de todo tipo, desde el ciudadano empequeñecido hasta el partido dubitativo y segmentado o el grupo social que vuela hacia la utopía sentado en una alfombra de redes. Y se habla para intentar dar un poco de luz que haga posible que la cocción se acabe, que salga un guiso apetecible para la mayoría y que pueda ser repartido equitativamente, llegando para todos. Siguiendo con el símil, se trata de la alianza de los garbanzos y las berzas contra los chorizos. Amén. La intención es segmentar para después unir. Aun a riesgo de simplismo, intentar definir diversas categorías en cada uno de los niveles del continuo: ciudadano, colectivo social, partido político, para resaltar las similitudes y diferencias; para poner de relieve los factores que potencian y los que dificultan los procesos de regeneración democrática a los que se han apuntado tantos ciudadanos y ciudadanas, con mayor o menor compromiso y persistencia. La tarea no es fácil, dado que hay matices y ámbitos comunes, mixtos e incluso opuestos que se mezclan y entremezclan, a menudo con protagonistas comunes. De todas formas, el propósito final de esta obra es incitar a la reflexión y, a partir de ella, invitar al encuentro, al análisis de vías de confluencia de los más variados tipos y niveles. Si el 2013 fue el año del SÍ, SE PUEDE, se pretende que en el futuro pueda añadirse a continuación: Y JUNTOS, MÁS.
2. ¿HEMOS DICHO JUNTOS? Sí. Acabamos de decir “y juntos…”. Pero, ¿qué quiere decir juntos? ¿Juntos pero no revueltos? ¿Quizá revolucionados? ¿Juntos para qué? ¡Un momento! Había dicho que hablaríamos de la sinuosa línea que une la ciudadanía con sus agrupaciones y, más allá, el mundo político que gestiona y dicta leyes que afectan a la primera y a las segundas. Creo que para una mejor comprensión, conviene dar antes una pincelada de lo que entendemos por “hombre social”, por persona “agrupada”. Es un principio generalmente reconocido que en colaboración se consiguen más cosas que individualmente. Incluso en el caso de que alguien empiece algo en solitario (Gandhi, por ejemplo), es la anexión a su causa de grupos más o menos formales, organizaciones, plataformas, asambleas, asociaciones… ¡Alto, alto! ¿De qué estamos hablando, no es todo lo mismo? Ni mucho menos. Es aquí donde se van a dedicar los primeros esfuerzos de este estudio: adentrarse en la jungla social, donde crecen gran variedad de seres vivos de todo tipo, tamaño, género y especie, muchos beneficiosos, otros asépticos, algunas verdaderas alimañas depredadoras, y ver de desbrozar un breve sendero por donde los que quieran puedan transitar hacia un destino consensuado entre ellos. Para ello, se plantea un breve esquema de la progresiva complejidad del camino de la persona en marcha hacia la colaboración con sus semejantes. En efecto, primero está la persona, el ciudadano o ciudadana, cada uno con su ser a cuestas, con sus problemas, leves o graves, su familia, su trabajo, su sexualidad, sus manías, su formación, su salud, los accidentes sobrevenidos, su carácter… todo mezclado y revuelto. Anotemos ya que un apartado, en general no el más importante, es su implicación política. En general, va tirando, sobrevive como puede. Pero es inevitable que en algún momento deba agruparse; deba unir su esfuerzo al de otros semejantes, voluntariamente o no. Dice Daniel Innerarity: “La primera persona del plural es un lugar cómodo: sirve de coartada, ofrece seguridad, diluye responsabilidad, acompaña al solitario. También es una sede inevitable, pues los hombres estamos en el mundo en plural, aunque ese plural sea más difuso y contingente de lo que acostumbramos a creer”. 4 Lugar cómodo, pero también una forma de ver el mundo, más allá del tipo Simón el Estilita. Y ya que estamos bajo el título de un verbo, con sus variadas personas, veamos lo que dice Ignacio Morgado: “La relación mental con los demás, y las partes del cerebro que intervienen en esa relación, son diferentes cuando nos ponemos en el lugar de los demás interactuando con ellos, es decir, cuando adoptamos una perspectiva de segunda persona, que cuando simplemente observamos a los demás como lo haría otra persona, adoptando la perspectiva de una tercera persona”.5 Una buena perspectiva, así que vamos a hablar del hombre y la mujer en grupo, afrontando problemas colectivos que han sido –¡atención!– generados por otro grupo, fuerte y cohesionado. Imaginemos al seguidor de un cantante famoso, o un equipo deportivo determinado. Para conseguir vibrar con la presencia de su ídolo, debe asistir a un punto determinado al lado de miles de otros como él. Se reúne. No aporta nada (más allá del pago de la entrada), pero recibe algo: una emoción 4 5
INNERARITY, Daniel: El nuevo espacio público. Madrid, Espasa Calpe, 2006, p. 127. MORGADO, Ignacio. Emociones e inteligencia social. Barcelona, Ariel, 2010, p. 47.
que le asemeja a los que le rodean. Sería el primer indicio de confluencia escalón: la asistencia. Anotemos también la emoción como factor cohesionador. Un caso parecido sería la asistencia a las reuniones de vecinos de un inmueble: no aporta más que el tiempo que le dedica, y recibe una cierta organización de la vida en común. Quizá la diferencia es que aquí empieza a sacar la cabeza una minúscula implicación. En cualquier caso, el objetivo no va más allá de las paredes del inmueble, y no pasa de mantener el status quo. No pretenden incidir ni en el barrio, ni la ciudad, ni mucho menos en el país. Estamos aún en los átomos, en la previa de nuestra reflexión. Demos un paso más antes de ofrecer esquemas explicativos. Pongamos que aumenta la implicación, aunque sigue siendo voluntaria la asistencia y mínima la aportación exigida (aunque a veces, se supera este límite al ir entrando en los temas), como pudieran ser los miembros de un coro o una asociación de padres de alumnos de un colegio. Aquí empiezan ya a figurar otros elementos, como pudiera ser el ansia de mejora, ya sea de los sonidos emitidos o de la pedagogía escolar. Son círculos abiertos (se van renovando las diversas generaciones) y de nómina limitada. Abramos un poco más el diafragma para que empiece a entrar la luz. Tanto el coro como la escuela suelen estar insertos en un barrio. Y dicho barrio tiene, en general, una asociación de vecinos. Bueno, ya hemos ampliado el ámbito geográfico, y también el número de posibles candidatos a formar parte de él. Pero hay más: en general, se paga una modesta cuota, se asiste a una serie de reuniones, y a cambio se reciben informaciones que de otra forma serían más difíciles de obtener; se realizan actividades lúdicas y formativas; se debate sobre el presente y el futuro del barrio, y como fruto de ello, posiblemente se emprenderán acciones reivindicativas. ¡Ah! Ya vamos entrando en lo más intrincado del bosque; ya empezamos a barajar los diversos factores que inciden en el proceso de agrupación ciudadana. Es en ellos, en sus características y relación, en su incidencia y su alcance, donde encontraremos actitudes simbióticas (aunque algunas veces la participación de algunos miembros pasivos se acerca más al comensalismo) que mejoren el bienestar de la colectividad. Es cierto que cualquier persona pertenece a algún tipo de agregación con otros semejantes, algo que de tan cotidiano ya ni se percibe. Dice Platón en La República: “Un grupo surge de la impotencia de las personas a bastarse por sí mismas, necesitando de la organización para resolver sus problemas”. Sin el grupo, el espectador no vería a su cantante o el tenor no podría cantar aquel motete a cuatro voces que tanto le satisface. Ya tenemos al ciudadano o ciudadana6 que ha pasado del ellos (lejanos) al vosotros (en contacto), y con una actitud que le empuja a convertirlo en un nosotros. Se agrupa. Pasemos pues a analizarlo inmerso ya en el proceso de agrupación.
2.1. La ciudadanía como protagonista Aunque a veces desde el poder no se ve así, podríamos considerar al ciudadano como el átomo del cosmos social y político. Es su agregación la que conforma grupos, organizaciones, empuja los movimientos, y configura el electorado de los partidos; a partir de ellos, se diseña el Parlamento, el 6
Una buena reflexión sobre el concepto de ciudadanía en: SCHNAPPER, Dominique. Qu’est-ce que la citoyenneté?. París, Gallimard, 2000. (versión catalana: Què és la ciutadania?, Barcelona, La Campana, 2003).
Gobierno, y con ellos toma forma la gestión de la comunidad, o sea: se toman las decisiones que revertirán en la propia ciudadanía. Principio y fin de todo el flujo sanguíneo: participar en la estructura percibida más o menos transparentemente; razón de ser del andamiaje democrático. Bien, eso parece ser así. ¿Pero lo es realmente? La democracia requiere de una formación y un esfuerzo de sinceridad y humildad que reconozca que todos los ciudadanos son iguales ante la ley (no basta que lo diga la Constitución), y añadiría que también ante los demás, incluidos los políticos y los gobernantes. A veces, el conjunto es tan heterogéneo que cuesta dilucidar de quién estamos hablando. No sirve, y es incluso obsceno, oír a los políticos de turno otorgándose la “voz del pueblo”, decir que hacen lo que hacen porque es la “voluntad popular” y conceptos por el estilo, no sólo para decir que lo escuchan, sino también atribuyéndose la representación en bloque, con un grotesco empuje mesiánico, de claro ramalazo populista. En 1928, Nikolai Erdman, dramaturgo ruso, publicó El suicida.7 En esta obra, un malentendido hace pensar que su protagonista, Semion, tiene la intención de suicidarse. Entonces, a su alrededor aparecen figuras esperpénticas, representando al Partido, a los intelectuales, a la Iglesia, a una cortesana, a los artistas, todos ellos pretendiendo que, ya que se va a suicidar, lo haga por una causa, la suya, rentabilizando el suceso. Semion, que no tiene ningunas ganas de hacerlo, les responde, en una emotiva y tragicómica escena final, ya en el cementerio: “Cuando dicen a la gente que hay guerra, ¿qué creéis que piensan?, ¿qué es lo que quieren saber?: ¿contra quién se lucha?, ¿por qué se hace? ¡No! No señores, no. Quieren saber qué reemplazo van a llamar primero… Yo sólo quiero una vida tranquila, en la que tenga lo suficiente para vivir”. Si hablamos de política, (y en el fondo todas las reivindicaciones van a parar, más temprano que tarde, a la política) se ha de tener en cuenta que sólo una minoría de ciudadanos está suficientemente informada y sobre todo motivada por los temas relativos a ella. Ni que decir tiene que también es aún más reducido el número de los que participan. Esto no implica dar menos valor a la opinión de quien no está por la labor. El ciudadano tiene todo el derecho a no preocuparse de política, aunque también es verdad que su falta de participación disminuye el valor real de todo el proceso democrático. La gran bolsa de ciudadanos no motivados políticamente, sin voluntad para realizar el esfuerzo que requiere el formarse una opinión (y no digamos, actuar en consecuencia), puede tener dos lecturas: la primera, que es un campo abonado a la demagogia; a la noticia sensacionalista aunque no siempre contrastada; a que el implicado tienda a secundar el poder que ostente el dominio de los medios de comunicación, en especial, la televisión (y ya sabemos cuál es). La segunda, se refiere a la necesidad de que los que sí están motivados tengan que ir a buscar colegas que refuercen su acción, más allá de sus semejantes ya convencidos. El hecho de que gran parte de la ciudadanía se vea afectada por los malignos, ideológicos y chapuceros recortes, da un atisbo de agridulce esperanza de que un mayor número de ciudadanos y ciudadanas puedan pasar a engrosar las filas de los realmente motivados a participar en cómo se gestiona la cosa pública. A cada ciudadano o ciudadana le pasan constantemente mil cosas por la cabeza; le suceden mil anécdotas o hechos relevantes; le amenazan (o siente la amenaza) de mil posibles penalidades. Y, en su interior, algunos las relacionan entre sí y otros no. Establecen, por ejemplo, la relación causaefecto, entre las tensiones laborales y su salud, e intentan suavizar aquellas para mejorar ésta; entre 7
Versión en catalán: ERDMAN, Nilokai. El suïcida. Barcelona, Edicions 62, 1983.
las relaciones de familia y los resultados escolares de sus hijos, e intentan crear un ambiente amable en casa. Salpimentados por percepciones aleatorias (la suerte, el mal fario), van entrelazando causas y efectos, intentando influir en las primeras para mejorar el conjunto de su vida física, laboral, afectiva, etc.… Pero en muchos casos, la “política” no se ve como un factor causa, o si se ve, se percibe como un totum revolutum lejano, inaccesible e imposible de hacer variar por una decisión personal. Muchas abstenciones se deben posiblemente a este factor: el pensar que lo que se dilucida en unas elecciones no atañe directamente a nuestras vidas. Es falso, pero ha sido labrado con ahínco por un bipartidismo paralizante o por unos cínicos cambios de posición (en el referéndum por la entrada en la OTAN, por ejemplo), gestados en negociaciones opacas para la ciudadanía. También por el espíritu mesiánico de algunos líderes que enmascaran su mediocridad con gestos grandilocuentes. Incluso se podría apuntar que algunos votantes acuden a los comicios con el objetivo de propiciar un castigo al poder, pero no con la visión de que su voto puede desencadenar un “efecto mariposa” positivo que afecte a su vida y a la de sus próximos. El creciente distanciamiento del Olimpo político de la ciudadanía, supone también un agrietamiento de algunas relaciones horizontales, entre ciudadanos o entre grupos, como dice Ángel Calle: “Como consecuencia de la ruptura de vínculos en vertical, entre élites y ciudadanía, de ensalzamiento de la flexibilidad, de la atomización y de la mercantilización de lo social, los vínculos horizontales, entre próximos, se rompen. La llamada crisis financiera alimenta una precariedad social que trasciende las cifras económicas para constituirse en una cotidianidad insostenible desde el punto de vista emocional y vital”,8 añadiendo un comentario de Sidi Mohamed Barkat que abunda en el tema: “El antagonismo social se traslada al interior del individuo”. ¿Cómo superar esta tendencia, malintencionadamente fomentada? No es difícil imaginar un ciudadano o ciudadana de a pie que, tocado de cerca por alguna palmaria injusticia, busca dónde canalizar su indignación y sus ganas de cambiar las cosas. Dado que en soledad se da cuenta enseguida de su poco alcance, su destino, su objetivo, será el de participar en algún grupo con el que sienta sintonía, quizá alguna organización que comporte algo más de compromiso, en fin, sumándose a la ola de algún movimiento social, y en algún caso (a pesar del descrédito ganado a pulso), también a algún partido. Veamos, sin ánimo de ser exhaustivos, los diversos niveles de implicación.
8
CALLE COLLADO, Ángel. Democracia radical. Barcelona, Icaria, 2011, p. 19.
ENCUESTA “CONFLUYENDO” Resultados provisionales, a 10.2.2015 (300 respuestas)
1. Características de una eventual confluencia:
Consideras la confluencia de fuerzas políticas y/o sociales para una regeneración democrática: Irrelevante 1%
Negativa 1%
Conveniente 26%
Imprescindible 72%
El eventual acuerdo debiera contemplar como objetivo común Una batería de reivind. 11%
Una reivind. Concreta 6%
Un cambio línea política 17%
Un cambio social global 66%
1
El manifiesto vinculante que les agrupara, debiera poder incluir: Colectivos Partidos 1% 1%
Partidos y colectivos 13% Part., colec. Y sindicatos 13%
Todos más individuales 72%
El acuerdo debería tener un alcance en el tiempo: Próximas elecciones 6% Abierto a voluntad 37%
Permanente 31%
Alcanzar reivind. 26%
2
Un acuerdo con objetivos electorales podría: Alcanzar mayoria gobierno 19%
No tendría relevancia 6%
Mayor presencia Parlam. 12%
Liderar mov. Social cambio 63%
¿Qué soportes consideras más útiles para la confluencia? Lema común 3%
Grupo de estudios 5% Plataforma conjunta 28%
Mesa permanente 64%
3
Alcanzado manif. común, el compromiso debe ser: Actos conjuntos 8%
Alcanzada parte, posib. Cancelar 3%
En función circunstancias 32%
Unísono toda legislat. 57%
En acuerdos electorales de partidos, sería conveniente: Acuerdos postelectorales 18% Sólo en acuerdos punt. 38% Candidatura preelectoral 25%
Coalición toda legislatura 19%
4
Papel de los colectivos sociales No implicarse 3%
Promover el voto para afines 2%
Colaborar programa común 19%
Fiscalizar cumplimiento programas 76%
2.- ¿ hasta qué punto la presencia de las siguientes reivindicaciones en un eventual acuerdo
de confluencia, favorecería la incorporación de un mayor número de adhesiones?
Encuesta CONFLUYENDO 93,0% 92,0% 91,0% 90,0% 89,0% 88,0% 87,0% 86,0% 85,0% 84,0%
5