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Vestir a la Virgen
from LNC Cofrade 71
by LNCleon
Las Vírgenes de candelero cambian su atuendo varias veces al año
XUASÚS GONZÁLEZ
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Probablemente no caigamos en la cuenta, cuando nos encontramos ante una imagen de candelero –o de vestir–, de todo lo que hay detrás; especialmente si es de la Virgen María. ¿Que por qué se viste?
Más allá de lo obvio –no tiene cuerpo tallado–, para dotarla de alguna manera de ‘personalidad’ y acercarla al pueblo…; de hecho, cambia su atuendo varias veces al año, principalmente en función del tiempo litúrgico: con ropas de mayor o menor ‘riqueza’; con más o menos joyas; con corona, con diadema, o con aro; con tonos azules por la Inmaculada; de luto en noviembre; de reina, con sus mejores galas, para la procesión… De ello se encargan vestidores y camareros; y, dependiendo del ajuar de la imagen, las posibilidades se multiplican...
La tradición de vestir a la Virgen se dice que se remonta al segundo tercio del siglo XVI, cuando Isabel de Valois –la tercera esposa del rey Felipe II– encargó a Gaspar de Becerra en 1565 la reproducción, en imagen de candelero, de un lienzo de la Virgen de la Soledad que había traído consigo de Francia, que fue después vestida con un traje de luto de María de la Cueva, condesa viuda de Ureña y camarera mayor de la reina. Y será ya en el siglo XIX cuando se definan las tres piezas principales del atuendo de la Virgen –saya, manto y tocado– y se comience a innovar en la manera de vestirla.
Aitor Álvarez Bardón es el vestidor de la Divina Gracia de la Redención y de la Misericordia de la Bienaventuranza –lo fue también de la Soledad de Angustias–, y lleva más de un cuarto de siglo en el oficio. Y con él tuvo ocasión de coincidir LNC Cofrade, precisamente el día en que iba a vestir de hebrea a la Virgen de la Misericordia para esta Cuaresma. Siempre sigue el mismo ‘ritual’. En un ambiente íntimo –no faltan incienso, velas ni música cofrade–, después de rezar y una vez desvestida la imagen, comienza a colocar, sobre las enaguas, la saya, el pecherín, el manto… Y el rostrillo que, sin duda, es lo más complicado: partiendo de una tela lisa, con innumerables alfileres va haciendo –uno a uno–todos los pliegues, hasta que quedan a su gusto. Y con su estilo. Por último, tras los retoques finales –colocar el pañuelo, el aro…– la Virgen es situada en su lugar habitual, desde donde recibirá las oraciones de sus devotos. Empezando por la del vestidor y camare ros, con la que concluye su labor… por el momento.
Firma invitada Semana Santa. Santa Semana
TELMO DÍEZ VILLARROEL
Consiliario honorario de Santa Marta y de las Siete Palabras
Parece igual, pero no lo es. Cuando digo ‘Semana Santa’, el vocablo ‘Semana’ es sustantivo, y el ‘Santa’, adjetivo calificativo; y quiero que sea lo contrario cuando invierto los dos vocablos: ‘Santa’, sustantivo, y ‘Semana’, adjetivo. Y aquí empieza propiamente mi trabajo. Me quedo con Santa Semana.
Si bien es cierto que en el contenido de la fe cristiana, en el de la revelación y en el de la Iglesia que la guarda y enseña, toda semana y cada día de la misma debe ser santa y vivida en santidad, aquí se trata de que esta se signifique, sobreponga y sobresalga sobre todas las demás. Bien entendido que lo de ‘santa’ o ‘santidad’ los es en el hombre y para el hombre; hombre y mujer, por supuesto.
Una imagen, sea de Jesús, de la Virgen o de cualquiera de los santos, no es santa; lo fue aquel cuya imagen veneramos, procesionamos o exponemos en los retablos de nuestros templos. Cuando yo rezo ante una imagen de Cristo, de la Virgen, de San José, etc., ¿a quién rezo? Pienso con alguna frecuencia que la sombra de la idolatría pue- de alcanzarnos en nuestras devociones y oraciones ante determinadas imágenes. Recuerdo el caso de una joven que cada día, cuando yo abría temprano la puerta de la iglesia, entraba la primera, se arrodillaba ante la imagen de la Virgen, juntaba y apretaba las palmas de sus manos, elevaba y clavaba sus ojos en los de la imagen, y así cada día. Cuando me acerqué una mañana y le pregunté si podía ayudarla en algo, esta fue su respuesta: «Padre, yo soy prostituta; vengo de mi trabajo y antes de retirarme a descansar vengo a pedirle a la Virgen que me proporcione buena clientela para mañana».
¿Idolatría? Yo también rezo ante las imágenes, pero muy consciente de que ellas, de alguna manera, me ayudan a llegar al sujeto: a Jesús, a María o al santo de mi devoción. Nuestra fe –me pregunto– y nuestra oración, ¿se queda en la imagen o va más allá?
Que nuestra Santa Semana de 2023 sea verdaderamente santa y camino de santidad para todos los que la vivimos. Santa y santificadora.