ARTÍCULOS | IRIS 2016
ARTÍCULOS | IRIS 2016 40
EL EQUILIBRISTA SILENCIOSO
H
ace poco más de seis años, empecé mi andadura por el mundo de la fotografía de naturaleza. Fue entonces cuando mi buen amigo Íñigo Bernedo me presentó al que es mi maestro en este arte, José B. Ruiz, y posteriormente conocí a quien sería una inspiración continua para mí: Isabel Díez. Si, al tomar una fotografía, uno rige mi mano derecha, la otra rige mi mano izquierda. Al principio, los caracoles no me atraían especialmente. Fue por casualidad que, al estar fotografiando una flor, vi cómo un caracol trepaba por su tallo, tranquilo, sin prestarme la menor atención. El individuo me modificaba la escena que buscaba, me
molestaba. Pero soy de esos fotógrafos que no suele alterar su entorno, y decidí esperar a que se marchara. Pero, como ya se sabe, no son muy rápidos; se tomó su tiempo, y yo empecé a buscar cómo incorporarlo a mi foto. Fue así como ese caracol pasó a ser el protagonista de mi sesión de aquella mañana. Luego han sido las flores los complementos para mis protagonistas. Mis caracoles son comunes y pequeños, son los de cualquier parque. De esta manera, llevo fotografiando caracoles desde hará unos cinco años. Es un proyecto a largo plazo, sin un final prefijado; lo dejo y lo retomo.
Desde el principio, me atrajo el mundo de lo pequeño. Pero fue gracias a la formación recibida que empecé a saber plasmar mis maneras de ver. El encontrar un paisaje en un detalle —«un mundo en una gota», como decía el maestro en su libro El fotógrafo en la naturaleza— y el adentrarse en lo común, y verlo como especial y único, son caminos que me atraen y que exploro. No es lo que ves, sino cómo lo ves, cómo lo muestras. Me gustaría pensar que soy un fotógrafo compositivo; busco los elementos compositivos a mi alcance para reforzar y plasmar una idea o una sensación. En este aspecto, los caracoles son
La casa encendida. Nikon D3S, 200 mm, f/5.3, 1/800 s, ISO 500
Puntos y rayas. Nikon D3, 200 mm, f/5, 1/100 s, ISO 640
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