U
n año más, España ha acudido a la Antártida para desarrollar proyectos de investigación científica. La XXXI Campaña Antártica Española ha querido hacerse visible en las redes sociales —con el hashtag #SomosAntártida—, a través del divulgador científico José Miguel Viñas, con quien he colaborado con las fotografías realizadas durante mi participación en esta campaña. Nada de lo que España realiza en la Antártida se podría llevar a cabo sin la ayuda del buque de investigación oceanográfica Hespérides, de la Armada española. Este buque es el encargado de abastecer las bases españolas (Juan Carlos I, del CSIC, y Gabriel
de Castilla, del Ejército de Tierra) y de trasladar a ellas a los científicos y al personal técnico y militar; sirven, además, como base de investigaciones en el frío océano Antártico. En mi caso, ha sido la Armada la que me ha dado la oportunidad de participar en esta campaña. Para un fotógrafo, acudir a la Antártida es abrirse a un mundo de experiencias y posibilidades fotográficas: abundante fauna, paisajes vírgenes, montañas nevadas que caen a pico sobre el mar, navegar por el océano Antártico, fotografiar el trabajo de científicos y militares… Siempre se habla de la luz especial que hay en la Antártida,
Base española Juan Carlos I
y no de que, la mayor parte del tiempo, un cielo plomizo domina el horizonte de la península Antártica, que es la zona donde España realiza sus investigaciones. Los fotógrafos nos solemos desesperar ante esta circunstancia, pero no queda otra que tener paciencia y aprovechar «la luz» en algunos días en los que el tiempo tiene a bien ofrecernos unos rayos de sol. Entonces todo cambia: los colores se hacen presentes, todo se llena de matices y, si tienes suerte, puedes aprovechar los tonos irreales de luz que ofrecen las puestas de sol en estas latitudes, en las que la ausencia de contaminación atmosférica pro-
plena actividad. Las pingüineras rebosan de vida: mientras las crías de pingüino van creciendo, sus progenitores se lanzan al mar en busca de comida en un ir y venir incesante; las crías van perdiendo su plumón para afrontar sus primeros baños, sabiendo que necesitarán ser expertas nadadoras antes de la llegada del invierno. En esta zona predomina el pingüino papúa, pero también hay colonias de pingüino adelia, barbijo y algunos ejemplares de macaroni. Para el fotógrafo de naturaleza, es una suerte poder fotografiar a estos simpáticos animales a tan poca distancia, gracias a que no temen al hombre. En el cielo vuelan los enormes albatros, muchas especies de petreles, charranes árticos (que son las aves que realizan las mayores migraciones del planeta, volando de polo a polo),
Barqueo desde el Bark Europa
las palomas antárticas, los cormoranes antárticos y los grandes depredadores alados de la zona: las voraces escúas polares, que son capaces incluso de atacar al hombre cuando este se acerca a sus nidos. Yo mismo tuve una «excitante» experiencia con uno de estos agresivos animales, que no pasó a mayores por la velocidad de desplazamiento que nos permiten las extremidades inferiores que tenemos los humanos: vamos, que salí por piernas. En el mar es posible observar cetáceos, sobre todo ballenas jorobadas. Sus fumarolas las delatan y, si tienes suerte, puedes fotografiar su aleta caudal sobresaliendo del agua. Otros habitantes marinos habituales son las focas. Es sencillo fotografiarlas durante el día, descansando, subidas a los témpanos de hielo a la deriva… Unas de las más abundantes son las focas
REPORTAJE | IRIS 2018
REPORTAJE | IRIS 2018 40
SOMOS ANTÁRTIDA
voca una calidad lumínica distinta a la que estamos acostumbrados. Dicen que las montañas de la península Antártica son una continuación de la cordillera de los Andes que, tras sumergirse en el mar de Hoces, resurge en la Antártida. Sea cierto o no, lo que es seguro es que estas altas montañas dan una grandeza espectacular a la península. Agrestes montañas que se podrían asemejar a lo que vemos en los Alpes, pero que surgen directamente del mar, al que amenazan con enormes seracs que cuelgan de sus fuertes pendientes. Es todo un espectáculo para la vista, en el que los alpinistas imaginan líneas imposibles de escalar que, a buen seguro, nunca han sido ascendidas. La época más favorable para realizar investigaciones en la península Antártica es el verano austral, cuando la fauna está en
41